Monica y Carolina (1)

Aquie narro lo extraordinarios eventos que suceden cuando Monica y Carolina salen de Vacaciones al Medio Oriente.

Escribo esta historia recordando los extraordinarios eventos que me pasaron durante los últimos nueve años.

Mi nombre es Mónica, soy de Toluca, en México. Tengo 38 años, soy morena clara, chaparrita, culona. Me encanta el sexo duro, pero ya les explicare como comenzó todo esto.

Estoy sentada en el sillón de la sala con mi bata de dormir sin nada abajo. A mis pies tengo desnuda a Carolina. La tengo lamiéndome los dedos de los pies, que me da unas cosquillitas sabrosas. Esta hincada de rodillas con sus manos atadas a la espalda. Esta posición la obliga a apoyar la parte delantera de su cuerpo en sus hombros y en sus tetas. No permito que apoye su boca en mis pies y sabe que debe mantener sus rodillas abiertas. Cada tanto, solo para jugar, le pego con mi pie un jalón a la cadenita que une sus pezones perforados por sendos anillos. Esto le causa un intenso dolor, pero le tengo prohibido quejarse. Si hace el menor ruido sabe que será castigada severamente.

Carolina tiene ahora 24 años. Ella es también chaparrita, morena más oscura, ojos achinados. Su busto es prominente. También tiene un anillo en su clítoris del cual cuelga una campanita, con lo cual puedo escuchar cuando se mueve.

Como llegamos aquí…

Todo comenzó hace nueve años cuando Carolina ganó un concurso que incluía un viaje a Dubai, en el Medio Oriente, con todos los gastos pagos por una semana. Como éramos amigas (sobre todo de su familia), me invitaron a que la acompañara ya que obviamente no podía viajar sola. Para mi resultaban unas excelentes vacaciones y mi relación con Carolina era de mucha confianza y cariño.

Luego de cumplir con todos los trámites legales, pasaportes, visas, permisos, etc., salimos de viaje desde Ciudad de México a Frankfurt en Alemania y de allí a Dubai. En el tramo de Frankfurt a Dubai fue que todo cambio súbitamente para nosotras. Cuando teníamos unas cuatro horas de vuelo, el capitán indico que teníamos un desperfecto mecánico y tendríamos que aterrizar de emergencia en el aeropuerto más cercano. Muchos pasajeros se angustiaron y hubo conatos de pánico. Las aeromozas hicieron su trabajo y pidieron calma. Nos indicaron para colocarnos sentados con la cabeza baja, preparados para un posible impacto. La situación era bastante seria.

Luego de unos 15 minutos de alta tensión, el avión aterrizo, afortunadamente sin mayores contratiempos. Los pasajeros pasaron de la angustia a la felicidad y aplaudieron, dándole vivas al capitán y la tripulación. Estuvimos luego varios minutos en la cabina sin poder salir. Aparentemente no había buena comunicación con las autoridades del aeropuerto local de Jazan, en Arabia Saudita. Finalmente el capitán ordeno que bajáramos del avión usando los toboganes de emergencia. Esto hicimos y al cabo de unos minutos estábamos todos los pasajeros en la pista, esperando, sin saber qué hacer.

Al cabo de una hora al sol, llegaron unos funcionarios y nos guiaron hasta el terminal. Los funcionarios eran bruscos y poco corteses. No mostraban simpatía hacia nosotros y en particular me fije que miraban a las mujeres occidentales con malos ojos. Deben recordar que en Arabia Saudita las mujeres van cubiertas de pies a cabeza en trapos negros, incluyendo la cara cubierta, dejando ver solo los ojos. Para ellos, la mayoría de mujeres estaban prácticamente desnudas. Carolina vestía una minifalda roja y blusa blanca sin mangas y yo con pantalones jeans pegados y franela. Me estremecía con cada mirada de hambre de sexo de estos guardias.

En el terminal esperamos unas tres horas prácticamente arrinconados en un salón del aeropuerto. No había información. Al cabo de un tiempo, nos dieron una comida miserable y agua. Finalmente, el capitán nos reunió e indicó que por alguna razón no éramos muy bien vistos en este aeropuerto y habían sido muy difíciles las comunicaciones. Nos avisó que ya la línea aérea estaba enviando un avión para recogernos y llevarnos a nuestro destino. Que tuviésemos un poco de paciencia y que pronto todo esto quedaría en el recuerdo como un pequeño inconveniente. Si hubiese sabido…

Pude ver a uno de los guardias que parecía ser el jefe mirando y detallando a todos los pasajeros, pero en particular a las mujeres occidentales. Luego sabría que se trataba de Metab. Carolina también cuenta de su insistente mirada y me lo comentó, indicándome que la ponía muy nerviosa su descaro.

En un momento determinado se vio movimiento, sacaron las maletas del avión y las llevaron al terminal. Este proceso fue lento por falta de equipos adecuados, pero finalmente colocaron las maletas y nos pidieron que las recogiéramos. Entre las negociaciones, obligaron a los pasajeros a presentar documentos y hacer aduana, esto es revisar detalladamente el contenido de cada maleta.

El proceso continuo lentamente, y cuando toco el turno de la maleta de Carolina, le pidieron que pasara a un área cerrada para revisarla. Trate de acompañarla, pero no me dejaron. Carolina entró en este cuarto con una cara de angustia, más cuando vio que Metab entro acompañado de otros dos guardias. Mientras, mi maleta fue exhaustivamente revisada. Les llamó la atención mi consolador colocado entre mi equipaje. Lo mostraron entre ellos, lo prendieron e hicieron gestos obscenos que indicaban que sabían cuál era su uso. Sin embargo, a pesar de la vergüenza con otros pasajeros que vieron este incidente, al final pasé la revisión.

Pasó un tiempo y me di cuenta que Carolina no salía. Pregunte varias veces donde estaba, pero no obtenía respuesta. Prácticamente no hablaban inglés y yo tenía conocimiento muy limitado del inglés. Así pasó el tiempo hasta que llegó el avión de repuesto que nos llevaría a nuestro destino.

Ahora sí, acompañada del piloto exigí ver a Carolina. Al cabo de un rato, nos permitieron pasar al cuarto de revisión. Carolina estaba con una cara de haber llorado mucho, pero sin decir palabra. Metab sacó una bolsa plástica con un polvo blanco que nos mostró al capitán y a mí, repitiendo “drug drug”, dando a entender claramente que se la habían encontrado. Metab insistió “trafic drug” indicando que la cantidad encontrada era para traficar. Allí el capitán y yo tuvimos reacciones opuestas. El capitán se asustó y dijo que él no tenía nada que ver con eso. Yo les dije que viajábamos juntas y que no era posible que llevara drogas. La consecuencia es que me detuvieron a mí también. El capitán salió aliviado al ver que salvaba su pellejo.

Carolina me contó que habían empezado manoseándola. Luego la obligaron a desnudarse y la tocaron por sus partes. Se dieron cuenta que era virgen y quizás por eso no la violaron todavía. Sin embargo, la obligaron a mamarle el guevo a Metab y luego a los otros dos guardias, que resultaron ser Acmed e Ismail, los dos hijos mayores de Metab. La amenazaron con matarla si los mordía y se vio obligada a tragar su semen. Cuando yo hice el ultimo reclamo con el capitán, tomaron un tiempo para que se vistiera (solo falda y blusa), la obligaron a limpiarse y así nos la presentaron. En algún momento le dieron una droga que la puso muy, muy tranquila.

Al cabo de un rato esperando en el aeropuerto, escuchamos como el nuevo avión despego, dejándonos abandonadas en esta ciudad remota.

Metab se acercó a nosotras y sonrió. Nos dijo algo en árabe que no entendimos, pero que interpreté como que a partir de ahora estábamos en sus manos. Como puse cara de asco, me dio una fuerte bofetada. Por señas entendí que debía desnudarme, al igual que Carolina.

Metab me obligo a recostarme sobre un escritorio. Sus hijos mantuvieron mis manos estiradas sobre el escritorio. Él se colocó detrás de mí y saco su guevo, apuntando contra mi cuquita. Aunque quería gritar, huir, escapar, la imposibilidad de moverme, empecé a sentir una excitación especial en la violación que estaba a punto de recibir. Metab procedió a meterme el guevo de un solo empuje hasta el fondo. El sádico estaba acostumbrado a violar mujeres y le encantaba. Rápidamente empezó un movimiento violento, entrando y saliendo de mi cuquita. Sin siquiera pensarlo, me excitó y cuando termino en mí, tuve un ruidoso orgasmo que los sorprendió.

Metab se bajó de mí y de acuerdo con su costumbre, su hijo mayor se colocó detrás mío, siendo sujetada solo por Ismail. Achmed empezó su bombeo en mi cuquita húmeda. Lentamente fui volviendo al nivel de excitación. En un momento, voltee mi cara y vi que Metab, con su guevo flácido estaba sentado en una silla y sentó a Carolina desnuda encima de él. Le decía cosas al oído, que yo interprete como que se preparara que ella seria tratada de la misma forma pronto. Le acariciaba las téticas y metía sus dedos en la cuquita, tocando su botón y su virginidad todavía presente. Carolina todavía estaba bajo los efectos de la droga y se dejaba hacer, tranquila.

Luego de un largo rato, Achmed terminó llenándome la cuquita de más leche. Llego el turno del segundo hijo, Ismail. Si bien los tres eran unos sádicos violadores, Ismail se destacaba por su imaginación y por hacer infligir más dolor. Primero que nada me coloco en el escritorio boca arriba, con las piernas en alto y metió su guevo en mi cuquita. La sintió muy floja con la leche de su padre y hermano. Entonces se me movió de manera que mi cabeza quedo colgando del borde del escritorio frente a él y así tuvo su guevo frente de mi boca. Metió su guevo en mi boca, levanto mi cabeza obligando a mi garganta a dejar que su guevo entrara profundamente. Sus dedos tocaban mis pezones y los apretaban y retorcían produciendo intenso dolor. No podía respirar y menos chillar y me sentía estaba a punto de vomitar. Él se dio cuenta de esto y por eso  empujaba aun mas su guevo en mi boca hasta que sus pelos tocaban mi nariz.. En medio de mi desesperación, al voltear, pude ver que Metab seguía con Carolina sentada encima, pero su guevo estaba ahora duro, colocado entre las piernas de Carolina. Ismail finalmente termino en mi boca, dejándome ahogada en su leche. Para entonces Metab, con su guevo pidiendo guerra tiro a Carolina a un lado y me coloco nuevamente apoyada en el escritorio. Metió su guevo en mi cuquita por unos instantes y luego lo saco, apuntando a la entrada de mi culo virgen. Nunca había recibido un guevo por detrás y la violencia con la que lo metió me hizo aullar y casi desmayarme. Al cabo de un rato, el dolor disminuyó, y empecé a sentirlo de otra forma. Sin embargo, estos sádicos no estaban para hacer consideraciones con nosotros. Antes de que tuviese otro orgasmo, Metab termino en mi culo y sin contemplaciones me tiro al suelo.

Me encontré a Carolina en el piso. Ella seguía muy tranquila por la droga recibida. Pensé en porque no la habían tocado en esta ronda y llegue a la conclusión de que estaban guardando su virginidad para una ocasión especial.

Luego nos pusieron dos abayas que nos cubrían de pies a cabeza y nos llevaron a un transporte de policía, sacándonos del aeropuerto.

Así fue como quedamos, hace nueve años abandonadas a nuestra suerte. Luego continuarían los días, meses y años de abusos y violaciones…

En el presente…

Al acordarme de esos primeros momentos de nuestra aventura, se me humedeció la conchita. Levante las piernas en el sillón, llevando mis rodillas a mis hombros. Me toque los pezones, jalando suavemente los anillos de oro colocados allí. Carolina, como buena perrita entrenada entendió que debía subir a mamarme mi cuquita. Su entrenamiento perfeccionado luego de múltiples castigos, incluía pasar su lengua por mi ano, subir a la entrada de mi vagina, llegar a mi botoncito y el anillo ubicado allí y luego bajar lentamente hasta mi ano. Repitió este recorrido varias veces. En un momento apreté fuertemente su cabeza contra mi cuquita, trancando su boca y nariz por unos minutos mientras disfrutaba mi orgasmo. Finalmente, la empuje fuertemente y cayó de espaldas, jadeando fuertemente, intentando recuperando el aliento.


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