Momificada
Alejandra vivia conmigo, y un dia decidimos que deberíamos realizar su mas grande fantasia. Queria ser momificada para siempre, y probamos por un periodo corto a ver que sucedía.
Vivo con Alejandra hace casi dos años, y ambos estamos muy contentos y felices con nuestra relación. Nos conocimos en un club BDSM y pronto comenzamos a compartir experiencias sado, ya que a ambos nos apasiona y nos atrae ese tipo de vida. A lo largo de este tiempo probamos toda clase de experiencias, yo en el rol de dominante y ella como sumisa. Para mi es un placer tener una sumisa como Alejandra, ya que acepta ese rol de una forma muy especial, y no solamente es sumisa sino que bastante masoquista, y muchas noches he dormido con ella a mi lado teniéndola totalmente inmovilizada, atada y amordazada, y realmente disfrutamos muchos de esas noches.
En otras oportunidades tenemos sesiones duras de spanking, y digo duras porque iniciamos esta práctica con bastante precaución pero ella siempre me pedía más y más fuerte, y poco a poco nos fuimos acostumbrando. Cuando ella está realmente caliente más de una vez terminamos cambiando las sábanas de la cama, ya que terminan sucias de sangre. Alejandra me pide siempre más, mas fuerte, más fuerte, y yo, en el estado de excitación que ello me causa, a veces me paso de la raya. Mi querida amada tiene marcas en todo su cuerpo de todo tipo de golpes y latizagos, con cuerdas, con cables, con paleta, con varas y más de una vez recibió su paliza con un fino cable de acero, oportunidades en que quedo bastante maltrecha, pero que le causaron interminables orgasmos.
Como Alejandra no trabaja, yo aprovecho esas sesiones que la dejan en estado deplorable, para dejarla en casa, sola y atada a la cama, mientras yo no estoy, para que descanse y a la vez se cure, pero también para que en su soledad, atada y lacerada, con su piel al rojo vivo sepa su posición en la vida.. Muchas veces, para ayudar a curar y a la vez evitar problemas posteriores, luego de alguna fuerte azotaina, la bañaba con alcohol en gel, lo que le provocaba un gran ardor, y me obligaba a amordazarla para que no oyeran sus tremendos gritos, pero esto se lo hacía por dos razones; la primera, infligirle más sufrimiento y dejarla así más excitada, y ella aceptaba y gozaba con ello, y la segunda para limpiar y desinfectar las heridas, especialmente las que habían sangrado, y eran varias, y entonces ella lo aceptaba con total agradecimiento. Cuando quedaba sola en casa, muchas veces atada a los barrotes de la cama, sobre un nylon para evitar ensuciar con sangre las sábanas, la dejaba con un pañal desechable para adultos, de manera que no se ensuciara cuando tenga ganas de hacer sus necesidades. Esto era un paso más hacia mi satisfacción y su total exclavitud, ya que me encantaba verla de noche al volver con su pañal lleno de orina y excrementos, y gozaba mucho lavándola como a un bebé, con paños húmedos, limpiando esa suciedad sobre su hermoso culo y su conchita totalmente afeitada y a veces muy lastimada por los azotes propinados, aún amarrada a la cama y escuchando sus gemidos de placer. Ella tenía muy claro, quien era el amo y quien es la esclava, lo aceptaba, lo disfrutaba y lo pedía de muy buen gusto...
Así pasamos estos casi dos años, entre azotes y ataduras, disfrutando de lo que nos gusta y a la vez sufriendo y gozando cada uno en su papel. Todo esto era muy agradable, pero al cabo de un tiempo se estaba tornando monótono. Que más podía hacer que azotarla y lastimarle su suave piel, o atarla y dejarla horas, hasta días atada en su cama, en el piso o en alguna silla. Ambos coincidíamos en que había que buscar nuevas experiencias, subir límites, para nuestro propio placer y para experimentar nuevas sensaciones.
Uno de las fantasías más recurrentes que tenía Alejandra era vivir por un período largo de tiempo, totalmente inmovilizada, llegando a la momificación. Ella soñaba con ser momificada. Leía las páginas WEB que había sobre el tema, imprimía las fotos y soñaba con estar en esas posiciones por días, semanas y meses, y muchas veces me dijo que su sueño era estar así por años si fuera posible. A mi también me excitaba eso, pero no calculaba con tenerla como ella decía por "años", ya que también me gustaba gozar con ella, tener sexo, azotarla, atarla y desatarla, limpiarla y muchas veces salir con ella como mi compañera, por lo tanto, en mi cabeza rondaba esa fantasía con períodos de tiempo más cortos.
Fue así que coincidimos en hacerlo, en la forma más estricta que se pueda, pero ella quería que dejáramos de antemano establecido un período de tiempo. Lloró e imploró que sea por un año, para mi eso era inadmisible., si bien me excitaba tener a mi esclava un año momificada en mi propia casa, no me imaginaba tenerla y no poderla tocar ni gozar, ni tan siquiera azotarla que era una de mis pasiones. Entonces negociamos y llegamos a que probaríamos por un período de tres meses, luego la liberaría, y si tenía éxito la relación, si ambos disfrutábamos de ello, la volvería a inmovilizar, ahora si por dos años corridos.
Llegado pues a este acuerdo, llegué una noche a casa con todos los elementes necesarios para la operación requerida. Había comprado decenas de metros de venda blanca, elementos para aplicarle una sonda en su vagina para que pudiera orinar sin mojarse, y bolsas especiales para sus necesidades, las que haría a través de un orificio posterior. Con respecto a su alimentación, sería a través de un tubo bastante grueso que entraba en su boca por otro orificio que luego dejaría completamente sellado contra su cara, su respiración sería también a través de dos tubos insertados en sus fosas nasales, ya que su cara estaría completamente vendada . Así pues comencé la operación de momificación de mi adorada Alejandra. La desnudé completamente, le coloqué una sonda en su vagina por uno de los dos únicos lugares donde tendría acceso a su cuerpo, (el otro era su ano), ya que la idea era cambiar la sonda al menos una vez por semana. El caño de la sonda terminaba en un recipiente que recibiría toda su orina. Una vez totalmente desnuda, observé por última vez en los próximos tres meses ese hermoso cuerpo, lleno de cicatrices pero que tanto placer me causaba, con sus largas piernas, sus enormes senos naturales y su hermoso rostro. La hice parar erguida en el dormitorio y comencé a vendarle todo el cuerpo, desde los pies hasta la cabeza, con sus brazos cruzados sobre sus senos, sus piernas completamente juntas, sus oídos sellados por tapones, su boca penetrada por el tubo de alimentación y sus fosas nasales por los dos cañitos de respiración.
Al llegar a la cabeza comprobé que su larga cabellera morena sería un problema para el vendaje de la cabeza. Convinimos en que sería mejor remover todo su cabello. El caso era que ahora Alejandra no podía mantener su equilibrio y debí atar su cuerpo rígido y erguido a un gancho que había en la pared, que varias veces había utilizado para dejarla parada y desnuda toda la noche, para que no se caiga. Comencé así la operación de cortar todo su cabello, y luego afeité los restos que quedaban, quedando así una hermosa cabeza afeitada, con sus hermosos ojos verdes y los tres tubos saliendo de sus orificios. Le di un enorme y largo beso de lengua, le puse el tubo nuevamente en su boca y completé su momificación vendando toda su cabeza, completamente, reforzando ese lugar para que no zafen las vendas.
Cuando comencé la operación de momificación de su cuerpo, a la altura de su tórax, le pedí que inhalara aire, para que no quedara tan restrinrgida que le fuera imposible respirar. Igualmente enrollé las vendas tan firmemente que la restricción era casi total, pero cuando le pregunté si podía respirar me movió la cabeza en sentido afirmativo.
Una vez completada la operación, Alejandra parecía una perfecta momia del antiguo Egipto, estaba realmente hermosa y me exitó tanto verla que no pude evitar masturbarme frente a ella. Con todo, iba a ser muy difícil resistir el no tenerla por tanto tiempo.
Para reafirmar su inmovilidad, sobre las vendas aplique un par de capas de film de nylon , lo que la dejó más rígida y más aislada del mundo exterior.
En esa situación, tenía que ver donde dejarla, y entendí yo que no era ventajoso para ninguno de nosotros acostarla en la cama, ya que ella pasaría acostada y tendría problemas de escaras en su piel, y yo no podría resistir tenerla a mi lado sin poder tocarla. Además para hacer sus necesidades era más incómodo, igual que para su alimentación. Fue así que decidí ponerla dentro del placard del dormitorio, parada y amarrada de tal forma contra u par de ganchos con ojal que clavé en las paredes del mismo, pare evitar que se cayera o que se cansara de sostenerse por si misma. Dejé en el piso del placard la bolsa para sus excrementos, que se llenaría por un tubo grueso que también salía por detrás y e balde para su orina, el que cambiaría cuando estuviera lleno.
Era tal mi excitación de verla así encerrada en el placard, como una prenda más, blanca y brillante por el film de nylon, silenciada, privada de la vista y del oído y tan vulnerable, que prácticamente era como tenerla desnuda a mi lado, o tal vez mejor. De noche dejaba la puerta del placard abierta y solo de verla lograba una de las erecciones más notables y terminaba siempre masturbándome en mi propio lecho, solo pero a la vez acompañado por mi "momia". Cuando me iba a trabajar cerraba la puerta del placard, sacando solo los dos cañitos de respiración, tendiendo especial cuidado en que no se apretaran con la puerta, pero dejando la puerta lo más cerrada posible y los sacos y ropa colgada bien sobre ella, como si fuera una prenda más.
Debo reconocer que me dio un poco de trabajo alimentarla, ya que por el tubo no podía pasar cualquier tipo de comida, y debí cocinarle preparados especiales, semi líquidos para que por gravedad pudiera ingerirlos. A veces debía soplar la comida para que bajara, pero alimentarle era para mí una prioridad, yo adoro a Alejandra y la quería cuidar lo más posible. Le daba si muchos jugos de fruta, huevos batidos, y a veces debía mezclar alguna comida sólida con líquidos porque de lo contrario costaba hacerla llegar a su boca, pero en ningún momento la dejé falta de comida y de vitaminas, ya que ella era mi amor perfecto y como tal debía cuidarla.
El darle tanto líquido hacía que debiera cambiar su balde con orina cada dos o tres días, no así su bolsa de excrementos, que estaba totalmente sellada para que no traspasaran los olores. Esta la cambiaba una vez por semana.
Y así transcurrieron los tres meses acordados. Llegado el día de sacarla, la apoyé sobre nuestra cama y comencé a desenredar tola la maraña de vendas y nylon. Ella gemía, no sabía si de placer o de dolor, luego me enteré que los gemidos eran porque no quería salir de esa posición. Una vez totalmente liberada, le dejé sus ojos vendados para que la luz no le afectara de momento y se fuera acostumbrando de a poco. Libre al fin nos besamos profundamente, me dijo que eran los mejores días que había pasado en su vida y que estaba totalmente convencida que así terminaría por muchos años, que me preparara para ello porque no pretendía otra cosa para su futuro.
La bañé, la perfumé. Su piel estaba blanca por la falta de luz y sol y sus viejas cicatrices habían casi desaparecido, el cabello le había empezado a crecer pero muy poco. Esa noche hicimos el amor desenfrenadamente. Lo deseaba con todo y la verdad es que fue un acto sexual de lo más hermoso, sin nada de castigos, azotes, ataduras u otra cosa relacionada con BDSM. Hablamos hasta altas horas de la noche, me contó como se sintió ahí dentro, que tuvo decenas de orgasmos aún si tocarse. Que pudo sentirme cuando le cambiaba los caños o cuando la alimentaba, sabía que estaba ahí y eso le alcanzaba.
Me quiso ya comprometer para momificarla y dejarla en esa situación por un período de dos años como habíamos hablado antes, pero quería alguna variante, como ser alguna conexión a cables para recibir alguna descarga de bajo voltaje, y ser dejada no en el placard sino en lo más parecido a un sarcófago, igual que una momia. Le dije que si, que estaba de acuerdo y que lo haríamos. Pero eso será otra historia.