Monster (4)
Hay razones para convertirse en un monstruo.
MONSTER
IV
Lo tomó de los brazos con lentitud, procurando con marcada alevosía que todo el proceso fuera asimilado por mi mente, con la intención de que cada detalle, cada arruga en la ropa y en las sabanas que se fueran generando, cada gesto y cada mirada fueran haciendo brecha en mi cerebro. Y yo estaba ahí, observando con franca curiosidad lo que sería el primer acto sexual que vería en mi vida, y que además tenía el "plus" de ser uno de esos actos que había leído por docenas en los meses anteriores: una violación.
Había leído sobre el dolor que causa un acto tan bestial como ese, recordando pedazos de historias, mi mente trabajando a marchas forzadas. Algo horrendo iba a pasar, y yo, ahora, en ese instante, iba a ser el principal espectador.
Lo tomó y lo puso bocabajo. Con violencia bajó el pantalón arañando un poco la aún suave piel de Jaime, su trusa corrió el mismo destino y de forma tan simple, su culo quedó al aire. Juan cerró los ojos y murmuró algo que parecía una oración, se llevó sus dedos a la boca y los ensalivó un poco. Abrió los ojos y dirigió los dardos al pequeño orificio, que pude percibir rojo por el uso que ya se le había dado. Los colocó en la entrada y volteó a verme, analizando mis facciones, sonrió como deben de sonreír dos socios, o tal vez como un científico que le muestra a su colega algo que ha descubierto y que suele ser una ley que siempre estuvo frente a todos. Pude ver la acción completa: mis ojos se dilataron para absorber el segundo exacto en el cual los dedos iban abriéndose paso por el conducto, el cuerpo de Jaime se tensó, abrió la boca y soltó un alarido que parecía venir del infierno. Mi mente se dejo impresionar y di un respingo al oír como se iba abriendo...
La rodilla de Juan presionó la espalda del pequeño para mantenerlo inmovilizado, sus dedos entraban y salían de una forma vertiginosa, sus piernas pataleaban en un intento fútil de zafarse, mientras de su boca salían gritos que de repente eran afónicos y que auguraban el principio del tormento. Los invasores no paraban mientras se oían jadeos mezclados con los gritos. Prontamente los dardos fueron manchados de sangre, rasgando las paredes anales y haciendo que el pequeño sufriera una convulsión de dolor. De esas que cuentan los padres que existen en el infierno. Jaime parecía quemarse, parecía que las llamas le lamían el cuerpo ocasionándole algo insoportable, algo que los gritos no podían mantener, y que las lágrimas no podían nunca cargar. Expiándose.
Juan tomó aliento, sudaba sentado en la cama recuperándose de su apenas intenso trabajo. Jaime seguía bocabajo gimoteando y lanzando lágrimas, un hilillo de sangre resbalaba por su pierna derecha hasta perderse en sus calcetines.
- No hay mayor don que este
- Ahora resulta que meter dedos en culos en un don
- Jajajaja, francamente eres terco- me miraba sonriendo, con satisfacción, como un maestro cuando el niño aprende a sumar y lo demuestra
- Se le ve satisfecho-dije simplemente
- Pues te diré que aun no acabo, Jaime debe expiar todo el pecado que tiene
Miré al pequeño por un instante, y me di cuenta que no sabía el porque estaba en esa situación, ¿Qué secreto, lo suficientemente penoso para el pequeño, había sido revelado al Padre?, porque hablaba de reparación a un niño ¿parecía que la expiación que ejercía este maldito personaje era una que se merecía un violador de esos que había leído, que se encargaban de arruinar la vida de pequeñas personas? ¿Qué hiciste Jaime, que hiso que este infeliz te pudiera controlar?
- Siempre me has parecido más inteligente que los de tu edad
- ¿es una pregunta?
- No, es una afirmación- volví a verlo
- Y eso que
- Significa que has hecho algo, algo distinto a las bestias de tus amigos
- Nada particular. Sólo he leído cosas, investigado cosas
- Vaya, son formas no muy comunes en nuestros días. Los muchachos de ahora sólo se preocupan por coger y ya
- Si, son personas patéticas que habitan nuestro mundo, ¿pero, que podemos hacer?, se debe convivir con ellas, aceptar su simplicidad, su puta monotonía. Que sepamos que hay gente que estorba no significa que vayamos por ahí matándola
- Jajajajaja, vaya, vaya contigo.
- ¿Qué hizo?, ¿Qué hizo este mocoso para merecer esto?
- ¿te preocupa?, vaya, pero si el es una de esas mentecillas patéticas de las que hablas
- Sólo quiero entender que le causa tanta vergüenza como para aceptar lo que el demonio le hace
Me miró con dureza, había percibido que la palabra demonio le había afectado y ante esa pequeña pista sonreí para mi mismo, sabiendo la forma de enojarlo.
- El se parece a ti, aunque podríamos decir que lo que siente raya más en la vagamente sensato
- ¡mamadas!, jejeje,
- Una noche perlada, hace no mucho, sintió la calentura normal de un pequeño de su edad, su madre no estaba, su padre, como sabrás los dejó a su suerte hace tiempo, y el tomo su miembro y lo comenzó a frotar
- Así que los pecados bajan en intensidad, ahora el simple hecho de jalarse el ganso merece una violación.
- Jajaja, no he acabado. Como dije, nadie estaba en casa. Excepto su hermana, que el usó sin ninguna compasión esa noche. La obligó a chupársela y después la penetró rompiendo su virginidad para siempre.
- Creo entender que el incesto entre hermanos es bastante común
- Algo cierto, pero lo interesante de la situación es que el sintió culpa. En estos tiempos esa cualidad también va en decadencia. Pero el vino a mí, y el sabe que esto es su pago a lo que el hiso.
- Así que violó a su hermana y ahora usted lo viola. Leí en alguna parte sobre la otra mejilla
- ¿Eso significa que le tengo que decir a su madre que tenga otra hija para que el la viole, para así estar a mano?
- De acuerdo, entiendo.
- Así que su hermana de 9 años fue violada, y eso es lo que lo hace parecerse a ti, esa filia tan monstruosa que los dos compartes
Lo miré en silencio un momento. La revelación de las acciones de aquel niño de doce años me hizo pensar en lo inquietante de la situación. Ahora, sin embargo, en un acto cínico aquel padre se volvía moralista. Jaime estaba inmóvil, atento a lo que escuchaba, supongo que analizando igual que yo y aceptando su penitencia.
- No Jaime no lo hizo a propósito
- ¿Qué quieres decir?
- Que yo he visto a Jaime estar con su hermana. Protegiéndola, siendo más padre que cualquier otra persona. Jaime no lo hizo a propósito, sólo no pensó en las consecuencias y eso es todo. No puede juzgarlo de esa manera.
- Es interesante lo que dices. Sin embargo, ¿acaso los actos que van acompañados de falta de lucidez no son los que terminan marcando vidas? ¿dices que debo de perdonar algo que tal vez el no pensó, pero que si lo deseó?
- El esta arrepentido. ¿acaso ese no es el principal requisito que pide su salvador?
- Jajajajajaja. ¿y que se gana con eso?, en el futuro puede volver a hacerlo. Y eso no se debe permitir.
- Va en contra de sus propias escrituras
- No. Son mal entendidas. El crujir de dientes es este momento, es cada día. Todos, cada día que pasa estamos en un juicio con una espada de dos filos. En un crujir de dientes. en un constante pecar y pagar.
- Eso va en contra
- ¡no!, un ave maría no sirve de nada, mil padres nuestros tampoco. Se debe sufrir un daño igual al hecho
- Eso no dice su biblia
- ¡a la chingada la puta Biblia!, todo acto trae sus consecuencias. Se debe pagar en esta tierra, se debe escarmentar y aprender.
Con brusquedad se acercó al niño, se bajó los pantalones y de un solo empujón lo penetró hasta chocar con sus glúteos. Jaime ante la sorpresa dio un grito de muerte y una nueva cascada de lágrimas resbaló por sus mejillas.
-¡así te gusta cabrón!, ¿verdad?, ¡toma! ¡Toma! ¡Te lo mereces! ¡Te jodiste a
La putita de tu hermana y esto te mereces!
Las embestidas iban en aumento. Las convulsiones volvieron al pequeño cuerpo ultrajado, la violencia con la que se movía parecía de otro mundo. Y el éxtasis del sacerdote traspaso las fronteras físicas, pues en pleno acto cerró los ojos y lanzó una oración al aire:
- ¡padre nuestro, que estas en los cielos, santificado sea tu nombre !
Algo sobrenatural y nauseabundo me recorrió la espalda. Mis cabellos se erizaron, mis piernas flaquearon y mi mente fue perforada por aquel canto bíblico y por un grito que desgarró mi aparente seguridad:
- ¡Dios!- gritó el niño de repente- ¡perdóname diosito, perdóname. Pero has que pare. Ya no lo dejes. Me duele! Ya no aguanto
- ¡danos hoy nuestro pan de cada día!
- ¡aaaaghhh!, ¡dios, por fav aagh!
- ¡perdona nuestras ofensas como también!
¡plof!, el vomito cayó de forma irreparable de mi boca. Vomité hasta quedarme vacio ante tal escena. Asco. Horror. Miles de manifestaciones infernales recorrieron mi mente. Y el vomito viscoso y asqueroso era partícipe de ese infierno. No podía resistirlo. Tenía que ayudar al pobre niño. Intenté acercarme a pesar del vértigo y de que las piernas no me respondían. Temía mirar más y convertirme en algo que no quería. Temía mirar más y comprender que yo era un monstruo igual. Que había deseado por meses un acto tal vez no tan bestial, pero igual de obsceno y asqueroso. Un acto venido de las profundidades. La quimera que yo había alimentado recibía una lección de que tan bajo podía llegar. Como cuando se topa con un drogadicto que ya está en las últimas.
Lo intentaba poco a poco. Escuchando el sonido de entrada y salida. El sonido de los golpes a los glúteos del pequeño y en un acto de bravata infantil levanté los ojos para encontrarme otra vez con el demonio
Las embestidas eran fuertes. El miembro se deslizaba ya sin dificultad y alcancé a ver un gran hilillo de sangre que resbalaba en las piernas de ambos. Sin embargo. Las piernas del sacerdote eran distintas. Llenas de cicatrices y golpes, pero no sólo eso. Su pene también tenía cicatrices ahora abiertas por la fricción, emanando sustancia roja y amarilla. Levanté la mirada Juan y lo vi con la cara crispada de dolor. Cada embestida era un tormento para él. Cada parte de su cuerpo que podía ver tenía llagas. El simple acto de caminar debería ser doloroso para él.
Juan estaba en carne viva. Sufriendo y otorgando sufrimiento expiándose también.
- Y líbranos de todo mal ¡amén!
Por: Neecros