Moldeando a Silvia y a Vanesa (37)

A partir de este capítulo incluímos una nueva mujer moldeable por lo que le modificamos ligeramente el título aunque manteniendo la secuencia numérica. Perdón por la tardanza que en nuestro caso no tiene nada que ver con el trabajo. Besos a todos.

¿Cómo conseguir que alguien se quite el caparazón que cree que le protege del mundo y deje salir su verdadera personalidad? Es todo un reto. Ese caparazón está formado por capas y mas capas de vergüenza, prejuicios, miedos…. Un ataque frontal a veces puede funcionar, había funcionado con Silvia, mejor dicho con M, porque Silvia era solo el nombre de eso, un caparazón. Pero la apuesta era arriesgada y para que salga bien hace falta tener buenas cartas y un poco de suerte.

De no ser así, de no tener nada lo bastante contundente para forzar voluntades esquivas, es preciso ser mas sutil. El enemigo no debe sospechar la celada y si lo hace tratará de defenderse de ese ataque de frente. Su error suele ser descuidar los flancos y ese es el punto en el que hay que concentrarse. Es vital recopilar toda la información sobre sus debilidades y solo así sabremos que puerta hay que tocar.

Silvia no había tenido mucho tiempo de analizar la información que Quique le había pasado. Probablemente en una lectura mas pausada encontraría algo pero de momento solo había visto unas líneas muy generales. Desde luego los nicks que utilizaba eran bastante explícitos. "Puerca sumisa", "guarra a tus pies", etc. Y el mismo hecho de conectarse a chats específicos de sumisión era muy expresivo. Pero no eran los únicos a los que se conectaba, también a otros muy variados por lo que había que determinar si a Vanesa le gustaba eso realmente o solo entraba por probar un poco de todo.

¿Qué le ponía? ¿Cuáles eran sus verdaderas preferencias? ¿Solo se trataba de dejar salir al monstruo o habría además que darle forma?

De momento ahí la tenía sentada a la mesa de un restaurante del puerto, ante una mariscada especial y empezando la segunda botella de Albariño. El sitio era caro pero la calidad de la cena y el excelente servicio justificaban el precio plenamente. Además Vanesa había insistido en invitar a Silvia, eso ya de por si daba algunas informaciones como una buena posición económica, buen gusto en la mesa y una gran generosidad, no olvidemos que estaba invitando a alguien a quien acababa de conocer y por quien hasta hace minutos sentía desprecio.

Aunque la psicología no era su fuerte, Silvia sabía que para congeniar con Vanesa, ganar su confianza y que le contara todo el mejor tema de conversación sería la propia Vanesa y todo lo referente a ella. Así que durante los entrantes empezaron hablando de su vida en rasgos generales, con el plato fuerte se metieron con la Universidad, sus expectativas, etc. Y al llegar a los postres ya estaban hablando de los tíos que le gustaban, los que le asqueaban y sus aventuras con la mayor naturalidad del mundo.

— ¿Has probado con varios tíos a la vez? — preguntó Vanesa con un brillo etílico en los ojos. Las copas que Silvia había ido pidiendo estratégicamente en la sobremesa empezaban a hacer su efecto — Yo me lo he hecho un par de veces con dos y ¿sabes? Lo único que no me podía quitar de la cabeza es que me faltaba otro.

— Lo he probado en dos o tres ocasiones — mintió Silvia — y si, tres es el número mágico. Para eso tenemos 3 agujeros ¿no?

Las dos estallaron en carcajadas y brindaron ruidosamente por conseguir tres tíos en la cama. Sin darse cuenta estaban llamando la atención. Los camareros les dejaron discretamente la cuenta en la mesa esperando que pagaran y se fueran cuanto antes.

— Me parece que nos invitan a largarnos — dijo Vanesa mientras ponía el dinero en el plato sin dejar de reirse — Vámonos, la noche es joven.

Pararon un taxi y Vanesa soltó al taxista sin cortarse:

— Mi amiga y yo nos aburríamos y hemos salido a cazar hombres. Llévenos donde podamos encontrar los mejores.

— Pues el mejor y el menos modesto soy yo — respondió el taxista con una risotada — pero esta noche estoy de servicio, que le vamos a hacer. A estas horas esta zona está muerta. Os voy a llevar a un sitio en el pueblo de al lado que está lleno de guiris. ¿Os vale?

— Mientras estén bien provistos no somos racistas. Vamos allá.

Hicieron el trayecto en algo mas de 10 minutos deliberadamente alargados por un taxista que a través del retrovisor tenía una espléndida visión de dos generosos escotes y por otra parte interesado en que el taxímetro barriera para casa. Al llegar les abrió la puerta y Vanesa pagó la cuenta y plantándole un beso en los morros se despidió del atónito taxista.

— Es que yo siempre dejo algo de propina — se justificó mientras se dirigía hacia la puerta del garito tropezando a cada paso.

La propia Silvia no había previsto este cambio tan radical y decidió no darle mas alcohol por el momento. Entraron y encontraron un lugar oscuro lleno de ingleses y alemanes la mayoría borrachos como cubas y una música atronadora de las que hacen que los clientes hablen menos y beban mas.

— Vamos allá, la noche es joven — y sin mas preámbulos se subió a una tarima donde había unas pocas personas bailando y se puso a su vez a bailar sin ningún sentido del ritmo. Silvia fue a la barra a pedirle un refresco.

El movimiento del baile y el calor exagerado del local hicieron que al poco Vanesa estuviera empapada en sudor lo que no parecía importarle. La delgada camisa que llevaba empezó a pegársele al cuerpo y marcar generosamente sus formas. Los focos daban una buena panorámica de su escote. Gruesas gotas de sudor caían por su cuello y se deslizaban por el canalillo de sus pechos apretados contra una camisa demasiado ceñida. Bajo ella se adivinaban las dos aureolas libres de sujetador y rodeadas por una mancha húmeda.

Pronto se acercaron un par de ingleses y se pusieron a bailar cerca de ella. Sabiéndose observada y viendo que uno de ellos tenía buena planta, se puso a dar a sus movimientos un contoneo mas exagerado.

— Bravo — dijo un tercero que apareció con unos vasos en la mano que ofreció a los anteriores. A continuación le dijo a Vanesa algo que no entendió. Ella hizo un gesto de "no entiendo" y siguió bailando.

Silvia regresó y le ofreció una bebida isotónica. Ella se la bebió de un trago, cerró los ojos y tiró hacia atrás el vaso que fue a estrellarse contra una columna. En seguida apareció un camarero dispuesto a sacarla de allí pero uno de los ingleses lo llevó aparte y le dijo algo que debió calmarle ya que se fue a buscar una escoba y un recogedor.

Cuando Vanesa volvió a abrir los ojos vio que Silvia estaba hablando con dos de los ingleses y el tercero se estaba acercando a ella bailando a su ritmo.

— Hola, yo soy Darren — le dijo gritándole para hacerse oír — ¿Cómo tu llamas?

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Silvia estaba dando las gracias al que había apaciguado al camarero. Cuando volvió la vista vio que su compañero se había situado detrás de Vanesa y la cogía por las caderas acompasando el baile. La noche prometía pero esa no era la misión que tenía, este plan no incluía a Quique para nada. ¿Qué hacer? En este momento no podía acercarse a Vanesa, había mucha gente en medio y además los otros dos ingleses al ver que les medio entendía se habían metido en conversación y hasta uno de ellos le trajo una cerveza que no había pedido. Cinco minutos después no consiguió localizar a Vanesa ni a Darren.

— Tengo que ir a buscar a mi amiga — se excusó — ¿sabeis donde ha ido?

—¡Oh!, tu no preocupar. Ella mayor — le respondieron. Pensó que quedandose con ellos tendría mas posibilidades de encontrarla porque tarde o temprano su amigo aparecería. Para colmo de males, tenía en su bolso el móvil de Vanesa con lo que no podía llamarla.

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En un alejado rincón del aparcamiento en el asiento trasero de un coche alquilado por Darren para sus días de vacaciones, Vanesa empezaba a estrechar las relaciones hispano-británicas. Su amante ocasional le desabrochó la camisa descubriendo dos preciosas tetas empapadas en gotas de sudor que reflejaban la luz de la luna. El roce en la pista ya las había puesto duras y Darren comenzó por acariciarlas primero con suavidad ganando confianza y después amasándolas a su antojo. Vanesa estaba un poco tensa por la posibilidad de que alguien les viera a través de los cristales pero después de un rato de magreo se olvidó del mundo y se entregó totalmente al placer sin restricciones. Le metió la mano en los pantalones y extrajo un miembro grande y recio. Lo acarició con ambas manos para hacerlo crecer aún un poco mas y después con decisión se agachó y se lo metió torpemente en la boca.

Comenzó a engullirlo en un vaivén ascendente y descendente, lentamente, saboreándolo. Darren se recostó en el asiento y la dejó hacer un rato. Después decidió darle mas marcha a la mamada y cogiéndola la cabeza la fue empujando suavemente hacia abajo a una velocidad ascendente.

Ella seguía el ritmo succionando golosamente aquella hermosa polla cada vez mas grande y a punto de explotar. De pronto Darren hizo algo que la desconcertó; le sujetó la cabeza para evitar correrse enseguida y prolongar el momento. Eso la descolocó del todo ya que nunca antes se lo habían hecho y la fastidió quedarse así en un quiero y no puedo. Tras unos instantes el aflojó la mano y la dejó continuar. Ella volvió a aplicarse a la mamada experimentando una nueva sensación, la de no tener el control de sus propias ansias y se dio cuenta de lo excitante de saberse totalmente controlada y dirigida por su acompañante. Y lo aceptó plenamente. Chuparía cuando el quisiera y al ritmo que le marcara. Pensando en ello se llevó una mano al coño y empezó a masajearselo. Darren se dio cuenta y apoyando su mano sobre la de Vanesa la ayudó a masturbarse. Tenía el coño como un charco. Darren le apartó la mano y siguió el solo metiendole y sacándole primero un dedo, luego dos haciendola vibrar un poco ams a cada rato mientras con la otra mano le subía y bajaba la cabeza. Ella notaba acercarse un prolongado orgasmo. Era maravillosa la sensación de sentirse controlada en los dos orificios, boca y coño.

El orgasmo les llegó a ambos casi al mismo tiempo. Se corrió sin control mientras notaba la cálida oleada de esperma en la boca. Tragó lo que pudo y trató de levantar la cabeza pero Darren se la seguía sujetando. Con una fugaz mirada comprendió lo que quería y se puso a limpiarle con la lengua los restos de semen que le quedaban en el capullo mientras el se relajaba y tomaba fuerzas para el segundo asalto.

Cuando hubo terminado, la cogió por las caderas y la dio la vuelta poniendola de cara contra el cristal del coche. La terminó de desnudar y ella aunque desde su posición no podía verle bien enseguida notó la presión de la polla contra su culo. Por ahí no quería, no lo tenía dilatado y le dolería mucho y lo apartó. Darren al ver la negativa y comprobar las dificultades desistió y se puso a follarla por el coño llegando al poco tiempo a un segundo orgasmo.

El local ya cerraba y Silvia se desesperaba al no haber encontrado a su amiga. Se lo hizo saber a los amigos de Darren y uno de ellos guiñando un ojo al otro le dijo:

— No te preocupes, ya deben haber terminado. Le hago una llamada perdida y verás como viene rápido.

Dicho y hecho, aparecieron los dos. Se despidieron de los ingleses intercambiando los teléfonos y salieron a buscar un taxi.

— Mejor vamos andando — dijo Vanesa — así respiramos un poco de aire puro marino y se me pasa un poco el colocón. ¿Qué te parece?

— De acuerdo — aceptó Silvia. No estaban lejos, unos 3 kilómetros y un paseo nocturno por la playa les iría bien.

Recorrieron el paseo marítimo mientras Vanesa le contaba a Silvia los detalles del polvo que acababa de echar entre risas de ambas. Al final del paseo llegaron a una playa fuera del pueblo y desierta a aquellas horas.

— ¿Sabes lo que me apetece ahora? — dijo Vanesa — Darme un baño.

Y sin mas comentarios se quitó la camisa y los pantalones, dandose cuenta de que se había dejado las bragas en el coche de Darren. "¿Qué harán con ellas?", pensaba, "las guardarán como trofeo. Bueno, pues que les aproveche".

Sin pensar mas en ello, se metió en el agua y se dio un refrescante chapuzón. Desde allí llamó a Silvia que se había quedado en la arena — ¿No vienes?

Silvia no tenía muchas ganas de remojarse pero también se desnudó y se metió en el agua que encontró demasiado fría. Al ver que no se decidía, Vanesa empezó a salpicarla.

— Vamos friolera, que solo es el primer momento.

Silvia se zambulló al fin y le devolvió la aguadilla empujándola y hundiéndola en el agua. Con este juego, desnudas, empapadas y a la luz de la luna hubieran ofrecido un buen espectáculo si alguien pasara por allí.

Cuando alguien dice a unos amigos a los que hace tiempo que no ve "unas cervezas" realmente quiere decir "y después unas copas y fiesta hasta que los bares cierren". Quique y sus amigos llevaban varias horas de garito en garito charlando, bebiendo y entrando a todas las que se cruzaban en su camino. Finalmente consiguieron que tres desesperadas se quedaran con ellos. No eran las mas guapas pero si las mas hambrientas y a esas alturas de la noche ya daba igual todo.

Lluis, pensando que Quique no podía presentarse ante su novia con tres mujeres tuvo una feliz idea y les invitó a todos a tomar una copa en su piso de Barcelona. Todos aceptaron pero Quique le llamó aparte y le dijo que fueran ellos tres, al fin y al cabo solo había tres mujeres y el ya estaba servido.

— Me vuelvo al chalet y mañana hablamos ¿Vale? Además ya debe estar limpio.

— Como quieras Quique. Mañana nos vemos — dijo Lluis mientras se metía en el coche de las chicas.

El pescador aprovechó que la mar estaba en calma para parar junto al rompeolas cerca de donde tenía aparcado el camión. Ató su barca, descargó las cajas que había conseguido llenar y sus aparejos y fue a avisar a su compañero que dormía en el camión para que le ayudara. Mientras caminaba por el rompeolas vio a lo lejos en la playa dos chicas que se bañaban y jugaban entre las olas. "Y yo aquí currando como un cabrón. Que injusto es el mundo"

De vuelta con su compañero bostezando volvió a dirigir la vista hacia la playa y vio que las chicas habían salido del agua y corrían por la arena ¡¡¡en pelotas!!!

— ¿Qué pasa, que estás viendo? — le preguntó el otro frotandose los ojos. Llevandose los dedos a los labios, el pescador le indicó que se callara y le hizo un gesto para que le siguiera. Y en vez de seguir hacia la barca, bajaron hacia la playa ocultos entre la abundante maleza que crecía alrededor.

Se detuvieron detrás de un seto a unos 20 metros de las chicas que en ese momento estaban sentadas en la arena despatarradas, rebozadas de arena y con el pelo enredado. Silvia estaba liando un porro. El espectáculo terminó de despertar al que estaba durmiendo quien ya se había sacado la polla y empezaba a pajearse.

Silvia ofreció una calada a Vanesa quien avanzó hacia ella a 4 patas ofreciendo a la vista de los hombres un culo en pompa, redondo y un coño húmedo, brillante y con algunos granos de arena. Por señas se las repartieron y sin pensárselo mas se lanzaron sobre ellas.

Vanesa sintió un enorme susto al sentir que la agarraban por detrás unas manos firmes aunque temblorosas, mientras Silvia vio al otro hombre que se le venía encima y tuvo el tiempo justo de levantarse y salir corriendo en dirección al rompeolas.El hombre masculló un juramento, intentó seguirla pero tropezó y se cayó de bruces en la arena mientras Silvia alcanzaba los matorrales y se perdía entre ellos.

Llegó al muro del rompeolas donde estaban los aparejos del pescador y se puso a revolver entre ellos buscando algo con que golpearlos y encontró algo mejor, una escopeta y una canana llena de cartuchos. Intentó abrir la escopeta pero no encontró la manera. No tenía ni idea de cómo cargarla (supuso que estaría descargada). No teniendo ninguna solución mejor a mano decidió echar un farol. SE puso la canana a la cintura y sacó dos cartuchos que ocultó entre los aparejos de pesca. Cogió la escopeta y volvió a la playa.

El pescador había inmovilizado completamente a Vanesa. Apoyaba las rodillas sobre sus piernas. Con una mano le sujetaba la cabeza contra la arena y con la otra le agarraba las muñecas por detrás de la espalda. Ella tenía el pulso acelerado. Tenía las rodillas hundidas en la arena y las piernas abiertas dejando su chocho expuesto a la polla del violador. Con la cara hundida en la arena apenas podía respirar. Los ojos y la boca cerrados o se le llenarían de arena. Y para colmo otra vez esa calentura, esa excitación de saberse dominada. Pero ahora la estaban violando ¿Cómo era posible que su coño se estuviera humedeciendo? ¿Cómo podría el hombre disuadirse de terminar lo que había empezado si aunque ella se negara el olor de su coño la contradecía? Estaba perdida. Dejó de forcejear aceptando lo inevitable. El hombre aflojó un poco la mano de la cabeza dejandola levantar la cara. Abrió los ojos y lo que vio ante ellos fue otra polla, la del compañero que perdida su presa se preparaba para un segundo plato. Todo estaba servido cuando escucharon la voz de Silvia dandoles el alto.

Los dos volvieron la vista hacia Silvia y la encontraron de pie frente a ellos apuntándoles con su propia escopeta que sabían descargada. Silvia vio satisfecha como ambos miraban la canana y notaban la ausencia de dos cartuchos y por el gesto que hicieron supo dos cosas: que habían tragado el anzuelo y que a pesar de todo se estaban deleitando viéndola en pelotas con la canana a la cintura y los aritos de las tetas y el coño.

— Vosotros dos: subiros en la barca y largaros rápido — les ordenó Silvia.

— Pero es que nuestras cosas…….

Ante su titubeo, bajó la escopeta apuntándoles directamente a los huevos y repitió con voz mas firme:

— He dicho que a la barca. Y perdiendo el culo.

Hizo ademán de disparar y los dos hombres salieron corriendo hacia la barca. Silvia sin dejar de apuntarles vio como subían, soltaban las amarras, encendían el motor y se alejaban mar adentro. Tiró la escopeta en la arena y fue a sentarse junto a Vanesa que estaba llorando.

— Vamos, tranquilízate que no ha pasado nada.

— ¿Cómo que no? Han intentado violarnos. Es horrible.

Silvia percibía claramente el olor del coño de su amiga y decidió indagar un poco mas.

— Pobre chica. Y yo os he interrumpido en el mejor momento ¿Verdad?

Vanesa la miró con cara de extrañeza.

— Pero ¿Qué estás diciendo? ¿Cómo puede ser un buen momento que te violen?

— Vamos, no digo que lo fueras buscando pero se que te habría encantado.

— Estás loca — gritó Vanesa.

— ¿A quien quieres engañar? Todavía tienes un charco entre las piernas.

— No sabes lo que dices.

Silvia le fue a meter la mano entre las piernas. Instintivamente Vanesa las cerró. Silvia iba a sugerirle que le dejara hacer pero viendo que era un buen momento para probar hasta donde podía llegar decidió cambiar su sugerencia por una orden directa:

— ¡Abre!

Vanesa la miró con estupor, con rabia y por un momento Silvia dudó de su docilidad. Pero poco a poco su rostro se fue ablandando y lentamente abrió las piernas. Silvia sin darle tiempo a arrepentirse le hundió la mano en la entrepierna. Vanesa emitió un ligero gemido contenido tratando de que pasara desapercibido, cosa que no consiguió. Silvia se llevó la mano a la nariz, la olió y se la volvió a posar entre las piernas.

— ¿Ves lo que te decía? — añadió — el chocho te atufa. Quien iba a pensarlo . Con tu apariencia de niña bien y va a resultar que eres una puta zorra. Te violan y te encanta.

— ¡No! ¡No es verdad! — replicó con tan poca decisión que no se convenció ni a si misma.

— Bla, bla, bla… — le respondió Silvia con sorna — Mucho hablar pero te sigue babeando. Mirate. Espatarrada, empapada y gozando como una perra. Y seguro que se te han puesto duras las tetas. A ver….

Con la otra mano fue a pellizcarle un pezón pero ella se echó hacia atrás. Entonces Silvia le preguntó retóricamente:

— ¿Quieres que quite la mano?

— No… es decir…si….no se — otra vez se puso a llorar de impotencia ante sus propios deseos que no podía controlar. Silvia le agarró una teta esta vez con decisión.

— Lo que yo decía. Duras como rocas. Deja ya de hacer pucheros y de autoengañarte y acepta de una puta vez la realidad: eres una zorra y ya lo has demostrado 3 veces en una noche. Ves un tío y se te caen las bragas. Van a violarte y te gusta. Y hasta con una tía también gozas. ¿Me he equivocado en algo?

— No se…. Yo …..

— Si sigues contestando con monosílabos voy a tener que quitar la mano, dejarte el cerebro hecho un mar de dudas y el coño hecho un mar de jugos.

— ¿Qué quieres que te diga? — dijo Vanesa enjugándose las lágrimas.

— Pues lo primero que reconozcas lo que eres y lo que quieres.

— Pues soy Vanesa y quiero gozar de la vida.

Silvia soltó una carcajada — Vamos, puedes hacerlo mucho mejor.

— ¡Está bien! — gritó Vanesa — Soy una puta. Soy una guarra y quiero que me follen. Y ahora quiero hacermelo contigo. ¿Estás satisfecha?

— Es un buen comienzo. Pero ya está amaneciendo y pronto va a venir gente. Vístete y vámonos al chalet.

— Pero allí estarán los chicos.

— No creo que hayan llegado aún. En todo caso voy a mandar un mensaje a Quique a ver que hacen.

Escribió un mensaje en el móvil mientras Vanesa se vestía. Después se puso la ropa y al poco le entró la respuesta de Quique. La leyó y dijo:

— No hay problema. Se han ido a dormirla a la playa y no van a volver en toda la mañana.

Tardaron 20 minutos en llegar. Entraron en la habitación de matrimonio y Silvia se echó en la cama. Vanesa iba a echarse a su lado pero Silvia la detuvo.

— Antes vamos a ver que tal te desnudas. Hazme un striptease.

Fue hacia la puerta, puso el cierre (por si acaso) se colocó frente al pie de la cama y empezó a desvestirse despacio contoneándose mientras se quitaba cada prenda. Cuando solo le quedaban las bragas, Silvia la dijo que se echara en la cama y cuando le hubo hecho le agarró las bragas con los dientes y se las bajó tirando de ellas hasta dejarselas en los tobillos.

La hizo darse la vuelta y comenzó a acariciarle el trasero, las caderas siguiendo luego hasta las tetas que amasó durante un rato. Cada vez que paraba la oía pedir mas con un gemido.

— Dame un beso — le dijo Vanesa, pero ella no hizo caso y le abrió las piernas un poco mas.

— Todavía no te lo has ganado. Antes tienes que demostrar lo puerca que eres y lo que estás dispuesta a hecer. De momento esto no es mas que un polvo muy normalito entre dos tías. Quiero que le pongas mas ganas.

Al oír eso se le puso la cara roja y se dispuso a demostrar que si, que iba en serio y a por todas. Se arqueó dejando el culo mas arriba y las piernas completamente abiertas y mientras Silvia la acariciaba ella con una mano se empezó a pellizcar los pezones mientras con la otra se metía dos dedos en su húmeda vagina sintiendo al poco una cálida lengua que la recorría de abajo a arriba.

Detrás del ojo de la cerradura, el ojo de Quique no se perdía detalle. Silvia había tenido una gran idea al avisarle al móvil y se lo premiaría otro día matándola a polvos. Lamentablemente desde su posición no podía verlo todo pero ya lo vería mas tarde cuando recogiera la cámara que desde el armario lo estaba registrando todo para la posteridad. Mientras tanto disfrutaba del show.

— Date la vuelta ahora — ordenó Silvia.

En cuanto lo hubo hecho Silvia se le montó encima poniendole el coño delante de la cara.

— Cómemelo guarra. Y hazme un buen trabajo o te arranco el tuyo — dijo mientras le agarraba con fuerza el coño. Al apretar le tiraba de los pelos y le arrancaba gemidos de dolor.

Empezó a comerselo con voracidad mientras Silvia le apretaba el coño contra la cara y la mano contra el coño. Ella seguía cada vez mas deprisa mientras metía ambas manos por debajo de la de Silvia para masajearse febrilmente el clítoris. Bramaba, gemía daba saltos y se corría repetidamente. Después de un buen rato quedaron las dos tendidas en la cama jadeando y sudando.

— Muy bien cerda. Te lo has ganado. Levántate para recibir tu premio.

Se levantaron poniendose una frente a otra de rodillas sobre la cama y se dieron un larguísimo beso.

En ese momento escuhó con horror como se abría la puerta.