Momentos

Un momento entre un hombre y una mujer que se aman.

Momentos.

Te miró desde el sofá, observo tu espalda, la nuca, el cabello alborotado mientras inclinado sobre un teclado iluminado por una pantalla, trabajas. Sentada con mis piernas recogidas y el libro en la mano, hago un esfuerzo y vuelvo a él.

Pasan los minutos, el silencio entre nosotros es cómodo, nos sentimos bien con la presencia del otro. Sigo leyendo uno de los libros que compramos ayer, juntos, de la mano, perdidos en un universo de libros.

—Este me gusta— te dije casi avergonzada, con un libro de vampiros y gentes de la noche en las manos.

Te reíste de mí. Más de mi vergüenza que de la elección de mi libro. Lo miraste por encima mientras yo te explicaba un poco atropelladamente, la sensualidad que desprenden algunos de estos libros, la magia y la atracción de lo oscuro. Al fin, lo dejé en la estantería dónde espera unas manos que lo sostengan y una mente que se adentre en sus misterios. Mis manos se desplazaron hasta otro de mis favoritos y Bajo las ruedas, mi libro de iniciación en la adolescencia, perdido hace años con los cambios de la vida, cayó en ellas.

―Ya he elegido— te dije. Te mostré mi libro, bastante más orgullosa de esta elección, a fin de cuentas es Herman Hesse, un premio Nobel. Que además de ser uno de mis favoritos, satisfacía mi pequeña vanidad.

Me miraste con esa sonrisa tuya que reservas para mí. Y... Cuando volvimos a casa me sorprendiste con el libro de vampiros.

Y ahora, mientras estaba perdida en el sensual mundo vampírico, con víctimas ofreciéndose fascinadas a seres capaces de hacer de la muerte un orgasmo, tu presencia, tu olor ha agitado en mi cuerpo una cálida y dulce sensación.

Olvido mi libro, abierto contra mi pecho. Y siento el cosquilleo del roce de sus páginas en mis pezones, y me ruborizo con la prueba de que mi deseo transluce en ellos, erectos ya. Mientras miro tu espalda y sueño, una de mis manos, casi con voluntad propia envuelve uno de mis senos, siento su peso, su calidez, y pruebo con la punta de los dedos, a erizar aún más el pezón. Un ligero escalofrío estremecimiento recorre mi cuerpo. No me muevo, tan sólo aprieto mis muslos uno contra otro, consciente de mi sexo.

Te miro, ajeno a mí. Lleno el espacio entre los dos de mi propio deseo. Un recuerdo súbito, tus dedos penetrando en la humedad de mi vagina, tu boca en la mía, un ligero susurro sobre mis labios. "Que mojada estás, mi amor". De un golpe, siento como mis fluidos vuelven a mojar mi sexo. Contengo un gemido. Estás trabajando. No quiero molestarte.

Y sin embargo, tengo la sensación de que el aire de la habitación ha cambiado, es denso y caliente. Acaricia mi cuerpo. Mi piel parece cada vez más fina, sensible al calor de tu piel, aún estando separados, tú, en la silla frente al ordenador y el trabajo que te reclama y yo en este sofá, donde tantas veces nos hemos amado.

Dejo mi mente volar mientras te miro, absorto, perdido en otro mundo en el que yo no existo. Dejo caer el libro, abro mi mano sobre la suave piel de mi vientre, acariciándola despacio, con apenas un roce de mis dedos. Cuidando de no emitir un sonido... debo dejarte trabajar. Me envuelvo soñadora en los recuerdos de noches pasadas. En tus manos, tu lengua, tu boca perdidos por mi cuerpo. Tiemblo, y siento mi sangre tumultuosa, correr dando vida a cada rincón de mí.

Muerdo un gemido que se me escapa, cuando mi mano llega a mi sexo. Estoy húmeda, abierta y te deseo. El aire entre nosotros adquiere una cualidad líquida, caliente. Te miro de nuevo... Y sorprendo tus ojos clavados en mí. En la mano perdida en mi sexo, en mis labios inflamados, en mi cuerpo apenas cubierto por una camiseta de tirantes.

Jadeo, una explosión de calor recorre mi cuerpo. Me siento poseída, traspasada por tus ojos. Sin pensar abro mis piernas despacio, dejándote ver mi sexo mojado, anhelante.

Te escucho soltar el aire de golpe, gemir y tu deseo hace eco en mi vientre. Tiemblo, tus manos buscan tu bragueta. En un momento tu sexo salta, libre y erecto entre ellas. Mi boca recuerda su textura, su sabor. Hundo los dedos en mi sexo, mis caderas se adelantan, se proyectan hacia ti. Tu mano, se desliza sobre tu polla, la recorren ocultan el glande, bajan de nuevo, veo la humedad brillar entre tus dedos y deseo poner mi lengua justo ahí. Y aún así, no me muevo del sofá, tan sólo bajo los tirantes de la camiseta, dejando que se enrede en mi cintura y ofrezco mis pechos a tu mirada que me quema. Flexiono mis piernas abriéndome aún más para ti, para tus ojos. Siento mis pechos pesados, tensos, mis pezones se endurecen y llaman a la humedad de tu boca.

La palma de mi mano, presiona mi clítoris en cada embestida de mis dedos. Tu mano se mueve más aprisa sobre tu polla, que crece aún más dura, más gruesa. Me falta el aire y te deseo en mi interior. Caliente, mojada, temblando te llamo con mis ojos y mi mente. Te quiero entre mis piernas. Te quiero llenándome. Quiero sentir el salvaje abandono de tu cuerpo dentro del mío. Anhelo sentir tu dureza, la fuerza de tus manos en mis caderas, mientras me atas a ti. Tu sexo encadenado al mío.

Se me escapa la voz en un susurro, un jadeo...

—Ven, follame.

Una sonrisa casi dolorosa se dibuja en tu cara, el brillo salvaje de tus ojos se refleja en los míos. En un momento, estas de rodillas, frente a mí, y tu boca sustituye a mis dedos. Comiéndome, lamiendo mis fluidos, penetrando mi sexo. Trato de decirte que lo que deseo es tu polla hundiéndose en mí cuando me ciega la ardiente explosión de mis sentidos y me derrito en tu boca. Las contracciones recorren mi cuerpo. Sin pensar, te empujo de los hombros, el deseo me convierte en un animal salvaje y me encaramo sobre ti, busco tu polla con mi sexo, abiertos mis muslos para aprisionarte entre ellos. Me froto contra ella, la siento dura, caliente contra mi coño y no puedo más. La tomo en mis manos, la llevo a la oquedad palpitante y hambrienta de mi cuerpo. Se me escapa un sollozo, al sentirla por fin, abriéndome, llenando mis entrañas. Me arqueo, mientras tus manos se aferran a mis caderas. Se clavan tus dedos en mi carne, anclándome a tu cuerpo. Envuelvo tu sexo con el mío. Lo baño de mis fluidos, mojo tu vientre, tus huevos. Tus jadeos llenan mi boca, cuando me inclino a besarte, a comerme tu boca. Aprieto mis pechos contra ti. Restriego mis pezones contra tu piel caliente, mojada en sudor.

Tus manos bajan a mi culo. Me aplastas contra ti. Elevas tus caderas, golpeando, batiendo mi sexo, una y otra vez. Me pierdo, nos perdemos en el mar caliente de nuestros sentidos. Susurras palabras de deseo, calientes en mis oídos. Y deseo sentirme llena de ti, de tu esencia, de tu leche devoradora y caliente. Jadeo estremecida y vuelco mis deseos en palabras que te hacen arder y aceleras tus movimientos, más y más aprisa, más profundo, y enloquezco y de nuevo toda yo me licúo sobre ti, mientras te vacías en mis entrañas.

Quietos, con nuestros sexos aún unidos. Tu boca perdida en mi pelo. Escuchando los latidos cada vez más lentos de nuestros corazones. Tus manos acariciando mi espalda. Formo un te amo con mis labios pegados a tu pecho, y siento tu sonrisa enredada en mi pelo.