Mónica

Dos personas se conocen y descubren que hay mucha química entre ellos. Las fantasías más eróticas y deprabadas se hacen realidad cuando se encuentran

Mónica

Hacía poco que nos conocíamos, aunque mucho que sabía de su existencia. Los dos llevamos a nuestros hijos a la misma escuela. Desde que mi mujer me dejó he vivido algo descolocado y desinteresado por las mujeres. Hace ya 6 meses y Mónica me ha devuelto al mundo del juego morboso y sensual con el otro sexo.

Durante muchos días nos saludábamos fugazmente a la salida de los críos por la tarde, pero nuestras miradas decían mucho más que las cuatro palabras que habíamos cruzado hasta el momento. Era una chica morena, alta, corpulenta incluso. Estaba convencido que hacía deporte (natación como mínimo). Sus ojos verdes eran perturbadores, su mirada te trastornaba pero al momento te daba confianza su sonrisa natural y alegre. Era atractiva estaba bien proporcionada para mi gusto.

Pero si una cosa me atraía especialmente era su espalda. Ahora que se acercaba el verano la había visto con alguna camiseta de tirantes y realmente me tenía hipnotizado. He de reconocer que las chicas con aspecto de ser fuertes o, bien, como se diría vulgarmente un pedazo de mujer eran mi debilidad. Observé que llevaba varios tatuajes, uno debajo de la nuca, otro en el tobillo… le daban un aspecto aún más interesante.

Todo cambió una tarde en la que, por casualidad, los dos tuvimos que esperar a nuestros respectivos hijos porque estaban castigados. Fue la excusa perfecta para iniciar una conversación.

** Estos niños… alguna habrán hecho, ¿Eh?

  • Jajaja, si, la mía es tremenda. ¿Tu que tienes, niño o niña?

  • Niño, niño y, también, desde que su madre nos dejó que se comporta algo irregular, por decirlo suave ;)*

La conversación era muy distendida y nos reímos un montón. Cuando nos traían a nuestros hijos me quejé de un dolor de espalda.

¿Tienes algún problema? –* me dijo Mónica interesándose por mi. UF, me duele la espalda. Al parecer hice un mal gesto en el gimnasio y ahora lo estoy pagando. Tan sólo voy para mantenerme pero parece que ayer forcé demasiado y

  • Te parecerá muy descarado, pero se me dan bien los masajes. Si quieres una tarde podríamos intentar hacer algo por tu malograda espalda.*

Supongo que con mi cara respondí pero tuve que soltar alguna palabra para confirmarle que si, me parecía una idea genial y que podíamos quedar una tarde. Nos despedimos cada uno con nuestros respectos niños y el tema quedó así. Pensé que nunca se daría el caso. Estaba muy equivocado.

..

Estaba sentado en el sofá. Estaba muy nervioso desde que me había levantado por la mañana. Ya había mirado y remirado todo mi entorno esperando que ella apareciera. Me reía pensando en que todo había empezado por una invitación a un masaje y ahora estaba en su casa, esperando a que me hiciera un verdadero striptease tras la apuesta que había perdido justo el día de nuestro segundo encuentro.

La música empezó a sonar, las luces se apagaron y mi corazón latía a mil por hora. Tras unos segundos de canción muy sensual apareció ella por la puerta del comedor. Estaba tremenda. Sabía como me gustaba su espalda y fue lo primero que me mostró. Sus movimientos sensuales provocaron rápidamente en mi una erección descomunal. Me dolía de lo dura que estaba. No se acercó, se mantenía en la distancia y subía y bajaba constantemente al ritmo de la música.

Lentamente sus prendas fueron cayeron sutilmente. Su camiseta de tirantes salió volando y observé que otro tatuaje asomaba por debajo de su falda, justo a la altura de sus riñones. Esas piernas largas completaban un conjunto espectacular. Su mirada por encima del hombro con su rostro parcialmente cubierto por su cabello negro me ponía a mil. Ella lo sabía y sonreía, cerraba los ojos y gemía sintiendo el bajo soltando sus graves notas en una melodía de lo más apropiada para fomentar el sexo.

Al poco tiempo estaba en ropa interior, de espaldas. Finalmente se dio la vuelta y ahí me derrotó completamente. Lucia un cuerpo espectacular, brillante por el sudor del baile. Tan sólo llevaba el sujetador, su tanga y los zapatos de tacón. Andando decidida hacia mí no pude cerrar la boca por mi asombro. La tenía a escasos centímetros de mi, de pie, con los brazos en jarra y mirándome a los ojos.

* Creo que va siendo hora que tu también te quites la ropa, encanto. – Sin atreverme a levantarme me fui desabrochando torpemente la camisa; sin terminar mi cometido me solté el cinturón y me desabroché un zapato. Cansada de esperar tomó ella el mando y me arrancó los 4 botones que me quedaban abrochados, desabotonó mis jeans en 2 segundos, los zapatos salieron volando y en un visto y no visto estaba en bóxers frente a ese pedazo de mujer.

Empujándome hacia atrás me apoyé en el respaldo del sofá. Ella se me sentó encima y empezó a acariciarme el rostro y el pelo. Yo tenía sus pechos justo delante de mis narices. No sabía si mirarle su delantera o a los ojos; ambos me perturbaban por igual. Al poco tiempo noté que iniciaba un movimiento rítmico de sus caderas. Estaba rozando su pubis con mi polla enfundada aún en los bóxers. Se movía con un agilidad asombrosa. Parecía que sus caderas iban por un lado mientras que sus brazos, manos y labios iban por otro.

No tardó en besarme tiernamente al mismo tiempo que mordisqueaba mis labios. Prosiguió lamiéndome las mejillas y finalmente su lengua jugaba con los lóbulos de mis orejas. Mi cuello también fue objetivo de sus ataques. Esa mujer me estaba devorando literalmente.

Estaba atrapado por el peso de su cuerpo y tan sólo alcancé a iniciar unas suaves caricias sobre sus muslos y pantorrillas que noté duras y fuertes. Los gemidos se hacían cada vez más presentes entre nosotros. Lo mejor… estaba aún por llegar. Por un momento me vino el flash de nuestro primer encuentro que hacía presagiar lo que ahora estaba sucediendo.

.

Dos semanas después de conocer a Mónica volví a coincidir con ella en la escuela. Esta vez nos saludamos más naturalmente. Habíamos roto el hielo y empezamos a conversar. En un momento dado me preguntó por mi espalda. Le dije que seguía igual, con dolores. Fue entonces cuando acordamos una cita. Ese mismo viernes ella dejaba a su hija con los abuelos y el mío se lo llevaba su madre. Quedamos por la tarde en su casa. Me dijo que me haría un buen masaje que jamás olvidaría.

Llegué a las 17 a la dirección que me dio, en Cornellá. Subí a su casa y me abrió vestida de forma poco natural, vamos, que uno no se viste así para estar en su casa. Llevaba un vestido lleno de cremalleras, cortito. Los mulsos al descubierto y unas botas que le llegaban por debajo de las rodillas. La media melena negra y su mirada completaban un conjunto que me dejó sorprendido durante unos segundos. Su sonrisa me sacó del limbo y entré en su casa. Me ayudó con la chaqueta y me hizo pasar directamente a una habitación que tenía una especie de camilla improvisada. No parecía que tuviera una consulta ni mucho menos, si no que hubiera construido una sala sólo para la ocasión.

* Desnúdate… Por favor . – Sonó tan imperativo que tuvo que añadir el por favor a continuación para que no pareciera mal educada.

Me quedé en calzoncillos y me indicó que me tumbara en la cama. Para que me relajara empezamos a hablar del colegio, de los niños, luego seguimos con nuestras antiguas relaciones, etc. Mientras tanto, sus manos ágiles trabajaban mi espalda como una auténtica profesional. Usaba un aceite para masajes y una suave música sonaba de fondo. A medida que iba pasando el rato fue bajando hasta mis nalgas. Metiendo las manos por debajo de la tela de mi ropa interior inicio un suave masaje en mis glúteos. De golpe me sorprendió como se acercaba, peligrosamente, a mi ano. Como si no fuera con ella la cosa inició un suave movimiento circular alrededor de mi culito lo que provocó que mi erección, que ya se había iniciado cuando puso sus dedos encima de mi espalda, alcanzara su máxima expresión.

Fue entonces cuando su dedo se introdujo unos milímetros en mi culo. Di un ligero respingo lo que hizo que se parara.

¿Te importa? – Me dijo con voz suave. – Esto… no, bueno… no se, es agradable, pero * Entonces no digas nada y disfrútalo.*

Para poder moverse mejor bajó mis calzoncillos hasta abajo, quitándomelos y dejándome completamente desnudo. Ahora eran mis muslos los que recibían los ágiles movimientos de sus dedos que siempre terminaban justo donde empezaban mis huevos. Me estaba trabajando una zona muy sensible y la cosa empezaba a ser insoportable.

Si no te importa me quitaré el vestido… hace calor en esta sala* . – En un plis se quedó en braguitas negras y sujetador. Miré de lado porque no me quería perder este espectáculo y… casi mejor que no lo hubiera hecho. Se la veía espectacular, era una chica muy atractiva y en ropa interior estaba de muerte. Tienes mucha resistencia – Me dijo en un momento dado. * Soy un caballero. Además, esto es un masaje terapéutico, no? No quisiera que me malinterpretaras.

  • Jajajaja, bueno… hay veces que las malas interpretaciones son las correctas, ¿No crees?*

Fue entonces cuando me giré y me apoyé en mi brazo izquierdo, mostrando todos mis atributos en plena extensión antes sus ojos.

* Humm.. veo que te está gustando el masaje, eh? Yo, en cambio, no estoy muy excitada que digamos.

Evidentemente era una provocación en la que caí de cuatro patas. Estaba más caliente que yo pero en ese momento mi orgullo varonil quedó seriamente dañado y actué sin pensar.

Me levanté de la camilla, desnudo como estaba, y me acerqué a ella, a escasos cm de su cara. Con las botas estaba a mi altura, con lo que ninguno de los dos tuvo que subir o bajar la mirada. Sin pensármelo la empujé contra la pared donde no había nada. Ella se sorprendió pero su sonrisa me indicó que era lo que estaba esperando. Di un par de pasos y me planté de nuevo justo delante de ella. No podía escapar. La cogí de las dos muñecas y le subí los brazos por encima de la cabeza. Su respiración empezaba a agitarse. Sus pechos subían y bajaban esperando que algo pasara.

* Así que no estás excitada, ¿No? Bien, veremos lo que puedes aguantar sin rogarme y suplicarme que quieres un orgasmo.

Sin contestarme y prácticamente colgada de su muñecas empecé a rozar mis polla bien dura por encima de sus braguitas. Las ovejitas se estaban empanando por fuera… y por dentro (era el estampado que lucían sus braguitas justo encima de su coñito). Al mismo tiempo busqué sus labios que rápidamente se abrieron cuando mi lengua buscó la suya. Los besos, aunque suaves, buscaban constantemente abarcar la máxima superficie posible. Mientras le sujetaba los brazos con una mano, con la otra le giré la cara con firmeza, dejándome su oreja llena de pendientes delante de mi. Inicié un juego suave con la punta de la lengua con todos esos aros, el lóbulo y el interior de su oreja. La saliva manaba de mi boca como la de un animal en celo preparando a la hembra para el acto sexual. Su cuello también fue el blanco de mis caricias bucales. Tenía un sabor suave, pero al mismo tiempo salado por el sudor que emitía su piel. Yo no dejaba de frotarme por encima de sus bragas. Mi movimiento de pelvis era espectacular. Ella abría cada vez más sus piernas buscando un contacto mayor de mi bulto con su clítoris.

Cuando hube terminado con su cara, cuello, hombros… me dediqué a sus sobacos. Los tenía bien rasurados y, como descubrí al cabo de un instante, muy sensibles también. Mi lengua subía y bajaba por aquella zona lentamente, intentando el máximo contacto de mi músculo con su axila. Sus gemidos y los ojos entreabiertos la delataban; estaba gozando con esas caricias como la que más.

Te gusta, ¿Verdad, zorrita? – Me atreví con un insulto suave. Intuí que esto la pondría aùn más caliente. - Desde que he llegado que me has estado provocando, con tu ropa, con tu mirada, con tus palabras y, finalmente, con tu masaje. Era esto lo que querías, ¿A que sí? Pues hasta que no me supliques no vas a gozar, te lo aseguro.*

Mis palabras aún la calentaron más. Esperando una respuesta me separé un poco pero sin soltarla.

* Si, cariño, era lo que buscaba. Desde el primer día que te vi que me gustaste, me hacías poner nerviosa como poca gente lo ha conseguido. Anhelaba saber como sería follar contigo. Espero que no me decepciones.

Sin esperar un segundo le di la vuelta y la apoyé contra la pared. Ella miraba por encima del hombro nerviosa pero expectante, esperando mi siguiente maniobra. Con un movimiento ágil le solté el sujetador. Le volvía a dar la vuelta y éste aún le cubría los pechos, pero cada vez menos porque tenían un tamaño considerable sin ser muy grandes y al no estar atrapados en esa prenda salían por debajo. Con la mano derecha se los quité por encima de la cabeza y aproveché para enredar sus muñecas en ellos. Aprovechando un clavo que estaba huérfano de su cuadro los enganché allí lo que me permitió moverme con más facilidad.

Tomándome una pausa dir un par de pasos atrás y me senté en la camilla. Sentándome apoyando las manos detrás de mi y abriendo bien las piernas. Mi erección no había disminuido ni un milímetro. Evidentemente, si ella hubiera querido habría podido soltarse, pero me siguió el juego y se quedó allí, quieta, esperando mi siguiente paso.

La notaba nerviosa pero firme, no pensaba suplicar. Volví a levantarme y esta vez me ensañé con sus pechos. Sacando lentamente la lengua y mirándola a los ojos toque la punta de su pezón izquierdo el que, ya con un tamaño considerable, reaccionó para endurecerse aún más. Tal y como estaba, colgada de la pared, sus pechos quedaban más elevados de lo normal, tirantes por sus propios brazos. Yo la sujetaba por la cintura mientras mi lengua recorría una y otra vez la aureola de su pezón y luego se paseaba libremente por todo su seno. De nuevo pasaba por sus axilas para que no dejara de notar mi lengua húmeda por toda esa zona.

Mientras trabajaba un pecho con mi boca acariciaba el otro con mi mano, aprovechando la gran cantidad de saliva que había dejado. Así estuve un buen rato hasta que

** Por favor… esto empieza a ser insoportable. Necesito que me masturbes, tócame el clítoris, por favor… Lo necesito.

  • Jajajaja, bien, ya empezamos a entendernos… Pero no, aún no, tengo que jugar más contigo.*

Su mirada, mezcla de odio y excitación la hizo, por un instante, intentar de zafarse de su propio sujetador pero prefirió comprobar como iba a seguir jugando con ella.

Finalmente, mi lengua bajó por su pecho hasta llegar a su ombligo con su piercing, uno más en su cuerpo. Allí estuve poco tiempo ya que el olor de su entrepierna me estaba llamando a gritos. No pude esperar más (yo también estaba aguantando lo que podía) y bajé hasta ponerme de rodillas frente a ella. Puse el cojín de la camilla en el suelo, quería estar cómodo. Separé bien sus piernas hasta el límite que permitían sus improvisadas ataduras. Mi lengua empezó a restregarse por la tela de las braguitas. Las ovejitas que adornaban su coñito oculto estaban más que mojadas, casi se estaban ahogando entre tantos flujos. Con la punta buscaba las costuras laterales para levantarlas sin lograrlo (tampoco era el objetivo). Mientras acariciaba sus muslos. Pude comprobar que estaban duros, en tensión. Me di cuenta que también me excitaban, y mucho. Además, esas botas me empujaban a besarlas, pero no… me hubiera dado por vencido y no era mi intención, ahora era yo el que controlaba la situación.

¡Joder! Vamosssss… sácame las bragas, capullo… y cómeme el coño, joder… ¡¡No puedo más!! –* Me dijo desesperada. Bien, has suplicado… bueno, no has dicho la palabra pero

  • ¡¡Te lo suplico, cabronazo!! Cómemelo, ¡¡Ya!! ¡Por favor!

  • Jajaja, muy bien, te lo comeré si… me prometes un striptease en tu casa el próximo día, una sesión particular y luego… que me des todo el placer que me merezco.

  • Está bien, está bien… te lo prometo, tendrás tu striptease, pero no te pares ahora*

Y así lo hice, le bajé las bragas y se las saque por las botas. Las olí y me encantó el aroma de hembra caliente. Hubiera estado un buen rato con ellas en mi cara pero incluso el olor de la calentura tiene su límite. Un rato con eso metido en mi nariz y me hubiera asfixiado.

El enésimo piercing me sorprendió pero me excitó al mismo tiempo. Coronaba sus labios vaginales. Casi totalmente rasurado menos por una cresta de pelo que tenía en la parte superior, se mostraba ante mi brillante por la excitación, tembloroso intuyendo lo que le iba a pasar.

Las tiré al suelo e inicié una suave tortura excitante sobre tu rajita. La punta de mi lengua buscaba el clítoris de entre sus labios vaginales, pero cuando lo encontraba lo abandonaba para pasearse por la rajita de su coñito desde bien abajo hasta el vello superior. Emanaba líquidos fuertes, tirando a ácidos. Yo le los tragaba todos mezclándolos con mi saliva. Sus gemidos cada vez era más evidentes.

Su espalda se curvaba constantemente, miraba hacia arriba del techo cada vez que mi lengua se movía rápidamente por su clítoris. Movimientos de arriba abajo, de derecha a izquierda, circulares… luego la penetraba con mi húmedo músculo hasta donde llegaba.

Así estuve un buen rato hasta que paré, la miré a los ojos de desde las profundidades y le dije:

* Zorra, ahora ya puedes correrte, quiero oírte gritar y gozar. Este es mi pago por tu tan valioso masaje.

No tardo ni un minuto en llegar a un orgasmo espectacular. Mientras le lamía el clítoris como un loco le introduje dos dedos en su coño. Los flujos caían por mi mano sin parar. Si hubiera querido hasta mi mano entera habría cabido allí dentro, pero no quise abusar.

* ¡¡Ahhhhh!! ¡¡Siiiiiiiii!! Joder… Que gustoooooooooo… me corrooooo… ¡¡Diossssss!! ¡¡¡UAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAAA!!!

Creo que media escalera oyó ese grito. No entendí todo lo que dijo pero si que puedo asegurar que tuvo un orgasmo espectacular. Tardamos varios segundos en recuperarnos los dos. Yo apoyé mi cabeza en su coñito notando como subía y bajaba al ritmo de su respiración. Se soltó de sus ataduras y me acarició el pelo suavemente. Me indicó con sus manos que me levantara y, quedando de nuevo frente el uno al otro me besó apasionadamente. Nuestra saliva se mezclo con sus flujos y le dio más viscosidad aún al beso si cabe. Las gotitas de líquido caían por la comisura de nuestros labios. Nos restregamos una vez más el uno sobre el otro.

Por un instante estuve tentado de meterle mi polla en su coño pero su mirada me indicó que no, que no era el momento. Entendí que eso quedaba para la próxima cita. Yo había manejado esa tarde la acción pero con esa señal era ella la que ahora controlaba el panorama. Me iba a tener caliente hasta la siguiente cita.

Nos vestimos, nos besamos de nuevo y me despedí dándole las gracias por el masaje. En ese momento Mónica había descubierto que en mi tenía a un amante que la podía satisfacer, a parte de sentir algo especial que aún no detectaba. Yo me fui bastante alucinado con lo que había pasado, muy caliente pero al mismo tiempo satisfecho. Esa mujer era espectacular, muy morbosa y había comprobado que me ponía muy caliente.

La siguiente cita fue al cabo de dos viernes. Llamé a la puerta, encontré la puerta abierta y una nota que me decía: " Siéntate en el sofá y disfruta" . Así lo hice y, realmente, disfruté como pocas veces lo había hecho.

Después de mi flash-back volví a la realidad. Mónica estaba encima de mi, seguía moviendo sus caderas rítmicamente, como si estuviera masturbándose con mi polla mientras me besaba y acariciaba por donde alcanzaban sus manos. Las mías recorrían su maravillosa espalda que también se movía al ritmo de su baile sensual. Sin esperar más le solté su sujetador y sus pechos volvieron a quedar libres ante mi, bailando al son de la música y de su masturbación. Con las dos manos los junté haciendo que sus pezones quedaran a escasos milímetros entre si. Con mi lengua inicié un vaivén de uno a otro que la volvió loca. Sin parar de moverse puso sus manos sobre su cabeza, tocándose su negro pelo mientras gemía sin parar por mi masaje.

* Diossss… que me estás haciendo… hummmm, me encanta tu lengua… siiii… sigue, vamos….. ¾ Me decía con los ojos cerrados, acariciándose el cuello con una mano y con la otra recogiéndose su cabello como si quisiera hacerse un moño. Aunque parezca increíble seguía moviendo delante y detrás su pubis; se estaba masturbando descaradamente y sabía muy bien que de esa manera ninguno de los dos llegaríamos al orgasmo fácilmente. Una vez más… me estaba provocando.

Entonces decidí tomar de nuevo la iniciativa. La agarré bien fuerte por la cintura y me levanté. Ni yo mismo tenía claro que pudiera con su peso pero la energía de la excitación se apoderó de mi y lo conseguí. Ella rápidamente rodeó mi espalda con sus piernas para agarrarse bien fuerte mientras me besaba impetuosamente. Caminé tres o cuatro pasos hasta la mesa del comedor. De un movimiento rápido tiré al suelo un centro de hojas secas y un tapete que la cubría.

Senté a Mónica en el borde de la mesa y ella, sin soltarme, siguió besándome. Curiosamente el ritmo de la música había subido; la nueva melodía invitaba a algo más intenso de lo que había sucedido hasta ahora. Me separé de ella un poco y la tumbé sobre la mesa. En un segundo le quité las bragas que, al igual que la última vez, pesaban el doble por la cantidad de flujo que había soltado. Las olí de nuevo y eso aún me puso más cachondo. Me puse en cuclillas y me dediqué a preparar ese coñito. Realmente estaba mojado, mezcla de sudor y flujos vaginales. Mi lengua navegaba sin dificultad de arriba abajo, de derecha a izquierda y se introducía a modo de una mini-polla que intenta penetrar un coño bien caliente.

En un momento dado Mónica cerró sus piernas y me atrapó entre sus muslos. Fue un movimiento reflejo, sin mala intención pero estaba fuera de sus casillas, sin control, y apretaba cada vez más. Yo intenté soltarme pero no pude. Mi cara hundida en su coño mojado, ella presionando cada vez más sus piernas y buscando el placer con un ligero movimiento para rozar su clítoris con mi rostro casi me deja sin aliento. Realmente obtenemos fuerza inimaginable cuando estamos excitados y eso fue lo que ocurrió. El olor de su calentura, la presión de sus piernas, sentirme atrapado por una mujer entre sus muslos y con su coño ahogándome me desesperó pero al mismo tiempo aún me puso más caliente. Con la misma fuerza que ella había obtenido conseguí separar esas piernas y soltarme. Caí al suelo de culo, respirando como pude. Ella tardó unos instantes en reaccionar y se sentó en la mesa. Apoyándose en el bode, con los pies cruzados y balanceándolos a modo de niña traviesa me dijo:

* Vamos, ¿Qué pasa? ¿Ya no puedes más? No me dejarás así, ¿Verdad? O quizá ya has llegado al límite y tengo que buscarme a otro amante… ¿Eh?

Esa fue la gota que colmó el vaso. Me levanté y sin mediar palabra la empujé sobre la mesa y, cogiéndola de sus piernas le di la vuelta para dejarla boca abajo. Por un momento pensé que no le gustaba lo que le estaba haciendo porque empezó a resistirse. Con sus manos intentaba apartarme de su espalda. Al mismo tiempo intentaba levantarse.

Entonces la cogí por los tobillos y la arrastré al borde de la mesa de vidrio, quedando justo su coñito fuera de ella. La mesa estaba fría pero el contraste con el cuerpo caliente de Mónica seguro que la estaba calentando hasta límites inimaginables. Dejé que apoyara sus zapatos de tacón en el suelo; aproveché para separar sus piernas de forma que los pies quedaron pegados a las patas de la mesa. Ella intentó de nuevo levantarse pero mi mano abierta empujó su tatuada espalda hasta que su cara quedó pegada sobre la mesa al igual que sus increíbles pechos. Cogí sus muñecas y se las puse en la espalda; las así bien fuerte con mi mano izquierda. Con la derecha cogí mi polla que me reclamaba a gritos desde hacía rato un habitáculo bien calentito para recibir su bien merecido placer y así lo hice. Sin pensármelo dos veces penetré su coñito caliente y húmedo. No me costó nada encontrar la entrada y mucho menos introducirla hasta el fondo. Así permanecí unos segundos esperando una reacción suya.

* Uffffffff… Cabrón… ¡¡Me estás violando!! ¿¿Cómo te atreves a follarme sin mi permiso… y en mi propia casa??, Hummmmmmmmm

Ese último gemido me confirmó que lo estaba deseando. No contento con tenerla bien sujeta, inmovilizada sobre la mesa, Incliné mi cuerpo hacia delante, sin empezar aún el movimiento de la penetración y la agarré por el pelo. Levantándola unos cms de la mesa la obligué a girar lo que pudo la cabeza para que me viera la cara.

* Mira zorrita, llevas provocándome desde que te conozco. Siempre has deseado esto y no me lo vayas a negar ahora porque no me lo creo. ¿Pensabas que provocarme sin parar no tendría unas consecuencias? Claro que lo sabías ¾ Aproveché ese momento para sacar mi polla y volver a metérsela de golpe. Soltó un gemido que le salió de las entrañas y cerró los ojos sonriendo. La muy guarrita había conseguido lo que quería.

Sin soltarle las manos ni el pelo empecé a follármela suavemente, al ritmo de la música que sonaba en ese momento. Con mis piernas evitaba que pudiera cerrar las suyas, mis manos sujetaban sus muñecas que, instintivamente, intentaban soltarse pero sin todo el empeño requerido para tener éxito. Su cabeza, mirando al frente y levantada por su pelo entre mi mano, completaba un cuadro espectacular. Fue entonces cuando me di cuenta que había un espejo situado estratégicamente frente a nosotros. Estaba de tal forma que mostraba toda la acción perfectamente. La visión de Mónica sobre la mesa, con sus pechos parcialmente ocultos por su propio cuerpo pero visibles por tener la cabeza levantada, sus anchos hombros en posición forzada por sus manos inmovilizadas y su culito en pompa recibiendo mi polla una y otra vez me puso aún más cachondo. Por desgracia no iba a aguantar mucho más y ella se dio cuenta de ello.

* No… te corras aún… por favor. Quiero que te corras… en mi boca… hummmmm… quiero ser yo con… mi lengua la que arranque de ti… tu primer orgasmo conmigo. ¾ Me dijo entrecortadamente por los envites que recibía y el placer que sentía.

Con la cabeza asentí y a los pocos segundos tuve que parar porqué noté que el orgasmo estaba a punto de llegar. Me separé de ella y rápidamente se levanto y se puso en cluclilas frente a mi. Con su mano derecha me agarró la polla y al momento se la introdujo en su boca hasta el fondo. No se lo que me estaba haciendo con la lengua pero me encantaba. Yo la seguía sujetando con mi mano por el pelo, pero suavemente, dejando que ella se moviera con libertad. Pude ver como con su otra mano se empezaba a masturbar frenéticamente.

No tardé ni dos minutos en llegar al orgasmo, aquello era irresistible. Ella, lejos de lo que hacen el resto de las chicas cuando te la comen, mantuvo mi polla en su boca durante toda la corrida. El placer de expulsar el semen en una cavidad tan caliente como puede ser un coñito me hizo sentir un orgasmo como hacía años no tenía. Ella se mantenía pegada a mi como si quisiera absorber todo lo que de allí salía. Curiosamente ella seguía sin llegar a su orgasmo.

Sin mediar palabra se levanto y esta vez fue ella la que me empujó sobre la mesa. Quedando mi espalda sobre el frío cristal. El contraste de mi cuerpo con la gélida superficie me sobresaltó pero no me dio tiempo a reaccionar porque Mónica se subió encima de mi y sin casi darme cuenta tenía mi polla (aún erecta, aunque parezca increíble) dentro de su coño.

Sin moverse y sin decir nada, lo cual me hizo sospechar seriamente, acercó sus labios a los míos. Sonriendo empezó a besarme sin abrir la boca. Justo en el momento que yo la abrí para buscar su lengua mi propio semen cayó por el peso de la gravedad mezclándose con un apasionado beso que nos unió en una especie de pacto sexual para siempre.

Por un instante intenté apartarme pero ella hizo un movimiento de mete-saca sobre mi polla que me calmó, al mismo tiempo que me sujetaba la cabeza para que no la ladeara. Una vez hubo soltado los restos de mi semen de su boca y los tragué se separó lentamente de mi mostrándome aún manchas blancas en la comisura de sus labios. Mi polla, bien dura, la invitó a iniciar el movimiento de caderas perfecto para llegar a su bien merecido orgasmo. Se incorporó del todo quedando sentada encima de mi y moviendo sus caderas sin parar empezó a gemir como si estuviera poseída, acariciándose los pechos y clavándose mi polla cada vez con más fuerza. Yo la agarré por la cintura par sentir mejor ese movimiento y me concentré porqué noté que podía tener mi segundo orgasmo. No tardamos ni dos minutos en llegar los dos al clímax con gritos que sobrepasaron las paredes del comedor con creces. Poco a poco los movimientos fueron disminuyendo y ella cayó rendida encima de mi apoyando su cabeza sobre mi pecho. La abracé cariñosamente y la besé de nuevo. Jadeaba por el esfuerzo, su espalda empapada en sudor hacía que mis manos resbalaran fácilmente. Justo en ese momento terminó la última canción del CD, como si lo hubiéramos coordinado a la perfección

Me encantó tu striptease* – Le dije sonriendo. Y a mi me encantó ofrecértelo… y más cuando ha provocado lo que ha pasado hoy aquí. Me has follado como hacía tiempo nadie lo había hecho. Me has dejado hacer todo lo que me gusta y además has intuido muy bien todo lo que mi cuerpo deseaba en cada momento. Eres una bonita flor entre un campo de capullos y cardos borriqueros que me he encontrado últimamente. No te voy a dejar escapar, que lo sepas.*

Sus palabras provocaron, aunque parezca increíble, una nueva erección. Ella lo notó y… bien, no hace falta que cuente mucho más, aquella tarde duró hasta altas horas de la madrugada hasta que los dos caímos rendidos y dormimos abrazados toda la noche.

No es fácil encontrar a personas que conecten contigo de forma tan intensa. Yo lo había hecho y si ella no pensaba dejarme escapar, yo tampoco estaba dispuesto a permitirme ese lujo. A partir de ese momento iniciamos una relación que escribió espectaculares capítulos eróticos en la historia de nuestra vida. Quizá, algún día, os cuente alguno de ellos para que sintáis un poco de envidia sana de nosotros.