Morbo y vicio con mi tía (5)
Siguiendo con mi proceso de depravación, mi tía me introduce en la lluvia dorada.
(Continúa)
HUMEDAD
Realmente la quedada con Carlos y María había estado genial. Pasaron unos días en los que mi tía y yo, algo agobiados por nuestro quehaceres, como mucho teníamos un rato de sexo, pero siempre sin perder la complicidad lasciva y picarona los momentos en los que podíamos estar juntos, como cuando me tocaba la polla por debajo de la mesa cuando comíamos o nos hacíamos carantoñas y juegos cuando aprovechamos la coincidencia en las horas de la ducha para hacerla juntos.
Una tarde, en la que nuestras obligaciones nos dejaron descansar un rato, pude seguir avanzando en esa espiral de novedosas experiencias que iba teniendo con mi tía y que me iba descubriendo a cada momento nuevas formas de disfrutar de nuestros cuerpos. Ya iba haciendo fresquete pues el otoño avanzaba, pero a mi tía le gustaba caldear el piso con la calefacción de forma que siempre se pudiera estar con poca ropa, así que dentro de la casa seguíamos vistiendo casi como en verano, yo con unos pantalones largos de chandal y una camiseta de manga corta y ella con un conjunto de pijama blanco con estampado de fresas con pantalón corto y camiseta que dejaba sus hombros al aire. Ambos solíamos acompañar esta vestimenta de unas simples chanclas, ya que además, y ella sobre todo muchas veces en la calle, no llevábamos ropa interior.
Ese día, a pesar de ser laborable, no habíamos salido a la calle. Ella estaba recuperando un turno que le debía un compañero y yo no tenía que ir a clase. Además hacía un día desapacible, con lluvia y viento, así que ambos nos levantamos muy tarde, pues la noche anterior habíamos ido al teatro y luego habíamos tomado unas cervezas. Al levantarnos tardes decidimos no desayunar y si acaso comer más pronto de lo normal. Para comer nos apetecía más que un almuerzo normal, un picoteo con jamón, queso, frutos secos y cosas así que no necesitaban preparación, ya que nos seguía acompañando un ligero sopor que nos hacía estar aún más dormidos que despiertos. Eso sí, acompañamos el picoteo con varias cervezas (nos acabamos un paquete de doce en una animada charla sobre si todo el mundo era más o menos bisexual, que servía para lanzarnos pullas y de paso pellizcarnos y lanzarnos miradas cómplices).
Después de comer, y como el sopor no disminuía me fui a mi cama a echarme un rato, mientras mi tía se quedaba recostada en el sofá. Estaba preciosa con ese pijamita, un poco desaliñada, sin haberse duchado ese día (yo tampoco lo había hecho) y con algunos pelillos muy cortos saliendo de sus sobacos, pues al parecer andaba un poco vaga y no se había depilado desde hacía unos días. Pero esa cotidianidad de la situación me hizo desearla igual que siempre.
Mi siesta duró poco pues con todas las cervezas que había tomado mi vejiga pedía paso para desahogarse, así que me dirigí hacia el cuarto de baño, eso sí con los ojos algo legañosos y casi cerrados, que sólo me permitían ver siluetas. Estaba aún más dormido que despierto cuando abrí la puerta del baño y me dirigí instintivamente al water para soltar mi meada. Me estaba bajando los pantalones del chandal, cuando me despertó la voz fuerte de mi tía:
- ¡Eh, niño… pero ¿qué haces?, ¿no ves que estoy aquí?
En ese momento mis ojos, y el resto de mis sentidos, se abrieron de golpe y observaron a mi tía sentada en el water con los pantaloncitos del pijama bajados y empezando a soltar un chorro de orina. Yo, que tenía el miembro al aire después de bajarme los pantalones, no pude evitar que este reaccionara cuando de manera instintiva dirigí mi mirada al coñito de mi tía soltando aquel líquido. Realmente se me había empalmado en un instante.
Vaya, si al niño le gusta verme mear, espera que me levanto un poco para que me veas mejor – dijo, mientras subía un poco el cuerpo para seguir meando. Yo no podía dejar de mirar mientras ella se abría con sus dedos el coño para que pudiera ver mejor cómo lo hacía. Creo que nunca había tenido la polla tan empalmada.
Ahora te vas a enterar por entrar cuando no debes -dijo con sonrisa maliciosa mientras con sus dedos dirigía ahora la meada directamente hacia mi polla dura, que ante el impacto del caliente líquido se puso aún más dura si eso era posible. Mi tía lo notó y empezó a menear su cuerpo de modo que su orina me rociara también todo el cuerpo alrededor de mi polla, mojándome por supuesto el pantalón caído pero también la camiseta que llevaba puesta. Finalmente, su chorro menguó y se sentó de nuevo en el water mientras me cogía con su mano la polla y empezaba a masturbarme.
No tía, no… que con tanta cerveza estoy a punto de explotar como tú.
Pues hazlo, échamelo sobre mi cuerpo como yo he hecho como el tuyo, no te cortes -dijo mientras se echaba todo lo atrás que le permitía la taza levantada del water.
Yo no sabía que hacer, pero realmente me estaba meando como un poseso, así que a pesar de estar mi polla totalmente empalmada empecé a mear, primero con gotitas que no hacían otra cosa más que caer en el suelo, pero pronto el chorro fue cada vez más potente y además, con la polla empalmada, funcionaba como una manguera contra el pecho de mi tía al punto de transparentársele la camisetita de pijama que llevaba puesta.
Anda, riégame bien – me dijo animándome a manejar mi polla de modo que le regara también toda la zona del ombligo y por supuesto cayera de forma violenta, más que nada por la excitación, sobre su coño. Ella se lo abrió con la mano de modo que el chorro incidiera exactamente sobre su clítoris mientras no paraba de masajeárselo. Se le notaba que estaba disfrutando mucho.. y yo también, con aquella nueva e imprevista experiencia. Así estuvimos un rato hasta que al final el chorro decayó.
Anda, se me ha acabado, lo siento -dije con una mirada como de niño travieso.
No importa, a mí me está dando ganas de nuevo, anda, vamos a la bañera – dijo mientras se quitaba la ropa que le quedaba y la dejaba en el cesto de la ropa sucia, animándome a hacer lo mismo, lo que hice enseguida.
Ven, tiéndete en la bañera.
Le hice caso y me tendí boca arriba en la bañera y ella se puso de pié más o menos con las piernas a la altura de mi ingle. Enseguida empezó a mear de nuevo y me regó de nuevo la polla, que seguía más dura que nunca, pero sin olvidar el pecho; incluso algunas gotas salpicaban a mi cara, cosa que no me desagradó del todo, ya que al haber bebido tantas cervezas, la meada era clara y apenas tenía sabor. Pero no llegué a tragar, sobre todo porque se detuvo en regarme la polla, llegando a veces a agacharse para poner su chorro justo encima de ella.
Estando en esos momentos casi de contacto entre su chorreante coño y mi polla me volvieron a dar ganas de orinar y en un instante se juntaron nuestras dos meadas, la mía hacía arriba y la suya hacia abajo, cayendo todo el líquido, ya junto, sobre mi polla y mis huevos.
En un momento dado, cuando había acabado de mear, acercó el coño a mi boca sin decirme nada, pero yo intuí que lo que quería es que se lo lamiera cuando aún le quedaban algunas gotitas en los alrededores de su raja, así que lo hice sin pensar en que aquel día además no se había duchado; y el caso es que me gustó probar esa mezcla entre el bagaje de su cuerpo durante todo el día unido a la reciente meada. Así que me dispuse a comerle el coño depilado como pocas veces lo había hecho. De repente me apretó contra la pared y encajo su coño sobre mi polla. Así, los dos de pie, aunque ella apoyando uno de sus pies en uno de los bordes de la bañera, empezamos a follar intensamente. En algún momento me dieron ganas de volver a mear mientras la follaba, y lo hice sin dejar de hacerlo, inundado su coño con mi meada; cuando en un momento saqué la polla un instante, soltó todo mi líquido que se había quedado dentro de su coño sobre mi polla y mis huevos.No pudo resistirlo y empezó a masturbarse rápidamente para enseguida echar de su agujerito líquidos mucho menos abundantes pero más jugosos.
Yo seguía completamente empalmado, aún más con las últimas visiones, y ella que se dio cuenta, se agachó y empezó a chuparme y lamerme la polla, que estaba llena de fluidos varios.
Anda, échame tu meada por última vez – me dijo mirándome de la forma más lasciva que me había mirado nunca. Yo hice un pequeño esfuerzo y enseguida salieron por mi polla otro par de cervezas que ella dirigía hacía sus pechos y hacía su cara. Justo cuando acabé, se volvió a meter la polla en la boca y me corrí dentro de ella como pocas veces había hecho. No dejó ni un átomo de semen fuera de su ser.
Bueno, ahora habrá que ducharse y limpiar todo este desagisado.. jajaj… - me dijo sonriente.
(Continuará)