Monster (5)

Pensando si seguir contando esta historia.... Alicia vuelve más real que nunca.

¿No crees que sea inquietante?, has vuelto a mí, para seguir escuchando mi historia. ¿Por qué?, ¿aun no te he contado demasiado, aun no quieres vomitar?, ¿Qué pasa contigo? ¿Por qué vuelves?

No cabe duda, somos más de los que piensan las personas, habitamos su mundo, ideando cosas, haciendo cosas, y maldiciendo cosas. Habitamos su mundo y lo infestamos de porquería. En el fondo nos odian, tanto o quizá más de lo que nos odiamos nosotros, pero aun así les movemos esa inquietante curiosidad, la misma que los sacó del paraíso. La misma que ha provocado tanta muerte.

Si… los monstruos habitamos su mundo, convivimos con ustedes, les mostramos cosas que jamás imaginaron. Navegamos en el rio que separa la histeria con la locura. Somos parte de ambas, algo tan humano, tan diabólico, tan insano. Monstruo. Una palabra divertida y tan… interesante.

¿Por qué vuelves? Ya entiendo, supiste del destino que me espera y quieres saber mi historia, lo que pueda contarte, lo que puedas escribir. Deberías tener miedo de ti mismo, no de mí. Todo aquel que siga mi historia les digo eso: teman de ustedes… no de mí.

¿Estas seguro?, te doy la oportunidad de irte y dejarme morir en mi abismo… ¡oh! Si ella estuviera aquí, acariciándome el cabello. Que distinto sería… si pudiera olvidar todo menos a ella, si pudiera volver a ese tiempo… ¿Qué seria de mi?

MONSTER V

Estaba sentada, mirándome con una de sus miradas, sonriéndome con una de sus sonrisas. Su cabello rizado, castaño cayendo graciosamente por sus hombros, su boca delgada y fina y su hoyuelo, ese que tanto me gustaba ver, aquel que había soñado tantas veces. Su vestido azul, que le caía hasta las rodillas, con toques blancos y amarillos. Todo junto. Alicia sentada en el escritorio, sonriéndome, mirándome.

Me acerqué lentamente, quité la bendita silla que había empezado todo y la tomé de la cintura. Nos miramos, ella sorpresiva me veía, miraba a veces mis manos acariciando su cinto, a veces mis ojos que recorrían su cabello y su cara… mi mano derecha comenzó a bajar hasta su rodilla, se metió entre el vestido y sentí por vez primera esa suave piel, delicada y pura. Esa piel que contrastaba con la mía, oscura, fría. Mi otra mano bajó. Sus ojos preguntaron qué hacía al tiempo que mis labios se acercaban a su cuello, aspiré su fragancia a frutas, mis manos se quitaban el nerviosismo bajo la tela azul y cada vez eran más descaradas y juguetonas. Lentamente, quedé a la altura de su cara. Sus ojos me veían con susto, sonreí y ella también lo hizo tímidamente. Murmuré algo y ella asintió, ya lo sabía, pero debía decírselo otra vez: NUNCA LA DAÑARIA. Separé sus piernas y me coloqué justamente en la entrada, su vestido se arremangó un poco dejando a mis vista mucho más piel que antes. Pero eso era para después. Cerré los ojos y aspiré más de ella y me acerqué a sus labios, sentí entonces su respiración, cálida y dulce. Llena de nerviosismo y entonces mis labios tocaron a los suyos en un primer beso tan infantil e inocente como lo era ella. Sentí un roce, su mano me acariciaba la oreja, mi sien y mi cabello. Nuestros labios seguían juntos, mis manos seguían acariciándola y abrí los ojos para ver sus párpados, cerrados, con un mechón de cabello intruso, tan perfecto

La besé tanto... sus mejillas… su barbilla… su frente… sus ojos… su cuello… y todo. Mis manos entonces pasaron a la acción, pues dueñas de toda la extensión de sus piernas quitaban delicadamente la única prenda que me separaba de aquella piel llena de secretos. Y cayó, mis manos tocaban su pequeño monte como le llamarían algunos, y que para mi es más apropiado. Comencé a arrodillarme para quedar a la altura.

Besé sus rodillas, la miraba y podía ver como me miraba con curiosidad y miedo, sería mentira decir que no hubo miedo. Lo desconocido siempre es una mezcla de eso, comencé a subir lentamente, besando cada centímetro, cada parte de su piel perfecta, su vestido era mi compañero, mi confidente, ahora los dos sabíamos lo que se sentía estar en esa posición. Poco a poco ella cerró los ojos y comenzó a suspirar, mis manos se adueñaron de sus glúteos, de forma natural, nada brusca, ¡eso rompería toda la magia! Miré su pequeña vagina, si daba este paso ya no podría volver atrás.

Todo era igual, con un roce de mis labios que provocó un choque eléctrico en ella, después un beso más prolongado y tímido, que iba tomando confianza con el tiempo, después una caricia más íntima, más particular, hasta por fin pasar al momento de la entrega total. La saboreaba, era mía esos instantes y ella comenzaba a sufrir horcajadas de placer, que yo motivaba y aumentaba, ella se empezaba a mostrar por vez primera la mujer o mejor dicho, la hermosa criatura que era, la verdadera forma de su alma, por que sólo al hacer el amor es cuando las almas están a flor de piel y terminan controlando las acciones de cada uno, sólo en ese fugaz y eterno momento es cuando estamos más cerca de convertirnos en Dioses, y eso era ella para mí, una Diosa que se mostraba danzando entre las flores, una Diosa en éxtasis que tomaba su lugar dentro de mi alma… mi Diosa. Una Diosa que gritaba y gemía por primera vez

Otra vez de frente, ella sonriéndome confidente, mirándome con sorpresa y con nerviosismo, tocándome el pecho como seguramente veía en las películas, tocándome la cara y el cabello (ese roce que me encantaba, que me hacía volar), y después, otro beso, más maduro, más adulto pero igualmente limpio, y más caricias mías. Un abrazo y un sentir más claro… todo tomando forma por primera vez, todo el miedo alejándose por primera vez, todo por primera vez… por primera vez

La acosté y me deslicé entre ella, besándola, la tenía por fin desnuda, por fin completa, aunque creo que siempre fue así, la tenía para mí. Me desnudé frente a ella y nos fundimos en un nuevo abrazo, en una nueva existencia, y entonces fue cuando lo supe… y acabó la magia

Me ardían los ojos, la luz potente de aquella mañana de abril dieron por terminado mi sueño de una forma un tanto brusca, pero lo sabía en un momento, sabía que era un sueño, y en esa conciencia todo se había desvanecido, si tan sólo hubiera dormido lejos de la ventana, pero no había espacio, Rodrigo y Mauricio en la cama, Fernando y Ulises en el suelo, arrinconados, y el único espacio restante era para mí. Entonces todo fue haciéndose claro.

Había dejado de asistir a la iglesia, después de aquella tarde de "enseñanza" preferí no acudir más, pasó una semana y supe que el pequeño Jaime también había hecho lo propio, los dos nos liberamos de nuestro infierno, y todo caminaba bien, y pasó otra semana volando, entre mis labores escolares y el mantenimiento de mi casa, la ausencia de mi padre me permitía libertades que otros envidiarían, pero también responsabilidades, un joven de 15 años haciéndose cargo de si mismo, con la preparatoria encima, exámenes y toda esa bisutería social que los hombre se inventan para estar ocupados (y ahora más que nunca, quería estar ocupado para no pensar y sentirme igual de monstruo que ese maldito), y entonces me encontré con Rodrigo, que me abrazó efusivamente y me invitó a otra noche de "juerga" juvenil, y al no tener que hacer (o un pretexto que decir), acepté.

Y entonces estaba aquí nuevamente, en el génesis de todo, pensando que hacer tan temprano, pues sabía que ellos tardarían en despertarse en mucho rato, así que me acosté y pensé en mi sueño. Un sueño nítido y demasiado… lindo, una expresión de mis sentimientos y sensaciones, porque ahora lo sabía, amaba a la pequeña Alicia, de alguna extraña forma se había impregnado en mi alma (sonreí ante mis términos y eché culpa a la literatura), la amaba, y era la primera vez que tenía esa sensación, un ir y venir de emociones tan extraño, tan ajenos a mí y que sin embargo me preguntaba que si eso era lo que les sucedía a todos cuando se enamoraban, ¿ es tan complejo el amor?, los demás demostraban su afecto a la chica, la invitaban a salir y después de coger un rato estaban como reyes pavoneándose ante el grupo… ¿eso era amar? ¿Acaso era que yo no sabía amar?, era posible, nadie de mi edad se enamoraba de niñas de 10 años o al menos nadie que conociera, ¿los monstruos saben amar...? no sabía las respuestas a tantas preguntas, me sentía tan solo y tan confundido, en la actualidad no estoy confundido.

No quería pensar más, así que después de refrescarme en el baño bajé a la cocina a tomar un desayuno (Rodrigo siempre me decía que podía hacerlo). Miré el refrigerador y al sacar la leche y cerrarlo apareció frente a mí como un fantasma.

  • Alicia… ¿Qué haces aquí?
  • Es mi casa tonto - contestó sonriéndome y mirándome divertida - perdón - dijo al acto
  • Si… que tonto
  • ¿vas a desayunar?
  • Eso pretendo
  • ¿te puedo acompañar?

La miré en silencio unos segundos, con su piyama rosa y con la energía que las niñas de su edad a esa hora tienen, una sensación horrible pasó por mi espalda porque sabía que el lapso de tiempo que estaríamos solos sería mucho

  • ¿entonces? – me miró preocupada
  • Claro – dije agitando la leche ante ella y obligándome a sonreír (debió haber sido mueca)
  • ¿Qué vas a hacer?
  • Choco-milk –
  • ¿y...?
  • ¿y, qué?
  • ¿qué más?
  • Nada más
  • Mmmmm, sabes hacer hot cakes –
  • Este… si – de hecho no lo sabía, no me gustaban pero no iba a quedar mal, eso me lo decía mi mente
  • ¿te gustan?
  • Si… mucho – agregué mintiendo y sonriendo al saberlo
  • Que bien, que te parece que yo hago el licuado y tu los hot cakes
  • Este… bueno

Comenzamos a trabajar, tomé la caja del polvo y vi las instrucciones que había, realmente era fácil y que francamente podía hacerme el experto por un rato, recordé las ocasiones que Rodrigo había hecho la masa (de hecho yo era el estúpido que batía sin cansancio) y cuando la observé al final pude ver que no había sido tan tarado, de repente escuché la licuadora y la vi, concentrada en lo que hacía en una tarea que yo juzgué muy fácil, por un momento me volteó a ver y me sonrió con una de sus sonrisas… y mi corazón se contrajo cuando lo observé.

Que complicación fue la estufa, pues el primero me quedó como un mapa tan deforme que reí al observarlo, y ella se unió a mi risa ante esa aventura que habíamos emprendido, se burlaba de mi hazaña y yo también, ¿Qué más podría hacer?, los siguiente fueron más sensatos y ya al quinto le agarré el truco y salió tan perfecto que incluso ella me felicitó (y apartó con una rápida arremetida de su mano y plato), unos minutos después tenía una poderosa montaña de panecitos horneados, mientras ella ya había terminado con la mesa, con los manteles, los vasos, los platos (y mi perfecto hot cake) y un pequeño dulce que pude ver en un costado de mi lugar. Nos sentamos y nos pusimos a comer.

  • Ya no habías venido – dijo después de un rato
  • No tengo mucho tiempo, a veces tengo tantas cosas que hacer que no me rinde el día- la vi asentir
  • Te he visto en la iglesia
  • Ah – fue mi respuesta inteligente ante algo que no me esperaba
  • Pero hace dos domingos no
  • Ah –
  • ¿Por qué?
  • Pues… no tengo tiempo
  • Parecías muy triste… siempre pareces estar triste
  • Yo… - la miré de forma distinta, nadie me había dicho algo así, era obvio que me observaba y no sólo eso, interpretaba mis acciones, mis miradas
  • No me gusta que hagas eso… ¿Por qué estás triste?

Un aura madura se apoderó de ella y me mostró parte de su personalidad que de verdad desconocía, ¿una niña de 10 años piensa así? ¿Cómo era posible? ¿Qué debía contestar?

  • ¿te sientes solo? – la miré en silencio, era cierto, cada vez me sentía tan solo, pensé que quizás siguiera soñando y esa platica era con mi subconsciente, que después de un tiempo quería hacerse oír
  • De hecho estoy solo
  • Si… mi mamá cuando habla de ti siempre dice que tu papá hace mal dejándote solo tanto tiempo, dice que las personas solas siempre terminan pensando cosas que no deberían pensar. Siempre nos dice que cuando te veamos te invitemos a comer o algo, pero siempre te desapareces y nunca sabemos dónde estas
  • ¿Tu mamá habla de mí?
  • Te quiere mucho, mi hermano también… yo también (dijo detectando un pequeño rubor en sus mejillas)
  • No sabía eso
  • Cuando te sientas solo deberías venir con nosotros, cuando te sientas triste deberías venir a vernos
  • No pareces una niña de 10 años
  • Casi once – dijo haciendo un pequeño gesto de incomodidad – y es cierto, soy una niña, pero eso no significa que no vea a las personas y me pregunte porque están tristes o alegres… los adultos siempre creen que no podemos querer o amar, pero los niños sabemos amar, sabemos odiar, sabemos ser crueles y también lindos… los adultos son tontos al no darse cuenta.

Un nuevo silencio se apoderó de la escena, ella comía lentamente sus panecillos y de vez en vez daba un sorbo a su leche, mientras yo la observaba pensando en esas extrañas palabras que Alicia me había dicho. Y es cierto, más adelante pude comprobar las palabras que ella me decía, de cómo los adultos subestimamos los sentimientos de los niños, e incluso comencé a valorar cada palabra que de ellos emanaba, no espero que me creas, o que me crean aquellos que te lean, de hecho esto lo se porque lo viví, pero los reto, acérquense a un niño y pregunte sobre la vida, y ellos responderán cosas tan sabias, a veces simples, pero en esa simpleza radican muchas respuestas.

Y ahí estaba Alicia conmigo, haciéndome pensar. De repente nos quedamos mirando un rato sin hacer nada, sólo observándonos, hablando con la mirada, dejando que nuestros miedos se fueran y que quedáramos por fin solos, una sensación maravillosa de paz, un paraíso dedicado a algunos.

  • Te quiero mucho Alicia, eres una niña muy bonita, linda y madura, me sorprendes cada vez más
  • Gra…cias – dijo sonriendo tímidamente
  • Si, he estado triste, pero quiero ya no estarlo
  • Entonces ¿vendrás más seguido a verme?
  • ¿a verte? – dije sonriendo extrañado
  • A vernos… perdón – dijo poniéndose roja de forma que era imposible que no me diera cuenta
  • Trataré de venir a verte más seguido
  • ¿vendrás a mi cumpleaños?
  • Claro, ¿Cuándo es?
  • El 24 de abril
  • Ya en dos semana. ¡excelente!, marcaré en mi memoria esa fecha para siempre
  • ¿me prometes algo? – dijo poniéndose seria.
  • ¿Qué?
  • Primero di que lo prometes
  • Lo prometo
  • Cuando te sientas triste ¿vendrás a verme?

Sonreímos los dos en un acto confidente, en un acto de amantes infantiles, en un extraño contrato entre un demonio y un ángel

  • Lo haré con una condición Alicia
  • ¿Cuál es tu condición Caín?
  • Dijiste mi nombre…- dije sorprendido y horrorizado ante el hecho, pues nadie se atrevía a hacerlo- ¿Por qué?
  • ¿es tu nombre no?
  • Pero la gente no lo dice
  • La gente es tonta, he leído la historia de Caín y Abel, y que tú te llames Caín no significa que seas un demonio ¿verdad?
  • Pero
  • Mira, déjame decirte como quiera, eres Caín, mi Caín, y dime ¿Cuál es tu condición para que vengas cuando te sientas triste?
  • Eres una niña rara – sonrió al instante
  • De hecho en la escuela nadie se junta conmigo, dicen que soy rara
  • La condición es que cuando tu te sientas triste también acudas a mí

Me miró en silencio… parecía pensar si debía decir lo siguiente:

  • ¿te acuerdas la noche que me viste espiándolos?
  • Si… lo recuerdo
  • Aquella vez estaba asustada, además de lastimada, pero tú estuviste conmigo, me protegiste, y estuve pensando mucho en ti, después estaba triste porque ya no venías, pensé que era por mi culpa. Intenté buscarte, fui a tu casa muchas veces, siempre estaba vacía cada vez me sentía peor
  • ¿fuiste a mi casa?
  • Lo hago siempre, cada vez que me asusto, cuando mi mamá me regaña, cuando mi papá no está, cuando mi hermano me dice cosas feas, cuando quiero estar junto a ti… cuando me siento triste voy a tu casa, y he aprendido a entrar en ella, me acuesto en tu cama, me duermo, leo tus libros, veo tus fotos… y entonces me siento muy contenta
  • Alicia… ¿Cómo….?
  • Déjame acabar… ¡por favor!, se que soy una niña para ti, se que tal vez ni siquiera existo para ti, pero yo me siento bien cuando estoy en tu casa, cuando estoy contigo… cada vez que estoy triste… acudo a ti
  • ¿Quién eres Alicia?

La miré con miedo y a la vez con un profundo respeto, los sentimientos tan complejos que me mostraba me hacía entrever a una mujer impresionante, a la mujer que había idealizado, la mujer que debía amar, y entonces el mundo tomó una forma extraña, ella ¿me amaba?, ¿acaso compartíamos un mismo sentimiento?, pero mientras ella me había buscado, yo cobardemente había huido.

Me acerqué a ella, y sin decir nada pegué mis labios a los suyos, aspiré la fragancia que había soñado, pero ahora era distinto, era real, era para mí, para nosotros ese momento, al abrir los ojos miré sus párpados, después también abrió los ojos y lagrimas comenzaron a aparecer de nosotros, lágrimas resbalando y confundiéndose al final del camino, y el beso prolongado se volvió un instante.

  • No eres una niña para mi, no eres algo inexistente – la tomé de las manos, aspiré hondo, pues esa iba ser la primera vez que iba a decirlo – de hecho me gustas, te quiero y creo que he empezado a amarte, te amo, y te quiero sólo para mi, pero tengo miedo Alicia, tienes 10… bueno casi 11 – dije sonriendo ante su gesto – y yo no soy un niño, y tengo miedo de dañarte, de lastimarte
  • Pero
  • Déjame terminar ahora a mi linda
  • Esta bien
  • He visto cosas malas, cosas terribles, y son cosas que una niña como tu, madura en extremo, pero aun niña, no debería de ver, de hecho deberías estar alejadas de todas esas monstruosidadades, y yo soy eso, un demonio, un monstruo, una criatura que trata cada día de no lastimar, que está destinada a estar sola, que no puede darse el lujo de acercarse a una pequeña Alicia, de
  • Cállate
  • Alicia...
  • ¡CALLATE!

Un nuevo beso, más adulto, más cálido, más prolongado.

  • No te tengo miedo Caín
  • No digas mi nombre, está maldito
  • Me vale madres… me importa poco lo que la puta gente piense.
  • Alicia
  • Cállate – y me abrazó con fuera – no, nunca me dañarías, no, nunca. Yo te quiero, tu me quieres ¿no es fácil?

RAPE ME

Todo pasó tan rápido, la cargué ante la mirada extrañada, y deje de luchar, ahora era el momento de entregarme, de mostrarle mi naturaleza. La llevé a su cuarto, la desnudé ante su sonrisa, aquella que aún me taladraba el corazón, me observó cada segundo, hasta que cerró los ojos y se dejó hacer.

El delirio comenzó, la besé, cada centímetro, los dedos de los pies, sus tobillos, sus rodillas y sus piernas, saboree cada pliegue de su monte, mi lengua no se cansaba de vaciar todos los instintos tan bien guardados en ella, comenzaron sus jadeos, comenzaron sus gemidos y entonces ya no paré, no pensé, me puse a su altura, y todo el amor, toda la lujuria, toda la tardanza y la lectura que me habían alimentado tomaron la forma correspondiente, abrí sus labios y mi lengua se fusionó con la suya, mis manos acariciaban su pelo, sus nalgas, su espalda y piernas, nada podría detenerme, me desnudé y puse mi miembro en la entrada de su vagina, sentí sus manos en mi pecho, y cuando descargué toda mi fuerza en ella sus uñas se adhirieron a mi piel, mientras su garganta emitía un fuerte grito, había sentido esa barrera que pensé imaginaria, sus ojos me habían visto cuando entré, ahora me miraban llorosos y a cada embestida ella se quejaba, pero no paraba, ella era mía, ella ahora era mía, me miraba y de repente sentí sus piernas rodear mi cintura y apretarme hacia ella, sentí como se movía haciendo cada vez más profunda la entrada, estaba ardiendo, sentía el líquido que sabía era su sangre y el placer vino a mi mente y a mi cuerpo en convulsiones intermitentes, mientras ella también sufría su propio placer doblando su espalda, más húmedo se sentía estar dentro de ella, más intenso y cálido, más paraíso, y entonces intensifiqué mis embestidas al tiempo que nos besábamos son fiereza, ella de repente mordió mis brazos con fuerza inaudita, lo que me motivó a ponerla encima mío y dejar que ella misma hiciera ahora lo que quisiera conmigo, me cabalgaba con fuerza, me besaba y jalaba mis cabellos, gemía con tanta fuerza y yo la miraba, convertida en mi amante, convertida en mi mujer, la besé apasionadamente nuevamente mientras la sentías subir y bajar, y el clímax nos llegó al mismo tiempo jadeando y gritando… entonces me derramé en ella

Respiramos en la misma posición, sentía su sudor junto al mío, sentía su calor y su piel, ella sobre mi, en un placer y tranquilidad que no puedo describir, sentía su respiración entrecortada, sentía su aroma ahora fusionado con el mío, el olor a sexo, todo ello en conjunto, había soñado el preludio, y mi sangre había sido la que me había guiado

  • ¿estás bien?
  • Si… - dijo susurrándome con su dulce voz
  • Te amo Alicia –
  • Yo también… Caín
  • Siento mucho
  • Aun te siento dentro de mi
  • Aun estoy dentro de ti
  • Es una sensación agradable, al principio me dolió, pero después se volvió tan genial… tan bonito, y ahora se siente tan bien
  • Si… se siente tan bien estar dentro de ti
  • ¿esto es hacer el amor?
  • Creo que si
  • Leí que era doloroso, pero el dolor vale la pena
  • ¿nos habrán oído?
  • No me importa
  • A mi tampoco

Permanecimos callados unos minutos más, sentí como poco a poco me retiraba de su interior, ella me abrazaba como tratando de que se prolongara el momento