Morbo en el avión

Como le puse los cuernos a mi marido en el viaje de ida de nuestra luna de miel.

Hola a todos, me llamo Clara y voy a relataros la aventura que viví hace unos meses. Para poneros en contexto os cuento que tengo 29 años, soy española, y esta historia sucedió cuando iba de viaje de luna de miel con mi marido, Roberto, con el que me acababa de casar hace unos días. El destino que habíamos elegido era Cancún, no es que a mi me gusten esa clase de destinos masificados, pero a mi marido le gusta mucho México y conocía el país bastante bien.

Como ya he dicho hacía un par de días que nos habíamos casado, como él es de una familia numerosa y con muchísimos compromisos sociales tuvimos que celebrar la típica ceremonia por todo lo alto con 200 invitados, por lo que apenas habíamos tenido tiempo para relajarnos.

Para ir a Cancún elegimos la típica compañía de bajo coste. Llegamos al aeropuerto y ambos estábamos un poco nervioso temiendo que no hubiera butacas para los dos o que fuésemos víctimas del famoso overbooking, pero por suerte entramos en el vuelo. Lo único malo es que no podríamos sentarnos al lado, a mi novio le había tocado una fila adelante, en la del centro del avión, y a mí entre dos personas en la fila izquierda.

Llegó la hora de embarcar y yo miré con ansiedad a mi marido, como podéis imaginaros estábamos bastante enamorados ya que sólo hacia dos días que nos habíamos casado, y no quería pasar tantas horas alejada de él. Enseñamos nuestros billetes y entramos en el avión, mi marido se sentó en una fila de pasillo, al lado de una mujer que parecía mexicana. Yo llegué a mi asiento y vi que la persona que tenía a mi lado ya estaba sentada. Era un chico un poco más joven que yo y que, para que negarlo, me pareció bastante atractivo.

Me senté un poco nerviosa y me puse el cinturón de seguridad, noté que el chico de al lado me estaba mirando lo que contribuyó a aumentar mi nerviosismo. El avión encendió los motores y empezó a rodar por la pista. Cogí una revista cuando me dijo:

-Perdona, pero creo que te has equivocado.

-¿Cómo?

-Que has cogido mi cinturón en vez del tuyo.

Le miré a la cara y comprobé que era más atractivo de lo que había pensado. Luego comprobé que tenía razón, había cogido su correa.

-Perdona, tienes razón.

Me lo quité y se lo di, al cogérmelo rozó su mano con la mía durante un segundo.

-No te preocupes, ¿te da miedo volar?

-¿A mí? Pero si yo he volado cientos de veces.

-Lo digo porque te has puesto un poco nerviosa.

-No se de que me hablas.

El niñato ese se había reído de mí, pero noté como mi cara se puso roja.

Me concentré en la revista y el avión despegó. Miré por la ventana para ver la ascensión y con el rabillo del ojo me fijé más en mi compañero de asiento, llevaba una camiseta de manga corta que dejaba ver una potente musculatura, y su cara era muy atractiva.

No se que se me pasaba por la cabeza, ¿hacía solo dos días que me había casado con mi marido y estaba fantaseando con otro hombre? En fin, seguí leyendo.

Tras casi una hora el avión llegó a la altura de crucero y yo seguía enfrascada en la lectura de la revista que me había comprado en el aeropuerto. Las azafatas empezaron a pasar con sus carritos sirviendo el almuerzo a los pasajeros, llegaron a nuestras butacas y nos fueron pasando la comida y las bebidas, con tan mala suerte que cuando le iba a pasar la Coca Cola al de al lado se la derramé en la camiseta.

-¡Joder!

-Dios, perdona, que torpe soy. Te lo he tirado todo.

-Bueno, no te preocupes, no era mi camiseta favorita jaja.

A todo esto había armado tanto revuelo que mi marido se había girado y me miraba con cara de pocos amigos.

Se levantó del asiento y se quitó la camiseta, dejando ver un cuerpazo esculpido en el gimnasio.

-¿Me dejas salir?

-Sí, claro, perdona.

Me levanté para dejarle paso y pasó con su torso desnudo a escasos centímetros de mí, cogió su bolsa, se puso otra camiseta y se volvió a sentar.

-Mira no sé como disculparme por lo que he hecho.

-No te preocupes, aunque para compensarlo podrías decirme como te llamas.

-Ehhh yo Clara, ¿y tú?

-Miguel, ¿qué vas a hacer a México?

-Pues voy de luna de miel con mi marido.

-¿Ese que te ha mirado antes?

-Sí, ¿por qué?

-Una chica tan guapa como tú se merece algo mejor que ese tipo.

-¿Perdona?

-Pues que para ser tan atractiva no se que haces con ese tío calvo.

Es verdad que mi marido es calvo, pero ¿a ese tío que le importaba?

-Perdona niñato, pero tú ¿cuántos años tienes?

-24.

-¿Y con 24 años te atreves a darme lecciones de la vida?

-Con 24 años puedo follarte mucho mejor que tu marido.

-Eres un arrogante y un payaso.

-Ya, pero bien que me has mirado cuando me he quitado la camiseta.

-Déjame en paz.

Hice como que estaba enfadada pero en el fondo la visión del cuerpo de ese adonis y la conversación que habíamos tenido me habían calentado al máximo. Por suerte mi marido no había oído nada de la conversación porque aquello podría haber acabado en tragedia. Y todavía faltaban siete horas para llegar a Cancún.

Me quedé dormida y cuando me desperté las azafatas ya estaban sirviendo la cena. Cuando le tuve que pasar la suya a Miguel ambos sonreimos al recordar lo que había pasado antes. Cenamos en silencio pero mirándonos con el rabillo del ojo.

A los pocos minutos las azafatas recogieron las bandejas con los restos de la cena, bajaron las luces del avión y la mayoría de los pasajeros cogieron sus almohadas, reclinaron sus asientos e intentaron dormir. Mi marido y yo nos miramos deseándonos buenas noches y cogí la manta que me ofrecían las azafatas. Miguel hizo lo mismo.

Pasó alrededor de media hora pero no encontraba la posición cómoda para dormirme y no paraba de moverme en mi butaca. Miguel también se movió y noté el roce de su manta en mi mano izquierda. Quité mi mano y al hacerlo rocé su brazo con mis dedos. Los retiré rápidamente como para pedir disculpas.

Al cabo de unos segundos, en la oscuridad, noté como su mano se metía debajo de mi manta. El corazón se me desbocó pero no opuse resistencia, para que negarlo, lo estaba deseando. Noté que sus dedos exploraban mi entrepierna. Me bajó falda hasta las rodillas. En ese momento abrí un poco los ojos y fijé mi mirada en mi marido que seguía viendo la película que ofrecían en el avión como si nada.

Fue explorando mi tanguita y empezó a acariciar mis muslos con mucha delicadeza. Yo ya estaba a cien y notaba mis flujos saliendo de mi coñito. No se decidía a entrar y seguía notando sus cálidos dedos explorando mis muslos hasta que acarició mi coño y comprobó que estaba depilado, lo había hecho especialmente para la noche de bodas con mi marido. Espero que los de la fila de atrás no estuvieran despiertos, pero la verdad es que me estaba dando un morbo tremendo esa situación sabiendo que estaba rodeada de gente, entre ellos mi propio esposo.

Se decidió y tras juguetear con mi clítoris me metió un dedo. Rápidamente lo sacó como para pedir mi consentimiento, pero no hice nada, apoyando tácitamente su maniobra. Volvió a la carga y me llevé la manta a la boca para ocultar mis gemidos, mi coño estaba chorreando. Comenzó a masturbarme metiendo su dedo en forma de gancho. Yo no le miraba a la cara sino que miraba a mi marido y mi excitación crecía por momentos, él viendo una película y a unos metros de él un chico masturbando a su mujer. En medio del Atlántico y de un dormido avión de pasajeros un hombre me estaba haciendo un dedo delicioso. Un crujido de nuestras butacas era podría haber desencadenado una catástrofe así que nos quedamos rígidos, él empezó a meterle velocidad y mi empapado coño estaba a punto de explotar. No pasó mucho tiempo hasta que me arrancó un delicioso orgasmo, tuve que ocultar la cabeza en la manta para poder jadear a gusto, de hecho di un gritito ante la intensidad de mi corrida. Cuando saqué la cabeza de la manta estaba sudando del orgasmo que había tenido pero comprobé aliviada que mi marido seguía enfrascado en la película.

El sacó su dedo de mi encharcado coño y me lo dio a probar, me encantó chupar mi caliente flujo.

Ahora me tocaba a mí, deslicé mi mano por debajo de su manta y le abrí la bragueta del pantalón. Manoseé sus calzoncillos y comprobé asombrado que tenía un aparato de buen tamaño, que además crecía a un ritmo acelerado. La situación estaba desbordada así que se los bajé y su espléndido rabo saltó como un muelle. Apenas podía abarcarlo con mis dedos. Empecé a masturbarle con mucha dedicación, una cosa que a mi marido le gustaba era pajearle a distintos ritmos, así que alternaba las fases rápidas y otras en las que iba muy despacio, le miré a la cara y estaba en el cielo.

Mientras le estaba masturbando escuché ruidos en el pasillo. Mi corazón se aceleró y vi que una azafata se dirigía hacia nosotros. Escondí mi mano debajo de la manta y le seguí pajeando poco a poco, vimos como venía directa a nosotros pero yo no podía parar la masturbación, los dos estábamos excitadísimos. Estaba a escasos cinco metros y le di más velocidad a la paja. En ese momento dio señales de que iba a correrse. Le apreté la base de la polla para retrasar la eyaculación hasta que comprobamos con alivio que la azafata pasaba de largo,  pero fui buena, le liberé y le quité la manta rápidamente. Sus chorros de lefa le llegaron hasta su barbilla y pringaron la manta y su camiseta. No pude evitar reírme viendo esa imagen.

A los pocos segundos oímos como la azafata volvía y pasó de nuevo a nuestro lado con una almohada en la mano, nosotros nos quedamos petrificados pero por suerte no vio nada, no me quiero ni imaginar que hubiera dicho si llega a ver a un pasajero con el pene fuera del pantalón y con toda la camiseta llena de lefa.

Él se limpió el semen cuando mi marido giró la cabeza bruscamente hacia atrás. Casi se me sale el corazón por la boca, pero me di cuenta que había dado un cabezazo porque se había quedado dormido. Respiré aliviada.

Después de habernos masturbado mutuamente los dos sabíamos cual era el siguiente paso a dar. Miguel se levantó del asiento y se fue directamente al baño. Yo miré hacia atrás por si veía a alguien despierto. Dos filas más atrás había un señor leyendo que parecía no haberse dado cuenta de nada. Me levanté siguiendo a Miguel, una vez pasado ese tipo me quedaban unas diez filas hasta llegar a la cola del avión y a los baños. Vi como Miguel me esperaba en la puerta con cara de estar cachondísimo. Para darle más morbo a la situación hice algo con lo que siempre había fantaseado: me desnudé completamente y me dirigí hacia los baños completamente desnuda y con la ropa en la mano por el pasillo del avión. La sensación de saberme desnuda en medio de un avión lleno de pasajeros, por suerte todos dormidos, fue la más excitante de mi vida. Pasar al lado de tanta gente sin ropa, enseñando mi cuerpo desnudo hizo que mis pezones se pusieran erectísimos y que mis flujos brotaran de nuevo de mi coño. Miguel se quedó alucinado y se empezó a frotar el paquete mientras esperaba que llegara hasta él.

Tras mi sesión de exhibicionismo nos metimos en el baño y cerramos el pestillo. Nos fundimos en un tórrido beso y aproveché para desnudarle y tocar su cuerpazo. A pesar de la estrechez del sitio conseguí sentarme en el lavabo y ofrecía mi chorreante coño a mi amante. Sin dudarlo un segundo guió sus 20 cm. de carne hacia él y me lo metió de una sola vez, la sensación fue de dolor en un primer momento hasta que mi vagina se adaptó a ese aparato que dejaba en mal lugar al de mi marido. Comenzó la follada a un ritmo vertiginoso, el ruido de los motores consiguió ocultar nuestros gemidos iniciales, pero conforme la follada se hacía más intensa llegamos casi a gritar. Era insuperable la sensación de estar siendo follada en un habitáculo tan estrecho y angustioso por ese semental por lo que no tardé mucho en correrme, mis alaridos fueron tan intensos que Miguel tuvo que tirar de la cadena del retrete para ocultarlos y no despertar a todos los pasajeros.

Cambiamos de posición. Se sentó en el retrete y yo me puse de espaldas a él. Lentamente me fui sentando sobre su verga y me la introduje apretándola contra mi coño, sintiéndola en su totalidad. Una vez que estaba ensartada comenzamos con el polvo otra vez a un ritmo acelerado por el morbo de la situación, vi como mis tetas botaban y encadené tres orgasmos bastante seguidos. Él no daba señales de cansancio cuando oímos dos golpes en la puerta del baño.

-¿Oiga? ¿Está usted bien?

Era la voz de una de las azafatas. Hicimos caso omiso y seguimos follando, no podíamos parar a pesar de que ella siguió llamando a la puerta, en ese momento sentí la polla de Miguel inflándose dentro de mi coño, en unos segundos se corrió echando cantidades ingentes de leche en mi vagina mientras jadeaba.

-¿Pero que están haciendo allí dentro? Abran o aviso al piloto.

Nos quedamos unos segundos en la misma posición yo sintiendo como su semen inundaba mi coño y él disfrutando de su orgasmo pero me levanté para evitar un escándalo. Cuando abrí la puerta me di cuenta de que estaba desnuda y expulsando semen por mi coño, y así me vio la azafata.

-¿Tiene usted algún problema?-le espeté.

Su cara de sorpresa fue total al verme de esa guisa, no supo como reaccionar y cerró la puerta.

Miguel y yo nos reímos y nos limpiamos como pudimos en ese sitio tan pequeño. Nos vestimos y salimos del baño. Vimos que por suerte todavía era de noche y mientras nos dirigíamos a nuestras butacas nadie se giró y la gente seguía dormida. A lo lejos vimos a la azafata que nos había pillado hablando con otra y señalándonos, pero no nos dijo nada.

Me tumbé en mi asiento y ni que decir tiene que dormí como una bendita después de aquella sesión de sexo.

A la mañana siguiente me despertaron unas caricias en mi cara, pensé que era Miguel pero era mi marido. Miré a mi alrededor y la mayoría de los pasajeros ya habían salido del avión o estaban en ello.

-Ya hemos llegado cariño.

Miré a mi izquierda pero Miguel había desaparecido. Me levanté, cogimos las bolsas y salimos del avión, el contacto con el clima de Cancún junto con el cansancio de la noche anterior me provocaron un intenso dolor de cabeza, pero no me arrepiento de los bien que me lo pasé a bordo de ese avión.