Mobbing sexual (7: la camarera necia)

Priscila friega orgullosa el suelo del bar en que recién ha empezado a trabajar.

Priscila friega orgullosa el suelo del bar en que recién ha empezado a trabajar. Para saber quien es realmente quien ahora mismo empuña una fregona vamos a hacer un pequeño repaso a su vida. Priscila es una chavala de veinti pocos años a la que la vida ha sonreído lo justo. Le concedió Dios nuestro señor al nacer un cuerpo femenino sin tacha ni gloria; ni alta, ni gorda, ni fea, ni guapa. Simplemente una pequeña mujercita no suscitadora por ejemplo de los ardientes fervores de la actual sociedad basada en el consumo y la belleza. Después de reconocer ese no extraordinario cuerpo de la chavala pasemos a reconocer lo que hay dentro de ella. Posee Priscila un coeficiente intelectual no tampoco de podio olímpico. Estudió como toda chica honrada hasta que las condiciones se lo permitieron, no obteniendo en ello triunfo alguno y, dando las notas justas hasta que estes estudios precisaron de unos resultados superiores a los que podía da Priscila. Fue entonces que dejó el colegio, no hace muchos años, no habiendo por ello perdido el tiempo sino ocupándolo en lo que conservase esa de la que se siente tan orgullosa, honra.

-Priscila: la la la la la, la la la la.

Honorato, el dueño del pequeño bar en que ahora mismo friega Priscila, llega ahora mismo procedente de comprar un par de periódicos para ofrecer a los que serán hoy clientes del día.

-Honorato: ¿qué cantas pris?

-Priscila: la la . . hola señor Honorato, una canción de Camarón. ¿Sabe que hoy 2 de julio es su santo? porque murió en el día de hoy del año 92, por lo que cada 2 de mayo se celebra el que fue tan buen cantaor. O al menos lo celebro yo, je je, porque me gusta mucho.

-Honorato: claro Priscila, yo no estoy muy al día de lo que escucháis la juventud de hoy, pero si tú lo aprecias tanto es que debió ser muy bueno.

-Priscila: y tanto . . .limpia el agua del río, como la estrella de la mañana . . . la la la la.

Honorato se siente orgulloso de diversas cosas respecto a Priscila. Fue la elección que hizo cuando necesitaba una camarera y le parece correcta pues no es ni una patana ni una guerrera, sino lo necesario para que acometa el trabajo en el bar de forma regular y duradera. Es consciente de que no tendría mucho futuro la joven mujer al frente de un ministerio, pero a su lado en el bar cumple perfectamente lo que se requiere de ella. Es por eso que Honorato se sienta relajado en una de las mesas para leer uno de los periódicos mientras Priscila termina la higiene matutina del bar.

-Priscila: la la . . como el agua a a a . . como el agua a a a . . . la la.

De vez en cuando y cuando Priscila se distrae, Honorato le echa una repasadita visual al trasero de esta.

Tiene la chavala un culete como lo hay que tener, no espectacularmente ídolo de masas como los hay algunos pertenecientes a estrellas de la música, pero sí con una bonita forma ahuevada que llama la atención a todo varón que no piensa unicamente en los ideales impuestos por la de consumo y belleza sociedad. Honorato sigue mirándole el culo a Priscila mientras esta da los últimos pases de la fregona, se pregunta el señor si habrá tenido la chavala muchos novios. Ahora como mínimo no tiene pues no ha venido ningún varón a recogerla a la hora de cerrar y tampoco se ha acercado al bar ningún otro chaval a coquetear con la piva. Sabe así mismo Honorato que no es la chavala un preciado fruto objetivo de los más valerosos conquistadores y por ello incluso puede la chavala no haberse relacionado nunca con un chico. Para disipar toda duda Honorato le suelta la pregunta de rigor.

-Honorato: ¿tienes novio Prisci?

-Priscila: la la . . no, señor Honorato, la la ¿por qué me lo pregunta?

-Honorato: por nada, por curiosidad. Porque te ves una chiva muy guapa y me preguntaba si tenías dueño.

-Priscila: ja ja, ¿dueño yo? no, no tengo dueño ni nunca lo he tenido. Dios me libre de pasar a ser posesión de un hombre.

-Honorato: no me malinterpretes, no quería decir que tú pasaras a ser propiedad de un hombre, sino simplemente si tenías novio te preguntaba.

-Priscila: pues la respuesta es no, la la la.

Priscila vuelve a encomiarse a su canto y desecha la curiosa pregunta de su dueño, del bar.

Honorato en cambio sí da importancia tanto a la pregunta como a la respuesta de Priscila y no cesa en su contemplar del trasero de la muchacha ahora admirándolo con más gusto. Priscila deja la fregona en su sitio y se encarga ahora de limpiar y secar unos cuantos vasos que no han amanecido convenientemente brillantes. Mientras la chica limpia los vasos Honorato se levanta y pasa por detrás de la chavala rozando calculadamente el trasero de la chavala con la misma delantera de su cintura. Ella ha notado envidentemente que esa que la ha rozado por detrás no era un paño ni una escoba, sino la cintura del quien sea hombre que le ha pasado por detrás, el señor Honorato. Pero al igual que le ha restado importancia anteriormente a la pregunta soltada por el señor Honorato, ahora le resta importancia a que le haya rozado el trasero con la delantera del que es trasero del señor Honorato. Y por ello prosigue despreocupada la limpieza matutina. En esto que llega un cliente, no el primero pero sí un que le apetece madrugar en el bar.

-Cliente: hola, Honorato, hola chavala. Ponme un trifásico.

-Honorato: hola Fermín, ¿un trifásico? hoy te has levantado fuerte.

-Fermín: sí mira, que ya de buena mañana he tenido una discusión con mi esposa y quiero olvidarlo.

Mientras Priscila se encarga de preparar el café, Honorato se entretiene charlando 4 cosas con el cliente.

-Honorato: ¿cómo lo ves este año, el atléti?

-Fermín: mal, muy mal, el que nos dejara Gil fue casi la sentencia de muerte para el equipo.

-Honorato: hay gente que pensaría lo contrario.

-Fermín: sí pero . . bla . . bla . . bla.

La conversación de los dos hombres se convierte en este esquemático bla, bla a los oídos de Priscila. No entiende de fútbol y menos de Atlético de Madrid, que son dos cosas según tiene entendido bastante diferentes. Por lo que se olvida de parar atención a lo que hablan los dos hombres y permanece atenta que el café salga correctamente.

-Fermín: ay las mujeres, Dios te libre de tenerla como la mía, el día que no me humilla se ríe de mi, no hay quien la soporte!

-Honorato: no lo pongas tan verde, seguro que te ha dado muchas satisfacciones, por no decir todas.

-Fermín: sí bueno, he sido muy feliz con ella y, si no la tuviera ya no estaría en este mundo. Pero la cosa de, seguir vivo, ha tenido su precio. Dios te libre Honorato, Di. . . .

Priscila pone ante Fermín el trifásico solicitado y detienen ambos la poco sustancial conversación para dedicarse a otros solitarios quehaceres. Fermín se toma el cafe con los ojos cerrados y Honorato reenprende la lectura de su periódico. Está Honorato inmerso en una interesante noticia política cuando Priscila acude a él con un pequeño problema.

-Priscila: señor Honorato.

-Honorato: sí, dime.

-Priscila: verá, que hay que cargar la máquina de café con la garrafa de agua y, me falta un poco de fuerza.

-Honorato: sí, por supuesto, vamos.

Entre ambos toman la garrafa de agua y con diversas dificultades tratan de cargar la cafetera con ella. En esto que a Honorato le resbala la garrafa y está a punto de caerle encima a Priscila, soltándole eso sí, unas pocas gotas de agua que empañan su blusa.

-Priscila: ¡uyyyyh!

-Honorato: ¡ostia! perdona, se me ha resbalado.

-Priscila: no pasa nada, afortunadamente no ha caído.

-Honorato: no, pero a punto ha estado.

-Priscila: bueno, gracias por su final reflejo salvador, sin él ahora estaría empapada totalmente.

-Honorato: de nada, ¿quieres cambiarte?

-Priscila: sí, no puedo ir con este remojón en la blusa, me tendrá que dejar algo.

-Honorato: vamos al almacén, a ver si encontramos algo.

Priscila y Honorato se van al almacén de comida y bebida y ahí trata él de encontrar alguna prenda de emergencia que pueda usar Prisci.

-Honorato: a ver aquí . . . . nada . . . . y aquí . . . nada.

-Priscila: yo tampoco encuentro nada.

-Honorato: a ver, te importa ponerte mi camisa, y dejamos tu blusa encima de la cafetera, que se seque rápido.

-Priscila: de acuerdo.

Priscila se gira para no mostrar su delantera al señor Honorato y se saca la blusa. Llevando su mano hacia atrás se la ofrece al señor para que este le dé la suya camisa. Honorato peró, tiene una actitud un poco diferente a la que sería legal de entregarle su camisa a la chavala. Toma la blusa de la mano de Priscila y por sorpresa y sin tener ella tiempo a reaccionar, le desabrocha los sostenes y se los saca de un vuelo.

-Priscila: ¡eh! qué hace!

-Honorato: nada, creo que también se han mojado.

-Priscila: ¿los sostenes? pero?

Honorato sin embargo no da tiempo a Priscila a hacerle ninguna pregunta más y sale del almacén cerrando la puerta, no con pestillo pero sí cerrada. Priscila se queda atónita en el almacén del bar sin prenda alguna con la que tapar su busto. No pueden sus miedos más que crecer y crecer con el tiempo que pasa abandonada semidesnuda en el almacén esperando que regrese el señor Honorato. Este regresa al cabo de un rato y se gira inmediatamente Priscila para que no la vea a pelo.

-Priscila: ¿están secos ya?

-Honorato: no, tardarán un rato más.

Honorato se acerca tras la indefensa Priscila y le posa una mano en el hombro mientras le suelta otras adicionales mentiras.

-Honorato: mi camisa no te iría bien, es muy, grande.

-Priscila: ya bueno, me esperaré.

Honorato prosigue en el plan que lleva preparado y desplaza su mano a lo largo del brazo de la chavala para posarla en su mano. Toma y encaja la mano de su camarera reaccionando esta como lo tiene aprendido y encajando la misma mano. La mano izquierda de Honorato toma otro rumbo y empezando con el hombro acaba acariando el cuello de la muchacha.

-Priscila: . . qué . . qué hace . .

-Honorato: nada pris, para que no te aburras mientras se seca tu blusa.

La mano izquierda de Honorato no tantea durante mucho tiempo el cuello de la chavala pues es su boca la que la reemplaza besándola y declarándole que la cosa no va en broma.

-Priscila: ¡uy!

Honorato sigue besando el cuello de la chica mientras sus manos entoman verdadero sendero de guerra y toman una teta y la otra de la muchacha. La lengua del señor va variando su ataque y es cuando se la mete en la oreja que esta es psicológicamente vencida.

-Priscila: ¡aaaaah!

-Honorato: slurp . . no te habían hecho nunca esto . . slurp . . querida.

-Priscila: uhmmm, no, uhmmm.

Honorato se hace valiente y mientras le come la oreja le desabrocha esos que se dejan desabrocharse pantalones. Las manos de la chavala toman esos brazos que la desnudan concediéndole el permiso con su cariñosa caricia.

-Priscila: uhmmm, señor Honorato, y si viene alguien al bar . . .

-Honorato: slurp, tranquila que he cerrado.

-Priscila: . . oooh . . uhmmm.

Honorato aún no ha visionado la tenue pelumbre que empeluda el entrepierna de la chavala que, atacando desde su retaguardia le acaricia el triángulo de venus.

-Priscila: oooooh, señor Honorato, oooh, oooh.

El dedo del señor no tarda en hacer su primera incursión en el pliegue sexual de la chica y, cuando se le mete dentro, estalla en ella un flagrante gemido de placer.

-Priscila: oooooooooooh, señor, síííí, oooooh.

Honorato masturba un rato el coño de la chavala hasta que cree que ha llegado el momento de mostrarle algo más a la joven. Sorprendiéndola gira a Priscila y descubre esta que desde el primer momento él estaba desnudo tras ella. Se queda un instante estupefacta contemplando una que reconoce como erecta verga masculina con otras que presume reconocer intenciones. Honorato toma la mano de la chavala y la posa en su verga. Inicia un leve movimiento de masturbación que continúa ella cuando su mano es soltada. Con las dos manos libres Honorato pellizca un pezón con una y amasa el otro pecho con la otra.

-Honorato: muy bien pequeña, así, lentamente, arriba y abajo, uhmm.

-Priscila: uhmm, que bonito es. También me gusta mucho que me apriete los pechos.

Ante tal petición Honorato toma ambos pechos con las dos grandes manos y los aprieta fuertemente.

-Priscila: oooooh, señor, gusta mucho, mmmm.

Honorato suelta los pechos y reanuda la que tenía antes masturbación sexual en la panocha de esta. Ella reentoma los que soltaba antes viciosos gemidos deseando al mismo tiempo que esto no se acabe nunca.

-Priscila: oooooooh, señor Honorato, oooooh, aaaaaaah.

Honorato masturba sólo un rato más a la chavala y cuando la ve lista la apoya contra la pared y, mirándola cara a cara, le pone la punta de la verga en la rajita delantera. Priscila siente que esa cosa que tiene jugando en su pelusa delantera va a entrar dentro proporcionándole una fuerte impresión, por lo que cierra los ojos y trata de sentir amorosamente ese de que ha oído hablar tantas veces inicio. La verga de Honorato entra un par de dedos sin mucha objección.

-Priscila: aaaaah.

Honorato toma la cadera de la chica e introduce el resto de verga haciendo con ello tan sólo un favor a la que goza enormemente Priscila.

-Priscila: ooooooooh, aah.

Honorato no suelta mote alguno y después de sacar la verga la vuelve a introducir quizá más adentro aún.

-Priscila: ¡aaaaaaaaaah!

Al reconocer entonces todo el paso libre Honorato entoma un animado follar animado también por los benignos gemires de la chica.

-Priscila: aaaah, aaaah, aaaaah, aaaaah, aaaah.

Con una mano Honorato toma a Priscila de la cintura y con la otra le aprieta como la hacía antes fuertemente un pecho.

-Priscila: oooh, oooh, oooh, oooh, oooh.

El gemir de la chavala va subiendo de tono en el mismo grado que sube la velocidad de la verga de Honorato. Folla en un rato este, sin compasión, a la que vive la primera experiencia sexual de su por el momento corta vida.

-Priscila: ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah, ah.

La pelvis de Honorato impacta contra la pelvis de Priscila en el mismo punto, introduciendo peró con ello una dura extremidad entre las piernas de la muchacha.

-Priscila: señor Honorato, ooh, ooh, ooh, ooh, ooh.

El follar del señor Honorato se alarga lo que pueden soportar los clientes del bar ante la cerrada puerta del establecimiento. Cuando cree Honorato que debe seguir sirviendo a sus fieles clientes, se corre dentro de la chavala y dejándola desnuda en el almacén sale a subir de nuevo la persiana. Oye Priscila unas cuantas voces que desde la entrada se quejan impacientes cuando la persiana suena su subida. Después de ponerse los pantalones espera la chica a que se abra de nuevo la puerta del almacén y le sean entregados su blusa y sostenes secos. Siguiendo la prisa con que le son dados estos, Priscila se viste y sale de nuevo a la estancia del bar. Un cliente grita.

-Cliente: !venga! ponme una ginebra que quiero olvidar.