Mónica, la sirena sometida II

Continuación de un relato escrito por mí hace cinco años. la sirena es sometida a siete días de juegos y torturas de su ama para poner a prueba su entrega y sumisión.

Mónica, la sirena sometida II.

Algunas aclaraciones:

Este relato es la continuación del que escribí con otro usuario hace cinco años.

No comenzaré la historia desde el principio, pero no es necesario leer el anterior para entender este y los siguientes relatos.

Perdonad los fallos que puedan estar en la redacción, mejoraré con el tiempo y vuestras críticas.

¡Que lo disfrutéis!

Mónica no era capaz de contar a sus compañeras en el yacusi, el infierno que fueron los siete días que su ama la transformó en sirena.

Cada 24 horas debía salir del gran acuario para ser aseada, limpiada de sus interiores, aplicar tratamiento a la piel y pelo para evitar cualquier daño, así como ser revisados los dilatadores, el sujetador mecánico y la cola de sirena.

El sujetador echo de aluminio y forrado por una fina tela casi plástica era modular por lo que su ama podía integrar en las copas todo tipo de dispositivos.

El primer día las copas contaban con dos estructuras de finos pinchos que, al accionarlo con el mando a distancia, las copas aprisionaban los pechos, dejando marcas en la piel y provocando un intenso dolor.

Los pezones eran sometidos a lacerantes castigos con dos anillas que soltaban descargas de intensidad gradual; junto con pequeños pinchos que infringían aún más dolor.

El segundo día cambió el dispositivo de las copas para emplear en ella dos succionadores que, en intervalos de tiempo aleatorio, succionaban ambos pechos. Estar sometida a tal tortura, hacía que Mónica estuviese inmóvil y era incapaz de alejarse de los peces de color rosa y morado, que provocaban en ella asco y rechazo. Su fobia a los peces le hacía entrar en pánico, pero no podía moverse durante el tiempo que duraba la tortura en sus pechos. Cuando el ama creía que era suficiente y evitar que ella se desmayase dentro del acuario, terminaba la tortura, y Mónica podía resguardarse en la almeja gigante que era su hogar dentro del acuario.

Además del sujetador, su ama cada día cambiaba los dilatadores que además de cumplir dicha función, integraban diferentes funciones para placer del ama y desgracia de ella.

Los más comunes eran los que infringían descargas eléctricas, los que sin duda provocaban el dolor más insoportable para Mónica, así como los que cambiaban de temperatura.

El cuarto día, Mónica estuvo a punto de romper el cristal del acuario ya que el dilatador del coño había aumentado la temperatura al punto de hacerla creer que su coño ardería en llamas. Mientras tanto, el dilatador del culo soltaba descargas intensas, que se prolongaban en el tiempo. Quince segundos de dolor y uno o dos minutos de descanso para volver a empezar.

Esto la llevó a un estado de desesperación tal, que golpeaba con sus manos y con su cabeza el cristal del acuario, como un vano intento de escapar. sus puños impactaban contra el cristal, pero como respuesta solo veía la sonrisa de satisfacción de su ama controlando ambos dilatadores con el mando, y dando un gran espectáculo a quienes observaban todo en internet.

Siempre que terminaba la sesión de cada día. En pantalla se leía:

“No os perdáis el día de mañana! ¡Y recordad, guardar vuestros condones!”

Los días avanzaban, y el rostro de Mónica era fiel reflejo de la intensa tortura que estaba viviendo. A sus compañeras de descanso, Carolina y Silvia, les contaría los tres tormentos que, sin duda, le hicieron perder el juicio y sobretodo, implantar en su mente el hecho de que ella era solo eso, un juguete sin voluntad, entregada al placer, resignándose a tener placer a cambio de su uso y humillación.

Mónica, sirena de cola color rosa, un precioso e infernal sujetador morado, de ojos verdes y pelo rosa, lucía imponente, hermosa como solo ella, una ninfa de los mares, puede verse.

Se mantenía de pie, por decirlo de algún modo, dentro de la gran almeja. La cola fabricada en material flexible con textura que asemejaba la piel y escamas de los peces, le mantenía las piernas separadas lo justo para poder ser follada. Los pies estaban envueltos en una estructura rígida que le hacía tenerlos en posición de puntillas, como si llevase tacones, solo que en una abertura de casi 180 grados. De este modo podía mostrar la figura completa de una cola de sirena. Esta posición de pies y de piernas, le hacían imposible estar en pie, durante todo el día nadaba y se desplazaba en el agua a capricho de su ama.

¿Entonces, por qué estaba de pie?

Del sujetador, por la espalda, se encontraba un gancho que la mantenía erguida. El gancho, unido a una cadena, se extendía lo justo para que ella tuviese que soportar el peso en sus pies. El ama podía controlar la polea que alargaba o estrechaba la longitud de la cadena.

El espectáculo estaba por comenzar.

“Mi puta sirena, espero que estés cómoda, luciendo tu espectacular figura a todos tus fieles seguidores que, desde el primer día, siguen cada instante de tu vida de sirena sometida.

Como te he dicho durante tu limpieza diaria, no te diría en que consiste esta prueba hasta que tus amigos estuviesen conectados.

Como sabes, hoy no llevas la manguera adherida a la mascarilla que, sin importar tus movimientos dentro del acuario, esta se mantiene fija en nariz y boca para que puedas respirar.

Hoy será algo distinto.

Llevas en la boca el extremo de un tuvo flexible con estrías que te ayudan a que puedas sujetarlo solo con los dientes. Por tanto, tendrás que estar alerta para evitar aspirar agua por la nariz. No solo eso, este tuvo flexible tiene una longitud determinada así que, si se soltase de tu boca, flotará, puede que llegue hasta la superficie, pero tú no podrás nadar hasta arriba del todo, la cadena no lo permite. Te recomiendo que no descuides tu único medio de supervivencia.

Además de la posición tan incómoda pero erótica a la vez, tendrás que soportar los dos y últimos dilatadores. Son los más grandes que te inserto, antes de tu prueba final.

Los dilatadores solo provocarán vibraciones en tu cuerpo, y muchos orgasmos. En caso de que pierdas él tuvo, no quiero que sea por torturarte yo, sino por darte placer tú. Si te ahogas, será porque tu instinto de puta sirena, de perra de mar, ha sido más fuerte que tus ganas de respirar.

Tus pezones también serán sometidos a diferentes vibraciones de manera aleatoria para hundirte en el placer más absoluto. ¿Lo resistirás?

Durante las próximas 12 horas tendrás que permanecer en esta posición. Todas las veces que llegases a perder él tuvo y tener que nadar para recuperarlo, se contarán como castigo. He sugerido tres opciones a tus seguidores. Solo les he dicho el nombre del castigo, pero no en que consiste. Solo te diré que se llama, Pececillo en la bolsa de aire.

¡El tiempo corre a partir de… ya!”.

Mónica se había dado cuenta que en esta ocasión escuchaba su respiración. Su ama había sellado sus conductos auditivos con pinganillos que la aislaban de todo sonido, excepto la voz de su ama. Ahora parecía que el micrófono estaba abierto y podía escuchar los sonidos que emitía.

Poco a poco sus pies daban señales de dolor, como el de llevar tacones mucho tiempo. El ama conocía la resistencia de los pies femeninos y calculando el tiempo en el que éstos darían los primeros indicios de cansancio, comenzó la tortura orgásmica.

De forma acompasada, a veces rápida, a veces lenta, los vibradores comenzaron a provocar las primeras sensaciones de placer en el culo y coño de la sirena.

Los soplos de aire que se escuchaban a través del tuvo, se convirtieron en jadeos, al tener la boca abierta para sujetarlo, Mónica hacía grandes esfuerzos para no perder el control y mantener la boca cerrada a la circunferencia del mismo.

La mandíbula también comenzaba a doler. Mantener la boca tan abierta, más el esfuerzo de ejercer presión en el extremo del tuvo, y las primeras oleadas de placer, provocaban en ella sufrimiento y terror.

Cuando creía que tenía la situación controlada y que era posible frustrar su propio orgasmo para no perder la postura y él tuvo, un golpe de sensaciones la cubrieron por todo su cuerpo.

Ambos vibradores comenzaron un movimiento oscilatorio en distintas direcciones. El del culo se movía de izquierda a derecha mientras que el de la vagina de derecha a izquierda. La cara de Mónica era todo un poema, pero aún quedaba más por descubrir.

Sin salir de su interior la mitad de cada vibrador comenzaba a moverse de dentro hacia fuera, lo que provocaba la sensación de estar siendo follada. Los vibradores eran retráctiles por lo que mientras uno se extendía para follarla a profundidad, el otro reducía su tamaño y vuelta a empezar. Además, Mónica debía tragar saliva sin soltar el tubo y mantenerse erguida, pero fue imposible.

La tortura se complementaba con el sonido de sus gemidos, sus jadeos incontrolables que eran el grito de su cuerpo para expresar el dolor y placer que sentía a partes iguales.

Esto se complementaba con las palabras que le decía su ama, sabiendo que, entre el castigo físico y la tortura psicológica, era cuestión de segundos en provocar el colapso de su puta sirena.

“Qué ocurre Mónica? ¿Te ha pillado por sorpresa el movimiento y como te están machacando por dentro tus juguetes?

¿Escuchas tus gemidos? ¿Escuchas tus jadeos? Si puta, esa eres tú. Sientes como se moja tu coño, sientes que se contrae tu culo y sientes como te entregas al placer.

¿Venga, que es el aire? Tu placer vale más, mucho más. Déjate llevar. Entrégate y suéltalo, venga perra, suéltalo. Siente tu coño estallar. Tu culo abrirse más y más a cada instante, a cada segundo. ¡Venga perra, jadea como la perra que eres y córrete!”.

Aaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaaa!!!!

Mónica no pudo más. Su cuerpo, su instinto la habían traicionado. Mordía con rabia él tuvo mientras su coño se abría, su culo le regalaba un orgasmo súbito, intenso, demoledor. Pero en ese último jadeo de perra en celo, ese jadeo de la última embestida, el jadeo que marca la entrega total al placer, hizo que, en un segundo, pasase de la rabia mordiendo él tuvo, a relajar la quijada, a soltarlo y comenzar a tragar agua. Mónica no reaccionaba y seguía bloqueada, inerte por el orgasmo. Sus manos atadas a su cuerpo comenzaban a batirse en el agua porque sabía que había que sobrevivir.

Su ama le chillaba por los pinganillos porque veía que ella tardaba en reaccionar.

“Venga puta inepta! ¡Que debes ir a por el tuvo zorra estúpida!”.

Afortunadamente él tuvo no se había alejado demasiado, Mónica tuvo que soportar el dolor de la mandíbula e intentar sujetarlo. No se podía ayudar con las manos ya que, aunque tenía cierta libertad, los brazos estaban atados de tal forma que del hombro al codo se mantenían unidos a su cuerpo, el resto estaba suelto para permitirle moverse en caso de perder él tuvo.

En las doce horas de esta sesión, Mónica perdió él tuvo ocho veces y aunque estaba más tranquila una vez hubo salido para respirar, cambiar a la manguera que se fijaba a la cara, sus ojos reflejaban el pánico al que estuvo sometida.

El penúltimo día había que llevarse a cabo el castigo por haber perdido él tuvo ocho veces.

En esta ocasión Mónica estaría fuera del acuario, al menos de la cintura a la cabeza. la cola de sirena solo le permitía estar inclinada 90 grados, por lo que la cola permanecía en el agua y ella tumbada con los pechos rozando el suelo.

Tampoco llevaba sujetador y su ama recién le había quitado ambos dilatadores. Su longitud y diámetro era monstros, cuando Mónica los pudo ver en manos de su ama, no pudo evitar llorar. La tortura psicológica ha sido la peor durante la sesión y al ver los dilatadores en ella, se había marcado la huella de la total entrega y a la vez, la ausencia de voluntad y decisión.

“Por qué lloras mi puta sirena? ¿Es por que echas de menos estos dos amiguitos tuyos? Tranquilo putón, te he traído otros amigos que llenen tus agujeros como a ti te gusta”

Su ama la tumbaba de espaldas y le hacía levantar un poco el culo para que sus seguidores pudiesen admirarla.

Hablando a cámara el ama daba la bienvenida y describía el castigo.

“La puta sirena, soltó ocho veces él tuvo, por tanto, ocho veces será castigada.

El pececillo en la bolsa de aire, consiste en lo siguiente.

Como ella ha estado necesitada de aire, tendrá todo el aire que pueda respirar, en esta bolsa”

El ama mostraba una gran bolsa transparente de plástico. También un inflador manual para hinchar pelotas o salvavidas.

“finalmente un lazo morado con el que sujetaría la bolsa al cuello de la sirena.

El ama le ordenó que respirase profundamente y mantuviese el aire. Al hacerlo rápidamente ella cubría su cabeza y ataba el lazo como si fuese un envoltorio de regalo. En el cuello de la sirena lucía muy mono el lazo mientras que la bolsa se hinchaba al límite de su capacidad.

Una vez terminado el proceso el ama indicó a ocho hombres que entrasen al plató y los presentó ante la cámara, cubiertos d la cara para que no fuesen reconocidos.

Lo que Mónica no sabía es que aquellos que acertasen el número de veces que ella perdiese él tuvo, tendrían como recompensa cumplir la fantasía de follar a una sirena.

“Debían ser ocho hombres por lo que aquí están los tres que han dicho ocho y cinco que dijeron siete. Nadie más se acercó ni siquiera a cinco. Por tanto, ellos son los ganadores.

Putita mía, el castigo es el siguiente: cada uno de ellos te follará, pero lo harán dentro del agua. Tú estarás apoyada en el suelo con tus manos y mirando a cámara con esa mona bolsa en la cabeza. ellos al estar en el agua, les será un poco más complicado bombear para follarte y, por tanto, tardarán más en correrse. A menos que tú les ayudes.

Al estar con la mitad del cuerpo fuera del agua y apoyada en el mismo suelo, podrás moverte con libertad para ayudar a que tus sementales disfruten de ti y se corran lo antes posible.

Debes hacer que se corran antes que se termine el aire de la bolsa”.

El primer hombre, gordo, sin condición física y con una polla pequeña, hacía grandes esfuerzos por follar a Mónica. Ella procuraba respirar lentamente y mientras estimulaba a su follador, intentaba no esforzarse demasiado para no consumir el aire tan pronto.

Ante la impotencia de no poder follarla como desearía, la bestia le azotaba el culo, y frotaba su polla en el canalillo del recto para pegar su tripa inmensa en su espalda y machacarle las tetas.

“Cómo me ponen tus tetas puta sirena! ¡Me vuelves loco!”. Mónica ante el castigo físico jadeaba y el peso del animal en cuestión, le hacían más difícil la tarea de rozar con su culo la polla del tipo para hacerle correr.

El aire casi no se había consumido y la eyaculación precoz del sujeto aquel, hizo que el tormento de Mónica terminase pronto pero el ama, una vez más, lo tenía todo controlado, el orden de los participantes estaba perfectamente orquestada.

El segundo era evidentemente más apto que el primero. Hombre fuerte, de gimnasio diario, era el segundo afortunado.

Sin miramientos la penetró por el culo. Mónica jadeaba ya que no esperaba esa embestida tan fuerte y contundente.

El hombre era un verdadero toro que desde el primer segundo hacía jadear y chillar a Mónica. Los espectadores y todos los presentes en la sala, escuchaban sus gemidos suavemente apagados por la acústica de la bolsa. Se escuchaba como una gata siendo follada, ese sonido seco, prolongado que se escucha cuando se follan a una gata callejera.

Mónica movía su culo en círculos, de adelante hacia atrás, hacía todo para acelerar la corrida del sujeto y evitar la angustia de la asfixia.

Mónica sentía como poco a poco el plástico de la bolsa se ceñía más a su cara. También, sentía la necesidad de respirar con más esfuerzo ya que el aire en la bolsa se agotaba. También el sudor provocado por el vapor de su aliento la incomodaban y la hacían estar cada vez más nerviosa porque, aunque lo intentaba, su follador no terminaba y ella podría asfixiarse.

En un instante, el bestia que la sodomizaba la cogió de las tetas, enterraba sus uñas en la piel y soltaba una corrida tan abundante que Mónica creía que le saldría por la boca.

Todos aplaudían y le daban la enhorabuena a aquel toro satisfecho.

El ama hinchaba la bolsa una vez más y preparaba el castigo con los siguientes.

Mónica aparentemente había pillado el truco y del tercero al sexto no tuvo problemas en hacerles correr.

El ama sabiendo que esto sería posible.

Antes del séptimo se dirigió a los espectadores y dijo:

“La putita parece que se lo tiene muy aprendido, pero para que esto sea más emocionante, le insertaré estos dos trozos de jengibre en coño y ano. El jengibre le hará sentir fuego en su interior, pero no la quemará ni la dañará. El jengibre la estimulará, el picor que sentirá hará que se mueva más y por tanto tendrá que respirar con más intensidad”.

Mónica no había escuchado lo anterior porque su ama había apagado el micrófono del pinganillo.

Mónica sin dejar de mirar a cámara, con la mirada empañada por el vapor de la bolsa, no podía mirar lo que ocurría en su culo.

Solo sintió como su ama introducía algo en sus agujeros, estaba tan dilatada que no le dolió, pero el fuego que comenzó a sentir la hizo chillar de inmediato.

Con un azote que resonó en la sala, su ama encendió el micrófono y le dijo.

“Mi putita, solo puedes apagar el fuego que sientes siendo follada y bañada con la leche de tus sementales sirenos. Tendrás que esforzarte más para extraer la leche que te regalan para calmar el fuego de tus orificios. Por esta razón los últimos dos participantes te follarán a la vez. Claro, con condón para que a ellos no les incomode el fuego de tus aberturas. Tendrás que ser más complaciente y hacer más ejercicio para que se corran lo antes posible”.

La única pega para los participantes es que tendrían que hacerlo con condón, para que el jengibre no les afectase a ellos.

Continuará.