Montse y el café de gatos

La historia de sexo no consentido de una chica camarera que se vio atrapada en una trampa muy bien planeada.

Capítulo 1. El café de gatos.

En la vida, la forma de ganarse unas monedas puede ser muy variada según quien cuente la historia.

La mía puede sonar extraña y bueno, vaya que lo fue. Teniendo en cuenta mis posibilidades económicas a esa edad, creo que haber hecho lo que hice al final podría estar justificado.

Y aunque en esta primera parte no cuento específicamente el cómo hice para ganar mis monedas, sí que cuento el inicio que me llevó a hacer lo que hice.

En fin, era ya muy grande para ir a algún centro comercial y guardar los productos en las bolsas plásticas a cambio de unas monedas. Sin embargo era ‘muy joven’ para tener un trabajo de medio tiempo en alguna cafetería sirviendo los pedidos de los clientes, esto, según ojos de mis padres.

La verdad es que tampoco gozaba de mucho tiempo libre para dedicarlo a un trabajo de medio tiempo. Estaba en el segundo semestre de arquitectura y el tiempo que no pasaba sentada en clase, lo ocupaba para hacer las enormes maquetas y tareas que me pedían en la escuela.

Los gastos en la escuela eran cada semana más difíciles de cubrir. Los materiales para las maquetas y trabajos me hacían gastar hasta el último centavo que mis padres me daban con muchos esfuerzos y siempre, al final, terminaba trabajando a espaldas de ellos en la cafetería de un amigo consumiendo mí poco tiempo libre.

Todo lucía bien hasta que un familiar mío, un primo, me descubrió trabajando como mesera. Es decir, cualquier trabajo es digno y servir el café y los bocadillos a los clientes no me hacía perder dignidad. Por lástima mi familia, toda ella, pensaba muy diferente.

Aunque, antes de continuar con mí historia, me gustaría describirme ante ustedes. Mi nombre es Montse y al momento de narrar estas memorias, tengo 20 años. A pesar de las dificultades que leerán para superar mis estudios, hoy día digo orgullosa que estoy en mi último año.

Mi cuerpo, ya que eso es tan importante como mi personalidad, al menos para este tipo de relatos, está bien, como el de cualquier chica atlética a los 17. Poseo curvas latinas, de pechos pequeños pero caderas, piernas y trasero bastante llamativos. Soy de tez blanca, cabello castaño largo y ondulado. Ojos asiáticos de color castaños-verdosos, con nariz pequeña y labios medianos, más carnoso el de abajo.

Mi historial sexual al momento en que sucede mi historia, aún era pobre. Es decir, no es que me faltaran oportunidades y propuestas, pero había decidido guardar mi intimidad al chico especial o si se podía, incluso llegar virgen al matrimonio. Y… aunque no lo logré, al menos me siento orgullosa de llegar virgen a los 17, cosa que muchas de mis amigas jamás lograron.

Regresando al momento de mi historia, tenía un noviecillo con el que llevaba un par de meses. El tipo, como todos con los que había formalizado un noviazgo, ya había intentado llevarme a la cama y al no lograrlo, al menos quería robarse mi virginidad por la vía de los dedos.

Es decir, tampoco era una monja, fajaba con mis novios de las maneras más perversas. Normalmente y con la oportunidad correcta, terminábamos desnudos y ellos solían practicarme sexo oral, eso sí, sin penetración así fuera con la lengua.

Yo, amortiguando sus deseos animales, me especialicé en practicarles sexo oral hasta hacerlos terminar. Normalmente después de eyacular, se olvidaban de quitarme la virginidad, al menos por unos días.

Unas por otras, había salvado mi virginidad, pero había practicado mucho sexo oral en mis primeros años de intimidad. Para los 17 ya habían pasado unos 15 distintos miembros por mi boca, de los cuales había bebido su semilla. Era una suerte no embarazarse por beber semen.

Retomando mi problema económico y mi primo descubriendo mi nuevo trabajo, sería su falo el próximo que probaría con tal de que guardase el secreto y dejarme en paz. El muy bastardo era incluso más joven que yo, ya que yo con 17 y él con 16, me había obligado a ir a los baños de la cafetería para mamársela. Sucedió algo así:

Lo vi a lo lejos, intenté caminar hacia atrás y dejar que alguien más atendiera esa mesa, pero antes de poder escapar el me miró también a lo lejos. Abrió los ojos sorprendido y esbozo una sonrisa perversa, como planeando la mejor forma de joderme.

Suspiré, me armé de valor y me acerqué.

-Bienvenidos al café del gato, les entrego las cartas y en un momento regreso para pedir su orden…- recité como lo hacía siempre al recibir a algún cliente.

-Montse, primita… no creí verte aquí… y de mesera…- habló fuerte el bastardo, sus amigos me miraron más atentamente.

Mi vestimenta tampoco me ayudaba. El café era temático, zapatillas blancas, medias negras, falda negra con blanco, ondulada y terminaba varios centímetros arriba de mi rodilla. Blusa blanca ajustada, un gato a la altura del corazón distorsionado por el volumen de uno de mis senos y unos botones que hacían de escote. Al final un gorro ridículo de mesera, con orejas de gato.

-Hola Gabriel…- le respondí bajo, intentando ocultar mi molestia por su simple presencia y el hecho de haberme descubierto en este trabajo.

-Que prima tan guapa tienes…- sonrió un baboso de sus amigos, que ya me miraba de arriba abajo con descaro, principalmente las piernas.

-Entonces regreso en un momento para pedir su orden…-

Decidí ignorarlos y me retiré.

Les di la espalda y quizá era mi imaginación, pero sentía las miradas de todos quienes acompañaban a mi primo. Todos unos mocosos para mí, de secundaria.

Llegué a la parte trasera del mostrador donde preparaban las bebidas. Me senté un momento. Me sentía nerviosa, agotada. Ya imaginaba la charla de 2 horas de mi padre sobre no trabajar en este momento tan importante de mi vida, que debía enfocarme en la escuela y cuando yo argumentaba que el dinero no me era suficiente, mamá entraba a la discusión pidiéndome que encontrara la forma de sobre llevar los gastos, que ya me daban todo el dinero que les era posible.

Suspiré. ¿Cómo quieren que consiga dinero sin trabajar?

Unos nudillos golpearon suavemente la barra sacándome de mis sueños. No pude respirar cuando le vi ahí de pie, mirándome directo al escote, era ese idiota.

-Primita, decidimos escribirte aquí la orden ya que estás tardando años en regresar…- y sonrió, descaradamente.

Me acomodé la camisa, cerrándome un botón disimuladamente.

-Iré en un momento…- gruñí bajo, intentando no gritarle ahí, frente a todos. Al final él, aunque un idiota, era mi cliente en ese momento.

-No, aquí te dejo lo que quiero… ¿Por cierto, dónde están los baños?- preguntó.

-Están allá, al fondo de ese pasillo…- le respondí molesta, aún sin revisar el pedido.

El se fue, dándome la espalda con las manos en los bolsillos, dirigiéndose directamente al baño.

Me dirigí al chico que preparaba los cafés y empecé a leer lo que decía el papel casi automáticamente.

-¡Dos mamadas en el ba…!- grité y me detuve cuando inmediatamente comprendí lo que estaba leyendo. Agradecía que la licuadora estuviera en funcionamiento, lo que silenció casi por completo la estupidez que acababa de decir.

Leí mentalmente, muy molesta, el contenido de la nota. ¿Qué era esto, una broma?

“Dos mamadas en el baño, gatita, te voy a dar leche y más vale que no derrames ni una gota o tus padres, los míos y hasta los abuelos se van a enterar que estas vestida como puta en un café de quinta. Si no me crees, ya hay una foto en internet. Justo ahora sólo tú y yo podemos verla, pero es muy fácil dejar que sea visible para todos…

… te espero en el baño y has que alguien más atienda a mis amigos y no, todo esto no es una broma.”

-¿Pero qué se cree?- susurré muy molesta, ingresando a las redes sociales. Sí, ahí estaba una foto mía de unos momentos antes cuando atendía otra mesa. Sólo podíamos verla él y yo.

-¿Montse, cuál era el pedido?- escuché entre sueños la voz del chico, ya sin el ruido de la licuadora.

-Por favor que Fernando atienda la mesa 5… ya vengo, no tardo…- le hablé más cerca y él me miró desconcertado. Ya no esperé su respuesta y empecé a caminar hacia el baño.

Su argumento era la dichosa fotografía, pero qué más daba si la presentaba a todos, eso no era tan malo como lo que pedía. Iría al baño y le daría una patada en las nueces a mi querido primito, sólo como un gesto del enorme cariño que le tenía.

El baño era pequeño, tan solo un escusado y un pequeño lavabo. Cuando un cliente lo ocupaba aparecía un pequeño letrero de ‘Ocupado’ al girar el picaporte y justo así estaba. Miré la puerta de las damas a un lado, pero fue en la de caballeros donde toqué con los nudillos. –Soy yo Gabriel…- alcé la voz.

Nadie respondió, pero el letrero pasó de ‘Ocupado’ a ‘Disponible’. Giré el picaporte rápido y entré. Ahora veríamos si él era tan valiente como se creía.

Por lástima, la mitad de mi valor se desvaneció cuando, al entrar, lo vi con los pantalones abajo y su asqueroso miembro ya erecto, grande, con la cabeza destapada.

-Montse… estás deliciosa con ese uniforme…- me sonrió y se me acercó. Di un paso hacia atrás instintivamente, pero la puerta estaba a mis espaldas.

-De verdad que eres un cerdo…- le respondí, mirándolo siempre al rostro para evitarme el disgusto de su miembro.

-Cerdo o no, me la vas a mamar… he oído que eres muy buena bebiéndote hasta la última gota…-

Afuera se oía el sonido de la licuadora, la charla de los clientes y de pronto, sentí su mano tomar la mía y llevarla a su miembro. Sentí sus asquerosos vellos rozar mi palma, después la piel caliente de su pene y, sin que él lo esperara, bajé mi mano a sus nueces.

-Eso, así primita…-

Primero sonrió, pero después hizo una mueca de dolor cuando apreté mi mano sobre sus nueces con mucha fuerza. Dio un grito agudo, casi femenino, que lo hizo oír ridículo.

-Me vuelves a molestar y te los arranco… y no, no es una broma…- le hablé fuerte, pero sin gritar para que nadie nos descubriera. Le solté las nueces y él dio dos pasos hacia atrás, agarrándose las bolas con evidente dolor.

Con apenas un hilo de voz, logró responderme.

-Lo de la foto no es una broma… es una lástima que tenga a la tía Ari agregada como amiga, porque ella verá esta foto…- y me mostró su celular. Aquella era una nueva foto, se me veían las piernas de más.

Ari era mi mamá, por eso su amenaza.

-Muéstrasela a todo el mundo, me da igual…- me giré con la mano ya en el picaporte. Esa foto no era suficiente para que se la mamara.

-¿Qué pensaría tu mamá si viera este video cuando se la mamas a uno de tus exnovios?-

Aquello me dio un escalofrío. Sí, varios de mis exnovios me habían pedido dejarme grabar mientras les hacía oral. Los videos eran cosa nuestra, secreto de pareja. Yo no dejaba grabarme por chicos en los que no confiara. Ellos guardarían el video para ellos mismos. Los eliminarían si terminábamos. Era imposible que algo así llegara a manos de mi primo.

El video empezó a reproducirse aún cuando estaba con el rostro hacia la puerta. Empezó un diálogo que reconocí y giré el rostro francamente aterrada. Al mirar el video no pude identificar al dueño del miembro que abarcaba la pantalla. Después aparecí yo en cámara para aumentar mi pánico. ¿A quién se la estaba mamando?

Es decir, yo no solía ver los videos que ellos grababan y después de más de una docena, al final los miembros sueles ser similares entre sí, tanto como la voz de quien gemía y me agradecía mientras enfocaba mi rostro con la cámara.

Noté rápidamente, quizá por la adrenalina, que por la ropa que usaba y el leve elemento juvenil en mi rostro, que el video debía de ser al menos de hacía 2 años, en la casa de uno de mis exnovios, quizá Roberto, un chico con el que había salido unos 3 meses.

Recordé rápidamente que su eyaculación me tomaba por sorpresa. Algo de semen caía en mi boca, pero mucho en mi rostro y cabello. Jugueteaba frente a la cámara, bebía su semen con la punta de mis dedos y al final le limpiaba el pene simulando que me encantaba el sabor. Abría la boca y en mi lengua había una laguna blanca que al final tragaba. Abría de nuevo la boca para mostrar que lo había bebido todo.

Todo sucedió en el video según recordaba, con excesiva buena definición. Se oía mi voz, los gemidos del chico, incluso mis pechos aparecían al marco del video de tanto en tanto según el enfoque.

Esto sí que estaba jodido. Muy, muy jodido.

-¿Entonces primita, me lo vas a mamar?-

Intenté pensar rápido. Golpeé su mano con todas mis fuerzas. Su celular cayó al piso, se le salió la batería del impacto, después lo pisé con todas mis fuerzas y esperaba haberlo roto.

-No creerás que esa era la única copia que tengo del video…- me sonrió, mirando el celular en el piso.

-Déjame en paz Gabriel, no puedes querer que yo haga esto…- le hablé controlando más mis reacciones. Comprendí de a poco que me había puesto una trampa muy bien planeada.

-No, sí quiero que me lo mames…- sonrió. – Si eres buena primita, eliminaré el video…-

Bajé la mirada a su miembro. A pesar de haberle roto las nueces, seguía duro.

Una voz, efímera en mi mente, me dijo: ‘Hazlo rápido y traga, ya lo hiciste antes’. No podía creer que mi propia conciencia se viera atrapada como para aconsejarme eso.

-Lávalo, usa jabón y agua del lavabo… y rápido… no tengo todo tu tiempo…- le ordené. Sus ojos se iluminaron ante mi respuesta. Se giró y empezó a lavarse el pene ahí y yo, tragué saliva. Haría esto rápido, sería ruda para hacerlo eyacular en segundos.

Me hinqué y el regresó a mí. ‘Aquí vamos’ pensé, con el corazón latiéndome a mil por minuto.

Tomé su miembro y me lo llevé a la boca. Él gimió con el simple contacto de mi lengua y mejillas por dentro. Tomó mi cabeza con suavidad mientras empecé a moverme con fuerza. Atrás y adelante, con la lengua rígida sobre su frenillo para provocar la eyaculación precoz.

-Oye, con calma gatita…- habló, pero decidí ignorarlo. Seguí mis movimientos, lo más rápidos y bruscos como me daba el cuello y el gemía por un rato, pero de pronto detendría mi cabeza bruscamente y la alejaría contra la puerta, como temiendo eyacular de pronto.

-Déjame hacerlo a mi modo imbécil…- le reclamé cuando lo sacó de mi boca. Limpié saliva de mi mejilla.

-Cállate gata… aquí mando yo…- me ordenó, metiéndome el pene a la boca y presionando con su cadera para meterlo hasta el fondo. Como la puerta me evitó mover hacia atrás la cabeza, no pude evitar que su pene llegara hasta mi campanilla.

¿Querrá meterlo hasta al fondo?, pensé cuando era él quien movía la cadera. Lograr las penetraciones en mi garganta me había costado muchas mamadas, casi 1 año de práctica hasta que por fin había aprendido la posición exacta de mi cuello, boca y del pene para lograr la penetración perfecta, que me hacía tragar la cabeza entera del miembro e incluso parte del tronco. Si él eyaculaba así, no sentiría el sabor de su semen y evitaba faciales asquerosos e imposibles de explicar en el trabajo.

Después de casi 1 minuto de dejarlo jugar con mi boca, lo sacó. Permitiéndome hablar.

-No es la primera vez que te lo maman ¿verdad…?- hablé, limpiándome la saliva de las mejillas.

-Claro que no primita… pero es como decían, eres bastante buena…- sonrió, complacido.

-Te lo voy a dejar en claro porque no quiero sorpresitas al final. Tengo que regresar a trabajar y no quiero idioteces de sacarlo en el último momento para echármelo en el rostro… ¿Las putas de tus noviecitas que te lo han mamado, se lo han metido hasta aquí?...- le señalé mi garganta, el sonrió, intentado controlar su sorpresa.

-No… ninguna…-

-Bueno, pues yo lo haré. Cuando estés listo, empezamos a meterlo y quiero que acabes adentro y no lo saques hasta que todo haya salido. ¿Quedó claro?- le ordené, pero el sólo sonreía como imbécil.

-Muy claro Montse… pero antes de eso, yo también quiero lamer…- siguió sonriendo y aquello me tomó por sorpresa.

Se suponía que el trato era claro. Yo se la mamaba y como no quería sorpresas también lo bebería. Él eliminaba el video al final. Jamás habíamos hablado sobre él lamiéndome.

-Eso no, acordamos algo distinto…- me molesté, aún en el piso.

-Estas aquí, mamándomela como una diosa. ¿De verdad tocarte un poco es tanto problema?-

-Sí que lo es…- gruñí con su miembro a un par de centímetros de mi rostro.

-Entonces me la has mamado en vano…- respondió, con intenciones de guardarse el falo y subir sus pantalones.

Suspiré y me levanté angustiada, girando el rostro al espejo, accediendo. Entre él y yo había como 10 centímetros de diferencia en la estatura, él más alto.

Él no había especificado qué parte quería lamerme, pero sin duda prefería su lengua en mis pechos que en mi vagina. Ahí, si no me cuidaba, podría penetrarme y el muy idiota no sabía que yo aún era virgen y desde luego, no me convenía que lo supiera, ya que podría ser uno más de los que querían el tesoro.

Empecé a abrir mi camisa, pero él se me adelantó. Me atrapó contra la puerta, frente a frente y se dirigió a mi cuello con sed digna del que deambula en el desierto. Sus manos, rápidas como sus labios, empezaron a tocarme una el pecho y otra directa a mi trasero. El imbécil podría tener 16, pero de novato no tenía nada.

-Oye, te dije que no tenía mucho tiempo…- fue lo único que se me ocurrió decirle, ya a estas alturas estaba envuelta en un remolino de situaciones y sentimientos tanto desagradables como calientes.

De pronto, buscó mis labios. ¿De verdad, besarnos? Una cosa era mamársela como quien lame un helado, pero otra cosa era, bueno, besarnos. Al menos para mí, el beso significaba amor y lo que vivíamos dentro de ese baño era todo menos amor.

Aún así, empezamos a besarnos. Empezó a meterme la lengua mientras a su vez metía su mano bajo mi sostén y me apretaba un seno. La otra mano había logrado meterse entre las medias y ya me agarraba una nalga piel a piel.

Besarme era lo peor que él podía hacerme. Los besos me calentaban sin control, atacaban la parte más sensible de mis emociones y destruía mí muro que evitaba de por sí, lo poco que podía evitar en ese momento.

Mientras mi cuerpo experimentaba asco y lujuria, mi mente estaba muy nublada. Decidí ser sarcástica, en un intento vago de ganar esta batalla de por sí perdida.

-Besas la boca por la que han pasado al menos 15 penes…- le susurré cuando por un momento suspendió el beso.

-Tu besas la boca que se la ha mamado a tu mejor amiga… ¿Daniela, cierto?...- me respondió y sonreí, estúpidamente complacida por su respuesta inteligente. No sabía si eso era verdad, pero a como estaban las cosas, se había acostado con mi mejor amiga sin que yo jamás me enterara.

Bajó a mis pechos, ya desnudos en ese momento y empezó a lamerlos. Se turnaba entre ellos y con la mano libre estimulaba el pezón solitario que no estaba siendo atendido por su boca.

La otra mano ya había bajado mis medias a los muslos, dejando mi culo y vagina mal cubiertas por mi falda que estaba de por si subida.

Mientras todo sucedía, sin darme cuenta, la mano de abajo se había abierto paso desde mis nalgas hasta mis muslos y de ahí a mi vagina y, en un movimiento rápido, intentó penetrarme. Lo aventé con todas mis fuerzas al sentir el inminente dolor en mi vagina.

-¿Qué haces idiota?- le grité.

-¿Eres virgen?- respondió sorprendido y sentí un hilo caliente recorrer la parte desnuda de mi muslo.

“Que no sea sangre, por favor, cualquier cosa menos sangre…”, pensé, angustiada.

-¿Qué más te da eso? Vamos a acabar de una vez…- me molesté, con intenciones de arrodillarme de nuevo, pero él me detuvo.

-Montse, tienes sangre…- parecía preocupado.

Me enfurecí al oírlo. Posiblemente había roto mi hímen, mi virginidad, todo mi esfuerzo al carajo por culpa de ese imbécil.

-Te juro que si me has hecho sangrar te voy a romper las bolas…- perdí el pudor en ese momento, bajando mis medias y abriendo a piernas, intentando ver la sangre, pero al parecer corría detrás de mis muslos.

-Está atrás, a ver, déjame ayudarte…- de pronto, él parecía muy preocupado.

Me llevó al escusado y me pidió colocar las manos sobre el tanque de agua. Subió mi falda y bajó mis medias hasta las pantorrillas. Sí, había logrado colocarme prácticamente empinada y yo no lo hacía consiente porque esperaba que me revisara la vagina. Pobre tonta e inocente con las hormonas en las nubes.

-Sí, hay un poco de sangre…- al fin concluyó. Sentí sus dedos abrirme los labios vaginales.

-Eres un idiota, un idiota ¿me escuchas?-

-Sí, eso ya lo dijiste… trata de tranquilizarte, creo que aún eres virgen…- respondió, como lo haría un doctor, uno de 16 años…

-¿Cómo se ve?... ¿De verdad que no está roto?- respondí, al borde del llanto.

Guardé silencio, culpa de la sorpresa al sentir su lengua lamerme, ahí, justamente mi lugar más privado. ¿Estaba bebiendo mi sangre? Sí, era un cerdo, pero por sorprendente que pareciera, su lengua estaba mitigando el dolor.

¿Cómo había llegado a este punto? Teníamos unos 10 minutos en el baño y ya estaba yo, ahí, cediendo a sus idioteces y él lamía mi intimidad con una estúpida e incoherente buena técnica que un chico de su edad no debía saber.

Su lengua se alejó de mi vagina y llegó a mi culo. No eran lamiditas inocentes, él realmente presionaba su lengua en el orificio que era aún más privado que mi vagina. Me juré no volver besarle la boca esa noche y sin embargo no me quejé. Otros novios ya habían lamido ese lugar, quizá en un intento de sexo anal que jamás lograron y debía admitir que aquello era un placer animal del cual me avergonzaba, pero que disfrutaba.

-No regreses abajo (mi vagina), si ya lamiste arriba (Mi culo)- le pedí, por simple lógica. Él se separó de mi trasero para hablar.

-No te preocupes Montse… sólo la besaré, un beso de despedida…-

Si al menos hubiera tenido la mente un poco menos nublada, hubiera notado que su voz sonaba desde una altura distinta. Él ya no estaba arrodillado para lamerme la vagina y el trasero, él estaba de pie.

Sobre no notar que aquello que rozó mi vagina no eran sus labios, bueno, tampoco puedo culparme ya que jamás había permitido que un hombre colocara la cabeza de su miembro justo en mí entrada. Creía firmemente que una vez ahí, perder la virginidad era ya imposible de detener.

Él me tomó por las caderas y también me tomó completamente por sorpresa. Su pene presionó mi entrada y terminó el trabajo que habían empezado sus dedos. Yo estaba completamente húmeda por todo, por el sexo oral y una excitación que siempre negaré. Todo se conjuntó para que él lograra penetrarme de una sola intención y quizá, mis caderas anchas ayudaron a permitir una penetración entera y con mucho menos dolor de lo que siempre esperé.

Sin embargo sí hubo dolor y eso me alertó. Moví la cadera intentando evitar lo que ya era inevitable y en el corto forcejeo perdí el equilibrio y me caí a medias. Mi cabeza fue a dar a un lado del escusado, empinándome por completo.

A partir de ahí, luché más por sacar el rostro y me olvidé de mis caderas, de mi virginidad perdida, de mi primera vez en el baño de la cafetería donde trabajaba y con el primer pene dentro de mi ser, el de mi primo, el menor que detestaba por siempre querer joderme desde la infancia.

El sexo fue poco, prácticamente olvidé las sensaciones de sus penetraciones dentro de mí por mi premura de recuperar la postura. Recuerdo vagamente sus manos golpeando mis nalgas un par de veces e incluso dejó moretones en mis caderas justo donde sostenía mi cuerpo para que no pudiera escapar.

Quizá 1 minuto, al final su corta edad lo traicionó o había sido la sobre excitación de lograr lo que jamás imaginó. Eyaculó dentro de mí y lo hizo de una manera muy abundante, tanto que esa misma noche tomé una pastilla de emergencia. Sólo algo era peor que haber sido follada por tu primito el más molesto y eso era, quedar embarazada de él.

Sentí por primera vez el placer de una eyaculación interna. Las contracciones del miembro, el temblor de mis piernas, de mis rodillas y después, sentir cómo se escapa el semen de mi ser, recorriendo mis muslos.

Sangré mucho cuando al final lo sacó, usamos papel para limpiar el semen y la sangre e incluso tuve que improvisar una toalla sanitaria de papel, al menos para salir de ese café para jamás regresar.

Una vez pude digerir las emociones, me obligué a responder la pregunta que no me dejaba tranquila. ¿Fue consensuado? Sí, al menos en un 51%, lo que evita sentirme abusada por él, ya que eso ofende mi inteligencia. Después de pensarlo mucho, me di cuenta que me he traicionado a mí misma, que una voz, justo antes de la penetración me dijo ‘Te va a penetrar’ y yo respondí ‘Que lo haga, ya no me importa, estoy caliente’.

El final de esta memoria es él ayudándome a limpiarme y decirme con una sonrisa en el rostro…

-Todo adentro primita, ni una gota en tu cabello…-

Renuncié a ese trabajo porque jamás lo iba a poder ver igual. Y sobre mi relación con mi primo, hubo un segundo round sin sexo en el que le dejé en claro que lo que me había hecho podía traerle terribles consecuencias. Tiempo después hubo más encuentros sexuales con él y una vez probado lo necesario, terminamos por prácticamente ignorarnos el uno al otro, como sucede en la actualidad.

FIN.