Mónica (III): En el hotel

Nos vamos a un hotel. Primera parte de lo que le voy haciendo a Mónica en el hotel.

(Recomiendo leer las partes I y II)

La primera follada con Mónica fue decisiva para ambos. Mónica estaba permanentemente pendiente de que le dijera algo. Al día siguiente la llamé para que habláramos y me dijo que quería continuar, que estaba caliente permanentemente y que cuándo nos volveríamos a encontrar.

Aunque era madurita, tenía que cambiar algunas cosas que le fui indicando. No llevaría más trajes y vestidos de abuela como los llevaba. La quería con escotes de vértigo, aunque tuviera pocas tetas, y con faldas o vestidos muy cortos. Como estábamos ya en abril, el tiempo nos favorecía para todo esto. Sus tetas no daban para un sujetador, así que le dije que no volvería a llevar sujetador, pasara lo que pasara, y que tenía que cambiar las horribles bragas que normalmente se ponía por tangas mínimos, aunque para su culo, más bien ancho, quedaran un poco justas. Poco a poco me iba dando cuenta de que Mónica era mucho más guarra de lo que yo ya creía. Todo lo que le decía lo asentía y me iba tocando poco a poco (estábamos en mi despacho con la puerta cerrada) hasta incluso tocarme el paquete por encima con ganas. Le dije también que se hiciera un peinado más actual, y que se depilara a fondo todo menos el coño, que de eso ya me encargaría yo. Mónica terminó besándome y diciéndome que vería los cambios al día siguiente. Le ordené que estuviera libre para el día siguiente por la tarde, que tendríamos una nueva sesión de preparación, esta vez en un hotel para que nadie nos interrumpiera.

Cuando llegué a la mañana siguiente me quedé realmente satisfecho con lo que vi. Mónica estaba sentada en su sitio con un vestido negro extremadamente corto y algo descarado. La gente se queda mirándola como diciendo qué le habrá pasado a esta. Me acerqué:

  • Buenos día Mónica
  • Buenos día Manuel, qué te parezco
  • Estás preciosa, te has quitado 10 años de golpe
  • No sé cómo he podido estar perdiendo el tiempo tantos años
  • ¿Preparada para esta tarde?
  • No puedo aguantar. Acabo de entrar en el servicio y me he metido dos dedos pensando en esta tarde. Me tienes cachonda perdida
  • Aguanta y no te pajees más

Conforme iba hablando con ella, yo de pie y ella sentada, le podía ver perfectamente todas las tetas porque el vestido era amplísimo en el escote y daba de sí hacia delante fácilmente, aparte de que ella no hacía nada por tapar lo que era evidente, más bien todo lo contrario, se inclinaba para que vieras sus tetas con la mayor claridad. Le comenté:

  • Si te sigues inclinando tanto te voy a ver hasta el coño
  • ¿No te gusta?
  • Me encanta que seas tan zorra
  • Cada vez se están parando más tíos por mi sitio y no les pongo ningún reparo en que me vean las tetas. A más de uno se las daría a que me las comieran.
  • Habrá tiempo para todo
  • Seguro

La mañana pasó sin mucho más a destacar, eso sí, el sitio de Mónica era de los más concurridos y yo me lo pasaba bomba tan sólo viendo el ir y venir. El resto de las chicas de la oficina, sobre todo las que están cerca de Mónica, se empezaban a dar cuenta de que había algo raro en la actitud de Mónica, y de hecho ponían malas caras con el descaro que empezaba a mostrar Mónica.

A las 5 cuando salimos, Mónica se dirigió a la habitación de un buen hotel de 4 estrellas que tenemos relativamente alejado del trabajo y yo me esperé como 20 minutos para ir. Me aseguré por la mañana de llevar algunos juguetitos y material para afeitar en mi mochila. Iba a ser una tarde intensa y depravada. Quería tener una idea de hasta dónde estaba dispuesta a llegar Mónica. Tenía claro que cada vez estaba más salida y que mis posibilidades con ella en cuanto a su emputecimiento progresivo no hacían más que aumentar, pero no sabía si en algún momento o con alguna cosa se plantaría, y esa tarde estaba dispuesto a averigüarlo.

Llegué a la habitación y me abrió Mónica completamente desnuda. Estaba deliciosa. Nos morreamos y la arrastré a la cama. La tumbé y le dije que se abriera de patas que quería inspeccionar bien su coño. No dudó un momento y se espatarró en la cama. Estuve viendo su coño y metiéndole y sacándole dedos. Ella se retorcía ligeramente y me apretaba la mano. Me quité los pantalones y se la metí de golpe para calentarla un poco. En el momento de metérsela pegó un gemido y se puso a moverse cada vez más rápido. Me decía “sigue, sigue, fóllate a tu puta, …., tengo el coño ardiendo, me vas a tener que follar toda la tarde para bajarme el calentón, pero que zorra soy, …, fóllame, fóllame cabrón, sólo quiero tener el coño lleno…”. Pasados un par de minutos dejé de follarla. Ella instintivamente se llevó la mano al coño y empezó a masturbarse mientras me decía que siguiera. Le dije que no, que habría tiempo para todo y le dije que se quitara la mano del coño.

Seguí mirándole el coño y le pregunté que desde cuándo no se lo afeitaba, que tenía un coño indecente. Me dijo que en realidad nunca lo había tenido afeitado, si acaso se lo había recortado un poco alguna vez. Le dije que le iba a afeitar el coño y el culo enteros, y que no quería ver un pelo. Que hoy lo haría yo, pero que en adelante era una responsabilidad suya tener el coño y el culo sin un solo pelo. Cuándo me preguntó que qué diría su marido, le dije que se inventara lo que le diera la gana, pero que no quería ver ni un pelo más ahí.

Cogí mi mochila y saqué todo el instrumental para afeitar. Me había traído también varios consoladores que había comprado la tarde anterior. Le metí el más pequeño en el coño sin lubricación previa, ni falta que hacía, y lo dejé sin activar metido hasta el fondo en su coño. La mata de pelo era bastante espesa, así que primero utilicé una máquina hasta dejarlo bastante corto. Le iba apurando por el clítoris, por los labios externos y hasta por la ingle. Ella gemía cuando le tocaba partes sensibles. Después le dije que se pusiera a cuatro patas sin que se saliera el consolador. Lo hizo y me puse a quitarle todos los pelos que tenía por la zona del culo. Aunque era poco, me divertí un buen rato con su ojete, le metí dos dedos y después le cambié el consolador que tenía en el coño y se lo metí en el culo. Entró con algo de dificultad pero a ella le importaba ya poco lo que le metiera. Cuando terminé con la maquinilla que tenía un buen grosor, le metí el mango en el coño. Gimió cuando se lo metí y trato de moverlo con la mano pero no le dejé. La imagen de Mónica medio pelada, con la máquina en el coño y el consolador en el culo me puso a cien.

Después seguí apurándole el coño con la maquinilla mientras le movía el consolador y la máquina de afeitar en sus dos agujeros. Cuando ya lo tuve afeitado la levante y la llevé a ducharse. Aunque la máquina se le calló del coño, el consolador del culo lo tuvo metido todo el tiempo sin quejarse. Yo además mientras la duchaba un poco le iba metiendo más el consolador en el culo hasta que casi no se veía. Cuando terminé de quitarle todos los pelos con la ducha me la llevé cogida del coño a la cama otra vez.

La tumbé en la cama y le dije que se abriera de patas, la iba a poner a prueba. Cogí una cámara digital y le dije que se abriera más todavía que la quería fotografiar. Mónica enseguida pegó un respingo y me dijo que qué iba a hacer con las fotos. Le dije que eran para mi colección personal que no se preocupara pero que la quería tener bien guarra sólo para mí. Mónica no reaccionaba ante lo que le dije. Me acerque y le puse mi polla en la boca. Empezó a chuparla sin más. Le dije que se tocara el coño, cosa que no dudó en hacer. Mientras se tocaba el coño la iba animando:

  • Venga puta, sólo sabes tocarte el coño de esta manera, si eres una guarra que sólo quiere correrse, verdad que quieres correrte?
  • Sí cariño, soy una guarra y me quiero correr, soy una guarra. No vas a encontrar una guarra así en otro sitio. Esta polla tiene que ser sólo para mi que soy tu guarra.
  • Tócate más el coño guarra, sácate el consolador del culo y métetelo en el coño que no estás caliente. Venga puta.

Cogió el consolador de su culo y se lo metió en el coño. El metesaca que le daba al consolador era cada vez mayor. Así estuvo un buen rato mientras yo le seguía dando polla apretándole la cabeza con fuera contra mi polla.

En un momento dado me separé, cogí la cámara de fotos y le dije:

  • Así cariño, sigue así y mira la cámara que te quiero tener para mí (ella se puso a mirar metiéndose y sacándose el consolador)
  • Así te gusta cariño, te gusta así (mientras me miraba y abría las piernas ostentosamente para que la cámara sacara una foto clara de su coño)
  • Así cariño, así. Demuéstrame lo guarra que eres, métetelo en el culo.
  • Mira cariño, mira como lo meto en mi culito, mira como se come esta pollita mi culo. Pero que guarra que soy, dame más polla que sigo cachonda.
  • Cariño, dile como estás a la cámara que te voy a sacar un video, mira a la cámara (puse la cámara en modo video)
  • Hola a todos, delante de vosotros tenéis el coño de Mónica (mientras se daba palmadas en el coño), que es el coño más guarro que habéis conocido nunca. Mirad como entre en sale el consolador del coño, y mirad como me lo llevo a mi boca (sluuuurp, sluuuuurp). Este es mi culito (mientras cogia su ojete con dos dedos de cada mano y lo abría todo lo que podía) que está esperando polla como un loco. Pero donde más polla quiera es aquí en mi coñito (mientras se volvía a dar palmadas en el coño) que no va a poder vivir desde hoy sin su ración de polla diaria. Saca el coño desde más cerca cariño para que lo puedas ver bien (yo me acerqué con la cámara y me puse a dos palmos del coño de Mónica) y te puedas hacer buenas pajas.

Mónica estaba completamente fuera de sí, cachonda perdida, no paraba de tocarse el coño, de darse palmadas en su clítoris y de meterse y sacarse el consolador del culo. Pasados ya unos cuantos minutos donde Mónica no dejaba de decir guarradas cada vez más fuertes, dejé de filmar. Tenía ya material más que suficiente para todo lo que quisiera hacer en el futuro y yo no aparecía en ninguna de las fotos. Si acaso aparecía mi polla ya que al final me saqué algunas fotos con Mónica comiéndome la polla y mirando a la cámara con la boca abierta y la polla metida en la boca.

Le ordené que pusiera sus brazos detrás de su nuca. No me hacía caso porque no paraba de masturbarse y de correrse, pero le cogí las manos y le dije seriamente que se estuviera quieta que aparte de puta tenía que ser obediente. Enseguida se puso con los brazos en la nuca y se puso a mover la pelvis y el coño ostensiblemente para arriba y para abajo y me empezó a decir que le diera polla que no la dejara así.

En el estado que se encontraba Mónica podía hacer lo que quisiera con ella, así que decidí darle una vuelta más de tuerca a la situación. Me puse encima de ella y le metí la polla de un golpe sin problemas:

  • Esto es lo que te gusta zorra, tener la polla metida en el coño verdad?
  • Siiiiiiiiiiiii, no la saques, la quiero tener ahí todo el día, no me quiero mover de la cama, sigue cabrón, dale polla a esta guarra, sigueeeeee
  • A partir de ahora vas a hacer todo lo que te diga y te vas a portar como una guarra siempre que estés conmigo verdad guarra?
  • Siiiiiiii cariño, voy a ser una buena guarra, la mejor de todas las guarras
  • Vas a ofrecer tu coño a quien yo te diga, vas a ser una guarra con todo el que yo quiera
  • Siiiiiii, voy a ser una buena guarra, más pollas para mi, sólo quiero pollas

Mónica estaba totalmente salida, haría lo que yo quisiera, así que paré bruscamente y le saqué la polla del coño. Le dije que se preparara que nos íbamos a la piscina cubierta del hotel para que siguiera siendo una guarra allí.

Mónica se quedó un poco parada mientras se tocaba el coño y me dijo:

  • Cariño, a la piscina no que hay más gente y no tengo bañador ni nada.
  • Pero tienes unas braguitas estupendas que te puede servir.
  • Si soy una vieja cariño, se van a reir todos de mi
  • Eres vieja y guarra, te gusta exhibirte, que te miren y que te toquen (mientras le tocaba el coño)
  • Siiii, me gusta eso. Haré lo que me digas cariño, pero me da mucha vergüenza.
  • A partir de ahora tienes que perder la vergüenza. Las guarras no tienen vergüenza.
  • Lo que tú me digas cariño (mientras me cogía la polla y se ponía chupármela)

La levanté de la cama y le busqué las bragas para ponérsela. Yo me había traído un bañador pensando en la piscina. Las bragas de Mónica eran realmente mini como le había dicho, y eso unido a que estaba algo entrada en carnes hacía que le quedaran muy justas y que tuviera un aspecto de guarra tremendo, que era justamente lo que yo quería. Además enseguida que se mojaran se iban a transparentar a lo bestia, así que tenía el espectáculo asegurado en la piscina del hotel que además tenía sauna y baño turco.

En el próximo capítulo os cuento como fue la cosa ….