MOMENTOS DE OCIO - En casa de Anna (parte 3)

Continua la historia,..la cosa se desmadra, esta vez en casa de Anna, y la tensión y el morbo entre los personajes, sube y sube...es muy recomendable leer los capítulos anteriores para entender lo que ocurre en casa de Anna,morbo filial,infidelidad,dominación,todo puede ocurrir.


Capítulo 3

Sábado, 20 junio 2015

En mi casa (en casa de Anna)

Llegamos a eso de las nueve y cuarto, metí el coche en el garaje, y Javi me ayudó a sacar las bolsas del maletero. Mientras subíamos por las escaleras del garaje hacia la planta superior, Javi detrás mío, no dejaba de darme cachetes en el culo y meterme la mano por debajo de la falda, frotándome el sexo expuesto y sin bragas.

­­― Ostias… Anna, menudo chocho, no sé si voy a poder resistirme delante de Joan y Roger. Llevo la polla tiesa como un macaco.

― Haz el favor Javi, compórtate.

Abrimos la puerta del garaje que daba directamente al hall de entrada. Y me encontré de cara a mi marido.

― Hola cariño. Ya de vuelta, ¿cómo ha ido la tarde?

― Bien, muy bien. La he aprovechado al máximo. ―y le di un beso en los labios, mientras Joan apoyaba una de sus manos sobre mi culo.

―Psshh, estate quieto ―le susurre en voz baja― que no estamos solos, le dije echándole una profunda mirada, y moviendo los ojos hacia mi izquierda, indicándole que detrás venía Javi.

― ¡Hola Javi!―dijo Joan con efusividad.

― Buenas noches Joan. ―respondió Javi con igual efusividad y de forma muy sagaz, le preguntó.

― ¿Cómo ha ido el futbol?... ¿hemos ganado?

― Les hemos dado una paliza.

Pues como la que me ha dado Javi a mí, musité entre dientes, esbozando una sonrisa, sin que Joan se percatase de mis palabras.

― Bueno Javi, creo que Roger está en su habitación jugando a eso que jugáis siempre.

― Pues me subo a su cuarto. Hasta luego.

Mientras Javi subía por las escaleras, Joan se acercó a mí y me cogió de la cintura. Dándome de nuevo un beso, esta vez sin nadie delante. O eso creía él, porque Javi se quedó de pie a medio tramo de escaleras observándonos.

Joan estaba de espaldas a él. Y mientras me besaba en los labios, labios que hacía unos minutos habían albergado la polla de Javi y sus corridas. Este me hacía gestos obscenos con su pelvis y sonreía.

Aparté a mi marido con mi mano sobre su hombro izquierdo.

― Estate quieto Joan, nos pueden ver. Luego ya tendremos tiempo para eso.

― Joder, Anna. Es que desde que te has ido, que no dejo de pensar en ti, me has puesto burro, te has ido tan guapa.

― Y he vuelto guapa, ¿no?...anda tonto que tengo una sorpresa para ti, luego. Me he comprado unas cositas que te van a gustar.

― ¿Qué cositas? ―preguntó como si fuese un niño pequeño.

― No seas bobo, no te lo voy a decir, es una sorpresa. Ya lo verás. Ve poniendo la mesa, mientras dejo esto arriba y me cambio de ropa. ―le dije alzando las bolsas de papel que llevaba en mi mano derecha.

―Vale, vale…joder, me estas poniendo el ciruelo gordo, eres muy mala.

― Jajaja, anda vete para la cocina y mete tu ciruelo en agua fría.

Me di la vuelta y meneando las caderas exageradamente, me fui hacia el piso de arriba para ponerme las zapatillas y algo más cómodo para ir por casa. Cuando bajé a la cocina, mi marido estaba limpiando la lechuga en el fregadero.

― ¿Cómo lo llevas? ―le digo, acercándome por detrás y apoyando mi mano sobre su bragueta. ― ¿se te ha calmado el ciruelo?

― no me hagas eso Anna, joder que luego bajarán los chicos y voy a llevar una empalmada tremenda.

― Bueno tontín, luego te calmaré eso. Ahora termina de preparar la ensalada. Voy a avisar a los chicos, que en diez minutos la cena está en la mesa.

Joan me miró por encima del hombro, girándose para observar como salía de la cocina meneando el culo bajo mi pantalón pijama de color malva.

― Chicos, en diez minutos podéis bajar a cenar… ¿tenéis hambre? ―dije entrando en la habitación y acercándome por detrás a mi hijo Roger, para darle un beso en la frente. Mientras me agachaba un poco para poner mis labios a la altura de su frente, pues estaban los dos sentados en la cama de Roger, con los mandos de la Play en las manos.

― Vale mama, acabamos la partida y bajamos.

― Oye Roger, le voy a dar a Javi un pantalón de chándal tuyo para que esté más cómodo.

― Gracias Anna. ―dijo Javi, sonriéndome.

Le dejé los pantalones sobre la cama y le acaricié el pelo de forma maternal.

― Hay que ver lo grandes y guapos que estáis los dos, ya sois dos hombres. No tardéis mucho. ―Y pasando por delante de ellos, salí de la habitación. En cuanto salí, me quede de pie pasada la puerta, escuchando los comentarios de ambos.

― Joder, que rica esta tu madre. ― dijo Javi, sin importarle lo más mínimo que el comentario lo hiciese delante de mi hijo.

― Si tío, ya lo sé…te juro que si no fuese mi madre ya le habría metido mano a esas tetas que tiene.

― Ya te digo, ¿te has fijado que no lleva sostén?…joder se le marcan los pezones, que pasada.

― Bueno tu madre también tiene unas tetas que no veas…joder las pajas que me he hecho pensando en tu madre, tío.

― jajaja…eres un pajillero Roger, no tienes remedió.

― Si bueno, pero tu madre tampoco tiene desperdicio, y además tu madre tiene que estar muy necesitada. Ya lleva dos años separada ¿no?

― Y que tiene que ver imbécil, seguro que alguno del Hospital se la estará follando. Es mi madre pero no es ninguna monja de clausura…. aunque si es como la que vimos el otro día en esa peli porno, no me importaría follarme a mi madre hasta con los hábitos puestos, jajaja. Además, todas las tías necesitan una buena polla de vez en cuando. Sean nuestras madres o las niñatas del Instituto.

― jajaja… cuánta razón tienes tío ¡¡¡… ¿sabes quién me hizo una mamada ayer en los vestuarios?

― no me lo digas…jajaja…la putilla de la Lucy ¡¡¡¿?

― ¡sí tío!…me hizo una mamada de escándalo, joder que mamona…. se la metía enterita en la boca. Me corrí como un caballo.

― A esa la tenemos que pillar un día tu y yo a solas, está hecha una guarra. Se ha tirado a todo el equipo de básquet de segundo curso.

― Hecho…jajaja, la próxima semana nos la pasamos por la piedra. Un día que tu madre trabaje y no haya nadie en casa.

Me quedé alucinada, no por Javi, Javi ya sabía yo cómo era. Pero descubrir que mi niño ya no era un niño, me hizo que pensar.

― Serás boba Anna, que te creías, ¿que tu hijo aún es virgen? …¡despierta! ―me decía a mí misma.

Estaba de nuevo excitada y un sudor frio me recorría la espalda desde la nuca hasta la cintura. Haciendo ver que volvía de mi habitación, pasé por delante de la de ellos. Y apoyándome en el marco de la puerta, les dije.

― Venga vamos bajando ya.

― Si mama, ya vamos.


Joan estaba en el sofá sentado viendo las noticias. Me senté sobre el respaldo del sofá y abrazándome a su cuello le di un beso en la sien. Estaba acalorada.

― Esta noche no te vas a dormir sin que antes cumplas como marido. Me  he comprado unos modelitos que como me los ponga y no me hagas caso, te echo de casa a patadas, ¿me oyes? ― le dije poniendo cara de falso enfado.

― porque últimamente me tienes abandonada ―le reproché.

― Cari…, no es por falta de ganas cielo, tú lo sabes, te quiero mucho, pero es que el stress me está matando estos últimos meses, hay mucho trabajo en el despacho, y muchos nervios. Anda dame un beso, que hoy te prometo que cumplo.

Y mientras nos dábamos un piquito, bajo mi hijo y nos pilló abrazados.

― Bueno, ¿cenamos ya?....tortolitos. ― dijo mi hijo apareciendo en el comedor acompañado de Javi.

― Si venga, vamos a sentarnos a la mesa, que tengo mucha hambre. ― dije mirando directamente los ojos de Javi, que me vio abrazada a mí esposo y sonrió sorprendido.

Roger y su padre se sentaron en sus lugares habituales, mientras que yo me sentaba en el lado más largo de la mesa y Javi se sentó frente a mí. Echándome una profunda mirada.

― ¿Qué queréis beber?, ― pregunté en general levantándome de la mesa, aunque sabía que mi marido tomaba su vino de mesa habitual y mi hijo, bebía agua.

Así que la pregunta y la mirada eran para Javi.

― Mmm…yo beberé una cerveza… ¿tienes? ― dijo Javi, levantándose de la mesa y acompañándome a la cocina.

― No te levantes hombre, ya la trae mi mujer. ―dijo Joan.

― No te apures, yo la ayudo. ¿Quieres tu una, Roger?

­― Sí, bueno tomaré una, con la pizza me apetece.

Y mientras me encontraba de puntitas intentando alcanzar un par de cervezas, sentí en mis nalgas como Javi se pegó a mí, apretando su paquete sobre mí culo, lo que hizo que todo mi cuerpo sintiera un escalofrío. Así permaneció unos segundos y yo no hice nada durante ese tiempo, me estaba calentando por momentos y me gustaba sentir la dureza de su miembro en mi culo. Como aquello no le pareció suficiente, sus manos agarraron mi cintura y subiéndolas lentamente, acarició mis pechos por los costados de mi camiseta de tirantes. Fue entonces cuando me separé de él.

― ¿estás loco? - le dije con enfado.

― ¿acaso no te ha gustado? - preguntó con ironía y cara de vicio.

― Definitivamente, estás loco. Nos van a ver.

― Vamos Anna, sé que te gusto y que estas cachonda. Bien puta que has estado en mi casa.

― Vaya descaro y vaya morro que tienes Javi, ahora estas en mí casa, mi marido está aquí, compórtate por favor.

Lo cierto es que lo que Javi decía era verdad, estaba muy caliente, casi fuera de mí y lo que más deseaba era sentir su joven polla, sentir sus manos sobre mi piel, meterme su aparato en la boca o sentirle entre mis piernas. Javi, lo sabía, el muy cabrón. Pero no podía ser, mi marido y mi hijo estaban en el comedor, podían oírnos, no podía ser, era una locura.

― Javi, para. Ya habrá ocasión en otro momento.

― Como quieras. Pero esta noche no me duermo sin follarte otra vez. Tu misma, ya se te ocurrirá algo, fóllate a tu marido rapidito y déjale exhausto. Pero si no vienes a por tu ración de rabo iré yo a buscarte.

― No insistas por favor, ¿quieres que se enteren todos? ― le dije de nuevo a modo de amenaza pero sin mucha convicción, con la intención de que abandonara su actitud.

―  Venga, no seas estúpida, es lo que te apetece, niégalo si quieres, pero bien que lo gritabas como una puta y me lo prometías cuando tenías mi rabo en tu culo, zorra...

No lo negué, pero tampoco dije nada. Me apoyé con las nalgas en el borde de la mesa de la cocina, esperando su nueva reacción. Se colocó frente a mí y me preguntó:

―  ¿Quieres agarrarme la polla otra vez, verdad?....mira como la tengo.

―  No Javi, por favor, Joan puede vernos...

―  Mejor aún, me encanta este morbo… joder mira cómo se me pone el rabo.

―  Pero Javi, ahora no es el momento,…ya lo sé, se cómo estás, cómo te crees que estoy yo, ¿eh?...

Javi lo sabía también, yo estaba caliente, muy caliente. Javi se bajó la parte delantera del pantalón de chándal de mi hijo, y su polla salió apuntando hacia arriba como un resorte, era un aparato más grande que el de Joan. Su capullo brillaba igual que mis ojos que no apartaban la vista de él.

― ¿Pero dónde vas sin calzoncillos? ―dije sin mucho sentido.

― Me dijiste que me pusiera más cómodo ¿no?, así la vas a tener más accesible.

Me quedé inmóvil, con mi culo apoyado en la mesa.

― Javi por favor... - le supliqué aunque en el fondo me maravillaba verle así.

Se acercó hasta mí, me agarró por la cintura y me dio un beso en la boca, me separó las piernas y metiendo su mano entre mí vientre y la goma del pantalón pijama, metió un dedo en mí coño.

―  Mmm….pero si estás toda mojada.

―  ¿te crees que yo no te deseo?...no me hagas esto, te prometo que luego vendré, te lo prometo. Pero ahora vamos a cenar antes de que se presente alguien en la cocina y nos pillen.

Agarré su gorda polla y la guarde dentro del pantalón de chándal.

―   Vamos a cenar de una vez. ― dije, y lo separé de mí empujándole por el pecho.

Por un momento miré al comedor, aunque mi marido parecía estar muy ocupado haciendo zapping con los canales de la tele, se le oía conversar con nuestro hijo, sobre el partido de mañana.

Javi volvió al ataque pegándose a mí de nuevo, cuando me di la vuelta para abrir el cajón de los cubiertos y sacar el abridor.

Me lo saqué de encima como pude, y salí de la cocina no sin antes recibir una cachetada en el culo de abajo hacia arriba y sentir como la gran mano de Javi me lo apretaba con descaro. Cuando entre en el comedor estaba algo sofocada.

― Hace calor esta noche ― dijo Javi con segundas, pero como era cierto, mi marido contesto simplemente al comentario.

―  Si es cierto, este verano va a ser muy caluroso. Roger, porque no enciendes el aire acondicionado. Mira como está tu madre. Parece un tomate. ¿Te encuentras bien?

― Si, no pasa nada, es que no corre ni una brizna de aire…. ¡qué asco de calor!

La cena transcurrió charlando festivamente, algunas miradas furtivas entre Javi y yo, cuando mi esposo y mi hijo no miraban, Javi se atrevió a acariciarme los muslos con sus pies, colocando uno de ellos entre mis piernas. Me sobresalté, y con disimulo crucé las piernas. Pero no conseguí persuadirle, así que en lugar de oponerme a sus caprichos, opté por separar mis piernas y dejar que me tocase el sexo por encima del pijama. Sentía su gordo dedo índice del pie, empujar la tela del pantalón entre mis mojados labios. Pero a pesar de mi excitación, el roce me molestaba.

Javi, me miró a los ojos y cuando lo miré yo, me hizo el gesto con la mirada de que me bajase la goma del pijama, para darle acceso a mí sexo. Yo le dije que no con la cabeza, pero a punto estuvo mi marido de pillarme, cuando se dirigió a mí y me pidió que le acercase el vino.

― Anna, pásame el vino.

― Tomé ― dijo Javi, apoyando sus dedos sobre mi mano y quitándome la botella de vino, pero en lugar de ofrecérsela a mi esposo, el mismo le sirvió, llenándole la copa hasta casi rebosar.

― Huy…se me fue la mano.

― Chico, pero que quieres ¿emborracharme?...

― Bueno, tampoco tienes que conducir esta noche…. ¿no?

― No Javi, pero como me pongas otra así, me pasaré la noche roncando. Y no creo que eso le guste a mi mujer….jajaja

― Bueno no será para tanto, vamos a brindar ― dijo.

― ¿no te parece?....Anna ― y poniéndome algo de vino en mi copa,  levantó su cerveza  y esperando que todos nosotros hiciésemos lo mismo, dijo.

― ¡por la victoria!

― ¡por la victoria! ―dijimos todos golpeando los cristales al unísono.

Los chicos chocaron las manos, riendo, con el típico gesto entre los compañeros de básquet del equipo.

Continuamos charlando y haciendo bromas, el vino y las cervezas nos pusieron alegres, y Javi seguía donde lo había dejado, solo que esta vez le facilité la labor. Y antes de acabar la cena, consiguió arrancarme un orgasmo que tuve que ocultar mordiendo la servilleta. Y apoyando una mano sobre la mesa, mientras retiraba bruscamente la silla hacia atrás.

― ¿Te pasa algo cariño? ―me dijo Joan al ver mi reacción.

― Nada…nada, que me ha dado un calambre en la pantorrilla….!jolines¡….como duele.

Mi hijo se levantó rápido para ayudarme a levantar el pie doblándomelo hacia arriba.

― Tranquila mama, que yo te lo arreglo…eso es que se te ha subido el gemelo, y duele mucho.

― Será el cansancio, hoy he caminado mucho por el centro comercial.

― Será eso, sí. No hemos parado en toda la tarde, de aquí para allá, dale que te pego….

―….comprando― dijo Javi, con segundas.

― No me extraña cariño, no sé cómo podéis pasaros todo el día con esos zapatos de tacón, tantas horas ― respondió el tonto de mi esposo.

― Gracias Roger, ya se me ha pasado, cariño. ―le dije a mi hijo, que agachado a mis pies me masajeaba la pantorrilla.

Acabamos la cena y mientras recogía la mesa. Mi marido se fue al sofá a ver una peli. Los chicos empezaron a contarse cosas del Instituto, sentados aún a la mesa.

Cuando llevaba unos minutos sola en la cocina, poniendo el lavaplatos.

―  ¿sabes? eres una mujer impresionante...me has puesto becerro toda la cena con tus miradas y esas tetas que se te marcan bajo la tela―  me dijo Javi al oído sin cortarse un pelo.

―  ¿Qué haces otra vez aquí?... ¿dónde está mi hijo? ―  le espeté, empujándole con las manos mojadas.

―  Tranquila mami, tu hijo está cagando. Y va a tardar un rato, cuando se mete en el baño se pasa un cuarto de hora mínimo.

―  Vaya descaro, no sé porque me extraño. ―pero volviendo a su primera frase me sentí alagada, pues me gusta que me digan cosas bonitas, aunque sean algo toscas, sobretodo viniendo de un chico joven y atractivo como él.

―  Gracias, por… el cumplido ― contesté con cierto rubor.

―  En serio, eres una mujer preciosa, me encantas― volvió a decirme cuando me agarraba por la cintura.

Aquello se estaba convirtiendo en una fijación enfermiza por parte de Javi y tuve que cortarle de inmediato.

―  Anda, ayúdame a meter estos platos en él lavavajillas. ―  le dije para evitar problemas.

Pero Javi, venía con otras intenciones. Y no pude detenerle.

No se hizo esperar, me cogió de la cintura y dándome la vuelta, clavó el frio canto del mármol en mi vientre. Se agachó y tiró de mi pijama hacia abajo, quedando al descubierto mis braguitas blancas de algodón que tenían un manchurrón húmedo en el centro, por su culpa.

Metió su cara entre mis nalgas devorando literalmente mi ano y mi sexo. El placer me vino en seguida y en segundos, ya estaba como una moto. Abría las piernas inconscientemente para que pudiera llegar mejor a todos los rincones de mi sexo, mientras Javi apartaba a un lado mis bragas.

Me estaba dando un gusto fuera de lo normal, sus labios jugaban con mi coño y sus manos pellizcaban mis nalgas. Tuve que apoyar mi peso sobre los codos, porque las piernas me temblaban.

Joder, mi marido estaba en el comedor y mi hijo en el baño de al lado cagando, pero cualquiera de los dos podía presentarse sin avisar y pillarme con el culo al aire.

Javi se incorporó de nuevo y colocando su polla entre los labios del coño, la paseaba arriba y abajo por mi rajita, intentaba ir metiéndomela, pero yo aún sentía ansiedad por la situación y cierta culpabilidad a pesar de estar muy caliente. Le agarraba la picha por el tronco, separándole de mí pero sin mucha convicción.

― No, por favor, no hagas eso, Javier.

Él insistía e intentaba por todos los medios introducirse en mi interior. Yo seguía resistiéndome y sacando fuerzas de donde no había, me revolví para agarrarle de su precioso miembro y empujándole por el pecho lo separé medio metro.

― No, no me la metas, por Dios, aquí, no. - dije nerviosa, aunque lo que más deseaba era tenerla dentro de mí, partiéndome en dos.

Javi, no me escuchó, volvió a aproximarse otra vez y su glande rozó mi clítoris. Otra vez mi resistencia le frenó, aunque cada vez con menos intensidad.

― No, no, no, Javier... por favor...

Me insertó de golpe casi la mitad de su poderoso miembro. Yo me moría de gusto.

― Ohhh, Dios, no, no, no.... ohhh, si, si, si.... – gemía lo más flojito que podía, entrecortadamente, abrazada a su cuello.

Volvió hacia atrás sacando casi por entero su hinchada polla, hasta introducírmela por completo otra vez. Así permanecimos unos instantes. Sentí un gusto increíble cuando la tenía completamente metida en mí sexo. Era tan gruesa que parecía imposible que eso pudiese entrar. Pero mi sexo estaba tan mojado, que incluso una barra de pan hubiese entrado sin apenas hacerme daño.

Javi me sonrió y comenzó a moverse adelante y atrás metiéndomela con fuerza.

― Mírame a los ojos, cuando te follo― me ordenó.

Sus huevos chocaban contra mí culo, mantenía mis piernas levantadas, completamente espatarrada sobre el frio mármol de la encimera. Con las rodillas dobladas sobre sus manos. Apoyaba el peso de mi cuerpo con las manos agarrando el borde del mármol.

Tenía el pantalón bajado lo justo sobre mis muslos, con la goma tirante. La polla de Javi se abría paso, en mi coño, con las bragas apartadas a un lado.

Mi cueva se adaptó a su enorme miembro. El tío, además de estar buenísimo, follaba de miedo. Sabía mover las caderas como nadie, sabía buscar y proporcionar el máximo placer. Estábamos allí, sudando con nuestros cuerpos unidos y mi marido a escasos 10 metros de nosotros.

Le agarré del pelo y le susurré al oído.

― Si, siiiiii, siiiiiiii, que gusto, que bueno, que gusto cabrón, que bien me follas...

Nos besábamos con auténtica lujuria y nos mordíamos los labios, fue entonces cuando llegó mí orgasmo, un orgasmo increíble, lleno de tensión y ansiedad por el morbo de hacerlo de aquella forma y en aquel momento tan intenso.

Javi me tapaba la boca con la mano, metiendo sus dedos en ella y obligándome a chuparlos, soltando muchas babas. No podía expresar mis gritos de placer, ni mis jadeos, pero fue increíble. Al rato Javier, tras sonreírme otra vez, cerró los ojos, aceleró el ritmo, chocando contra mí con mucha fuerza y de pronto paró en seco con toda su verga dentro de mí coño, inundándome con su leche. Podía notar como a cada espasmo de su pene, su semen bañaba mis entrañas. Tuvo que apretar su boca contra la mía para apaciguar el ruido de sus jadeos, pues también tuvo  un orgasmo extremo.

Nos quedamos unidos un rato, sin saber muy bien como había ocurrido. Por un lado me sentí en la gloria, pero por otro no podía remediar mi culpabilidad y sentirme como una zorra, que acababa de ponerle los cuernos a Joan, a pocos metros de él, en mi propia cocina.

Luego,  Javi la sacó de mi coño, y al instante un hilo de blanca y espesa lefa empezó a caer de mi sexo, al suelo.

Javi cogió un papel de cocina y se limpió la polla con él. Se subió los pantalones, abrió la nevera y cogiendo una cerveza, se acercó a mí y me beso en los labios pasando su lengua por mi boca.

― Limpia todo esto zorra, antes de que venga Joan, a ver qué hace su linda mujercita.

Y desapareciendo por la puerta se acercó al comedor donde estaba mi marido. Para entretenerle un rato, mientras yo me aseaba y recuperaba mi dignidad.

― ¿Qué haces Joan?... ¿qué peli echan?

― Una mierda….no hacen nada bueno, los fines de semana son un asco. En cuanto Anna acabe en la cocina nos iremos a la cama. Y vosotros no os pongáis a charlar mucho que mañana tenéis que estar relajados para el partido.

― Si, jajaja….nosotros dormimos como bebes, no te preocupes. Mañana estaremos frescos y en plena forma para joderlos bien jodidos….les vamos a dar una paliza. Toma te he traído una cerveza bien fresquita, para que esperes a tu mujer mientras termina de trastear “cacharros” en la cocina.

Lo escuché mientras entraba en el comedor con un trapo de cocina entre las manos, ese comentario había ido nuevamente con segundas, pero el tonto de mi marido no sabía a qué se refería, por supuesto.

― Bueno, ¿qué vamos a hacer? ―le dije a mi marido, como si Javi no estuviese en el comedor. ― ¿nos vamos a la cama?

― Si, si claro. Que mañana hay que levantarse pronto. ― dijo Joan, mirando a Javi con cara de circunstancias.

― Bueno, buenas noches ― dijo Javi.

Y pasando por mi lado me dijo sin que mi marido se percatase. ­― Uno rápido y que se duerma, si a las dos no estás en mi cuarto, vengo a buscarte a tu cama, ― y me dio un beso en la mejilla muy cerca de la comisura de mis labios. Justo en el momento antes, en que Joan se daba la vuelta y se acercaba a mí.

Javi ya había subido hacia la habitación de mi hijo.

― ¿Tienes ganas de ir a la cama?...mmm, ¿qué sorpresa me espera? ―me dijo Joan, fantaseando en sus lujuriosos pensamientos y poniendo una mueca maliciosa en su rostro.

― Anda sube y metete en la cama, que te va a dar algo….yo cierro las luces y subo. ― le dije.

Joan subió las escaleras feliz como un niño. Yo revisé y cerré la puerta de casa y apagué la luz de la cocina y el comedor, antes de subir las escaleras. Notaba como el semen de Javi se me escurría por las piernas. Ya estaba frio.

Al pasar por la habitación de los chicos, me detuve en la puerta de la habitación de mí hijo, que estaba entornada y les di las buenas noches desde fuera.

― Buenas noches hijo, buenas noches Javi….cerrad la luz, cuando estéis.


Javi dormiría en un sofá-cama, de la habitación pequeña, que tenemos por si alguien se queda a pasar la noche. Está contigua a la habitación de Roger, la usamos como habitación de invitados.

El sofá es tres plazas, y cuando lo estiras se transforma en una cama  doble. Lo compramos en Ikea, el año pasado. Y aún no lo ha estrenado nadie.

Tenemos dos habitaciones más, a parte de la matrimonial, la de mi hijo y la de invitados. Pero una está destinada al despacho que usa mi marido, donde tiene sus libros, el ordenador y donde trabaja en sus proyectos.

Y en la otra tengo el cuarto de planchar con un butacón donde, a veces, me pongo para coser. Esta habitación  da a una terraza-solarium donde tiendo la ropa y tengo la lavadora y una secadora. Tiene un alféizar alto, de metro veinte o así, que da a la parte trasera de la casa, donde tenemos el jardín y la piscina.

Luego en la parte de arriba, continuando las escaleras, tenemos una buhardilla, donde hay un salón con una mesa de billar, un sofá viejo y un cuarto sin usar, lleno de cajas con trastos.

Hay dos cuartos de baño, uno en la habitación de matrimonio y otro en frente del cuarto de mi hijo, que es el que él usa. Y en el piso de abajo tenemos un aseo grande, el hall, y una despensa que da a la cocina.

Debajo de la planta baja, está el garaje donde caben cuatro coches grandes. Pero, una parte del garaje, la tenemos destinada a estanterías llenas de cosas típicas que se guardan en un garaje, como las cosas del jardín, las bicis, herramientas, la moto de mi hijo, etc.


Me metí en mi habitación, donde mi marido estaba desvistiéndose.

― Me voy a dar una ducha antes de meterme en la cama. Ni se te ocurra mirar en las bolsas. ―le dije para picar su curiosidad y tenerle excitado.

Entré en el baño y me senté en la taza para orinar y aproveche para sacarme del coño todo el semen que Javi me había metido dentro. Javi se había corrido abundantemente. Y cayeron sonoramente sobre el agua del retrete, dos pegotes de espesa leche. Me limpié con un papel y estiré de la cisterna para borrar los rastros de mi adulterio.

Entre en la ducha y deje caer el agua tibia sobre mi sudor. Me enjaboné toda perfumando mi cuerpo con olor de jazmines y borré de mi piel cualquier rastro de flujo húmedo o reseco.

Me puse una toalla cubriendo mi cuerpo y salí del baño en busca de las bolsas del centro comercial. Mi marido me miró como un perrito, esperando que su amo le lance una pelota para ir a buscarla.

― Ten paciencia, salgo enseguida. ―le dije.

Saqué de la bolsa el conjunto de encaje en negro, y me lo puse. Primero el tanguita de hilo por detrás y con el triángulo de tela transparente, que apenas me cubría los labios del sexo. Y luego el diminuto camisón transparente, que mostraba mis tetas insinuándose detrás del fino encaje. Me recogí el cabello en una sencilla coleta y salí a la “plaza”.

Cuando me planté frente a mi esposo, se le abrieron los ojos como dos platos de postre.

―  ¡Me cago en la puta!…joder… ¿pero dónde vas así?

― ¿Qué no te gusta? ―repliqué.

― Joder…joder…Anna…como no me va a gustar….― me decía poniéndose las manos sobre la cabeza.

― Anda, ven aquí antes de que te detenga la policía. ― dijo dando dos palmadas al colchón.

Me acerqué a él gateando desde los pies de la cama y me puse a horcajadas sobre sus piernas, dándole un beso y un lametón en los labios. Joan me agarró con ambas manos de las mejillas y me dio un beso con lengua. Me apartó los labios de los suyos  y me dijo.

― ¿Qué día somos hoy?

― 20 de junio

― ¿Pero si mi santo es el martes? ―dijo sorprendido.

― ¿Y tengo que esperarme al martes?....ni hablar, que vendrás cansado del trabajo y no te apetecerá nada.

― Eres un encanto de mujer….que suerte tengo ― y volvió a besarme al mismo tiempo que me tumbó a su lado y revolcándose sobre mí se colocó encima.

― Estás tremenda, tienes un cuerpo que es la envidia de la urbanización. Te voy a echar un polvo, que lo vas a flipar cielo.

Me reía para no llorar, si supiera la de polvos, como él lo llamaba a correrse dentro de mí y quedarse dormido al cuarto de hora. Que ya me habían echado en el cuerpo ese sábado. Vamos que llevaba unos cuernos que rascaban el techo y eso que estaba tumbado.

Le abracé por la nuca y melosamente le dije.

― A que estas esperando, échame muchos polvos. Échame tus polvos mágicos.

Joan dejo caer su peso sobre mi cuerpo y me beso, acariciándome los pechos y bajando sus dedos hacia mi sexo. Sentía su polla empalmada bajo los calzoncillos. Y empecé a sobarla sobre la tela.

Joan me echó un polvo como él decía, pero en realidad hicimos el amor apasionadamente. Yo aún me continuaba tomando la píldora, porque aún soy fértil, y porque a Joan nunca le ha gustado usar preservativos.

Joan me follaba en la postura del misionero, aplicándome su sexo a un ritmo suave, que de vez en cuando, aumentaba para darme una remesa de culetazos más fuertes. Pero pronto se cansaba y volvía al ritmo pausado. Yo anhelaba que me follase más duro. Pero Joan iba a su ritmo. Yo necesitaba más, así que me revolví y cambié los papeles, poniéndome sobre Joan.

Necesitaba sentir su polla clavándose más profunda en mí hambriento sexo. Para gozar más con cada embestida. Para vibrar más en cada metida.

Me puse de rodillas sobre él y levante mi cuerpo, agarré su polla y la meneé un rato hasta que la noté más dura y me la puse en la entrada de mi coño, dejé caer mi cuerpo, incrustándomela completamente en mi interior. A través del espejo del armario, vi una sombra en el pasillo, detrás de la puerta entornada del dormitorio. Algo en la penumbra se movía frenéticamente.

Me imaginaba quién podía ser. Javier se estaba masturbando viendo la escena detrás de la puerta.

Una oleada de morbo inundó mi cuerpo, me excité sabiendo lo que Javier estaba haciendo. Sabiendo que Javier me estaba viendo follar con mi marido. Empecé a acariciarme las tetas y a gemir con más intensidad. Dándole ritmo a mi cuerpo, moviendo mis caderas, ondulando mi vientre. Mis movimientos hicieron efecto en la polla de mi marido y Joan agarrándome de la cintura, empezó a martillearme con su miembro, con más empeño. Joan estalló en un orgasmo, que me hizo abrir los ojos sorprendida y mirarle con pasión, a mi marido. Me dejé caer sobre su cuerpo, apurando las últimas fuerzas de su pene y cuando terminó de descargar dentro de mí, le besé en los labios.

Miré hacia la puerta, a través del espejo, pero Javi ya no estaba.

Me incorporé dejándome caer a un lado de la cama, y le dije a Joan.

― ¿Te vienes a la ducha? ― era una sugerencia, una invitación para que Joan me siguiera. El polvo había estado genial, pero no estaba satisfecha del todo. Necesitaba más.

Joan me besó, pero no se movió. Así que cogí mi camisón y me fui al baño. Hacía mucho calor, y el sudor se pegaba en la piel. Abrí el agua, esta vez un poco más fría, y me metí debajo de la fina lluvia que caía del techo. Me estuve acariciando, me masturbé, hasta estallar en un silencioso orgasmo, apoyada en la pared de la ducha. Cuando salí del baño, Joan ya dormía y roncaba desacompasadamente.

Salí de la habitación con los pezones tiesos por el agua fría. Iba desnuda, descalza. Y mi pie resbaló al pisar la primera baldosa del pasillo. Me agaché en la oscuridad, y toqué con el dedo el suelo resbaladizo. Me llevé el dedo a la nariz, lo olisqueé como una perrita, y luego me llevé el dedo a la boca.

Era el semen de Javier, recogí otro grumo del suelo y me lo llevé a los labios esparciéndolo con los dedos por mi boca y relamiéndome. No podía dejar esa leche en el suelo, mi marido podría verla, así que volví al  baño y cogiendo un papel higiénico, lo limpie todo. Había semen en la puerta de mi dormitorio también y  había escurrido hasta llegar al suelo. No me podía creer la cantidad de semen que aquel adolescente tenía en los huevos.

Bajé a la cocina para beber un poco de agua fría, el reloj marcaba la 01:54 de la madrugada.

Tenía la esperanza de que todo el mundo se hubiese dormido, incluso Javi. Deseaba descansar a pesar de mi excitación. Mi vida había dado un vuelco en tan solo unas horas, me gustaba el sexo que había vivido, pero no tenía el control de la situación. Ya no. Y eso me alteraba.

Volví a subir sin hacer ruido, no quería que Javi me descubriese. Sabía que no sería capaz de ir a buscarme a mi dormitorio, por mucho que me hubiese amenazado con ello. No sería capaz de aquello.

Así que pasé despacio, descalza y desnuda, por delante de la habitación de mi hijo y la de Javi. Las luces estaban cerradas y no se oía ningún ruido. Tan solo los ronquidos de mi marido, al fondo del pasillo.

Respiré hondo, y me dispuse a cerrar la puerta de mi dormitorio. Para echarme en la cama. Cuando apareció una mano al otro lado de la puerta que me lo impidió.

― Soy yo, Javi.

― ¿Javi que haces? ― susurré flojito, sacando la cabeza hacia el pasillo, para no hacer mucho ruido y despertar a Joan.

― ¿A dónde crees que vas? ― dijo Javi.

― Me voy a la cama, y tú deberías hacer lo mismo. ―le conteste contundente, pero sin alzar la voz.

― De eso nada, puta. Tú no te vas a la cama hasta que yo lo diga.

― Pero que dices, ¡estás loco! ....lárgate de aquí.

Javi empujó la puerta venciendo mi resistencia y se metió dentro del dormitorio. La tenue luz que salía del dormitorio de Javier, alumbraba el pasillo levemente, pero lo suficiente para no estar en la completa oscuridad. Su atlética silueta se dibujaba bajo el marco de la puerta abierta de par en par.

Yo de pie delante de él no reaccioné, estaba paralizada. Javier se acercó a mí y se puso a mi altura, agarrándome del cabello y tirando de él hacia atrás. Me dijo.

― Ves, tu marido ya se ha dormido. Has hecho un buen trabajito, eres una buena puta, ¿has disfrutado con su polla?...o prefieres disfrutar de la mía. ― me dijo acercando sus labios a mi oreja, para luego obligarme a mirar a mi marido roncando en la cama.

― Este desgraciado no va a despertarse ni que le caiga la casa encima, así que ponte de rodillas a los pies de su cama y empieza a chuparme la polla.

Javier me obligó a ponerme de rodillas, aunque lo cierto es que no puede decirse que me obligase, porque yo lo deseaba, aunque me negase a sus deseos.

― Bájame los pantalones, a que estas esperando. ―me dijo hablando flojito.

Se los bajé y al igual que antes ocurriera en la cocina, apareció su asombroso miembro, venoso y casi erecto, frente a mis ojos.

― A qué esperas…empieza ya. ― Y agarrándome la cabeza con una mano y la polla con la otra empezó a darme morcillazos con ella, en una mejilla y luego en la otra.

― Vaya….hay que ver como ronca tu marido….lo has dejado exhausto. ― me dijo acariciándome el mentón y agachándose a besarme los labios.

Metió toda su lengua carnosa en mi boca y me lamió el paladar juntándola con la mía.

― Abre la boca, putilla ―no le podía ver muy bien, aun así la vista iba acomodándose la poca luz que llegaba al dormitorio. Abrí la boca esperando que metiese su polla en ella para empezar a mamársela.

Pero sentí como un gordo salivazo entraba, escurriéndose hasta mi garganta y acto seguido metía su polla con rudeza hasta el fondo, la meneaba un par de veces en mi boca, entrándome solo hasta la mitad. Y luego la sacaba.

― Plas, plas, plas ―volvía a darme pollazos a un lado y a otro de mi cara.

― ¿Te gusta que te traten como a una cerda?... ¿en tu casa?... ¿delante del cornudo? ― yo no sabía que responder, me sentía humillada y terriblemente excitada.

― contesta….

― sí, me gusta…

― pues sigue chupando…y ponle ganas.

Agarré su polla, era grande y gorda. Cada vez me gustaba más chupar esa preciosa polla. La rodeé con la mano y empecé a pajearla, dejé caer un buen salivazo, esta vez era mí saliva, y esta se escurrió por toda mi mano. Y la esparcí pajeándolo y chupando su glande. Con mi otra mano empecé a sobarle los gordos cojones que tenía completamente depilados.

Javi se incorporó a mi altura y dejo caer otro copioso salivazo que chorreo por mis manos hasta sus pelotas. Empezaba a escucharse un ruido de chapoteo y mamada acompañando a los ronquidos de mi marido, que seguía dormido, en la cama como una marmota.

― Ahora abre la boca, quiero que te la metas todo lo que puedas.

Empecé a bajar la cabeza sacando la lengua, intentaba meterla toda dentro, pero solo alcanzaba a meterme la mitad.

―blufs, gluuffs, glllooofffgggs…aaggg  ―me ahogaba.

― he dicho que toda joder… abre bien la boca… así zorra….muy bien…un poco más. ―me decía haciéndome presión en la nuca.

De mis ojos empezaron a caer lágrimas, lágrimas de rabia y por el esfuerzo de tragar y quedarme sin aire. Javier, empezó a mover su pelvis, follándome la boca. De pie, en mi dormitorio, delante de mi marido dormido.

― abre la boca cerda, así, así, muy bien Anna, vas aprendiendo. ―me decía, follándome la boca y metiendo poco a poco un pedacito más de rabo. De golpe me la sacó, me cogió el cabello, haciéndome una coleta en la coronilla y me agarró de ella con la mano.

― Saca la lengua ― me ordenó.

Entre mi boca y su polla colgaban espesos hilos de babas, que recogió con su mano pajeándose la polla y luego me la restregó por la cara.

― Abre la boca…más…más, así Anna…perfecto. ―entonces me la metió poco a poco hasta chocar con mi garganta y la mantuvo quince segundos o más hasta que me quedaba sin aire.

― Te la voy a meter entera, por Dios que te la voy a meter entera, hasta que mis huevos no te toquen la barbilla no te dejo en paz….puta, cerda, mira como me pones.

Volvió a incrustármela hasta el fondo y esta vez me tapó la nariz, pinzándola con los dedos. Me venían arcadas, que me hacían toser. Mi marido se revolvió en la cama, dándose la vuelta al otro lado, pero continuó roncando. El muy gilipollas no se estaba enterando, de nada.

― Muy bien Anna, ya lo has conseguido, sabía que tu serías capaz. ― me la sacó y me besó en la boca, mezclándonos entre babas, sudor y lágrimas.

Era un morbazo todo lo que estaba viviendo esa noche, no me lo podía creer. Hasta donde sería capaz de llegar por una buena polla. Por hacer feliz a Javi. Por ser feliz yo misma.

― ¡Ahora a cuatro patas, zorra!― y estirándome por la coleta me hizo poner al lado de la cama, en el suelo a menos de medio metro de mi esposo, que seguía dormido profundamente.

― Que morbazo, nena…mira tu marido está con nosotros. Voy a follarte delante de él. ― Javi empujó mi espalda hasta que mis pechos tocaron el frio suelo y mis pezones reaccionaron poniéndose duros de nuevo.

Javi me la metió de un solo golpe por el coño.

― Joder….joder, Anna….pero si estás chorreando. ―me decía mientras me agarraba por las nalgas y me las separaba.

― Golfa, eres una golfa… que no hacías más que provocarme cuando te follabas a este imbécil. Voy a venir todos los días a follarte, en tu casa, cuando esté tú cornudo.

Yo estaba super excitada, su polla me volvía loca, pero sus palabras también me excitaban. Era una golfa, soy una autentica golfa.

Me agarró del cuello y me levantó poniendo mi cuerpo vertical, estaba con la cabeza por encima de la de mi esposo. Nuestra vista se había adaptado perfectamente a esa penumbra y podía ver la expresión de felicidad en el rostro dormido de Joan. Pobre imbécil, se están follando a tu mujer delante de tus propias narices y no te enteras de nada.

Javi agarró el tanguita que me había puesto para mi esposo, que aún estaba encima de mi mesita de noche. Y agarrándolas como un elástico me las pasó por la boca, tirando de ellas a modo de riendas. De esa forma empezó a follarme más duro. Mi jadeos se apaciguaban con la prenda pero de mi boca no paraban de brotar manantiales de saliva que caían sobre mis pechos y resbalaban hacia mi vientre y de ahí al sexo y luego al suelo.

― ¿Te gusta?...mmm… ¿te gusta?...creo que sí, creo que te gusta que te follen así, como una yegua.

―mmmmm¡¡¡¡…mmmmm¡¡¡¡¡

― ¿te quieres correr golfa?.... ¿te vas a correr?

― Sssiiii….ssssiiii…mmmm ― y mi cuerpo empezó a temblar, me estaba corriendo como una vulgar mujerzuela en un callejón, como una perra.

Javi me agarró más fuerte por la coleta, soltando el tanga y empezó a taladrarme fuerte y duro el coño…me empujó sobre la cama. Aplastando mi cara sobre el colchón y obligándome a mirar a mi marido Joan. Javi se puso sobre mi mejilla y me lanzó otro salivazo sobre la cara.

― ¡Vamos puta, levanta! ― me susurraba al oído, frente a mi esposo, me levantó agarrándome del pelo y me encaró contra su polla.

― Abre la boquita…aaaahhhhhmmmm ― me metió toda la polla hasta la campanilla y empezó a correrse en mi garganta. Me tapaba la nariz con los dedos, me atraganté y comencé a toser.

La leche de Javi se me escurría por la boca cayendo sobre las tetas, y al soltarme la nariz me salió todo el semen con el que me había atragantado, por ella.

―cofff….cofff….cofff

Mi marido se volvió a remover intranquilo, sobre la cama. Javi me cogió de la mano y me sacó deprisa de la habitación. Nos quedamos  de pie detrás de la puerta del dormitorio, esperando alguna reacción más de Joan, pero al cabo de unos diez segundos, escuchamos un nuevo ronquido.

Javi de pie junto a mí, me agarró por el cuello, y me besó apasionadamente diciéndome.

― Eres mi putita, recuérdalo. Te voy a follar siempre, cuando yo quiera y donde me dé la gana, ¿lo entiendes Anna?

―Siiii, soy tuya. ―dije completamente vencida y sin voluntad. Lo que acababa de ocurrir era una completa locura, pero nunca antes había disfrutado de un sexo tan intenso y visceral, tan…tan salvaje.

¿Qué ocurriría mañana?...