Momentos
...
...Y no me digas que en tu proceso has olvidado nuestras “peleas” de sofá, yo hoy las recuerdo relamiéndome. Una especialmente; aquel día en que volviste del trabajo, como siempre pulcramente vestido con tu traje y tu corbata, con el que habías salido y yo tirara en el sofá, viendo alguna serie chorra de netfix. Me saludaste con los ojos y te sentaste a mis pies, con el teléfono perpetuo en tu oído, discutiendo con alguien algo de trabajo aun.
Yo te hice carantoñas con mis pies, y tú los apartabas con deportividad, hasta que empezaron a jugar con tus partes más sensibles, yo fingí seguir viendo tele, tú fingías seguir discutiendo, pero tu sexo, no fingía y mi pie lo sentía endurecerse a cada roce.
Tus manos terminaron recorriendo mis piernas desnudas y entonces el juego cambio, ahora me tocaba jugar a hacerme la estrecha, pero sabía que había abierto la caja de los truenos y eso empapaba mis braguitas.
Sin colgar el teléfono aun, cogiste el mando de la mesa baja, y cambiaste de canal, justo cuando colgabas el móvil, tras un gruñido me lancé a por el mando, fingiendo un cabreo que no sentía. Habías captado mi atención, ninguna serie del mundo valía la pena, cuando tu polla estaba dura, y ya lo estaba.
Pero seguía el juego en el sofá y me tocaba mover ficha, me tocaba saltar a tu regazo e intentar hacerme con el mando, con el poder, pero tú con el brazo estirado sonreías maliciosamente, mientras yo pensaba que deberías estar prohibido, esa sonrisa era tan sexual, tan excitante...
Te supiste vencedor al instante en que dejaste caer el mando sobre la alfombra he inmovilizaste mis manos en mi espalda, mientras yo me retorcía a horcajadas sobre ti, fingiendo querer robarlo...mentira, me movía ya para sentir tu bulto, tu polla a través de las telas que separaban nuestros sexos.
Era el momento y lo sabias, de añadir un nuevo miembro a ese juego, elegiste tu lengua y la acción... pasarla por mis labios, lamerlos impúdicamente, ensalivando mi boca...mientras yo no retenía un gemido que te indicaba lo cachonda que me estabas poniendo, sonreíste de nuevo, mientras los pelos de tu barba irritaban mi piel y sin dejar de mirarme, ni soltar mis manos en mi espalda, tu otra mano desabrochó con prisas tu corbata.
—Estate quieta golfa, ¿creías que tenías alguna posibilidad de hacerte con el mando, con el control? –dijiste atando con tu corbata mis muñecas, sumisas ya.
Con la misma rapidez desbrochaste tu pantalón y dejaste que tu polla dura quedara entre ambos, solo te faltaba apartar mi braga como hiciste y moviéndome ligeramente, me clavaste en ese mástil enhiesto. Los dos gemimos, los dos suspiramos, los dos buscamos el máximo y mejor acople de nuestros cuerpos.
—Joder nena, como necesitaba estar dentro de ti, llevo todo el día pensando en tu coño
—Y yo una vida pensando en tu polla, cabrón.
Volviste a sonreír mientras subías mi camiseta y descubrías mis pechos, para lanzarte a devorarlos, empezando con deleite y terminando mordiendo con hambre, clavando tus dientes en mi piel caliente... la camiseta se quedó atascada en mis manos atadas, haciéndome cosquillas con el vaivén de mis caderas, pero ambos y estábamos más que perdidos en ese acople y nuestros cuerpos pedían un poco más en cada movimiento. Tus grandes manos iban de mi culo, apretándolo, pellizcándolo un con la braguita puesta, mis muslos...acariciando mi piel caliente, arañándola, pidiéndome más con tus ojos, mientras tu polla se movía en mi interior.
No me digas cielo, que no recuerdas arder dentro de mí, porque yo recuerdo cada instante en los que ardimos juntos, con la urgencia de saciarnos, con el hambre en la boca, en nuestros sexos...
Mi coño se aferraba a tu polla, mientras mi mirada buscaba tus ojos y me perdía en ese fuego, me perdía en tu boca cuando reclamabas la mía, cuando tu lengua tomaba posesión de mi boca y te hacías dueño y señor de mi ser, poseyéndome a dos bandas, mientras tu polla taladraba mi coño, tu lengua mi boca y tus manos recorrían mi piel sin piedad.
—No pares preciosa, no dejes de moverte así, no dejes de aferrarla... ¿Sabes lo que haces conmigo cuando tu cuerpo me absorbe así? –decías entre jadeos siempre
Y seguimos follándonos cadenciosamente, te encantaba mirar mis ojos mientras me corría y a mi tu cara de satisfacción cuando lo hacía, notando a cada orgasmo mío crecer más tus ganas, tu necesidad de acompañarme y aun si tu férreo control te mantenía firme regalándome el placer que sacudía mi cuerpo sobre el tuyo.
—Pero que puta eres mi vida –dijiste con voz sexi tras mi segundo orgasmo apartándome, subiéndome...dejándome vacía sin tu polla.
Mientras aun sentía las cosquillas del orgasmo miraba embelesada tu polla mientras te desnudabas con prisas, luego volviendo al sofá me ponías en pie para bajar mis bragas y dejarme desnuda.
—Suéltame –pedí y negaste con la cabeza llevándome a la puerta del salón
Hiciste una bola en el extremo de tu corbata, levántate mis manos por encima de mi cabeza y dejante toda la pelota fuera, pillaste la corbata con la puerta. Dejándome inmóvil pegada a la puerta.
Uff mi coñito se encharco aún más y tú te acuclillaste sabiéndolo, separaste mis piernas poniéndome como una cruz, abriste con dos dedos y note tu lengua repasar mi rajita, una dos...y volví gritar empapando tu barba con mis jugos mientras tu lengua se encarga de lamerlo todo.
—Como me tienes zorrita mía –dijiste subiendo por mi cuerpo a base de lengüetazos
Ya de pie me diste la vuelta bruscamente, menos mal que tenía juntas las muñecas y no fue problema, separaste más mis piernas, agarraste mis caderas y tiraste. Una sola vez tus dedos recorrieron mi encharcado coño, una sola vez tu dedo llevo esos juguitos a mi entrada trasera y luego tu polla, se hizo cargo de abrirse camino, para terminar follándome como a ambos nos gustaba, sin control. Y sin ese control volvimos a esa escalera en la que uno subía, la otra bajaba y nos encontrábamos en algún punto, para matarnos de placer hasta estallar, sin importa nada que no fuera el orgasmo, el calor de tu semen llenando mis entrañas... nuestros jadeos, el olor a sexo, tu piel sudada pegada a mi piel...
Dios mi amor ¿No me digas que olvidaste esos momentos en los que juntos nos olvidamos del mundo?