Monólogo lúbrico

En el momento de nuestra jodienda, le comunico a ella, las sensaciones placenteras que percibe mi cuerpo, a través de su piel y su sexo.

LUBRICA

Ante tu cuerpo, que me ofreces tierna, recostado en la cama dulcemente, evitar que se me pare no es posible, esta verga, que por ti, bate furiosa.

Miro absorto, escondido entre tus piernas, la dulce gruta sonrosada de tu hermosa vagina rebañada, y una nube de placer anticipado se diluye en mi mente, como algo que se quiere transformar en fantasía.

Mi verga, sedienta de impregnarse con los jugos de ese manantial tan delicioso, se me pone tan dura como el hierro, y un dolor atenaza mis testículos, que se hinchan con la leche contenida.

¡Dolor y placer en conjunción se mezclan!

¡Placer y dolor!, ante esa hermosa imagen que tengo frente a mí y que me excita, con ganas de clavarme en tus entrañas, para gozar, pero gozando tú conmigo.

Con la mirada ardiendo de deseos, me inclino hacia tu cuerpo tierno, cálido, y beso levemente tus mejillas, y tus labios, y tus senos, y tu nuca.

Encendida estás ya, y yo encendido; con la loca emoción que nos embarga, enfilo mi tremante verga dura hacia la gruta peluda de tu sexo.

¡Qué hermosa sensación me proporcionas, cuando penetro lentamente tu vagina y siento sobre el cuerpo de mi pene la cálida humedad con que se moja!

Emocionado, te penetro, lentamente, en tus entrañas, que se abren más y más, acogedoras, con ansias de tragarlo todo entero, devorándome el pito poco a poco,

¡Qué placer más tremendo me ocasionas! Tanto es así, que abandonar no quiero, esa gruta en extremo deliciosa, y te perforo con furor, queriendo, más profundo enterrarte mi macana.

Y así estoy, abriendo paso a paso, la dura solidez de las paredes, de esa tu vagina acogedora, que acepta mi carajo todo entero, sin intentar por nada rechazarlo.

Hacia dentro y afuera, en un constante movimiento rítmico, entrando cada vez más velozmente, hasta arrancarte de placer suspiros.

¡Cómo gozo contigo, amada mía! Qué placer tú me das, cuando así unidos poseo más que lúbrico tu cuerpo, con tu espíritu entregándose a mi espíritu. Y así los dos, jodiendo febrilmente, poco a poco, hacia el palacio del dios Eros, nos vamos adentrando, consiguiendo el placer del orgasmo, mutuamente.

Mas, es tanto el deseo, que no acabo de verter toda la leche, que me brota al influjo de la fiebre de tu cuerpo, pues lo que tú deseas, lo deseo, y lo que gozar quieres, yo lo anhelo.

Y seguimos nuevamente la jodienda, aunque un tanto cansado, por haberme venido, entregándote mi leche. Gozando tú a la par conmigo, viniéndote constantemente tú, y disfrutando con la verga bien clavada, te remueves, sintiendo que las venas de mi tremante y lúbrico carajo se hinchan, cada vez que te penetro hacia lo más profundo de tu entraña.

Viniéndonos los dos, todas las veces que ardientes nuestros cuerpos nos lo piden, disfrutando de mutuas sensaciones, de orgasmos que nos hacen verr el cielo, vemos llegar el día, amaneciendo, gozando del placer de la jodienda. ¡Toda una larga noche, insuficiente, para saciar del todo nuestros cuerpos!