Mónica, la sirena sometida IV

La sirena es preñada por todos los participantes y usada más allá de sus límites.

Mónica, la sirena sometida IV.

“La sirena quiere su leche? ¿La sirena llora porque ya quiere su leche y descansar? Tranquila zorrita, esto está por terminar”.

Un tercer voluntario, tras una indicación del ama, acercó la mesa con una base sobre la que se colocó el recipiente. Al haber estado en refrigeración para mantener fresca la leche de la sirena, el ama pretendía calentarla para que tuviese la temperatura más aproximada a la realidad, y que ella sintiese en su interior esa lefa como recién salida de cada polla que de algún modo la penetraría a continuación.

Una vez calentado el contenido, los hombres de los falos extrajeron el émbolo y colocaron el glande en el interior del recipiente. Ambos comenzaron a succionar la leche que rápidamente había llenado ambos chismes. Estos estaban al límite y aún quedaba lefa en el recipiente. El ama decidió verter el contenido que quedaba en la boca y cara de Mónica. Lentamente, el blanco líquido caía en los labios de la sirena quien reaccionó al sentir lo caliente de la leche que le abrasaba los labios, pero no la quemaba, fue solo una reacción a algo que no esperaba.

“Bebe puta mía, bebe y agradece a quienes han sido tan amables de compartir su leche contigo”.

El ama hablaba, pero ella no respondía. Entonces subió al máximo el volumen del pinganillo y alzando la voz dijo:

“Puta!, ¡te digo que agradezcas!”.

Mónica hizo el gesto de llevar sus manos a sus oídos, pero rápidamente los hombres le pisaron ambos brazos para que no lo hiciese. Gimió de dolor, y abrió más la boca, provocando que tragase más leche. Con el puntapié de su ama en su coño solo pudo decir chillando:

“Gracias!, ¡gracias por vuestra lefa para alimentar a esta puta sirena!”.

El ama frotaba su pie sobre su coño como gesto de aprobación.

La sirena ya no reaccionaba, solo se dejaba llevar y sentía como la leche caliente cubría su cara, entraba en su boca y la marcaba en pelo, ojos, mejillas, cuello y pechos.

“Como en el cuento, la sirena se convierte en mujer, solo por un instante. ¿Por qué lo hizo? Para agradar a un hombre. Tú harás lo mismo con nosotros y solo por unos minutos, te convertirás en una mujer completa”.

El ama tiró de un broche al lateral derecho de la pierna de Mónica y la cola de sirena se abría en canal. Después de seis días, Mónica sentía como sus piernas no estaban aprisionadas y rígidas por la cola. Con mucho dolor en sus extremidades, empezó a abrir y cerrar sus piernas que recuperaban movilidad.

El ama con otro gesto, pedía al resto de participantes que se acercasen para que ayudasen en mantener las piernas abiertas y los brazos extendidos. El cuadro que se mostraba a cámara era el total sometimiento de la desdichada sirena.

Un hombre a cada lado, pisando sus brazos para mantenerlos fijados en el suelo. Dos más con los falos inyectores; y dos en cada pierna para que estuviesen abiertas al máximo. El ama, una vez terminado el baño de lefa, le indicó al primer follador, que le diese el falo. El ama se arrodilló frente a su sirena y antes de comenzar, tiraba de los labios del coño. Los abría y cerraba, los pellizcaba y golpeaba para hacer gemir a su puta y lubricarla.

La sirena movía la cabeza con gesto de negación porque su cuerpo, su sexo la traicionaba de nuevo. Se estaba mojando, prueba de su excitación a lo que su ama le estaba haciendo.

“muy bien zorra, debes mojarte para que pueda follarte. Por mí te follaría, así como estás, seca e inflamada pero no quiero que la diversión termine por hacerte daño y que no te podamos usar más”.

“Usar?” Esa palabra resonaba en su cabeza, en sus pensamientos. Mónica repetía una y otra vez aquella sentencia que describía perfectamente en lo que se había convertido. Ella era solo eso, un objeto de uso y disfrute, y nada más que eso.

La voz dulce de la sirena, brotaba de sus labios teñidos de blanco. La leche en su garganta le dificultaba hablar, y con un hilo de voz se atrevió a decir:

“Por favor ama, no siga, por favor. Estoy adolorida y no me quedan fuerzas, eso terminará por romperme del todo”.

El ama la miró amenazante y mientras indicaba a los dos primeros folladores que sin cubrir el cuerpo de Mónica ante la cámara. Cada uno tirase de sus labios para mostrar en su plenitud su vagina, que en aquel momento era solo un orificio para usar, ultrajar y hacer con él, todo lo que su imaginación pudiese crear.

“Putita, me encanta que supliques, es música para mis oídos. Siente como cuando yo cuente hasta tres, ellos tirarán de tus labios y yo entraré en ti. goza, abre y obedece”.

A la cuenta de tres, los sádicos tiraron de sus labios, como si tirasen de la anilla de una lata de cerveza. Instintivamente ella hizo el amago de cerrar las piernas, pero estaban bien sujetas. El dolor la hizo arquearse, pero lo que estaba por venir, sin duda le haría ver las estrellas.

Sin miramientos y una vez abierto su orificio, su ama empujó el primer falo hasta el fondo. Rápido, fuerte, contundente. Todos los dilatadores, todas las folladas del día no habían sido suficientes para prepararla para tan grande ariete. Sentía como si miles de agujas se clavasen en su piel. El falo forzaba las paredes vaginales al límite y el útero había sido alcanzado. La presión, el roce y la forzada dilatación hacía que moviese brazos y piernas, intento inútil para liberarse. Golpeaba su cabeza contra el suelo y deleitaba a todos los espectadores con sus súplicas y dolor.

“¡No, por favor no! ¡Por favor sacadlo!, ¡sacadlo!, ¡sacadlo!, ¡no quiero esto!, ¡por favor ama, tenga piedad!”.

El ama ordenó que soltasen los labios, pero podrían jugar con sus pechos. Los que no tenían que sujetarla, se dispusieron a azotar sus tetas, restregar la lefa por su cara, pechos y estómago. El ama mostraba a cámara como los labios rodeaban la base del primer falo que ya estaba alojado en el interior de la pobre sirena.

La perversión del ama no tenía límites y al ordenar que dejasen a Mónica y ayudar a sus compañeros en sujetarla, el ama comenzó este último ritual.

Acariciaba el clítoris como si fuese la más delicada de las flores. Masajeaba los muslos para relajarla y también jugaba con los pezones para excitarla. Ella, bajaba la guardia y siendo consciente de su situación, se entregaba a las caricias de su amo para mitigar el dolor y hacer todo más llevadero.

El ama al ver las primeras gotas de jugos de la sirena, comenzó un lento pero cadencioso movimiento de fuera hacia dentro del enorme falo.

Los gemidos de ella, acompañados de frases como: “Me duele ama, me duele. Por favor más despacio por favor. No siga que es demasiado para mí”.

El ama no dejaba de extraer y hundir el falo en el coño de la sirena. Con la mano que quedaba libre, le azotaba los muslos con fuerza mientras decía:

“tú sabes lo que quiero oír”

Entonces, de sus labios, con la voz casi en modo susurro, como un suspiro, respondía a su ama:

“Soy suya ama, puede usarme como desee. Siga follando a esta perra ama, siga por favor. Preñadme ama, preñadme”.

El ama volvió a introducir el falo con fuerza para hacerla arquear una segunda vez. Con una mano impedía la salida del falo mientras que, con la otra, tiraba del émbolo. Comenzó a empujar el émbolo y la cara de la puta sirena, cambiaba por completo.

En ese instante, abrió los ojos como platos. Miraba a la pantalla y se veía perfectamente sujeta por todos los participantes, a su ama entre sus piernas y su pubis abultado por el misil que tenía en el coño.

Comenzaba a sentir un líquido caliente que la llenaba por dentro. Por primera vez, sentía como el semen entraba no solo por su vagina, al estar llena por el falo y taponada a la vez, el líquido avanzaba en su interior para filtrarse en su útero. Nunca antes lo había experimentado. Cada vez más caliente y agobiante era la sensación de invasión en su vientre.

“Aaaa… qué es esto ama? ¿Qué me está haciendo?” – “Me has pedido que te preñe, eso es lo que estoy haciendo, la leche calientita de todos tus espectadores llenando tu útero, desbordando tus ovarios y marcándote como propiedad mía y compartida con quien te sujeta, quien te está viendo, quien se está corriendo en tu agujero ahora. Qué sientes perra?” – “Siento como me quema, como me llena ese líquido. Siento que me va a estallar mi vagina, mi útero. ¡Por favor ama, no siga” – pararé cuando yo diga, no cuando digas tú!”.

El ama dejó de ejercer presión sobre el émbolo y rápidamente les indicó a todos que la diesen la vuelta.

El culo de la sirena era lo que ahora podía verse en pantalla. Las súplicas no se hicieron esperar.

“¡Ama, por favor retire el primero para que, entre el falo de mi ano, por favor se lo pido!” – “Todo lo contrario zorra!, al estar lleno tu coño, este agujero estará más estrecho y sí que estarás llena por completo”.

El ama decidió parar y probar con lo siguiente:

Ordenó que, sin soltarla, los hombres le ayudasen a colocarla sentada en el aire. El ama, sujetando el segundo falo por la base, lo colocó en el suelo para que Mónica se sentase en él.

“Nuestros amigos te ayudarán y dos de ellos abrirán tu culo para que sea más fácil la entrada. Y como quiero ser compasiva contigo, dejaré que te lubriquen para que duela menos.

Al escuchar esto, ella no hizo otra cosa que potar. Solo imaginar como la llenarían de esa forma, le había provocado tanto asco que se vomitó encima.

“Qué guarra y cerda eres!” Decía uno de los que la sujetaban.

Mientras siete la colocaban a la altura de la polla del que se ofreció voluntario, ella solo decía entre sollozos: “qué asco, por favor no. Qué asco, que asco, que asco. ¿Pero qué mierda soy?, por qué me va a mear dentro?” Un azote suave en el culo la hizo callar a la vez que la polla entraba en el ano y comenzaba a vaciarse dentro.

El líquido caliente, la llenaba y provocaba en ella la segunda pota de esta sesión.

Al terminar el hombre, ayudó a sus compañeros, sujetando a la sirena de la cintura para colocarla de nuevo como si estuviese sentada en el aire. Se veía un fino hilo de pis que brotaba del culo, y el ama dio la orden.

Posicionaron y empujaron hacia abajo a la puta sirena. El falo entraba con furia, invadía su culo sin pausa, forzando la fina pared entre ano y vagina al límite, haciendo berrear de dolor a la desgraciada sirena.

“aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!”

Los pechos de Mónica subían y bajaban por su agitada respiración. El sudor frío cubría su piel junto con el pringue de la lefa y de la lluvia dorada del principio. Cerraba sus puños, se le desencajaban las mandíbulas y aun sabiendo que era inútil, chillaba y se retorcía.

Una segunda cámara mostraba la cara y el frente de Mónica, mientras que la principal, mostraba como su culo se había tragado el segundo falo.

Los hombres la colocaron en cuatro por orden del ama para mostrar como los dos falos, abrían y llenaban ambos agujeros. Ella movía su culo en círculos y empujaba las caderas hacia atrás, como si de esta forma ambos intrusos consiguiesen salir.

Un azote más la hizo parar.

“Qué os parece a todos?, ¡lo hemos conseguido! Aunque falta algo a este cuadro. Hay un agujero por llenar y ya que en la prueba anterior no se podía hacer, mientras su vagina y ano disfrutan de estar llenos, esa dulce boca de sirena, también lo estará.

Continuará.