Mobbing sexual (1: la mujer del tiempo)

- Se esperan precipitaciones dispersas en el cuadrante norte que van ..

-Se esperan dispersas precipitaciones en la zona de levante que serán remplazadas por un estado debilmente nuboso que perdurará hasta entrado el miércoles. Para entonces sería arriesgado hacer ninguna previsión pues estamos afectados por un fenómeno meteorológico incierto, lo único seguro es que las precipitaciones, si las hubiera, no estarán marcadas de intensidad. Les despido hasta mañana, gracias y buenos días.

Después de hacer su previsión del tiempo, Irene, la mujer del tiempo del canal 30 se retira a sus dependencias a seguir trabajando en su ciencia. El señor Pelayo, el director de programación de servicios básicos la sigue con la mirada paso a paso pues tiene en mente, para Irene, unas cosas diferentes, no estríctamente relacionadas con su labor meteorológica. Irene es plenamente consciente de las intenciones de Pelayo, pero siendo lo que es una joven principiante en la profesión, no se atreve a ser desagradable con quien pudiera traerle problemas. Irene está en su oficina ante su mapa personal trazando lineas y dibujos sobre lo que hacen y pudieran hacer las nubes. De pronto oye que llaman a la delgada puerta de cartón piedra.

-toc-toc-

  • ¿Sí? pase.

Es Pelayo quien abre la puerta y sin ser ello necesario la cierra tras de él.

-Pelayo: hola Irene, cada día lo haces mejor. Casi que podría celebrar que nos abandonase nuestro querido compañero Ramón de esa forma tan repentina.

-Irene: oh, no diga eso. Don Ramón fue el hombre del tiempo durante practicamente toda mi infancia y quizá a él le debo mi pasión por la metereología. No creo nunca poder llegármele a comparar.

-Pelayo: ¿comparar? pero como puedes decir eso? ¿Comparar un viejo parkingsonoso con la bella muchacha que eres, que hace creer la previsión que quiera con sólo mostrarte ante la pantalla.

Dice don Pelayo dando una leve palmada en el trasero de Irene que de forma descuidada había vuelto a concentrarse en su mapa, olvidando que tenía que ponerse en guardia.

-Irene: por favor señor Pelayo, nuestra relación es estríctamente profesional. No recuerdo en mis estudios de metereología la lección que se aprendía que de vez en cuando el director de programación pudiera palmarle a una el pompis.

-Pelayo: tienes razón, yo tuve parecidos estudios a los tuyos y eso no se daba en ninguna lección. Te informo Irene que eso son cosas que te enseña la vida, no encontrarás ningún o... casi ningún profesor que te enseñe la respuesta debida a ello porque, esto no es una tarea, sino un ocio.

Dice Pelayo poniendo ahora la mano en la cintura de su discípula, de forma extremadamente amigable. Casi perdiendo su nomenclatura amigable para denominarse "sugerente".

-Irene: ¡a ver, señor Pelayo!

Dice Irene mostrando una grave alteración en su voz y tomando la mano de su gerente para retirarla de encima suyo.

-Irene: usted no me puede hacer esto, yo soy una mujer casada y ni puedo ni quiero mantener con usted una relación que pase de recibir sus instrucciones o sugerencias todas relacionadas con nuestro trabajo. Mi cometido en la cadena es mostrar a los televidentes la previsión metereológica del día, no soportar como usted me pone la mano encima como mínimo, una vez al día.

-Pelayo: pero Irene, hija. A ver, dime, tú cuando eras pequeña, eras una tenaz debota de la iglesia que no te perdías un domingo sin asistir a la comunión con nuestro señor, o eras una insípida vara de madera que te llevabas tan flaca y dura como un palo de escoba, o eras una, hablando claro, una piedra de granito de la que poco se puede hacer con ella escepto mirarla.

-Irene: por supuesto que no, todas hemos sido niñas alguna vez y me gustaba tanto como a mis amigas jugar. Pero lo que me propone usted no es un juego, es digamos.. un juego de adultos que conlleva serle infiel a mi marido que tanto quiero y a quien pretendo amar siempre sin haberle fallado nunca. Usted lleva acosándome desde que pasé a presentar el predicto por pantalla y esto se me está haciendo insoportable. Mi relación con usted, el resto de compañeros de la cadena e incluso la que llevo con mi propio marido se está viendo gravemente alterada. A veces estoy con él en la cama e incluso yo misma me sorprendo de no apetecerme hacer el amor con él, por favor, detenga ya su acoso y déjeme trabajar y vivir tranquila.

Pelayo se separa un momento de Irene y emprende un monólogo con él mismo e Irene.

-Pelayo: ¿no te sientes bien? déjame decirte Irene, que te veo un poco en problemas, pero no por mi culpa, sino por que no te atreves a aceptar tus verdaderos impulsos naturales y te estás reprimiendo enormemente.

-Irene: ¡no! maldita sea! no es eso. Usted me está acosando sexualmente y si no se detiene estoy dispuesta a denunciarlo.

-Pelayo: denunciarme... mmm Irene, te aprecio muchísimo pero, creo que no sabes bien como van aquí las cosas. O sea, te cuento, si tú me denunciases, te lo digo por experiencia, yo me vería en problemas, quizá acababa siendo penalizado por comisiones obreras y eso, me disgustaría. Pero te sigo contando Irene, esa posible penalización que recibiera no pasaría de 1000€ de indemnización de mi a ti. Precio actualmente irrisorio para un posición media-alta como yo. Por contra la penalización que sufrieras tú sería un tanto mayor. Te hablo, querida, te repito por experiencia, que tu vida en el canal 30 terminaría sin pena ni gloria, terminaría totalmente sin tener, yo, je je, nada qué ver. ¿Me entiendes ahora lo que te digo?

-Irene: ¡pero usted es un desalmado! no puede hacer esto! Lo denunciaré y con la ley en la mano sólo triunfa la justicia!

-Pelayo: ja ja ja, ¿justicia? a ver, te pondré un ejemplo. ¿Te acuerdas de Caliope?

-Irene: sí, la chica que trabajaba en las noticias, tiempo antes de entrar yo, era muy buena presentadora.

-Pelayo: sí, exacto, era... buena presentadora. Había otras cosas que hacía bien, pero hubo una que le salió mal, y fue el día que me rechazó. No llegó a haber denuncia porque prefirió que no se supiera la relación que manteníamos, pero supo lo que se le ofrecía y lo que no, e hizo lo único que podía y con la cola entre piernas, mmm que buena rima me ha salido, se fue.

-Irene: pero... como pudo usted... malograr la vida profesional de esa muchacha sólo por.... meterle la cola..

-Pelayo: no fue mi intención, la decisión fue suya, un día tomó la decisión y se fue. Pero... esto son viejas batallas, por qué contarlas, el tema a tratar es otro. Yo te estoy hablando de otro; en resumen sería que tú y yo mantuviéramos relaciones sexuales, quizá hoy, quizá ahora, y te aseguró que nadie sabrá de ello. De la misma manera que tu carrera profesional como metereóloga seguirá su curso sin que ningún imprevisto la altere en lo más mínimo.

Irene y Pelayo restan callados un instante mirándose a los ojos, él mirándola con lascivia y ella con odio e impotencia.

-Irene: a ver... señor Pelayo, ¿me lo deja pensar?

-Pelayo: claro que te dejo pensar, voy a encargarme de algunos quehaceres que me urgen y me pasaré por aquí, ¿en un horita?

-Irene: no, por favor, yo le comunicaré mi decisión cuando lo crea oportuno.

-Pelayo: bueno, ya sabes donde encontrarme, je je, puedo estar en cualquier sitio.

Pelayo abandona el despacho de la presentadora y se dirije a los asuntos dichos sin prisa alguna. Irene retoma su tarea con el mapa metereológico a la vez que piensa la decisión que debe tomar. Trabajar como mujer del tiempo había sido desde que era una chiquilla uno de sus infantiles sueños. Con el tiempo y los estudios los sueños pasaron a convertirse en verdaderos ansiares y lo último del mundo que querría ahora es reconvertise en un ama de casa gorda con siete hijos. A medida que piensa Irene va terminando la tarea del mapa, se auguran fuertes precipitaciones en el noreste. Bah, qué importan unas pocas precipitaciones en el noreste, algo mucho más importante es lo que lleva entre ceja y ceja Irene. Por fin la tarea mental de la predicción de mañana se termina, Irene traza un par de lineas encima del mapa indicadoras de que la predicción está hecha, ahora toca lo más difícil; decidirse. ¿O quizá tendría que llamarse lo más fácil? porque cuan fácil resulta para la bella muchacha llamar a su director de programación y exponerle el problema por él planteado totalmente resuelto y en un chiscar de dedos.

Irene toma el teléfono para hablar con la operadora de la empresa y le dice;

-Irene: Carla por favor, llámame al señor Pelayo que venga a mi oficina, que debo exponerle un problema con el instituto.

-Teléfono: de acuerdo, voy a encontrarlo -chas-

Irene cuelga el teléfono y se sienta en su escritorio tremendamente relajada, los problemas sólo hay que soplar para que se vayan. Al cabo de un rato la puerta vuelve a sonar.

-toc-toc-

-Irene: sí, pasa.

Es don Pelayo que entra con una ilusionada y triunfal sonrisa.

-Pelayo: qué tal Irene, me han dicho que venga, es porque tienes tomada una decisión acerca del tema anteriormente tratado ¿pienso?

-Irene: piensa bien señor Pelayo, he tomado una decisión que me ha sido más fácil de lo que pensaba. Si se dispone usted a.... agacharse bajo mi escritorio se lo explicaré.

El señor Pelayo abre los ojos como naranjas sorprendido por la liviantez con que Irene le invita. Deja ir una gran sonrisa obsequiado con la naturalidad con que finalmente Irene ha tomado su decisión. Caminando a 4 patas se mete debajo la mesa ante la que Irene está sentada y empieza por lamer las aún cubiertas por medias piernas de Irene.

-Irene: mmm, voy a confesarle que, mmm.

El señor Pelayo baja las braguitas que encondían las faldas de Irene y se dedica a comer de momento tan sólo los pelos púbicos, sin palpar la rajita prohibida verdadero misterio de los negros pelos.

-Irene: mmmm, muy agudo señor Pelayo, le repito que me ha llevado más tiempo del previsto y, mmm, así, páseme la lengua por la rajita, mmmm, pero al final ha sido mi, mmm, devoción por la profesión de metereología que me ha entregado la respuesta ansiada.

El señor Pelayo está ya en el juego prohibido de lamer la roja grieta y aún sin haberla escuchado parece saber la elección de Irene. Lame la longitud de la raja y mete la lengua a turnos interrumpiendo constantemente la que intenta formal declaración de la chica del tiempo.

-Irene: mmm, síí, señor Pelayo, su consciencia profesional, ohh, parece saber de antemano la entrega al deber que me, mmmm, caracteriza.

Tan anormal plática de Irene es totalmente detenida cuando el señor Pelayo alía su lengua con sus dedo, no dando a la mujer otra opción que seguir sus declaraciones en otro prehistórico idioma.

-Irene: uhmmmm, sííííí, uhmmm, mmm.

Irene toma la cabeza de su superior y la aprieta contra su entrepierna haciendo desaparecer toda "duda" de consentimiento por parte de su amante. La amantoria oral no se alarga mucho pues la cruelmente acosada Irene parece sentir la llamada de su misma penitencia. Irene se mete bajo la mesa y con alguna que otra dificultad baja los pantalones del señor. Ahora con un pene en la boca el poder de conversación pasa a ser posesión del señor Pelayo.

-Pelayo: mmm, no eres la primera Irene, mmm, que tiene que tomar tan difícil decisión. Otras mujeres se han visto anteriormente en tu,    , mismo problema y algunas, como te he contado no han podido superarlo. Pero tú (dice el señor Pelayo mientras acaricia la cabeza de la muchacha entre sus piernas) tienes el juicio maduro que mujeres más grandes que tú no tienen, mmm, ni tendrán quizá nunca.

Irene come la polla del señor Pelayo a la manera clásica que conoce con su marido. Es decir tragando aproximadamente la mitad hasta que el capullo llega al tope en su garganta. Pero el señor parece tener experiencia en tal manejo y le dice;

-Pelayo: si quieres, hijita, puedes tragarla toda.

-Irene: bofff, ¿cómo?

-Pelayo: pues no hace falta ningún truco, tan sólo decisión. Sé que el pene llega a hacer tope en tu garganta, tú sólo tienes que proponerte que el tope no existe y, lentamente, seguir tragando.

-Irene: pero, me dan ganas de vomitar.

-Pelayo: lo sé, pero es lo que te he dicho. Tienes que proponértelo y vencerás esas arcadas.

Irene parece creer a su superior y traga el pene hasta que hace el tope en su garganta. Entonces el señor Pelayo posa la mano en su cabeza y le dice;

-Pelayo: así, sin miedos, vamos a hacerlo juntos...mmmm.

Aprieta la cabeza de su subordinada a tragarlo todo. Ella parece tragar sin problemas la recia verga, pero parece haber un punto que puede con ella. Escupe traumaticamente la verga y empieza a toser;

-Irene: tjó, tjó, tjó.

-Pelayo: uhmm, perdona querida, quizá no debía apretarte. ¿Vamos a intentarlo otra vez?

-Irene: yo quiero, aprender.

-Pelayo: vale, ahora hazlo tú, no te tocaré.

La chica empieza como antes a tragar verga hasta que llega al punto fatídico. Entonces se lo propone y, sigue tragando. La verga va entrando lentamente pero sin pausa, esta acaba finalmente a estar toda dentro.

-Pelayo: muy bien querida, lo has conseguido.

Irene escupe la verga pero esta vez sin malestar.

-Irene: uhmmm, no era tan difícil.

-Pelayo: claro, lo que te he dicho.

La pareja se mira unos instantes a los ojos conversando quien sabe qué, entre un gerente abusón y una chavala chantajeada. Pero lo que se dicen no parecen ser palabrotas.

Es Irene la que opta por abandonar esta conversación ocular y vuelve a tragar la verga. Perdido el miedo traga el miembro completo sin dudar un turno. Pelayo le aprieta impositivo la cabeza contra él mismo logrando que de Irene sigan saliendo algunos toseres, pero sin soltar la verga de dentro de su garganta.

-Pelayo: uhmmm, me encantaaa... creo que no te voy a joder, por lo menos hoy.

Irene no necesita de forzamiento, es ella misma que traga la verga cuanto puede y goza sintiendo un gordo capullo en lo más hondo de su garganta nunca visitado. En un momento dado los labios de ella quedan pegados al pubis del hombre apretando aún más él su cabeza contra su entrepierna. Diversas lágrimas brotan de los cerrados ojos de la chavala, pero no tiene esta en absoluto intención de escupirla, pues son lágrimas de alegría, de satisfacción personal por haber tomado la elección que cree correcta. Pelayo ve las lágrimas de su subordinada e inspira este a hacer algo más. Sin soltar la cabeza de la chica Pelayo cierra los ojos y, se propone, cumplir su deber, como profesional de la comunicación y como hombre. Pensando en las gotas transparentes que caen de los ojos de la metereóloga al director de programación se le hace más fácil y su pene empieza a exalar también una gotas, aunque blancas, en el mismo paladar de la muchacha. Este punto gutural no percibe sabores por lo que Irene no se da cuenta de lo está recibiendo, tan sólo sabe que a veces los problemas se resuelven más fáciles de lo previsto y que en la academia de metereología no le enseñaron cosas que en su vida profesional necesitaría.

Cuando don Pelayo cree haber exalado toda la leche acumulada en su reserva cojonera saca la verga de la boca de su subalterna.

-Pelayo: hemos iniciado hoy, señorita Irene, un nuevo tipo de relación laboral, nos va a dar a ambos jugosos frutos.

-Irene: claro amor, me va a encantar trabajar contigo.