Moldeando a Silvia. Versión apócrifa (36)

Este capítulo puede parecer un poco bastante soso pero creo que es una transición necesaria para introducir nuevos personajes y dar matarile a otros.

En la sala de interrogatorios de la comisaría, Jorge encaraba como mejor podía la tormenta que le estaba cayendo.

— Soy el agente Peláez y eso es lo único que necesitas saber de mi. Ahora háblame de ti. Te lo digo sinceramente, te conviene cooperar. Estás de mierda hasta el cuello y si no tienes nada que contarme voy a dejar que te caigas con todo el equipo. ¿Capichi?.

No era su primera detención, en su juventud durante los últimos coletazos del franquismo ya había conocido los calabozos de la Dirección de Seguridad por un asunto de desórdenes públicos (eufemismo de borrachera callejera acompañada de blasfemias y tuteo a la autoridad). Pero sí que era su primer interrogatorio. Pese a ello había leído suficientes novelas policíacas para conocer el numerito del poli bueno y el poli malo. Este era claramente el malo. Así que mejor torearlo como pudiera hasta que apareciera el bueno.

Silencio sepulcral.

— Veo que te ha comido la lengua el gato. Te voy a refrescar la memoria. Te hemos cogido en plena faena con el pito metido en el chichi de una menor. Solo por eso ya te pueden caer varios años. Los clientes normales no suelen salir muy mal parados. Una multa, un tirón de orejas y a la calle. Pero los clientes pagan, están un rato y se van. No como tu. Dime ¿a que te dedicas exactamente en el club? ¿Caneas a las putas o llevas palanganas? ¿O eres el probador oficial de la mercancía nueva?

"Resistir, resistir".

— ¿Me has oído? — preguntó Peláez gritándole al oído, cada vez mas molesto por su silencio— Que digo que si eres chulo-putas o palanganero.

"El que resiste gana" – Camilo José Cela.

— Ya veo, no puedes procesar preguntas tan complicadas. Te haré otra mas sencilla, solo 4 palabras — guardó unos segundos de silencio y luego preguntó escupiendo cada palabra — ¿Dónde está tu jefe?

— No se de que me está hablando — contestó Jorge al fin.

— ¡Vaya, si sabe hablar y todo! Así que no sabes nada. Claro, el alzéimer. Pobre. Pero no te preocupes por aquí tengo algo muy bueno para la memoria. Espera un poco.

Se fue hacia el armario y sacó un bate de béisbol. Regresó con el y lo usó para dar un gran golpe encima de la mesa.

— ¿Qué te parece? Bonito, ¿verdad? Se puede aplicar por vía rectal o supracutánea y los efectos son prodigiosos. Hace que los mamones como tú canten como los ángeles.

Jorge no mostró la menor alteración aunque empezaba a tener mucho miedo. En ese momento se abrió la puerta y entró el poli bueno cuya placa de identificación ponía "Comisario Torres".

— Peláez, 15 días de empleo y sueldo.

— Pero….

— No hay peros que valgan. Sabe que hay límites que no podemos traspasar.

Peláez salió de la sala de interrogatorios bufando con evidente cabreo. El comisario se sentó frente a Jorge y le dijo:

— Señor, le pido disculpas en nombre del Cuerpo y le informo de que puede denunciar al agente Peláez si lo considera oportuno.

Jorge respiró mas tranquilo. Prefirió ser comedido.

— No será necesario. El chico se ha puesto nervioso pero a todos nos pasa alguna vez.

El comisario no cambió la expresión de seriedad.

— De todos modos — añadió — esto no cambia su situación. Acostarse con una menor es un delito muy serio y en este caso tenemos el agravante de prostitución.

— ¿Cómo podía yo saber que era menor? — protestó Jorge — No me lo parecía. Las caribeñas se desarrollan a una edad mas temprana.

— Debió al menos preguntarlo. Y luego está el asunto de las drogas.

— ¿De qué drogas está hablando? Solo llevaba una cantidad razonable para mi consumo.

— ¿100 gramos le parece una cantidad razonable para su consumo?

— ¿100 gramos? — la cara de asombro que puso Jorge era todo un poema. El comisario se tomó su tiempo para analizar ese gesto de sorpresa que daba mas información que mil palabras.

— ¿Quiere decir que no lo sabía?

— Le aseguro que no. Alguien debió poner la droga en mi chaqueta.

El comisario estuvo un rato reflexionando, analizando los datos, las expresiones, las respuestas. La psicología es lo mas importante en un interrogatorio. Al fin dijo:

— Le creo. Es mas, le voy a dar mi versión de los hechos que pienso que se han producido: alguien de la organización fue alertado de nuestra presencia y rápidamente se lo comunicó a su jefe. Este tuvo tiempo de huir junto con sus colaboradores mas valiosos. Pero antes decidieron dejar un chivo expiatorio que pagara el pato y le eligieron a usted. Nada mas fácil que colocar un paquetito en un lugar estratégico. El hecho de que le eligieran para pagar por todos me indica que es usted el mas nuevo en la organización. Me gustaría saber cual era su cometido. Le aseguro que puedo ayudarle pero comprenda que le pida la máxima colaboración.

— Yo no formaba parte de la organización, solo era un cliente — dijo Jorge.

— Verá, varias chicas han declarado que usted entraba y salía del local como Pedro por su casa y nunca pagaba nada. Eso no lo hacen los clientes. ¿Cuál era su relación con Don Carlos o con el resto de la banda? ¿Por qué no pagaba ningún servicio?

— Se lo contaré todo, le aseguro que no tengo ningún interés en proteger a ese individuo. Le conocí hace unas dos semanas en la sala Sirocco ¿la conoce?

— Si, el dueño es un viejo conocido. Por ahí tengo su ficha con una bonita foto de perfil. ¿Y a Don Carlos, le conoció casualmente?

Jorge estaba seguro de que Torres sabía mas de lo que decía. Pero ¿hasta donde podía contarle?

— Esa noche fui a la sala con unos amigos del trabajo y tuvimos una pequeña fiesta. Don Carlos estaba sentado en una mesa junto a la nuestra y no recuerdo como empezamos a hablar pero acabé por invitarle a que se uniera a nosotros.

— Conque una pequeña fiesta. Dígame ¿Qué clase de fiesta?

— Bueno, ya sabe, en Sirocco actúan varias strippers y las fiestas suelen incluír espectáculo y a veces algo mas.

— ¿Quiere decir servicios sexuales? ¿Tuvieron sexo con alguna de las strippers? Puede contármelo con absoluta confidencialidad sin que lo pongamos en su declaración, no me importa lo que hicieran allí pero necesito esclarecer lo que pasó en los días siguientes.

Jorge dudaba. Si intentaba ocultar algo que el comisario supiera, quedaría como un embustero y eso no le ayudaría. Prefirió ser moderadamente sincero.

— Bueno, tuvimos sexo con una chica pero no era una de las strippers — dijo Jorge confiando en que Luis Bermúdez no hubiese mostrado ni mencionado al comisario el contrato firmado por Silvia en el Sirocco.

— Lo se. De hecho tenemos un video de la orgía. Ha hecho bien en no mentirme. Hasta ahora. Por eso mismo se que Don Carlos también participó del sexo en grupo. ¿Y entonces le invitó a usted a su club sin límite de tiempo? Parece un pago excesivo ¿no cree?

— Lo pasó muy bien en la fiesta y me estaba muy agradecido. Le dije que no importaba, que no me debía nada pero insistió en que probara su club. Y no pude negarme. Que quiere que le diga, la carne es débil.

— ¿Está seguro de que eso es todo? ¿No tiene usted con ese señor ninguna relación de tipo comercial o laboral?

— Ninguna, se lo aseguro.

— Entonces ¿puede explicarme porqué dos días después le hizo a usted una transferencia de 200 euros? La verdad me parece una cantidad muy pequeña para lo que se suele mover en estos negocios pero ¿en pago de que?

Mierda, lo había olvidado. Le había alquilado a Silvia a 6 euros la hora y el muy imbécil le había pagado con una transferencia. Por suerte la mente de Jorge trabajaba rápido.

— Ah, eso… el hombre me agradeció que le invitara a la orgía pero insistió en pagar al menos las copas. No sabía que lo hubiera hecho ya, hace días que no miro mi cuenta.

Obviamente no había una explicación razonable para que Don Carlos conociera el número de cuenta de Jorge pero el comisario no dijo nada de momento. Desvió la conversación hacia otro tema.

— Hablemos de la chica con la que tuvieron sexo. En el video, aparte de la gran cantidad de hombres, se ven muchas escenas de sexo duro y agresiones físicas y verbales.

— Admito que no es algo convencional pero como podrá comprobar se trata de sexo consentido entre personas adultas — se defendió Jorge. Lo cierto era que lo que menos le asustaba de todo esto era la participación de Silvia. Con todo lo que tenía contra ella ni se le ocurriría volverse en su contra.

— No lo dudo, no lo dudo. Mientras no haya ninguna denuncia por su parte podemos considerar que lo hizo todo por su propia voluntad ¿Conoce la identidad de la chica?

Este cabrón tenía un as en la manga. Mejor decirle lo que seguro que ya sabía.

— Sabe usted que si la conozco. Se llama Silvia Setién y es mi jefa.

Por primera vez el comisario dejó escapar un gesto de sorpresa. Conocía el nombre pero no tenía ni idea de que fuera jefa de nadie y menos de Jorge. ¿Cómo podía humillar de ese modo a alguien que tenía mando sobre el?

— ¿Cree que si tomo declaración a la señora Setién confirmará lo que me ha dicho?

Ahora era Jorge el que llevaba las de ganar y lo aprovechó. Torres sin saberlo se estaba metiendo en su terreno.

— Estoy tan seguro de ello que le voy a dar su teléfono y puede llamarla ahora mismo si gusta — respondió triunfalmente.

El comisario quedó tocado ante una salida tan contundente.

— No será necesario, puedo imaginarme lo que me va a decir — y tras un instante de reflexión añadió — Bien, entonces supongo que no tiene ni la menor idea del paradero de Don Carlos ¿Verdad?

— No señor. Lo siento. Créame que si lo supiese se lo diría y me alegraría que le cogieran.

— Gracias. Tenga mi tarjeta. Por favor, si sabe algo mas llámeme a cualquier hora.

— Lo haré. Entonces ¿Qué va a pasar ahora?

— Bueno, voy a hacer constar en mi informe que no tiene usted nada que ver con lo de las drogas, pero respecto a lo de la menor no puedo hacer nada. Eso ya está en manos del juez y dudo que se libre de una condena.

— ¿Qué puedo hacer? — preguntó Jorge angustiado — Nunca he estado en la cárcel.

— Poco puede hacer ya. Extraoficialmente le recomiendo que declare que estaba bebido. Eso no le librará pero puede ser un atenuante. De todos modos cuente con un par de años al menos. Lo siento, es la ley.

Este anuncio sentó a Jorge como un mazazo. En menos de 24 horas pasaba del jardín de las delicias a las mazmorras. Del todo a la nada. ¡De nadar en oro a nadar en mierda! Adiós al club, adiós a Silvia y adiós a la buena vida.

Mientras ultimaba los preparativos del viaje Silvia no dejaba de pensar en como podría conseguir liar a Jorge con una tía a la que ni siquiera conocía. La perspectiva de librarse de el era halagüeña. Ella ya no era la misma que hace unas semanas, le encantaba que la utilizaran como el juguete sexual de todos pero también que quienes lo hacían tuvieran unas proporciones mínimas. No como este cabrón que aparte de follar mal y a destiempo, la tenía pequeña. Y precisamente por eso veía difícil su tarea. El tamaño sinceramente si que es importante y seguro que también lo sería para la desconocida.

Para empezar, hay que ponerle nombre

— ¿Cómo se llama tu amiga, Quique?

— Se llama Vanesa. Y por mas datos, 21 años, pelo castaño, melena larga y ondulada, ojos negros, tetas moderadamente grandes. No se, por darte medidas aproximadas 100-60-95.

— ¿Y el resto de la tropa?

— El que te tienes que tirar se llama Paco y hemos quedado con el en Barcelona. El otro al que vamos a recoger de salida junto con Vanesa, se llama Rodrigo. Y el dueño de la casa que nos espera allí, se llama Lluis.

Entendido. Cuatro tíos y dos tías. Bonita perspectiva.

— ¿Hay algo mas que tenga que saber?

— De momento no. Tu sígueme la corriente, no me contradigas y recuerda que para los demás igual que para ti soy tu amo absoluto. Mantén siempre la misma actitud. Obediencia perruna, sonrisa bobalicona y sobre todo destila erotismo y sensualidad en todo lo que hagas. Y si tienes alguna duda preguntame en privado. Y ahora recuéstate en el sofá que te voy a follar antes de salir.

Tras un polvo rápido, salieron de Madrid por la A-2. Poco después pararon en una gasolinera cerca de Torrejón.

— Vamos a la cafetería, a ver si han llegado estos dos.

En una mesa estaban esperando una chica que se aproximaba a la descripción de Quique y estaba tomando una coca cola y un chico que mas o menos tendría la misma edad, corpulento, estatura media, pelo claro, perilla y una cerveza en la mano.

Rodrigo se levantó al verlos llegar.

— Joder, ya pensé que no llegabas.

— Hola Quique — dijo Vanesa — ¿Cómo se llama tu novia?

Quique puso una sonrisa de oreja a oreja.

— Bueno, no es exactamente mi novia. Está bien para un buen rato y hasta para unas vacaciones, por eso me la llevo de equipaje. Pero cuando quiera echarme novia ya buscaré algo mejor. De momento nos divertimos y con eso vale — y añadió dirigiendose a Silvia — ¿verdad Silvia?

Silvia esbozó una sonrisita y afirmó con la cabeza. Quique se sentó junto a sus amigos, le dio a Silvia una sonora palmada en el culo y le dijo:

— Venga, vete a buscarme una cerveza. Y rapidito que tengo sed.

Silvia se fue rapidamente hacia la barra dejando atrás dos caras de perplejidad. Una de ellas con una sana envidia y la otra con una mueca de desprecio.

El silencio era tenso y fue Rodrigo el primero en romperlo.

— Ya veo que te va de puta madre. Lo que no se es como te aguanta. Cuando te aburras de ella piensa en los colegas, ja, ja, ja.

— Le aguanta porque es gilipollas — terció Vanesa — Vamos, me hace a mi eso un tío y la cerveza se la echo por la cabeza.

— Bueno, tiene que haber gente para todo — le respondió Quique — si ella es feliz y yo también ¿Qué mas da?

— Eso es verdad — dijo Rodrigo y enseguida cambió de tema porque no quería que las vacaciones empezaran con problemas — ¿Te has acordado de traer el equipo de buceo?

— Claro. Lo tengo en el coche.

Silvia volvió con la cerveza. Quique se la tomó mientras seguía hablando con sus amigos mientras Silvia sentada a un extremo de la mesa no decía ni una palabra.

Un rato después se dirigieron al coche y se pusieron en camino.

"Propera parada, Sants Estació"

Lluis escuchó el aviso, se levantó de su asiento y salió del metro. A continuación se dirigió a los andenes de largo recorrido de la estación para esperar la llegada del tren procedente de Zaragoza en el que venía su amigo Paco. Como contradicción a los habituales retrasos de RENFE, esta vez el tren había llegado puntualmente y su amigo le esperaba en el andén.

— Lo veo y no lo creo, tío. Mejor, así no tengo que esperar. ¿Traes mucho equipaje?

— No, solo esta maleta. Así que cuando quieras nos vamos.

— Pues ya mismo. Aquí mismo podemos coger el cercanías. Quique va directamente pero no llegará hasta por la tarde. Así tendremos tiempo de preparar algo, comer y charlar un rato.

Cogieron un tren en dirección Mataró para llegar a El Masnou que era el pueblo donde estaba el chalet de Lluis.

— ¿Y como va todo por Madrid? ¿Qué tal los exámenes?

— Pues tirando. Ya sabes, es un curso difícil. Que te voy a contar, tu ya has pasado por eso.

— Pues si y me alegro de haber acabado. Prefiero lo de ahora, currando tienes una jornada de 8 horas, pero la jornada del estudiante no tiene límites.

— Sobre todo en época de exámenes. Y encima no es remunerado.

— Pues nada, unos días de vacaciones y como nuevo. Ya verás como son las catalanas. ¿O todavía tienes a esa tía en mente?

— Bueno, no es que me obsesione pero si, me gustaría enrollarme con ella. Y encima viene con Quique y Rodrigo.

— ¡No fotis! No me habían dicho nada. Y claro, tu como buen pardillo solo vas a tener ojos para ella. Quítatela de la cabeza de una puta vez. El mundo está lleno de mujeres. Además ya has visto el caso que te hace.

— Si ya se que tienes razón. Pero es que no quiero cerrar esa puerta. De todos modos ya me enseñarás la noche de Barcelona. Hay que probar de todo.

— Bien dicho. Espero que pases del dicho al hecho.

Quique aparcó su coche frente a la puerta del chalet. Enseguida salió Lluis a recibirles.

— Hola ¿Cómo ha ido el viaje? Pasad y poneros cómodos. Si quereis daros una ducha hay toallas en el baño.

— Luego, Lluis, luego. De momento vamos a saludar a Paco. Por cierto, me he traído a una tía buena que he encontrado por ahí. ¿Te importa?

— No hombre, que me va a importar, a alguien tenía que meter en la habitación de matrimonio así que te ha tocado a tí. ¿Es aquella que está bajando las maletas? Vamos a ayudarla.

— Déjala, se apaña ella solita. Y tu ¿Cómo tienes la semana?

— Pues tengo que currar por las mañanas en Barcelona pero por las tardes estoy libre. Y he pedido un par de días, así podremos ir a algún sitio.

— Bueno, pues ya lo hemos bajado todo — dijo Rodrigo — ¿Qué tal si nos vamos a tomar unas cañas? Aquí hace un calor de la ostia.

— Vale pero primero voy a limpiar un poco la casa. Lleva cerrada mas de un mes y hay polvo por todas partes.

— Que vas a limpiar hombre — dijo Quique — ¿para que hemos traído dos mujeres? Un auténtico kit de limpieza. Nosotros vamos a tomar esas cervezas mientras que si no las estorbamos.

Todos se quedaron de una pieza especialmente Vanesa que sin encontrar ningún insulto lo bastante fuerte se quedó mirando a Quique con cara de asesina. Paco y Rodrigo miraban alternativamente a Quique y a Lluis sin saber que hacer. Lluis estaba a punto de protestar, mientras cogía unos trapos dispuesto a ponerse a la faena, pero entonces intervino Silvia:

— Deja Lluis, yo lo haré. No te preocupes por este cachondo, es su carácter. Iros a tomar esas cañas y hablar de vuestras cosas tranquilamente. Y Vanesa si quiere que se quede conmigo y así charlamos. Pero tampoco hace falta, me basto yo sola.

— Esta es mi chica — dijo Jorge mientras le daba un beso y le metía la lengua hasta la garganta. Déjalo todo bien limpio ¿vale?

Los cuatro amigos se fueron al bar de la esquina mientras tres de ellos miraban con recelo a las chicas como pidiendo permiso.

Mientras, Silvia se puso a limpiar, y Vanesa se sentó en el sofá con la cara avinagrada. Aunque tenía intención de no decirle ni una palabra, no pudo contenerse.

— ¿Por qué dejas que ese imbécil te trate como a una puta mierda? — le preguntó — Si a mi me hiciera esto como respuesta le daría una patada en los huevos.

— Bueno, obviamente no todos somos iguales y para gustos se hicieron los colores.

— Ya. ¿Para sus gustos o para los tuyos?. El hace lo que le da la gana y tu también, lo que le da la gana a el. ¿Es que tus deseos no cuentan?

— Claro que cuentan y lo que deseo es que Quique sea feliz por encima de todo. Si le apetece tomarse unas cervezas con sus amigos, perfecto.

— Vale, así que te va el rollo sado-maso o amo-esclava o algo parecido. Pues tu misma. Pasa de mi y que te den.

Dicho esto se tiró en el sofá y puso la tele fingiendo hacer como si Silvia no existiera. Esta, siguió limpiando sin darle mayor importancia.

Después de un rato, la tensión del silencio, la curiosidad, los remordimientos o todo junto, hicieron que Vanesa le volviera a dirigir la palabra.

— Perdona, no te tenía que haber contestado así. Pero es que hay cosas que me sacan de quicio. Y mas viniendo de ese cretino que por lo que veo tiene una doble vida. Por si no lo sabes en la facultad no se come una rosca y desde luego su actitud con las tías es completamente distinta, rozando lo baboso.

— No se. Nunca me habla de eso.

Aunque le jodía hacerlo decidió no dejar a Silvia todo el trabajo.

— ¿Quieres que te ayude un poco? Debes estar cansada.

— No te preocupes, ya casi he acabado.

Poco a poco Vanesa se iba calmando y ahora Silvia le daba mas bien lástima. ¿Cómo podía una mujer como ella desperdiciar así su juventud por un idiota como Quique. Si al menos fuera por otro lo entendería. Un tío que tuviese mejor pinta, mejor dotado y….. pero ¿Qué estaba pensando? ¿Con otro si valdría? ¡Nunca!. Eso no se hace ni por Quique ni por nadie.

— Dime Silvia. ¿Siempre haces todo lo que el te dice? Puedo entender que quieras satisfacerle en todo pero ¿Y al revés? ¿No te parece que debería ser recíproco?

— No lo veo así. Imagínate que tuvieras dos cabezas y cada una tomara una decisión distinta. Creo que en toda relación, uno de los dos debe llevar la voz cantante y en nuestro caso es Quique. El manda y yo obedezco.

Vanesa no podía creer lo que estaba oyendo. Además de obedecer todos sus caprichos le estaba justificando.

— ¿En una relación dices? Te recuerdo que el mismo ha negado que seas su novia, nos ha dicho que solo te tiene para pasar el rato.

— Y así es, pero lleva años pasando el rato conmigo — mintió — Y aunque así sea, si eso es lo que quiere yo lo acepto. Lo de no llamarme "novia" no es raro, esa palabra tiene matices de exclusividad y no es nuestro caso.

— ¿O sea que se lía con otras tías? ¿Y no te lo oculta?

— Claro que no. ¿Por qué iba a hacerlo? Lo mejor de este tipo de relación es que la sinceridad es absoluta. Incluso a veces yo también participo.

— ¿Y si eres tu la que quiere acostarse con otro tío?

— Pues mientras no me diga lo contrario entiendo que no le importa — le respondió Silvia con la mayor naturalidad del mundo — Ya he terminado y no creo que estos 4 vuelvan a cenar. ¿Te apetece que salgamos a picar algo y tomar una copa?

— Claro, ¿por qué no? Pero ¿no tienes que pedir permiso a tu amo? — le dijo con sarcasmo.

— No — respondió Silvia riéndose — Si quiere algo de mi ya me llamará al móvil.

— Bueno, pues eso me deja mas tranquila. Pensé que te quería tener encerrada en casa todas las vacaciones. Entonces vámonos.