Mon oncle, cest pas français

“Ahora –me dijo- vamos a ver qué te tengo preparado” Se bajó la cremallera del vaquero y con lentitud se sacó el capullo y el resto de la polla.

No me pareció nada extraño que mi tío se sentara frente al televisor y me pusiera una cerveza en la mesita. A continuación se fue hacia el mueble de la librería y sacó una cinta de vídeo. Yo mientras tanto me serví la cerveza y le pregunté por mi tía."Ha salido a comprar no sé qué -me contestó-, no tardará en volver". Evidentemente mentía a juzgar por lo que pasó después. Mi tío era un hombre fibroso, joven, sólo tenía 40 años, trabajaba repartiendo libros y en sus ratos libres jugaba al fútbol y hacía boxeo. Aparentaba menos edad, se mantenía en forma; en más de una ocasión me había invitado a marcar algunos golpes, decía que en caso de necesidad unos ganchos al estómago o a la cara te sacaban del apuro. Se sentó a mi lado y pude comprobar que se acercaba más de lo normal, no le di demasiada importancia, el sofá era viejo y hacía que se juntaran todos los que se sentaban en él. Percibí que olía bien, a una mezcla de tabaco rubio y colonia seca.

Me comentó que le habían dejado un vídeo de entrenamiento de boxeo o algo así, que no le había dado tiempo a verlo aún. Puso en marcha el vídeo y empezaron a salir tíos en ropa deportiva, rubios, muy musculosos y bien parecidos; los típicos rubios americanos. Yo no sé inglés así que no pude entender de que iba la cinta ni lo que decían. Las escenas se sucedían, todo parecía desarrollarse en un vestuario de un gimnasio; había tres tíos que se estaban desvistiendo. Hasta ahí todo normal, no obstante observé que la cámara se demoraba demasiado en captar escenas que a mí me parecían innecesarias como, por ejemplo, las miradas que uno de los tíos lanzaba a otros dos mientras se desvestían. Unos cuantos planos más y me di cuenta que aquello tenía toda la pinta de una cinta porno. Mis amigos y yo habíamos visto algunas ya, todo parecía coincidir: la música, los planos, la forma de moverse y tocarse de los actores. De inmediato, le comenté a mi tío mis impresiones.

Me dijo que había que ver algo más, que estos yankis hacen las cosas de diferente manera. Pero pasados unos minutos, todo era muy evidente, los dos tipos que venían juntos habían empezado a besarse y a restregarse mientras el tercero, que se había quitado los pantalones, aparentemente para ponerse su calzón de deporte, les mostraba su polla. "Oye, Luis –le dije a mi tío- esto es una cinta de maricones, se han quedado contigo". No pareció inmutarse ni hizo por apagar el vídeo, siguió observando las escenas al tiempo que se tocaba el paquete. Yo me empece a mosquear, no sabía qué hacer, hice por levantarme, pero me agarró la mano más cercana a él y la dirigió a su bragueta. "Toca, Carlos, mira que dura la tengo" Estaba impactado, no reaccionaba, intenté retirar la mano, pero era más fuerte que yo. "Venga, no seas tonto, no me digas que no te gusta lo que ves. Hay que probar de todo... además, no es malo. Acaso no sabes que los tíos también disfrutan con esto". Trate de rechazarle, pero cuanto más intentaba apartarme más me atraía contra su cuerpo; ya casi me tenía inclinado sobre su estómago. No me hacía daño, quizá porque yo no ejercía demasiada fuerza.

No soy demasiado fuerte y con catorce años todavía no estaba fortalecido. Tampoco me gustaban los deportes y... en esos momentos, sin saber por qué no grité ni traté de golpearle o agarrarle con todas mis fuerzas del paquete en el que ya notaba algo abultado. Me seguía hablando con suavidad, había aflojado la tensión; en parte porque yo, dócilmente, había dejado mi mano sobre su bragueta. Él seguía viendo la televisión, con una mano me acariciaba la cabeza ahora apoyada contra su estómago. "Ahora –me dijo- vamos a ver qué te tengo preparado" Se bajó la cremallera del vaquero y con lentitud se sacó el capullo y el resto de la polla. Tenía un tamaño considerable, era más grande que la mía; además estaba tan cerca de mi cara que me daba la impresión de ser enorme. Tampoco tenía referencia de pollas empalmadas, salvo la mía y la de algún amigo al que se la había visto en alguna de esas ocasiones en las que nos hacíamos pajas colectivas con algún vídeo o revista porno, no había visto ninguna más al natural.

Aquella, ya digo, me pareció tremenda, era morena, el capullo tenía un color violáceo, casi morado. Estaba muy gorda, podía apreciar como las venas abultadas desde la base de su vientre desaparecían a la altura de la cabeza del capullo, gordo y brillante como una ciruela, con un agujero grande, pronunciado y del que salía ya un pequeño hilillo de líquido transparente. Estaba muy excitado, seguía hablándome, yo apenas le prestaba atención, estaba como hipnotizado con su falo. Había empezado a masturbarse, deslizaba su mano a lo largo del pene con movimientos lentos pero firmes. A cada subida de la mano, su nabo adquiría mayor dureza o, al menos así me parecía a mí. "No parece que te disguste, ¿verdad? –me decía- ¿No te gustaría metértelo en la boca? Venga, no seas tonto, bésamela" Yo seguía medio aturdido, pero no como para no darme cuenta que aquello iba a más. Tenía la certeza de que si no hacía algo rápidamente mi tío abusaría de mí. Pero, por otra parte, aquello no me desagradaba, es más: me había empalmado. Esto último debía de ser evidente, pues los pantalones de mi chándal no podían esconder la rigidez de mi pene. Mi tío lo debía haber notado antes, pues de no ser así no habría continuado con la escena, supongo. "Mira, chaval, te voy a enseñar a disfrutar con la polla y de otra polla. Abre la boca –me dijo mientras yo inclinaba la cabeza y engullía su capullo-, no tanto, sólo el capullo de momento. Si te tragas todo el rabo te entrarán arcadas y lo mismo me muerdes.

Así, eso es, aprieta los labios en la comisura del capullo, así. Y ahora, con la punta de la lengua, manteniendo los labios cerrados... ¡No joder, no chupes tan fuerte!" A pesar de mi torpeza, no levantó el tono de voz, que seguía siendo tan suave y persuasivo como cuando me invitó a chupársela. Proseguía con sus indicaciones; yo no podía decir nada lógicamente. Estaba demasiado concentrado en engullírsela, que ya había conseguido tragarla por entero, no sin antes experimentar alguna convulsión que él expertamente ya me había anticipado. "Bien, muchacho, me la estás mamando como tu tía. ¿A qué sabe bien?" No le contesté, estaba saboreando, me da cosa decirlo, aquella verga que palpitaba en mi boca y que a medida que salía y entraba depositaba en mi paladar un sabor acre, indefinido.

De repente, mi tío me apartó y se levantó. Con los pantalones caídos y dejando ver completamente sus cojones, su polla parecía como un mástil apuntado a su ombligo, mucho más grande, toda brillante por mi saliva. "Creo que va siendo hora de ponernos cómodos". Empezó a desnudarse y pude apreciar que su pecho y estómago estaban muy marcados por el ejercicio. Era bastante velludo, pero se debía de rasurar porque el pelo no ocultaba las formas de sus músculos. El vientre era plano, la zona de las inglés, muy marcada, confluía en una mata de pelo negro, brillante y lustroso donde se erguía la polla. Los cojones no eran demasiado grandes, apenas tenían pelo y eso favorecía más a la polla pues parecía más grande.

"Vamos, desnúdate, -me apremió mi tío- no tenemos todo el día, un par de horas antes de que regrese tu tía". ¡Mí tía!, me había olvidado de ella, y si regresaba de improviso. "No te preocupes, chaval –añadió como leyendo mis pensamientos-, me llamará desde la estación para que la vaya a recoger. Hay tiempo... Venga, joder, ven, anda yo te quitaré la ropa" Se acercó a mí, se arrodillo y me aflojó el cordón del pantalón. "Ves como a ti también te pone –añadió, mientras me bajaba calzoncillo y pantalón al suelo- y parece que no estás mal armado, ya lo creo una pollita rubia y rosita". No lo he dicho, pero no soy muy español, tengo la piel clara, demasiado clara y a veces me avergüenza la blancura de mi piel, también soy muy imberbe. Me gustaría tener más pelo en los huevos y el pecho. Eso no pareció importarle a mi tío porque nada más decirme eso, se metió mi polla en la boca y con una destreza inusual para mí, empezó a chupar glotonamente sin necesidad de cogerla. De rodillas y con las dos manos libres, se dedicó a tocarme el culo, a apretarme las nalgas en un movimiento que acompañaba las acometidas de su boca contra mi pene. A mí aquello me trastornaba, me producía una tensión en el estómago y en la base del cuello terrible. Me estaba poniendo más que cachondo, me estaba volviendo loco, joder, y de qué manera, tanto que empecé a notar convulsiones y un placer inmenso. Me estaba corriendo en la boca de mi tío y él se tragaba mi semen sin rechistar. Que digo sin rechistar, succionaba hasta la última gota porque mi polla casi desaparecía entre sus fruncidos labios.

Descargué todo lo que llevaba dentro, con una sensación casi dolorosa al final, de tanto como estaba disfrutando de haberme corrido y comprobar que mi tío seguía succionándome. Me apoyé medio abatido en su cabeza, que había agarrado fuertemente cuando empecé a sentir las sacudidas de mi corrida, le miré turbiamente, con agradecimiento por lo mucho que había gozado. Sin decir palabra se levantó, acercó su boca a mí y me besó. Yo no ofrecía resistencia, estaba medio desmayado, a duras penas me mantenía en pie. Mi tío me rodeaba por la cintura, estrechándome contra su cuerpo; sentía el calor de su estómago y la presión de su pene entre mis piernas. Acercó sus labios a los míos, abrió mi boca y pude sentir el sabor de mi esperma, su lengua caliente, muy caliente, recorriendo cada rincón.

"Ven, túmbate, ahora te voy a enseñar algo más, no tengas miedo. Déjame hacer a mí y ya verás como disfrutas de verdad". Yo no era tan ingenuo como para no saber lo que me esperaba. Mi tío se reservaba como fin de fiesta darme por el culo. Y, francamente, me daba algo de miedo. Me habían contado que a veces había desgarros, heridas... "Ponte a cuatro patas –dijo, mientras me reclinaba sobre el sofá-, no te preocupes que no duele, confía en mí. Si sientes dolor, lo dejamos, ¿vale?" Acepté porque mientras me hablaba acompañaba a sus palabras con las más suaves y sensuales caricias que yo hubiera sentido jamás. Apoyé los codos y le ofrecí, ya sin reservas, mi espalda y mis nalgas que ya estaba examinando con los dedos. Con el pulgar me presionaba el ano y con los restantes me apretaba y masajeaba los cojones. Al principio noté cierta aspereza y mi esfínter se resistía, fruncía el ceño –podríamos decir-, no me estaba relajando. Me lo hizo notar y cambió de estrategia. Se agachó, y poniéndose a su vez de rodillas, hundió su boca entre mis nalgas. Me chupaba el culo, al principio con suavidad, lubricándolo con saliva, una y otra vez. Así fui cediendo y noté que me estaba volviendo a empalmar. El también lo notó, porque dejó de lado mis huevos y se dedicó a sobarme la polla. Todo a la vez, sin dejar de chuparme el culo. Su lengua ya había adquirido más rigidez y se internaba imperiosa en mi ano. Continuó un buen rato más y yo me dejaba hacer; me abandonaba a mis sensaciones, ajeno a lo que a continuación vendría. Mi tío, se incorporó y recuperó la posición inicial; estaba de rodillas y me hablaba. Me decía que me iba a follar, que me gustaría, me hablaba de no sé qué glándula que los hombres tenemos dentro, que si está conectada con la polla o no sé qué. Que me relajase y demás. Yo le hice caso y al poco pude notarle algo presionándome el ojete; no era el dedo esta vez. A juzgar por la presión que sentía en el ano, estaba tratando de abrirse paso con su capullo, pero no lo conseguía. Gemí de dolor. "Al principio duele un poco, es como a las mujeres con el virgo, pero luego te dilatas y ya no te hace daño" Me seguía hablando, con tanta suavidad y dulzura como antes, pero la fuerza que imprimía a su rabo, los embates con los que empujaba contra mi culo se contradecían. "Me duele y escuece mucho, déjalo por favor, si quieres te chupo la polla, ¿eh?" –le sugerí. Pero no estaba dispuesto a dejarme ir integro. Se levantó y desapareció sin decir palabra.

Al rato estaba de vuelta con un tarro de mantequilla o margarina en la mano. "Mira, ya tenemos la solución a tu culo". Abrió la tarrina y me untó un porción generosa en el recto; empezó a darme masajes con la masa grasienta valiéndose con la punta de su verga que no había perdido en ningún momento ni su lustre ni dureza. Yo me daba la vuelta como podía para verle hacer, no quería perderme el espectáculo. Pero él, amablemente y con delicadeza, me hacía mirar contra el respaldo del sofá. Inesperadamente, cuando ya había dejado aparte mis recelos, sentí un dolor inmenso, casi me derrumbé, pero él me sostuvo con firmeza. Me tenía bien cogido, no me podía desasir aunque hubiese querido: sus manos agarrándome las caderas y su puta polla metida en mí, abrasándome las entrañas. Gritaba de dolor, se me saltaban las lágrimas, qué daño, me revolvía contra él. Esto último, lejos de irritarle, le excitaba puesto que al moverme le provocaba una involuntaria follada. "Verás como ahora que ya te la he clavado y se ha hecho sitio no te duele más"- me dijo, acariciándome con una mano la espalda y con una media sonrisa. "Vamos, no te arrugues, mira lo que has hecho con tu rabo, se ha desinflado, chaval" . Tenía razón, de la impresión se me había bajado y colgaba entre las piernas. "Estoy hay que arreglarlo", comentó animado, al tiempo que empezaba a moverse dentro de mi culo y me cogía la polla. Notaba como imprimía más rapidez a su mete y saca, no llegaba a salir del todo. Mi culo oprimía su capullo de tal manera que era imposible que la sacase, al menos eso creía yo. Este pensamiento, lejos de tranquilizarme me inquietaba, pues si al entrar había dolido, qué pasaría cuando tratase de sacármela.

Poco a poco cedía el dolor y el escozor. Eran sustituidos por una sensación placentera que venía de más allá de mi polla, del interior casi, no sabría decir. El rabo de Luis ya se deslizaba con facilidad, lo sentía penetrar en mí con lentitud pero con firmeza, allanando toda la resistencia anterior. Los golpes de su vientre contra mis nalgas, su mano masturbándome y mi polla ponerse gorda de nuevo formaban un armonioso conjunto que me hacía olvidar el penoso inicio. ¡Joder, qué gusto me estaba dando el cabrón de mi tío, cómo se movía el hijo de puta, qué maestría!. Está mal decirlo, pero sin darme cuenta había empezado a gemir. "¿Qué? Parece que te la estoy metiendo bien, ¿chaval?"- me comentaba mientras me enculaba y seguía masturbándome. Se demoraba en cada movimiento, observaba con placer el tronco de su nabo entraba y salía de mi culo, tensando y destensando los rosáceos pliegues de mi carne. De vez en cuando cerraba los ojos y entonces yo sentía más firme la presión de sus dedos alrededor de mi polla. Así pasó un buen rato, cada uno abandonado a sus propias sensaciones. Con el delicioso vaivén de su verga deslizándose en mí, con el capullo como único tope.

"Y ahora vamos a la suerte de varas". Yo no sabía a que se refería. No me dio tiempo a pensar. Agarrándose la polla por la base, la arqueó y con un sonoro ruido, como quien abre una botella, la sacó de mi ano. Eso sí: para volverla a meter de un golpe acto seguido. Me encantó que hiciera eso, pues sus movimientos adquirieron más rudeza y lejos de molestarme me agradaba. Así continuó un poco más. Se complacía en metérmela y sacarla toda brillante, jugaba con el capullo restregándomelo en las nalgas y labios del ano, ya ampliamente dilatado y húmedo. Entraba y salía con una facilidad increíble, yo a cada acometida sentía unos empellones de placer intensísimos. Estabamos sudorosos, de vez en cuando mi tío se tumbaba sobre mí con su nabo clavado y me abrazaba fuertemente contra su pecho. Podía oler su sudor, seco y fuerte, jadeaba contra mi cuello, me mordía a la vez que empujaba con suel rabo en nuevas acometidas.

Llevábamos un buen rato de pura y dura follada, cuando se irguió, me clavó los dedos en la cadera y empezó a correrse frenéticamente. Me daba fuertes embestidas, con cada sacudida notaba un chorro de calor en mi interior. Entraba, salía y juraba mientras descargaba su leche. "¡Qué corrida! Carlos...¡qué culo, toma polla, cabrón, ah...! Me has dejado seco. Vaya culo que tienes!" Me decía mientras me agarraba y nos dejábamos caer sobre la alfombra.

Evidentemente no estaba seco, aún nos dieron las pollas para otro polvo más. Esta vez más descansado, yo a caballo sobre su vientre con su verga clavada,viéndonos las caras y disfrutando más si cabe. Esta vez me besó en la boca, fue un beso cálido y tierno que me hizo sentirme extraño, no quiso demorarse pues al poco, agarrando y presionandome contra su húmedo pecho, empezó a derramarse en mí morosamente, sin la violencia anterior, como si tratase de fecundar con su semen cada hueco de mis entrañas. Se lo agradecí porque mi ano estaba demasiado dolorido para aguantar otra brutal acometida. Seguidamente, sin haber sacado su polla y acompañándose de lentos movimientos de pelvis, empezó a masturbarme sabiendo que estaba listo para irme en su mano, como así fue. Nos quedamos un rato callados, pegados el uno al otro, yo notando como mi esfinter hacía presa de su verga cada vez más floja y dócil.

Llegado el momento, nos duchamos y pusimos en orden el salón. Terminábamos de arreglarlo todo, yo con un dolor agradable en el ojete, pero satisfecho por el gusto recibido, sonó el teléfono: mi tía nos esperaba en la estación. Luis me pidió que guardásemos el secreto. Me sugirió que hiciese deporte, no sé de qué tipo, pero no me importaba siempre y cuando él fuese mi instructor.

Y así fue como me inicié en esto. Con Luis estuve un par de ocasiones más, pero la prudencia aconsejaba no frecuentarnos y poco a poco nuestro trató se limitó a lo puramente familiar. Siempre le estaré agradecido, el fue mi primer polvo y cada vez que lo recuerdo me empalmo.