Moldeando a Silvia. Versión apócrifa (31)

Antes que nada me presento. Me llamo Alvaro y he leído con atención los 30 capítulos escritos por Federico. Al ver que pasa el tiempo y no aparece el 31 puedo suponer que su autor se ha retirado por algún motivo que desconozco y solo a el concierne. Por tanto me atrevo a continuar la historia. Pero para no suplantar al desaparecido maestro y por si en el futuro decide reaparecer (Dios lo quiera), le cambio ligeramente el título dejando bien claro que esta es una versión “apócrifa” de la obra. Así si el quiere continuar con su versión “canónica” podrá mantener el título y seguir con su capítulo 31. Para dar continuidad a la obra, empiezo igualmente por el capítulo 31 y mantengo en lo posible el tipo de letra, estilo, personajes, etc. Trataré de estar a la altura aunque me ha puesto el listón muy alto. Por favor añadir comentarios, si no gusta dejaré de escribir y si preferís otra orientación se puede cambiar sobre la marcha. Como Federico, recalco que esta historia es totalmente ficticia y no apta para menores o personas sensibles. Las situaciones que aquí se relatan no deben ser llevadas a la realidad salvo por personas adultas y con su expreso consentimiento siempre de acuerdo con la legalidad vigente. Mis agradecimientos a Sandra, la musa que me inspira y a Federico donde quiera que esté.

Antes que nada me presento. Me llamo Alvaro y he leído con atención los 30 capítulos escritos por Federico. Al ver que pasa el tiempo y no aparece el 31 puedo suponer que su autor se ha retirado por algún motivo que desconozco y solo a el concierne. Por tanto me atrevo a continuar la historia. Pero para no suplantar al desaparecido maestro y por si en el futuro decide reaparecer (Dios lo quiera), le cambio ligeramente el título dejando bien claro que esta es una versión "apócrifa" de la obra. Así si el quiere continuar con su versión "canónica" podrá mantener el título y seguir con su capítulo 31.

Para dar continuidad a la obra, empiezo igualmente por el capítulo 31 y mantengo en lo posible el tipo de letra, estilo, personajes, etc. Trataré de estar a la altura aunque me ha puesto el listón muy alto.

Por favor añadir comentarios, si no gusta dejaré de escribir y si preferís otra orientación se puede cambiar sobre la marcha.

Como Federico, recalco que esta historia es totalmente ficticia y no apta para menores o personas sensibles. Las situaciones que aquí se relatan no deben ser llevadas a la realidad salvo por personas adultas y con su expreso consentimiento siempre de acuerdo con la legalidad vigente.

Mis agradecimientos a Sandra, la musa que me inspira y a Federico donde quiera que esté.

DIAS DE REPOSO

Se levantó sudorosa sin poder recordar nada mas. Por fin con la cabeza despejada después de pasarse los efectos de la coca su cuerpo pudo enviar a su cerebro los dos mensajes mas urgentes: el cansancio extremo por no haber dormido en dos días y el dolor intenso en los taladrados pezones. Aparte de eso, tenía hambre. Y algo mas que ahora no podía recordar. Una sensación de que le faltaba algo importante. Se sacudió la idea de la cabeza, le costaba horrores pensar.

Se levantó y fue al baño tropezando a cada paso mientras sus ojos se acostumbraban a la claridad del día. Se dio una ducha y mientras se secaba vio en el espejo todo lo que habían hecho con su cuerpo. Ya hasta lo dudaba ¿era realmente su cuerpo?. ¿Podía seguir considerandose como una persona o era una simple mercancía?

Era Lunes, no tenía nada que hacer en todo el día. Su hermana estaba trabajando y a excepción de Benito que aún dormía, no había nadie mas en casa. Fue a buscar algo de comer a la nevera pero no le apetecía nada de lo que vio. Se vistió para ir a desayunar al bar del pueblo pero cuando iba a salir se lo ocurrió si tendría que decirselo a Benito. No recordaba si Alberto le había dado instrucciones a ese respecto solo le había dicho que descansara. Desechó la idea y salió de casa sin mas.

Por el camino algunos vecinos le preguntaron que tal por Madrid y tuvo que hacer un gran esfuerzo mental para contar mentiras evasivas.

Se le hacía extraño que le miraran a la cara y no al culo o a su escote. Ni siquiera se había fijado pero llevaba puesta ropa normal por primera vez en mucho tiempo y no las minifaldas, mallas o top hiper-escotados a los que constantemente lo obligaban. ¿Le habría elegido Alberto o Benito este nuevo vestuario?. Después de todo lo pasado no podía creer que realmente la fueran a dejar en paz ni un solo día y menos toda una semana. Hacía tanto tiempo que no tenía tiempo libre que no sabía que hacer.

Terminó su desayuno y regresó a casa cansinamente. Benito ya se había levantado y estaba tomando su primer café.

—¡Caramba! — le dijo nada mas entrar — ¡Que madrugadora! — mientras la miraba con esa sonrisa cínica que nunca sabía interpretar.

— He salido a desayunar al bar, necesitaba estirar un poco las piernas — se justificó Silvia.

— Bueno chica, tu sabrás, no tienes que dar explicaciones a este humilde chofer — remachó lo de humilde con su típico sarcasmo.

Silvia no estaba para coñas así que le cortó en seco:

— Hoy no te necesito, tomate el día libre —

— Vaya, pues muuuuchas graaaacias señora — le respondió sin poder evitar la risa. Acto seguido se puso la chaqueta y salió sin dar mas explicaciones.

Silvia agradeció quedar a solas para poder tumbarse un rato y ordenar sus ideas. Recordó que solo tenía una semana y luego volvería a caer en las garras de Jorge que seguro que le tenía reservada alguna nueva putada. Tampoco confiaba en la benevolencia de Alberto. Probablemente estaban interpretando el número del poli bueno y el malo para que se confiara y después devolverla a la realidad en el momento en que mas daño le hiciera. Si le habían dado una semana de vacaciones no era por paternalismo, solo la trataban como lo que era: una máquina de follar. Y las máquinas de vez en cuando tienen que parar por mantenimiento si se quiere que duren. Pero de momento todo eso parecía muy lejano e intentó no pensar en ello.

También le asustaba el momento en que se quedara a solas con su hermana. Le sorprendía que le hubiera recibido tan afectuosamente. Estaba convencida de que su hermana la odiaba, ya antes por su desapego de la familia y ahora…, ahora seguro que intuía algo, no podía ser casual que su padre hubiera muerto precisamente mientras hablaba con Silvia. Le haría miles de preguntas sobre su vida, sobre la empresa, sobre los últimos momentos de la vida de su padre. Y aunque tuviera las respuestas preparadas caería en bastantes contradicciones, su hermana no era tonta, acabaría dandose cuenta de todo y entonces

El timbre del teléfono le sacó de sus pensamientos. Contestó. Era Alicia, su hermana. Parecía como si la hubiera invocado.

— Que tal Silvia, ¿has descansado?. Ayer cuando llegaste parecías destrozada, normal, es un viaje muy largo.

— Estoy bien, gracias, además voy a quedarme toda la mañana tirada en el sofá.

— Bueno pero espero que estés lista para la hora de comer, he quedado con unos amigos en el asador de la plaza y así podrás recordar a que sabe el cordero de verdad y no las mierdas que comeis en Madrid.

— Vale pues nos vemos allí. ¿A que hora?

— Comemos a las tres pero si te pasas entes estaremos tomando un vino en el bar.

— Hasta luego Alicia.

Estaba bien volver a estar en una reunión de amigos como una persona normal y no como el juguete sexual de todos. Quedar para comer un cordero y no una docena de pollas. Por otra parte le tranquilizaba saber que habría mas gente y otros temas de conversación que no fueran su vida personal. Prefería pasar inadvertida.

Dedicó el resto de la mañana a holgazanear tal y como había dicho y a las dos se fue a la plaza. Se hermana le llamó desde la terraza del Sotanillo. Le habían guardado una silla. ¿Tan previsible era?

— Que tal Silvia. A Ramón y a Marta ya los conoces. Se casan el mes que viene. Esta es mi amiga Juana, iba con nosotros al colegio ¿te acuerdas?. Javier es nuevo en el pueblo, ha venido a trabajar en las obras de la autovía. Y Luis Miguel es un amigo de la Universidad, vive a 30 kilómetros de aquí pero en cuanto le he dicho que nos ibamos de comida ha venido volando.

— Y si me hubieras dicho que tienes una hermana tan guapa habría venido antes.

— Tu siempre serás el mismo Luis. Mi hermana se llama Silvia y ha venido a pasar una semana al pueblo.

— Pues bienvenida Silvia – dijo Juana – las hermanas de nuestras amigas son nuestras hermanas…digo, nuestras amigas. No me des mas vino Alicia o acabaremos mal.

— Lo que pasa es que tienes que picar algo entre vaso y vaso – le dijo Ramón y fue a la barra a pedir un par de raciones.

Estuvieron un rato hablando de sus cosas hasta que Luis pregunto a Silvia: - ¿Y tu que es lo que haces en Madrid?

— Pues dirigir como puedo la empresa que me dejó mi padre — ¿era impresión suya o a Alicia no le gustaba que se hablara de ese tema? — Y convivir cada día con el ajetreo de Madrid. Con lo bien que se está en el pueblo.

— Pues chica, si Madrid te agobia lo tienes fácil, pon un gestor de confianza y vente a vivir aquí. Eso si, de vez en cuando ve a ver como van las cuentas, que lo que mas engorda el cerdo es el ojo del amo.

— Ya, eso es fácil decirlo. Pero son muchas responsabilidades para delegarlas en alguien. De todas formas espero venir mas a menudo si puedo.

Javier estaba muy callado. Silvia conocía su cara pero no recordaba de que. De pronto se le cruzó por la mente una idea horrible ¿Y si era uno de los cientos de tíos que se la habían tirado?. No, eso no podía ser. ¿O si?. Aunque no sabía donde estaba el club donde la habían tenido dos días encerrada por el tiempo que tardó en llegar podía suponer que no estaba muy lejos de Madrid. Pero Javier no vivía en Villamela. ¿Y si…?

— ¿A que te dedicas tu Javier?. Le preguntó de sopetón. Tenía que salir de dudas.

— Soy camionero. Traigo materiales para la construcción de la autovía.

¡Dios! un camionero. Sin poder evitarlo empezó a recordar. Un club en la carretera, un amo cruel, chicas de todos los colores revoloteaban entre los clientes mostrando lo justo para excitarlos, los escotes que dejaban adivinar la aureola de los pezones, las culi-faldas que dejaban ver los muslos y las cachas del culo. Se tomaban su tiempo, sus copas y finalmente se iban a sus habitaciones. Había todo tipo de clientes, ejecutivos, viajantes, vecinos de los pueblos cercanos, Jorge que se estaba poniendo morado. Los peores eran los camioneros. Mucha prisa, poco dinero y la rudeza que dan el camión y las muchas horas en la carretera. Las chicas los evitaban siempre que podían.

Pero Silvia era distinta, mas sucia, mas baja. Las demás chicas la miraban con desprecio. A diferencia del atuendo de casi todas, el de Silvia era casi todo el tiempo su piel cubierta de suciedad, sudor, saliva y restos de semen. Había estado dos días follando sin parar con camioneros. No sabía cuantos pero podrían ser cientos. Día y noche los veía llegar sudorosos y con la lujuria escrita en sus caras. La agarraban sin contemplaciones y la llevaban a empujones hasta la habitación que le habían asignado, la única que no tenía puerta pues era para los servicios rápidos. La tiraban encima de la cama, le abrían de patas y se la metían de un solo golpe. Movimientos rápidos y dolorosos, a cada empujón pensaba que iban a reventarla. Después, lecharazo y sin mas el cliente se largaba. Silvia se lavaba en unos segundos y en cuanto salía de la habitación otro cliente la agarraba y vuelta a empezar. A veces venían tantos que no podía lavarse, ni siquiera levantarse de la cama y tenía que atenderlos de dos en dos o de tres en tres.

¿Cuántas posibilidades había de que alguno de ellos fuera Javier? Y en caso de serlo ¿La habría reconocido? Ese silencio, esa mirada de poker. ¡No!. No permitiría a su cerebro pensar en ello. Espantó estas ideas como si fueran moscas y volvió a la realidad inmediata. Ella era una chica bien, una empresaria y estaba tomando un vino con su hermana y sus amigos. Para evitar malos pensamientos se puso a hablar con Ramón y Marta de su boda, los preparativos, la casa, el futuro.

— Bueno, pues es la hora — dijo Alicia — Vamos o se enfriará el cordero.

Todos tenían hambre y no hablaron demasiado durante la comida. Después, mientras tomaban el café y las copas retomaron la conversación. Marta le explicó que se estaban haciendo una casa en un solar que Ramón había heredado de su padre. Ya era habitable aunque le faltaba mucho. Un día cuando Javier llegó al pueblo preguntó en el bar donde podía guardar el camión y le mandaron a casa de Ramón que tenía mucho sitio en el patio.

Así que esa era la relación que Javier tenía con el grupo. Silvia se tranquilizó un poco por saber que Javier estaba aquí por casualidad y no por ser amigo directamente de Alicia.

— ¿Porqué no te pasas un día de estos a comer y nos conoces la casa? — le dijo Marta — ¿tienes planes para mañana?.

— Yo no ¿y tu Alicia?.

— Yo mañana tengo el día muy complicado. Pero vete tu, por mi no te preocupes.

— Entonces nos vemos a la comida. Pondré un plato mas. Hasta mañana.

Ramón y Marta se fueron a casa. Javier y Alicia volvieron a sus respectivos trabajos. Antes de despedirse Juana quedó con Silvia para la noche a tomar algo en el pub.

—Yo también me apunto — dijo Luis Miguel.

— Ya. Y luego ¿Cómo vuelves a casa? ¿Borracho y con el piloto automático?

— Bueno, confío en que alguna de vosotras me haga un rinconcito en su cama.

— No le hagas caso Silvia, está mas salido que el pitorro de un botijo. Ladra pero no muerde.

Luis hizo el amago de morder una teta a Juana.

— ¿Quieres que muerda? ¿Así?.

Juana se apartó mientras se reía.

— Anda, vete a darte una ducha fría y nos vemos luego.

De vuelta a casa Silvia se encontró con Benito.

— Pero chica, si no has parado en todo el día. Alberto te dijo que descansaras: ¿lo recuerdas?

— Pero descansar es hacer algo distinto de lo que haces habitualmente — Silvia no sabía que hacer. Si lo que había hecho le parecía excesivo ¿Cómo explicarle que luego se iba de copas y mañana a casa de unos amigos?

Benito prosiguió:

— Mira, a mi me da igual lo que hagas siempre que no me busques problemas con mi jefe. Si no quieres quedarte en casa quietecita llama a Alberto y pídele permiso.

Silvia encajó este repentino golpe de realismo. La actividad del día le había llevado a olvidar quien y que era. Si tenía una semana de vacaciones era porque Alberto lo había decidido pero seguía siendo su dueño a tiempo compartido. Benito tenía razón, tenía que llamarle. Pero eso le aterraba. De ese tipo de "conversaciones" solía salir una nueva humillación, algo que la arrastrara un poco mas bajo. De todas formas no quedaba mas remedio.

— Dame el móvil — pidió, puesto que una de las funciones de Benito como chulo de Silvia era controlar sus llamadas. Benito lo dejó caer al suelo con desdén. Silvia se agachó para recogerlo mientras veía como Benito la miraba sonriente desde su superioridad.

— Hola Alberto. Te llamo porque estoy en una situación en la que no se lo que tengo que hacer. Me han invitado a ir de copas esta noche unos amigos de mi hermana. Por supuesto haré lo que tú me digas.

— Ahora no puedo atenderte Silvia, estoy leyendo el periódico. No te preocupes, tomo nota y cuando acabe te llamaré al móvil para darte una respuesta.

¿A que venía esta nueva humillación? La respuesta tan estúpida de Alberto la dejó descuadrada. No podía dejar de leer el periódico un minuto para responderle. Le contó a Benito lo que le había dicho Alberto.

— Bueno, pues ya nos lo dirá. Ahora dame el móvil, ya sabes que tengo que llevarlo yo.

— Pero la llamada que tengo que esperar

— Si, ya lo se. Preferiría estar solo pero tendré que llevarte pegada como una ladilla hasta que Alberto se digne en llamar. No querrás que no te encuentre ¿verdad?

— ¿Es que vas a alguna parte?

— Pues si, voy a dar una vuelta y tomar una cerveza. Tu misma.

Benito salió a buen paso y Silvia tuvo que salir detrás sin perderle de vista. Recorrió medio pueblo sin rumbo fijo. De vez en cuando giraba 180 grados y volvía sobre sus pasos. Y Silvia le seguía de igual modo temiendo a cada paso que alguien la viera seguir de forma tan rara a su chofer. Finalmente entró en una tasca llena de aldeanos jugando la partida bajo la nube de humo que producían sus puros. Solo había libre una mesa con una silla. Benito se sentó y pidió una cerveza. Silvia sin saber que hacer se quedó de pie al lado.

El camarero trajo la cerveza y pregunto a Silvia si quería algo. Ella negó con la cabeza. Aunque tenía sed no llevaba la cartera y era mas que dudoso que Benito la fuera a invitar. Allí se quedó de pie al lado del que teóricamente tenía que servirla a ella y no al revés.

Benito se tomó su tiempo mientras Silvia miraba aterrada las caras que se fijaban en ella aunque no le pareció encontrar ningún conocido cercano. Finalmente el negro se levantó.

— Ale, me voy. Jose, dime que te debo.

Pagó y salió seguido por Silvia. Torció a la derecha y se encaminó por un sendero que pasaba entre las granjas de ovejas de la cooperativa. Entró en una de ellas y pasó junto a un gran montón de estiércol. Se quedó allí parado contemplando las ovejas, el campo, la montaña. Silvia no entendía a que venía esta repentina afición pastoril.

Llevaba un rato embelesado en la contemplación del paisaje cuando sonó el móvil. Lo sacó y se le "cayó" en el montón quedando parcialmente cubierto de mierda.

— Vaya por Dios, que torpe soy. ¿No vas a cogerlo?

El móvil seguía sonando. Silvia se preguntaba quien era el artífice de esta jugada, Benito o Alberto. Pero no podía hacer mucho mas. Tuvo que agacharse y meter la mano entre el estiércol para sacar un móvil pringoso. Lo medio limpió rápido y contestó.

— Ya era hora — le contestó la voz de Alberto — mi tiempo es muy valioso ¿sabes? La próxima vez que quieras hablar conmigo espero que lo tengas en cuenta

— Lo siento Alberto, no he podido contestar antes.

— Vale. En cuanto a tu consulta, no hay problema. Es comprensible que eres joven y tienes que divertirte un poco. Pero te prohíbo tajantemente el sexo. ¿Queda claro?. No te preocupes que la semana que viene tendrás para hartarte — Silvia estaba a punto de decirle que no tenía ninguna intención de follarse a ninguno de los amigos de Alicia pero Alberto no la dejó hablar — Te voy a poner otra condición pero esta es por tu bien, para evitar que te acuestes muy tarde y descanses poco. Hasta medianoche puedes quedarte sin problemas con tus nuevos amiguitos. Pero a partir de esa hora, cada 30 minutos tendrás que quitarte una prenda y cuando salgas, como máximo puedes llevar siete. Por tanto a las 3:30 si aún estás por ahí, te quedarás en pelotas.

— Alberto, no te preocupes, yo….

— Si, ya se que tienes tendencia a exhibir tus encantos pero en otros ambientes. Recuerda donde estás ahora y las consecuencias que puede tener para ti que en tu pueblo todos se enteren de la clase de furcia que eres en realidad.

— Lo he entendido Alberto. Pero

— No te preocupes por las prendas que te quites. Benito estará cerca y se encargará de hacerlas desaparecer. Esto es solo para evitarte la tentación de volvértelas a poner.

— Entendido Alberto. Haré lo que me has dicho.

— Esta es mi putita. Adiós.

— Benito, Alberto me ha dicho que

— Ya se lo que te ha dicho zorra. Lo hemos hablado antes. Ahora vamos a casa para que puedas adecentarte un poco. Tienes mierda pegada en el pelo.

Regresaron. Silvia se limpió el pelo con una toallita húmeda y Benito le informó:

— Encima de la cama te he dejado la ropa que tienes que ponerte.

Una nueva humillación. Ni siquiera en su semana de descanso la iban a dejar en paz. Silvia dirigió sus pasos lentamente a su habitación temiendo que la obligara a salir vestida como una puta. Sin embargo esta vez fue moderado. Sobre su cama había una falda no muy larga pero llegaba casi a las rodillas. Un top que dejaba el ombligo al descubierto, una chaquetilla de lana y un cinturón ancho que al abrocharlo cubría lo que no tapaba el top. Completaba el lote, un conjunto de lencería de encaje, sujetador, bragas y medias. En total 7 prendas tal y como había dicho Alberto.

— ¿Y los zapatos? ¿Tengo que ir descalza?

Benito le tendió un par de zapatos de tacón.

— Estos te los regalo yo. Como en el cuento de Cenicienta, es lo único que no desaparece cuando todo lo demás se va a la mierda. No cuentan como prendas.

Silvia se quedó esperando a que Benito saliera pero enseguida éste le sacó de dudas.

  • Vamos que ya estoy harto de verte en pelotas. Pero tengo que asegurarme de que no te pones nada mas. Empieza de una puta vez.

Silvia se desnudó y se dio una ducha. Cuando volvió a la habitación vio la erección que empezaba a tener Benito bajo los pantalones. Se puso el conjunto de lencería. Cuando miró a Benito vio que tenía la polla fuera, como un mástil y se la acariciaba enseñándosela a Silvia sin pudor alguno.

— Si no fuera porque Alberto te lo ha prohibido, ahora mismo te la metería hasta la campanilla.

Silvia no sabía que decir y siguió vistiendose. Benito continuó:

— No te preocupes por mi, a la salida del pueblo he visto un puticlub bien aparente. Quien sabe, a lo mejor algún día acabas ahí. Mañana te contaré como es.