Moneda de dos Caras

Louis es bravucón de primera, todos le temen en el colegio. Ethan es un dulce y amable chico transferido desde Alemania. Louis llama la atención de Ethan y no de una bonita manera, despertando un lado sádico que nada tiene que ver con su angelical rostro.

—Ey, estúpida –dijo el arrogante joven con mirada glacial– Corre tu culo y vuela de aquí.

Micaela lo miró molesta, había conseguido un lugar genial para sus almuerzos, unas escaleras apartadas, en una fresca sombra, sin ruidos molestos. Pero claro, tenía que venir el jodido y violento de su primo a fastidiarle la vida. La miraba siempre con una especie de odio irracional, descomunal debía reconocer que la mirada asesina de Louis le quitaba toda gana de hacerle frente.

Louis era un bravucón y de los peores. No por nada lo habían cambiado de colegio tres veces en dos años, su mal humor y sus malos tratos, parecían empeorar y empeorar día a día. Los pocos que habían osado desafiarlo, en su mayoría chicos mucho más corpulentos y de aspecto temible, habían terminado con los dientes rotos. Siempre anda en malas compañías, con una navaja en el bolsillo. Los profesores ni se tomaban la molestia de ayudarlo, pedirle colaboración y mucho menos incordiarlo en las clases. Se limitaban a ignorarlo y ya. Había un solo secreto que nadie conocía, un punto débil que lo hacía marearse y tambalearse como un hombre ebrio, pero que jamás de los jamases diría en voz alta.

— ¿Qué sucedió, Mika? –preguntó Ethan preocupado.

Ethan era el mejor amigo de Micaela, no faltaban los rumores que los vinculaban amorosamente, pero el círculo íntimo de sus amigos sabía que no tenían ese tipo de relación. Ethan era gay, al menos a ella se lo había confesado, por lo cual la pelinegra se había propuesto apoyarlo y ser su pilar, lo cual el chico agradecía.

Se conocían hacía un año y desde el inicio congeniaron. Ethan era extranjero, venía de Alemania, incluso en su pronunciación aún se notaban algunas erres arrastradas, pero dentro de todo se había adaptado más que bien. Era un chico ejemplar, con calificaciones promedio, pero buen compañero, amable con las autoridades, siempre calmado y de sonrisa tranquila, se llevaba bien con todos por su carácter simpático y alegre. Sus ojos eran algo digno de admirar, dos brillantes bolas de color esmeralda, que a trasluz se vislumbraban con deliciosos tintes dorados.

— ¿Fue ese enano de nuevo? –Dijo con seriedad, Micaela lo miró a través de sus ojos aguados y negó apenas con la cabeza–. Claro que fue él, ¿por qué te empeñas en defenderlo? Después de todas las maldades que te hace, me cansé de esto.

—Ethan, no, no por favor –Micaela le suplicó tomándolo del buzo–. Él te lastimará, no lo hagas.

—Mika, por favor, ¿ese hongo de lluvia? No me subestimes, si te digo que lo detendré es lo que haré.

—No, Ethan –la chica se largó a llorar más fuerte y el muchacho desistió, no quería verla así.

—De acuerdo, de acuerdo, esta vez no haré nada, pero una más Mika, una sola vez más, cualquier cosa que te diga o haga, y se las verá conmigo.

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Micaela estaba terminando de sacar la basura del salón, ya todos se habían retirado, era lo último que le quedaba para poder irse a su casa.

Cuando se giró quedó estupefacta, a la luz naranja de la tarde, los ojos acerados de Louis se veían terroríficos. Probablemente ella podía igualarlo en fuerza, pero tal era el sometimiento psicológico generado con los años, que sólo atinó a retroceder dos pasos.

—Pero miren lo que tenemos aquí. Haciendo el trabajito de chica buena, menuda zorra. ¿Sabes que te quedaría muy lindo? Una cicatriz en tu horrible cara, creo que la adornaría muy bien –metió la mano a su bolsillo para sacar la navaja, se sonrió malvadamente. Pero entonces una firme y morena mano tomó la pequeña y blanca muñeca de Louis con bastante fuerza.

— ¡Louis! –Escuchó su nombre prácticamente en un rugido y se sobresaltó, oh, esa deliciosa sensación, ese sentimiento que hacía años era imposible de sentir, miedo-. ¡Detente, maldito!

— ¡Ethan, no!

El joven apretó con mayor fuerza y torció su agarre logrando que el otro soltara la navaja.

— ¡Iuuggh! –la exclamación dolorosa salió de los cincelados labios de Louis.

—Vete, Micaela. Vete, yo me encargaré, adelántate, te alcanzo luego.

La chica quiso replicar, pero la furia en los ojos verdes le advirtió que era mejor callarse y obedecer. Se giró y se fue corriendo del lugar.

—En cuanto a ti... -dijo Ethan girando el brazo contra la espalda del más bajo-. ¿Hasta cuándo piensas que puedes aprovecharte de los demás? Jodido inadaptado –Luego lo soltó, y procedió a levantar la navaja.

Ethan esperaba que el muchacho se le viniera encima, que intentara molerlo a patadas, que le gritara una sarta de improperios, pero eso no sucedió. El bravucón tenía las mejillas rojas y lo miraba con desconcierto, resoplando un poco agitado.

— ¿Por qué haces esto? ¿Qué ganas martirizando a Micaela?

—A-acaso... ¿es tu novia?

Era la primera vez que lo escuchaba hablar, en las clases se sentaba al último y jamás había reparado en él, más que cuando lo vio molestando a otros alumnos. Su voz sonaba aterciopelada y algo temblorosa, no como se la había imaginado. Parecía más un gato asustado, que el temible bravucón del que todos huían.

—No, es mi amiga, y tú eres su primo, así que deja de comportarte como un pendejo con ella.

Ethan se sentía extraño, la mirada que le dirigía el otro chico era como de alegría mezclada con temor. ¿Qué estaba pasando? Pero eso solo hacía que tuviera más ganas de verlo asustado, quería verlo llorando... quería verlo... humillado... Algo se despertó dentro de él, algo oscuro... siniestro.

— ¿Sabes quién soy?

—Sí, eres Louis, o mejor dicho el idiota que se aprovecha de los más débiles. ¿Por qué no te metes conmigo, eh? Es fácil molestar a otros por debajo de tu fuerza, pero conmigo eso no te funcionará.

—De... devuélvemela... –pidió, pero Ethan cerró al cuchilla en el mango y se la guardó en el bolsillo.

—No, es mía ahora. Y más te vale que mañana te disculpes con Micaela apropiadamente, o si no me veras de verdad enojado. Imbéciles como tú me cabrean.

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— ¿Ethan? –la voz asustada de Micaela lo volvió a la realidad.

— ¿Sí?

— ¿En verdad no te hizo nada, no te amenazó?

—No, en absoluto –dijo el chico sacando su carpeta y buscando la tarea de la materia en cuestión. De repente de pie frente a su banco estaba Louis, se dio cuenta porque sus compañeros alrededor agachaban la cabeza y todo el lugar se había sumido en un profundo silencio.

—Ethan... -lo llamó con gruesa voz.

— ¿Qué quieres ahora? –contestó el chico mirándolo de mala manera.

—Devuélveme lo que te llevaste ayer.

—No. Si de verdad la quieres de vuelta, vas a tener que ganártela.

— ¿Qué mierda dices?

—En tres días hay un examen de matemáticas –continuó Ethan–. Si yo saco mejores calificaciones que tú, dejarás de molestar a Micaela, y serás mi esclavo por una semana.

Se escuchó perfectamente como todos contenían la respiración.

—Bien, pero si yo te gano –dijo redoblando la apuesta–, me devolverás lo que te llevaste, y aguantarás que te golpee hasta que quedes inconsciente.

— ¡Ethan, no! –gritó Micaela asustada.

—Es un trato.

—Patearé tanto tu culo que cuando venga la ambulancia por ti deberán reconstruirlo –fue lo último que escupió Louis, mientras se retiraba.

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— ¡Eres un bastardo suicida! –le dijo Jorge, durante el almuerzo en la cafetería.

—Ethan, ¿tú no sabes sobre la reputación de Louis, cierto? –dijo tímidamente Fernando.

— ¿A qué se refieren? –preguntó el joven sin entender.

—A que el hijo de puta es un maldito genio –aclaró Jorge.

—Te dije que no aceptaras –habló Micaela muy preocupada.

— ¿Qué? Pero si nunca hace las tareas, nunca lo vi tocar un libro.

—Rinde todas sus materias libres cada año –aclaró Fernando suspirando–. Sólo Dios sabe cómo rayos lo hace, pero lo cierto es que cuando rinde sólo se saca notas perfectas. No necesita estudiar. Es algo que nadie puede explicarse.

—Filmaré todo como prueba para la policía –dijo Jorge burlándose–. Oh, sí, el enano matón ese te va a dejar lleno de moretones.

—Puedes cambiarte de colegio –aconsejó Micaela–. Hablaré con mi padre, tiene influencias en-

— ¡Bueno, ya basta! No huiré. Fernando, ¿me ayudarás a estudiar?

—Cuenta conmigo, Ethan.

—Es todo lo que necesito, tengan un poco de fe en mí.

Jean se comenzó a reír y Micaela... ella solo lloró.

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Ethan había estudiado como nunca en su vida, pero Matemáticas era una materia problemática. Se sabía de memoria todas las fórmulas, no podía permitirse un error. Comparando sus resultados con los demás se daba cuenta que le había ido excepcionalmente bien, ahora solo faltaba que el docente publicara las notas y eso sería solo en dos días. En realidad tenía ansiedad por ganar, por verlo doblegado a sus caprichos por toda una semana. Oh, sí, eso sería divertido.

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Todo mundo estaba apiñado frente a la cartelera cuando las notas se pegaron en la superficie de corcho. Incluso a Ethan le costó llegar hasta ellas. Se había sacado un hermoso 87%, luego buscó la de Louis, apenas un 73%. Quería chillar de la alegría, se giró para salir del tumulto de gente y comenzó a buscarlo.

Lo que nadie sabía, era que Louis se había dejado ganar a propósito. Era imposible que un cabeza hueca, neuronas quemadas como Ethan le ganara, simplemente había dejado puntos del examen sin resolver, porque los que había trabajados estaban perfectos. Louis sentía un cosquilleo en la panza, no veía las horas que ese alto alemán le diera órdenes, se moría por escucharlas.

—Ey, Louis –llamó Ethan a sus espaldas y el joven se giró tratando de mantener su expresión de siempre.

—Ethan...

—Vas a tener que cumplir con tu parte.

—Lo haré, soy una persona de palabra.

—Bien, a partir de mañana serás mi esclavo –el alto siguió de largo dejándolo en el camino, Louis sonrió complacido, sintiendo que le latía el corazón con fuerza.

Sus cómplices le rogaron para golpear a Ethan, pero el dio sus órdenes, tenía palabra y afrontaría las consecuencias.

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Día 1

Louis estaba en el cómodo lugar entre las escaleras del ala oeste del establecimiento, ese que le hubiera quitado a Micaela hacía semanas, abrió su lonchera y estaba a punto de comer cuando sintió que se sentaban a su lado. No tenía que girarse para saber de quién se trataba, su perfume, que conocía perfectamente le llegó de inmediato. Miró de reojo.

—Tu almuerzo luce bien –dijo Ethan con actitud arrogante–. Dámelo.

Louis se lo pasó de inmediato, el joven comenzó a comer con ganas. El otro podía escuchar como crujían las verduras dentro de la boca de Ethan, y pensó en lo bien que se sentiría ser mordido por esos perfectos dientes, apretó los puños y tragó saliva, debía controlarse un poco. Nadie lo sabía, absolutamente nadie, ni siquiera la loca de Norma que era algo así como una amiga, una vecina algo mayor que él que lo acosaba para conversar cuando volvía del colegio, tenía una casa llena de gatos que Louis adoraba. Y siempre lo dejaba cuidar de ellos, pero conversación de por medio.

Lo que nadie sabía era que Louis estaba loco por Ethan Konen. Apenas lo había visto entrar ese día al bachillerato había quedado fulminado, cupido le atravesó el corazón de inmediato, no podía quitar sus ojos de su figura. Y sólo quería una cosa, que ese joven lo notara. No importaba si lo odiaba, si lo quería o lo repudiaba, sólo quería que lo notara, que se aprendiera su nombre. Por lo que ahora Louis estaba viendo sus sueños cumplirse. De ahí sus ataques constantes a Micaela, la chica no le importaba en absoluto, pero ese día que vio como Ethan acomodaba un mechón de cabello negro detrás de su oreja, o como reían juntos, o cuando se iban caminando hasta sus casas, sintió que le ardía la sangre.

— ¿Tienes hambre? –preguntó Ethan sacándolo de sus pensamientos. Louis giró la cabeza hacia él pero no respondió–. Vamos, come –le ordenó el castaño, pinchando un camarón con el tenedor.

Louis acercó la cabeza y abrió la boca. Era la primera vez que Ethan podía apreciar sus facciones tan de cerca, y se quedó asombrado del color de sus ojos, eran profundamente azules, con algunas vetas de color gris plateado, hermosos, su nariz pequeña, respingada era una obra de arte, su piel tan blanca, emulaba a los helados de crema americana, sin duda que quería pasar su lengua para conocer su sabor. Le metió el camarón a la boca y el pelinegro lo tomó firmemente con sus labios. Ethan sintió que algo se le removía de la cintura para abajo. ¡Joder! Eso había sido muy erótico. El bicho estaba medio cuerpo fuera de la petulante boca del bravucón, mientras Louis masticaba el resto, sin usar sus dedos y comenzaba a tirarlo hacia adentro con su lengua a medida que lo masticaba. El de ojos verdes giró su cabeza a otro lado. Pero no podía dejar de pensar que ese enano gruñón se vería apetecible con una polla en la boca en vez de un camarón. Estoy viendo demasiadas pornos, se dijo. Desde que había llegado a España, ya hacía dos años, nadie le había llamado suficientemente la atención, al principio un poco Jorge, pero luego de empezar a conocerlo se dio cuenta que era un completo idiota y perdió todo interés.

Volvió a tomar trozos de comida y se entretuvo dándole de comer, el otro no se quejaba, en realidad no decía absolutamente nada. Lo que Ethan no sabía era que Louis estaba en la gloria, de solo saber que estaba compartiendo el mismo cubierto que antes Ethan había usado. Besos indirectos.

— ¿Te comió la lengua un gato? –preguntó el de ojos verdes, Louis lo miró con cara de aburrido y solo rodó los ojos chasqueando la lengua–. Eres un desastre –dijo mirándolo de arriba abajo y por primera vez desde que se había sentado, vio al pelinegro cambiar de expresión, los pómulos se le colorearon un poco, ¿qué? ¿El temible Louis Corrales podía sentir vergüenza?

—Usas zapatillas para venir en vez de zapatos, tu camisa está arrugada, llevas siempre el saco desprendido, y tienes algo entre los dientes ahora mismo... eres asqueroso...

Louis se puso de pie de un salto mirándolo con preocupación, mientras se tocaba la oreja donde Ethan le había susurrado momentos antes, su pecho subiendo y bajando repetidamente, luego se fue corriendo. Se sonrió complacido, mientras su demonio interior, el que venía siendo sacudido desde ese día que había detenido al bravucón, se despabilaba del todo.

Louis se lavó las manos otra vez, ya iban como tres. Se miraba la dentadura a cada momento, no tenía nada, estaba limpia. No podía soportar la sola idea de que Ethan pensara que era una persona sucia, eso no, que lo odiara, que lo detestara, pero que era asqueroso ¡no! Él podía ser un matón, pero cuidaba su cuerpo como un templo y era extremadamente quisquilloso con el aseo personal, se prendió el saco y cuando miró de nuevo al espejo vio una figura alta de pie detrás de él.

Sin palabras de por medio, Ethan lo tomó con brusquedad de una muñeca y lo obligó a meterse en uno de los cubículos, colocó el pasador y lo miró.

—Eres asqueroso –le repitió deletreando, saboreando las palabras.

—N-no, no yo-

— ¡Cállate! No te di permiso para que replicaras. Ahora, arrodíllate.

Louis lo miró sorprendido, sin dar crédito a lo que sus oídos escuchaban.

— ¿Me harás repetirte las cosas? ¿No eres mi esclavo acaso?

Louis dudó unos segundos, pero finalmente lo hizo, y lo miró desde su posición.

—Miren nada más, al gran Louis Corrales, al que todos temen –dijo el joven en voz baja, pero suficientemente alto como para que el pelinegro escuchara–, arrodillado a mis pies, tiritando como un perro faldero.

Puso una mano sobre la negra cabellera y enterró sus dedos deleitándose con su tacto suave. Ethan sintió que su respiración se volvía irregular, resopló un poco sin dejar de hacer contacto visual con Louis, bajó su mano y con su pulgar repasó el fino y rosado labio inferior del chico. Con su otra mano tomó la lengüeta de su bragueta y comenzó a bajarla. De inmediato Louis bajó su vista a la entrepierna de Ethan y sus pómulos se colorearon profusamente–. Aaahh... -Ethan dejó escapar un jadeo de satisfacción, realmente... que erótico era Louis, estaba tan concentrado en seguir adelante, que de pronto el sonido del timbre anunciando el comienzo de las clases los tomó por sorpresa. El de ojos verdes carraspeó, se subió de nuevo el cierre y quitó su mano de la cabeza de Louis.

—Hora de volver.

Louis quedó unos minutos absolutamente devastado, le costó ponerse de pie, y aunque no lo regañaron, el docente de Historia le dirigió una ojeada de reprobación por entrar con la clase ya empezada.

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Día 2

Cuando volvió del receso se encontró con una nota sobre su banco, miró alrededor, se sentó y la abrió. "Te espero en los baños al final de la jornada". Louis guardó la nota en un bolsillo, y miró de reojo a los que estaban más o menos cerca de él, esperaba de verdad que no escucharan el escandaloso golpeteo de su corazón.

Ethan entró a uno de los cubículos y Louis lo siguió en silencio. Cerró con pasador. Lo empujó contra la pared con algo de brusquedad y Louis lo miró de esa manera agresiva que tenía. El de ojos verdes lo agarró por la quijada apretando con fuerza.

—No vuelvas a mirarme de esa manera –le ordenó con fiereza– Tal vez le puedes hacer creer a los demás que eres la muerte en persona, pero yo conozco este lado que no le muestras al mundo –.el más bajo lo miró asustado–. Te encanta que te sometan, ¿verdad? –Refregó su rodilla contra la entrepierna de Louis y lo sintió algo erecto–. Mírate, todo excitado como un animal en celo.

Acto seguido Ethan lo besó posesivamente y Louis sólo ahogó un gemido de sorpresa, mientras se ponía tieso como una tabla, era demasiado para él. Sintió la lengua caliente del de ojos verdes invadirle la boca y jadeó sin poder evitarlo. Ethan se detuvo, lo miró con desprecio y se alejó unos pasos, para luego posar sus brillantes ojos en la entrepierna de Louis.

—Una erección completa por un beso de mierda –siseó, Louis tenía los ojos húmedos y respiraba agitado–. Realmente, eres asqueroso... yo no me ocuparé de tu "amiguito", que se ve bastante despierto, te encargarás tú –Se apoyó en la pared contraria y se cruzó de brazos–. Vamos, quiero ver cómo lo haces.

El más bajo, se desabrochó torpemente el pantalón, los dedos le estorbaban, demoró un poco, pero finalmente metió una mano dentro de sus lindos bóxer de color negro.

—Así no veo nada, bájatelos –ordenó Ethan. Louis obedeció, entonces pudo ver la hermosa erección en toda su expresión, tenía un bonito falo de largo regular, pero bastante grueso y venoso, contrastaba su color pardo oscuro contra esa piel blanca y delicada. Ethan tomó el borde inferior de la camisa de Louis y la llevó a la boca del pelinegro–. Sostén –dijo empujando contra sus labios.

¡Joder! Ethan sentía que se iba a incendiar allí mismo, Louis era hermoso. Su abdomen plano, estaba marcado perfectamente, su ombligo invitaba a besarlo. El más bajo cerró los ojos y comenzó a masturbarse frente a Ethan, que no quitaba la vista de ese lascivo espectáculo. Louis largaba profundos suspiros, acallando su voz. Ethan lo acorraló con ambas manos a los costados de su cabeza y comenzó a susurrarle.

—Ahora saca el mío, rápido –Louis abrió sus ojos y miró hacia abajo–. Escupe en tu mano, y ahora toma los dos juntos y empieza a refregarlos, apúrate.

Louis soltó su camisa y obedeció. La hombría de Ethan era enorme. Juntó sus falos y con ambas manos comenzó un vaivén que empezó a volverlos locos. Sentía la respiración caliente del más alto sobre su cuello y él no estaba en mejores condiciones.

— ¡Más rápido, maldición! –acalló los suspiros del otro con su boca, enredaron sus lenguas y mientras compartían un jugoso y placentero beso, Louis se vino primero, gimiendo bajo, Ethan al sentir la caliente esencia se vino luego resoplando como caballo de carreras. Ethan se limpió con papel, se acomodó la ropa y lo miró con mucha seriedad.

—Mañana vas a venir con todo tu cuerpo muy limpio, ¿has entendido?

Luego se fue. Louis bajó la tapa del váter y se sentó porque las piernas le fallaron un poco. Se limpió el semen con papel higiénico también y sintió que el tiempo se le haría eterno hasta que llegara el día siguiente.

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Día 3

—Lo siento chicos, tengo cosas que hacer, hoy me vuelvo solo –anunció Ethan con su simpática sonrisa.

— ¿De nuevo? – preguntó Jorge, arqueando una ceja.

—Oye Ethan, ¿aún no le has ordenado nada al bravucón? Podrías pedirle que se disculpe con todos los que ha golpeado, aunque creo que sería más fácil hacerlo con todo el colegio prácticamente.

—Lo pensaré –dijo el joven sin dejar de sonreír de esa manera cálida e inocente–. Sólo era para que se tranquilizara un poco, realmente no quiero humillarlo así.

—Ethan eres demasiado bueno –exclamó Micaela.

—Realmente, tienes un corazón muy noble –reforzó Fernando.

—No merezco tantos halagos, pero gracias –Sus amigos no tenían idea de la verdadera naturaleza de Ethan Konen.

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—Abre las piernas –le susurró el joven. Louis estaba de cara a la pared, los pantalones abajo y resoplando–. Espero que estés limpio como te pedí –Ethan mojó un dedo con su saliva y comenzó a masajear sobre la anillada entrada del pelinegro, Louis se estremecía ante los toques–. Quieto –le ordenó. Escucharon a alguien entrando al baño, venía silbando. El joven aprovechó y presionó con fuerza hasta que pudo colar la mitad de un dedo. Louis gimió y le tapó la boca con su otra mano, mientras empezaba a sacar y meter su extremidad. La persona del otro lado se tomó su tiempo para orinar, lavarse la manos y peinarse, siempre silbando–. Tienes un culo muy pomposo –continuó susurrando Ethan contra el oído de Louis. El más bajo arañaba apenas la pared, mientras sentía como otro dedo se abría paso–. Mira lo hambriento que está tu agujero, me succiona con voracidad.

Louis iba a desmayarse del enorme placer que sentía, no porque le estuviera metiendo los dedos de esa manera tan lasciva, si no que la adrenalina, la situación, ser sometido, escuchar esas sucias palabras, todo, le volaba la cabeza. Cuando Ethan tocó por tercera vez su próstata se vino manchando la pared.

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Día 4

—Apestas en esto –dijo Ethan mientras respiraba agitado y Louis tenía su falo en su boca–. Más profundo, vamos –le hundió la cabeza tanto que la bonita nariz de Louis chocó contra su vientre bajo, el jovencito comenzó a revolverse, sintiendo que le faltaba el aire. Cuando Ethan le permitió respirar, varios hilos de saliva salían de su cincelada boca y lo conectaban a la entrepierna del de ojos verdes. Ethan admiró su creación. Las mejillas calientes y coloradas, la transpiración pegajosa, la respiración errática. Louis era delicioso, si hubiera sido un pastel se lo hubiera devorado de un solo bocado.

Acarició sus mejillas con su hombría, desparramando su líquido pre seminal, transparente y viscoso en su rostro. Quería ensuciarlo, mancharlo, doblegarlo hasta lo más humillante. Y Louis estaba dispuesto a hacer absolutamente todo lo que Ethan le pidiera.

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Día 5

Se encontraron en el cubículo muy temprano, mucho antes de que iniciaran las clases.

—Te traje un regalo.

Sacó un objeto pequeño del bolsillo de su saco, era ovalado, fucsia, como un pequeño huevo de codorniz. Louis lo tomó entre sus dedos y lo miró con curiosidad. Ethan sacó una especie de control remoto pequeño y apretó un botón. El objeto comenzó a vibrar suavemente, Louis abrió grande sus ojos.

–Lo vas a tener dentro de ti... todo el día... ¿has entendido? Otra cosa, tienes prohibido venirte Louis, si lo haces, te castigaré muy duro. Ahora mójalo adecuadamente y bájate los pantalones.

El pelinegro quedó perplejo unos segundos, pero obedeció. Ethan se lo deslizó muy profundo adentro, Louis temió por un momento que se perdiera y no pudiera retirarlo, pero Ethan había desenrollado un hilo que venía conectado al aparato y que quedó por fuera de su cuerpo.

—Cada vez que un profesor pida ayuda, levantarás la mano y responderás –le ordenó–. Cooperarás con todo, y en el almuerzo te sentarás a mi lado, en la cafetería. Sé educado y cordial. No te atrevas a removerlo Louis, poco me importa si te estás cagando encima, te aguantarás hasta que se termine la jornada.

—E... Eres... Eres muy exigente... -Ethan lo tomó con rapidez de la mandíbula y Louis se quejó entre sorprendido y asustado. Luego el de ojos verdes lamió lentamente sobre su cuello hasta llegar a la base, donde abriendo un poco su boca succionó con fuerza, arrancándole un quejido a Louis. Luego se alejó para mirar bien la gran marca morada que había dejado allí. Le abrió los primeros botones de la camisa a Louis y tiró de las alas del cuello para que se notara claramente.

—Vuelve a quejarte y la marca será aún más visible.

—Pe-pero no era una que-queja, yo-

Apenas vio esa mirada feroz, Louis se llamó al silencio.

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Jorge y Fernando reían a más no poder, mientras Micaela los miraba divertidos al igual que Ethan. Cuando de pronto vieron a Louis sentarse al lado del de ojos verdes cruzándose de brazos, todos quedaron en silencio, e incluso algunas personas que estaban sentadas por detrás se levantaron en puntas de pie y se fueron.

— ¿No vas a saludar, Louis?

—Hola –dijo el otro mirándolos con hastío, pero entonces sus ojos se abrieron un poco y se sentó más erguido.

—Louis y yo hemos conversado mucho últimamente. Es un buen muchacho, así que sólo compórtense como siempre.

—Bue-bueno... -dijo Fernando transpirando–, ¿qui-quieres un panecillo de o-orégano?

—Mis favoritos –respondió el pelinegro aceptando.

—Oye, Louis, tienes una marca aquí –le dijo Jorge con cautela, más bien como advirtiéndole.

—Sí, me la hizo Ethan.

Fernando, Micaela y Jorge desencajaron sus mandíbulas al mismo tiempo, mientras el más alto lo miraba de reojo para luego mirar al grupo sonriendo como un conejito indefenso.

—Claro, se la hice después que él me chupó la polla.

— ¡Ethan! –dijo alarmado Fernando.

—Lo siento, lo siento, perdón Micaela, pero es que ¡JA JA JA! Este Louis y sus chistes –dijo golpeando en la espalda al pelinegro, quien dio un respingo al sentir que el vibrador aumentaba sus oscilaciones de una manera increíble.

—Sí, ja. Sólo era una jodida broma –Louis se comenzó a reír mientras la frente se le llenaba de gotitas de sudor, por fin los otros se relajaron y comenzaron a reírse también. Ethan después de un buen rato le bajó la velocidad al aparato, y Louis aceptó que sería mejor no pasarse de listo con ese tipo que tenía cara de ángel, pero corazón de demonio.

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Día 6

Se retorció de nuevo frente al pizarrón y se le cayó la tiza de las manos.

— ¿Alumno? –Preguntó la docente acomodándose los anteojos sobre el puente de la nariz-. ¿Se encuentra bien? ¿Necesita ir al baño?

Se escucharon varias risitas y Louis, maldijo a Ethan que seguramente tenía a ese estúpido aparato a las máximas revoluciones.

—E-estoy bien... -trató de responder lo más dignamente posible y regresó a terminar la ecuación.

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Ni siquiera podía ponerse de pie, estaba tan malditamente excitado que no podía pensar adecuadamente, le dolía tanto su falo, y no era para menos, ya llevaba cerca de hora y media erecto y sin poder acabar por orden del de ojos verdes. Se sentía tan sucio, la transpiración haciendo que su camisa se transparentara debajo del saco, con el mayor disimulo posible levantaba levemente su cadera del asiento y sacudía su trasero cada tanto, porque el maldito aparato estaba atascado justo por encima de su próstata. Cuando todos se retiraron a almorzar, recién entonces pudo desplomarse sobre el banco, mientras tiritaba como cachorro mojado. Ethan se sentó a su lado.

—Por fa-favor... vas a... ma-matarme... mo-mori-moriré...

Ethan apagó el aparato.

—Tienes 5 minutos para ir al baño y hacerte cargo de esa asquerosidad –habló pasando su dedo índice sobre la dolorosa y apretada erección. Louis se puso de pie rápidamente, pero se desplomó de inmediato. Ethan lo ayudó a ponerse de pie, pasando su brazo sobre sus hombros, se dirigieron a la sala de enfermería. El más alto lo dejó sobre una de las camas, y luego sintieron a la enfermera entrando.

—Ocúpate de eso, yo la distraeré –le dijo el de ojos verdes.

Louis no necesitó mucho, en menos de un minuto se vino de una manera brutal y toda su ropa interior quedó pegajosa. Casi desfallece luego de eso, porque cayó dormido de inmediato.

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Día 7

Louis se aferró a su maletín, mientras sentía que se mareaba. Sus mejillas estaban encendidas y su cuerpo tembloroso, sin duda se había puesto muy sensible, especialmente luego de aguantarse todo lo que Ethan lo había obligado el día anterior.

Ahora estaban en el tren de regreso a su hogar, mientras el de ojos verdes, con cara de arcángel ascendido, movía su dedo índice a su antojo sobre el maldito control remoto del vibrador.

Un par de jovencitas detrás de ellos, sentadas en uno de los bancos, miraban disimuladamente a los jóvenes y cuchicheaban, sonriendo a cada rato. Ethan, se giró y les guiñó un ojo coquetamente, las chicas se sonrojaron y chillaron. El de ojos verdes empujó a Louis contra la ventana más próxima y lo acorraló un poco con su cuerpo. Louis siempre tenía olor a limpio, a jabón de azahares, pero ahora olía a hormonas, a sexo, a excitación, y respiraba entrecortado, con la saliva a punto de caerse por una de las comisuras de sus labios. Ethan acercó su rostro y lamió la gota cristalina que estaba a punto de caer, las chicas se pusieron de un furioso bordó y sin nada de disimulo sacaron sus celulares. El más alto sonrió.

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Louis tuvo que sostenerse de Ethan para poder llegar a su casa, los últimos pasos fueron una tortura, la transpiración bajaba por su barbilla y las gotas se estrellaban en el pavimento. Louis apoyó una mano sobre la puerta y con la otra rebuscó en su pantalón la llave. A Ethan le brillaron los ojos.

— ¿No hay nadie en tu casa? –le susurró sobre el oído, Louis negó con la cabeza.

Entraron, cerraron con llave la puerta y Ethan lo arrastró con desesperación a uno de los sillones de la sala. Lo tiró sobre la superficie negra y mullida y comenzó a desvestirlo con rapidez. Louis apenas podía reaccionar. Ethan finalmente apagó el aparato y el pelinegro se sintió desfallecer del alivio que le sobrevino. Sin muchos preámbulos, el de ojos verdes tiró del aparato arrancándoselo de un solo tirón. Corrió a la heladera, abrió y revisó con rapidez, encontró una lata de leche condensada y una sonrisa sórdida le apareció en el rostro. Tomó el recipiente, hizo una abertura con un cuchillo y regresó al sillón.

—Gírate. Levanta tus caderas y abre tus nalgas, apúrate, vamos.

—Pe-pero, estoy sucio, he trans-transpirado to-todo el di-

—¡¡¡AHORA!!! –Louis obedeció de inmediato, dio un respingo al sentir la cremosa y helada leche condensada resbalando por su agujero. Pero el de ojos verdes estaba hambriento, de solo verlo tan sumiso, mostrándose tan lascivamente, hacía que no pudiera contenerse. Louis comenzó a gemir sin poder controlarse mientras Ethan lo lamía sin parar, desde ese ángulo veía las trabajadas y perfectas piernas del más bajo, que remataban en una redonda y apetecible manzana, el más alto no se resistió y mordió con algo de fuerza uno de los lados, dejando bien marcados sus dientes.

—Sí, muer-muérdeme... -suplicó el Louis con voz necesitada.

—Louis, voy a follarte hasta llenar ese lindo agujero que tienes. Más te vale que grites, y que sea fuerte, quiero que todos en este barrio se enteren la zorra que tienen por vecino.

El pelinegro no pudo siquiera quejarse, porque Ethan ya había comenzado a penetrarlo sin decir "agua va". Con grititos cortos y sofocados, lágrimas que le nublaban la vista, y algo de mocos sueltos, arañó el sillón recibiendo hasta el último centímetro de henchida masculinidad del otro. Cuando comenzó a sentir que se relajaba un poco y se dilataba, más, comenzó un violento bombeo que le arrancaba alaridos al más bajo.

Ethan parecía una máquina a vapor, no paraba ni un momento, sacudió el cuerpo de Louis en todas las posiciones posibles, de perrito, de misionero, de costado, mordiendo su nuca, sus hombros, su espalda, frotando su erección y haciendo que el pelinegro acabara en varias ocasiones. Perdieron la noción del tiempo, del espacio y más que nada del recato y la decencia.

Al fin Ethan se vino dentro del otro, estremeciéndose de pies a cabeza, ¡joder! Era el sexo más intenso, sucio y bizarro de toda su puta vida. Louis estaba desplomado sobre el sillón y Ethan intentando no aplastarlo con su peso, sus cuerpos brillosos de lo transpirados. A decir por la obscuridad alrededor, ya se habría ocultado el sol. Por lo que los tomó completamente desprevenidos que la luz de la sala se encendiera, y una mujer de la altura de Louis, de preciosas facciones, ojos grises y mirada tranquila, se acercara y prendiera un cigarro. La mujer suspiró cansada, se cruzó de brazos, y mirando al pelinegro, frunció el ceño y dijo:

— ¡Louis Corrales! ¿Has manchado mi costoso sillón? ¿Mocoso calenturiento y pasivo?

— ¡Mamá, vete por favor! –gritó Louis indignado.

—Hola, soy Paloma, mucho gusto -dijo extendiéndole la mano a Ethan que la agarró con firmeza.

—Buenas noches, señora Paloma, mi nombre es Ethan –se presentó el de ojos verdes sonriendo con cortesía.

—Eres bienvenido, Ethan –dándole un coscorrón a Louis en la cabeza–. Idiota, ¿ya tenías novio y no me lo presentaste? ¿Qué pasa contigo?

— ¡No es mi maldito novio! –devolvió Louis tratando de agarrar el saco del uniforme para tapar un poco donde Ethan y él seguían unidos. Se ganó otro coscorrón.

—Claro que es tu novio. Nadie va a follarse a mi hijo y se va a ir como si nada. ¿Eres su novio, verdad?.

—Nada me haría más feliz. Louis me ha cautivado por completo.

—Bien, entonces... Solo quiero decirles que me siento en verdad feliz de que te unas a la familia Ethan, me encanta que disfruten saludablemente del sexo, peeeeroo –luego los agarró de una oreja a cada uno y los tironeó con firmeza, ambos contuvieron un quejido de dolor–. Como vuelvan a follar sin un condón sobre mis valiosos muebles, les partiré la madre a ambos, ¿me han entendido?

—Sí, sí, suegrita –respondió Ethan temblando.

—Bien, terminen y limpien todo antes que llegue la policía, con seguridad doña Pola debe haber llamado a seguridad nacional diciendo que estaban matando a alguien. ¿Tan grande la tienes Ethan o Louis es demasiado estrecho?

— ¡¡¡Mamá, ya vete de una vez, por Jesucristo!!!

La mujer se fue a las carcajadas esquivando los almohadones que Louis le tiraba.

— ¿Puedes liberar mi culo de una jodida vez?

—De acuerdo... novio –dijo Ethan sonriendo y besando su mejilla–. Amo a mi suegra.

— ¡Cállate, idiota!

Y así fue como el contrato de esclavitud de Ethan y Louis se alargó indefinidamente. Lo cierto es que solo ellos conocen verdaderamente esa faceta que jamás mostrarán a otros, porque ya sabemos que las apariencias... a veces son demasiado mentirosas...

Fin.