Mónica, la sirena sometida V. final

Su entrega absoluta y el final de su tortura para placer del ama y de sus admiradores. Preñada, parida, usada y entregada en este capítulo final

Mónica, la sirena sometida V. final.

Se ha añadido parte del final del anterior relato para completar la primera escena de este último relato.

El culo de la sirena era lo que ahora podía verse en pantalla. Las súplicas no se hicieron esperar.

“¡Ama, por favor retire el primero para que, entre el falo de mi ano, por favor se lo pido!” – “Todo lo contrario zorra!, al estar lleno tu coño, este agujero estará más estrecho y sí que estarás llena por completo”.

El ama decidió parar y probar con lo siguiente:

Ordenó que, sin soltarla, los hombres le ayudasen a colocarla sentada en el aire. El ama, sujetando el segundo falo por la base, lo colocó en el suelo para que Mónica se sentase en él.

“Nuestros amigos te ayudarán y dos de ellos abrirán tu culo para que sea más fácil la entrada. Y como quiero ser compasiva contigo, dejaré que te lubriquen para que duela menos.

Al escuchar esto, ella no hizo otra cosa que potar. Solo imaginar como la llenarían de esa forma, le había provocado tanto asco que se vomitó encima.

“Qué guarra y cerda eres!” Decía uno de los que la sujetaban.

Mientras siete la colocaban a la altura de la polla del que se ofreció voluntario, ella solo decía entre sollozos: “qué asco, por favor no. Qué asco, que asco, que asco. ¿Pero qué mierda soy?, por qué me va a mear dentro?” Un azote suave en el culo la hizo callar a la vez que la polla entraba en el ano y comenzaba a vaciarse dentro.

El líquido caliente, la llenaba y provocaba en ella la segunda pota de esta sesión.

Al terminar el hombre, ayudó a sus compañeros, sujetando a la sirena de la cintura para colocarla de nuevo como si estuviese sentada en el aire. Se veía un fino hilo de pis que brotaba del culo, y el ama dio la orden.

Posicionaron y empujaron hacia abajo a la puta sirena. El falo entraba con furia, invadía su culo sin pausa, forzando la fina pared entre ano y vagina al límite, haciendo berrear de dolor a la desgraciada sirena.

“aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”

Los pechos de Mónica subían y bajaban por su agitada respiración. El sudor frío cubría su piel junto con el pringue de la lefa y de la lluvia dorada del principio. Cerraba sus puños, se le desencajaban las mandíbulas y aun sabiendo que era inútil, chillaba y se retorcía.

Una segunda cámara mostraba la cara y el frente de Mónica, mientras que la principal, mostraba como su culo se había tragado el segundo falo.

Los hombres la colocaron en cuatro por orden del ama para mostrar como los dos falos, abrían y llenaban ambos agujeros. Ella movía su culo en círculos y empujaba las caderas hacia atrás, como si de esta forma ambos intrusos consiguiesen salir.

Un azote más la hizo parar.

“Qué os parece a todos?, ¡lo hemos conseguido! Aunque falta algo a este cuadro. Hay un agujero por llenar y ya que en la prueba anterior no se podía hacer, mientras su vagina y ano disfrutan de estar llenos, esa dulce boca de sirena, también lo estará.

No era necesario sujetarla más. El trabajo estaba hecho así que, con ansiedad, todos intentaban follarle la boca a la vez. El ama los organizó por turnos y mientras ella devoraba o más bien, era follada por la boca, los demás jugaban con sus tetas, tiraban de su clítoris. Otros movían ambos falos. Con movimientos alternados o bombeaban en ambos orificios a la vez.

Uno de ellos le pidió al ama una picana ya que, por voluntad, ella ahora mismo no podría contraer los músculos en ambos agujeros y la picana podría ayudar.

Así lo hicieron. Todos se corrieron en su boca. Mientras comía polla, sentía una descarga en el clítoris, otras en los pezones, y las más jodidas, en su perineo. Estas sin duda eran las peores porque le hacían tensar sus músculos y dicha rigidez hacía que si se había acostumbrado a lo abierto de su culo y vagina. Esto le ayudaba a no olvidarlo.

El ama, sabiendo que era momento del final, tenía preparado los émbolos para que con toda la leche del que estaba en el ano, y que no había sido vertida en ella, más lo que quedaba en el primero, llenarla con fuerza y que ese fuese el último gemido de la noche.

En cámara se veía la cara de Mónica que era un poema. Sus ojos abiertos, desolados, mirando al vacío. su boca pastosa por toda la leche que había tragado. Su pelo asqueroso, con restos secos de lefa y orina; su ama detrás de ella follándola y preparando todo para la embestida final.

El ama empujó ambos émbolos con fuerza. Sentía como la leche caliente llenaba sus intestinos y junto con la meada del follador, se hinchaba su estómago.

“AAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAMMMMMMMAAAAAAAAAAAAAA!!!!!!”. Ella se corrió, simplemente se corrió. Perdió el conocimiento, la descarga de sensaciones la hizo desfallecer. la entrada, la invasión del caliente líquido en su ano más el resto que quedaba por vaciar en su útero, despertaron en ella oleadas de placer. Después de todo el dolor, después de su abandono a la tortura, ella se corrió. Sabía lo que debía decir en ese instante.

“GRAAAAAAACIIIIIAAAAS AAAAAMAAAAAAAAAAAAAA!!!”.

Antes de perder contacto con la realidad. Escuchó frases como: “parece como si estuviese preñada!, ¡se ha corrido la muy guarra!, qué asco da verla pero que buena está!”

La vista se nubló y el silencio la acompañó.

Las cosquillas de los peces la hacían salir de su letargo. El miedo a sus amigos de acuario era parte del pasado y después de lo ocurrido, su almeja, le parecía el paraíso.

Estaba tumbada dentro de la almeja. Llevó sus manos a la cara y sonrió al ver que llevaba la manguera de aire fijada a nariz y boca.

Conforme despertaba, era capaz de razonar y percatarse de su situación.

La cola había desaparecido. El infernal sujetador también. ¿Ya no era una sirena, pero, por qué seguía en el acuario?, una voz le ayudaría a responder a todas sus preguntas.

“Ya has despertado. Me alegro. Ha pasado toda la noche, este es el séptimo día y todo habrá terminado. Y como todo principio tiene un fin, este será el tuyo.

Has nacido como sirena. Has madurado, has sido adiestrada para dar placer y ser complaciente. ¿Qué falta? Debes reproducirte. Ya has sido preñada y creo que ha llegado la hora de parir. ¿Estás lista?”.

Mónica no sabía de lo que hablaba su ama y su cara lo reflejaba.

“A todos les ha parecido mejor que este momento lo vivas en tu forma humana. Pero si miras a tu derecha. Podrás ser sirena otra vez en cuanto todo termine. En tu interior debes sentir sutiles espasmos, contracciones que poco a poco serán más intensas y más dolorosas”.

Mónica llevaba sus manos al vientre ya que el dolor daba sus primeras muestras de tortura.

“No hay veterinarios para sirenas así que tendrás que hacerlo tu sola. Puja para que te sea más fácil y has el esfuerzo para conseguirlo. Cada media hora bloquearé el oxígeno, si no veo esfuerzo por parir. La tortura de la asfixia sin duda fue la que más has sufrido así que date prisa por parir y evita que lo haga”.

Mónica se retorcía dentro de su almeja. Pujaba y pujaba para que aquello que la dolía por dentro, fuese expulsado cuanto antes.

No era fácil, pero si era constante, podría conseguirlo.

La diversión para los demás se centraba en sus esfuerzos. Las muecas de dolor, el gesto de agobio por cumplirse el tiempo para la primera falta de aire. Podía ver el cronómetro en la pantalla, que le recordaba lo que podía pasar.

Sus esfuerzos comenzaban a dar resultado a los 20 minutos y se veía como algo quería salir de su coño y ano.

Ella pujaba y se abría de piernas para facilitar la expulsión.

Cuando algo de aspecto esférico brotaba de su interior, una fuerte descarga la hizo parar. Chillaba de dolor y parecía que aquello que estaba por salir, volvía a entrar.

Solo quedaban cinco minutos y debía hacerlo de nuevo.

Pujaba y pujaba de nuevo. Cuando sentía que aquello estaba por salir, llevó sus manos a su entrepierna para ayudarse. Al tacto sentía una bola de textura blanda, que intentaba salir.

Quedando dos minutos y sin pensar en el dolor que podría causarle, decidió tirar de ambos objetos. Su gemido fue intenso. No había placer, no había orgasmo, fue un gemido de dolor puro y duro.

Antes de salir del todo, ambos objetos soltaron una descarga tan intensa que la hizo perder el conocimiento.

Al despertar. Sentía sus agujeros libres, vacíos. Su ama le dijo que llevase sus manos a sus muslos y que cogiese lo que estaba entre ellos y los mostrase a cámara.

Mónica los cogió y al verlos, se echó a llorar.

Dos figuras de sirenas eran las que estaban dentro de ella. De 35 CM de largo y de volumen considerable. Dos sirenas, uno de cola rosa y otro de cola azul, eran en el juego perverso de su ama, las crías de sirena que habían sido concebidas el día anterior.

Aún tenían restos de lefa y despedían el olor del coño y el ano de ella.

Apartaba la vista de ambas sirenas. No los soltaba porque presentía que eso sería un castigo, pero le daba asco tanta perversión mostrada por su ama.

“Vamos puta sirena!, ¡limpia a tus crías! ¿No ves que están sucios de mierda de tu interior? Venga, aséales con tu lengua, dales besos y amamántalos. ¡No olvides transformarte en sirena que ahora así quieren verte todos!, hazlo ahora!”.

Rápidamente, Mónica envolvió sus piernas con la cola de sirena. Posando para la cámara. Llevó a cada sirena a sus pechos. La sirena rosa a la teta derecha y la sirena azul a la izquierda.

Siguiendo las indicaciones de su ama. Ella les daba de mamar, les acariciaba la cola, el cuerpo.

Las sirenas atrapaban los pezones de Mónica con sus pequeñas bocas que vibraban al contacto con los pechos.

Esto era algo inesperado para ella, que comenzaba a sentir vibraciones en su entrepierna ya que la cola también funcionaba como vibrador. En siete días, era la primera vez que la cola le proporcionaba placer.

Ante la cámara se veía a una sirena casi tumbada en su almeja, con dos sirenas en sus pechos, sujetados por ella de la cola, y retorciéndose de placer.

Cuando el orgasmo estaba por estallar.

Las sirenas mordieron con sadismo los pezones para provocar un grito desgarrador.

El dolor de los pezones y el orgasmo del coño, la hicieron colapsar y correrse con intensidad. Como hembra desbocada, quería salir, quería parar con todo ello. Solo podía retorcerse en el agua, soportar el dolor y dejarse llevar por el intenso placer. El placer de su carne, de su satisfacción de complacer a su ama y de su total entrega.

Su cara de hembra corriéndose, es lo último que los espectadores ven en pantalla.

Mónica al terminar su relato, es abrazada por Carolina. Silvia decide solo mirar porque de algún modo la envidia la corroe. Siempre quiso un amo que la llevase a límites como los que Mónica había descrito.

Carolina recogía con su lengua, las lágrimas de Mónica y se fundían en un dulce y consolador beso.

Gracias por vuestros comentarios.

Me gustaría saber qué parte os parece más excitante, cuál es más aburrida o qué contenido no aporta nada al relato.

Para mí es como empezar desde cero por lo que todo lo que me digáis me ayudará a mejorar.