Morgan Stone, Bruja Adolescente 7

Morgan hace buenas migas con el hermano de Martha y después acude a la reunión que había planeado con las animadoras.

Jonathan estaba en un lío. Su hermana le había pillado metido en su armario, con la mano en la polla y con un vestido. En los dieciséis años de vida que tenía, no había tenido más miedo nunca antes. Había algo siniestro en la sonrisa de Martha y él tenía miedo. La pelirroja, sin embargo, relajó el gesto y suspiró.

_ Anda, sal de ahí. _ Le tendió la mano. _ Y no te la escondas, tú me has visto las tetas durante un buen rato, ¿No?

Jonathan no pudo más y comenzó a llorar con fuerza, avergonzado. Morgan actuó deprisa y lo rodeó con los brazos, hundiendo la cabeza entre sus tetas. Eso apagó sus llantos.

_ ¿Qué haces? Si gritas así papá y mamá te van a oír. Y tú no querrás eso, ¿Verdad?

Le divertía demasiado jugar con la gente. Aquel chico tenía tantos sentimientos dentro que parecía que iba a explotar. Le acarició con delicadeza el pelo rojo y le miró a los ojos.

_ ¿Qué pasa, Jhonny? ¿Te la pone dura verme? No pasa nada… puedes decírmelo… _ Le susurró al oído, apartando las manos con las que se cubría la polla y acariciándosela lentamente. Él se estremeció. _ ¿Por qué te has puesto uno de mis vestidos, peque?

_ Porque… quiero… ser… como… tú. _ Susurró él, entre gemidos entrecortados. _ Por eso… te miro.

_ ¿Dices que te sientes como una chica, Jhonny? _ Continuó con sus caricias. _ ¿Te gustaría serlo?

_ Ahhh… sí… _ Gruñó.

_ Entonces… mírame… _ Le sonrió y se inclinó hacia él. _ Tócame… siente mi piel…

Martha se tragó de un envite la polla de su hermano, Y Jonathan notó que el cerebro se le fundía. Extendió las manos y apretó sus enormes tetas con los deditos. Morgan le guiñó un ojo y el chico se sintió espoleado.

Toda su vida había envidiado a su hermana… lo guapa que era… lo admirada que había sido… que fuera la favorita de sus padres. Durante toda su vida el sueño de Jonathan había sido ser Martha. Y por algún extraño motivo lo que estaba pasando era extrañamente satisfactorio.

Jonathan se corrió rápidamente por los manejos de su hermana. El placer fue tan intenso que sintió que se dormía. Martha sonrió y le recogió entre sus brazos.

Cuando Jonathan despertó, se encontró frente al tocador de Martha. Su rostro estaba distinto. Estaba maquillado para realzar sus ojos y sus labios estaban pintados de rojo, de forma muy femenina.

Su pelo era largo, liso y brillante, y el vestido, lejos de quedarle grande, parecía estar perfectamente ajustado a su talla.

_ ¿Te gusta, Jenny?

Se asustó un poco al sentir a su hermana a su espalda. Ella seguía desnuda, mostrando con orgullo sus grandes pechos.

_ Mamá nos va a matar por esto, Martha. _ Se puso tenso.

_ No te preocupes por Mamá y Papá… yo los convenceré. _ Le acarició el cuello. _ ¿Te gusta Jenny? Puedes escoger otro nombre si te gusta más… lo que te haga sentir cómoda.

_ Jenny… me gusta… _ Se estremeció y notó que se le ponía dura, su hermana se la estaba acariciando.

_ Sabes… yo puedo conseguir que tengas unas tetas grandes como las mías… ¿Te gustaría eso?

_ Sí… unas tetas grandes… una cara redonda… quiero ser como tú… _ Gimoteó Jenny.

_ Bien… pero hay una condición, Jenny. _ Le dijo, muy seria. _ Tienes que hacer una cosa.

_ ¿Qué cosa? _ Susurró Jenny.

_ Tienes que follarme, Jenny. _ Morgan sonrió cuando notó la polla de Jenny latir entre sus dedos. _ Cada vez que te corras dentro de mí, te crecerán un poco las tetas.

Aquello había sido muy cruel por parte de Morgan. Lo cierto es que en el libro había un conjuro de modificación corporal bastante sencillo. Podría haberle dado a Jenny unas tetas del tamaño de sandías si hubiera querido tan sólo con unas cuantas hierbas, semen y sangre de vaca… pero aquello le parecía mucho más divertido.

Jenny miró a su hermana con el rostro ensombrecido por la duda y el deseo mal disimulado. La tomó del rostro y la besó con intensidad. Morgan respondió al beso mientras seguía jugando con su miembro.

_ Vamos, no dudes… vamos a la cama, métemela.

_ Sí, Martha… No hace falta que me lo repitas.

Morgan se colocó sobre la cama, con el culo en pompa en posición de ofrecimiento. Jenny mostró dudas cuando estaba tras ella.

_ Es la primera vez, ¿Verdad? _ Jenny asintió. Morgan sonrió dulcemente.

_ Mira… es este agujerito de aquí… _ Se abrió los labios del coño. _ Ve despacito… y con cuidado. No me la vayas a meter en el culo.

Jenny asintió y sujetó su polla con la mano, metiéndola lentamente en el coño de Martha. Era como estar en el cielo. En cuanto la penetró sintió un impulso animal que la llevó a empujar con más fuerza.

_ Ah, sí, así, Jenny, más fuerte.

_ ¿Seguro? _ Le preguntó, con cierto miedo.

_ Desátate, Jenny… quiero que te dejes llevar. No te preocupes… no es mi primera vez… piensa sólo en ti.

Jenny se dejó llevar. Aferró a su hermana de las caderas y comenzó a bombear de forma muy poco femenina, lanzando gruñidos inconexos. Se mordió el labio con tanta fuerza que se hizo sangrar.

_ Azótame…

_ ¿Cómo?

_ Que me azotes el culo. _ Le pidió Morgan, subiendo la voz. _ Pégame fuerte.

Jenny obedeció, y descubrió que le gustaba el sonido y el tacto de las nalgas de su hermana. Las contracciones del coño ajeno, los latidos de su polla. Nunca había sentido nada parecido a aquello. Su orgasmo fue intenso y poderoso, y no pudo evitar lanzar un grito, que por suerte consiguió ahogar.

Mientras se dejaba caer junto a su hermana, notó un extraño calor en el pecho. Pudo notar cómo su pecho cambiaba ligeramente de forma y abultaba apenas un poco más. Sonrió y se acurrucó junto a Martha, que la rodeó con el brazo y la atrajo hacia sí.

A la mañana siguiente, sin embargo, Jenny se despertó sola. No se paró a pensar en que estaba aún maquillada ni en su pelo cuando se dirigió a la cocina con tan sólo el calzón. No fue hasta que se tropezó con su madre y sintió que se helaba en el sitio, esperando la bronca y probablemente paliza que le daría.

_ Cielo, sé que aún tienes el pecho pequeño, pero te he dicho mil veces que te pongas sujetador. Podría venir un vecino y verte así. Tienes dieciséis años, no once. ¿Quieres que piensen que eres una buscona?

_ Tienes razón, mamá. _ Bajó la cabeza, pero sonrió. _ Lo siento.

_ ¿Qué va a decir tu padre si te ve así? Vístete.

_ Sí, mamá.

Jenny era feliz. Sentada en el salón de su casa, desayunando con su vestido y con su maquillaje, sintiéndose femenina. Su madre y su padre la llamaban por su nuevo nombre, la seguían queriendo. Todo lo demás no importaba. Ahora sólo necesitaba sus tetas… y se sentiría completa.

Morgan no había hecho muchos cambios en los padres de Martha. Eran viejos, y por tanto no le interesaban. Retocar un poco su puritanismo para que aceptaran a su hija transgénero y no pusieran el grito en el cielo si veían a sus hijas fornicando salvajemente.

Tampoco eran importantes, Jenny era la que le había interesado y, en cualquier caso, tenía otras prioridades. Había salido temprano, porque no iba a faltar a su cita con las animadoras. Se lamía los labios, le apetecía mucho probar las distintas muestras de semen que iban a llevarle.

El contrate entre ella y las chicas era muy evidente. Y no era sólo por la ropa. Morgan se había vestido con unos vaqueros rotos y una chaqueta de cuero, con una camiseta bastante casual. Martha era guapa, cualquier trapito le quedaba bien. A diferencia de Morgan, que vestía de forma bastante elegante y escogida, el armario de Martha reflejaba un estilo menos pensado.

Las otras chicas, sin embargo, se habían puesto el uniforme a pesar de estar fuera del horario escolar. ¿Por qué? Muy simple. Para complacer a Morgan. Sólo por aquella imagen. En mitad del parque, todas con sus tops idénticos, sus falditas idénticas y sus medias idénticas, andando con sus zapatos idénticos y mostrando una expresión idéntica.

Era magnífico ver aquellos ojos llenos de admiración y afecto. Jess había venido. Se suponía que no estaba obligada, pero no le extrañó verla. Morgan les dedicó su sonrisa, mirando a las diez chicas con cierto detenimiento.

_ Adelante… y quiero que me contéis de dónde lo habéis sacado.

La mayoría de las chicas no le contaron nada especial. Tenían novio y se habían acostado con ellos. Algunas lo habían retenido con su coño y otros con su boca, pero nada remarcable ni especialmente morboso. Morgan asintió, sin darle demasiada importancia, y ante la vista de las chicas, se tragó el espeso líquido.

Jess se adelantó, y las chicas se la quedaron mirando con los ojos como platos. De su bolso, la morena había sacado una botella de dos litros de cola, y más de la mitad estaba llena con el espeso líquido blanquecino. Las otras chicas se asustaron. Algunas cuchichearon que tenía que haberlo rebajado con agua, que no podía ser. Ella sonrió, con orgullo.

_ Verás, ama… sé que me dijiste que estaba exenta de venir. Pero quería darte las gracias por todo lo que has hecho por mí. _ Morgan la miró con ternura. _ Tú has reconstruido mi familia y… hace tiempo que no me sentía tan querida… así que he hablado con mi madre y ella y yo hemos estado trabajando toda la noche para conseguirte la máxima cantidad posible de la leche de mi padre. Queríamos llenar la botella, pero… ya le conoces, hubo mucho que acabo sobre nosotras y no quería alterar el sabor.

_ Jessica… quiero decirte que después de lo que hemos pasado te considero mi amiga… y te perdono por todos los años que me has estado torturando. _ Jess sonrió mostrando sus dientes blancos como perlas.

_ Oh, ama… no sabes lo que eso significa para mí.

_ A tu salud, Jessica.

Morgan destapó la botella y se la llevó a los labios, provocando un sonido de gorgoteo mientras el espeso líquido empezaba a caer a su boca y a bajar por su garganta. Las diez chicas no podían dejar de mirar, los rostros babeante y atentos.

Morgan consiguió, de alguna forma, tragarse todo el contenido de la botella sin respirar. Estaba claro que Martha tenía unos buenos pulmones. Lanzó un gemido de satisfacción y las chicas la imitaron.

_ Siguiente. _ Dijo, con una sonrisa. _ Ya sólo quedan dos, que lástima.

Se acarició el vientre. Casi podía sentir su estómago lleno a rebosar de semen. Había desarrollado aquella extraña fijación… pero en parte había sido inevitable. En su vida pasada había saboreado el semen varias veces, y durante toda su infancia había estado recordando y añorando aquel sabor.

Janet se adelantó. La rubia no había dicho nada en toda la conversación y Morgan empezaba a pensar que había fracasado. No fue hasta que la rubia se sentó a su lado y la besó cuando lo entendió. Morgan dejó los labios abiertos y la chica, como un pajarito, dejó escapar el esperma que había estado guardando en la boca directamente en la boca de Morgan.

_ Lo siento, siempre he sido de las que hacen el trabajo en el último minuto. _ Confesó.

_ ¿Y de dónde lo has sacado? _ Preguntó.

_ He abordado a un chico mientras venía. No se resistió a mis encantos. Ni siquiera preparé un recipiente. Lo siento, ama. Sé que no he estado a la altura, mucho menos a la de Jess.

_ Janet, no seas tan dura contigo. Esto es una iniciación, una prueba de valor, y has pasado… además, Jess es la capitana por algo, ¿Verdad?

_ Porque soy la más puta de nosotras, y la que más aguante tiene. _ Dijo, muy orgullosa, mientras procedía a ajustarse correctamente las medias.

_ El caso es que lo importante es que todas lo habéis conseguido. Y estoy orgullosa. _ Miró a Teresa, que estaba esperando aún con una tarrina en las manos. _ Bien, terminemos, Teresa…

_ Sí, ama. Aquí tienes.

En cuanto abrió la tarrina, Morgan pudo sentir un olor extrañamente añejo manando de ella. Uno que le resultaba extrañamente familiar. Sintiendo una corazonada, se lo llevó a los labios y lo paladeó. Sí, tenía un sabor distinto, propio de algo sucio y descuidado. Pero no le hizo ascos.

_ ¿De dónde has sacado esto?

_ De un vagabundo, en el aeropuerto. Estaba pidiendo y pensé que no se resistiría a mis encantos. Acerté. Se la chupé en el baño. Su polla olía a pis… estaba sucia.

_ ¿Te dio asco?

_ Un poco, ama. Pero tenía una misión, así que me empleé a fondo. _ La miró fijamente a los ojos. _ Para mí, y creo que para todas las que estamos aquí, tus órdenes son ley. No iba a fallarte por negarme a chupar una polla meada.

_ Sí, esa es la actitud. _ Apreció Morgan. _ El vagabundo te dijo algo fuera de lo común.

_ Bueno, yo le dije que era una oportunidad única en la vida… y él sonrió y me dijo que era la segunda vez que le pasaba.

Morgan se echó a reír. Se llevó la mano al rostro.

_ Oh… el mundo es un pañuelo sin duda… _ Sonrió. _ Ah, Teresa… ese vagabundo es un viejo conocido mío… de hace mucho, mucho tiempo. Tendré que hacerle una visita, gracias por confirmarme que sigue por ahí.

_ Es un placer servirte, mi ama. _ Dijo, con una leve reverencia.

Acto seguido, todas las chicas la miraron a la vez, y hablaron al mismo tiempo.

_ ¿Hay algo más en lo que podamos servirte?

Había tantas cosas que podía hacerles. No dejaba de fantasear e imaginar qué hacer cuando el teléfono sonó. Astrid. Morgan se llevó el teléfono a la oreja.

_ ¿Qué pasa? _ Preguntó.

_ Morgan, tienes que venir y tomar tu cuerpo. Van a venir las primas, Natasha y Vanessa van a pasar. Es demasiada gente. Es un peligro dejar a Martha en tu cuerpo. Será muy dulce pero no tiene ni de lejos las luces que tú tienes, y mucho menos tus recuerdos.

_ Está bien, iré para allá en cuanto pueda. _ Bufó.

La verdad, era difícil marcharse. Ante ella había diez mujeres desesperadas por complacer cualquier capricho que deseara, todas ellas vestidas con un uniforme muy sexy. Pero esas fantasías tendrían que esperar, no podía arruinar su tapadera.

_ Chicas, lo siento, ha surgido algo. Lo siento, no puedo quedarme. _ Suspiró.

Hubo una serie de mohines y expresiones de desagrado entre las chicas.

_ De verdad, es importante, soy la primera que desea quedarse. Pero tendréis que conformaros con vosotras mismas. Escuchad… iros a un sitio privado y haced una orgía en mi honor.

_ Suena divertido. _ Comentó Jess. _ El gimnasio del colegio está vacío. Podemos aprovecharlo.

Morgan maldijo su suerte. Por otro lado, ya había tenido su primer entrenamiento con las chicas… y habría más días, más orgías… e incluso más chicas. Ya estaba planeando cómo ampliar sus planes cuando llegó a la casa de Martha. Se encontró a Jenny viendo la tele.

_ ¡Martha, por fin llegas! _ Exclamó. _ Mira, tengo la polla durísima. Tienes que dejarme que me corra dentro de ti.

A su hermana se la veía muy convencida, Pero Morgan tenía sus prioridades mucho más claras. Lo primero era lo primero.

_ Lo siento, Jenny. Me ha surgido algo. _ Le explicó. _ Tendrás que esperar un rato más.

_ Pero mamá quiere que vaya a comprar lencería… y no tiene sentido que vaya si no tengo pecho aún…

A Morgan le sorprendió que con las pocas órdenes que había dado, la madre ultra religiosa de la pareja de hermanas hubiera aceptado llevarla a comprar lencería.

_ Te prometo que en cuanto pueda, te podrás correr dentro de mí las veces que quieras.

Morgan se metió en el cuarto de Martha, evitando el resto de protestas. Tomó el libro y buscó alguna solución que pudiera ayudarla.

_ Veamos… Veamos… ¿Control a distancia? _ Abrió los ojos como platos. _ Si es que este libro tiene de todo… y ni siquiera necesito una poción esta vez, ya está sometida.

Un conjuro ideal para su situación. Sólo funcionaba con gente que ya hubiera controlado antes, pero por suerte, Martha entraba en esa lista. Se desnudó, como indicaba el conjuro, se tumbó en la cama y respiró hondo, cerrando los ojos.

_ … ¿Y bien? ¿En qué mano está tu carta?

Tenía a su prima Theodora justo frente a ella, practicando un número de magia. Se lo había visto hacer mil veces.

_ Está en el pie izquierdo, Dora. _ Dijo, cruzándose de brazos. _ Te he visto hacer ese truco mil veces.

_ Cachis… hoy te veía despistada… pensé que iba a colar.

_ ¿Pensabas que ibas a colársela a tu prima la lista? Pensabas mal. _ Morgan sonrió.

Se le hizo extraño. Llevaba tanto tiempo fuera de su cuerpo que las sensaciones eran extrañas. Todo parecía muchísimo más grande de nuevo, y extrañaba el gracioso peso de los pechos de Jess y las grandes mamas de Martha. Aunque quizá tuviera que ver con el nuevo conjuro. Se suponía que su alma seguía en el cuerpo de Martha. De hecho, si se concentraba podía notar la cómoda sensación del colchón bajo ella.

_ Has llegado justo a tiempo. _ Astrid la miraba. _ Cualquiera pensaría que algo iba mal si te llega a colar ese truco… ¿Y bien? Me das un abrazo.

_ ¿A mi prima favorita? Siempre. _ Susurró, rodeándola con los brazos. _ ¿Cómo has estado?

_ Echándote de menos. Martha come muy bien el coño… pero no es una gran conversadora. Además, estoy disgustada. Eso de que hayas hechizado a todo el equipo de animadoras y no me hayas invitado… está muy feo por tu parte.

_ Sólo eran los trailers, por supuesto que te dejaré follarte a quién te parezca más tardeeee… _ La palabra se acabó deformando en un largo gemido.

_ Morgan… ¿Estás bien?

De la misma forma que había sentido las sábanas, había notado muy claramente unos dientes morder su pezón… y notaba dos manos apretar sus tetas… las de Martha.

_ Maldita sea, Jenny… ¿Es que no podías aguantarte el calentón?