Moldeando a laura-1
Tras un encuentro fortuito Áxel conoce a Laura y se inicia una historia de juegos de dominación, sexo y morbo que les lleva mucho más lejos de lo que se podían imaginar...
MOLDEANDO A LAURA (I)
Mi nombre es Axel y pienso que ya va siendo hora de poner negro sobre blanco algunas de las experiencias vividas hasta ahora. Me lo pide el cuerpo
Tal vez estoy comenzando por el final pero, una vez me he decidido a escribir esta es la primera historia que se me ha venido a la cabeza.
Hace unos años la fortuna me giró la espalda – o como me gusta pensar me invitó a ir por otro camino-, todo se complicó y lo que había conseguido a base de muchos años y esfuerzo se volatilizó en poco tiempo y, con lo material, también desaparecieron las falsas amistades y todo lo artificial y artificioso que llena nuestra vida poco a poco hasta invadirla sin que nos demos cuenta.
Ni que decir tiene que entré en una época complicada y desagradable en la que, entre otras cosas, mi deseo y por ende el sexo y su práctica fueron desapareciendo lenta e inexorablemente de mi vida. Yo que siempre había sido tan activo sexualmente… y que había tenido, -porque no decirlo- muchas mujeres a mi disposición. No me reconocía a mí mismo y lo peor es que tampoco estaba especialmente preocupado al respecto. Para mí era un daño colateral más.
Pero lo que ahora importa se inició un lunes de una bonita mañana primaveral, en un tren de vuelta que hacía el trayecto entre una conocida población de la comarca de la costa del Maresme Barcelonés y Barcelona ciudad. Había pasado el fin de semana en casa de unos amigos, (de los pocos que realmente habían quedado tras mi hecatombe personal), y regresaba a mi casa. Me convertí en profesional liberal en mi sector de toda la vida y aún no tenía una agenda complicada; aunque esperaba que mejorase. No tenía nada importante que hacer hasta el día siguiente.
En la primera estación subió ella y se sentó en el asiento de mi derecha; últimamente no suelo hacer demasiado caso de las mujeres que pasan cerca de mí, pero su perfume me despertó del sopor matinal y me hizo mirarla de reojo: alrededor de 30 y pico años, rubia, pelo largo peinado hacia atrás y recogido en una impecable cola de caballo, ojos verde oscuro y formas pronunciadas y atractivas; vestía pantalones negros con raya diplomática gris clara, blusa negra, bajo una elegante torera de fina piel también negra, botines negros con un fino tacón e impecablemente maquillada, ni un ápice de más, lo justo para resaltar su indudable belleza.
Sorprendido por mi repentino interés, al cabo de un instante volví a dedicarle una mirada con cierto disimulo, -nunca me ha gustado incomodar a los demás rompiendo ese invisible círculo de privacidad que todos defendemos y veneramos-, y pude ver que se entretenía jugando mecánicamente con su tablet que había extraído de su bolso negro y manteniendo un rigor en su expresión realmente serio e inexpresivo. Ya estaba a punto de perder el interés cuando llamó mi atención un detalle: entre dos de los botones de su ajustada blusa se producía una abertura, un pliegue que me permitió ver furtivamente su sujetador. Era de color azul marino, con encaje y me pareció realmente elegante, como su portadora. Lo cierto es que aquella mujer desentonaba entre el resto de la fauna que ocupaba el tren.
Dediqué alguna que otra mirada furtiva más y, finalmente, me olvidé pensando en mis problemas. Tras un buen rato, el frío aviso de megafonía del vagón me devolvió a la realidad: “Próxima estación Plaza de Cataluña”. Me levanté y me acerqué a la puerta más cercana para conseguir un buen lugar e impedir, en la medida de lo posible, ser arrollado en la salida. Por su perfume pude saber que ella estaba esperando tras de mí, muy cerca, aunque no lo suficiente para sentir su contacto. Se detuvo el tren, se abrieron las puertas, y bajé quedando un tanto bloqueado. Cuando se despejó un poco mi camino vi que ella caminaba unos tres metros delante de mí. Realmente tenía una excelente figura y tuve que reconocer que sabía caminar. Era elegante. Llevaba apenas unos segundos disfrutando del espectáculo cuando hizo un gesto repentino, sacó su móvil del bolso y respondió una llamada. Hice ademán de escuchar su voz, pero llamó más mi atención que se le caía algún objeto al suelo, me acerqué en dos pasos y lo recogí. Era una estilográfica de color negro, realmente bonita. No lo pensé apreté el paso, toqué ligeramente su brazo derecho, -el que no tenía ocupado con su móvil- y con una ligera sonrisa me dispuse a entregarle el objeto en cuestión. Ella se detuvo, dijo algo a su interlocutor al otro lado del teléfono, se giró bruscamente y con cara de pocos amigos y un tono desagradable me contestó:
- ¿Qué coño quieres?
Yo, totalmente sorprendido le contesté:
- Se le ha caído esto señorita…
Y extendí mi mano derecha para mostrarle el motivo de mi acercamiento. Literalmente me lo arrancó de mi mano y sin darle tiempo a nada más le dije:
- ¡Está visto que la educación ya no está de moda!
Y automáticamente comencé a caminar con un cabreo que crecía exponencialmente con cada uno de los pasos que daba, diciéndome a mí mismo que no voy a aprender nunca. Ciertamente me sentó fatal y es que soy un individuo un tanto chapado a la antigua, de los que piensa que la educación no es una pose, no es solamente una forma de quedar bien, sino que es una forma de demostrar nuestro respeto y consideración hacia los demás que finalmente redunda en que el día a día sea un poco más agradable para todos.
Con esas llegué a la salida, junto a Rambla de Cataluña, y me paré en un semáforo rojo para los peatones, esperando se pusiera verde, cuando de pronto escuché tras de mí:
- ¡oye!¡oye!,
Me giré sin estar seguro si se dirigían a mí y allí estaba ella, acercándose en mi dirección con paso rápido y diciéndole a alguien que la escuchaba a través de su móvil:
- Oye te dejo, te llamo luego…si un beso.
Llegó hasta donde yo me encontraba y me dijo un tanto atropelladamente:
- Quería darte las gracias y perdona, quiero decir que lo siento que he sido una borde que perdones.
Me di el gustazo de mirarla fijamente durante dos segundos antes de contestar. Estaba allí, frente a mí, esperando mi contestación como quien espera una sentencia. Su expresión ya no era tan dura y guardaba su móvil en el bolso mientras sujetaba a duras penas su torera. Era realmente atractiva.
- Disculpas aceptadas, no pasa nada.
Y me dispuse a continuar mi camino.
- Perdona, ¿me puedes sujetar el bolso un momento?, tengo frío…
Me sorprendió con ese movimiento, no me lo esperaba y más por la sorpresa, que por una actitud de seguridad o enfado no dije nada y estiré mi mano para que me entregara el bolso. Me lo dio y estiró su torso hacia delante tensando la tela de su blusa, mientras hacía el gesto de ponerse la prenda, y yo no perdí detalle del generoso tamaño y la forma de aquellos pechos que amenazaban momentáneamente con vencer la resistencia de los botones mientras se colocaba la torera. Al instante me dijo:
- No sabes cuanto te agradezco que hayas rescatado mi pluma, tiene un gran valor para mí. Te estoy muy agradecida, de verdad…
- No hay de qué –contesté-, pienso que es lo normal.
- No creas…
- Bueno, tengo que irme, - le dije devolviéndole el bolso-. Buen día.
- ¡Espera! –me dijo-, me gustaría agradecértelo de alguna manera
Me quedé un tanto fuera de juego, aunque mi cerebro que siempre va por libre pensó ¡ya te iba a decir yo como me cobraría el favor!, aunque evidentemente, no dije nada de eso y simplemente me escuché decirle sin mucha convicción:
- No es necesario…
- Mira, esta es mi tarjeta –me dijo extrayéndola de un diminuto bolsillo exterior de su bolso, si quieres me llamas o me envías un e-mail y te invito a un café en algún momento…
Me volvió a sorprender de nuevo y solamente se me ocurrió volver a decir:
- No hace falta, de verdad…
- No quiero que te sientas obligado…
Pero por fin recuperé mi agilidad mental, estaba insistiendo mucho por alguna razón…- ya iba siendo siglo- y le dije:
- No sería mejor que yo te dé mi móvil, quiero decir mi número de móvil, que si te doy el móvil no podrás llamarme, y además tú ya tienes uno muy bonito –¡ pero que dices! ¡estúpido, capullo, cenutrio!-, y así me llamas cuando lo creas conveniente; te doy la oportunidad de cambiar de idea.
Ella sonrió, lo que le imprimió una belleza a su semblante espectacular sacó su móvil del bolso, lo desbloqueó y me miró con él en la mano, esperando.
- Mira es el 6.1.6.5.7.
- ¿Y tu nombre es?
- Axel
- Yo me llamo Laura –y se acercó para darme dos besos-
- A los que correspondí con suavidad –que bien olía, que piel tan suave-
- Bueno, Axel, te tengo que dejar y gracias de nuevo –y comenzó a caminar- y perdona de nuevo – me dijo mientras se alejaba-
- Adiós Laura, gracias a ti –dije para mí en voz baja- parece que esta semana no empieza con mal pie.
Y seguí caminado hasta mi casa.
El resto del día transcurrió sin demasiadas complicaciones, muy poco trabajo y la única novedad reseñable es que me notificaron la resolución de un juicio realizado dos meses atrás: sentencia favorable y me debían indemnizar con un buen pellizco. Vaya, parece que las cosas se iban solucionando, poco a poco.
Me había acordado intermitentemente de Laura cuando me llegó un whatsapp al móvil. “¿Te puedo llamar?”. No reconocí el número y respondí al mensaje con un escueto “¿quién eres”?. Me llegó enseguida otro de vuelta con un “Laura”. Me quedé sorprendido y rápidamente fui a mi cartera a buscar su tarjeta:
“Laura Martín Arias
Economista “
Y el nombre de la conocida auditoría en la que trabajaba, dirección, el teléfono de su empresa y, por fin su número de móvil. Decidí que tenía que estar más despierto y, tal vez, sacara algo positivo de todo esto. Enseguida sonó mi móvil y contesté:
- Sí, dígame
- Hola, Axel soy Laura… -contestó tímidamente y algo insegura-
- Hola, ¿a qué se debe el placer?
- Ya te dije que te llamaría…
- Sinceramente, no lo esperaba.
- ¿Por qué? –contestó ella un tanto sorprendida-
- Por que son cosas que se dicen pero prácticamente nadie hace.
- Yo no soy así…
- Bueno no te conozco, y de momento no me he formado una opinión de ti.
- ¿Y qué puedo hacer para convencerte?
La pregunta me produjo una sonrisa malévola que ella, evidentemente no pudo ver, y mi mente se puso a trabajar a mil por hora y, en un segundo tomé la decisión; me la iba a jugar a cara o cruz, total, no tenía nada que perder…
- Mira Laura, lo que ahora mismo me podría interesar de ti no es algo que se pueda decir así, sin más. Y supongo que es una idea muy, muy descabellada.
- ¿Tan complicado es…?
- Atrevido, diría yo…
- ¿Y que es? Soy muy curiosa…venga no te hagas de rogar.
- Escuchar esa bonita voz, esa voz sensual mientras gimes de placer
¡Toma ya!, ahí estaba lanzada la bomba, ahora a esperar a que me enviase a la m…
- ¡Joder!, no te cortas un pelo ¿no?
- No querías que te lo dijera. Pues es lo que me has provocado desde que te tenía al lado en el tren y, créeme pocas mujeres llaman mi atención últimamente.
- Entonces supongo que debo sentirme halagada.
Vaya…esto se pone interesante –pensé- veamos hasta dónde está dispuesta a llegar.
- Bueno, ¿pero no pretenderás que me ponga a fingirte que estoy excitada, o que tengo un orgasmo así, de buenas a primeras?
- No, claro que no, pero podemos intentar que llegues a estar excitada y que desees tenerlo, es una cuestión de motivación…
- ¿Cómo dices…?, ¿qué me estás proponiendo?
- Se puede decir que un juego. Si… eso es un juego.
Yo sabía perfectamente lo que le estaba proponiendo. Permaneció en silencio un instante, que por cierto se me hizo eterno para finalmente responder:
- ¿Qué clase de juego?
- Uno en el que yo te doy instrucciones, en el que tus manos actuarán como si fueran las mías, como si no te pertenecieran, en definitiva un juego en el que tú obedeces para sentir placer.
- Pues parece muy sugerente… ¿es divertido?, es decir…¿has jugado alguna vez?¿funciona…?, es que suena raro. –me dijo con la voz un tanto nerviosa-
- Sí, he jugado mucha veces y créeme funciona, el resultado dependerá de mi compañera de juegos. ¿Eres buena jugando?
Le dije esto totalmente convencido de lo que decía. Lo cierto es que sí he jugado al juego que le proponía, y otros parecidos, en muchas ocasiones y con varias “jugadoras” y, para ser totalmente sincero, se me da realmente bien, y con la práctica he ido perfeccionándolo. Estaba seguro del resultado, y este, solamente dependía de su entrega y de lo morbosa que fuera, pero parece ser que eso estaba a punto de averiguarlo… y eso me excitaba mentalmente…Si ella quería la pondría a prueba en una versión reducida pero intensa de uno de mis juegos.
- No sé… ¿y no podrías concretar un poco más? – me preguntó-
- ¿Dime qué quieres saber?
- ¿Tiene reglas?
- Si. Pocas y sencillas. Básicamente lo que te he dicho…y además que existen diferentes niveles. Yo te iré preguntando si quieres subirlo en determinados momentos y tú decidirás. Si tu respuesta es afirmativa deberás seguir mis instrucciones al pie de la letra y si no lo haces, sencillamente, acaba el juego.
- ¿Y si no quiero subir el nivel?
- Acaba el juego también y claro, nuestra conversación, después de que pase el momento no tendría sentido seguir. ¿Qué decides por fin?
Ella no muy segura me contestó:
- Bueno…aquí no estoy sola, espera que cerraré la puerta del salón…
Escuché como dejaba el móvil sobre algún sitio y unos pasos acelerados alejarse, luego un pequeño golpe y los pasos que se acercaban de nuevo.
- Está bien, probemos… ¿qué tengo que hacer?-me dijo de nuevo al teléfono-
- En primer lugar necesito que me describas tu entorno, dónde estás ahora mismo, en que posición estás, si estás sola, y por supuesto, que me indiques con detalle que llevas puesto.
Se hizo un silencio muy intenso que duró varios segundos y durante ese tiempo temí que fuera a echarse atrás, pero finalmente rompió el silencio y me dijo:
- Estoy en el salón de casa, sentada en un sillón grande, con orejas, y me temo que la ropa que llevo no es especialmente sexy…
- Eso lo decidiré yo. –Le dije con cierta autoridad, incluso un tanto secamente-
- ¡Oye un poquito de calma!
- Bueno Laura, si vas a estar a la defensiva y tensa, mejor lo dejamos aquí. Cada uno tiene su rol en este juego, y yo conozco perfectamente el mío
Me la jugué. Por otras experiencias sabía que ese era el punto de inflexión; si lograba que ella aceptara todas las reglas bajaría la guardia, y eso en mujeres como ellas, seguras, inteligentes, con carácter, con una fachada un tanto fría y dura, equivalía a conseguir que se quitara la máscara que tenía para relacionarse con el mundo, y que bajara sus defensas.
- No pero es que…no sé, me corta un poco.
- Tú me has dicho que querías compensarme y yo te propongo un juego para divertirte, sin riesgo, sin compromiso y lo puedes dejar cuando te parezca. Entonces dime: ¿Cuál es el problema? . ¿Tal vez es que no te atreves…?
Y acabé de minarle la moral.
- ¡Claro que me atrevo!. Sigue.
- Lo habíamos dejado en tu ropa…
- Sí…llevo una camiseta gris de manga corta, muy ancha y larga, un sujetador blanco, normal y unas braguitas blancas, y te he dicho que nada especial.
- ¿Y tu cabello?
- Recogido en un cola, como esta mañana. Recuerdas… ¿no?. ¿Y ahora?
No le di la satisfacción de responderle y continué.
- ¿Estás sola en casa?
- No en este momento, aunque, normalmente si porque vivo sola. Está la chica que viene a limpiar en casa
- Entonces pon el teléfono en manos libres pero déjalo lo más cerca posible, es imprescindible que nos oigamos muy bien.
- Vale, un segundo…¿me oyes bien?
- Perfectamente.
Lo cierto es que estos aparatos de última generación son una maravilla. Pensé.
- Bien quiero que te sientes cómodamente, cierres los ojos y te concentres en mi voz y en lo que te voy a ir diciendo.
- Vale…
Comencé a hablarle con voz pausada, lo más cálida y suave posible.
- Lleva el dedo índice de tu mano derecha a tu boca y, con la punta, acaricia suavemente tus labios, despacio quiero que sientas su suavidad, su calor.
Esperé unos segundos y pregunté:
- ¿Son suaves?
- Sí, mucho
Me contestó con una voz más relajada de lo que yo esperaba:
- ¿Te gusta su tacto?
- Si.
- Bien, ahora quiero que abras ligeramente tu boca y acerques la punta del dedo a la punta de tu lengua y lo introduzcas para humedecerlo.
- Si…
- Mójalo despacio
Escuché como emitía un ligero sonido al abrir la boca y mojarlo
- Y ahora llévalo al lóbulo de tu oreja derecha y acarícialo suavemente, lentamente y mientras, ve humedeciendo el mismo dedo de la mano izquierda.
Noté un pequeño suspiro que apenas pudo contener. Íbamos por buen camino. Tras unos segundos le di nuevas instrucciones.
- Ahora con la punta de tus dedos acaricia tu cuello, tus mejillas, tu nuca desde abajo hacia arriba, suéltate el pelo y enrédalo con suavidad… despacio, muy despacio…luego lo sueltas acariciándolo lentamente.
En esas tareas la tuve durante un par de minutos, sin dejar de hablarle en ningún momento, sensualmente, pidiéndole que sintiera lo suave que era su piel, que se concentrara en sus sensaciones. Pasé a la siguiente fase:
- Ahora dime si te gusta.
- Ummmm, mucho…es muy agradable…
- Bien, ahora quiero que pongas tu mano derecha frente a tu boca, muy cerca, que saques tu lengua y que empieces a lamer tus dedos uno a uno, lentamente, también entre ellos, y después que continúes por tu muñeca y tu antebrazo.
- Vale…
Escuché un leve sonido cuando sacaba la lengua y empezaba a hacerlo y, también, cada vez que se lamía emitía un ligero aaaaah, como chupando golosamente un helado. Además su respiración empezó a agitarse levemente. Después le indiqué que hiciera lo mismo con la mano izquierda y obedeció sin rechistar
- Laura.
- Sí…
Su voz estaba totalmente transformada, ahora era dulce, sensual, tranquila y había bajado notablemente el tono. Me gustaba.
- ¿Quieres que pasemos al siguiente nivel?
- Si…
- Adelante pues…
Ahora llegaba el momento de ver realmente si le iba el morbo, tanto como parecía, si necesitaba divertirse, si se entregaría por fin. En caso afirmativo, esto no sería más que el inicio de una serie de secuencias que se amontonaban en mi cabeza y a las que después, con calma, les daría orden y concierto. Continué con la acción.
- Despacio, coloca tus manos abiertas sobre tus pechos, por encima de la camiseta, con toda la delicadeza de la que seas capaz y siente tus latidos a través de ellos y como se transmiten de tus manos a tu piel y de ahí a tus manos, como si se retroalimentaran en un círculo de sensaciones sin fin…
Tras unos segundos me dijo:
- Siento como si mi pecho se calentara y… -calló-
- Lo sé, tus pezones empiezan a endurecerse despacio y tus aureolas se contraen
- Si… ¿pero cómo sabes tú…?
- Eso da igual. Ahora dime, ¿cómo son tus pechos?¿te gustan?
- Pues…si…me gustan…son redondos, de buen tamaño, no llegan a ser muy grandes, con una aureola un poquito oscura y grande y…
- ¿Y qué…?
- Son muy sensibles.
Estaba seguro de ello, se le notaba en la voz. Era el momento.
- Quiero que pellizques suavemente tus pezones por encima de la ropa, estíralos un poquito.
- Si…lo estaba deseando…
Por primera vez la escuche dejando escapar unos dulces gemidos
- Mmmm…mmm…ooh…
Tras unos segundos le dije:
- Ahora con más fuerza, todo lo fuerte que quieras.
Lo hizo al instante y el resultado no se hizo esperar.
- Uuufff, me estoy poniendo a cien…mmmm
- Ahora quítate la camiseta
- Sí, un momento…¡mierda!
Se escuchó un golpe que resonó en mi cabeza. Estaba tan nerviosa que tiró el móvil al suelo sin querer y yo casi me quedo sin oído derecho.
- Perdona, joder es que no recordaba que lo había puesto en el brazo del sillón.
- No pasa nada pero te advierto que la próxima vez te castigaré.
- ¿Cómo dices? – me contestó divertida –
- Lo que has oído, tienes que cuidar los vínculos que te unen a mí mientras jugamos, de lo contrario rompes el clima y cortas la acción y, evidentemente, eso no pude quedar impune, ¿Esta claro?.
- Si…vale…está bien – contestó entre sorprendida y expectante –
- Sigamos Laura. Pon de nuevo tus manos abiertas sobre tus pechos y, ahora, las vas cerrando de manera que los acaricies desde atrás hacia delante agarrándolos y, cuando llegues a los pezones usas tus dedos para acabar en un pequeño estirón de tus pezones, ¿entendido?
- Creo que si.
Esperé a que se iniciara la acción y el efecto no tardó en notarse. Sus gemidos aumentaron sensiblemente de volumen y se hicieron un poco más largos. Comencé a hablarle de nuevo:
- Siente las sensaciones por todo tu pecho y estira bien de tus pezones, eso es sigue así y ahora Laura, te vas a detener y vas a dejar caer saliva desde tu boca en tus pezones, primero en el izquierdo y luego en el derecho, ¿entendido?
- Si…uuuhhmmm
Y se escuchó como su boca preparaba la salida y luego con un leve sonido la dejaba caer una … dos veces.
- Juega con tus pezones, que se pongan muy, muy duros.
- Ya lo están… Oooh, esto me encanta
- Sigue…¿llegas a lamerlos con tu lengua?
- Si
- Pues hazlo
Mi tono era cada vez más imperativo pero manteniendo la voz cálida, para no romper la magia de la excitación. Tras un instante escuché como pasaba su lengua por sus pezones, el sonido que hacía mientras su lengua se movía, sus gemidos, su respiración, y lo cierto es que a mí me estaba causando una erección considerable imaginar a esa mujer en plena acción. Seguidamente le pregunté:
- ¿Te gusta este juego?
- Me encanta, me estoy poniendo a cien
- ¿Estás húmeda?
- Si…la verdad es que tengo un calorcito ahí abajo…
- Bien, de eso se trata
- ¿Y tú?... ¿cómo estás?
- Eso ahora no es lo importante, pero te diré que, de momento, estoy agradablemente sorprendido contigo.
- Eso me gusta. ¿Qué tengo que hacer ahora?
- Quiero que pongas tu mano derecha sobre tu muslo derecho y déjala ahí sin moverlas, mientras la izquierda sigue jugando con tus pechos, ¿entendido?
- Si, ya lo hago
Escuché como seguía trabajando sus pezones con su lengua y esperaba, un tanto ansiosa, mis nuevas instrucciones.
- Acaricia tu muslo con la punta de tus uñas desde la rodilla hasta tu ingle, despacio, y desde ahí de nuevo a tu rodilla.
Así la mantuve lamiendo sus pechos y acariciando sus muslos y notándola cada vez más excitada. La imaginaba calentándose, excitándose, sintiendo cada vez más humedad y más calor y eso me hacía excitarme, no solo físicamente, sino mentalmente. Decidí hacer que sufriera-disfrutara un poco más.
- Pon tu mano derecha sobre tu braguita y presiona suavemente sobre los labios de tu coñito.
- ¡Oh, si! Por fin…uuuuffff
- Despacio he dicho que solamente presiones, nada más, ¿está claro?.
- Si, claro…ummm, como me tienes…mmmmh
- Introduce la punta del dedo índice en tu coñito pero sin apartar la braguita, que entre la tela también
- Ohhh, siiii, qué mojado….mmmm, ¡joder que caliente estoy!
La estaba calentando mucho sobre todo gracias a su entrega; era una buena jugadora, y estaba casi seguro de que iba a poder extraer mucho más de ella para placer de ambos. El juego siguió.
- Ahora deja el dedo ahí, sin moverlo
- Pero…
- ¿Qué ocurre?
- Que estoy muy cachonda, mmmmm, necesito más…por favor
Ahora ya empezaba a estar donde yo quería…
- ¿Y si yo decido no dártelo?
Esta era una pregunta totalmente estudiada y, fuese cual fuese su respuesta estaba atrapada
- Pero me estoy portando muy bien…estoy siendo muy buena chica…estoy siendo…
- ¿Obediente?
- Si…como una niña buena…
- ¿Te excita obedecer?
- Supongo que sí…no lo había hecho nunca…
- Entonces habrá que premiarlo. Aparta la braguita a un lado y acerca el dedo índice de tu mano a la entrada de tu coñito, despacio, muy despacio…pero sin introducirlo
- Vale
- Ahora comienza a hacer pequeños circulitos con él dedo justo en la entrada, presionando suavemente
- Oooohhhh, si…ohhhh, necesito que entre, por favor, estoy muy caliente
- ¿Cómo de caliente?
- Mucho…uuuuufffffff…mucho
- Mételo dentro de ti hasta el fondo ¡Ahora!
- AAAaaaaaaahhhh, OOOOooouuuummmmmmfffff!!
Su gemido fue casi como un grito, estaba desbocada y ardiendo, y a mí, aunque me mantenía firme, me estaba provocando una excitación y una erección descomunal
- Ahora deja el dedo ahí y no lo muevas; debes estar totalmente quieta…¡y deja de mover tus caderas tramposa!
- ¡Pero como coño sabes que la estaba moviendo!
- Eso es cosa mía Laura, pero como no obedezcas, esto se acaba ¡ya!
El tono de mi voz ahora era totalmente firme e imperativo, yo tenía el mando y ella lo estaba aceptando, el placer y la excitación prevalecía sobre su mente y su raciocinio. Estaba entrando en mi red, por lo menos de momento…
- Ahora saca el dedo hasta afuera, ¡ya!
- Uuuuuufffff, si
- y mete dos dedos en tu coñito, ¡ahora! Y déjalos dentro de ti sin moverlos, ¡es una orden!
- OOOooohhhh si, si, siii…uuuffff
Pude escuchar el golpeo de su mano contra su vagina al introducir sus dedos con toda la fuerza que pudo
- Estoy muy cachonda, ¡estoy muy caliente!
- ¿Si?¿Y como puedes hacerme entender lo caliente que estás?
- ¡estoy ardiendo!¡estoy empapada!...estoy mojando el sillón con mis jugos y necesito correrme ya…
- Ni se te ocurra…esto acaba de empezar…
- ¿Cómo? ¡Pero si estoy caliente como una perra!
Era la primera vez que Laura perdía la compostura y utilizaba un vocabulario más explícito, íbamos por buen camino…
- Pues tú decides, o me obedeces en todo lo que yo te ordene, o se acaba el juego y te satisfaces tu sola
Se creo un silencio tenso que rompió ella con su respuesta
- No, haré lo que tú quieras, pero por favor no pares…
- Esta bien, ahora quiero que lleves tus dedos a tu boca y que pruebes tu sabor, vamos lame esos dedos. Chúpalos
- Si…ummmm, ummmmm
Pude escuchar como chupaba con fruición el fruto de su excitación y como lamía y se relamía sin recato
- ¿Te gusta tu sabor?
- Si…uuuummmmmm, me excita…oooohhhh
- Pues ahora Laura, quiero que bajes los dedos de nuevo a la altura de tu coñito y que con ellos bien húmedos busques tu clítoris y lo acaricies con suavidad, muy despacio. Seguro que está muy hinchado ya
- Siii, siii, siii, oooohhh, que placer….que placer.. ufffff
- Pero no se te ocurra correrte, ¿me escuchas zorrita?
- Siii
Sin que ella se diera cuenta yo había introducido también un lenguaje más explicito para dirigirme a ella, pero no pareció importarle, al contrario
- Veo que atiendes por el nombre que te he dado
- Siii, soy una zorra, ahora mismo soy lo que tu quieras oooohh, ¡joder que caliente estoy!
- Escucha putita, deja de acariciarte ahora mismo y pon tus manos sobre los brazos del sillón
- Pero….
- ¡No me discutas!, ahora mismo soy yo quien manda ¡esta claro!
- Si
- Tú solo eres la puta caliente que me obedece
- Si, soy tu puta, si soy tu zorra, tu perra, tu esclava
- ¿Eres mi esclava?
- Si, lo soy uuuufffff
- Pues entonces tendrás que llamarme amo, ¿no crees que es lo correcto?
- Si, amo, si mi amo…….¿que hago ahora?
- Pues vas a masajear tus pechos y pellizcar tus pezones con las dos manos mientras echas tus caderas hacia delante arqueando la espalda y comienzas a mover tu pelvis como si te estuvieras follando una gran polla
- Siii, tu polla, quiero tu rabo mi amo
- Todo llegará, si eres una esclava obediente… y muy puta…
- Si lo soy, lo soy uuuuffff, uuuuuMMMMHH… ¡joder si que lo soy!
En esos momentos tenía a Laura en mis manos, y sabía que aunque no estaba tocando su sexo, el morbo de la situación, excitación y los estímulos que se proporcionaban siguiendo mis instrucciones harían que no tardara en correrse. En ese momento le pregunté de nuevo:
- ¿Subimos el nivel?
- Siii, por favor, si
- ¿Si qué?
- Perdón. Si mi amo, por favor
En ese preciso instante se escuchó un sonido seco al fondo de la estancia y una voz apagada que decía:
- ¡Laura!¡Laura!, ¿está ahí?...¿puedo pasar a limpiar el salón?
- ¡Joder! Es Ester la mujer que limpia en mi casa, me había olvidado de ella ¿Qué hacemos?
Que en esa situación Laura me preguntara a mí, denotaba que mi trabajo y su excitación estaban dando unos magníficos frutos. Debía ser ella la que hubiera decidido racionalmente, dando el juego por acabado o deshaciéndose de ella. Estaba claro que había que subir la apuesta y decidí hacerlo…CONTINUARÁ
ESPERO QUE OS ESTÉ GUSTANDO Y QUE OS ENTRETENGA. AGRADECERÉ QUE ME HAGÁIS LLEGAR VUESTROS COMENTARIOS Y VALORACIONES PARA, ENTRE TODOS, DECIDIR SI SEGUIMOS CON LAS AVENTURAS DE AXEL Y LAURA. MUCHAS GRACIAS .