¿Monogamia?

Ángela tiene una mala fase en la relación y empieza a entrar a un mundo nuevo para ella.

Ángela empezaba a hartarse. Que su novio al principio quisiera tener sexo en el coche, en su coche, era divertido. Pero luego de un año y algo le era pesado e incómodo. Sabía que esa noche si tenía suerte llegaría al orgasmo.

Le vino a la cabeza el primer beso y no fue de los que mojaban las bragas. El primer polvo no fue nada especial, pero se encontraba bien. No había que buscar.

Vio como él reclinada el asiento y se desabrochó los pantalones, otro sin preliminares. Ella se sacó el tanga de debajo de la mini y con dificultades pasó encima de él. Esa noche ella no tenía ganas. Le ayudó a que se pusiera un preservativo.

—Llevamos tiempo. ¿Cuándo empezarás con las pastillas? —dijo él.

—Cuando sea definitivo «nunca».

Ángela se quedó sorprendida de lo que pensó su subconsciente. Creía que era el escalón definitivo. Soso, pero final.

Una vez él se corrió, regresó al sitio del conductor, al mismo tiempo que su pareja salía del automóvil, era frío. Tomó dirección a su casa y se maldijo al ver un control de tráfico. Siguió las señales, bajó la ventanilla y esperó su turno jugando con el teléfono móvil.

—Buenas. —escuchó que le decía un policía—. ¿Ha bebido?

Con tres palabras esa voz hizo que se mojara y al no haberse colocado las bragas, notaba como los muslos se le humedecían.

—No —respondió levantando la cabeza—. Si bebes no conduzcas. —El agente era muy alto, la diferencia de altura hizo que se enrojeciera.

—Sople. —El agente le pasó el alcoholímetro.

Ángela con dificultades, su sangre se encontraba concentrada en otra parte y, sin querer, miró el paquete del agente. Le pareció que él lo había descubierto y que había juntado más la máquina a su entrepierna. Le costaba mantenerse sentada, de una forma correcta. Se rió internamente al descubrir que estaba más mojada que cuando había tenido sexo con su pareja.

—Muy bien, ha dado 0,0 —dijo el agente.

«Suerte que no has mirado como ha subido la temperatura, desharía el casquete polar.»

—Puede seguir circulando. —finalizó el agente mientras se giraba.

«Hubiera preferido que ese hombre me enmanillara.»

A poca velocidad, despejada y caliente, llegó a su piso. Al llegar a su habitación recordó la noche: lo seca que estuvo al tener sexo con su pareja y lo que se humedeció con el control. Su mano derecha había bajado hasta su entrepierna y por debajo de la falda empezó a tocarse pensando en la recia voz del agente. Lo que le sorprendió es que había tenido dos orgasmos, cuando lo normal era uno y con dificultad.

Una semana después.

Ver al novio de semana en semana es perfecto. Así puedo utilizarlo de excusa para ignorar a los moscones. Creo que me gusta esta relación: fidelidad sin obligación. La pasión va a ratos, pero…

Hemos ido a cenar y a tomar algo. Justo cuando aparco el coche me acaricia la parte interna del muslo. Noto como me mojo. Aparta mi tanga y empieza a acariciarme el clítoris. Que directo. Confirmado: no le gustan los preliminares.

Una vez para le desabrocho los pantalones y le saco la polla de los calzoncillos. Me la introduzco en la boca, hago presión con los labios y con pocos movimientos se corre. ¿Es un adolescente? Me trago el semen, un chupito.

—Te quiero —digo mirándolo a los ojos. Otra forma de decir he disfrutado del polvo.

—Yo a ti no. —Sus palabras me dejan congelada—. He estado hablando con una y…

—Sal de mi coche —grito, aún no se ha puesto la polla en los pantalones, me importa una mierda—. ¡Ya!

Mi tono no es el de hacer amigos. Cierro las puertas y empiezo a llorar, no me esperaba esa puñalada. Veo a otros como amigos, pero estoy, estaba, con él y ni fantaseaba, exceptuamos al agente de la semana pasada. Me seco las lágrimas, enciendo el coche y tomo dirección a casa.

Hay un control, hoy no es mi noche. Paro donde me indican los agentes y dejo la ventana bajada a esperar.

—Buenas noches —dice un agente, la voz me es conocida—, ¿ha bebido?

—El semen de mi ex, creo que no tenía alcohol —contesto sin apartar la vista de la carretera.

—Si era tu ex por algo sería. Has de soplar.

—Prefiero succionar. —Lo miro, es el agente de la semana pasada, me excito—. Se la chupé a mi novio, me dejó por otra al terminar. —Las lágrimas vuelven a correr por mis mejillas.

—Pegas de la monogamia.

—La monogamia me da igual, lo que me molestó fue la mentira.

El agente se queda mirándome y sonríe.

—Ve al bar y espérame, en cinco minutos termino el turno. Te libras del control.

Entro en el bar y me pido un café con leche. Cené con un niño y tomaré un café con un hombre. ¿Solo desayunar? Veré cómo de grande es, quiero comprobar que no cumple la regla de la L.

En el bar

Ángela ve como cruza la puerta, la ropa de calle le sienta mejor que el uniforme.

«¿Y sin ropa?» piensa mientras le suben los colores.

—Buenas —saluda el agente—. No cumplo la regla de la ele.

—Ya no pensaba en eso. —El agente sonríe—. Me ahorraré el llamar a una amiga para hablar.

—Lo habías pensado.  Creía que querías algo más que hablar. —Se sienta a su lado y observa como sonríe—. Me ha gustado tu punto de vista de la monogamia. Por cierto, tengo una relación abierta. —Él la besa, le introduce la lengua hasta la campanilla y con una mano le acaricia el muslo. Ángela nota como se le moja el tanga—. ¿Algún problema? —niega con la cabeza—. Si te sacas el tanga, ahora, jugaremos más. —Al escuchar las palabras se levanta—. Aquí y ahora mejor. El local está vacío.

Ángela lo mira y él sonríe, mientras sigue acariciándole el muslo. Ella se muerde los labios, se introduce las manos debajo la mini y se lo baja. Está nerviosa y excitada, pero al estar más excitada que nerviosa lo hace. Se acacha y lo recoge. Nota como la humedad empieza a recorrer sus muslos.

«Esto son preliminares. Con la base que ha fijado no me pondrá los cuernos.»

—Ahora lo dejas en la mesa. —Al escucharlo a Ángela se le corta la respiración.

—Eres un… —dice ella y él le introduce la lengua entre los labios y sus dedos recorren el coño.

—Si consideradas que soy tan malo no se me ensuciarían los dedos. —Sonríe—. ¿Los limpias?

Ella afirma con la cabeza y él le introduce el dedo índice y el corazón en la boca.

—Chupas bien, se me está poniendo dura. ¿Quieres acariciarla por encima de los pantalones?

Ella sonríe, cada sugerencia la cumple como si fuera una orden. Empieza a acariciarle el paquete por encima de la ropa. Se alegra de que no cumple la regla de la ele. Él le pasa la cucharilla del café y ella hace cara de sorpresa.

—Quiero que abandonemos el local. Que vayamos a un sitio dónde puedas: jadear y gritar. Y no quiero que mojes el suelo.

—¿Te molestaría ir con una a quien le brillan los muslos por tu culpa? Es que yo me sentiré orgullosa si me acompaña un tío que marca paquete.

—Eres muy atrevida.  —Él le introduce un dedo en el coño—. ¿Estás segura? —Ella afirma y él le empieza a acariciar el punto G.

Ángela tiene dificultades para silenciar los jadeos, alguno se le escapa. Le aumenta la humedad.

—¿Estás segura?

—¡¡¡No!!!

—¿El primero en un lugar público? —Ella afirma—. A mi lado no será el último. —Ángela traga saliva.

Él saca el dedo y con la cuchara va limpiando la humedad.

—¿Sabes qué cada vez que pasas la cuchara me excito?

Él afirma. Para de pasarle la cuchara y la introduce en la boca de ella.

—Ahora dejarás el tanga encima de la mesa y nos encontramos en la entrada del hotel que hay cerca. Por cierto, me gustaría que te quitarás el sujetador.

Ella junta las manos en la espalda. Se lo desabrocha, se baja las tiras por los brazos. Se introduce las manos debajo del top, se lo quita y lo guarda en el bolso.