Mobbing sexual (4: la ferretera)
-Gerente: espérame después de cerrar Clodovea, que tengo que hablar contigo.
Un antiguo cliente entra en la ferretería y topa con la bonita chavala a la que aún no conocía. El cliente se propone a hacerle ante el resto de sus compañeros y clientes una pequeña broma y dice dirigiéndose a la chica.
-Cliente: ¡buenas!
-Clodovea: buenas.
-Cliente: ¡y grandes!
- ja ja ja ja ja ja ja -
El resto de clientes y compañeros de Clodovea estallan a reír recordando la vieja broma de la que ella aún no era conocedora.
-Clodovea: je je, muy gracioso, no la conocía esta.
-Cliente: y muchas más cosas que no conoces y conocerás.
-Clodovea: sí claro, a veces algunas personas me piden cosas que parece que hablen otro idioma.
-Cliente: bueno va, menos flores.. dame un destornillador philips del número ...
Clodovea, la nueva ferretera, continúa atendiendo al cachondo cliente a la vez que todos sus compañeros hacen lo mismo con diferentes personas. Todos excepto el gerente, el boss que comodamente descansa en su despacho de la dura faena que hizo... ¿cuando era joven? porque lo que es ahora de trabajar no trabaja mucho. Y eso lo corrobora la redonda barriga que engalana a Eduardo, el gerente de la ferretería. Animado por la ironía que, desde el despacho, oye en la ferretería, se levanta y se aproxima al mostrador donde trabaja el resto de gente. Ve, atendido por Clodovea, a su viejo amigo Radiolo y se propone intercambiar 4 palabras con el viejo.
-Eduardo: ¡que tal radio! cuanto tiempo sin verte!
-Radiolo: hola edu, pues mira, aquí que mi esposa me ha encargado un trabajito.
-Eduardo: ¿y tu hijo, qué se hizo de él..
Eduardo y Radiolo continúan conversando de asuntos personales mientras Clodovea sigue buscando diversos de los artículos que este le ha pedido.
-Clodovea: esto, señor Eduardo, no sé donde están estas bisagras de latón.
-Eduardo: si te acercas más te muerden.
Dice Eduardo señalándole el cajón que tiene justo detrás. Clodovea se gira y está abriendo el cajón que nota como el señor Eduardo le da una palmada en el trasero.
-plas-
-Eduardo: acuérdate moza, para la próxima vez.
Clodovea no es una digamos necia que se deje manosear por el primero que pase, pero sobrepasada por la inexperiencia y la falta de conocimientos que la acecha no consigue mostrar reacción al bofetón en los mofletes traseros que le ha dado el señor Eduardo. Prosigue su tarea lo mejor que sabe y consigue proporcionar al señor Radiolo todo lo que le pide. Este, durante todo el turno de atención que le ha mostrado Clodovea, seguía hablando cuando no tenía que dar indicaciones a la chica, con el señor Eduardo. Cuando ven ambos hombres que ha Radiolo conseguido todo lo que buscaba, continúan hablando y Clodovea se encarga de otro cliente.
-Radiolo: ¿y esta guaya, la tienes ya en la culata de tu revólver?
-Eduardo: no, je je, a ver si cae un día de estos.
-Radiolo: los hay con suerte, bueno edu, yo me largo que el deber me llama.
-Eduardo: hasta luego radio, encantado de verte. Saludos a tu mujer.
-Radiolo: ¡saludos!
Radiolo abandona la ferretería y Eduardo vuelve a posesionarse de la silla del despacho. La jornada de la tarde acaba terminando y como es hoy, día de pago, los diversos trabajadores pasan por el despacho para que les sea entregado el sobre. Clodovea se dispone a recibir la plata cuando el señor Eduardo le dice;
-Eduardo: espérame aquí clodo, que tengo que hablar contigo.
Clodovea espera a que el resto de sus compañeros hayan marchado para que le sea comunicado lo que tenga que comunicarle Eduardo. Cuando han estos abandonado la ferretería Clodovea vuelve a entrar en el despacho.
-Eduardo: siéntate.
Así se sienta ella ante el escritorio de Eduardo y oye como empieza su discurso.
-Eduardo: pues verás clodo, pasa que, recientemente, casualmente desde que tú has entrado a trabajar con nosotros. Algunos de tus compañeros han encontrado a faltar artículos de los cuales no recuerdan su venta. Te estoy hablando de artículos importantes. Como por ejemplo una pulidora Führer que ha desaparecido y nadie sabe quien la ha vendido.
-Clodovea: esto... yo no sé nada.. no conozco ni que tuviéramos esa pulidora.
-Eduardo: tenemos no, teníamos y ha desaparecido sin dejar rastro. Te informo clodo que confío en mis trabajadores con los cuales he compartido infancia y madurez, y es muy casual que justo al entrar tú en la empresa desaparezcan esos artículos de tan gran importancia.
-Clodovea: pero que le repito que yo no sé nada, ni tan sólo he vendido nunca artículos tan grandes.
Eduardo parece (parece) enojado y se levanta para empezar a vagar por el despacho mientras sigue hablando.
-Eduardo: a ver, clodo, no te estoy hablando de vender.
Dice el señor Eduardo mientras pasa por detrás de la sentada Clodovea.
-Eduardo: te estoy hablando (dice a la vez que la toma con fuerza de los hombros) ¡de robar!
-Clodovea: ¡¿de robar!?
Grita ella a la vez que se levanta y se enfrenta a su gerente.
-Eduardo: sí chica, sí. Esas cosas no desaparecen si dejar rastro tan facilmente, esas cosas ha sido robadas y tú tienes todos los números para ser la culpable.
-Clodovea: ¡pero qué dice! yo no sería nunca capaz de hacer una cosa así, robar! Dios me libre de robar nunca nada.
-Eduardo: pues las sospechas están encima de la mesa. Tiene que aparecer un culpable de esos robos y ese culpable eres tú.
-Clodovea: ¡que le digo que no! yo no he robado nada ni lo haré nunca!
El señor Eduardo pone en práctica el siguiente paso de su acoso y arrincona esta contra la pared, hablándole con supremacia y dominio.
-Eduardo: tus palabras no valen nada si son falsas. Si no reconoces tu culpabilidad y devuelves los enseres sustraídos te despediré y cantaré a los 4 vientos lo mala y ladrona trabajadora que eres.
-Clodovea: ¡pero eso es injusto! yo no he robado nada y no acarrearé con los pecados que otros hayan cometido!
El arrinconamiento de la chica ha llegado a su extremo y se siente esta presionada contra la pared a un lado y la barriga del señor Eduardo en la otra.
-Eduardo: a ver, cómo te lo digo moza.. (dice el malvado gerente tomando la cintura de la muchacha con ambas manos) tú has cometido un delito que se llama apropiación indebida. Da igual que sea cometido este por un ladrón o un trabajador del mismo comercio. Está penado y como todo delito tiene su sentencia. Si tú no te arrepientes de lo mal hecho y, abonas debidamente los artículos o, los devuelves. No tendré otra opción que denunciarte a la policía. Y sepamos en todo momento que es tu palabra contra la mía y eso es un claro enfrentamiento de fuerzas en que prevalece la mía.
-Clodovea: .. pero .. (dice la tierna muchacha casi llorando) .. yo no he hecho nada .. no he robado nunca nada y menos en la ferretería .. snif .. snif ..
Diversas lágrimas se escapan de los inocentes ojos de la ferretera, es verdaderamente inocente pero el conflicto de sentimientos que no pueden salir de ella en forma de puñetazos hace que pueda sólo soltar lágrimas.
-Clodovea: .. yo no he hecho nada .. snif .. nunca .. snif .. nunca he robado nada .. snif ..
El señor Eduardo advierte que las defensas de la muchacha han caído y la abraza paternalmente. Mientras le acaricia la llorosa cabeza no deja de pronunciarle más y más engaños.
-Eduardo: está bien hija .. buscaremos bien al ladrón y quizá no eres tú ..
-Clodovea: .. snif .. le repito .. snif .. que no soy yo .. snif .. buuuh ... buuuuuh.
El lloro de la muchacha acaba estallando plenamente y pega su cara al hombro del señor Eduardo pidiendo clemencia.
-Clodovea: ¡buuuuuuuh! buuuuuh, ¡no he sido yo! buuuuuuh! buuuuuh!
Clodovea continúa llorando en el hombro del señor Eduardo durante un par de minutos, alargados estos y en todo momento siendo arropada por el señor, sus lágrimas van cesando.
-Eduardo: cálmate hija, no pasa nada, el culpable saldrá, traquilízate...
Clodovea mira agradecida a los ojos del señor Eduardo y este ve que el plato está servido. Se acerca lentamete a los labios de la muchacha, y viendo esta lo que de verdad va a ocurrir cierra los ojos para aceptar la lengua que se mete en su boca de la misma manera que la saca ella. La pareja se da un romántico beso aún sin secarse las lágrimas que encharcan la cara de la muchacha y a su vez, se traspasan a la del señor Eduardo. Él prefiere alargar este romántico beso para que desaparezca toda pista de que desde el primer momento sabía lo qué estaba haciendo. Eduardo expone con su lengua y caricias todo el cariño que más de 30 años de ferretero le han enseñado. El estado de la chavala va cambiando de color y sabor y el beso de agradecimiento que se dieron en primer momento empieza a tomar otros colores, entre ellos el rosa. Cuando llevan ambas personas 5 minutos morreándose, Clodovea está excitada de modo diferente a cuando aceptó el beso de disculpa. Abraza calidamente al señor Eduardo a la vez que este acaricia de forma no plenamente paternal el joven cuerpo de la ferretera. Una de la manos del señor ha desabrochado la blusa de la chica y acaricia libidinosamente el pecho izquierdo de la joven por debajo del sostén. La boca del gerente se dispone a bajar por el cuello de la chica mientras tras ella se ven desabrochados los sostenes por unas varonesas manos. Es entonces que puede don Eduardo gozar del plato más infantil que existe; mamar del pecho.
Mientras ella se ve mamada abre los ojos y toma consciencia de lo que está sucediendo. Su mente no llega a aclarar si lo que está sucediendo es benigno o está siendo engañada, simplemente se deja amar por un varón que, sentimentalmente, la ha vencido. Mientrás él mama de los pechos desabrocha los pantalones de la muchacha y no tardan en acompañar a estos cayendo al suelo unas blancas braguitas. El dedo del señor Eduardo visita una húmeda cueva que se le es entregada de forma totalmente voluntaria. Clodovea se siente en una amorosa relación sexual con un gerente que repite, con la nueva ferretera, algo que ha repetido sólo él sabe cuantas veces. Su entrepierna abraza prietamente un dedo que lejos de abusar de ella le está haciendo un favor.
-Clodovea: mmmm ... señor Eduardo ... quien lo iba a decir que acabaríamos así ... mmmm .. pero continúe .... me gusta mucho .. mmmm.
Clodovea se siente en el cielo siendo mamada y a la vez masturbada, cree que en el tema de los artículos desaparecidos ha sido olvidada su sospecha y será esto investigado con otras personas. Ahora se siente la trabajadora preferida del gerente a la que entregará adicional confianza profesional y... no tan profesional. Es por esto que animada por el reconocimiento con que virtualmente es ofrecida, desabrocha los pantalones del señor y caza con satisfacción una gorda verga que pedía por ver la luz. Después de masturbarse reciprocamente unos cuantos cientos de calorías, Clodovea se agacha para mostrarse servicial tragando una verga dotada de jefatura estigma.
-Clodovea: goooorbl ... gooooooorbl ... gooooorbl ..
El señor Eduardo posa la mano en la cabeza de la chica y ello aumenta el bienestar de la muchacha creyendo creída su de inocencia confesión.
-Eduardo: así muchacha, se ve que tú no hubieras sido capaz..
Clodovea saca la verga de su boca y dice;
-Clodovea: ¿me cree ahora?
-Eduardo: claro que sí, entre los dos vamos a localizar el culpable.
Dice el malvado gerente empujando de nuevo tras la cabeza de su empleada para que trague de nuevo. Clodovea se siente favorecida e ignorando la verdad de todas las cosas abre la boca para sumisa volver a mamar de la polla. Después de un rato en que Eduardo cierra los ojos para sentir mejor la cálida lengua de su trabajadora, le saca la verga de la boca y la levanta. A ella le parece que actúa él de forma bienintencionada cuando le da la vuelta y le pide que se agarre del escritorio. Espera a sentir la punta de la verga que se le ha situado en la entrada vaginal para gozar de la bonita relación sexual que está teniendo con su gerente. Él empuja y la mete toda de golpe, sin por ello disgustarla.
-Clodovea: uhmmmmm.
Eduardo continúa jodiendo a su empleada elevando por cada instante el placer que impregna la relación.
-Clodovea: uhmmm, uhmmmm, uhhmmm, uhhhmmmm.
Ella ha cerrado los ojos y se siente en la gloria, llevando su mano hacia atrás, tomando con amor la mano que le sujeta el trasero.
-Clodovea: ooooh, sííí, lo hace usted muy bien, mmm, mmmm.
El vigor con que jode el señor Eduardo a su empleada aumenta en fuerza y rudeza. La cintura de él impacta contra el pompis de su debota como impacta una pelota de basquet en el suelo.
-Clodovea: ooooh, oooooh, sííí, sííí, mmmm, mmm.
Este varón peró, no parece tener el que tenía antes freno cuando expertamente dialogaba y vencía la consciencia de la muchacha, sino que ahora coge con salvajismo una que se le ha entregado con aceptación mujer.
-Clodovea: ooooh, ¡señor! ooooh, ooooh, ¡señor! uhmmm, uhmmm, sííí, sííí, ¡no pare! sííí.
El señor Eduardo continúa cogiendo a su empleada un rato más, el tiempo que le da el volver a su casa y no recibir preguntas inprocedentes de su esposa. En acabado este rato que a Clodovea le parece maravilloso, Eduardo saca la verga de la vagina de su empleada y le da la vuelta.
-Eduardo: toma, termina con la boca que no me conviene que te quedes embarazada.
Clodovea termina con la lengua el trabajo que empezó con la vagina, y cuando el gerente se va a correr, toma con las dos manos la cabeza de su mamante y le mete con fuerza la polla en lo más hondo de la boca, que no se escape ni una gota. Ella se siente un poco forzada, pero prefiere no mostrarse desagradable con un hombre que le ha concedido tanto. En acabado de tragar hasta la última gota de leche, la pareja se separa y se viste.
-Clodovea: ¿quien cree que puede ser el culpable de los robos?
-Eduardo: no sé pero cuando lo atrape me va a oír, perturbar de esta manera el desarrolo de la ferretería es imperdonable.