Mónica

Tengo cuarenta y un años, han pasado más de diez meses de mi anterior relato titulado Chantaje

Me llamo Mónica, tengo cuarenta y un años, han pasado más de diez meses de mi anterior relato titulado Chantaje, allí doy más detalles sombre mí. En este periodo de tiempo he vivido diferentes situaciones. En primer lugar, me he separado de mi marido, mejor dicho, él me ha dejado. Ahora vive en Brasil con una mujer más joven que yo. Ha sido duro, pero hay que pasar página.

No follo con ningún hombre desde el desagradable incidente que conté en el relato que he mencionado con anterioridad, si se le puede llamar tener sexo. Cuando vino mi marido de permiso, lo primero que hizo fue pedirme el divorcio y pegarme la COVID, la variante brasileña. Después de marcharse he pasado por un momento depresivo. Si a todo esto se le suma las restricciones lógicas puestas por la pandemia, pues eso, en el momento presente tengo unas ganas de joder con un tío que ni os cuento.

Hoy comienzo unas semana de vacaciones y pienso resarcirme. Hace unos días reservé un estudio en Torremolinos, Málaga, España. Es un lugar discreto, silencioso. Ayer me pasé gran parte de la tarde en un salón de belleza, me preparé a conciencia: me cortaron el pelo, me peinaron, pintaron las uñas de pies y manos. Hoy me he rasurado el sexo, lo tengo como el de un bebé. Almorzaré temprano y echaré una buena siesta. Cuando me levante me pondré un enema, quiero tener mi recto bien limpio.

Me pongo un vestido de gasa con tirantes estampado, escote en forma de V, los pechos sin sujetador quedan tapados precisamente por el estampado; por la espalda la gasa es trasparente hasta la cintura, termina en una minifalda vaporosa. Unas aberturas en ambos costados, no perceptibles a simple vista, permiten a unas manos juguetonas tener acceso a mi espalda, mis pechos, vientre y sexo sin necesidad de quitarme el vestido. Un tanga de hilo tapa lo justo mi raja. No llevo medias. Me he puesto unos zapatos de tacón bajo abiertos por delante que lucen mis uñas color granate recién pintadas. Solo pensar que dentro de unas horas voy a tener una verga dentro de mí me mojo.

Me encamino hacia un pub al que voy en algunas ocasiones apenas son las 20 horas. No hay muchos clientes y los que hay son jóvenes. Me apetece empezar con una polla juvenil.

Pido una bebida sin alcohol. Estoy aun en la barra cuando se me acerca un chico cercano a la treintena, me pide bailar, lo miro, veo que es atractivo, está bien vestido y despide un olor a un perfume agradable. Acepto, por qué no. Me lleva al centro de la pista, está poco concurrida. Le echo los brazos por encima de sus hombro, me abraza, noto su pecho sobre los míos y su pene pegado a mi pubis, pienso: bueno, también esto entra en el placer, a ello hemos venido, pero no me ha gustado como lo ha hecho. Pronto baja sus manos sobre mi trasero, lo manosea, frota su nabo ya erecto sobre mi bajo vientre. Le doy un empujón y me separo de él. Regreso a la barra donde había dejado mi bebida, no la veo. Un camarero, corpulento, guapo, de más o menos la misma edad que el joven que he dejado plantado, me ofrece otra y me dice que un colega del que me había sacado a bailar había echado algo en mi bebida. Con un gesto da instrucciones a un guarda de seguridad para que eche a ambos jóvenes. Le doy las gracias. Estoy confusa por lo ocurrido, pienso que va siendo hora de no venir más a lugares como este. Me siento pensativa en una mesa vacía en un rincón. Llega el camarero que me atendió y me pregunta cómo me encuentro. «Bien, bien. Gracias por tu ayuda». Me pide permiso para sentarse a mi vera, accedo. Comenta que el pub es de su cuñado y que en ocasiones, sobre todo los fines de semana, viene y le echa una mano. Hablamos un buen rato, la mayoría del tiempo el solo, yo escucho. Observo que es atractivo, delicado, amable, me gusta. Si un hombre me entra por la vista, también puede entrarme por el coño. Le pido que bailemos, se sorprende pero noto que le agrada. Lo cojo de la mano y lo llevo a una zona más bien oscura. Soy yo quien llevó la iniciativa, él se deja hacer. Después de un par de bailes más o menos pegados el uno al otro nos besamos, le abro la camisa y lamo su torso. Me giro y pego mi espalda a su pecho, me abraza con sus manos. Tomo su mano derecha y le enseño mi secreto, la meto por la abertura lateral derecha que tiene mi vestido, la guio hasta mi teta derecha. No necesita más, pronto noto sus caricias con ambas manos. Me explora durante un rato, me agrada cómo lo hace, llega a mi raja, le digo: «en otro lugar, vámonos».

El estudio se encuentra a escasos minutos. Una vez allí lo desnudo, le pido que se tumbe en la cama y me mire. Me desvisto. Está apoyado sobre sus codos, con las piernas separadas y una buena erección, me agrada lo que veo. Él también me observa, nos miramos y escudriñamos durante unos instantes. Estoy muy excitada. Me echo sobre él, me acomodo su polla sobre mi bajo vientre, nos besamos abrazados durante un buen rato. Me doy la vuelta y le ofrezco mi trasero, comienzo a comerle y lamerle la polla, como el que se toma un helado bien frío, poco a poco al comienzo, dando pequeños mordiscos y con mayor avidez y penetración después. El me come el coño con pasión. No tarda en venirse en mi boca. Aguanto su semen en ella hasta que suelta su última gota. Me giro y se lo echo en su pecho, después lo chupo, sorbo a sorbo, poco a poco, sin prisa, lo engullo todo.

Su pene está erguido de nuevo. Es mi turno. Me pongo en cuatro y le pido que me folle, despacio. El chico tiene experiencia. La mete pausadamente al principio, después poco a poco aumenta el ritmo. Yo me masturbo. Cuando llego al orgasmo sus embestidas son de tal naturaleza que si su polla fuera un taladro me habría salido por la boca. Al sentir mi orgasmo se vino dentro de mí. Grito yo, brama él. Nos duchamos y nos despedimos. Quedamos en vernos en otra ocasión.

Yo sigo con hambre de pollas, pero de otras vergas. Me limpio mi vagina, para eliminar cualquier rastro de semen. Como algo, poco, pero energético. Cambio de vestido. Elijo uno color carne, ceñido y ajustado, corto, me llega a la mitad de mis muslos. Llevo unas medias con cintas de silicona que me llegan casi a las inglés y unos tacones de agujas a juegos con el vestido. No llevo ni sujetador ni bragas, se notarían. Me miro al espejo, marco los pezones a través de la ropa. Me gusto.

No muy lejos, se encuentra un hotel, de los primeros que se hicieron en la Costa del Sol malagueña, tiene con un hall grande y espacioso donde puedo confundirme con los huéspedes si dificultad, ya he estado en otras ocasiones. Tengo ganas de follar con un madurito, seguro que allí encuentro alguno y si todo va bien pasaré la noche con él.

Entro al hotel, me encamino hacia el bar, pido una ginebra con tónica, pago y me dirijo hacia un lugar donde suelo sentarme, los ascensores no están lejos, puedo ver y ser vista. Justo al lado, al mismo tiempo, se sientan una pareja de hombres negros, son altos, uno más joven y delgado que el otro, parece un espárrago. Me saludan en inglés y hago lo propio.

El mayor me pregunta si hablo inglés, le digo que sí. Entonces me ofrece un plano de la ciudad de Málaga y me pregunta por determinados lugares que tiene marcados. Ignoro si lo hizo a propósito o no, tampoco me importa, lo cierto es que sus preguntas conduce la conversación por otros derroteros. No voy a dar detalles, sé que los lectores queréis que vayamos al grano.

El negro joven se llama Thomas, veintiséis años; el mayor, Jack, cincuenta y cuatro. Thomas es jugador de baloncesto y viene a España a pasar el examen médicos, dentro de dos días, de un equipo importante, si lo pasa lo ficharán. Jack, exjugador de baloncesto, ha sido su entrenador y ahora mánager. Tienen previsto un vuelo a Madrid mañana por la tarde. Jack es el único que prácticamente conversa conmigo, Thomas observaba y casi no habla. Jack es un hombre atractivo, delgado, su pelo rizado pinta algunas canas, sonríe con frecuencia, me resulta una persona muy agradable. Thomas también es un hombre guapo, tiene la cabeza rapada.

Nunca he follado con un negro, algún día lo haré, no me obsesiona. Uso un consoladores grande y de un grosor considerable de este color. Siempre imagino mientras me masturbo que un negro con una polla como la de mi consolador me está follando. El juguecito tiene una curiosidad, en su interior hay un habitáculo que cargo con abundante líquido blanquecino, viscoso, parecido al semen y que se va calentando poco a poco hasta llegar a una determinada temperatura que mantiene. Cuando me corro acciono un botón y el vibrador lanza el líquido en distintas oleadas e intensidades en el interior de mi vagina. Siempre tengo orgasmos largos e intensos, es uno de mis favoritos.

Llevamos hablando más o menos una hora. Tomo una decisión, me digo: es el momento de probar una polla negra, decido enviarle señales a Jack, quiero saber que le parece la idea. Con la excusa que hay mucho ruido acerco mi sillón al suyo, él me ayuda. Lo rozo aquí, me inclino y le acerco mis pechos mientras rió sus ocurrencias y anécdotas, cruzo la pierna y de camino subo un poco más mi vestido. Jack, pronto se da cuenta y se presta al juego, facilita mi coquetería. Acepta el envite.

Pide a Thomas que vaya por bebidas y cuando nos quedamos solo hablamos sin tapujos. Acordamos subir a su habitación y me pregunta si Thomas puede participar. «Le vendría bien, la novia lo ha dejado, ella no quiere venirse a España. Tengo miedo, sobre todo cuando me marche en unos días y lo deje solo, tiene una ocasión de oro». Le contesto: «si Thomas quiere, por mi no hay ningún problema». Jack se levanta y se encamina a hablar con él. Los observo desde la distancia, el joven parece pensativo, Jack no para de hablarle. Al final accede.

La habitación de Jach es espaciosa, con una cama grande, muy grande, como le gustan a los americanos y vemos en las películas.

Nada más llegar me desnudo y me quedo con tan solo las medías, me echo en la cama, estoy medio incorporada, me apoyo sobre los codos, abro las piernas y las flexiono, pongo mis talones sobre el colchón. Los miro fijamente. Ambos están embelesados, les gusto, siento mi poder. Les pido que se denuden. Jack, lo hace en un instante, su boxer aprisiona un bulto que me parece enorme, al liberarlo, como si de un resorte se tratase, sale una polla larga y gruesa, negra como el carbón, que se coloca inmediatamente mirando al frente. La polla de Thomas es algo más delgada, pero más larga, su excitación aun no ha llegado al máximo ¡Me encanta lo que veo!

En medio de la cama con las piernas abierta, le hago una señal a Jack, se acerca pone ambas rodillas junto a mis costados y se inclina, me atrae hacia él, nos abrazamos, comienza a besarme, me mete la lengua e intercambiamos nuestros fluidos, lo hacemos durante un buen rato. Se pone de rodillas en la moqueta junto al filo de la cama, me coge por las caderas y tira hacía él, descanso mis piernas sobre sus hombros y anchas espaldas, Jack se abre paso con su dedos, lengua y labios carnosos, lame mi coño, centra su lengua en mi clítoris. Nota un cosquilleo que me recorre todo el cuerpo, estalla en mi cabeza, tenso mi espalda, gimo, me corro.

Nos besamos apasionadamente de nuevo, noto su polla que está vibrando, le digo: «métete dentro de mí. Fóllame». La introduce despacio hasta llegar al final, no me molesta. Le ruego que no se detenga, quiero que se corra. Me rodea y me abarca toda entera, me abrazo a él, le paso mis piernas por su espalda, lo beso con avidez. Acelera el ritmo hasta que se viene dentro de mí, noto cómo se convulsiona con cada latigazo de semen que me echa dentro, de nuevo llego al orgasmo. La deja quieta, totalmente clavada en mi coño, nos besamos, succionado nuestras boca, labios, saliva, acaricio su trasero y sus piernas que tiene encogidas entre las mías. Permanecemos así hasta que su polla flácida hace intención de salirse de mi vagina, no lo consigue, porque su tamaño y nueva rigidez se lo impide. Se sale de mi, Thomas está esperando. Me ha encantado, siento que me ha follado un hombre de verdad.

Thomas está sentado a unos metros, ha estado viendo toda la escena en una especie de sillón sin brazos. Su polla ahora está totalmente erguida. Me levanto y despacio me dirijo hacia él, me siento sobre sus piernas, con las mías bien abiertas y apoyados los pies en el suelo, acoplo su polla sobre mi vientre. Lo beso, le meto la lengua, intercambiamos nuestras salivas. Thomas me abraza, me aprisiona contra él, lo hace con delicadeza. Me levanto y me arrodillo entre sus piernas su polla queda justo a la altura de mi barbilla. Noto su agitación. Sabe lo que sigue. Abarco su la polla con ambas manos, aun sobresale 5 o 6 centímetros. Le pido que si incline y me bese, lo hacemos un buen rato, sigo con su polla entre mis manos. Me echo saliva, nuestra saliva, en mi manos, impregno su polla, la acaricio de arriba a bajo. Cuando llego a su glande se la paso alrededor unas cuantas veces y de nuevo comienzo a realizar la misma maniobra, despacio, no quiero que se corra. Le pregunto qué desea, «quiere que te la chupe y me trague tu semen o prefieres correrte dentro de mí». Desea que se la mame. Me pongo manos a la obra, le chupo el tronco, lamo su glande, su prepucio sus huevos, siempre que puedo lo miro a los ojos. Poco a poco comienzo a tragármela, al principio un cuarto, después hasta la mitad, así hasta que consigo llegar a su raíz, lo repito, quiero que mi garganta y esófago se acostumbren. Los espasmo de su polla me avisan, pronto expulsará su semen. Tomo aire y me la trago toda entera, la mantengo dentro. Su semen sale como la lava de un volcán, abundante y caliente. Llega a mi estómago, en varias oleadas. La saco lentamente, sigo chupando su frenillo y su glande, hasta que ya no echa ni gota. Lo beso, le meto mi lengua, quiero que saboree su propio semen.

De nuevo soy yo quien rompe el silencio. Pido que me penetren por el culo, les digo que lo tengo limpio, pero si lo desean pueden usar preservativo. Saco de mi bolso un bote de lubricante, condones de la talla XXL y un plug anal, curiosamente negro. Le digo a Jack que me lubrifique bien, le explico cómo quiero que lo haga. Primero irá Thomas, su polla es más delgada, él abrirá el camino. El sexo anal, si me lo hacen con delicadeza y estoy relajada me resulta placentero, muy placentero, siempre consigo un orgasmo, aunque no me masturbe. Una vez que me acostumbro a la polla de mi amante, este puede aumentar el ritmo e intensidad sin problema, por lo tanto no me importa ni el grosor ni el tamaño.

Me voy a la cama me pongo a cuatro patas, yergo mi culo, apoyo mi cara sobre el colchón y espero a que Jack haga su trabajo.

Thomas entra en mí despacio, con delicadeza, primero el glandes repetidas veces, después poco a poco la introduce cada vez más profundo hasta que consigue introducirla entera. Noto su polla cómo roza todas las paredes de mi ano. El orgasmo que siento es tan potente que cuando Thomas la saca me derrumbo en la cama, necesito un rato para recuperarme. Con Jack me sucede lo mismo, siento un placer enorme. Tanto cuando Thomas o Jack me penetraban he notado cada centímetro de sus respectivas pollas.

Pasado un rato, Thomas se marcha a su habitación a descansar. Acordamos en vernos para desayunar. Yo me quedo a pasar la noche con Jack.

EPÍLOGO

Cuando Jack y yo nos quedamos solos, volvimos a follar. En esta ocasión el llevó la iniciativa. Con sus manos grandes y fuertes acarició todo mi cuerpo, con su boca y labios carnosos me beso y lamió haciéndome gozar en repetidas ocasiones, con sus brazos y su cuerpo me abrazo y cobijó, con su polla monumental y gruesa me complació plenamente como mujer, no hubo orificio de mi cuerpo que no penetrara ni llenara con su semen.

Jack me pidió que pasara el resto de la semana con ellos, acepté encantada.

Por la mañana llevé a Jack y Thomas a desayunar a una cafetería para que probaran el típico desayuno andaluz, mollete antequerano con jamón serrano ibérico, tomate y aceite de oliva virgen extra, seguido de unos tejeringos (churros). Todo lo comimos con avidez.

Después, pedí a Jack que se ocupara de lo concerniente a mi billete para que pudiera irme con ellos. Le dije a continuación: «Thomas y yo tenemos asuntos pendientes, nos veremos en un par de horas, te llamaremos cuando terminemos». Thomas había estado algo nervioso e inquieto durante el desayuno, yo sabía cómo calmarlo. Me lo lleve a mi estudio. Me echo tres polvos, se corrió una vez en mi boca y las otras dos en mi coño. Cuando de nuevo nos vimos con Jack, Thomas estaba totalmente calmado y con una cara de bobalicón que sorprendió al propio Jack.

Escribo este relato durante mi viaje de regreso a casa en el tren AVE de Madrid a Málaga. Horas antes Thomas y yo despedimos a Jack en el aeropuerto. He prometido a Jack que “cuidaré” de Thomas, aunque estoy segura que será por poco tiempo, todo indica que finalmente su novia vendrá en unas semanas. Mientras llega este momento, en la medida que sus compromisos deportivos lo permitan, Thomas y yo nos seguiremos viendo los fines de semana, faltan cinco días. A mi coño le vendrá bien un descanso hasta entonces.