Misteriosa y peligrosa. Mi madre.

Su madre era muy distinta a cualquier otra. No solo por su Juventud, ni su cuerpo atractivo que tanto llamaba la atención. Era algo más.

Misteriosa y peligrosa. Mi madre.

La madre de Iván era muy distinta a cualquier otra. No solo por su Juventud, ni su cuerpo atractivo que tanto llamaba la atención. Era algo más.

Tac, tac. Se escuchaba muy temprano.

Apenas cuando asomaba el sol. El golpe del acero contra la madera era una especie de despertador que escuchaba cuando ella estaba en casa.

Otra vez con los cuchillos. — fue lo que pensó al despertar esa mañana.

Con cuidado, se asomó por la ventana de su cuarto que daba al amplio jardín, para contemplar una de las tan inusuales costumbres de su madre.

Vivian vestía un conjunto de Leggins y top de ejercicio. Ambos obscuros, que contrastaban contra el broceado de su piel. Tan justos que delineaban las curvas de un cuerpo trabajado a conciencia.

Como lo había indicado el sonido, practicaba con los cuchillos. Lanzaba contra el blanco de madera que había instalado en el centro del jardín. Rara vez fallaba. Casi siempre la hoja quedaba firmemente clavada.

¿Qué madre usaba los cuchillos de esa forma?

Una de tantas incógnitas. Como su edad. El chico no sabía la edad de su madre.

Tendría que estar en los treinta o menos. Era la única explicación a ese cuerpo provocativo y esas facciones juveniles. Tendría que haberse embarazado siendo una adolecente. Salvo por la altura, se la podía imaginar pasando por una colegiala en uniforme escolar.

Iván se imaginaba a su madre de esa y muchas formas. No podía evitar que las ensoñaciones carnales tan propias de su edad incluyeran a su propia madre. Incluso si se había imaginado tocarla y hacer cosas innombrables entre madre e hijo, nada era tan espectacular como verla en vivo.

Los pechos firmes, se estremecían en la ajustada prenda cuando lanzaba los cuchillos. Sumando las atléticas piernas, la cintura estrecha, hacían un conjunto perturbadoramente erótico. Ningún hombre vivo podría mirarla sin que el deseo le invadiera.

Para Iván era imposible, aun siendo su hijo.

Lanzar los cuchillos era la parte final de sus ejercicios. Antes de eso, por la madrugada salía a correr. Para esos momentos sus músculos ya están sueltos y la piel cubierta de sudor.

En poco vendría y se daría una ducha.

Siempre que podía la miraba a escondidas, pero hasta ahora no se había atrevido a algo como espiarla en el baño. No importaba cuantas fantasías le despertase, con todas sus cosas extrañas seguía siendo su madre.

Había otra cosa que le detenía, pero en ese momento no pensó en eso. Vivian se daba la vuelta para recoger los pocos cuchillos fallidos. Al inclinarse le dio una vista de ese culo hermoso que tensaba al máximo la tela del leggin. El chico se había estado tocando, sin poder evitarlo cerro los ojos cuando su semen se derramo en la palma de su mano.

No era la primera vez que lo hacía pensando en el cuerpo de su madre, pero si la primera mientras la miraba.

Por un momento temió hacer un movimiento brusco que le descubriera, pero al abrir los ojos, ella seguía allí, mostrándole las curvas de su espalda, sin que diera muestra de haberse dado cuenta de nada. Se desataba el nudo en el pelo, dejándolo fluir libre por sus hombros.

Otra diferencia, una pequeña es que nunca usaba algo tan simple como una liga para el pelo, en vez de eso se anudaba el pelo color castaño claro.

Vivian pasaba poco tiempo en casa. Salía sin dar explicaciones, a veces tardando varios meses en regresar. En otras la escuchaba llegar muy por la madrugada, solo para recoger algunas cosas y luego irse nuevamente. Se daba cuenta por las cosas desordenadas y el perfume tan característico de ella que invadía esas mañanas.

Una vez entre sueños se despertó por los aromas. Se hizo el dormido, pero juraría que la alta figura le observaba en la obscuridad de la habitación. De las cosas más curiosas de su madre es que a veces daba miedo.

No solo por los cuchillos de los cuales siempre se las arreglaba para esconder en su cuerpo, sin importar que tan diminutas y apretadas fueran sus ropas. Los sirvientes quienes se encargaban del cuidado del chico, la obedecían casi con respeto medieval.  Vivian daba órdenes como toda una profesional.

¿Profesional en qué?

­­— ¿De qué trabajas mamá? — le pregunto cierta vez cuando era más chico, ya se daba cuenta que era una madre peculiar.

— Ya sabes lo que debes de decir en caso de que pregunten. — le contesto Vivian, con humor, sabiendo que su chico aprendía rápido.

— Es que no pareces arquitecta.

— ¿De verdad? ¿No has visto cuantos libros de arquitectura tengo? — La mujer sonrió con orgullo al darse cuenta que su hijo no sería un tonto en el futuro.

— Nunca los lees.

Como respuesta Vivian rodeo con sus brazos a su hijo y pego su cuerpo en él. Un afecto que solo mostraba en las contadas ocasiones que estaban solos.

— Podría hablar por horas con un arquitecto experto, sin que se diera cuenta que me dedico a otra cosa.

— ¿Entonces trabajas de otra cosa?

— No es algo de lo que debas preocuparte. — le dijo alegremente, pegando su nariz una con la otra. Le dio un beso en la mejilla y luego cambiando el tono, de esa forma que no daba pie a discusión. Casi una amenaza. — Si alguien te pregunta solo di lo que aprendiste.

Las suaves facciones de Vivian podían cambiar de la más apacible candidez, pasando por miradas seductoras hasta algo a lo que era difícil sostenerle la mirada.

Siempre vestía ropas que resaltaban su rotunda feminidad y conducía autos deportivos.

O casi siempre.

Cuando había algún asunto del colegio usaba un coche de cuatro puertas, bastante más modesto y pasaba horas maquillándose frente al espejo. Lo que pretendía y conseguía era verse como alguien mayor, en combinación con ropa no ajustada que no mostrara nada de piel. De esa forma casi parecía alguien normal.

Aun con todo eso era imposible esconder completamente su atractivo.

No había pantalón que escondiese del todo esas deliciosas curvas. Ni zapatos que disimularan ese contonear de sus caderas. Hipnotizante como un hechizo.

Iván se instaló en la sala, tratando de ser casual. A un deseaba ver a su madre. Tratando de no sentirse culpable por haberse tocado mientras la miraba a escondidas. Sabiendo que no lo había podido evitar. Especialmente en esos días que estaba en casa.

Vivian entro secándose el sudor con una toalla.

— ¿Desde cuándo te levantas tan temprano? — dijo al verlo sin que se notase sorprendida. La humedad en su pecho trasparentaba la ajustada prenda.

El chico desvió la mirada.

— Baje a ver la tele. — dijo apenado.

— Ni siquiera has tomado el control remoto. — indicó con suspicacia.

Era complicado mentirle a su madre, aunque fuera en lo más mínimo. ¿Sería así con los demás?

— En realidad quería verte. Ahora que estas en casa.

El rostro de Vivian se llenó primero de sorpresa y luego de afecto. Sonrió cuan encantadora era, poniéndose derecha. En el reacomodo los pechos se ladearon suavemente.

— Pues aquí me tienes para mirarme cuanto quieras. — extendió los brazos para mostrarse ante su hijo.

No pudo evitar que sus ojos recorrieran la anatomía curvilínea de su madre.

— Voy a morir de pena, si mi hijo me sigue mirando como si quisiera comerme. — dijo Vivian sin pena en absoluto. Más bien divertida. Girándose para mostrarse en otros ángulos. Adoptando esa mirada que elevaría la temperatura de cualquiera que tuviera sangre en las venas.

El chico no supo que decir, sabiendo que algo crecía en su entrepierna. Lo mejor sería dejar de mirarla y permanecer sentado un rato donde estaba.

Se escuchó la carcajada de Vivian. Algo aún más infrecuente que sus días en casa.

— ¡Ese es mi chico! ¡Eres encantador! — dijo acercándosele ágilmente. Para plantearle un sonoro beso en la mejilla.

Los aromas de la piel sudorosa de su madre, invadieron los sentidos del chico. Ahora sí tendría que pasar un rato antes de que se pudiera levantar.

Vivian miro a su hijo, de esa forma concentrada, sabiendo que lo estaba incomodando.

— Amber, nos preparara algo. Me voy a dar una ducha y después podemos desayunar juntos. Luego tengo que salir.

La última frase inquieto a Iván.

— ¿Te vas a ir otra vez?

No le gusto la expresión del chico. Había tratado de calmarlo y estaba consiguiendo todo lo contrario. Se sentó a su lado, sabiendo que tenía algo que decirle.

— No. — le dijo con dulzura, recargando la cabeza en el hombro del chico. — No te lo había dicho antes, pero vamos a pasar más tiempo juntos.

— ¿Enserio?

— Hay cosas que tenemos que hacer como madre e hijo. He trabajado mucho y tengo la oportunidad de hacer las cosas a mi modo. Que desde ahora implica pasar tiempo contigo.

— Suena bien. — dijo sin saber si realmente era buena idea, pero sintiéndose alegre que así fuera. — ¿Ya no te vas a ir?

— Vamos a ver cómo funcionan las cosas. Ya te habrás dado cuenta que no vienen los sirvientes. Incluso Amber va a tomar unas vacaciones, así que pronto vas a tenerme toda para ti solito.

La forma en que dijo lo último fue lo más cautivador. No pudo evitar sentirse emocionado, pero a la vez algo preocupado por lo que decía de Amber. La mujer que era la más constante de sus cuidadoras. La que más tiempo había durado a su lado. Con una madre tanto tiempo ausente, ella se encargaba de todo lo relacionado con él.

— ¿Vas a despedirla? — pregunto dejando claro que la idea le disgustaba.

— No, no. Yo no puedo despedirla, ella trabaja aquí, pero no trabaja para mí. Mis jefes son también sus jefes… — Se detuvo a la mitad de la explicación. — …Es complicado. Después si quieres ella va a regresar. Por ahora dejemos que se prepare para lo que viene.

Eso no sonaba a vacaciones.

Estaba a punto de preguntar más, cuando ella le puso un dedo en los labios. Tan cerca como para que probara lo salado de su piel.

— Ahora me voy a encargar de ti, espero también te encargues de mí. ¿O no quieres?

Eso lo dijo con ese tono que cortaba las discusiones. Se levantó haciendo que su trasero por un instante estuviera tan cerca del rostro de Iván como para sentir su calor.

Si quiero. — pensó sin que fuera necesario decirlo.

Por un momento ella se quedó dándole la espalda. Con sus encantos a la vista, pero un tanto rígida. Por el contrario, su voz sonaba despreocupada.

— Por cierto, como ya no hay personal de limpieza, te recomiendo no manchar si te masturbas cuando me vez desde la ventana.

Iván quedo helado, aun así, no pudo apartar la mirada del culo de su madre cuando esta se alejaba.

En fotografías había visto el culo, tetas y el resto del cuerpo desnudo de su madre. No era ni de lejos tan espectacular como tenerla de cerca con la ropa puesta, aun así, la experiencia fue excitante. Encontrar chicas desnudas era algo que se hacía en internet. Pero su madre tenía una revista.

Una donde ella salía.

Normalmente Iván no era de los que se ponían a revisar las cosas de nadie, pero eso le había llamado la atención. Algo tan exótico como una revista para adultos que se podía ver desde la puerta en el escritorio de su madre. No estaba completamente a la vista, tenía otras revistas encima, pero sobresalía suficiente piel en un lado como para captar su atención.

Al principio no reconoció a la chica en la portada. Tenía el pelo rubio en vez de castaño. El maquillaje la hacía lucir distinta, algo en lo que sabía era experta. Pero era ella, vestida de lencería blanca en la portada.

Por un momento pensó encontrarse una pista de la verdadera profesión de su madre. Eso explicaría algunas cosas. Como por ejemplo que explotara su espectacular figura. Otras cosas no. No podía imaginar otras modelos de desnudos que practicasen así con los cuchillos. Ni lo de la fachada de arquitecta.

Con trabajo aparto los ojos de las fotos donde su madre mostraba sus encantos, para leer los textos que daban datos de la modelo. Decepcionado sí, pero no del todo sorprendido al descubrir que toda la información tendría que ser inventada. Desde el pelo rubio, hasta lo de aceptar posar desnuda para pagarse las clases universitarias. Por supuesto no mencionaba nada de un hijo.

De todas maneras. ¿Quién leería aquello pudiendo mirar las fotos?

Busco por si había algo en internet, pero no encontró mucho más, aparte de algunas discusiones en foros que pedían que la modelo generase más material para adultos.

Iván también deseaba ver más.

Poco tiempo después empezaron a estar solos. Otra faceta desconocida de su madre es que supiera cocinar. No es que hiciera cosas complicadas, pero si sabrosas y siempre en su punto.

— Si algún día vamos de acampada, te enseñare como atrapar un animal, despellejarlo y que partes se pueden comer crudas sin que hagan daño. — le dijo mientras se movía de un lado a otro preparando el desayuno. Como siempre espectacular, con solo unos pantaloncillos cortos y una camisa sin mangas que dejaba ver como los pechos se balanceaban con sus ágiles movimientos. Sonrió con malicia cuando vio como atraía la atención de su hijo. — ¿Que te he dicho sobre mirarme de forma pervertida?

Se lo había dicho, pero simplemente era demasiado vergonzoso repetirlo, así que trato de cambiar de tema.

— ¿Ser pueden comer crudos los animales?

— ¿Así que estabas escuchando? además de ver a tu madre como si quisieras desvestirla.

— Yo… no…

— Esta bien, puedes mirarme. Eres un chico saludable, lo preocupante seria que no lo hicieras. Ahora que solo estamos tu y yo solos, puedo andar cómoda por la casa sin temor a que alguien quiera ponerme las manos encima. ¿Oh no?

— ¡Vivian! — protesto el chico sin saber que decir cuando le hablaba de esa forma.

— ¿Otra vez llamándome así? ¡Soy tu madre! Puedo aceptar que me mires como a una cualquiera, sino fueras tan tímido hasta me gustaría que me trataras como a una, pero debes decirme madre anqué sea frente a los demás. De lo contrario podrían sospechar. — dijo divertida mientras le ponía el plato con el desayuno.

— ¿Sospechar de qué? — pregunto el chico, dándose cuenta que su madre se había parado tan cerca de él, como para tocarla por accidente con cualquier movimiento.

Vivian se inclinó hasta que sus pechos quedaran a la altura de los ojos del chico. Dejando claro que no estaba usando brasier.

— Si no me dices así, van a pensar que no estamos emparentados. ¿Te imaginas? Un adolecente calenturiento, viviendo con una hermosa mujer como yo. Una que tiene sus propias necesidades y que se siente alagada de que un chico como tú se masturbe pensando en mí. — dijo con esa voz desconcertantemente cachonda y seria.

La luz de la mañana atravesaba la camisa, haciendo que las curvas de sus pechos parecieran una imagen de otro mundo. Mejor que las fotos de la revista. Y tan cerca que solo bastaría levantar las manos para acariciarle.

Lo hacía a propósito. ¿Realmente lo estaba tentando? Si es que la empezaba a tocar. ¿Dejaría que lo hiciera? La deseaba, aunque fuera su madre. Sabía que no estaba bien. Seria ella quien se metiera en problemas si algo pasaba. Algo sexual. Tal vez le faltara un tornillo, así que a él le correspondería cuidarla para que no cometiera una locura.

Cerro los ojos, haciendo uso de toda su voluntad. Apretando los puños logro decir.

— ¡Esto es muy extraño! — en un tono que expresaba una incomodidad que debería sentir, aunque estuviera encantado con el aroma de la piel de su madre.

Aun sin verla, sentía el calor del cuerpo. Ella inmóvil, congelada momentáneamente por la forma en la que le había hablado.

Entonces sintió la mano de su madre posarse en su entrepierna. Sobre la tela tensa por la erección. Una leve caricia que solo podría sentirse en esa área tan sensible.

— Eres un mentiroso. — le susurro con esa voz gélida, que daba miedo.

Acto seguido se dio la vuelta. Iván abrió los ojos y alcanzo a ver como se alejaba contoneándose.

— El mío ya se enfrió. — le dijo con un gesto de la mano, antes de salir del comedor. Evidentemente disgustada.

— Mamá. — dijo muy bajito el chico, como para que solo pudiera oírse el mismo. Sabiendo que no se refería al desayuno.

Era un lunes de madrugada, escucho que se abría la puerta de su habitación. Pensó que se trataba de otra de las artimañas de su madre. Esta vez un ataque directo. Tal vez trataría de meterse en la cama con él. Episodios parecidos habían estado ocurriendo en esos días. Como pasearse en ropa interior o sugerirle que se bañaran juntos.

Algunos intentos sutiles otros no tanto, como miradas sugerentes u ofrecerse sin tapujos. Sin disimular su enojo cuando la rechazaba.

Más claro no podía estar. Su madre quería algo sexual con su propio hijo. Algo inexplicable de una mujer que atraía las miradas con tanta facilidad. Podría tener al hombre o mujer que quisiera. ¿Qué interés podría tener en un chico inexperto como él?

Además…

La verdad es que su madre seguía siendo un misterio, a pesar de que últimamente pasaran tanto tiempo juntos. Exceptuando por los intentos de seducirlo la verdad es que disfrutaba mucho de estar con ella. No. Era mentira, lo que más disfrutaba y temía era esos momentos en que la tenía tan cerca como para hundir el rostro entre sus enormes pechos.

El autocontrol que le quedaba seria vencido si en ese momento se metía en sus sabanas. Si sus pieles se tocaban en ese momento pasaría lo que tuviera que pasar. Sería un alivio que finalmente ocurriera algo.

Sintió que depositaba algo en su cama, pero no era el cuerpo de su madre.

— Ponte esto, salimos en cuanto estés listo.

— ¿Qué? ¿Salimos a dónde?

— Vamos a dar la vuelta. En moto.

Que Iván supiera no tenían motocicleta, ni nunca había visto a su madre conducir una.

— ¿A dónde? Hoy tengo escuela. — trato de protestar, incorporándose para ver a su madre en el marco de la puerta con un ajustado traje de conducir. Por supuesto con el cierre hasta la mitad mostrando parte de sus pechos.

— Hoy te tomas el día libre.

— ¡Tengo examen!

— Eres un chico listo, no necesitas hacer exámenes. — después agrego con ese tono que no admitía discusiones. — te espero afuera.

Cuando se dio la vuelta, inevitablemente le miro el trasero. Se dio cuenta que tenía un par de esos cuchillos en el cinto.

Realmente su madre sabia usar la moto. No le quedó más remedio que apretarse en ella, rodeándola por la cintura mientras conducía a una velocidad casi suicida por la carretera cercana a la casa.

Todo con su madre era un poco suicida.

Llegaron a un claro qué hacía de mirador natural por donde se podía ver como empezaba a despuntar el sol.

— En el trabajo se van a encargar de que no tengas problema con los exámenes. — dijo Vivian mientras se quitaba el casco.

— ¿Cómo? — Iván se quitaba el suyo. Creyó haber oído mal.

— Dijiste de un examen, mientras te esperaba llame a las oficinas para que se ocuparan de eso con tus maestros. Cambiaran la fecha o lo mandaran por correo. — dijo como casual. — ven aquí, este es mi lugar secreto, antes venía a practicar con los cuchillos. Ahora lo hago en casa.

¿Qué clase de oficina arreglaba esas cosas y contestaba tan de madrugada?

Iván no quiso preguntar. Cuando la vio sentarse en una roca, apenas ancha para que cupieran apretados, dudo en acercarse.

— No te voy a hacer nada. — le dijo adivinando la causa. — Aun hace un poco de frio así que podemos compartir un poco de calor. La verdad es que deseaba hablar contigo.

— ¿Hablar de qué?

— Tu sabes chico listo. De lo que ha pasado o no ha pasado entre nosotros. Te prometo que voy a hacer todo para que las cosas estén bien.

Juntos, permanecieron en silencio por unos minutos. Mientras los rayos del sol asomaban poco a poco.

— ¿Te gustaría que las cosas fueran como antes? ¿A Amber de vuelta en casa? Y que me dedicara tanto al trabajo como hacía antes.

Iván ya había pensado sobre eso.

— Me gustaría que Amber regresara. — contesto convencido, luego agrego con algo de angustia. — Por nada del mundo quisiera que te fueras tanto tiempo como hacías antes.

— Yo tampoco quisiera irme, sé que he hecho cosas que te pueden confundir. La verdad es que no sé muy bien como relacionarme contigo. Eres un chico lindo, un hombre que está allí en la casa, uno que me gusta mucho y no puedo evitar sentirme atraída. A veces cuando me toco pienso en ti…

— ¡Mamá! — protesto el chico.

— No tiene nada de malo, es algo saludable.

— ¡Ese es el tipo de cosas que son extrañas!

— Si, perdón, perdón. Al menos me has dicho mamá.

Iván se sonrojo.

— Es que a veces no sé cómo decirte, tampoco sé de qué trabajas. Y no me vengas con que eres arquitecta.

— Es complicado de explicar. Hago trabajos que a veces duran varios meses en otros países. Mi parte es verme bonita y llamar la atención de las personas indicadas. Así que tengo que saber que decir y cómo hacerlo para que me presten atención. A veces cuando te hablo, me doy cuenta que me gustas mucho y se me salen las palabras.

— ¿Para eso necesitas los cuchillos?

— Eso es solo por si se ponen las cosas difíciles. Te puedo enseñar a lanzarlos, también domino armas de fuego, pero estas muy chico para esas.

Ahora fue preocupación lo que hubo en Iván.

— ¿Lo que haces te pone en peligro?

— Un par de veces. — admitió. — pero es muy importante. Por eso es que ahora estoy en casa. Me he preocupado por lo que ha pasado y me doy cuenta que prefiero no salir tanto como antes. Estar a tu lado. Si todo sale bien podremos estar todos juntos, incluso Amber.

Eso era bastante confuso.

— ¿Entonces estas en casa por algo de trabajo?

— Más o menos. Confían en mi como para hacer las cosas a mi modo. — guardo un momento antes de agregar. — Mientras de resultados.

— No entiendo nada.

— Y así es mejor. Solo debes de creer que hago lo que hago para que podamos estar juntos. Te traje aquí para preguntarte si eso es lo que quieres. ¿Quieres estar conmigo?

— Si. Yo quiero. — contesto sin rechistar.

Una sonrisa lleno los labios de su madre. Se miraron por un momento con el aire de la mañana acariciándoles las mejillas.

— ¿Me dejas darte un beso?

— Si mamá, puedes darme un beso.

El rostro de Vivian se acercó, por un momento pareció algo inocente. Como los besos en la mejilla que solía darle Amber antes de mandarlo a la escuela. En vez de eso sintió como sus labios se unían con los de ella. Por un momento, desconcertado se dejó hacer. Se le detuvo la respiración mientras se acoplaban. El suave tacto de su madre estuvo a punto de atraparlo.

El chico se apartó de un salto.

Vivian se llevó una mano a la frente evidentemente contrariada. Estrellando un puño enguantado contra la roca.

Paso un tiempo antes de que fuera ella quien rompiera el incómodo silencio.

— Vámonos, aún es temprano, podrás llegar a tu examen.

Por unos días las cosas fueron como deberían ser en la normalidad. Una madre que no se paseaba en calzones tratando de tentarlo con su cuerpo. No es que pudiera evitarlo ni vistiéndose de forma más recatada. Iván descubrió que tampoco es que le gustaran las cosas de ese modo.

Pero así se suponía que tenían que ser las cosas.

Amber venia de vez en cuando a prepararles las comidas. Luego se iba.

Es lo que había querido. ¿Oh no? Casi o al menos iba por allí.

Eso pensó hasta una mañana en que se disponía a ir a la escuela. Cuando se encontró con su madre. No había estado en el desayuno, así que pensó la casa estaba vacía.

No había escuchado nada. Ningún ruido en lo absoluto.

Lo sorprendente no fue encontrársela. Ni que estuviera en solo dos piezas de diminuta lencería. Tampoco el cuchillo que sostenía en su mano, más grande que los que lanzaba contra los árboles. Lo fue la sonrisa torcida y los ojos fríos que le miraban.

— Hoy nos vamos a quedar en casa. — declaro apuntando el arma en dirección al chico.

Fue más la forma en que lo dijo que el arma que hizo que Iván diera un paso atrás.

— ¿Qué es lo que haces? Vivian… ¡mamá! ¿Qué es lo que haces? — Así que había pasado, pensó el chico, finalmente se la había zafado un tornillo a su madre.

Ella aprovecho para avanzar hacia él. Más rápida, más ágil de lo que normalmente parecía ser. En un parpadeo estuvo frente a él. El arma apuntaba el suelo, pero el rostro de ella estaba todo en dirección al chico.

— Hijo. Tengo que hacer esto. Trate de todas las formas posibles antes de llegar a esto.

— ¿De qué hablas?

— De lo que tengo que hacer para estar a tu lado.

— ¡No tienes que hacer esto!

— Nunca he fallado en cautivar a quien sea, hombre o mujer. ¡Todos estos meses he tratado que seas quien dé el primer paso! Esperando que seas quien se meta en mi cama y no al revés. ¡Nunca me había pasado esto! ¡No tienes idea de lo frustrante que ha sido!

— ¡Mamá! ¡Yo no!

— ¿Enserio, ahora soy mamá? ¿Crees que no te oigo cuando dices mi nombre mientras te masturbas? ¿O cuando me miras a escondidas? ¡Vivian! ¡Vivian! Es lo que dices cuando piensas cosas sucias, pero no te atreves a tocarme con tus manos.

— ¿Y es tu nombre verdadero? — pregunto el chico con enojo.

Los ojos de ella se encendieron.

— La única opción que te voy a dar es esta: ¿Quieres que sea en tu cuarto o en el mío?

— ¿Qué?

— En la mía hay un espejo. ¿o prefieres que sea en la habitación de Amber? Es ella quien tiende esa cama.

— No entiendo ¿Hacer qué?

— ¡Sí que entiendes! Pero te haces el tonto. Hacer lo que un chico de tu edad desea más que nada en el mundo. Con una mujer atractiva que se ofrece para aliviarte y aliviar mis propias necesidades.

— ¡Pero eres mi madre!

— Por eso, porque eres mi hijo al que quiero. Es que tengo que hacerlo de este modo. No queda mucho tiempo. Sé que en realidad es algo que quieres hacer. ¿Tu cuarto o el mío?

— El mío. — apenas pudo responder cuando lo tomo por el hombro y lo hizo avanzar en dirección a las habitaciones.

— De todas formas, me trajiste a tu cuarto. — Dijo Iván.

La habitación de su madre había sido preparada con velas aromáticas. El ambiente en semi penumbra, con unas lámparas coloreadas en naranja que no recordaba haber visto anteriormente.

— La cama es más grande. Es mejor para lo que vamos a hacer. — Susurro Vivian, sugerente.

— Mentiste. — parecía absurdo reclamarle algo así, pero tenía que decir algo.

Por un momento el rostro de su madre pareció contrariado. Un gesto casi infantil le tiño el rostro a la mujer. Como si verdaderamente le doliera. En ese momento lucio realmente encantadora. Sin mencionar su figura casi desnuda que hizo que las hormonas del muchacho empezaran a reaccionar.

— Hacerlo es parte del trabajo. — respondió sin mirarle a los ojos.

Con todo y que algo le empezaba a apretar en los calzoncillos el chico vio una posibilidad de parar esa locura.

— ¡Madre! ¡detente! Nos vamos a meter en un lío.

Los ojos de Vivian se levantaron para descubrir a los de su hijo recorriéndole con la mirada.

— ¿Te gusta lo que ves?

— No… mamá…

— ¿Ahora si soy tu madre? — le pregunto con una fina sonrisa. — ¿Es que acaso me miras como a una madre? ¿No te tocas pensando en mí? ¿No te gusta espiarme? — Le pregunto modulando la voz seductoramente. Acercándose más. —  Ver mi cuerpo cuando crees que no me doy cuenta?

El chico no supo que responder. Tampoco podía apartar los ojos del escultural cuerpo que estaba a solo unos centímetros del suyo. Parecía emanar un calor que llenaba la habitación. Imposible no reaccionar como hombre a esos pechos redondos, esa cintura delgada sobre las caderas adornadas con esa ropa interior que apenas cubrían nada.

— Créeme, estaríamos en verdaderos problemas si no hacemos esto. — le dijo casi pegándose a él. —  Ahora quítate la ropa. — la forma en que lo dijo tampoco dio oportunidad a la protesta.

Deslizo una mano sobre la cintura del chico ayudándole a desprenderse del suéter. En la otra sostenía el reluciente cuchillo, que se mecía de un lado a otro con los movimientos. Iván no se sentía precisamente atemorizado por el arma, pero también sabía que no podía hacer nada para oponerse.

O tal vez no quería oponerse.

Una a una las prendas fueron dejadas a un lado.

— El pantalón y los calzones también. — pidió Vivian apartándose por un momento para darle espacio, sin perder detalle de como poco a poco el cuerpo de su hijo quedaba al descubierto.

— ¿Por qué dices que sería peor? — se atrevió a preguntar, cuando la última prenda cayó al suelo.

— Es mejor que no lo sepas. — Ella se acercó aún más, empujándolo hasta que sus piernas toparon con el borde de la cama, cubierta por una suave colcha de seda roja. Las rodillas de su madre también cubiertas de seda por las medias obscuras. Más arriba, por todo su cuerpo podía sentir el resto de ella. — de todas las formas en que pudiéramos hacer esto, te prometo que va a ser la que más nos va a gustar a ambos.

Siguió empujándolo hasta hacerlo recostarse sobre la cama.

Se sentó sobre de él, acariciándole el abdomen con la punta del cuchillo y con una mirada de avidez que hasta el momento no le había visto. Sin poder evitarlo el pene se le fue endureciendo al contacto con el calor del sexo de su madre, solo superado por el grosor de la prenda interior.

Vivian sonrió triunfante.

— ¿Este es el chico que hacia solo unos minutos protestaba? ¿Te estas poniendo así al tener a tu madre sobre ti?

Iván no le hizo caso a las preguntas. Poco a poco su resistencia estaba cediendo. El calor de tener a su madre tan cerca lo tenía hechizado. Agradable como nada que hubiera sentido antes en su corta vida. Lo que estaba pasando era una parte de crecer, que fuera con su propia madre cada vez adquiría otro tipo de importancia. Dijo lo primero que le vino a la cabeza.

— Eres preciosa.

La boca de Vivian se abrió formando una O, las cejas se curvaron conmovida. Se llevó la mano libre entre los pechos. Solo fue un instante antes de recuperar el aplomo.

— Tu opinión no cuenta, todos los chicos ven hermosas a sus madres.

— De eso no se nada, eres realmente… — corrigió las palabras. — Estas buenísima, la madre de ninguno de los que conozco es como tú.

— Ninguna madre es como yo. — le confirmó. — Eres un buen chico.

Se escuchó un quedo clic cuando se desabrocho el brasiere por enfrente. Lo dejo así por un momento dejando que la gravedad lo deslizara. Disfrutando plenamente del efecto que le estaba causando a su hijo, hasta que la prenda cayó sobre la hoja del cuchillo, liberando las redondeces que antes solo eran parte de sus fantasías.

Ella se acomodó a un lado para que quedasen a la altura de la cara del chico mientras con la mano libre empezó a tocarle el miembro.

— ¡Mira nada más lo que tenemos aquí! ¡Y yo que pensé que esto no iba a funcionar!

Los dedos hábiles acariciaron con las yemas la piel del tronco, en toda su longitud hundiéndose en el escaso vello púbico. Luego sin prisa lo rodeo completamente con su mano. Ahora fue el chico quien abrió la boca.

— A qué se siente mejor que te toque otra persona a que lo hagas tú mismo. — susurro mientras empezaba a mover la mano lentamente hacia arriba y hacia abajo.

— Si… si. — respondió el chico, apenas entendible.

— Si quieres también puedes tocar. — lo invito, poniéndole uno de sus pechos generosos sobre la mejilla.

El calor directo de la piel sin nada que se interpusiera, especialmente la mano y sobre su rostro. El chico no sabía si creer que eso estaba pasando en realidad.

No fue hasta que sintió apenas un empujoncito del cuchillo en el costado que uso la boca para tocarle el pecho.

— Eso es, buen chico. Ahora usa la lengua. — le apremio, también afectada en la voz.

Los movimientos de la mano se hicieron más rápidos, de haber continuado unos segundos más lo habría hecho eyacular, pero se detuvo cuando sintió que estaba por venirse.

Iván aun con su lengua sobre los pechos de su madre lo miro confundido.

— Esto que estamos haciendo es muy importante para que se desperdicie en mi mano. Después, si me permites consentirte, te mostrare lo que puedo hacer con mi boca y con este par de tetas, pero ahora mismo debemos hacer que valga la pena que faltes al colegio. — Vivian se acomodó nuevamente sobre el chico. Otra vez con el cuchillo apuntando hacia su hijo. — No quiero obligarte a nada. Si quieres seré yo quien haga todo, solo tienes que quedarte quietecito y disfrutar mientras soy yo quien se mueve.

Iván no tenía nada que decir, hipnotizado por el escultural cuerpo de su madre, mientras colocaba su sexo sobre la erección del chico, haciendo a un lado el panti.

La húmeda calidez del interior de su madre, rodeo la cabeza del pene. Vivian atenta a las reacciones de su hijo, el viendo como centímetro a centímetro se estaba deslizando dentro de la mujer más significativa y misteriosa de su existencia.

El cuchillo tembló en su mano cuando el miembro la lleno hasta el fondo. Aun con el vello femenino casi completamente depilado, se pudo dar cuenta de otra cosa que hasta el momento no sabía de su madre.

— ¡Eres rubia! — dijo casi ahogado por las sensaciones que le venían de la entrepierna.

Hasta ahora siempre la había visto de castaño con algunas hebras pajizas, pensó que eran rastro de un teñido anterior, como en tantas otras mujeres.  Y era así, solo que al revés. Se teñía el pelo de obscuro.

— Soy muchas cosas que no imaginas, ni sabrás. — le respondió excitada, mientras se acostumbraba al pene de su hijo dentro de ella.

— Eres una madre que comete incesto.

— Lo soy. — confirmo, antes de su primer jadeo cuando comenzó a moverse.

Toda ella se alzaba para caer suavemente sobre el chico, una y otra vez cada vez con más cadencia, pero sin acelerar demasiado.

— Quiero que disfrutes de esto. — dijo al chico curvándose rítmicamente sobre él. — No tienes que preocuparte por nada de lo que estamos haciendo, soy yo la que te obliga, soy la que te hace, solo disfruta de mí.

Los pechos se mecían desvergonzados, reflejándose en la hoja del arma que aun blandía. El cuerpo de su madre, las curvas deliciosas, el sexo de uno saliendo y entrando de ella. Todo ello alucinante. Ni la mayor fantasía erótica, ni la mejor de las películas porno se podían comparar con eso.

En especial las finas facciones del rostro de Vivian, distorsionadas por el placer que le hacia arrastrar jadeos por su garganta.

Todo eso le dio valor al chico para extender las manos y ponerlas sobre las caderas de su madre, para hacerla mecerse con mayor rapidez.

Eso y la boca de su hijo buscando con su lengua acariciarle los pechos en fuga que hizo que Vivian arrojase el cuchillo a un lado y se dejase tocar a entera voluntad de su chico. El ping del metal se perdió con el crujir de la cama con los cuerpos que ahora se movían salvajemente.

Sin pensarlo sin proponérselo ni poderlo evitar Iván dejo que su primer orgasmo del día se derramase en el interior de su madre. Ella dijo algo inteligible, como en otro idioma, cuando el líquido caliente lleno en sus entrañas.

Se separó un momento con un hilo de blanca sustancia escurriéndole entre los muslos. Para acercarse al rostro de su hijo.

— Quiero besarte. — le susurro desfallecida.

Acto seguido sin esperar respuesta coloco sus labios sobre los de él, que esta vez los acepto sin reparo. Rodeándose ambos en un abrazo, con los dedos en el pelo atrayéndose aún más. Ahora lenguas entraban en uno u otro llevando fluidos a todos lados. Manos acariciando terrenos prohibidos por la sociedad, mientras las pieles de madre e hijo sudaban entre sí.

— Quiero más — logro decir el chico cuando la mano de ellas se posó nuevamente sobre su pene aun erecto y más que dispuesto a seguir. Hizo un intento por acomodarse de otra forma para penetrarla, pero esta con pulso firme le indico que ella era quien decidiría la forma en que continuarían fornicando.

Sonriendo le hizo sentarse en el respaldo de la cama. Moviéndose con la lenta sensualidad de un gato lo beso nuevamente, esta vez con más intensidad. Como ella era más alta era imposible que sus labios se alcanzaran cuando la estaba penetrando. Como si estuviera aprovechando antes de la siguiente ronda. Un beso largo que subía y bajaba como haciendo el amor con sus bocas.

Se separó sonriendo para girarse ofreciéndole ese culo que tanto había anhelado desde lejos. Esta vez dejo que los sexos se acariciaran por unos segundos, entre jadeos la excitación de ambos aumentaba, para luego dejarse caer nuevamente sobre la virilidad del chico.

Empezó con velocidad desde el principio, en uno de los movimientos tomo las manos de su hijo que estaban sobre sus caderas, para conducirlas hacia sus pechos. Tan sensibles que al solo dejarse masajear por unos segundos la condujeron hacia el primer orgasmo que conseguía la madre con su hijo.

El cuerpo estremeciéndose de placer, un grito delicioso, como jamás se habría imaginado que su madre podría compartirle.

Ella se detuvo un instante sin parar del todo el ritmo, aclarándose la garganta.

— Por ningún motivo te corras en otro lugar que no sea dentro de mí. — En esa posición el chico solo podía acariciarla, Vivian tenía el control de las penetraciones engullendo la dura verga de su hijo. — Es importante, tienes que hacerlo así.

Ni queriendo hubiera podido hacerlo de otra forma, ella lo continuaba cabalgando cada vez más rápido, mientras la espalda y piel se le llenaba de sudor por el esfuerzo.

Iván se vino por segunda vez dentro de su madre, que aun sintiendo manar a su hijo no dejo de moverse. Iván aun firme como para permitírselo.

— ¡Mami! ¡Mamii!! — gritaba el chico moviendo tanto como podía las caderas y clavándole las uñas en las carnes suaves.

— ¡Iván! ¡Hijo! — trato de articular Vivian, pero le faltaba el aire cuando nuevamente el placer la cubrió de la cabeza hasta las puntas de los dedos, mientras el chico no parecía darle cuartel y continuaba moviéndose y llenándola de semen caliente.

La madre expelió algunas más de esas palabras inteligibles. Hasta que las fuerzas de ambos fueron consumidas. Tendidos se dejaron caer sobre las sabanas de roja seda que había sido escenario de lo ocurrido entre esa madre misteriosa y ese chico que se había resistido a sus encantos tanto como le fue posible.

— No te mentí. — le dijo Vivian aun entre jadeos.

De tantas cosas que no sabía o sentía curiosidad sobre su madre, en ese momento no se le ocurrió a que se refería. Tampoco es que importase, no con el cuerpo desnudo que había poseído aun sudando pegado junto al suyo.

— ¿De qué hablas?

— Cuando te pregunte que si querías hacerlo en tu cuarto o en el mío.

Iván entorno los ojos, sin tener palabras para explicarle que eso carecía de importancia.

— De todas formas, me trajiste al tuyo. — miro alrededor. — La cama es mejor para esto.

— No hijo, te traje a la que ahora es nuestra habitación, nuestra cama. A partir de hoy vas a dormir conmigo todos los días.

Ya sea por lo que implicaba, o la sensual promesa de la forma en que se lo dijo al oído, el chico se estremeció nuevamente.

El cuerpo de su madre también lo hizo al trasmitirse la emoción por la piel.

Las preguntas podían esperar.

Madre e hijo se abrazaron desnudos, con ternura, como nunca antes lo habían hecho.