Monica y Carolina (2)

En esta segunda parte continúan laa aventura de Mónica y Carolina en el Medio Oriente y llegamos al presente...

En el presente…

Estando tranquilas en la casa, recibí la llamada de Roberto, un viejo amigo. No lo había visto desde nuestro retorno del Medio Oriente. Me indico que quería visitarme, por lo que lo invite a pasar a las 7  de la noche.

Roberto y yo habíamos sido amantes previamente y me acuerdo que se caracterizaba por gustarle el sexo violento. Además tenía actividades ilícitas con tráfico de drogas, entre otras.

Antes de que llegara Roberto, ordene a Carolina que se colocara sus bandas en muñecas y pies. Son muy prácticas para mantenerla en posición, ya que tienen ganchitos que pueden  usarse para inmovilizarla. La hice acostarse sobre el potro que tenía habilitado en el segundo cuarto de la casa. En este potro podía amarrarla en varias posiciones. Hoy la coloqué doblada sobre el potro. Amarre sus pies abiertos en la base y sus manos las estire hasta que quedaron tocando sus piernas. Allí se las amarre a los ganchos de las bandas, obligándola a quedar inmóvil, con sus tres agujeritos disponibles. Para que no hiciera ruido le coloque una pelota en la boca amarrada por detrás de su cabeza. En su culito coloque un consolador de tamaño mediano. Finalmente prendí un vibrador que coloque en su cuquita. Me encantaba dejar a Carolina en esta posición por horas. Al soltarla quedaba extenuada entre la incomodidad de la posición y el trabajito del vibrador.

Roberto llego a la hora convenida y lo hice pasar a la sala. Le invite un trago de tequila con lo cual comenzamos la conversación, contando que había pasado estos años en la vida de nosotros. Roberto reconoció que seguía en sus actividades criminales pero ahora era un capo mediano de la organización. Manejaba bastante dinero y tenía poder.

Aunque tenía idea general de por qué habíamos desaparecido, le conté lo que habíamos pasado en Arabia. Se empezó a excitar. Entonces me saque una teta y le mostré mi pezón anillado. Esto lo hizo extasiar e inmediatamente se lanzó sobre mí dándome profundos besos de lengua. Sus manos recorrieron mis dos pezones y jalaba los anillos verificando que estaban definitivamente en su lugar.

  • Pero hay uno más – le dije para excitarlo – adivina donde.

  • No puede ser – contesto, adivinando movió su mano ubicando mi tercer anillo – como te hicieron esto?

  • Nos lo hicieron en Arabia, sin anestesia – le dije mientras agarraba su ya duro guevo.

  • Ahh, déjame ver

Entonces rápidamente nos desnudamos. Paso su lengua por mi pepita tocando repetidamente mi anillo, y sus manos en mis otros dos anillos, que le fascinaron. Quedamos tan excitados que violentamente Roberto me metió su guevo y comenzó un bombeo muy rápido, hasta que los dos terminamos extenuados con sendos orgasmos.

Pasados unos minutos de descanso, y luego de otro trago de tequila, Roberto me dijo:

  • Dijiste “nos lo hicieron”. Y donde esta Carolina?

  • Está en su habitación. No creo que pueda salir ahora, pero quieres verla allí?

  • Como esta ella? Ha superado su trauma como tú?

  • Bueno, está ahora un poco doblada.  – sonreí, pensando en el doble sentido - Pero del resto bien. Ahora es mi esclava.

  • Tu esclava? A que te refieres – respondió Roberto con sorpresa

  • Ven, vamos a la habitación y allí entenderás todo.

Cuando entramos a la habitación Roberto se asombró de ver a Carolina en la posición encima del potro y más cuando vio el consolador y el vibrador.

  • Puedo… - dijo Roberto

  • Si claro, date un gusto con esta perra

  • Que es esta cicatriz en la nalga?

  • Además de los anillos, nos marcaron – le dije mostrando mi marca

  • Uff. De verdad que cayeron en manos de unos sádicos. Y mira estas marcas en la espalda

  • Cicatrices de los latigazos. Si, sádicos, así como tú, papi

Roberto no contesto, pero quitándole la pelota de la boca a Carolina, procedió a metérsela a fondo. Casi en simultáneo tomo sus anillos de los pezones y los jalo. El guevo en la boca de Carolina silencio su aullido.

Luego de un rato, Roberto saco su guevo de la boca y, quitándole el consolador y el vibrador a Carolina, procedió a cogerla, alternando entre su cuquita y su culo. Mientras tanto le agarro el gusto a jalarle los tres anillos a Carolina, que ahora al principio lanzo un grito

  • Callada perra – le dije. Si haces ruido veras el castigo que te doy.

Carolina aguanto de allí en adelante sin chillar.

Finalmente, Roberto termino en el culo de Carolina.

  • Vaya, estuvo bien rico. Podría llamar a unos amigos para que disfruten

  • Mmm… si, pero no gratis

  • Si – dijo Ricardo – puedes prostituirla. Eso puede ser un buen negocio

  • Si me parece. Vamos a hablar en la sala de eso

En la sala nos sentamos a conversar, ya de negocios. Cuanto podría cobrar por servicio, que comisión para Ricardo, etc. A Ricardo le gustaba también la idea para hacer un negocio complementario para entretener a sus clientes importantes.

  • Para hacer esto bien, necesitamos más chicas, y preferiblemente más jóvenes.

  • Carolina tiene una hermana menor, de 18 años

  • Y ya la domesticaste

  • No. No hemos hecho nada, pero la podemos llamar y ya sabes, hacerle un tratamiento.

  • Ok. Me gusta la idea… Si te puedo ayudar

  • Si, sádico, te gustaría violarla de primero, verdad?

  • Si, y contribuir a convertirla en tu esclava

  • Mmm… voy a tener que comprar unos anillos – pensé para mi

  • Toma estas pastillas – me dijo Roberto – si toma una quedara consciente, pero si capacidad de oponerse a lo que tu quieras.

Ricardo se marchó y volví a la habitación donde Carolina. La solté y le dije que llamara a su hermana Martha. Carolina no quería, sospechaba mis intenciones. Seis latigazos con mi caña bastaron para regresarla a su sumisión habitual. Llamó a Martha y quedaron que nos visitaría al día siguiente por mañana.

Recordando…

En la primera parte del relato cuento como llegamos a Arabia Saudita y como nos hicieron presas, sujetas luego a múltiples humillaciones y violaciones.

Luego de que nos sacaron del aeropuerto, nos llevaron a un edificio donde luego entendimos estaban los jueces. Allí esperamos unas horas, mientras tanto, a Carolina se le pasó el efecto de la droga tranquilizante que le pusieron y comenzó a ponerse muy nerviosa, más aun que yo.

Finalmente pasamos a una sala, donde nos hicieron el juicio muy sumario. Rápidamente, Metab mostro dos paquetes (ahora éramos las dos con droga) que supuestamente habían encontrado en nuestro equipaje. Luego de varias discusiones entre ellos, dieron sentencia. No entendíamos casi nada, pero esto no pintaba nada bien.

Nos sacaron del tribunal y Metab señalo a Carolina que fuera a la oficina del juez mayor. Carolina no quería separarse de mi, por lo que al final nos llevó a las dos. Al entrar, encontramos una cama con el juez desnudo en ella. Carolina tuvo un ataque de nervios cuando Metab le quito la abaya, dejándola desnuda. Entonces Metab la amarro boca abajo brazos y piernas a una mesa de café. Le puso un frenillo en la boca que evitaba que cerrara la boca y cuando estaba lista, le dio una fuerte nalgada, llamando al juez. El juez vio que Carolina tenía sus huequitos vírgenes a su disposición. Metió primero su guevo en la boca de Carolina, haciendo que sufriera fuertes arcadas. Luego de un rato en esta posición, se cambió para cogerla por la cuquita. Se quejó que estaba seca, por lo que me llamaron para que me arrodillara detrás de Carolina. Por señas me indicaron que tenía que pasarle la lengua, cosa que al final hice luego de cuatro fuertes palmadas en mis nalgas. Era la primera vez que me tocaba hacer algo así y me pareció repugnante. Sin embargo, luego de varias lamidas, Carolina comenzó a mojarse. A mi me empezó a gustar el morbo de la situación, e inclusive empecé a darle con más ánimo. Se me ocurrió agarrar su pepita y en un momento, se la mordí, haciendo que Carolina gritara. Metab y el Juez rieron con mi ocurrencia, por lo que me dijeron que siguiera. Así seguí pasando mi lengua, excitando a su pesar a Carolina, pero cuando menos se lo esperaba, le mordía los labios y otras partes a mi disposición.

Finalmente el Juez pensó que ya era suficiente y me dio una fuerte bofetada, quitándome y entonces se colocó con su guevo en posición y de un solo golpe desvirgo a Carolina. Carolina pego un aullido de dolor, que el juez tomo con gusto, comenzando un bombeo intenso de su conchita. Metab, mientras tanto, saco su guevo y me obligo a mamarlo mientras veíamos en primera fila la violación de Carolina.

Al final el juez termino en la cuquita de Carolina y se retiró a recuperar el aliento en su cama. Metab también termino en mi boca. Me indico por señas que limpiara a Carolina con mi lengua. Se veía una mezcla de semen y sangre saliendo de su cuquita y tuve que limpiarla. Sin embargo, también aproveche para darle mordiscos que producían brincos en Carolina. Me estaba gustando tratar así a Carolina. Nunca me lo hubiese imaginado.

Trajeron unos jugos y el Juez y Metab tomaron uno cada uno. Me permitieron tomar uno, como forma de apreciar cómo me comportaba. Hicieron gestos al respecto. A Carolina la dejaron amarrada a la mesa. Sus brazos y piernas mostraban ya color morado por falta de circulación, pero a ellos no les importaba.

Tras un momento de descanso, el Juez empezó a tocarse el guevo, poniéndolo cada vez más duro. Me obligo a mamar, cortándome la respiración. Sin embargo, me soltó y me indico que le preparara el culito a Carolina, lubricándolo con mi lengua. Nuevamente, primera vez que me tocaba hacer este trabajito, pero a pesar del sabor, me empezó a gustar. También aproveche de meterle tres dedos en la cuquita recién desvirgada de Carolina, excitándola pero también mordiéndole las nalgas cada tanto. Tuve que escupir varias veces en su culo y usar mis dedos y lengua para lubricarla.

Finalmente el Juez se paró a mi lado, metió rápidamente su guevo en mi boca, mojándolo también con mi saliva y apunto directamente al culo de Carolina. Yo quede de rodillas en primera posición para ver lo que estaba por ocurrir, la violación anal de Carolina por primera vez. Esta vez sí le costó meterlo. Hizo presión hasta que su esfínter cedió y luego con movimiento continuo fue entrando hasta que ya no se veía. Carolina pegaba unos aullidos que me resultaban excitantes.  Luego el juez termino en el culo de Carolina y se retiró. Metab me obligo a acostarme sobre Carolina y me amarro brazos y piernas. Estaba muy incómoda, pero peor estaba Carolina que además tenía que soportar mi peso encima. Con esto Metab apago las luces y salió.

Nos quedamos solas toda la noche. Apenas pude dormir, pero al amanecer llego el Juez y rápidamente metió su guevo en los cuatro agujeros que tenía a su disposición, empezando por la conchita de Carolina y acabando finalmente en mi culo.

Estuvimos tres días en la casa del Juez, donde nos violó repetidas veces. Pudimos comer y tomar líquidos, así como usar los sanitarios eventualmente. De dormir, muy poco, ya que cada noche nos amarraba en posiciones muy incomodas.

Al cabo de los tres días, Metab vino a reclamar su mercancía. El Juez tomo una vara de caña azotó a Carolina dejándole la espalda en carne viva. Finalmente, violó a Carolina una vez más y luego firmo unos documentos, que luego supe que eran nuestros certificados que habíamos sido ejecutadas, de acuerdo con la sentencia previamente otorgada.

Estábamos legalmente muertas y en la realidad pasamos a ser esclavas de Metab. Nos llevó a su cárcel clandestina ubicada en las afueras de la ciudad. Luego de un viaje de una hora, llegamos a una cárcel / cuartel.

Nos llevaron a la sala principal de la cárcel. Los hijos de Metab estaban allí, y procedieron cada uno a violarnos en la boca, cuquita  y culo. Incluso, en medio de la violación nos intercambiaron. Finalmente nos llevaron a una celda, donde pudimos acostarnos y dormir.

Viendo a las mujeres en las otras celdas, vi que eran en general jóvenes como Carolina, en inclusive menores. No hablaban inglés. Luego supe que la mayoría eran de países vecinos como Yemen, Etiopia y Sudan. Estaban en Arabia Saudita en condición ilegal y al ser apresadas, la camarilla de Metab las hacia desaparecer y terminaban igual que nosotras. Vi que tenían anillos en sus pezones y cuquita. Eso me hizo pensar que nosotras también tendríamos esa suerte. Luego supe que había unas quince presas en la prisión. Habia unos cinco guardias más cocineras y personal de mantenimiento.

Efectivamente, al día siguiente nos llevaron al patio central de la cárcel e hicieron que Carolina se acostara en un banco especial, donde le amarraron brazos y piernas, quedando inmovilizada acostada boca arriba, con las piernas abiertas. Sin decir muchas palabras, un guardia calentó una aguja al rojo vivo y agarrando su pezón izquierdo, lo perforó con un movimiento rápido. Carolina pegó un grito de dolor, que Metab y sus hijos recibieron con señal de alegría. A continuación colocó un anillo en el pezón, cerrándolo con unas herramientas. Luego hizo el mismo trabajo en el otro pezón y finalmente en su clítoris. Carolina ya no gritaba, estaba prácticamente desmayada del dolor. Otro guardia le hizo una cura con una pomada cicatrizante.

Después soltaron a Carolina y me tocó mi turno. El dolor fue indescriptible y termine con tres anillos igualmente. Metab se reía y hacia comentarios con sus hijos. Me mostraron como las otras mujeres tenían anillos, los jalaban viendo sus señales de dolor. Me voltearon a una y señalaron su nalga izquierda, donde había una marca. En realidad luego vi que todas las mujeres y niñas de esta prisión tenían esa marca, hecha con un hierro al rojo vivo, así como marcan el ganado. Ismail nos hacía señas que ahora nos tocaría a nosotras. Efectivamente, amarraron a Carolina sobre un potro, inmovilizándola ahora con su culo en el aire. Me amarraron a mí luego en otro potro al lado. Por más que suplicamos que no lo hicieran, ellos nos mostraron el hierro con de la marca y lo colocaron en un pequeño horno hasta que tomo el color rojo. Esta vez fue Metab quien tomo el hierro y yendo detrás de Carolina, procedió a marcarla. Pude ver como Carolina se desmayó del dolor. Ellos se reían, y echaron un cubo de agua en su nalga quemada y otro cubo en su cara, para despertarla. Le colocaron también una pomada cicatrizante. Luego, como esperaba, me toco mi turno y me aplicaron el mismo hierro, haciéndome la marca que tengo en mi nalga izquierda. Esta marca es la M en carácter árabe.

Luego de este horrible día en la prisión, tuvimos varios días donde nos dejaron descansar, mientras nuestras heridas se curaban. En las noches se escuchaban los gritos cuando Metab, sus hijos y sus invitados hacían fiestas y donde las mujeres eran violadas de múltiples formas.

Al cabo de una semana, nosotras fuimos “invitadas” a participar en estas fiestas. Carolina, como era muy joven, fue tratada especialmente duro. Metab se acordó de como trate a Carolina en la casa del Juez y me pidió que hiciera nuevamente lo mismo. Le gustaba el entusiasmo que mostraba para meterle tres dedos en su cuquita, y culo, para pasarle la lengua y sobre todo cuando la mordía en el momento que ella menos esperaba.

Efectivamente, me convertí en la favorita de Metab. Le encantaba como trataba a Carolina y luego a las otras chicas, combinando el placer con dolor en el momento menos esperado.

Siguió luego una rutina de vida en esta cárcel con periodos de calma y fiestas frenéticas donde Metab y sus amigos preparaban orgias violentas. Me di cuenta que además Metab traía mujeres jóvenes nuevas y otras se iban. Eran vendidas a funcionarios y hombres de dinero de la zona. En definitiva, Metab tenía también un negocio de trata de esclavas. En este negocio me vi envuelta por mi gusto en “entrenar” a las recién llegadas. Al cabo de unos meses, Metab me hacía cargo de las nuevas. Allí, yo combinaba el tratarlas suavemente, con cariño y en el momento que menos esperaban, les metía un consolador en el culo o les mordía los pezones. Este tratamiento resultaba muy eficaz para dominar y sojuzgar a las nuevas esclavas. Por supuesto, Carolina paso a ser mi esclava particular y me esmere en su tratamiento.

En una ocasión llego una mujer joven, blanca, rubia, europea. Se llamaba Dianne. Resulto todo un acontecimiento y Metab y sus hijos hicieron una fiesta privada especial donde la violaron violentamente repetidas veces. Me enteré que había estado visitando Yemen con su esposo y se habían perdido. Unos guardias en Arabia los encontraron. En ese sitio mataron a su esposo y a ella la llevaron donde Metab para su desaparición tal como era costumbre.

Luego de que le habían colocado los anillos y marcado con el hierro Metab me la entrego para que la entrenara. Así comencé su tratamiento para que se volviera dócil y sumisa. Metab esperaba poder venderla por un precio especial, ya que resultaba bastante exótica.

Entonces ocurrió un evento extraordinario. Llegaron soldados de otra parte del país y allanaron la cárcel de Metab. Estaban buscando por presión internacional a Dianne y aunque muchos en la zona sabían del negocio de Metab, se vieron obligados a denunciarlo y castigarlo. Las mujeres fuimos liberadas y como Carolina y yo éramos occidentales, logramos ser repatriadas. Habíamos sido dadas por muertas, supuestamente ejecutadas nueve años atrás.

Luego de unos días, regresamos Carolina y yo a México. Volví a mi antiguo apartamento y Carolina, que estaba totalmente domesticada y sumisa a mí, vino a vivir conmigo luego de despedirse de sus padres y su hermana Martha. Carolina quedo como mi esclava particular, pero solo nosotras lo sabíamos.

Llegamos al presente…

A la mañana siguiente antes de que llegara Martha, volví a amarrar a Carolina, esta vez para hacerlo sencillo, la acosté en el piso y le enganche las bandas de los pies con los de las manos, quedando abierta boca arriba. Igual que ayer le tape sus tres agujeritos.

Martha llego y pregunto por Carolina. Le dije que estaba en su cuarto y que ya salía. Mientras tanto le ofrecí un jugo, el cual acepto. En el jugo le disolví una de las pastillas que me dio Roberto.

Le dije a Martha que fuéramos al cuarto a ver que retenía a Carolina. Cuando vio que estaba desnuda abierta y con los consoladores, intento correr a soltarla, pero ya estaba débil por los efectos de la droga en la pastilla. Al final cayó sobre Carolina, pero yo la levante y comencé a desnudarla. Casi no opuso resistencia. Al oído le dije

  • Vas a ver como gozas, perrita. Te convertirás en mi esclava también

  • No.. no

  • Si.., no te resistas, le dije metiendo una mano en su cuquita y tocándole los pezones con la otra – mira los anillos que tiene Carolina – te voy a anillar a ti también

Ya desnuda, la lleve a mi cama, donde me di un banquete con su conchita fresca. La cargaba ya depilada completamente. Pase mi lengua por su botoncito y metí hasta tres dedos en su conchita cerradita. Al final traje a Carolina y le pedí que se subiera encima de su hermana en posición de 69. Luego las dirigí para que se mamaran mutuamente. Tome mi celular y grabe fotos y videos de las dos haciéndose el amor.

Finalmente, deje a Martha irse a su casa, pero la cité para esa noche. Le dije que tenía que volver si no quería que salieran las fotos de ella con su hermana y que se las mostrara a sus padres y familiares. Martha prometió regresar.

Luego llame a Roberto y le dije

  • Martha, la hermana menor de Carolina viene esta noche a las siete. Quieres comenzar su tratamiento?

  • Mmm, sí, me parece bien

  • Bueno, por esta primera vez, no te voy a cobrar. Eso sí, me vas a ayudar a colocarle unos anillos

  • Está bien. Y después dices que soy un sádico.

  • Sádico eres y yo soy solo una pobre mujer que quiere ganarse la vida. Acuérdate que Martha es bisexual y tiene una novia que nos podemos beneficiar después. Es una niña menor, que probablemente es virgen

  • Si, vamos a entrenarlas. Luego las compartimos con mis amigos. Hay algunos que les gusta darles aún más duro que a mí.

  • Si, también podemos marcarlas también con unos hierros….

Tres meses después…

Estaba buscando una casa en las afueras del pueblo. Con una agente inmobiliaria recorrimos varias propiedades que quedaran retiradas.

Mi asociación con Roberto estaba resultando muy rentable .Ya Martha y su amiguita ya estaban recibiendo regularmente clientes. En casos excepcionales les enviaba también a Carolina. Para algunos clientes era un plato especial ver a dos hermanas haciéndose el amor. Pero en general Roberto y yo la teníamos para satisfacernos.  Los anillos en los pezones y la cuquita de las chicas eran todo un éxito y se volvieron nuestro punto de diferenciación. A clientes especiales les permitíamos que les dieran latigazos y otros castigos, eso sí, sin dañar la mercancía…

Queríamos expandir nuestro negocio, incluyendo nuevas chicas y además un sitio más discreto para recibir a los clientes. Finalmente, una propiedad me pareció adecuada. Estaba retirada, tenía una casa grande de dos plantas, con varias habitaciones y tenía un galpón anexo para ganado. Este galpón podíamos adaptarlo para preparar a nuestras nuevas chicas. Me recordó la antigua propiedad de Metab en Arabia Saudita. Por otro lado, Roberto ya tenía un plan para traer jóvenes estudiantes que podían entrar en nuestro servicio.

El negocio estaba en plena expansión…


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