Morbo en el balneario (parte 1)
La experiencia verídica de una joven pareja en la sauna de un balneario
Después de varios meses de intenso trabajo en la oficina al fin habia conseguido cerrar un importante contrato con una firma alemana que duplicaría la cuota de mercado de nuestra empresa. Como consecuencia de ello, mi jefe me había regalado dos invitaciones para relajarme en un famoso balneario asturiano donde podría al fin resarcirme de tanto trabajo y pasar más tiempo con mi mujer. Sería una buena oportunidad para recuperar el tiempo perdido y, al fin, poder hacerle el regalo de una jornada romántica dedicada a relajar nuestros cuerpos dejándonos llevar lejos del trabajo, las tareas de la oficina y los problemas del día a día.
Una tarde fría y lluviosa de la pasada semana de noviembre al fin nos decidimos a acercarnos al balneario y regalarnos un día para nosotros, así que cogimos nuestros bañadores, unas toallas y enseres de aseo y nos pusimos en camino. Lo primero que notamos al aparcar el coche al lado del balneario es que la tarde era en extremo desapacible, el típico día de otoño en Asturias en el que la humedad, el frío y una fina cortina de lluvia se combinan para configurar un ambiente triste y gris. Habiamos oido hablar de ese balneario por amigos nuestros y porque tiene mucha fama en la región, pero la verdad es que nunca nos habíamos acercado. Como aún no habia llegado la hora, pues eran poco más de las 16:00 y habíamos hecho la reserva para las 17:00 nos acercamos a un bar del lugar para tomar algo mientras hacíamos tiempo. Y como el tiempo no era proclive a tomar una sidra y tampoco tendríamos que conducir hasta la noche nos pedimos un vino cada uno y, después, otro y otro dejándonos llevar por una animada conversación que el trabajo nos impedía tener hacía tiempo y sintiendo cómo poco a poco el efecto de las tres copas de vino enrojecía nuestras mejillas y nos hacía olvidarnos del frio y la humedad del exterior del local.
Pasaban unos minutos de las 17:00 cuando nos recibieron en la recepción del hotel tomando nuestros datos y recogiendo nuestras invitaciones para, a continuación, presentarnos a una joven empleada que nos enseñaría las instalaciones y su funcionamiento. Después de darnos las pulseras con las que funcionaban las taquillas y de enseñarnos a grosso modo las instalaciones y el circuito termal nos hizo pasar al vestuario para cambiarnos y empezar lo que -acertadamente, aunque aún no sabíamos cuánto- calificó como “una experiencia extrasensorial”. Ocupamos uno de los últimos pasillos del vestuario desde el que podíamos ver y oír si alguien se acercaba pero no ser vistos, pues el vestuario era mixto y procurábamos ocultarnos de miradas furtivas aunque, ciertamente, parecíamos los únicos visitantes del lugar. Comenzamos a desvestirnos y a medida que mi mujer se despojaba de la ropa iba notando cómo la excitación se apoderaba de mí, hasta tal punto que no pude dejar de acercarme a ella por detrás y, besándole suavemente el cuello y el lobulo de las orejas, ayudarla a quitarse los pantalones y bajarle las bragas. Os describiré ahora brevemente nuestro físico: mi mujer tiene 30 años, una larga melena negra y mide 1,65 y pesa 50 kilos; tiene un buen culo, recóndito y terso y usa una talla 95 de sujetador, es una mujer de armoniosas proporciones con un cuerpo aún joven por no haber tenido hijos. Yo, por mi parte, tengo 32 años, mido 1.78, peso 60 kilos, de complexión deportiva.
No sé si sería el vino o el hecho de estar en un lugar público pero me estaba excitando mientras tocaba a mi mujer, alternando mis manos entre sus firmes tetas en las que se adivinaban ya unos pezones duros a causa de la excitación y el frío y su culo. Al estar ya completamente desnudo mi polla dura y erecta apuntaba sobre su culo clavándose entre sus nalgas. Tenía ganas de poseerla, follarmela entre aquellas taquillas y al parecer ella también pues se giró fundiéndose conmigo en un apasionado y húmedo beso mientras su mano derecha recorría mi torso hasta cerrrarse sobre mi polla iniciando una lenta masturbación mientras me susurraba con una maliciosa sonrisa “me estás poniendo húmeda”. Mi lengua jugaba con la suya hasta que decidió que había llegado el momento de pasar a mayores reclinándose sobre mi polla hasta posar sus labios sobre mi glande para engullirla entera en una mamada que me estaba dejando sin aliento. Sin duda sabía lo mucho que me gusta que me la chupen y había decidido darme un regalit. Cerré los ojos, la sujeté la cabeza y fui guiando el ritmo de la mamada mientras me dejaba llevar por el placer. No sé el tiempo que llevábamos cuando al abrir los ojos vi a unos metros de nosotros a una mujer rubia de pie mirando atentamente la escena. Me separe de mi mujer que, extrañada, hizo una mueca por privarla de su golosina. En ese momento la desconocida se dirigió a una taquilla y comenzó a acomodar sus cosas. Mi mujer y yo comenzamos a vestirnos lentamente mientras la desconocida se desvestía sin ningún pudor, enseñándonos poco a poco su anatomía. Pensé que era justo, al fin y al cabo ella nos había visto desnudos hacía un momento y mientras me vestía pensaba que debía haber visto perfectamente a mi mujer, pues estando ella de pie y mi mujer reclinada chupándomela tenía una visión perfecta del culo de mi mujer, viendo seguramente sus labios hinchados y brillantes de excitación y el cerrado agujerado de su ano. No es de extrañar que con semejantes pensamientos mi excitación no disminuyera, lo cual entorpecía considerablemente la maniobra de colocarme el bañador, pues la polla se me enganchaba en la redecilla interna del mismo. Mientras tanto, miraba de reojo a la vecino, que se había desnudado de cintura para arriba enseñando dos buenas tetas y comenzaba a desabrocharse el pantalón cuando mi mujer me saco de mis pensamientos diciendo:
“vamos cariño, yo ya estoy lista”. Cogí la toalla y seguí a mi mujer pasillo adelante en dirección a la salida del vestuario no sin antes echar una última ojeada a la recién llegada, que se había inclinado un poco hacia adelante y se quitaba los pantalones mientras me miraba y guiñaba un ojo. Tenía un buen culo a juzgar por el tanga que llevaba y calculé que debía tener unos 45 años aunque la verdad es que se conservaba muy bien, seguramente ayudaba a ello la posición economica que se le presumía dada la calidad de la ropa y los complementos, en las que destacaban famosas marcas no asumibles para todos los bolsillos.
Nos dimos una ducha y decidimos que empezaríamos el circuito por la piscina de chorros para a continuación seguir por las piscinas de contrastes, sauna, baño turco, etcétera. La verdad es que estábamos solos en la sala. El bañador de mi mujer, ceñido sobre su cuerpo marcaba su cuerpecito y se enrrollaba en en su culo con cada paso que daba convirtiéndose en una especie de tanga que aumentaba mi excitación. Parecía que aquella tarde estaría sometido a todo tipo de estimulaciones. Consciente de que la cosa solo podía empeorar y de que podría dar un espectáculo -otra vez- decidí situarme en el extremo opuesto de la piscina con respecto a mi mujer, situándome en un surtidor de agua que, cayendo sobre mi espalda tenia un efecto sedante que me hacía olvidarme de todo: parecía flotar en el agua tibia de la piscina y comencé a relajarme olvidándome del trabajo y de lo cachondo que me había puesto mi mujer unos minutos antes. Después de la piscina de chorros continuamos el circuito termal con los baños de contrastes, viendo como los pezones de mi mujer se endurecían y arañaban la tela del bañador pugnando por romperlo debido al frío de la última piscina, cuyo agua se encontraba a unos 10 grados. Decidido a recuperar el calor corporal después de esa gélida experiencia nos dirigimos a la sauna, siendo recibidos por una vaharada de calor húmedo que hizo que tardásemos unos instantes en acostumbrarno. Estábamos solos y ocupamos uno de los laterales de la sauna, a la derecha de la puerta. Pasados los momentos iniciales un sopor comenzó a invadirnos cuando notamos que la puerta se abrió y la misteriosa vecina del vestuario entraba y se sentaba frente a nosotros, a unos tres metros.
Ahora pude contemplarla en todo su esplendor: era una mujer entrada en la cuarentena que, a pesar del paso del tiempo, contemplaba toda su belleza y atractivo. Tenía una media melena que sobrepasaba un poco sus hombros y unos labios carnosos que invitaban al pecado. Estaba tan absorto contemplándola que incluso me asustó su voz cuando se dirigió a nosotros
-“buenas tardes” su voz y su pronunciación denotaban lo que ya había intuido antes, que pertenecía a la clase acomodada.“Os importa si me quito el bañador? La sauna es mucho más sana si se permite al cuerpo transpirar libremente sin las ataduras de la ropa”
“claro que no” contestamos casi al unisono mi mujer y yo.
“Ya suponía que no erais unos mojigatos, sobre todo despues del espectáculo que disteis en el vestuario”. Todo esto mientras se levantaba para quitarse el bañador y se volvía a sentar frente a nosotros enseñandonos su cuerpo desnudo, húmedo de sudor, con unas tetas turgentes pero firmes, más grandes que las de mi mujer y una cintura que evidenciaba que habia tenido hijos aunque mantenia un perfil más que atractivo continuando hacia unas piernas esbeltas que se perdían en un coñito exquisito: los labios completamente depilados y una fina línea de vello perfectamente recortado y perfilado sobre el pubis.
Con semejante espectáculo no es extraño que mi polla despertase y comenzase a presionar sobre mi bañador. La verdad es que estaba deseando sacármela y cascarme una paja allí mismo, pero lo que paso a continuacion fue todavía más sorprendente y excitante.
”Seguiremos tu consejo y nos desnudaremos tambien, si no te molesta” dijo mi mujer a la madurita. No daba crédito a lo que acaba de oír. Mi mujer, modosita y siempre en su sitio, acababa de proponer que nos desnudáramos delante de una desconocida.
”Vale” acerté a decir. A todas luces había perdido el control de la situacion y me dejaba llevar por las dos mujeres que tenia ante mí.
Nos quitamos la ropa y volvimos a sentarnos, haciendolo sobre yuestros bañadores para no quemarnos el culo con las maderas del banco de la sauna, tal y como habíamos visto hacer a nuestra vecina.
El cuerpo de mi mujer contrastaba con el de la vecina. Una madurita la otra joven, una rubia, otra morena, una con un poco de vello sobre el pubis, mi mujer mostrando un coño completamente depilado. Mi polla quería explotar.
”Sabes, tu chico parece haberse quedado con ganas de más” dijo la vecina señalando mi polla. “Deberías ayudarle, no te da pena el pobrecito?”
Llegados a este punto habíamos perdido ya todo rubor y mi mujer agarró mi polla para continuar con la masturbacion que había iniciado media hora antes en el vestuario. La vecina se recostó sobre el banco y se abrió de piernas comenzando a tocarse el clítoris con el dedo indice de la mano derecha. Su coño mostraba unos labios menores abiertos y brillantes y unos labios mayores hinchados por la excitacion.
Mi mujer me estaba haciendo una paja delante de una desconocida que, a su vez, se masturbaba con fuerza. No podía dejar de pensar que quien me la meneaba era la madurita y eso aumentaba el placer que me daba la mano de mi mujer y las ganas de eyacular. También la madurita parecía complacida, pues dos dedos de su mano izquierda pasaron por debajo de su pierna para comenzar a introducirse en su coño permitiéndose ver toda la maniobraba: se follaba con dos dedos mientras se tocaba el clítoris. El chapoteo que producía indicaba que estaba más que cachonda.
yo, por mi parte aparte la mano de mi mujer y me puse de pie, me estaba tomando un respiro para postergar la eyaculación y no acabar tan pronto. Mire a mi mujer de arriba abajo y la tumbe sobre el banco dejando su cuerpo comolestamente expuesto ante la mirada de la desconocida. Me arrodillé y comencé a recorrer mi lengua por los muslos de mi mujer. Sabían salados por el sudor que la recorría y era un sabor que me agradaba. Mientras olfateaba el coñito abierto que exhumaba una fragancia de hembra en celo que me la ponía todavía más dura. Besé sus labios y pasé la lengua de abajo arriba hasta alcanzar el botón cito en el que se ocultaba a s clítori, un apéndice rosáceo y blando que no pude evitar lamer arrancando un suspiro de placer de mi esposa. Aceleré el ritmo dispuesto a hacer que se corriera. Miré de soslayo a la vecina y vi que no paraba de masturbarse con fuerza mientras mordía su labio inferior. Era una auténtica madurita hambrienta de sexo...
despues de unos minutos lamiendo las intimidades de mi esposa apoyé mi polla sobre su coñito y comencé un lento mete y saca. Notaba su coño humedo, caliente y estrecho y eso, combinado con los gemidos cada vez más fuertes de mi mujer parecia indicar que me correría pronto, pero mi mujer se corrió aún antes. Sus gemidos fueron en aumento y comenzó a pellizcarse las tetas mientras se corría. Segundos después dos grandes chorros de semen seguidos de otros tres más pequeños, salían de mi polla llenando el coñito de mi esposa.
la vecina parecía que había acabado hacía un rato, pues estaba sentada mirando hacia nosotros sin perder detalle y sus manos descansaban húmedas de flujos sobre sus piernas. Se vistió y se despidió con un “hasta luego y gracias” de lo más sugerente, Nosotros hicimos lo mismo. Estábamos cansados y extenuados despues de haber pasado mas de veinte minutos en la ducha...
En breves os contaremos cómo terminó nuestro excitante día en el balneario...
Pd.: no sabemos cómo se llamaba la mujer ni de donde era, pero nos gustaría volver a tener una experiencia similar con ella o con otra mujer. No duden en comentar y contactar.