Mohamed, mi papi - Capítulo 1

Mi primer relato espero que os guste. Tiene como principal temática la relación interracial entre un twink/femboy y un papi árabe. Disfrutado y que os hagáis buenas pajas.

Este es mi primer relato y espero que os guste y os ponga muy cachondos a todos los papis de esta web

Comenzaré presentándome: me llamo Daniel aunque todo el mundo me dice Dani, tengo 19 años recién cumplidos y soy de Barcelona, en concreto he vivido toda mi mi vida en Aragó con Calàbria, también toda mi vida he tenido un aspecto andrógino que ni siquiera la pubertad logró arrebatarme, si cabe solo lo hizo más evidente. Describiéndome físicamente en más detalle diré que soy un chico de pelo rizado rubio que me cubre las orejas, de piel clara, ojos grandes y verdes, labios gruesos y carnosos, cara lampiña y afilada con la barbilla casi en pico, delgado de vientre plano pero culo respingón y grande y todo eso en apenas un metro y setenta y dos centímetros. En el plano emocional soy un chico con cuatro carencias: la primera es la de un padre pues soy huérfano desde que tenía dos meses; la segunda es la de una madre amorosa, pero ella ya tendrá sus relatos; la tercera es la de un novio romántico (por si alguien lo dudaba soy gay) en mi vida solo me han usado nunca amado; la cuarta soy yo mismo y es la tercera, nunca me han amado porque no entiendo el amor, soy un masoquista y un sumiso y un adicto al sexo duro.

Ese soy yo, Dani, un adicto al sexo que solo había conocido a dos hombres en su vida un exnovio de mi madre y un pesimo profesor de francés. Si queréis algún día os hablo de ellos, pero hoy os vengo a hablar de Mohamed, el hombre que es el centro de mi vida desde hace cinco meses. Escribo esto cachondo, mirando el móvil esperando un mensaje para que vaya a su casa y me haga suyo. Lo escribo porque nuestra relación es un secreto que me explota en la boca y tengo que contarlo. Lo escribo porque me pone a mil recordar esta historia desde el principio y necesito volver a saborear cada detalle. Os lo voy a contar directamente, como lo sentí entonces.

Encuentro en el Mercadona.

Me encanta ir a comprar, me encanta ir en pantalones de chándal y sudadera grande mientras debajo llevo un tanga y un plug con cola metido en el culo. La falsa cola sintética me hace cosquillas a cada paso en pantorrilla, tras la mascarilla me dibuja una sonrisa pícara. Me encanta ir a comprar chequeando a cada hombre que me cruzo, me gusta sobre todo ir pronto y cruzarme a todos los ejemplares de macho alfa del gym. Si no fuera por este maldito virus pasaría lo más cerca posible de ellos y aspiraría para captar los restos del sudoroso ejercicio en sus músculos. Me encanta ir a comprar vamos, porque salgo de casa y sé que excito a los hombres, a los maricones y a los heteros.

Aquel día era martes, febrero, fui al Mercadona que me queda al lado de casa. Había estado en obras en verano pero ya lo habían ampliado y está genial, tiene de todo, es de los nuevos. Siempre hay algún mendigo pidiendo en la puerta, un negro algunos días otros un bulgaro. El bulgaro siempre me dice “kurva” al pasar sin mirarlo, es feo y gordo no es mi tipo. El negrito es más majo, dice “bon dia”. Ese día no había ninguno, que raro.

Gel, dejo el carrito y cojo el carro. Primero fruta: un par de plátanos de Canarias, naranjas para zumo, arándanos… Y entonces le vi, ese tío enorme, por lo menos metro noventa, y con el narizón fuera de la mascarilla, que la lleva llena de mierda. El resto de su

outfit

iba a juego, debía de ser un sintecho. Por la tez magrebí, seguro, joder como me ponía así alto y delgado y seguro que holía fuerte, que morbo. Tuve que acercarme a él, con la excusa de coger una lasaña. Dios, me estaba mirando con ojos de cabrón, le gusté, le gustó el marica blanquito. Cogí la lasaña y no dejé de mirarle a los ojos desde abajo, mi mirada era de puro vicio de admiración, fue amor a primera vista. No era guapo, no especialmente, pero tenía cara de malo, con una cicatriz cerca del ojo izquierdo y entradas pronunciadas. Un Nicolas Cage moro.

Pese a la mascarilla me llegó su olor y en efecto era fuerte. No dejaba de mirarme de arriba a abajo, con mi

look

quizás hasta dudaba si era un chico o una chica.

  • ¿Tienes euro? -Su voz tenía un poderoso acento y un tono grave.
  • Eh… Sí…
  • Dame.-No me preguntó, me exigió.

Me rebusqué en el bolsillo y le tendí una moneda que agarró nada más ver. Se fue en dirección contraria a mí sin un gracias siquiera y agarrando una cerveza. Seguí la compra con una erección y el plug de mi culo se movía con más libertad, me había dilatado y todo. Cuando me dirigía a la playa volví a ver al moro, discutiendo con el segurata. El segundo era un chico joven y parecía insignificante a su lado. Adapté mi ritmo para enterarme de que pasaba. Al parecer el moro había robado algo, entonces no me pude resistir e intervine.

  • Ya tengo todo, ¿has cogido las cervezas? -Hice como que me dirigía al árabe.
  • ¿Están juntos? -El segurata levantó las cejas por encima de su nuca.
  • Sí, trabajo en una asociación y estamos haciendo la comprar para el señor. ¿Hay algún problema? ¿Voy a tener que subir una historia diciendo que Mercadona es racista?

Se puso rojo de rabia el segurata. Y nos dejó marchar puntualizando que debíamos pagar todo. El otro camino a mi lado mirándome raro y sacándose unos paquetes de queso del abrigo y dejándolos en el carro.

  • ¿Por qué me ayudas?
  • No sé, me gustas...jajajajaj… -Reí nervioso.
  • Vale, me llamo Mohamed, ¿tú?
  • Dani.
  • Vale, tú pagas. Te ayudo a llevar compras.

Le sonreí con los ojos y así seguimos. Pagué, cargamos todo y él cogió el carro y yo una bolsa con sus cosas. Me fue acompañando por la calle a las diez de aquel martes. Algunas miradas se detenían en nosotros.

  • ¿Tú eres maricón? -Me preguntó cuando estábamos a apenas dos pasos de mi portal.

No estoy en el armario, para nada, pero enfrentar esa pregunta así me dejó descolocado. Le di la bolsa, agarré el carro y cuando quise tirar no se movió. Mohamed aún lo tenía cogido.

  • ¿Eres maricón? -Volvió a preguntarme alzando más la voz y clavando sus ojos en los míos. Solo pude asentir como respuesta.- ¿Dónde tu casa?
  • Aquel portal.-Señalé.
  • ¿Solo ahora? -Volví a asentir.- ¿Con quién vive tú?
  • Con mi madre, pero no estará en toda la semana.-No sé porqué dije tanto.
  • Bien, vamos.

Así le llevé hasta mi casa, nada más entrar localizó el salón y se sentó en el sofá. Al quitarse la mascarilla vi que tenía una perilla fina. Yo fui a colocar las compras, y volví para encontrarle con la polla fuera.

  • Ven y chupa, sin ropa.

Obedecí, me desnudé dejando a la vista mi tanga y mi colita. Se sonrió, me miró de arriba a abajo y me hizo un gesto para quitarme la mascarilla que aún llevaba.

  • ¿Qué eso?-Señaló mi cola.- Tu

alkalba

, ¿sí? * ¿Qué significa eso, gay? * No, perra… puta… Tu madre no viene, ¿sí? * No. * ¿Tu padre? * No tengo.- Se sonrió. * Yo tu padre ahora, tú mi

alkalba,

mi puta… * Sí, papi.

Con esas dos palabras sellé el mejor trato de mi vida. Con otra seña suya me acerqué a su polla que colgaba hacia abajo flácida. Me arrodillé frente a él que se acababa de quitar el resto de la ropa, tenía las uñas de las manos y los pies largas y negras. Allí arrodillado frente a Mohamed comprobé su olor, lo degusté, era una mezcla de sudor y alcohol y noches de calle.

A primera vista su polla no parecía gran cosa, tal vez porque emergía de una mata de pelo negro y rizado. Pero al cogerla noté su peso y su grosor, sin estar dura ya era como tres de mis dedos de gorda y de larga pues no sé pero bastante más larga que la de mi profe de francés que era la que tenía más reciente de la recuperación de enero. Mohamed no hacía nada, simplemente me miraba y esperaba. Acerqué mi boca a su cabeza circuncidada y di un lametón. Estaba agria y con restos de orina.

  • Tu gusta, ¿sí?

Asentí y empecé propiamente la mamada, seguí con un par de lametones tímidos y me metí con dificultad la cabeza en la boca donde seguía acariciándola con mi lengua. Así se le fue poniendo dura y más grande, bastante más grande. Empezó a crecer mucho, y quiero decir mucho (para los curiosos más adelante se la medí y le medía veinticuatro centímetros). Entonces me agarró la cabeza y acompaño mis movimientos, vio que me costaba lidiar con el tamaño y no me forzó pero yo quería que lo hiciese y se lo tuve que decir.

  • Por favor follame la boca.- Me miró sin entender.

Cogí su mano, la que se hundía en mis rizos rubios, le hice que me los agarra y le indiqué con movimientos secos y fuertes lo que quería. Sonrió cabrón, me volvió a llamar puta y salivé como una perra. Me empezó, entonces, a follar la boca, me atragantaba y me lloraban los ojos, pero con su fuerza conseguía que mi nariz fuese acariciada con el pelo de sus huevos. Su respiración se aceleró y se encorvó sobre mí para empezar a azotarme el culo.

  • Tu gusta puta, ¿sí? Tu gusta papi, ¿si?

No podía sacarme su rabo de la boca pero con un “sí” gutural le contesté. Así aumentó el ritmo y con un gruñido note como explotaba en mi garganta. Noté varios chorros cayendo en el fondo de mi garganta provocándome una fuerte arcada, me la saqué haciendo toda la fuerza posible y sus últimos chorros me cayeron en la cara y el pecho. Mohamed se seguía pajeando y sacando hasta la última gota, me volvió a coger del pelo y se limpio en él esas gotas. Yo mientras hacía por tragar lo que me había soltado dentro.

  • Tu buen puta.
  • Gracias papi.

Me tomó entonces por el cuello con una mano y me acercó a su cara, pensé que me iba a besar pero con la otra cogió mi plug lo sacó de mi dilatado culo y se lo llevó a la boca.

  • Dónde baño, yo mea.
  • Al final del pasillo, la puerta de la derecha.
  • Tu viene y limpia. Y me dice donde duermo.
  • ¿Como? ¿Pero no te vas?
  • Tu madre no esta toda semana, ¿sí?- Asentí.- Yo quedo toda semana, yo tengo que follar mi puta.
  • No puedes hacer eso…- Me soltó una bofetada con el dorso de la mano y me agarró fuerte del pelo.

Casi me arrastró casi tres metros hasta que salimos del salón y llegamos al baño, me empujó dentro y…

Continuará...