Morbo y vicio con mi tía (8)

Estando a solas con el amigo maduro de mi tía, llega mi hermana de improviso y hacemos un trío en el que de nuevo vuelvo a sacar mi lado travesti y bisexual.

(Continúa)

CAMBIANDO DE TRÍO

Después del trío con mi tía y mi hermana, los dos días siguientes fueron tranquilos en el aspecto sexual, aunque como paso en su momento sólo con mi tía, cuando me encontraba con cualquiera de las dos a solas, o bien juntas, había cierto juego sexual, como roces, besos o incluso el compartir alguna ducha juntos, aunque no se pasara de algún toqueteo, ya que se iba con cierta prisa, pues tanto mi tía como yo seguíamos con nuestras ocupaciones.

El día posterior a todo esto, mi hermana se había ido a pasar el día a la playa, pues amaneció un estupendo día otoñal, con ciertas reminiscencias veraniegas, mientras que por la mañana mi tía y yo nos fuimos a nuestras respectivas ocupaciones. Al venir de la facultad me encontré a Carlos que se encontraba en un bar tomando unas cervezas con unos amigos. Me invitó a unirme a ellos, pero preferí abstenerme y quedamos en que se pasaría por la tarde por casa para tomar algo y charlar, y por la sonrisa que nos echamos uno al otro, quizás para algo más. A mí, después de dos días sin descargar me apetecía hacer algo, y como no estaba seguro que ese día pudiera hacer algo con Esther o con Irene, aprovechando que mi hermana estaba en la playa y que mi tía estaría por la tarde en el cine con unas amigas, me pareció buena idea quedar con ese madurito que tanto me había enseñado, no sólo en el primer encuentro con su mujer y mi tía sino también en el segundo en el que me metió más de lleno en el sexo con otros hombres, acompañados del guapo de Jorge.

A eso de las seis y media de la tarde llegó Carlos, vestido con un pantalón chino, unos zapatos de vestir, una camisa y una cazadora. La verdad es que la ropa que llevaba, clásica pero informal, le quedaba bastante bien y le hacía parecer algo más joven de lo que era. Nada más entrar me dio un beso en la boca, al que yo respondí utilizando la lengua para juntarla con la suya. Además, de paso, mientras me daba el beso, me palpó el paquete.

  • Bueno, todavía está mustio, pero enseguida lo pondremos en marcha.

Pero antes de entrar en faena, me pidió que tomáramos un café para charlar un instante. Lo preparé y empezamos a compartir una interesante charla, que empezó hablando sobre sus gustos musicales, especialmente la música la clásica, e hilvanando temas acabo contándome cómo empezó a tener sexos con hombres. La verdad es que me sorprendió cuando me contó que su primera vez fue preparada por su esposa María, que siempre había sido mucho más lanzada sexualmente que él, y que con la excusa de hacer un trío con otro hombre, lo que en principio parecía un trío hetero, se convirtió en un trío bisex, algo que él siempre ha pensado que ella lo tenía preparado, aunque entre sonrisas siempre le haya dicho que esa no era su intención.

El caso es que la conversación sobre la sexualidad de su matrimonio nos fue poniendo cachondos, y yo me acerqué a él para desabrocharle la camisa y bajar la cremallera de su pantalón. Así, mientras seguía contando cómo fue cuando él probó su primera polla, yo ya tenía la suya junto a mis labios y empezaba a pegarle lametones. Todavía estaba algo morcillona, pero ya iba cogiendo empaque a medida que mis labios fueron introduciéndola en mi boca.

  • Anda, levanta y antes de seguir vamos a desnudarnos, que estaremos más cómodos.

  • Sí, y nos vamos a la cama -respondí yo.

-Bueno, vamos a ir empezando aquí, déjate llevar. Habrá tiempo para todo, por ahora sólo quiero que nos desnudemos del todo y que sigas chupándomela aquí en el sofá.

Mientras él acababa de desnudarse, aproveché para llevar la bandeja con las tazas y la cafetera para evitar accidentes, y nada más volver él ya estaba completamente desnudo, así que no tardé yo mucho en quitarme mis pantalones y la camiseta (curiosamente, aquella tarde no me había puesto ropa interior), por lo que procedí a seguir chupándole la polla inmediatamente, tal como me había pedido, para lo que torcí mi cuerpo en el sofá hacía el suyo mientras él, con su mano, acariciaba mi espalda y mi culete; incluso, con su dedo índice, que me hizo primero lamer, empezó a acariciarme el ojete y a introducirlo un poco en él.

Y de pronto, estando recién iniciado nuestro encuentro, en esa postura, sonó la cerradura de la puerta, con el sonido característico de estar abriéndose. Nuestra reacción fue quedarnos paralizados ante la sorpresa; incluso Carlos mantenía su dedo medio introducido en mi culo cuando vimos aparecer por la puerta a mi hermana Esther, que venía con unos pantalones largos sueltos y una camiseta de tirantes.

  • Vaya, veo que interrumpo algo -dijo casi soltando una carcajada- lo siento.

Lo sentía, pero no se iba para el cuarto de la tita para soltar sus cosas después de venir de la playa.

  • ¿Ya estás aquí, tan temprano? -se me ocurrió decir balbuceando.

  • Bueno – dijo ella con un tono de lo más normal- es que empezó a hacer algo de viento fresco y me he venido antes de lo pensado, además no he conocido en la playa nadie tan interesante como vosotros. Por cierto, hola Carlos, hacía tiempo que no te veía- y diciendo ésto se acercó a nosotros y por encima de mi cuerpo se agachó para besar a Carlos. Lo hizo en la boca, también de la forma más normal- no te asustes hermanito, que también conozco a Carlos, ¿verdad?

  • Claro -siguió Carlos- y bueno, creo que a tu hermano no le importará que te unas a nosotros, mira ni siquiera se ha acordado que sigo con mi dedo en su culito – dijo dando una gran carcajada.

Y diciendo esto, mi hermana se fue hacía mi culo y apartando el dedo de Carlos empezó de repente, sin más preámbulos a lamerme el ojete con su lengua mientras me masturbaba la polla que, si ya estaba dura, ahora con la presencia de mi hermana se puso totalmente enhiesta.

  • Carlos, ¿tú sabías que a mi hermanito le gusta vestirse como una mujercita? -dijo mientras se incorporaba y se dedicaba ahora a acariciar y a palmear mis nalgas.

  • Pues no, ni él ni tu tía me habían dicho nada, no me esperaba eso la verdad, quizás podría vestirse para nosotros ahora y a ver que se nos ocurre hacer con él.

  • ¿Has oído hermanito? - dijo mi hermana con voz mandona- Carlos y yo queremos que te vistas para nosotros. Así que vete al cuarto de la tita y coge lo que quieras, que aquí te esperamos, pero que estés guapa, ¿eh?

Yo tenía en ese momento una sensación de vergüenza y morbo. En cierto modo, estaba descubriendo que me gustaba que me dominaran y decidí que me iba a poner en sus manos para lo que decidieran. Así que me fui al cuarto de mi tía y no tuve problemas para elegir la ropa que me iba a poner para ellos, porque ya me había preocupado de saber dónde estaba cada cosa, e incluso me había probado a solas alguna cosa, con el permiso expreso de mi tía, que me había dicho que, con las lógicas prevenciones de limpieza, podía utilizar su ropita para mi gusto y deseo.

Cuando salí de nuevo al salón llevaba puesto un conjunto negro, compuesto de sujetador con encajes, braga tipo tanga por detrás, con encajes a los lados y en la parte superior de atrás y unas medias, todo ello acompañado de un liguero a juego. Finalmente, me puse los zapatos de tacón negro que había probado la primera vez que estuve con mi tía. Antes de salir me miré al espejo del dormitorio y me gustó cómo me quedaba. Ahora quedaba la prueba de mostrarme antes dos personas que, aunque había tenido sexo con ellas, no me habían visto de tal modo.

Cuando salí, Esther se había desnudado quedándose tan solo con la braguita de florecitas de colores del bikini; además, se encontraba pajeando con su mano la polla de Carlos.

-Pero mira que guapa se ha puesto tu hermano, Esther.

  • La verdad es que sí, nunca lo había visto así, seguro que el muy guarrete me ha quitado alguna braguita en casa para probarla, ¿verdad?- me preguntaba mientras con señas me indicaba que me acercase a ellos.

  • Pues alguna vez, sí, ahora te lo puedo confesar- dije mientras me acercaba.

  • Vaya, has sido mala entonces, ¿le tendremos que dar un castigo, no te parece Carlos?

  • Pues sí, además la idea de manejarlo me está poniendo cachondo.

  • Anda, ven hermanito, o hermanita, o lo que seas -me señaló con el índice Esther.

Yo me acerqué tambaleante, intentando andar sobre los zapatos de tacón. Me gustaba la sensación de vestirme con la ropa interior más sexy de mi tía, y de disfrutar de sus tacones. Por un momento me hubiera gustado ser mujer para poder disfrutar sin tapujos de toda aquellas prendas. Cuando llegué a su lado, de pié frente a ellos, que permanecían sentados en el sofá, empezaron a acariciarme la polla a través de la braguita, al tiempo que lo hacían también con el resto del cuerpo, especialmente la cintura y las piernas a través de las medias. Se detenían también a jugar con los tirantes del liguero, recorriéndolos con sus dedos al mismo tiempo que a la piel que los rodeaba. Mi pene, que cada vez se encontraba más tieso, sobresalía ya su glande por encima de la braguita.

  • Yo creo que vamos a bajarle las bragas, así a la altura de las rodillas, como si fuera una putita – dijo Carlos mientras lo hacía- mira, mira que bien le queda la polla enmarcada por el liguero, Esther.

  • Pues sí, está para comérselo - dijo mi hermana al tiempo que empezaba a lamerme el capullo mientras Carlos se divertía en lamerme los huevos. Al final fueron alternativamente comiéndome la polla, parando a veces para dejar al otro más espacio o incluso para besarse entre ellos. No sabía yo que entre Carlos y mi hermana había tanta confianza.

En un momento dado Carlos se apartó del grupo y fue a coger algo del bolsillo de su pantalón, aunque yo no pude ver exáctamente qué era porque estaba observando como mi hermana jugaba a meterse mi polla hasta el final en mi boca mientras me miraba con cara de lascivia. Pronto supe que era lo que había cogido Carlos pues empecé a notar en mi ojete un dedo suyo untado de una sustancia que parecía ser vaselina.

  • A esta putita me apetece darle por el culo- dijo Carlos mientras iba metiendo un dedo más en mi culete ayudado por la vaselina.

  • Espera vamos a cambiar de posición -ordenó mi hermana haciendo levantar a Carlos y tumbándose boca arriba en el sofá. Luego me hizo ponerme en situación de 69 sobre ella de forma que yo tenía a mi alcance su coñito, el cual tuve que desprender de la braguita que aún tenía, mientras mi polla quedaba justo encima de su boca para que siguiera chupándola. Luego, Carlos se situó detrás de mí y pidió a Esther que le chupara un poco la polla para lubricarla mientras él seguía haciendo lo mismo con la vaselina en mi culete. Después de un rato, empezó a meterme poco a poco la polla en mi culo, con bastante cuidado, porque aún era primerizo, pero con decisión. Mi hermana no perdía detalle de cómo entraba la polla de Carlos en mi culo pero enseguida volvió al trabajo de chuparme la polla y yo al de devolverle el favor en su estrecho coñito.

Me sentía como una perra superviciosa, enculada por un madurito mientras hacía un 69 con mi hermana y todo ello vestido con la ropa interior de mi tía. ¿Puede haber mayor vicio? Pues eso es lo que me daba morbo y me motivaba para sentir cada vez más placer, sobre todo cuando la polla de Carlos se había asentado en mi culo y empezaba a entrar y salir fácilmente con cada embestida. A veces, la guarrilla de mi hermana sacaba la polla de Carlos de mi culo y empezaba a chuparla un poco, para de pronto guiarla con su mano de nuevo hacia mi culete. Yo por mi parte, aparte de comerle el coño, no me olvidaba de meterle un dedito en el culo a mi hermana, que ya había aprendido que también le gustaba. De hecho, me apetecía metérsela por ahí, y así lo propuse.

  • Vale -dijo ella, pero vamos a hacer un trenecito. Siguiendo sus instrucciones, primero se sentó Carlos en el amplio sofá, yo me coloqué sobre él dándole la espalda y yo mismo, con mi mano, guié la polla de Carlos para que me penetrara de nuevo, esta vez hacia arriba. Finalmente mi hermana se colocó encima mía, dándome la espalda también y fue bajando su cuerpo para que su culo quedara sobre mi polla; de esta forma dejaba una mano libre, con la que no se sujetaba, para masturbarse el clítoris. Ahí estaba yo, siendo penetrado y penetrador a la vez, y todo ello sintiendo el tacto suave y morboso de la lencería en mi cuerpo. De hecho era capaz de notar un montón de sensaciones, desde el suave tacto de la parte interior de los zapatos de tacón en mi piel a través de las medias hasta el roce del pelo de mi hermana que a veces caía sobre mi cara.

Hay que reconocer que era una posición difícil de mantener, pero la estuvimos practicando un buen rato ya que se nos notaba en las caras y en los jadeos lo mucho que estábamos gozando. De pronto, al tiempo que deshacíamos la postura, Carlos dijo:

  • ¿Y a tí, no te apetecería follarte a tu hermanito, Esther?

  • La verdad es que sí, voy por una cosita que tiene mi tía y que he usado alguna vez con ella. Tú mientras ponte a cuatro patas y chúpale la polla a Carlos, que notarás el sabor de tu culo en ella.

Así empecé a hacer y sin aprensión ninguna empecé a chupar la polla que un rato antes me estaba enculando. En realidad, esa sensación de morbo y depravación me estaba embriagando cada vez más, y ya todo me daba un poco menos reparo. Enseguida vimos aparecer a mi hermana desde el cuarto de mi tía colocándose un arnés con una polla bastante más grande y larga que la de Carlos.

  • Verás cómo te gusta, putita -dijo mi hermana colocándose detrás mía. Yo estaba agachado junto al sofá chupándole la polla a Carlos, que se encontraba sentado, y mi hermana, después de embadurnar el miembro del arnés con bastante vaselina, empezó a penetrarme. Al tiempo, empezó a darme cachetes en las nalgas, algunos de ellos bastante fuertes, lo que aumentaba mi excitación, lo que a la vez provocaba que aumentara el entusiasmo con el que le comía la polla a Carlos, de tal forma que noté en un momento cómo me agarraba fuerte la cabeza mientras empezaba a correrse en mi boca.

  • Uff, no he aguantado más… ¡cómo ha aprendido esta putita a chupar pollas, qué bien lo hace! -dijo mientras empezaba restregarme la polla, que conservaba restos de su semen, por la cara, aparte del que me había tragado, sintiendo ese tacto grumoso y calentito que tenía la leche de Carlos. Luego, mientras mi hermana seguía follándome, Carlos se levantó y empezó a acariciarme las tetillas por encima del sujetador o a masturbarme la polla. Yo seguía sintiendo el consolador del arnés dentro de mi culo, no era tan gustoso como sentir una polla, pero saber que lo estaba metiendo mi hermana y el tacto duro y frío del mismo, me estaba poniendo a cien.

Finalmente, mi hermana me sacó el consolador y quitándose el arnés, ordenó:

  • Quiero que tú Carlos me comas el culo y tú hermanito mi coño. Quiero que me hagáis correrme bien.

Me hizo tumbarme boca arriba y colocó su coño sobre mi cara, ofreciendo su culo a Carlos que la atacó desde atrás. A veces la lengua de Carlos y la mía se confundían y se chocaban en el trabajo, devolviéndole con mi saliva a Carlos algo de su semen, y eso hacía sentir a mi hermana aún más excitada. Finamente, las convulsiones de mi hermana y sus jadeos se fueron haciendo cada vez más frecuentes y ruidosos así que no tardó mucho en convulsionar y descargar en mi cara lo que era su líquido del placer, el cual aumentó algo más cuando se siguió masturbando el excitado clítoris con su mano y siguió chorreando placer sobre mi cara.

El único que quedaba por descargar era yo y lo estaba deseando, así que me senté en el sofá mostrando toda la lencería y con mi polla enhiesta con la intención de que alguno de los dos, o los dos, me la chupara para correrme yo también. Carlos se puso a mi lado y me cogió las piernas, alzándomelas y abriéndomelas al mismo tiempo, de forma que Esther me pudiera lamer tanto el ojete como la polla. Se fue inicialmente hacia la polla, con la que hizo un buen trabajito; yo me dejaba hacer porque Carlos me tenía preso cogido por los zapatos de tacón, y al rato mi hermana fue dejando la polla para ir bajando y regodearse con mis huevos, comiéndoselos y chupándolos como si no hubiera mundo, para después seguir hacia abajo, hacia ese punto que separa los huevos del culo y que tanto placer nos da a los hombres, para finalmente dedicarse a meter su suave lengua en mi ojete al tiempo que me pajeaba. Ahí no pude aguantar más, y mientras ella no paraba de meterme su lengua hasta donde podía, yo me corrí echando gran parte de mi abundante semen en su cara y boca, que se encargaba de recogerlo desde los huevos. Carlos me soltó y se unió con Esther para lamer los últimos restos de mi polla.

Realmente había sido un trío alucinante. Además, mi tía no se enfado nada en absoluto cuando vio su ropa usada y le explicamos el motivo de ello cuando llegó de la calle.

  • Ya me tocará a mí entrar en juego de nuevo, ya – se limitó a decir.