Moi Lolita

Real, morbosa y excitante experiencia de una chica que sólo quiere poder ser golfa cuando y donde le apetece. No apta para mentalidades cortas ni envidiosas.

"MOI LOLITA"

¡Hola de nuevo!, soy Mayte, ya hacía tiempo que no escribía para vosotros, ¡No! No me he olvidado de vosotros, es que cada vez me exijo más y aunque he vivido alguna aventurilla no la he considerado lo suficientemente buena para relatarla. Mi marido me ha animado, y hasta lo he convencido para que escriba parte del relato.

Recordaréis por anteriores relatos que somos una pareja de Cartagena (Murcia), él, Felipe de 40 años, y yo, tengo 30 años, morena, media melena, atractiva, tengo un cuerpo bonito, y me encanta que me miren, y me echen piropos.

Este verano mi marido había decidido pasar una semana en un bonito hotel de San Juan de Alicante, concretamente el Holiday Inn, precioso hotel, cercano a la playa, con Alicante a un paso, y la fantástica playa de San Juan dispuesta para nosotros.

Cada mañana el mismo ritual, desayuno en el hotel, y pertrechados con nuestras toallas y, por supuesto, la crema bronceadora, bajamos a la playa sin más, allí alquilamos una sobrilla y un par de hamacas, tomamos el sol, y nos bañamos sin preocupaciones. Yo acostumbro a tomar el sol en top less, y llamo la atención como cualquier otra chica, los muchachos te rondan para poder admirar tus pechos con sus miradas a hurtadillas, a mi me gusta ver como miran, siempre intento ver si después de observarme hacen ese típico gesto masculino de apretarse su pene, es una clara señal de que les ha gustado lo que han visto.

Esa tarde el calor apretaba, la playa por la tarde estaba mucho menos concurrida que por la mañana, era como un paraíso privado. Mi marido, ajeno al mundo, dormía a pierna suelta. Me asfixiaba y decidí ir a tomar un refresco, tampoco era una novedad pues lo hacía todas las tardes. Me senté en la hamaca y cogí el sujetador del bikini, para ponérmelo, pasé un brazo, el otro, eché mis manos atrás para atarlo, aunque muy despacio…, mi mente valoraba la idea de acercarme al chiringuito de la playa en top less, dudé si era o no apropiado, así que lo até con desgana. Me erguí totalmente, y de nuevo sentí la punzada del ridículo, esta vez doble por enseñar las tetas en un sitio y en otro no, y por mi falta de valor.

Desaté de nuevo las tiras echando mis manos atrás, y tiré el sujetador sobre la hamaca echando a andar de forma decidida hacia el chiringuito, "la suerte está echada", me sentí como parte de una "situación sin retorno".

Cuando llegué allí, sólo había tres clientes, por cierto vestidos de ropa de calle apoyados en la barra del chiringuito, el cantinero Juanito ya me conocía otras tardes, el bar lo lleva con su hijo Carlos pero todos le llaman "Chivi" (según me había explicado es el nombre de un cantante, pero yo no lo conozco), el chico aparentaba los años que tenía, unos dieciocho.

Me senté, y, por primera vez Juanito no mandó a su hijo, como acostumbra, sino que vino en persona. Se situó frente a mí de forma descarada para poder verme bien las tetas, y me dijo.

  • ¿Qué "necesita"… la señorita? El "necesita" sonó con algo de sorna.

Estaba claro lo que quería decir, me había tomado por una buscona, y quería ver que obtenía delante de sus amigotes.

  • Por ahora una coca-cola light. Le dije con una sonrisa que dejaba claro que no se iba a comer una rosca.

Juan se acercó a la barra, cuchicheó con sus amigos, mirando descarado hacia mí. No me importó, me divertía la situación. Al rato se acercó con una bandeja y mi coca-cola.

  • Aquí tiene señorita. Espero que "todo" sea de su agrado (dijo otra vez poniendo una entonación insinuadora). Sí necesita "algo más" sólo tiene que pedirlo.

  • Estoy segura que todo será de mi agrado. ¡Gracias!. Dije cortando la situación.

Le pedí la cuenta y pagué allí mismo, para no tener que acercarme a la barra.

Siguieron los cuchicheos un rato, seguí tomando la bebida sin inmutarme, cuando acabé, me levanté parsimoniosa, me di la vuelta para que pudieran ver bien mis pechos, y me fui.

De este incidente no conté nada a mi marido, me parecía hasta impertinente, así que mejor callar.

Esa noche salimos a cenar, mi marido insiste en que vaya siempre muy sexy, le gusta que me miren y más aún que me deseen, me puse una minifalda negra y un "palabra de honor" rojo (que él mismo me había regalado el día anterior).

Cenamos en el Restaurante Lorea, en el paseo con la playa enfrente, como siempre bajo las miradas furtivas de los camareros, después fuimos a tomar una copa a Texaco (un pub de la zona), nos quedamos en la barra interior pues todas las mesas de la terraza estaban ocupadas, además a mi marido le gusta que me siente en los taburetes, según dice así se pueden admirar mis piernas y se me sube un poquito más la minifalda,

En una de las ocasiones me hizo una foto con el móvil, que por supuesto os regalo, yo tomé tres mojitos, y mi marido dos cubatas, para mí uno ya empieza a ser demasiado, así que con tres terminé encontrándome algo más que contenta.

Después de las copas, decidimos ir a una disco, le pedimos una recomendación a uno de los camareros del pub, que andaba para dentro y para fuera sirviendo mesas, y, no sin antes repasarme de forma insolente con la mirada, nos indicó que en San Juan no había mucha marcha, que mejor fuéramos a Torrevieja a una disco llamada KKO.

Allí nos dirigimos, a mi marido parece no afectarle la bebida, pero a mí me pone como loca, me siento como mareada. Felipe descapotó el coche para refrescarme y mi imagen con la mini más arriba de la cuenta a la vista de todos debía ser llamativa, me fijé y mi marido durante un rato mostró una erección, mientras me decía que era "muy puta".

  • ¡Sí sí! Y a ti que eso no te gusta ¿eh?

  • Joder me pones loco. Te follaría aquí mismo.

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Salimos rumbo a Torrevieja. La discoteca KKO está muy bien, mucha gente, muy divertida. Decidimos quedarnos en un lounge llamado "Garden House", era bonito, había algo de ambiente, ya que era pronto para la disco, nos sentamos en una esquina, casi no se nos veía, por culpa de la posición de la mesa, pero no había otro sitio, a mí no me gusta esconderme pues no me permite exhibir a Mayte, me aguanté.

  • Cariño ¿qué quieres tomar? Me levanté presto a servirla como una reina.

  • Otro mojito mi amooooor.

Eso de alargar las palabras lo hace cuando esta borracha o caliente. Me pregunté si acaso no estaría las dos cosas. Pero como lo hizo mientras abría sus piernas y me enseñaba parte de la tanga, me hizo gracia la contestación.

  • Cariño, me voy contigo que quiero ir al aseo, he bebido ya muchos mojitos y estoy llena.

La acompañé y le señalé hacía donde estaba el aseo, nos dimos un beso y me fui a la barra a hacer el pedido.

La esperé en la barra, tenía una vista sensacional de la puerta del aseo y quería ver cómo salía mi princesa. Unos montón de chicos entraban en ese momento ruidosamente en el lounge, giré la cabeza y los observé, jóvenes, veintipocos años, todos con camisetas… mejor dicho con la misma camiseta, ¡serán horteras! (pensé). La camiseta de color "rooooosa" (¡pa morirse!). Se pegaron a la barra justo al lado mío. Entonces leí: "Despedida de soltero de LUCKY". Y no quedaba la cosa ahí, por la parte de atrás llena de nombres (supuse que de todos los participantes en la despedida de soltero), enmarcados por un "coño", ¡sí sí, un coño! que desde el cuello al culo servía de absurdo marco a todo el conjunto.

El camarero se acercó y en vez de pedir copas, uno de ellos dijo gritando

  • ¡Nos las vamos a follar a todas!

  • Esto pasa hacerle caso a los camareros, vaya sito que me ha recomendado. Pensé.

Mi mujer asomaba por la puerta del aseo, dio unos pasos y repasó la barra con la mirada buscándome, un rictus de sonrisa pícara me indicó que me había encontrado, dirigió sus pasos hacia mí. Andaba de forma insinuante, pasando por el lounge como una diosa. Se acercaba, me estaba poniendo cachondo.

Los chicos se volvieron también a mirarla. Oía comentarios groseros, pero me gustaba.

  • ¡Hoooola! ¿Cómo estás?. Dijo uno de ellos

¡Hola!, ha dicho ¡Hola!, repetía mi mente desorientada. ¿Se conocen? O ¿éste tío tiene mucho morro? Me preguntaba a mí mismo.

Mi mujer desvió la mirada hacia el chico que la saludaba, y… torció su marcha yendo directamente hacia él, dejándome con las dos copas en la mano, y la boca abierta, como un imbécil.

  • ¡Hoooola! (repitió ella), ¡Qué alegría! No esperaba encontrarte por aquí.

Me da algo, de que conocería mi mujer al chico. Lo miré mientras se daban un par de besos en la mejilla. Unos dieciocho a veinte años, guapete, un poco macarra, con esa horrible camiseta rosa de despedida de soltero, pantalones vaqueros, se le veía fuerte de gimnasio, pero sobre todo tenía pinta de tener más cara que espalda.

El muchacho estaba loco de contento un pedazo de tía saludándolo y besándolo delante de los amigos, descaradamente la cogía de la cintura como si fuera amiga suya de toda la vida.

¿Quién coño es este tío, pensé?

  • Voy a presentarte a mi marido. Dijo mi mujer cuando un montón de los chicos se le echaba encima de ella y del amigo para ver que podían sacar.

  • Felipe, quiero presentarte al Chivi. No te acuerdas de él. Sí hombre, es el chico del chiringuito el hijo de Juan. ¿Qué sorpresa verlo por aquí no?

Me empezaba a tocar los cojones la sorpresa.

  • Ah sí, dije haciéndome el convencido, (no tenía ni puta idea del chico ni del padre, ni de la madre que lo parió). Pensé que era mejor seguir la corriente. Así que le di la mano, luciendo una excelente y dentífrica sonrisa de oreja a oreja.

  • Hola, ¿cómo esta? Me dijo todo formal.

  • Pues aquí de fiesta, como tú supongo. Aunque parece que vosotros vais de despedida de soltero ¿no?

  • Sí, así es. Somos todos amigos de San Juan pueblo y de la playa, José Luis, le llamamos Lucky, se casa, será imbécil, y le estamos dando una noche especial. Nos hemos vestido de mamarrachos, pero somos muy formales. Allí en San Juan es una mierda, nos conocen y no hay fiesta, así que nos hemos venido a un restaurante en Guardamar, y ahora a la disco un rato.

  • Tenemos un plan (seguía hablando de forma desenfrenada). A las 04 horas hemos quedado en el restaurante de Guardamar con una stripper, como aún faltan tres horas, nos hemos dicho, vamos a tomar algo a KKO y volvemos después.

  • ¿Es algo tarde para una stripper no? Le indiqué

  • Sí, pero es que la chica tenía otros compromisos, y tenía que ser esa y no otra, por qué el Lucky está loco por ella, así que más vale tarde que nunca, que le meta mano una vez en la vida, nos va a costar un riñón, y sólo puede tocarla él, pero merece la pena, está tremenda la chica. Nos dijo.

A mí me pareció una incorrección hablar así delante de una mujer, con la que además no mediaba mucha amistad.

  • Bueno Mayte vamos a tomarnos la copa. Tercié para cortar la charla

  • ¡No quiero molestar!, dijo el chico con aire compungido.

  • Si no molestas para nada (repuso Mayte), ¿Quieres sentarte un ratito con nosotros? Así descansas de tus amigos. ¡Jaja!.

No sé donde veía la gracia, pero la apoyé.

  • Anda vente a tomar algo a nuestra mesa, así nos podemos conocemos mejor. Añadí no muy convencido.

El chico aceptó con un gesto afirmativo de su cabeza. Dio media vuelta y se acercó a sus amigos, señalando para nosotros dijo algo, que provocó la extrañeza y algún gesto de ánimo de sus amigos. Yo pude oír entre la música de ambiente, algo así como… está buenísima la muy puta…, pero puede que fuera lo que quería oír.

Llegó a nuestra altura, nos dio las gracias, argumentando que ya estaba algo cansado de hacer tonterías, y echó a andar con los dos hacia la mesa.

Nos sentamos, como éramos tres el orden era indiferente, todos estábamos al lado de todos. El "Chivi" y yo nos sentamos de espaldas a la pared, y mi mujer de espaldas a la zona de bar, aún así estábamos tan escondiditos que yo creo que sus amigos no serían capaces de encontrarlo sin buscar afanosamente.

Mi mujer y Chivi, charlaban sobre lo que tenían en común que era la playa y el chiringuito, de pronto me di cuenta que habíamos sido muy descorteses, y dije

  • Chivi, quieres tomar algo. Era evidente que él no tenía copa mientras nosotros bebíamos.

  • Sí pero voy a pedirme un gintónic.

  • No no, de ninguna manera en el chiringuito pones las copas tú, pero aquí eres mi invitado.

Entonces me fijé y parte del grupo de chicos se había colocado en una esquina, único lugar desde donde podían ver lo que pasaba en la mesa. Mi mujer siguió mi mirada y también se dio cuenta de la situación.

  • Tus amigos te vigilan. Por si pasa algo no perdérselo ¿eh?, señalo mi mujer.

  • Son como críos que va a pasar. Dijo Chivi.

  • Mira vamos a matar dos pájaros de un tiro. Repuso mi mujer. Voy a ir yo a por la copa, te la voy a poner yo, y además vas a tener algo que contar a tus amigos.

¿Qué se le habrá ocurrido a ésta? Pensé. Así medio borracha cualquier locura, vamos a ver.

Mi mujer se levantó, y se fue decidida a la barra. Pidió la consumición, pagó, cogió la copa, todos los chicos del grupo la miraban, y echó a andar de forma sensual, movía las caderas, y andaba como una golfa. La minifalda ayudaba a dar un aire de puterío al tema.

Llegó a la mesa baja delante de los sillones, y tiró de ella, la jaló hacia sí, dejando entre ella y nosotros alrededor de un metro. Dio la vuelta alrededor de la mesa, insinuante, sensual. Llegó a la altura del chico, le dio la copa en la mano. El pobre estaba con la boca abierta, estupefacto.

  • Ah perdona, mejor te la dejo encima de la mesa, no sea que se te derrame.

Se dio la vuelta, y se dobló sobre sí misma, las piernas rectas y abiertas unos treinta grados, bajó la espalda y puso la copa en la mesa, quedándose en esa posición.

El chico no salía de su asombro, la falda fruto de la agachada de espalda se había subido hasta la mitad del culito, tenía a menos de un palmo de la cara, además del culito de mi mujer, su coñito aunque recogido por la tanga, era una imagen cargada de sexualidad.

El chico nada decía, solo abría más la boca, parecía que se lo iba a comer.

  • ¿Te gusta como pongo copas? ¿Me contratarías en el chiringuito? Dijo mi mujer.

  • Me, me, me, encanta. Dijo tartamudeando.

  • De verdad cariño que te gusta. Decía mi mujer de forma melosa, como una auténtica puta.

  • Sí, sí, sí, lo haces muy bien. Dijo mientras me miraba a mí un segundo y volvía a centrarse en el coñito tapado de mi mujer.

  • Gracias cariño. Se dio la vuelta y acabó el espectáculo. Rápidamente se sentó.

El asunto no pasó desapercibido para los amigos que se echaban la mano a la cabeza, se reían y hablaban entre ellos.

Yo no salía de mi asombro. Mi mujer es muy puta, lo sé, pero sigue sorprendiéndome.

El aire se cortaba, así que solté una carcajada, para relajar el ambiente. Vino bien, el chico aprovechó para reírse de las ocurrencias de mi mujer, y ella con tanto alcohol, le dio un ataque de risa.

Estuvimos hablando alrededor de media hora, y en ese tiempo fui a la barra a pedir otra ronda para los tres, esta vez fui yo, no me fiaba un pelo de lo que se le pueda ocurrir a mi mujer.

Yo observaba de reojo a los amigotes de Chivi, e intuía que algo pasaba pues hablaban rápido y no paraban de llamar por el móvil, notando en sus gestos cierto disgusto.

Uno de ellos se acercó a la mesa

  • Chivi. Malas noticias, la stripper no viene, dice la "muy puta" que ella y su acompañante han tenido un accidente en Santa Pola, al salir de otra despedida de soltero, y que están esperando una grúa. Le he dicho que yo voy a por ella y dice que "nanai" que no está de humor después del accidente. Así que nos ha jodido la despedida del Lucky. ¡Será zorra!

  • No me jodas. ¡Hostias! ¿Qué vamos a hacer ahora?

  • Pues fastidiarnos y quedarnos en una discoteca. Pero ya no es lo mismo.

El chico dio media vuelta y se fue.

  • ¡Qué pena! (dijo el Chivi), nos hacía tanta ilusión, dos meses preparando la despedida, un montón de dinero invertido. ¡Joder, qué mala suerte! Me voy a ir con mis amigos, la noche se ha jodido. Añadió mientras se ponía en pie.

Dio un par de besos en las mejillas a mi mujer, y a mí la mano de forma efusiva. Diciéndome

  • Tienes una gran mujer. Me muero de envidia. ¡Suerte!

Dio media vuelta y echó a andar hacia donde estaban sus amigos en la barra.

La cara de mi mujer era una mezcla de borrachera, y de pena.

  • ¡Qué pena me dan! Son unos críos y se les ha fastidiado la noche. ¿Tú no conocerás a alguien que les pueda solucionar el problema?

  • Pero Mayte ¿qué dices? En Cartagena puede, pero aquí en Torrevieja, yo que sé, si ni siquiera estoy seguro si voy a saber volver a San Juan. ¡Estás loca!.

  • Voy a hablar con ellos a ver si los animo un poquito. Dijo resuelta mientras se ponía en pie, como si fuera capaz de resolver cualquier cosa.

Me levanté como un resorte y fui tras ella. Le temo cuando está bebida, es capaz de decir cualquier cosa.

  • ¡Hola chicos! Soy Mayte, la amiga del Chivi.

  • ¡Hola! Dijeron casi todos al mismo tiempo.

Se metió en medio del grupo como si fuera parte de él.

  • No sabéis cuanto siento lo que os ha pasado. ¿No tenéis más teléfonos donde llamar para arreglar lo de la stripper?

  • No, no, no (se oyeron algunos noes).

  • ¿Habéis preguntado al camarero, igual él sabe de alguna agencia de stripper?

  • ¡Joder que buena idea! Voy a preguntar, dijo uno de ellos resuelto. Y se fue directo a uno de los camareros.

  • Chica que inteligente eres.

  • Es que me dais mucha penita.

  • Esté es el que se casa. Se llama Lucky. Dijo el Chivi cogiendo de la mano al futuro casado y llevándolo a la altura de mi mujer.

El tal Lucky era flaco, de 1.83 cm. de altura, no era feo, pero tampoco guapo, y se le veía algo bebido y tenía una pinta de golfo que tiraba de espaldas.

  • ¡Hola!. Dijeron al unísono y se estamparon dos besos en ambas mejillas.

  • Eres una tía genial, estábamos alucinando de ver cómo le has puesto el cubata al Chivi. ¡Si me pasa a mi me da un ataque al corazón! Lo estaba viendo y no podía creerlo. Te admiro. Eres la tía más cachonda que conozco. Dijo el futuro marido.

  • Que va, no es para tanto. Sólo ha sido una broma. No tiene importancia.

  • Pues a mí me puedes hacer esa broma cuando quieras.

Yo seguía vigilando. No me gustaban los derroteros que llevaba la conversación, tenía claro que el ambiente, la bebida, y los amigos le daban alas a la boca del chico, pero se estaba pasando.

Mientras el chaval que había ido a preguntar por la stripper tenía el móvil en la mano hablando sin parar. El grupo de mi mujer comenzó una alegre charla sobre de que conocía ella al Chivi, y este relató algo sobre mi mujer y sus pechos, mientras ella reía, no podía oírlo bien por la música de la sala.

Conforme pasaban los segundos los chicos (alrededor de diez) comenzaban a cerrar el círculo pegándose a ella, ya sólo veía la cabeza. Le preguntaban algo insistentemente y ella negaba con la cabeza. Se repetía la pregunta y de nuevo la negativa con movimientos de cabeza.

Me moví para ver mejor a mi mujer, y entre los huecos que dejaban los cuerpos observé como uno de los chicos "acariciaba el cuuuulo de mi mujer"

  • Será cabrón. Pensé. Esto se va a acabar ahora mismo.

Ella no daba muestras de enterarse, no sé si como fruto del alcohol o simplemente que le gustaba.

El chico seguía sobándole el culo por encima de la mini falda. Bajo la mano, levantó levemente la mini, y la aplastó en su culete. Mi mujer dio un respingo. Se le abrieron los ojos. Pero no dijo nada se quedó muy quieta, negando con la cabeza.

Entonces el del móvil, se acercó al grupo.

  • ¡Chicos no hay puta! A cascársela que no hay stripper.

  • ¡Joder! ¡Qué marrón!, todo iba tan bien. ¡Qué pena!

Parte del grupo se volvió a mirar a mi mujer dándole ánimos e insistiéndole con algo. Ella ya no negaba sino que aceptaba, y me miraba con la cabeza gacha, con algo de temor.

Los chicos se apartaron dejando un pasillo que dirigía a mí. Ella con la cabeza baja echó a andar en mi dirección. Cuando llegó a mí la levantó y me dijo.

  • No te enfades cariño. Me dan pena los chicos. Yo les he dicho que no, ¡no te vayas a pensar! Y se lo he dicho muchas veces. Pero insisten en que te pregunte. No te enfades cariñito ¿vale?

  • Que es lo que quieren que me digas. Dije, aunque no necesitaba oírlo, estaba perfectamente claro a tenor de la situación.

  • ¡Quieren que haga yo de stripper!

  • ¿Y tú qué quieres?

  • Yo les he dicho que no. Me dan pena. Son niños, y están fastidiados. Sólo sería bailar para el chico que se casa, y quitarme la ropa. Dicen que me pagarían. Y que puedo quedarme con la tanga puesta. ¡Ah! Y que no me tocarían si tú no quieres.

  • ¿Pero tú qué quieres? Eso es lo importante. Repetí

  • A mí me está calentando mucho pensarlo, y me gustaría que aceptaras, con la borrachera que llevo nos vamos a divertir. Anda cariño acepta. (Esto último lo dijo en tono meloso mientras pasaba su mano por mi pecho, y además lo repitió tres veces).

  • Y si acepto hasta dónde llegarán las cosas.

  • Hasta donde tú digas. Seré una stripper obediente.

  • Yo quiero estar presente.

  • Por supuesto, sin ti no voy, sino me follarían todos, seguro. Y eso no es lo que quiero.

  • De acuerdo.

  • Muy bien cariño. Gracias. Me tienes que decir hasta dónde puedo llegar yo, y hasta dónde puedo permitirles a ellos.

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Salimos del lounge hacia Guardamar, al restaurante de la despedida de soltero. Yo iba completamente mojada, podía escurrir la tanga de tan húmeda que iba. Ente el alcohol, poner la copa al chico, las propuestas de los chicos, el que me estaba amasando el culo (que no sé quién era, ni me importaba), decirle a mi marido la propuesta, y que el aceptara, ya era bastante para ir a tope. Mi marido me había dejado claros los límites, aunque también me dijo que estaba seguro los traspasaría, pero que si la cosa no le gustaba, me cogería de la mano y nos iríamos al hotel. Eso sí, le hice jurar que no se enfadaría, pasara lo que pasara, si no lo dejábamos ya.

Los chicos fueron en sus coches, excepto el Chivi que se vino con nosotros, para indicarnos el camino del restaurante. Yo creo que para asegurarse que no íbamos a coger otro camino y los íbamos a dejar con la gana.

Durante todo el camino fui pensando en qué iba a hacer, dando vueltas a mi mente recordé un video que me enseñó mi marido de una chica vestida de colegiala haciendo un striptease, le dije si lo llevaba aún en el móvil. Imaginando para que era me lo entregó, y lo visioné dos veces para hacerme una idea de qué podía hacer.

Llegamos en pocos minutos al restaurante, no había nadie excepto dos camareros, que habían quedado con los chicos para servir bebida en la actuación de la stripper a cambio de una generosa propina.

  • Vaya veo que habéis traído vosotros mismos a la stripper. Pasad está todo preparado.

La sala estaba preparada, era un salón de celebraciones vacío, con las mesas y sillas amontonadas en un lado, dejando todo el centro de la sala vacia, ocupado por unas sillas en círculo y una solitaria en medio. En un lado una cabina donde se ponía la música fue ocupada por uno de los camareros.

Yo me fui al baño, para arreglar mi pelo, y mi ropa. No sin antes llevarme un cubata de ron, para animar la espera y darme fuerzas.

Apagaron las luces del salón dejando sólo unos puntitos que giraban sobre las paredes y suelos provenientes de una de esas bolas de las discotecas, sobre la que un foco reflectaba su luz.

Mi marido se sentó también en un extremo cerca del que celebraba su despedida que, evidentemente se sentó en el centro. Se notaba un cierto nerviosismo, cuando eché hacia la izquierda la cortina de entrada, un foco me iluminó con un círculo de luz, y quedé agarrada a ella como una diva con el brazo derecho estirado a lo largo de la cortina y mi cuerpo serpenteando a lo largo de ella.

La música comenzó, la introducción me resultó familiar, invitaba a la seducción y me comencé a mover insinuante hacia los chicos entrando en el círculo, la voz de Alizee ya sonaba y recordé el título de la canción "Moi Lolita", me dejé llevar.

Me acerqué moviéndome como una auténtica zorra en celo a Lucky, y comencé a bailar alrededor suyo tocándole con las manos, al pasar delante me senté en sus rodillas, y me restregué por su pecho, al meter mi cabeza en un lado de la suya le susurré al oído.

  • Disfruta todo lo que quieras, no te cortes, haz conmigo lo que te apetezca, durante un rato seré tuya.

El chico pegó un respingo, pero no movió ni un dedo. Me levanté, me coloqué a un metro suyo para que pudiera ver bien. Y comencé a desabrocharme la minifalda (no podía empezar por el top ya que no llevaba sujetador), de forma sensual comencé a bailar con ella suelta, fue resbalándose hasta que se paró en mis caderas de forma que se veía parte de mi tanga negro. Entonces me di la vuelta poniendo mi cara hacia el homenajeado y tiré de ella hacia abajo, mientras la jalaba me doble sobre mí misma de forma que todos pudieron observar lo mismo que el Chivi hacía un rato en la disco, aunque velado por la tanga.

La falda llegó a mis pies, levanté uno y después el otro, acción que pudo llevarme al suelo a causa de la borrachera, y me la saqué, se la lancé a mi marido que era donde podía estar más segura.

Me di una vuelta cercana a las sillas para que todos se pusieran a tono. Se acabó la canción y el camarero puso la misma. ¡No me importó!

Volví cerca de Lucky, fui andando hacia atrás, y me senté, ésta vez mirando hacia delante en sus rodillas. Comencé a jugar con el top, hacía que me lo sacaba pero no lo hacía, metía mis manos y masajeaba mis tetas, y volvía a simular sacarlo. Cogí las manos de Lucky, y se las puse en mi barriguita.

  • No las quites de ahí. Le dije.

Entonces cogí el top y tiré de él despacio pero firmemente hacia arriba, mis pechos saltaron al aire, mientras escuchaba algún murmullo de aprobación terminé de tirar de él, con un gesto desinhibido lo lancé hacia mi marido.

Cogí las manos de Lucky las crucé en mi pecho y coloqué una en cada una de las tetas.

  • Tú serás ahora mi sujetador. Le dije.

El chico apretaba mis tetas, casi me hacía daño, pillaba entre sus dedos mis pezones y los apretaba. Notaba como aumentaba mi humedad, la tanga estaba completamente mojada, por mis muslos chorreaba toda mi pasión.

Cogí cada una de sus manos con una de las mías, y se las aparté de golpe, poniéndome en pie. Todos podían admirar mi figura con tan solo una tanga. De nuevo di una vuelta muy cerca de cada uno de los invitados, bailando sinuosamente, alguno de ellos estiraba su mano para querer tocarme pero yo ágilmente las apartaba, me sentía flotando, capaz de todo, no sentía el mareo de la bebida pero si su desinhibición.

Volví con Lucky, me preparé para el golpe final, bailaba como una serpiente, mientras cogía con los dedos las tiras de la tanga, y aparentaba que tiraba de ellas, el juego duró unos treinta segundos, entonces así firmemente las dos tiras y jalé hacia abajo, de nuevo me doblé sobre mí misma, esta vez mi culito daba hacia Lucky, con mi cabeza cerca de las rodillas y mi tanga por los pies, miré hacia atrás y su cara, no tenía desperdicio, la boca abierta a menos de un palmo de mi "hachazo", debía tener una visión total, tremenda de todo mi coño.

No pude reprimirme, tal vez como consecuencia de la ingestión de alcohol, eché hacia atrás mi cuerpo y le estampé en la boca toda mi vulva, estaba húmeda, caliente, abierta. Se la restregué notando como pasaba la nariz por ella de arriba abajo.

El chico no pudo más, me cogió de las caderas, tiró de ellas, y metió toda su cara en mi coño, la lengua entraba y salía, me lamía como un gato pequeño su lechita. Exhalé un suspiro de placer. Me vino un rescoldo de cordura a la mente, y me separé de su cara, jadeando de gusto.

Me senté de nuevo en sus muslos cara a los invitados, levanté el culito, metí la mano y como pude (con su ayuda) le abrí los pantalones, me incorporé lo suficiente para que se los bajara, y quedo su polla enhiesta y dura a mi alcance, metí la mano por debajo de mi almejita, y la cogí, la pasé hacia delante y baje mi torso, hasta que su pene paso rozando por delante de mi vulva. Puse la mano delante sujetando la polla y tapándola, y me la puse a la entrada de mi coñito, un leve apretón y me clavaría entera en ella, bajé mi cuerpo hacia abajo, parecía que me penetraba pero la tenía cogida por fuera de forma que pasaba entre los labios de mi almejita, comencé a restregarla por mi coño arriba y abajo, arriba y abajo, simulaba que me la metía, y ponía cara de puta y de placer, incluso entrecortaba la respiración, y di algún gritito, el chico no pudo más comenzó a tirar lechita, yo seguí mi sube y baja, y él seguía derrochando leche, nunca había visto una corrida tan tremenda, el chico gritaba de gusto, mientras masajeaba su glande lleno de espesa leche, cosa que le producía un orgasmo tras otro, hasta que dejó de surtir semen y paré de sobar su miembro.

Me levanté para no mancharme. Di un paso adelante y me quedé estática, casi como una estatua en el centro de la pista, tapándome el coño con una mano y las tetas con la otra, mientras el chico ajeno a la tremenda mancha que iba a provocar se subía los calzoncillos y los pantalones.

Los chicos no hablaban estaban absortos, flipando (que dirían ellos) con lo que acababan de ver. Yo misma estaba sorprendida de mis actos. Mi marido se levantó rápidamente y me abrazó.

  • Lo has hecho muy bien. ¡Bravo! ¡Genial! Me dijo al oído.

Los chicos seguían pegados a sus sillas, inertes, como figuras de cera, absortos en el espectáculo.

  • En la despedida que estuve en junio. La stripper se sentó en cada uno de los invitados, un par de segundos para que pudieran disfrutar de ella, aprovecha y hazlo. ¡Verás cómo les gusta!. Me recomendó mi Felipe.

La música seguía sonando machaconamente, tercera vez de "Moi Lolita" (no se me olvidará nunca la dichosa canción). Le hice un gesto afirmativo con la cabeza y se marchó dejándome completamente desnuda delante de todos.

Me fui decidida hacia el primero que se encontraba a mi izquierda, y me senté encima de él, mirando hacia su cara, no se lo pensó dos veces, agarró mis pechos y los apretó, me tocaba los pezones con sus pulgares, restregando su huella sobre ellos.

Me levanté y me senté sobre el siguiente, más o menos lo mismo, repaso de tetas. Otra vez encima del siguiente, éste ya se atrevió a chuparme un pezón, bajó su cabeza y sorbió como un helado dejándome sin aliento.

Los demás fueron imitándolo, chupaban mis pezones y apretaban mientras la teta restante.

Cuando quedaban pocos, uno más valiente, mientras me comía la teta, metió mano a mi coñito, noté que me gustó y me dio miedo, así que me levanté, y seguí al siguiente.

Los tres que quedaban sobaron mi coño con total libertad, después de la puerta abierta por el otro chico. Cuando acabé mi marido me esperaba, me abrazó y me llevó a un lado detrás de un biombo (que ni había visto), y allí me vestí. A todo esto, había perdido la tanga, fue la única prenda que no lancé a mi marido, aunque creía saber que se apoderó de ella el Chivi.

  • Bonito recuerdo le va a quedar. Pensé

Una vez vestida, nos reunimos todos cerca de una mesa a tomar copas y unos tentempiés que los camareros habían traído. Todos los chicos me felicitaban por lo bien que lo había hecho.

  • Incluso mejor que la puta que íbamos a traer. Dijo alguno con mucha falta de tacto.

Los camareros trajeron dulces para terminar la fiesta y champan. Brindamos por la stripper, y prometieron hacerme un regalo ya que no les había cobrado.

De pronto uno de ellos se apoyo en la bandeja de los dulces, salieron todos despedidos, mi marido (el pobrecito) se encontraba enfrente, y todos los pantalones quedaron perdidos de nata, y crema, lo peor es que era a la altura de la bragueta y daba un aspecto de corrida que le quedaba horrible. Me dio por reírme. A él no le hizo tanta gracia así que refunfuñando se marchó al servicio a limpiarse.

  • Vaya suerte que tienes con un marido así. Dijo el Chivi.

  • El que tiene suerte es él con una mujer así. Dijo uno de los chavales.

  • Bueno, tenemos suerte los dos. Añadí yo.

  • El Chivi se colocó a mi lado, en mi costado izquierdo, pensé que demasiado cerca, me tenía colocada de forma transversal a él, su mano derecha se posó en mi cintura mientras yo hablaba con los chicos, no recuerdo de qué. La mano iba bajando, la noté encima de mi culo y de la minifalda, pero seguía para abajo. Como yo no decía nada, le daba alas al chaval. Pegando la falda con la mano contra mi trasero, la rebasó, tocando mis muslos, los apretó, y valoró con descaro. Y comenzó a subir hacia arriba esta vez por dentro de la falda, todo mi culo quedo en sus manos, apretaba los cachetes una y otra vez, la respiración se le entrecortaba, tenía un calentón tremendo. Los chicos seguían con sus felicitaciones y contándome sus vivencias de aquella noche.

La otra mano del Chivi fue a mi barriguita. Buscó por encima de la tela el ombligo, y lo tocó, comenzó a bajar la mano suavemente, pronto estuvo sobre mi pubis encima de la falda, y seguía hacia abajo. De pronto sentí que el silencio era sepulcral, todos habían callado y observaban con estupor lo que su amigo hacía. La mano siguió su camino, firme, resuelta, hacia abajo, paso el dobladillo de la minifalda y bajo por mis muslos, los valoró de nuevo con suaves apretones. Y después comenzó su lenta andadura hacia arriba. ¡Lenta pero corta!, sobre todo deseada por mí. No aguantaba más el momento en que me tocara el coñito libremente a su gusto, delante de todos. Sus dedos tocaron mi vulva, buscaron afanosamente mi clítoris, y comenzaron un baile con él, los encuentros y desencuentros de los dedos con mi "pepitilla" me hacían estremecer, las piernas me temblaban. De pronto dos dedos penetraron dentro de mí profundamente, el placer era intenso, sabía que necesitaba más pero no quería pedirlo. Enseguida estaría allí mi marido y no sé qué pensaría de encontrarme en esa situación, sé que no le disgusta pero si esta él, nunca sin su presencia.

  • ¡Fóllatela! Dijo uno de los amigos.

  • Sí sí, fóllatela.

  • ¿Es tu amiga no? Los amigos están pa algo.

No necesitaba muchos requerimientos sabía lo que tenía que hacer. Me empujó hacia una mesa libre, los amigos me cogieron de las manos, como si fuera una violación, y me echaron encima de ella, con las piernas colgando. Levantó mi minifalda dejando a la vista de todos mi coño, todo rojo, hirviendo de placer, desenado ser penetrado, no necesitaba que me cogieran los brazos, nada deseaba más que me follaran como a una puta, que era como me estaba comportando toda la noche.

Otro bajó mi top, y dejó a la vista mis tetas. Se abalanzaron como locos, a chuparlas y apretarlas, los pezones duros como piedras recibían mordisquitos y pellizcos, me hacían daño, pero el dolor se tornaba placer, sin saber bien cuál era la sensación real.

  • Por favor ¡Fóllame ya! ¡Rómpeme el coño de una vez! ¡No puedo más! Le dije con la respiración entrecortada al oído. No quería decirlo, pero no podía evitarlo.

El Chivi bajó ambas manos a la cintura de su pantalón desabrochando el cinturón, tiró de la cremallera hacia abajo, y una vez libre, bajó los pantalones al suelo. Cogió ambos lados de los slips, y también tiró de ellos bajándolos y dejándolos con los pantalones enredados en sus tobillos. No pude evitar la tentación de mirar que me iba a penetrar. Vi, como, orgulloso cogió su polla y tiró de la piel hacia atrás para cogerla de la base y dominarla mejor. El calibre de su verga es de los que "pone" a cualquier mujer. Se dio cuenta que la miraba embobada, y la mantuvo enhiesta apuntando hacia mí, recreándose en la "suerte" esperando el momento de "clavar" a su presa, no había duda era un "matador", creo que lo presentía desde que lo vi por primera vez.

Apuntó su falo hacia la entrada de mi "cuevita", posó su tremendo glande en mis labios internos, mi coño estaba totalmente abierto, como una rosa esperando ser cortada, sentía un inmenso vacío, y una gran desesperación por llenarlo. Una vez apoyó firmemente su pene, echó una mano hacia delante para apoyarse y se cogió la polla con la otra para no fallar la penetración. No lo dudó, no tuvo piedad ni espera, suerte que estaba muy lubricada, pues me folló de un solo golpe, duro y tremendo, me llegó hasta el fondo, haciendo que diera un respingo, todos dejaron de sobarme para observar la salvaje penetración de la que había sido objeto.

Comenzó una desenfrenada galopada, metía y sacaba su polla como un martillo pilón horada el suelo, los chicos volvieron a chuparme y pellizcarme, el placer era intenso, inenarrable.

  • ¡Córrete rápido Chivi, no sea que vuelva el marido! Dijo uno de los que me pellizcaba los pezones.

  • ¡Sí eso, córrete, no nos metamos en un lío! Añadió otro.

  • ¡Puta! Siempre he sabido que sólo eras una puta, ¡córrete conmigo! ¡Quiero que te mueras de gusto! ¡Te voy a llenar de mi leche! ¡Zorra! Estas y otras lindezas semejantes me dedicaba mi ocasional amante.

Yo sentía que el orgasmo llegaba, quería disfrutar de él, quería disfrutar de la polla que me estaba penetrando, pero también tenía prisa y algo de nervios cuando pensaba que mi marido podía pillarnos, sé que no le haría gracia que hubiese incumplido el único límite que me impuso a mi deseo de ser una stripper por un día. -No puedes follar- Sólo eso te pido. Esas palabras no dejaban de sonar en mi mente. Me dispuse a tener un orgasmo y facilitar la solución rápida del folleteo.

Noté como si una descarga eléctrica de placer atravesará mi cuerpo, me retorcí con la polla dentro, y grité. Mi grito fue ahogado por una mano que tapó mi boca, evitando así que mi situación de mujer follada llegara a oídos de mi marido.

Chivi tampoco podía más, sus movimientos indicaban que iba a correrse, y así fue, de pronto noté una sacudida, paró y continuó, pero a ritmo diferente, dándome pollazos, y dejando más tiempo su verga dentro de mí apretando fuerte, creía que saldría por la boca.

  • Rápido que viene. Dijo uno de los chicos.

El "mástil" del Chivi, salió de mí, dejándome un gran vacío, y una extraña situación de oquedad nada placentera. Dobló su espalda, agarró su slip y su pantalón, y de un solo tirón se los colocó en la cintura.

Los chicos subieron mi top y me erguieron, como si fuera un maniquí de un escaparate, y quedé en pie, tambaleándome, como si hubiera recibido una paliza, pero como si no hubiese ocurrido nada.

Mi marido asomó por el pasillo que lleva al cuarto de baño, dándose con la mano en la pernera del pantalón, como quitándose una mancha, al mismo tiempo que mascullaba algo ininteligible, pero sin duda algún tipo de maldición.

Todos callaron, llegó a nuestra altura. Y dijo

  • ¿Te han tratado bien los chicos? Supongo que sí. ¿Nos vamos?

  • Sí cariño. Ambas cosas. Los chicos me han tratado fenomenal y creo que debemos irnos.

  • Claro que la hemos tratado bien. Tu mujer es sensacional. Es nuestra Diosa. ¡Jaja! Dijo uno de ellos.

Me despedí uno a uno con un beso. Menos Chivi que me dio un pico en los labios. Y salí a la calle hacia el coche de mi marido. Abrió la puerta se sentó, y cuando iba a sentarme yo me dijo

  • ¿No llevas tanga a que no? ¡Anda toma estos pañuelos húmedos, y sécate bien el coñito, que me vas a llenar el asiento de semen! ¿Podías haberte limpiado en el baño no?

Me quedé boquiabierta, no podía ni estirar la mano para coger los pañuelos.

  • ¡Venga vamos cógelos y límpiate!

Los cogí y de forma discreta me limpie el semen que ya discurría muslos abajo. Me senté. Arrancó el coche y salimos del parking del restaurante.

  • ¿Has visto lo que ha pasado no?

  • Sí lo he visto todo.

  • ¿Estás enfadado?

  • Enfadado no. Pero me jode que no me obedezcas. Has corrido riesgo de que te violaran todos. Eso no se hace, debes hacerme caso.

  • ¿Te jode que me haya follado el Chivi?

  • No, ya te lo he dicho. Me fastidia que me engañes y no me obedezcas.

  • ¿Por qué no lo has evitado?

  • Porque si salgo y lo paro no sé que habría podido pasar con todos esos jóvenes, y si lo permito estando delante es seguro que te follan todos. Era mejor que se sintieran culpables. Como si fuera una travesura, así cuando acabaran, pensarían que yo era un cornudo y con ello estarían satisfechos. Por eso he esperado a que os corrieseis los dos. Cuando lo he oído he salido y fin del tema.

  • Creo que has hecho bien.

  • ¿Estás enfadado mi vida?

  • No cariño, nunca lo estoy contigo. Sé que había riesgo de que te follaran, y cuando te dejé lo asumí, no pasa nada. Anda descansa mientras llegamos al hotel.

Eché mi cabeza hacia atrás y debí dormirme enseguida. Mi marido condujo hasta el hotel y en el parking del mismo desperté con un beso de mi marido, como un príncipe que despierta a la princesa dormida por un encantamiento maligno.

  • Cariño, no te preocupes más, todo está bien. Lo has hecho muy bien. Es una anécdota más en nuestra vida. ¡Te quiero! Me dijo mientras me cogía en brazos y me llevaba a la puerta del hotel.

EPÍLOGO

El calor era sofocante en nuestro último día de playa en San Juan. El aire del mar no mitigaba lo que estaba cayendo. Mi marido, como siempre, dormía con una gorrita puesta sobre los ojos. Me entró sed.

  • Cariño, voy al chiringuito a comerme un helado. ¿Te vienes?

Una voz de ultratumba, de recién despertado me dijo

  • No cariño, voy a seguir durmiendo. ¡Ve tú!... …¡Ah! pero ponte sujetador, no vayas a liarla.

Me puse el sujetador, sonriendo las ocurrencias de mi marido, las chanclas para no quemarme con la arena y eché a andar hacia el chiringuito.

El verano llegaba a su fin, y me encontré con un panorama desolador, el chiringuito casi vacio, dos tipos raros tomando una cerveza, Juan echando maldiciones por la escasa clientela, y el Chivi limpiando una estantería.

  • ¡Hola! Dije mirando a mi amigo.

  • ¡Hooooola! Dijo Juan. Por lo menos disfrutaremos de una agradable vista esta tarde.

  • Gracias por el cumplido. ¡Quiero un helado!

  • ¿Sabes lo que quieres? Respondió Juan.

  • Si me enseñas las clases de helado, ya te digo yo el que me gusta.

  • Tengo uno para ti, que te va a encantar.

Chivi escuchando a su padre, terció para evitar que continuara con las groserías.

  • Mayte si quieres puedes elegirlos directamente del arcón frigorífico, está en el almacenillo. Anda vente conmigo y coge lo que quieras, que estos viejos verdes están muy salidos.

Se lo agradecí con una sonrisa. Me había salvado de una lucha argumental con las bravuconerías de su padre para hacerse el gracioso ante los clientes.

Acompañé a Chivi, hasta la parte de atrás del chiringuito. Me abrió una puerta de madera y entré en el almacenillo.

  • Abre la tapa del arcón y coge el que te dé la gana. Te lo regalo yo.

  • Gracias por salvarme de esos salidos. Y por el helado. Eres muy amable,

Abrí la tapa del arcón y rebusqué en pos de mi helado favorito. De espaldas pude escuchar como Chivi cerraba la puerta con llave. Me quedé doblada con la mitad del cuerpo dentro del arcón, pensando que había sido una tonta yendo sola al almacén y esperando que podía pasar.

Sus manos cogieron mi cintura, y atrajo mi culo hacia él, restregando su paquete.

  • ¡Me encanta! ¡Me vuelve loco tu culo! Me gustaría tanto rompértelo.

  • No, no, no, mi culito no. Me erguí y me di rápidamente la vuelta.

Estábamos pegados, notaba como crecía su paquete, y un cilindro duro se apoyaba en mi pubis.

  • ¿Cuándo te vas? Me preguntó.

  • Mañana. Le respondí un tanto preocupada por su actitud.

  • O sea, ¿Qué es la última vez que te veré? Al menos este año. ¿Es así?

  • Sí, creo que sí.

  • ¿Y piensas dejarme con esta tremenda erección?

  • ¿Qué quieres que haga? Ya sabes que mi marido no me permite follar sin su permiso, y le he prometido ser obediente. ¿Ya tuviste bastante la otra noche no?

  • Sí, estuvo bien. Pero quiero una despedida que no me permita olvidarme de ti.

Dijo mientras agarraba con ambas manos los cachetes de mi culo y los exprimía.

  • ¡Me haces daño!

  • Anda, se buena, mira como estoy.

En ese instante metió la mano por la parte superior de su pantalón corto, agarró su pene y tirando de él, se lo sacó.

Miré hacia él, y recordé, cuando dos noches atrás, se la sacó y me penetró sin consideración alguna, dándome un potente orgasmo, que aún revivía cerrando los ojos.

Me acercó su polla, metiéndola en el hueco entre los muslos y mi coñito.

  • ¡Porfa! Deja que te folle un poquito, ¡Anda, no seas mala!

  • No, te he dicho que no, dije separándome bruscamente de él.

  • ¿No querías un helado? ¿Por qué no te comes éste que tengo en la mano que es de fresa? Dijo mientas sujetaba su falo, totalmente duro, enhiesto, apuntando a mí como un cañón.

Dudé, y se dio cuenta que dudaba, así que se arrimó de nuevo a mí. Cipote en mano. Me abrazó y mientras me rogaba que le hiciera una chupadita, me abrazó y… …me desató la cinta del sujetador. Puse mis brazos sujetando el mismo, pero con poca convicción. También lo notó

Metió sus manos por debajo de mis brazos, sus dedos penetraron por debajo de las copas del sujetador y acarició mis pechos, llegando a los pezones, que eran prueba con su dureza de lo excitada que estaba. Mis palabras decían lo contrario que mi cuerpo.

Se sentó sobre el arcón de los helados, y dijo

  • ¡Cómete el sorbete de fresa, puta!

Verme tratada como una vulgar buscona, por un chaval, me hacía presa de una excitación, que amenazaba con dejarme sin respiración.

Obediente me acerqué, bajé la cabeza hacia tan preciado trofeo, y metí su mástil en mi boca, el sabor característico agridulce de su glande llenó mi paladar de sabores, y mi boca de saliva, comencé a chupar con ganas el glande, y meterme parte de la polla a la boca cada ratito.

Él aprovechó para quitarme totalmente el sujetador, cuando me incorporé para ayudarlo a sacármelo. Me dijo

  • ¡Denúdate! ¡Quiero que me la chupes completamente desnuda!

No entendía para qué quería que me encontrase así. Pero como me daba igual, baje las manos y retire por los pies la parte inferior del mismo.

Continué chupándola durante varios minutos, chupé su polla de arriba abajo, su glande, y a veces dedicaba unos segundos a sus huevos.

Su respiración, su polla y todo su cuerpo me indicaban que estaba cercano el orgasmo. Paré para que no se corriera, y levanté la cabeza para buscar donde recoger el semen.

Su mano derecha sujeto mi nuca y con fuerza la bajó para su polla.

  • Me voy a correr en tu boca ¡Puta! Igual que me corrí en tu coño, ahora te voy a llenar la boca de mi leche. Así que no se te ocurra levantar la cabeza, hasta dejarme limpia como estaba antes de empezar.

Mi boca ya chupaba su polla de nuevo con avidez, tenía claro que debía obedecerle, me encantaba que me llamase "puta" y quería serlo hasta el final.

Los estremecimientos de su cuerpo indicaban que comenzaría a surtir el espeso semen, y que debía prepararme para recibirlo, ya notaba el sabor del líquido preseminal que anunciaba la corrida que iba a llegar.

El primer chorro no tuve que tragarlo, la fuerza del mismo, como un surtidor, hizo que entrará en mi garganta sin saborearlo. El chico se retorcía, mientras sujetaba fuertemente mi cabeza para que no la apartara de su rabo. Al primer chorro siguieron cuatro o cinco más, con menos fuerza, que debí tragar para no ahogarme. Yo seguía con la polla dentro de la boca, moviendo la mandíbula sin morderle, y haciendo pasar la saliva y la lengua por su polla. Los grititos de placer que daba, debían ser percibidos en el exterior sin ningún problema, era obvio que se estaba corriendo.

Chupé, chupé, tragué, tragué, saqué la boca de su polla y lamí, y lamí toda la polla y los huevos, hasta dejarlos relucientes y limpios como los de un recién nacido. Sólo entonces levanté la cabeza y suspiré.

En ese instante me di cuenta de un detalle que había pasado inadvertido. Al lado de la puerta, la madera de la pared, presentaba un taladrado agujero, que servía para ver el interior del almacén y que estaba siendo usado para observar la felación.

El padre del chaval (Juan), había sido testigo de todo. Seguro que había permitido a sus amigotes observar también la "fiesta". Al verse sorprendido, el ojo desapareció, y en su lugar la luz de la calle penetró limpiamente por el agujero.

Deduje, que esa era la causa de desnudarme totalmente, permitir que los presentes pudieran disfrutar de mi cuerpo desnudo.

  • Chivi, me tengo que ir. A ver cómo le explico esto a mi marido. Dije mientras me ponía el bikini.

  • Pues no le digas nada

  • Bueno ya veremos. Me voy. Ábreme la puerta cariño. Y eché andar hacia la puerta.

  • Espera el helado no te lo he dado. ¿De qué lo quieres?

No sabía si irme o pedírselo. El sabor del semen me había secado la boca, así que le dije…-

  • Alguno que tenga chocolate.

  • ¿Chocolate con nata, vainilla, crocanti?

  • No, no chocolate sólo, consigo mismo.

  • ¡Ah vale! Toma. Y me entregó un cono en su estuche.

  • Gracias.

Me dio un cono de chocolate. Y me abrió la puerta.

Salí rápida como avergonzada. Y giré en sentido hacia las tumbonas.

  • Mayte, ¿No te vas a despedir de mí y de mi padre? Escuché la voz de Chivi.

Di la vuelta y me acerqué a Chivi, acerqué mi cara para darle un beso en cada mejilla, pero se las ingenió para darme un pico. Dejando claro su poder sobre mí a todos los presentes.

Me acerqué a Juan, y fue respetuoso con los besos, uno a cada lado de cada mejilla, pero su mano derecha se posó en el cachete izquierdo de mi culo, y sentí un apretón.

  • Adiós preciosa, hasta el año que viene. Dijo Juan.

  • Adiós cariño, hasta el año que viene. Dijo el Chivi. De aquí al año que viene habré recargado los depósitos y los tendré listos para llenarte de amor. Dijo mientras sonreía.

¡Será cabrón!, todos los presentes se rieron, me avergoncé.

Esta vez di media vuelta y eché andar.

Pude escuchar a Juan decir a sus amigotes.

  • Vaya hijo que tengo. ¡Joder! Es como su padre. La tiene dominada, se la folla, y hace que se la chupe cuando quiere, ¡Sí señor! así era yo de joven.

Los amigotes, incluido el Chivi reían la ocurrencia del maleducado del padre.

Juré que nunca más me verían por allí. Levanté la cabeza airada, y pensé que sólo eran unos desgraciados. Así que comiendo mi helado fui acercándome a las tumbonas.

Al llegar mi marido levantó la gorrita, y guiñando los ojos por la luz, me dijo

  • ¿Estaban fabricando el helado?

  • No, que va. Es que, además me he despedido del Chivi y de su padre.

  • Vaya con Dios. Te ha dicho algo del polvo que te echó.

  • No, no. Estaba su padre delante y no querría dejarme mal. Pero me ha regalado el helado.

  • ¡Ah, muy bien! ¿Te ha gustado?

  • Sí mucho. Yo diría que muchísimo.

  • ¿De qué era?

  • De chocolate

En el aire quedó una frase a medio, que para cualquiera no tendría más sentido, pero que no pasó desapercibida para mi intuitivo marido.

  • ¿…con leche, no?

A pesar de lo mucho que lo conozco, me sorprendió la cuestión. Mis dudas acerca de contarlo se disiparon. Al fin y al cabo mi marido lo es, no sólo por ser quien quiero, sino por ser mi mejor amante, y sobre todo mi amigo y mi cómplice, siempre dispuesto a apoyarme, y comprenderme.

  • Si cariño… Esta vez ha sido con "leche".

  • Si a ti te ha gustado por mí excelente. Anda recoge las cosas que nos vamos para Cartagena.

  • Sí, es verdad, vámonos.