Morbo y vicio con mi tía (2)
Después de unas cervezas con mi tía, ocurrió lo inevitable. Morbo y complicidad en la primera experiencia con ella.
(Continuación)
EL VIERNES
Habíamos quedado a la salida de su trabajo, en la Biblioteca para, una vez acabada su jornada laboral, irnos de cañas. Esperaba sentado en unas escaleras cuando la vi salir del edificio junto con una pareja de aspecto maduro. Me presentó a Carlos y a María, compañeros suyos y me preguntó si no me importaba si se unían a tomar cervezas. Aunque en parte tenía ganas de estar a solas con mi tía, sobre todo después de verla con ese precioso vestido estampado de flores, con vuelo, y esas sandalias que dejaban sus pies al aire, aunque fuera por cortesía no pude decir que no.
Carlos tenía 53 años, tenía buen aspecto, aunque con un poco de barriguilla, pelo entre canoso y moreno y con una incipiente calvicie. Por lo demás parecía agradable y parecía saber de muchas cosas, pero sin llegar al punto de ser pedante. Su pareja (al parecer vivían juntos) María tenía 48 años y era una madura de buen ver. Vestía vaqueros y camiseta ajustada que dejaban ver una figura algo rolliza, pero agradable de ver. Al contrario que mi tía, tenía unas tetas algo grandes, lo que al parecer le gustaba destacar con esa camiseta de generoso escote. Era rubia, y el llevar el pelo corto le favorecía bastante. Finalmente estuvimos unas tres horas con ellos, charlando animadamente entre cervezas y un par de copas posteriores. A pesar de que por edad podrían ser mis padres, me cayeron bien.
Finalmente nos despedimos. No sé como iría mi tía, pero yo había bebido algo más de la cuenta de lo que estaba acostumbrado y andaba con una tontuna agradable. En el camino hacía el apartamento de mi tía, nos abrazamos riendo varias veces recordando alguna ocurrencia de la reunión que habíamos tenido.
¿Tienes muy buen rollo con esa pareja, no tía, parece que os lleváis muy bien?.
Sí, son muy majos. La verdad es que desde que los conozco, hemos vivido muchas cosas divertidas juntos.
¿Ah, sí, y cómo de divertidas?
Anda, no lo quieras saber todo de golpe. Ya te enterarás….. supongo. Ahora, anda… sujétame que me caigo – me indicó con una amplia sonrisa.
Al decir esto, me cogió el brazo e hizo que rodeara su cintura para que la sujetara. Sentí en mi mano y en mi brazo el contacto cálido de su cuerpo a través de su veraniego vestido y no pude evitar excitarme.
De este modo llegamos a la casa, y nada más entrar, riendo y un poco bebidos, abrazados como estábamos, nos caímos rodando sobre el sofá, yo debajo de ella. Quedó su cuerpo justo encima del mío, con su boca justo encima de la mía. Entonces sucedió algo maravilloso: vi como mi tía cerraba sus ojos y acercaba su boca a la mía para darme un beso en los labios. Fue un beso breve, suave, sus labios se notaban deliciosos. Tras ese primer beso, y viendo mi reacción, casi pasmado, me sonrió y me volvió a besar, esta vez más intensamente. Yo respondí como pude, supongo que con la torpeza del novato, aunque ella procuró llevar la iniciativa. Me cogió la cara con sus dos manos mientras yo, más animado, me atreví a llevar mis manos hacia su cintura, palpándola a través de su grácil vestido. Viendo que no reaccionaba negativamente y que incluso aumentaba la duración de sus besos, bajé las manos hacia su culo, palpando su estupenda montura, y posteriormente las bajé más abajo para irle levantando el vestido desde sus muslos y poder masajearle el culo por encima de sus braguitas. Aquello se estaba poniendo más caliente de lo que yo podía esperar.
Pasado un momento, ella paró, se alzó un poco y me dijo:
- ¿Estás preparado para hacerlo conmigo, no te arrepentirás después?
Lo dijo con tanta dulzura que, aunque no tenía ninguna duda de la respuesta, me la hizo todavía más fácil:
- ¿Tita, sabes que siempre te he deseado? Quizás esté mal, pero no puedo evitarlo. Me pareces una mujer increíble, y no es el vino.
Se alzó del todo y me llevó, con su risa abierta y pícara, junto con ella a la cama. Se descalzó de las sandalias y sentada sobre la cama me atrajo hacia ella. Con las manos me indicó que me quitara la camiseta, lo que hice rápidamente. La verdad es que no sentía ninguna vergüenza al desnudarme ante ella, y no era sólo efecto del vino, sino de la confianza que habíamos ido construido a lo largo de los años. Mientras acababa de quitarme la camiseta, me desabrocho el botón del pantalón corto que llevaba y me lo bajó de un manotazo. Mi slip dejaba entrever una polla que, aunque no muy grande, como ya he dicho, estaba dura hasta el máximo. Ella empezó a tocarlo por encima del slip mientras yo la dejaba hacer sin problemas. De pronto quise igualar su iniciativa y con mis brazos bajo sus axilas la acompañé a que se pusiera de pie para poder quitarle el vestido. Reconozco que me puse muy nervioso cuando, tras indicarme donde estaba, le bajé la escueta cremallera que tenía el vestido a la espalda. Al final se lo pude quitar sacándoselo por su cabeza mientras ella ayudaba subiendo los brazos. Me aparté un poco para mirarla bien. Estaba preciosa sólo con unas bragas negras semitransparentes en los laterales; me quedé un momento atontado viendo sus tetitas con esos pezones que estaban duros y erguidos. No pude evitar agachar un poco la cabeza para empezar a lamerlas, a rodear sus pezones con mi lengua, a chuparlos, a mordisquearlos, tal como había visto que se hacía en tantas películas porno. Ahora era yo quien lo estaba viviendo en directo.
Mientras le comía las tetas, Irene empezó a bajarme el slip con una de sus manos y cogió mi polla con sus manos empezando a acariciarla y a pajearla. Fue estupendo notar su suave y cálida mano sobre mi duro miembro.
Bueno, ¿me vas a dejar probarla o no? - dijo mientras se deshacía de mis lameteos y volvía a sentarse en la cama para dirigir su boca hacia mi polla, primero suavemente, con leves toqueteos de la lengua, luego pasándola a lo largo de toda la polla y finalmente para metérsela dentro y empezar a hacerme mi primera chupada. Estaba disfrutando como un loco, tanto que no me dí cuenta de que me estaba corriendo sin querer. Ya se sabe que la primera vez que lo hace uno, la excitación puede con todo.
Tía, creo que me voy a correr, lo siento, es que estoy superexcitado.
No te preocupes, contaba con ello, siempre pasa la primera vez. Relájate y disfruta.
Y así hice. A ella no le importó que me corriera en su boca. De hecho, me sujetó para que no me retirara, como pensaba hacer. No me pude resistir, acabé relajándome y finalmente descargué toda mi leche en su boca mientras notaba como se la tragaba entera sin dejar de succionar mi polla.
Después de correrme me dejé caer en la cama para disfrutar del placentero momento que sucede al orgasmo y que te relaja todo el cuerpo. Ella se tendió sobre mí y nos quedamos abrazados un buen rato, mientras nos mirábamos con cierta ternura. Yo tenía algo de aprensión pues sólo había disfrutado yo, al menos en lo que significa tener un orgasmo, aunque su disfrute fue seguramente más mental, al haber conseguido hacer disfrutar a su sobrino preferido y, desde su mente calenturienta que luego conocí tan bien, al haberme empezado a mezclarme en sus juegos.
Tú ni siquiera te has corrido, vaya amante que te has buscado – le dije a mi tía Irene con cierta aprensión.
Jaja… cómo sois los hombres… no te preocupes, que te aseguro que he disfrutado… además, quién te dice que no me puedas comer el coño ahora – y diciendo esto, siguiendo tumbada alzó sus piernas y con su mirada y el además de sus manos me pidió que le quitará las bragas. La verdad es que en ese momento recordé las ganas que tenía de ver su coño, el cual no había apreciado tan sólo a través de las bragas. Sí, se veía que lo tenía completamente depilado, pero hasta que le quité las bragas y ella se abrió de piernas no pude comprobar lo precioso que era. Así que empecé a acariciarlo con la mano, quizás torpemente, ya que ella me dijo “se hace así” y me guiaba la mano sobre su abertura y sobre su clítoris. “Ahora cómemelo, seguro que sabes hacerlo” - me gritó. No tardé mucho en hacerle caso y bajando su cabeza empecé a lamerlo. Era muy jugoso, tenía un sabor agradable que me encantaba y estaba bastante húmedo, creo que más de la excitación de que se lo estuviera comiendo su sobrino que de mi maña. En todo caso, los chupeteos siguieron a los lameteos y los alternaba desde el interior de su coño hasta el clítoris. En un momento en que mi lengua estaba atacando el clítoris, me dijo “sigue ahí, sigue ahí”, mientras ella con una mano abría más su coño mientras con la otra se acariciaba sus pechos. Finalmente, pese a ser mi primera vez, noté como empezó a gemir con más fuerza, sus convulsiones eran cada vez más fuertes hasta que tras un profundo gemido rodeo con sus muslos mi cabeza mientras se corría. Yo no sabía cómo actuar en ese momento, pero estaba disfrutando de su orgasmo casi tanto como ella, pues era el primero que le provocaba a una mujer. Sólo se me ocurrió lamer suavemente su clítoris mientras a cada contacto con mi lengua lanzaba sus últimas convulsiones.
Anda, ven aquí que quiero besarte – me dijo. Así que abandoné su coño, y sin dejar de pasar por sus tetas para darles unos lametones (estaba aprendiendo rápido), junté mi boca con la suya y empezamos a besarnos como si se estuviera acabando el mundo, intercambiando los sabores que mi semen y los jugos de su coño habían dejado en nuestras bocas. Finalmente nos quedamos un rato dormidos por el cansancio uno en los brazos del otro.
(Continuará)