Montse, la puta sumida de AmoDoma
De como en un día normal mi vida cambio para siempre, de madura, ama de hogar, amante de mi esposo a convertirme en la puta de sumisa de un hombre.
Ese día, un día normal más en mi aburrida vida de mujer madura, era el cumpleaños de mi marido, por la noche lo íbamos a celebrar en casa con una cena y estaba buscando un regalo para él, sabia sus gustos, leer, maquetas, motos…. Así que iba a ser fácil comprarle el regalo. Iba paseando, mirando escaparates, cuando vi una tienda de ropa de baño y lencería, no la conocía, debía ser nueva, pensé, en el escaparate se mostraban diferentes tipos de bañadores, bikinis y en una zona también lencería fina, bonitos bodys, sujetadores, braguitas, casi todo en color negro y entonces se me encendió una luz, ¿Porque no darle una sorpresa a mi marido y comprarme algo sexi para después de la cena?, la verdad es que nuestra vida sexual, si se le podía llamar vida, estaba prácticamente muerta, él hacia tiempo que tenia problemas de eyaculación precoz e incluso últimamente también de erección, a lo mejor, pensé, un accesorio sexi le viene bien.
Así que entre en la tienda, desde fuera no se apreciaba, pero el interior era muy bonito, con un aspecto clásico, de madera oscura, muy elegante, en el centro había un sillón bajo, como una mesa de centro, pero forrada de lo que parecía un mullido cuero negro y delante de ella un butacón para dos plazas, también del mismo estilo, forrado de negro, con un gran respaldo a juego.
Tras el mostrador no había nadie, desde luego mucha clientela no tienen, pensé, así que llame, y al momento apareció un hombre, ¿un hombre?, no me parecía lo mas adecuado para una tienda de lencería femenina, pero vaya, ademas, tuve que reconocer que no estaba nada, un madurito, sobre los cuarenta, alto, bien parecido.
-Hola, me llamo Alex, ¿en que puedo ayudarla?; pregunto.
Yo estaba un poco cortada de tener que pedirle a un hombre ropa sexi, pero no podía quedar como una mojigata y salir de la tienda solo porque me atendía un hombre, así que allí fui.
-Mire, esta noche es el cumpleaños de mi marido y quería darle una sorpresa con algo de ropa sexi, le dije.
-Esta usted en el lugar adecuado; contesto él
-Tenemos varios modelos que seguro que le gustaran a usted y a él, añadió poniendo una cara picarona.
-Déjeme que la vea para ver que le puedo recomendar; dijo mientras salia de detrás del mostrador.
La verdad es que iba vestida normal, no para que nadie me estuviera mirando y me sentí un poco incomoda mientras aquel hombre me repasaba con la vista.
-Creo que tengo lo que busca, ademas con un tipazo como el suyo seguro que le sienta bien.
Fue a la trastienda y al momento apareció con varias cajas.
- Empiece por este; me dijo mientras sacaba un bonito modelo negro.
Al fondo de la tienda habían dos probadores, los típicos de las tienda con las cortinillas, en este caso de un bonito color violeta, que acababan, en lo que yo calcule, un poco mas arriba de mis rodillas. Me acompaño hasta ellas, abriéndome, muy educado, la cortinilla.
-Si necesita algo, no dude en llamarme, por cierto, no me ha dicho su nombre. Pregunto.
-Me gusta dirigirme a las clientas por él, encuentro que nos da mas confianza.
-Montse, le conteste, me llamo Montse.
Cerré la cortinilla y mire el body, la verdad es que era bonito, como de seda o satén negro, con un pequeño reborde en la zona del pecho.
Empece a quitarme el vestido, aunque pensé, esta cortinilla no da mucha intimidad.
La verdad es que llevaba unas bragas bastante fea, tampoco pensaba estar probándome ropa sexi este día, eran normalitas y grandes, de un feo color carne, bisonte la llaman, vete a tu a saber porque.
Me mire en el espejo y pensé que no estaba nada mal para mi edad.
Me puse el corpiño y la verdad, con esas bragas de vieja no quedaba nada bien.
No sabia que hacer, así pensé en quitármelas para ver como realmente me quedaría esa noche con mi marido.
Estaba con ellas a medio bajar cuando vi que la cortinilla se había abierto ligeramente, podía ver el mostrador desde el probador y me quede helada al ver que el dependiente me estaba mirando con todo el descaro, ni siquiera hizo un amago de disimular que me estaba mirando, al contrario, me mantuvo la mirada fijamente, lo que hizo que yo bajara la miá mirando al suelo y mi coño desnudo a la vista de aquel hombre.
Nunca, a parte de mi ginecólogo, me había visto desnuda otro hombre que no fuera mi marido.
-¿Tienes algún problema? me pregunto.
De golpe había dejado de tratarme de usted y el tono de su voz era imperativo, no deja lugar a dudas, era un hombre acostumbrado a mandar..
- Es que con estas bragas no me queda bien el corpiño. Atine a decirle mientras mantenía la cortinilla abierta y mi coño a la vista de aquel hombre.
-ahora mismo te trago otras, acaba de quitarte esas bragas de vieja. Me dijo, mas bien me ordeno.
En ese momento pensé en vestirme y salir corriendo de aquella tienda, pero me sentía aterrada, humillada y sin voluntad, creo que nunca sabre porque lo hice, pero ahora yo no importa, me sentía obligada a obedecer y así lo hice.
Me las quite y espere “vestida”solo con el sujetador a que aquel hombre volviera con las bragas mas bonitas.
Entonces escuche voces de alguien, nuevos clientes que entraban en la tienda, pensé, voces, alguna risa y después silencio,
-Han marchado, pensé.
Al momento escuche sus pasos al volver, cerré la cortinilla esperando que me pasara las bragas sin abrirlas, pero para mi sorpresa y horror el hombre abrió del todo las mimas pillándome completamente por sorpresa, lleve mis manos a mi pubis con la intención de cubrirme.
El hombre estaba plantado frete a mi mirando de arriba de abajo y yo estaba muerta de vergüenza, no sabia que hacer, me sentía tan expuesta, tan humillada, allí, en un probador desnuda delante de un hombre, de un hombre que por primera vez en mi vida no era mi marido.
-Aquí tienes, me dijo mientras me daba unas bragas tipo coulotte de color negro.
Las cogí y a la vez vi que el hombre se llevaba toda mi ropa del vestuario, vestido y bolso incluidos
El hombre no hizo ningún ademan de salir, se mantenía delante de mi, sin dejar de mirarme.
_A que esperas, me dijo, ponte de una vez las bragas.
Me las puse, mas que nada por estar algo vestida por decir algo.
-No te quedan mal, me dijo, Ahora ponte el corpiño y espera a me venga a por ti.
Yo no sabia que hacer, ya no podía salir de la tienda casi desnuda así que me puse el corpiño.
La verdad es que no me quedaba nada mal, pensé tonta de mi, todavía sintiéndome orgullosa de mi cuerpo.
Entonces el hombre volvió a abrir la cortinilla observando con detenimiento todo mi cuerpo.
El entro en el vestidor y cerrando la cortina detrás de él me dijo las frases que iban a cambiar mi vida para siempre.
-Eres una puta madura, una zorra que esta deseando que se la follen, seguro que el cornudo de tu marido no te da lo que necesitas, verdad?
Unas lagrimas empezaron a empañar a mis ojos, sentía una vergüenza enorme, era tan humillante verme asi delante de aquel hombre.
-De aquí vas a salir follada, continuo, En tus manos esta que sea placentero o no, pero follada saldrás.
-De ahora en adelante me vas a llamar Amodoma y vas a hacer lo que yo te ordene sin rechistar.
-No por favor, suplique, no me haga nada, me iré de la tienda, devuélvame mis cosas y me ire, no se lo diré a nadie, se lo juro. Le decía llorando.
El hombre sin decir nada cogió uno de mis pezones a través de la fina tela del corpiño y empezó a apretarlo.
-¿Como me debes llamar? me pregunto.
-No se, Alex?, le dije, mientras él seguía apretando
-Amodoma, Amodoma, solloce.
-Bien, veo que vas aprendiendo, dijo.
Amodoma abrió la cortinilla y me hizo salir a la tienda y me quede helada, sentados en el butacón había tres hombres, también de mediana edad que me miraban de arriba a abajo con deleite.
-Estos son mis amigos, me dijo Amodoma y hoy vas a ser nuestra puta.
Me arrodille frente a él, para suplicar y también para evitar que aquellos hombres me vieran
-No por favor, solo he estado con mi marido, sollozaba, déjeme marcha Amodoma, suplicaba.
-Aquí no hay suplicas, solo follar, a partir de ahora eres nuestra, levanta, me ordeno.
Me puse de pie muerta de vergüenza, intentaba taparme, pero Amodoma me lo impidio.
-Deja que te veamos, ordeno.
Me sentia tan humillada, pero no podia dejar de obedecer a aquel hombre, asi que puse mi brazos a los lados y deje que me vieran, como una res en el matadero.
-¿Como te llamas? Me pregunto uno de ellos
-Montse, respondí
-A partir de ahora te llamas, puta, la puta de Amodoma, me dijo Amodoma, ¿entendido?
-Si Amo, conteste
-¿Amo que, puta?
-Amodoma, respondí mirando al suelo.
-Bien date la vuelta puta, que te veamos el culo. Ordeno
Así lo hice, fui dándome la vuelta para que los cuatro hombres me pudieran ver bien.
-Ahora desnudate, me ordeno
-No, por favor, se lo ruego, suplique
Solo dijo dos palabras – desnudate, puta- pero fue suficiente para saber que no había opción ni marcha atrás.
Muerta de vergüenza me baje los tirantes y quite el corpiño dejándolo en el suelo, por primera vez en mi vida me veía desnuda un hombre que no fuera mi marido y no era uno, era ante cuatro a los que me estaba mostrando.
Amodoma se acercó a mí y metiendo la mano entre mis piernas pudo comprobar que estaba muy mojada.
-Si lo estás deseando puta, .- Me dijo, mientras me hacia sentar en el butacón
-Estaremos más cómodos, verdad zorra.
Los otros tres hombres estaban sentados en el butacón cómodamente viendo el espectáculo, mi espectáculo para ellos.
Yo me mantenía sentada en el borde, muy discreta con las piernas cerradas. Pero Amodoma me las abrió dejando cada una de ellas a un lado del banco, a horcajadas, quedando abierta de piernas. Los otros e acercaron a mí y me rodearon con sus pollas, yo mantenía los ojos cerrados, llena de vergüenza.
-Abre los ojos puta, que vea lo que tiene a su disposición.- Escuche me decían.
Los abrí, se habían desnudado completamente y mostraban cuatro bonitos penes, todos bien erectos y todos, pensé, más grandes que el de mi marido.
Uno de ellos me cogió la mano y llevándola a su pene me dijo que ya podía empezar, otro lo imito y empecé a masturbarlos poco a poco. En eso era en lo único que tenía experiencia, a veces se lo hacía a mi marido cuando yo tenía la regla o sencillamente no tenía ganas.
Mientras, los otros dos se masturbaban ellos mismos delante de mi cara. Parecía que les gustaba porque los dos hombres iban dando gemidos de placer. Estaba enfrascada en mis masturbaciones, con ganas de que acabaran cuando los dos que estaban “libres” me fueron reclinando sobre el banco hasta que quede completamente estirara sobre él. Estiraron de mis abiertas piernas y me dejaron el culo al borde del mismo.
Sentí entonces como Amodoma frotaba su pene entre mis labios vaginales con clara intención de penetrarme.
-Eso no, por favor.- Suplique, aunque también es verdad que no con demasiado ímpetu.- por favor, no, llore, mientras sentía como el pene iba entrando en mí.
-Póngase un preservativo, -le rogué.- No tomo anticonceptivos.-le dije.
-Sí, te preocupes que ahora mismo voy a la farmacia y compro uno, no te jode.- Le escuche mientras note como sus testículos chocaban contra mi culo.
¿Qué estaba haciendo se preguntaba una parte de mí?, practicando sexo con cuatro desconocidos, en una tienda de lenceria y sin embargo estaba disfrutando, yo que nunca había hecho nada extraordinario con mi marido, que nunca me había acostado con nadie más que él, ahora me entregaba a cuatro hombres que encima no podía negar que estaba disfrutando como nunca.
Me sentía llena, Amodoma que me estaba penetrando tenía un pene grueso, no me parecía muy largo, pero comparado con la que conocía si me parecía gruesa, muy gruesa. Me penetraba hasta el fondo para sacarla de nuevo casi por completo y volver a introducirla hasta el fondo, poco a poco pero sin descanso, además me estaba frotando el clítoris a la vez, me mordía el labio hasta hacerme daño con tal de que no me escucharan gemir, gritar, pero no pude evitarlo y me corrí como nunca me había corrido, tuve un orgasmo animal, mientras yo misma levantaba el culo para sentir aquel pene más dentro de mí, al mismo tiempo uno de los hombres a los que estaba masturbando se corría sobre mis pechos, notaba el calor de su semen resbalándome por mi pecho, cayendo por mi lado.
Note como Amodoma había aumentado el ritmo, se iba a correr, lo notaba y le suplique que no lo hiciera dentro de mí.
-No, por favor, dentro no, dentro nooo, no tomo anticonceptivos- Suplicaba.
Pero al instante note como se corría dentro, la metía y sacaba muy lentamente, sin duda para vaciarse completamente dentro de mí, cuando la saco notaba perfectamente como su semen salía de mi vagina resbalando por mi culo, se había corrido completamente dentro, otra vez, por primera vez en mi vida alguien que no fuera mi marido inundaba mi vagina.
Pero no había acabado todo, me hicieron levantar y entonces si note como resbalaba su semen por el interior de mis muslos, al segundo que estaba masturbando no había conseguido correrse todavía y quedaba el tercero que se había estado masturbando con paciencia, sin duda esperando su turno.
Me hicieron arrodillar delante del banco y ponerme de bruces sobre él, al que había estado masturbando se sentó a horcajadas delante de mi cara y frotaba su pene por mi cara con la intención de que abriera la boca y se la chupara, pero lo que realmente me dio espanto fue sentir como me estaban separando las nalgas y un pene se apoyaba en mi ano, había dos cosas que nunca había hecho con mi marido, dejar que se corriera en mi boca y sexo anal y eso que el llevaba más de 20 años pidiéndomelo.
-Por el culito no, no, nunca me lo ha hecho por ahí.-Suplique otra vez.
-Por el culito dice, mira que es fina la muy puta.- Me decía, esta vez mis suplicas tampoco tuvieron efecto.
Mi marido nunca me lo había hecho por ahí y al no estar relajada apretaba el esfínter, así que el hombre no conseguía metérmela, note que dejaba de apretar y un salivazo cayo en mi ano, al instante un dedo se coló en mi culo, hacia movimientos de rotación para dilatarlo, escuche un nuevo salivazo, pero esta vez se debía estar lubricando el pene, porque no note nada, bueno si, otra vez el pene apuntalado en mi ano, esta vez sí note como me abría y algo se metía en mi culo, por ahora no dolía, pero él, al ver que ya tenía la punta bien colocada, se cogió a mis caderas y empezó a empujar, no lo hacía bruscamente, pero si con insistencia, hasta que note como mi ano se dilataba y su capullo entraba en mí, entonces si dolió, era un dolor agudo, intenso, grite, gran error, el hombre de delante aprovecho mi grito para metérmela en la boca, me sujetaba por la nuca para que no me la sacara de la boca, me la metió tan adentro que pensé que vomitaba, pero el que me la estaba metiendo bien adentro era el de mi ano, parecía que nunca acababa de empujar, hasta que al fin, en medio de un gran dolor, note sus testículos golpear contra mi vagina, pensé que mi tortura había acabado y más cuando note que se retiraba, sacándomela casi por completo, pero repitió la operación esta vez más deprisa, lanzándome contra el pene que tenía en la boca con cada embestida.
El otro me tenía sujeta la cabeza y penetraba mi boca como si la estuviera follando, yo quería pedirle, suplicar otra vez que no se corriera en mi boca, pero no podía articular palabra, las lágrimas caían por mi cara, por el dolor de mi ano, la humillación de estar en esa situación y también por el morbo, por el placer que estaba sintiendo precisamente por estarlo. Así que se corrió en mi boca, ya sé que me repito, pero insisto, no tenía más experiencia que con mi marido, a él nunca le había dejado correrse en mi boca y ahora un desconocido lo estaba haciendo, continuaba agarrándome la cabeza así que no tenía más remedio que escupir su semen y tragarme lo que no podía, además, los empujones del de mi ano continuaban empujándome hasta este y el hombre se corría y corría, nunca había pensado que se podía eyacular tanto y ya tragaba más de lo que escupía, finalmente la saco de mi boca y me la restregó por toda la cara, dejándome llena de su semen, con el culo atravesado por un pene pasándome lo que nunca creí pudiera pasarme, me corrí!!!!, me volví a correr por segunda vez y esta con un pene clavado en mi culo, un pene que continuaba entrando y saliendo de mí, que me hacía daño todavía y yo me estaba corriendo. Ellos se dieron cuenta, era difícil que no lo hicieran claro.
-Vaya cacho de puta, parece que está disfrutando, ¿no?, a lo mejor tiene que venir más a menudo a latienda.- Reían.
El de mi culo todavía aguanto un par de minutos más, no sabía si se notaría cuando se corren en tu culo y vaya si se nota, note el calor de su leche en mis entrañas, mientras él sujeto a mis caderas se acababa de correr, cuando saco su pene de mi note como su semen salía de mi ano, mezclándose con el que todavía salía de mi vagina y corriendo ambos por mis muslos.
Quede estirada sobre el banco, con la leche de todos ellos sobre mi cuerpo, mi culo, mi vagina, mi cara…..
-Bien puta, - me decía Amodoma, mientras yo me mantenía tumbada en el mesa, con las lagrimas corriendo por mis mejillas- has hecho un buen trabajo, ahora te vas a ir a casa, y esta noche te pondrás tu corpiño nuevo para follar con el cornudo de tu marido, pero no te vas a lavar nada, ni el coño de zorra que tienes, ni el culo, ¿lo entiendes? Lo vas a recibir vestida con el corpiño y con nuestra lefa todavía por tu cuerpo. Zorra, seguro que lo disfrutas.
Me ayudo a incorporarme delante de todos, aunque eso ya no me importaba, sentía los grumos de la leche de esos hombre salir de mi coño y mi culo resbalando por mis muslos.
-Toma, ponte esto, - me dijo- vi que me daba el abrigo, el corpiño y unas medias de muslo.
-¿Y el vestido?, no puedo ir así en el metro.
-Veo que todavía no has entendido como debes dirigirte a mi, puta? Así que tendrás un castigo
Lo vi coger unas tijeras del mostrador y uno a uno corto todos los botones de mi abrigo.
-Mi puta va como yo quiera vestida, ¿entiendes puta, puta de Amodoma? Me dijo mientras me tiraba el abrigo.
Me vestí delante de los cuatro y me resulto igualmente humillante hacerlo y me puse el abrigo, era bastante corto y a poco que me moviera dejaban ver toda mi pierna al descubierto.
-Espero que disfrute con su marido señora, me dijo, a sido un placer atenderla, esperamos que vuelva pronto.
Salí corriendo y me fui a casa en taxi, cuando llegue pensé en quitarme toda aquella maldita ropa, quemarla, ducharme, pero no lo hice, espere a mi marido como me habían dicho, sucia de la lefa de aquellos cuatro hombres.
Mi marido quedo sorprendido cuando me vio, nunca me había puesto algo así para él, cenamos así y cuando fuimos a la cama él se corrió casi sin tocarme, dejándome, como siempre, con las ganas.