Momentos

Cerraste, tibios aun los ojos. Llorando te pedí el olvido. / La sábana se deslizó breve / Por entre los muslos.

Cuando té vi, parecía mentira, tenerte de nuevo para mí sola, después de tanto tiempo. Desde siempre me ha embrujado el verde mar de tus ojos, esa sonrisa franca y esa mirada pícara que me desnuda. Después de hablar un poco y revivir nuestros recuerdos, sentí el roce de tu mano en la mía, y entonces todas mis fantasías aparecieron nuevamente frente a mí, y me perdí...

Cenamos, todo perfecto, como siempre. Sabes que siempre serás especial, el único, mi caballero. Después de unas copas y un poco de música, acabamos en el hotel, el mismo que tiene entre sus recuerdos, mil y un encuentros, mil y una caricias, mil y una poesías.

Te diste cuenta que estaba nerviosa (había pasado tanto tiempo). Después de tomar un trago del vino que serviste, me sacaste la copa de la mano, y la hiciste a un lado; sin mediar palabras me llevaste al sofá, me hiciste sentar, lo que fue una suerte, porque mis piernas ya no respondían. Fue entonces cuando en medio de un millón de estrellas sentí la suavidad de tu boca, primero en mi mejilla, y luego bajando hacia el cuello, hasta mi hombro, mientras deslizabas suavemente mi vestido. Yo estaba muriendo. Te tome la cara, y mirándote fijo acerque mi boca a la tuya para saldar una deuda que teníamos desde hace tiempo: un beso largo y profundo..

Fue hermoso, cuando tomaste mi cara con tus manos y sosteniéndola contra la tuya, con tus manos en mi cabello, nos fundimos el uno con el otro. Despacito, como tú sabes hacerlo, me recitaste mi última poesía. Aquella que fue mi despedida. La sentía despacito entrar hasta lo más profundo de mi cuerpo. Te la regalé una mañana fría, dejándola olvidada sobre el calor tibio de la cama...

"Cerraste, tibios aun los ojos.

Llorando te pedí el olvido.

La sábana se deslizó breve

Por entre los muslos.

Quería matar el sueño

que me ataba irremediablemente

a tu vida y a tu cuerpo.

Intentaba, de puntillas,

Escapar en silencio

Del abrazo dulce del destino.

Me miraste y, sin decir nada,,

Con tus brazos tejiste

El más sútil de los silencios.

Mis lágrimas mojaban

Sin pausa la almohada.

Y como tantas otras noches

Me dormí, sabiendo,

Que mañana nuevamente

Volveríamos a mancharnos

de amor."

Lentamente fuiste sacándome la ropa, y yo con mi boca desabotonando tu camisa, encontrándome a cada paso con un trocito de tu pecho. Hasta que llegue a tu pantalón, levante la cabeza y té vi, con los ojos en mi, esperando, como una fiera que espera el momento adecuado para dar el zarpazo, te desabroche el cinturón y termine de desnudarte, sin dejar de mirarte.

Cada caricia, cada beso, cada trazo de humedad, era un pedazo de cielo. Sentí tu boca en mis pezones, lamiendo, besando, mordiendo, chupando como un niño, mientras yo no terminaba de dar gracias por este momento. Entonces sentí tu mano deslizándose hacia abajo, cada vez más abajo, hacia mis tobillos, y allí empezó a subir por mis piernas, hasta mis rodillas, luego los muslos, y empezaron a jugar con mi entrepierna. Finalmente te escabulliste entre la humedad de mi sexo, y tus dedos entre juegos se introdujeron lentamente en mi interior. Sentiste mi gemido en tu oreja, que se mojo al chuparla y volviste a besarme mientras tu mano seguía jugando, con un ritmo lento pero seguro, y acelerándose a cada paso.

Yo no podía mas, y tampoco quería terminar tan rápido; entonces te empuje hacia atrás y empecé a deslizar mi lengua por tu pecho, hasta llegar a tu vientre. Sentía tus manos en mi pelo, que parecían seguir empujando hacia abajo, y a la vez se resistían a hacerlo, hasta que llegue a tu miembro erguido y empece a jugar con mi lengua, mientras veía como tus ojos se cerraban y tus labios se mordían.

Empece por el glande , y fui bajando hasta introducirlo todo lo que pude en mi boca, entones empece a succionarlo, una y otra vez. Evidentemente quisiste recompensarme, y te arreglaste para irme acomodando de tal forma que tus manos llegaron nuevamente a mi coño, y entonces el ritmo de tu penetración era mas acelerado. Entre lamida y lamida tenia que detenerme a gemir por el placer que estaba sintiendo, hasta que finalmente me tumbaste en la alfombra, y abriendo mis piernas te introdujiste en mi, dejándome tocar el cielo con las manos: te sentí una y otra vez, en medio del ensueño, sentía como seguía mojándome, y lubricándome, cada vez mas, hasta que sentí el temblor en mi cuerpo, que acompañe con un grito de placer que hizo que todo mi cuerpo se contrajera, y volcando la cabeza hacia atrás empecé a susurrar, y a gritar y a gemir.

Entonces aumentaste tu ritmo, y te vi otra vez mientras tu semen se derramaba dentro de mí, y gritaste de placer.

Estuvimos así un rato quietos y entonces te levantaste y me llevaste a la cama, cuando te tumbaste a mi lado, y me abrazaste, yo pensaba si no habría sido un sueño. Pero no, tus manos, tus ojos, tu verga, reclamaban más y ... yo, como siempre, estaba dispuesta a dártelo. Sabía que me arrepentiría. Te lo lo había dicho tantas veces. ¡Pobre iusa! Tú sabías que ya no había marcha atrás. Que mañana volveríamos a mancharnos ..... de amor?