Mónica (I): El comienzo
Historia del emputecimiento progresivo de una madura compañera de trabajo.
Hola, soy Manuel, os cuento la historia de la esclava que tuve hasta hace poco, con la que he pasado momentos increíbles pero que por motivos personales de ella no se ha podido continuar lo cual fue un poco una contrariedad para mi porque me ha dejado sin esclava y amiga desde entonoces.
La cosa empezó hace 10 años. Éramos compañeros de trabajo. Mónica tenía 5 años más que yo y nuestra relación era cordial y buena. Mónica es una mujer por encima de 40 con pelo rubio a la altura de los hombros, cara muy bonita, tetas normales y cuerpo algo gordito. Una mujer normal vaya. Yo soy tirando a alto y de complexión más bien fuerte. Pasadas las presentaciones cuento como fue nuestro primer acercamiento. Ocurrió en una de las fiestas de la empresa que se caracterizan por ser relativamente aburridas por muchas copas que bebas. Llevando ya unas pocas copas me puse a hablar con Mónica de cosas variadas hasta que empezamos a tocar un poco en serio, un poco en broma, temas relativos al sexo en la pareja. Ella entre bromas me decía que poco de poco, que no había conocido a otro hombre que su marido y que poco podía opinar. Más adelante en la conversación me comentó que era probable que se perdiera algo bueno en el sexo, pero que no se podía tener de todo en la vida. Yo le explicaba que todo se puede intentar pero que me parece imprescindible tener experiencias buenas y malas para después saber a qué atenerse. Esa primera conversación no pasó de ahí, pero me quedó claro que Mónica era una mujer insatisfecha y que ella misma, hasta cierto punto era consciente de eso.
Mi amistad con Mónica fue a más conforme pasaban los días, aunque generalmente charlábamos con más compañeros presentes y no permitía profundizar en la conversación. La cosa empezó a cambiar un día que en otra fiesta de la empresa y sin saber muy bien porqué cuando llevábamos bastantes copas nos quedamos solo hablando sobre el mismo tema y no siendo conscientes de que el resto de gente se había marchado hacía rato. Cuando nos fuimos a dar cuenta me percaté que estábamos solos a la 1 de la mañana en un garito oscuro y con un montón de gente. Ella estaba contra la pared y hablaba de forma bastante animosa. Me tocaba por encima el hombre y los brazos y se abrazaba con cualquier excusa. En uno de los abrazos le dejé cogida las dos manos para probar su nivel de entrega. Ella no soltaba mis manos de las suyas, es más, se iba acercando. Llegado ya un momento inevitable empecé a besarla de forma más bien apasionada. Estuvimos besándonos un buen rato hasta que nos separamos y nos quedamos mirándonos fijamente para después abandonar el garito sin cruzar palabra e irnos por la calle abrazados y besándonos. Nos llegamos a quedar parados en una calle más bien oscura al lado de un coche y continuamos besándonos. Yo en ese momento, un poco por producto del alcohol empecé a tocarle las tetas sin que ella hiciera nada más que gemir un poco y facilitarme la labor. Acabé por meterle finalmente las manos dentro de la camisa que llevaba y empecé a jugar con su sujetador y sus tetas hasta levantarle el sujetador por encima de las tetas y tocárselas ya sin ninguna oposición. Parecíamos como críos besándonos y metiéndonos manos pero lo cierto es que era bastante excitante. Al rato le abrí un poco la camisa y le empecé a chupar los pezones que estaban ya bastante rectos. Me daba cuenta que la estaba excitando como hacía años que su marido no lo había hecho por cómo se ponía. Así estuvimos un rato hasta que inevitablemente dirigí mi mano a su entrepierna y la empecé a acariciar. Aunque inicialmente se dejó hacer y yo cada vez presionaba más, llegó un momento donde intentó apartar mi mano y me dijo que no siguiera. Hice caso omiso a sus indicaciones y seguí metiéndole mano hasta empezar a desabrochar su pantalón. Lo primero que me topé fueron unas bragas de las antiguas. No me extrañó, me esperaba algo así por el carácter de Mónica y porque es algo mayor. Metí mi mano por dentro de su enorme braga y me topé con su coño. En ese momento ella empezó a respirar con más fuerza y me di cuenta de que estaba totalmente entregada a lo que le hiciera.
Nunca me hubiera imaginado esa situación unos meses antes. Yo allí es un callejón oscuro, con Mónica, una madurita de mi empresa de lo más tradicional, con la camisa abierta y sus tetas al aire y el pantalón bajado hasta casi las rodillas y yo metiéndole mano en el coño. Tenía un coño de lo más descuidado. Mucho pelo y mucha dificultad para llegar a su clítoris. Le metí un dedo con dificultad y empecé un metesaca que no duró nada porque se corrió de forma un poco escandalosa. Enseguida descansó sobre mí y medio llorando me dijo que lo dejara, que esto había llegado demasiado lejos. Yo aparté su cara y la besé y seguí comiéndole las tetas. Aunque no tenía unas tetas demasiado grandes, me encantaba comérselas. No puso ninguna oposición, estaba completamente entregada. Incluso volví a tocarle su frondoso coño sin que ella dijera nada.
Así terminó nuestro primer encuentro. Aunque en principio nada más que se trataba de un rollo un día de fiesta, yo sabía que ahí había algo más y estaba dispuesto a continuarlo. Mónica estaba tan confundida con lo que había pasado que yo creo que ni siquiera pensaba en las consecuencias de lo que había pasado, pero yo empezaba a tener una hembra que prometía …