Morbazo en un tren

Relato corto de un encuentro furtivo en un tren.

Con 25 años me pasó algo muy morboso en un tren. Para quienes no me recuerden, mido 180, normal de cuerpo con algo de vello y no estoy mal de cara. El caso es que me mandaron a hacer una auditoría a Sevilla y tomé el primer AVE de la mañana. En la cola de entrada al tren éramos varios los ejecutivos que, seguramente, no pasaríamos en la ciudad más que unas horas y volveríamos en el día.

Me fije en todos, pero me llamaron la atención aquellos que eran más mayores que yo, sobre todo un tío que rondaba los 50, algo más alto que yo con traje gris y zapatos y calcetines burdeos. La casualidad quiso que nos sentásemos al lado. Olía a un perfume muy fuerte y nada más sentarse se puso a leer el periódico cruzando las piernas y ahí fue como me recreé en sus zapatos, un 45 por lo menos, y sus calcetines ejecutivos burdeos que intuían una pierna velluda.

No podía parar de mirar sus pies y más cuando se puso a jugar con ellos, quitándose y poniéndose los zapatos. Estaba tan embobado mirándolo que no caí en que él había fijado su mirada en mí. Muerto de vergüenza empecé a leer el libro que me había llevado, pero él se vino arriba y se estiró abriendo bien sus piernas y colocándose el paquete. Yo estaba excitadísimo, pero no quería mirar por si era uno de esos que luego te insulta por mirarle.

Se levantó del asiento y me pidió permiso para ir al baño pues yo estaba en el pasillo. Cuando pasó delante de mí pude observar su bulto debajo del traje y tuve que concentrarme para bajar lo cachondo que me había puesto. Al volver tomó su americana que había dejado en el compartimento superior y dejó encima de la mesita extensible unas servilletas. Se sentó, abrió sus piernas y colocó su chaqueta encima del pantalón y entendí que era porque le molestó mi mirada. En eso me habló y entablamos la siguiente conversación, que comenzó él.

-          Me llamo Juan, voy a pasar a Sevilla un par días y luego me vuelvo para Madrid

-          Yo Pablo y me vuelvo en el último de la tarde, solo voy unas horas por una reunión.

-          He visto que me mirabas los pies. ¿te gustan?

-          (un poco avergonzado), si, la verdad, me dan un poco de morbo.

El sonrío y no dijo nada más, pero cruzo las piernas, poniendo el pie derecho sobre la rodilla izquierda y se quitó el zapato castellano invitándome a que se los tocara. Estiré la mano y noté el pie caliente, un poco húmedo y con un buen olor, no a sucio, que me encantó. Estuve un rato así hasta que me cogió la mano y me la puso debajo de la americana, en su bulto.

Yo abrí mucho los ojos y no pude reprimir que me parecía enorme. El volvió a sonreír cuando le pregunté si podía ver algo de su pecho. Se desabrochó dos botones y pude observar su pelambrera canosa mientras seguía masajeando por encima del pantalón su instrumento. Yo quería sacársela, pero no me dejó.

-          Mira, ahí están los baños, tu entras primero y yo me quedo esperando. Siéntate en la taza y entro yo.

Estaba tan cachondo que ni percibí el peligro y me levanté hacia el baño. Entré, me baje los pantalones y me senté en la taza y abrí la puerta para que entrara. Los baños de un ave son minúsculos y dos personas caben muy a duras penas. El entró, cerro la puerta, se bajo la bragueta y pude ver un pollón enorme, lleno de venas y con un fuerte olor después estar apresado en un slip varias horas. Le pedí que se bajara el pantalón y así pude ver también unos huevos enormes y colgones llenos de leche. Le di unos lametazos al rabo, me pasé las pelotas por la cara y entonces me empezó a follar la boca de manera salvaje. Yo no podía ni respirar mientras el susurraba cosas como “hasta adentro maricón” “toma rabo maricón” …y cosas así.

Me la sacó de la boca y se empezó a pajear en mi cara preguntándome si quería leche. Yo estaba cachondo perdido, le tocaba las piernas, el pecho, intentaba llegar a los pies…uff y mientras yo me masturbaba el tío me avisa y se corre en mi cara y en mi boca. Menuda cantidad de leche, no me manchó la ropa de casualidad. Inmediatamente después me la mete en la boca pidiéndome que se la deje bien limpita.  Tras subirse la bragueta abre un poco la puerta para ver que no hay nadie y sale del habitáculo dejándome todo lleno de leche.

Después de limpiarme vuelvo al asiento y me lo encuentro sonriendo y descalzo, solo en calcetines.

-          Me quedo así hasta Sevilla, que sé que te gusta.

-          (Sonriendo) gracias, estás muy bueno y menuda polla tienes

-          ¿Te gustaría volver a verme?

-          Si, claro, vivo solo en Madrid

-          Me das tu teléfono ¿?

Y cuando se lo voy a dar veo que pone en el móvil “putita ave” como contacto y me hace una perdida y se ríe cuando le enseño lo que voy a poner “pollon ave” como contacto y como imagen, saco una foto a sus pies enormes enfundados en calcetines.

Volvimos a quedar, ya os contaré.