Morgan Stone, Bruja adolescente 12 (Final)

Morgan se ve tan seducida por los placeres que le da el cuerpo de Jenny que olvida las precauciones necesarias para no ser descubierta. Esto la llevará a entender una importante lección sobre sí misma.

En cuando tomó el cuerpo de Jenny, Morgan lanzó un gemido involuntario. Notó la extraña sensación de tener algo colgando de la entrepierna, completamente nueva para ella. Se detuvo un segundo a juguetear con sus huevos, notando su tacto y cómo reaccionaban, además de la extrañamente satisfactoria sensación de irse poniendo dura lentamente.

Una risa la sacó de su ensimismamiento. Delante de ella, Jenny, en su cuerpo, estaba metiéndose los dedos en el coño entre risas. En ese punto ver a alguien tan inocente y pura dentro de su cuerpo le resultó extraño.

_ Se ve que te diviertes… ¿Te gusta tener coño? _ Sonrió. Morgan, observándola con cierto cariño.

_ Es raro, tiene cosquillas. _ Jenny se mordió el labio. _ ¿Te gusta mi polla?

_ Eso está por decidir. Rose. Despierta, Rose.

La jefa de estudios aún parecía estar recuperándose de haber vuelto a su cuerpo. Le resultaba extraño volver a ser ella misma por fin, después de haber estado sometida a sus propias facciones aquellos días.

_ Sí, ama… ¿Cómo puedo servirte? _ Recuperó la compostura.

_ Dile a Yovanka que venga aquí de inmediato, si está dando clase, sustitúyela.

_ ¿Yo? Con todo respeto, no tengo su talento para.

_ No me cuestiones, haz lo que te digo, Rose.

_ Sí, mi ama. _ Respondió, haciendo una reverencia. _ Se hará como desees.

_ ¿Para qué quieres a Yovanka? _ Preguntó Jenny.

_ Quiero que mi primera mamada y tu primera comida de coños sean de la mejor… _ susurró, jugando con su nueva polla.

Un estremecimiento de placer la estremeció. No sabía decir si el placer era mejor o peor que su coño, pero decididamente era distinto y quería sentir más. Entró en un leve trance sexual mientras se tocaba, con una expresión perturbada.

Se iba a tocar un poco al principio, pero no pudo evitar continuar ante la atenta mirada de Jenny, que se arrodilló delante de ella, abriendo la boca para recibir la inminente carga con los ojos cerrados.

Morgan se corrió ferozmente, llenando la boca de Jenny, mirándola fijamente. ¿Esa era ella cuando se comía una polla? No le extrañaba que la gente quisiera que les comiese la polla con tantas ganas. Su carita mientras tragaba era hipnotizante.

_ ¿Llamabas? _ Jovanka la miró, sonriendo. _ Adivino… ¿Una mamada?

_ Después… ahora a cuatro patas, zorra.

Se mordió el labio. Desde que estaba en el cuerpo de Jenny estaba notando que sus impulsos la estaban dominando más de lo habitual. Una risa enfermiza se adueñó de su rostro mientras se sentaba en su querida bañera, dejando que el semen la cubriera. Ante un gesto con el dedo, Jenny también se metió en el espeso líquido. Jovanka se acomodó sobre Morgan, penetrándose lentamente con su polla.

Todos los años de experiencia de Jovanka puestos al servicio de aquella polla hicieron que Morgan no tardase en estremecerse. Rápidamente se acomodó al ritmo, como la profesional que era. Y se metió bajo el líquido. Unos segundos después, Jenny estaba gritando de placer.

Ambas chicas se estaban dejando llevar por sensaciones que les eran completamente ajenas. Morgan empezaba a disfrutar de su nueva polla como nunca y el coño de Jenny la estaba volviendo loca. De hecho, ella fue la primera en correrse.

_ Ah… joder. Tengo que probar una polla. _ Exclamó.

_ Pues adelante, no te prives… _ Le indicó, sacando a Jovanka del líquido.

La gitana se giró y se quedó de cara a Morgan, comiéndole la boca salvajemente mientras se penetraba a sí misma. Morgan le apretó las nalgas y Jovanka gimió.

_ Ah… esto me encanta… lástima que tenga clase más tarde…

_ No, Jovanka… tú te vas a quedar aquí follando conmigo hasta que yo diga lo contrario.

Jovanka asintió. Había algo en los ojos de Morgan que la asustó. Algo distinto, casi cruel, mucho más egoísta de lo normal.

Lo cierto es que el placer que le proporcionaba su polla había embrutecido a Morgan, que poco tiempo más tarde estaba tomando a Jovanka de la cabeza y obligándola a comerle la polla con toda la intensidad de la que era capaz. Había perdido la cuenta de las veces que se había corrido. Se encontró a sí misma babeando, autogestionada por su propio placer, incapaz de detenerse o liberar a Yovanka.

Le folló la cara, el coño y el culo tantas veces que perdió la cuenta. Hasta que sintió que algo mágico tiraba de ella y se desplomó cuan larga era en la habitación, con la polla finalmente blanda.

Mientras tanto, Jenny había conseguido reecontrarse con Michael y Alfonse. Ambos estaban más que encantados de follar a Jenny en el cuerpo de su diosa. Jenny podría volverse adicta al placer vaginal fácilmente.

Su psique no estaba acostumbrada a aquello, y saltaba sobre Alfonse con un entusiasmo enfermizo. A Mike, como de costumbre, le había tocado el plato que a Jenny menos le apetecía, el culo, que no era muy distinto al del verdadero cuerpo de Jenny.

Estaba tan ensimismada que escuchar el teléfono de Morgan sonar sólo la molestó. Alfonse lo cogió con la mano y consiguió que se callara justo a tiempo para su orgasmo.

_ Bien… ahora que Mike me folle el coño, Alfonse, te la como, que sé que te encanta.

Estuvieron follando lo que para Jenny fueron horas, en las que ella sintió cómo su estúpida sonrisa se fue ensanchando cada vez más. Necesitaba más. Necesitaba experimentar todas las sensaciones que podía ofrecerle su coño… y entonces… vio a dos personas acercándose en su dirección… luego tan sólo oscuridad.

Morgan parpadeó varias veces antes de reaccionar. Se encontraba en su propio cuerpo, vestida con un pijama, en las gradas del instituto. Y frente a ella, sus madres la estaban observando. No parecían estar muy contentas.

_ No me puedo creer lo que has hecho… _ Martha bajó la mirada.

_ ¿Te has divertido? _ Victoria la miraba fijamente. _ Sé sincera, Morgan… ¿Te has divertido?

Morgan había estado tan ensimismada con el cuerpo de Jenny que se había olvidado de todo y de todos, incluso de asegurarse de que sus madres se enterasen de lo que había ocurrido.

_ Sí… _ Contestó, con un susurro.

_ ¿Crees que está bien manipular a la gente de esa forma? _ Victoria estaba siendo implacable.

_ No… pero tú no eres quién para darme lecciones, ¿No crees? _ Bufó. _ Sé el negocio que tenías antes de retirarse… sé cómo conociste a mamá y lo que le hiciste. Si hubieras tenido ocasión de hacer lo que yo he hecho también lo habrías hecho.

_ Sí, lo habría hecho. _ Contestó Victoria. _ Pero nosotras no te hemos criado para que eso. No sé cómo has descubierto esas cosas, pero no abras viejas heridas, no servirá de nada.

Morgan miró a su otra madre, buscando apoyo, pero Martha parecía estar destrozada. Sollozaba y se hizo la pregunta que le rondaba la cabeza.

_ ¿Qué hemos hecho mal contigo, Morgan? ¿Acaso no te hemos querido lo suficiente?

_ ¿Qué? No… sois las mejores madres que alguien podría desear. _ Las miró a los ojos. _ No, esto no tiene que ver con vosotras es que… yo había…

_ ¿Nacido para esto? _ Concluyó Martha, mirándola.

_ ¿Cómo era lo que solías decir? _ Ratificó Victoria. _ Ah sí… crear un ejército de coños y pollas estúpidas que te sirvan.

Morgan se estremeció y sintió que se derrumbaba. Lo sabían… ¡Lo sabían! Sabían la verdad sobre ella. Y lo que era peor… probablemente también la supieran sobre Astrid. Estaba acabada, iban a destruirla. Harían pedazos su alma para arrancar su esencia de la de su hija.

_ ¿Cuánto hace que lo sabéis? _ Preguntó, notado que la temblaban las manos.

_ Siempre lo hemos sabido, Morgan. _ Victoria suspiró. _ Es una de las razones por las que no dudamos en ponerte tu propio nombre. El que tú te pusiste.

_ Si ya lo sabíais… ¿Por qué no... os deshicisteis de mí antes?

_ ¿Acaso has visto algún conjuro en mi libro sobre eso? _ Preguntó Victoria, sentándose con ella.

_ No… no hay nada parecido.

_ Eso es porque no se puede deshacer. _ Martha se sentó a su lado. _ No le has robado el alma a mi hija, sólo le transmitiste tus recuerdos y experiencias. Y son parte de ti. Tendría que haberte matado para quitártelas.

_ ¿Eso vais a hacer ahora, matarme?

_ Morgan… no digas estupideces. _ Victoria la miró, ofendida.

Martha se inclinó y le besó la mejilla, provocando un estremecimiento en la joven, que notó cómo se quitaba un titánico peso de encima.

_ Eres nuestra hija, Morgan. _ Le susurró. _ Esto… lo arreglaremos. Yo sólo… espero que hayas aprendido tu lección, cariño. Prométeme que no volverás a hacer nada parecido.

_ Lo prometo. _ Morgan estrechó a su madre entre sus brazos. _ ¿Sois las mejores madres del mundo, lo sabíais?

_ Hacemos lo que podemos. _ Victoria le besó la frente. _ Ahora tienes que deshacer todo esto.

_ No, deshacerlo sin más, no. _ Morgan las miró a los ojos. _ Quizá os sorprenda, pero hay gente que es más feliz ahora que antes. Y me niego a quitarles eso.

_ ¿Más feliz? _ Martha alzó una ceja. _ ¿Estás segura?

_ Mamá… a ti la hipnosis te hice feliz, te hizo descubrir a tu verdadera yo y enamorarte de madre.

_ En eso tienes razón. _ Le acarició el rostro. _ Está bien, Morgan. Lo dejo a tu criterio. Pero nada de seguir siendo una diosa…

_ Prometido.

El instituto había vuelto a la normalidad. Dos semanas después, eran los finales. Morgan tenía una medida perfecta. Incluso con todas las distracciones, había marcado la diferencia como solía, y ahora podría ir a la universidad que quisiera. No obstante, no se le escapaba que la jefa de estudios la miraba raro por los pasillos. Ella sólo sonreía. Aquella mujer era mucho más feliz desde que se había liado con Jovanka, la nueva profesora de educación sexual, y follaban con regularidad.

No, Jovanka no seguía enseñando cómo chupar pollas, lamentablemente, pensaba Morgan. Pero sus conocimientos también podían aplicarse a la prevención de enfermedades de transmisión sexual, por ejemplo. La magia había prevenido los embarazos además de eso, pero ya no contaban con su respaldo.

Aquella mañana, Jenny había remoloneado en casa. No quería ir a clase, y había mirado el crucifijo con cierto desdén antes de subirse al coche con Martha. Su polla ya no estaba dura todo el tiempo, lo que era una suerte, pero no se quitaba de la cabeza que todo el mundo la miraba.

_ Jenny, si te miran será porque eres guapa. _ Martha le acarició el pelo con delicadeza.

_ No… _ Bajó la mirada. _ Me miran porque les da asco mi polla. Alfonse y Mike ya no quieren saber nada de mí. Quizá papá y mamá tengan razón, tenía que haberme quedado como Jonathan.

_ No, de eso nada. _ Martha paró el coche. _ Mira, ahora estás de bajón porque tenemos que adaptarnos de nuevo al mundo tal como es… pero sé que eres más feliz ahora. De todas formas… ¿Qué más dará lo que piensen los demás? Yo sé que tú eres más feliz ahora.

_ Martha… yo… no quiero quedarme sola.

_ Por eso no debes temer. _ Inclinó la cabeza y le dio un beso tierno, que Morgan respondió con intensidad. _ Yo nunca te dejaré sola.

_ Martha… para… si sigues así se me va a poner dura. _ Martha le dedicó una sonrisa pícara.

_ Si se te pone dura… yo te la pongo blanda. Soy tu hermana mayor, y es mi responsabilidad.

_ Martha… te quiero.

_ Y yo a ti, Jenny. _ Arrancó el coche. _ ¿Sigues pensando que no quieres ser animadora?

_ No, la verdad es que no va mucho conmigo… espero que no te moleste.

_ Jenny, es tu vida, no la mía. Vívela como te haga feliz.

Roman decididamente era feliz. Se había levantado temprano con un único propósito. La mamada mañanera que le hacía su esposa. Amaba a aquella mujer. Y que bien la comía. Era la única que se podía tragar su sable entero. Le acarició el pelo cuando la mujer se tragó su esperma y le mostró una gran sonrisa.

_ Voy a preparar el café, cariño. _ Sonrió. _ Tú quédate aquí.

Roman notó que Jessie estaba saliendo de su cuarto y se guardó su monstruosa polla en los pantalones. Jessi llegó a vérsela, pero no dijo nada cuando se sentó a su lado. El hombre le rodeó con el brazo y le dio un beso en la mejilla.

_ Me alegra ver que has aprobado los finales, peque. ¿Ya has elegido a qué universidad ir?

_ Aún no, aunque es una suerte saber que me becarán. _ Susurró.

Su padre ya no la miraba con deseo, y eso le parecía reconfortante. Tuvieron una charla familiar muy amena. Jessica se sentía feliz de que su madre hubiera vuelto a casa, de no seguir teniendo que sentirse responsable de su separación.

Teresa había madrugado. Vivían alquiladas en una nueva casa, más grande y más cerca del instituto. Jovanka había preparado tortilla para desayunar. Teresa comía al lado de su madre, porque estaba muy orgullosa de ella. Pasaban grandes momentos juntas.

Se sonrojó un poco cuando vio a Rose salir del cuarto de su madre, vestida sólo con una bata. La mujer tosió, visiblemente ruborizada también.

_ Bueno, supongo que hoy podemos ir todas juntas en el coche de Rose… así que no hay prisa para el desayuno. _ Teresa se encogió de hombros y sonrió. Su madre era feliz, Rose también… su relación podía ser poco ortodoxa… pero no era asunto suyo.

Morgan iba con cierto miedo al instituto. Había dejado que varias personas conservaran sus recuerdos para que no perdieran lo bueno que habían ganado con sus hechizos. Pero le aterraba el momento en que todo aquello explotara a pesar de que su madre le aseguraba que todo saldría bien.

Lo cierto es que durante las clases nada fue demasiado extraño. Lo cierto es que las clases que impartía Jovanka le parecían fascinantes, tomó muchos apuntes en ellas. Estaba a punto de irse a casa cuando notó que alguien le había puesto la mano sobre el hombro. Se giró y se encontró con Jessica.

_ Morgan… ¿Puedes venir conmigo, por favor? _ Asintió, sintiendo un escalofrío.

Jessica la llevó al gimnasio, lo que provocó que temblara ligeramente, bastante asustada. Cuando estuvieron solas, la morena la tomó por los hombros, la empujó contra la pared y… empezó a besarla intensamente.

Morgan notó cómo su tensión se iba relajando a medida que los labios de su antigua abusona jugaban con los suyos. Morgan se envalentonó y le devolvió el beso, acariciando su espalda.

_ Pensaba que… volverías con Billy… _ Le susurró ella, mirándola.

_ Morgan… ¿Cómo iba a volver con Billy después de todo lo que he hecho contigo? _ Le acarició el cuello, provocando un estremecimiento. _ Y no soy la única que lo piensa… vamos, ven conmigo.

Morgan le cogió la mano a Jessica y, con una sonrisa de oreja a oreja se dirigió al gimnasio. Martha, Jenny y Teresa estaban conversando tranquilamente.

_ Te presente a tus otras tres novias, Morgan. _ Le susurró Jessica. _ Sé que no es suficiente para considerarte una diosa…

_ ¿Bromeas? No me merezco nada de esto. _ Susurró Morgan.

_ No sé si lo mereces o no. _ Teresa le sonrió. _ Pero nosotras te queremos.

_ Y queremos estar contigo. _ Jenny estaba colorada.

_ Y ya de paso, que nos folles como tú sabes. _ Martha sí que era un tomate.

_ No vas a rechazarnos, ¿Verdad? _ Jessica le besó la coronilla.

_ Es sólo que… no entiendo por qué me queréis tanto… os utilicé…

_ Pero mejoraste nuestras vidas. _ Dijo Jenny, muy segura. _ Teresa ha dejado de vivir en un barrio peligroso, los padres de Jess vuelven a estar juntos… y sin ti yo seguiría siendo Jonathan, infeliz e inseguro.

_ No sé qué decir.

_ No digas nada… _ Jessica empezó a desvestirse. Todas las otras la siguieron. _ Sólo disfruta de lo que tienes.

Morgan acabó sepultada entre los cuatro pares de tetas, notando lo dura que Jenny tenía la polla contra su estómago. Entrecerró los ojos… Cuatro personas por voluntad propia valían mucho más que todo un instituto sometido por el poder del control mental. Era en aquel momento cuando realmente se sentía afortunada.

Lo primero que hizo fue montarse sobre Jenny, porque extrañaba mucho aquella polla. Lanzó un hondo gemido y Jessica le hundió la lengua en lo más profundo del ano. Frente a ella, Martha y Teresa empezaron a enrollarse apasionadamente, asegurándose de que pudiera verlas bien.

_ Esto es vida… _ Ronroneó.

Las cuatro ingresaron en la misma universidad que Morgan, y la muchacha contaba con una casa dentro de las instalaciones. Acababan de tener una intenta orgía cuando llamaron a la puerta. En bata abrió para encontrarse con Astrid. La rubia tenía una sonrisa divertida.

_ Os he escuchado mientras venía… deberíais rebajar un poco los gritos.

_ Oh… lo siento. _ Se sonrojó. _ Toma… Feliz cumpleaños.

Morgan extendió la mano y le tendió el libro de magia. Astrid lo cogió entre los dedos y acarició su lomo. Finalmente, lanzó un bufido.

_ Sabes… es extraño. Ahora que lo tengo… ya no lo quiero. Después de lo que te ha pasado a ti… creo que prefiero quedarme como estoy… No quiero que me nuble la ambición.

_ Te entiendo muy bien. Es adictivo. Cuando quieres darte cuenta… sientes la necesidad de controlar un instituto entero… cuando sólo bastaba con unas pocas personas.

_ Creo que voy a tirarlo al río, Morgan. _ La miró a los ojos. _ Deberíamos atajar este problema de raíz.

_ Astrid, tú siempre has sido la lista… _ Sonrió. Así que adelante, te acompaño.

_ ¿Vas a venir en bata?

_ La gente del campus no va a ver nada nuevo si lo hago.

Se quedaron observando río cuando, tras un sonido de chapoteo, se llevó el libro de magia corriente abajo. Morgan sintió una extraña sensación de alivio.

_ Oye, sobre esa orgía. _ Astrid sonrió. _ ¿Crees que podría unirme?

_ ¿Unirte?

_ Sí… verás… llevo meses queriendo comerle la polla a Jenny. Nunca lo he hecho con una persona trans… me da morbazo.

Morgan se echó a reír.

_ Bueno, seguro que podemos arreglar algo. _ Le puso la mano tras la cintura. _ Las chicas son bastante comprensivas y… abiertas.

_ ¿De piernas? _ Astrid se mordió el labio.

_ Sí… eso también.

Mientras las dos chicas se dirigían hacia la casa de nuevo, el libro comenzó a bajar por la corriente. Horas más tarde, se encontraba sobre la arena de una playa. Muy cerca de dos personas que discutían. Una de ellas era una muchacha morena, alta y con un cuerpo de infarto. La otra podría haber pasado por mujer perfectamente también. Tenía un rostro asiático muy dulce, el pelo largo y llevaba maquillaje. Pero su torso atestiguaba que no había desarrollado pecho, y el engaño del sujetador con relleno que había en el suelo se había despejado pronto.

_ Sora, no insistas más. _ Le decía la morena. _ Soy lesbiana. Y tú, me has mentido. Me marcho a casa.

_ Pero… Emily…

Sora se rindió. Se dio la vuelta y comenzó a pasear por la playa. Quería estar sola. Fue entonces cuando lo vio. Sobre la arena de la playa, empujado por las olas, un libro. Llamó su curiosidad. Se aproximó y se quedó de piedra al darse cuenta de que el libro estaba extrañamente seco, de que la tinta de las hojas estaba intacta. Un libro de magia. Pero… la magia no existía. Todos aquellos conjuros sexuales tenían que ser falsos.

Por otro lado… no pudo evitar fantasear… ¿Y si eran mínimamente ciertos? Una sonrisa macabra apareció en su rostro, al tiempo que su polla se iba poniendo más y más dura. Si aquello era cierto… Emily se las iba a pagar todas juntas.