Monic (1)
Como la pasión y el sexo pueden desbordarse empezando por la red...(dedicado a esa mujer Canaria que me embrujó, ella sabe quien es..)
Por fin, después de seis meses largos, iba a conocer a la mujer que había despertado en mi todo un mundo de deseo y ganas de experimentar sexo al limite.
Nuestra historia, o su comienzo, fue como casi todas en este medio-Internet- solo que nosotros nos encargamos de que fuera una historia única e irrepetible.
Monic, era de una ciudad muy distante a la mía. Ambos éramos casados y solíamos navegar en la red entrando en chats diversos. Cierto día, aburrido y cansado del trabajo- aquel día estaba en otra ciudad volví al hotel sin ganas de cenar, y conecte el portátil.
Revise mi correo, anduve navegando por diversas paginas y hasta mantuve una conversación bastante larga con mi esposa-conectada desde nuestra casa-. Sin ganas de dormir, encendí el televisor de la habitación y me dispuse a dejar pasar el rato sin animo de pensar en nada en particular.
La televisión estaba odiosa, aburrida... Así que antes de apagar el portátil, entre en un salón de chat en el cual solía haber conocidos. Mi intención era solamente pasar un rato hasta que el sueño me fuera venciendo. Tras los saludos típicos o tópicos-, me fijé en los nicks y me chocó uno en particular; era Monic. Me introduje en su perfil por saber algo de ella, y comprobé con agrado que era una mujer de mi generación y por los comentarios que iba poniendo parecía divertida e interesante. Pero lo que me turbó, fue la fotografía que acompañaba a su perfil de usuario; Unos ojos grandes claros y con una chispa muy especial acompañando a unos labios gordezuelos y sensuales.
Bastante picado en mi curiosidad, le abrí un privado con un saludo muy habitual mío.
.- Toc¡¡ Toc¡¡ ¿Se puede?
Al cabo de unos segundos, que se me hicieron eternos, llegó una contestación de ella.
.- Si, claro... Siempre que te comportes terminando la frase con un icono de una carita guiñándome el ojo.
La impresión que tuve fue muy buena, lo cual me impulso a iniciar una conversación mas normal. Tras las presentaciones y demás, tomamos un rumbo de conversaciones variopintas sin darnos cuenta como pasaba el tiempo. Miré la hora y el reloj marcaba las 6:14 de la mañana. Asustados e impresionados por la hora nos despedimos con la intención de poder seguir nuestra conversación otro día. Ella estaba bastante apurada, pues su marido estaba durmiendo desde hace bastante rato y debía levantarse pronto para trabajar.
Así, día tras día, nos poníamos en contacto por la red contándonos infinidad de cosas acaecidas o imaginadas. En cierto momento-no recuerdo exactamente- nos dimos cuenta que dependíamos el uno del otro demasiado y que entre ambos había nacido una relación amistosa muy profunda. Ya, nuestras conversaciones se inmiscuían en nuestra vida mas privada y profunda.
Recuerdo con total exactitud aquella noche que ambos permanecíamos mas pausados en nuestra conversación. Se mascaba el ambiente enrarecido. Hasta que, armándome de valor y sabiendo que me jugaba una preciosa relación, le dije:
.- Monic, creo que estoy enamorándome de ti.
Monic, por su parte, tardo mas de lo normal en contestar a mi afirmación.
.- Si puedes sentir la misma desazón que yo, si por tu estómago parece que se pasean cientos de gusanos y cada vez que lees mis letras se te erizan los vellos, ¿quiere decir que te estas enamorando de mí?. Yo siento lo mismo, y te aseguro que sé que estoy enamorada de ti.-dijo al fin-.
El cuerpo me dio un vuelco y me llené de alegría. En décimas de segundo, pasaron por mi mente miles de ideas contradictorias; mi esposa, nuestra situación social, la distancia, el sentir como quieres a dos personas y no lo puedes entender, en fin... Una marabunta de situaciones que me apabullaron. Solo acerté a decirle:
.- Mi amor...
Los segundos pasaban silenciosos. Le pedí a Monic su numero de móvil y la llamé; sabiendo que ella, en esos momentos, podía hablar con libertad. Por fin oíamos nuestras voces. La suya , desde el primer sonido emitido, me cautivó. Hablamos y hablamos de todo lo que salía de nuestras mentes.
En cierto momento me di cuenta que la conversación que manteníamos me estaba excitando, y así, se lo comunique a ella. Monic, por su parte, no se quedó atrás y me confirmo que ella estaba igualmente excitada.
.- Te imaginas, mi amor... le decía a través de la línea- mis manos rodeando tu cintura desde atrás... mi boca recorriendo tu cuello... mi cuerpo pegado al tuyo...
.- Uhmmmm... ronroneaba ella con un deje agitado en su voz- siento tu calor por mi espalda y eso hace que sienta tus manos y las acaricie mientras las paseas por mi cuerpo.
La conversación subía de tono. Mi mente me había hecho viajar a su lado, me sentía como si de verdad la tuviera entre mis brazos. La tomé (virtualmente) con fuerza y la hice girar enfrentando nuestras caras. Estábamos conjuntados viviendo una experiencia tan real como fútil, que mi sexo bramaba por salir de su encierro. La bese en los labios suavemente y mi lengua entro en su boca y jugó con la suya. Ella me transmitía sus movimientos y ambos los sentíamos- a pesar de la distancia y del medio- como si nuestros cuerpos estuvieran juntos.
Comencé a decirle que mis manos subían por sus piernas subiendo su vestido y dejando al aire sus piernas de ensueño, mientras la besaba apasionadamente. Ella me decía como frotaba sus senos con mi pecho y acercaba su pubis al mío, notando como sus pezones se ponían erectos.
En unos segundos mas, nuestra conversación había derivado hasta que los dos estábamos desnudos en la alfombra de su habitación sin dejar de frotar nuestros cuerpos.
.- Monic, tengo mi pene duro y me lo estoy tocando... No te siente mal... -Le dije con cierto tono de timidez.
.- Calla tontín... y sigue... ¿dónde crees que tengo mi mano?- contestó ella con cierta rapidez.
Así que, seguimos contando lo que nos hacíamos. Llevé mi mano a su entrepierna y la posé despacio en su pubis rozando suavemente sus pelos. Un dedo paseó por su rajita recogiendo los jugos que rezumaban y subiendo hasta su perla de placer. Mientras mi boca besaba despacio sus senos deteniéndose en cada uno de sus pezones duros e enhiestos.
Con firmeza contaba yo desde el auricular- le abrí sus piernas y me bajé acariciando la parte interior de sus muslos. Le prodigué un sin fin de besos en esa parte tan sensible. Hacía dibujos con la lengua y me aproximaba peligrosamente a su coñito.
Chupaba los pliegues donde las piernas se acercan a la vagina. Paseaba- mas bien acariciaba- mi cara en su pubis.
Mis dientes se cepillaban en sus pelos. Mientras ella, contaba como intentaba acercar cu cuerpo mas a mi cara queriendo que llegara a su destino; destino esperado. Entonces le dije- llené de besos su rajita presionando lo mas posible y mi lengua paseo por sus labios despacio de arriba abajo, esparciendo sus jugos que mantenían su rajita mojada. Rápidamente coloque mi lengua en su perla (clítoris) motivando un espasmo seguido de un gemido profundo y fuerte. Sus piernas se estremecían, su cuerpo intentaba girar... después de unos momentos chupando y sintiendo que un fuerte orgasmo iba llegando, coloque mis labios en forma de O, y succione su clítoris, primero despacio y según escuchaba sus gemidos, mas fuerte, y mas fuerte. Sin soltarla, seguía los movimientos de su cadera y una serie de fuertes gritos me hizo pensar que había alcanzado un orgasmo verdadero. Yo por mi parte había soltado tres chorretadas de semen que había manchado mis manos y buena parte del suelo.
Al otro lado del auricular se oían jadeos roncos. Mi respiración era agitada y, como bien pude, le dije:
.- Monic, mi amor... ¿Estas bien?
.-Siiiiiii... Mi vida... Siiiiiii... Ha sido fantástico, es la primera vez que me ocurre esto. Nunca hubiera pensado que a través del teléfono se pudiera tener sexo, y del bueno.
La conversación se alargó unos minutos mas, contándonos y preguntándonos sensaciones y demás de nuestro primer acto amatorio.
Varias veces repetimos estas llamadas cuando nuestros cuerpos necesitaban tenerse. Así que, comprenderán nuestro nerviosismo al poder encontrarnos cara a cara, cuerpo a cuerpo. El poder mirarse a los ojos el poder tocarse y, sobre todo, el saber si nuestra relación, al conocernos, seguiría siendo la misma o simplemente quedaría como una ciberexperiencia mas.