Miss Megan

Miss Megan, apreciada profesora de la universidad, ha desaparecido y nadie sabe su paradero. Sus alumnos se encuentran preocupados, pero de todos ellos, es uno el que la pasa peor.

Miss Megan, como le llamaban sus alumnos en la universidad, llegó a su departamento cargando con ella una botella de agua que había comprado durante su paseo y su confiable bicicleta, la cual junto con una dieta muy estricta, era la responsable de que a sus cuarenta y cuatro años tuviera un cuerpo que muchas de sus estudiantes ya desearían a sus veinte: de grandes y redondas tetas, abdomen plano, piernas bien torneadas y además, un culo en forma de corazón que le arrancaba la mirada a los hombres.

Pero no solo tenía un cuerpo de infarto, también era bastante atractiva, con su piel morena, una larga cabellera castaña que le llegaba hasta los senos y por sobre todo, unos llamativos ojos azules que le daban un aspecto exótico a su perfil típico de las personas oriundas del mediterráneo.

Megan lo tenía todo para volverse la esposa trofeo de un rico hombre de negocios y así resolverse la vida, pero desde hacía mucho tiempo había renunciado a la idea de formar una familia ya que había encontrado en su vocación de la enseñanza todo lo que necesitaba para ser feliz. Un caso en particular llamaba su atención en los últimos meses: un joven tímido y solitario que aún en la universidad seguía siendo víctima de abusos. Si lograba ayudar a ese joven, sería otro evento que le ayudaría a seguirse sintiendo realizada con la vida que había elegido.

Mientras pensaba en otras formas de ayudar a su joven pupilo, Megan abrió la puerta de su departamento y entró:

—Mi amor, ya llegué —dijo como chascarrillo, porque sabía que en su casa no había nadie.

—Bienvenida a casa, Miss Megan —le respondió alguien.

Por la impresión, Megan dejó caer la bicicleta y la botella de agua al suelo y se puso en guardia. Al fondo de su departamento, en uno de los sillones de la sala se encontraba un hombre vestido con un traje negro.

—¡¿Quién es usted?! —gritó la profesora—. ¡¿Y cómo entró en mi casa?! Salga de aquí inmediatamente o llamaré a la policía.

El hombre soltó una ligera risa y dijo:

—Quien yo soy, no tiene importancia. Solo vine a recoger una mercancía. Usted.

Megan abrió los ojos de golpe, pero antes de poder preguntar a qué se refería el extraño, ocurrió: sintió una sacudida en su cabeza y luego todo le dio vueltas, haciendo que cayera de rodillas al ser incapaz de mantenerse en pie.

El hombre se puso de pie y empezó a caminar hacia ella.

—De seguro se pregunta qué es lo que le está pasando, ¿no es así Miss Megan? —preguntó el hombre burlón—. La botella de agua que se compró fue una que nosotros preparamos para usted, tiene un poderoso fármaco que en poco apagará temporalmente su mente y la dejará susceptible a hacer nuestro trabajo.

Como pudo, Megan levantó la mirada y balbuceó:

—¿Qué… traba… jo…?

El hombre se arrodilló frente a la mujer y respondió:

—Un joven llamado Nathan nos pidió que se la entregáramos en bandeja de plata.

El corazón de Megan dio un vuelco. ¿Nathan? Eso no podía ser…

Pero antes de perder por completo el conocimiento, vio que el hombre sacaba de su saco un anillo plateado, lo bastante grande para que embonara con su cuello y luego le escuchó decir:

—Todo comienza ahora…


Para ser un muchacho de ya dieciocho años bien cumplidos, que vivía solo en un departamento lejos de sus padres y que asistía a la universidad, la verdad es que Nathan era patético.

Y no era solo porque a su edad todavía fuera socialmente raro y siguiera sufriendo de bullying, sino que en ese momento se encontraba escondido debajo de su cama cual niño pequeño.

Cerró los ojos para recordar la situación que le había llevado hasta ese punto. Sí, irse a vivir solo y lejos de casa de sus padres había sido duro y que sus compañeros de la escuela se burlaran de él por su personalidad y aficiones había solo hecho las cosas peores, pero si no había tirado la toalla y regresado corriendo a las faldas de su madre, había sido por una sola persona: la profesora Megan, conocida en el campus como Miss Megan, la única alma que le había tendido una mano en esa situación. Ella le había mostrado que la situación podría cambiar, que no estaba solo y que si se esforzaba lo suficiente saldría adelante.

Gracias a ella las cosas dejaron de ser pesadas en la universidad, sus calificaciones empezaron a subir y hasta sus compañeros dejaron de meterse tanto con él. Y entonces llegó esa maldita noche…

Tras terminar bastante tarde con una tarea muy pesada, Nathan decidió que se merecía unas cervezas y relajarse con una vieja afición suya: navegar por foros que trataban teorías conspirativas, especialmente sobre las relacionadas al control de la mente. Él sabía que el control mental donde uno pone a otra persona a cumplir todas las órdenes era imposible, pero aún así la idea de tener a una mujer atractiva y desnuda bajo control mental y cumpliendo todas sus órdenes de índole sexual, tenía cierto encanto que le ayudaba a combatir las largas noches sin novia.

Navegando por los hilos de aquel foro de control mental, encontró un mensaje muy extraño: un sujeto prometía una gran recompensa a quien pudiera resolver un acertijo. Nathan sonrió, lo que tenía de incompetente social lo compensaba con su inteligencia y si le iba mal en la escuela, era solo porque estaba deprimido. Así que ya recuperado gracias a Miss Megan, se puso manos a la obra con aquel acertijo ofrecido por ese misterioso usuario. Al cabo de unos días tuvo que aceptar que el acertijo resultó ser más difícil de lo que parecía, pero al cabo de unas semanas, logró resolverlo, decodificando un mensaje donde se le invitaba a mandar un SMS a cierto número de teléfono.

Lo hizo y no tardó en llegarle una respuesta:

Felicidades chico, lograste resolver este difícil puzzle que con tanto trabajo ideé. Te ganaste tu recompensa. Responde con el nombre de la chica que te quieres follar y me encargaré de ponerla a tus pies.

Así como la noche que había empezado con el acertijo, Nathan también se encontraba algo ebrio la noche que lo resolvió. Por lo que alcoholizado, se le hizo fácil poner el nombre de la mujer en la que más había pensado en las últimas semanas: Miss Megan. Sabía que la mujer jamás lo vería como algo más que a un alumno al que estaba en su deber ayudar, pero aunque se quedara en el terreno del amor platónico, Nathan no tenía problemas en admitir que estaba enamorado de ella.

Envió el nombre de su profesora y se olvidó del asunto, pero al cabo de unos días, pasó: Miss Megan desapareció y nadie sabía qué había ocurrido.

La policía realizaba las investigaciones y no obtenían pruebas concluyentes y luego de varios días, tanto los alumnos como amigos y familiares de la profesora empezaban a perder la esperanza de encontrarla.

Nathan por su parte estaba aterrado. No sabía cómo, pero estaba bastante seguro de que ese maldito mensaje que respondió había sido el causante de la desaparición de su adorada profesora. Y ese era el problema, no solo él se sabía el causante de esa desgracia, sino que además temía que tarde o temprano la policía encontrara alguna pista de su involucramiento..

Y esa era la razón por la que ahora mismo estaba escondido debajo de su cama, porque temía a las consecuencias.

En eso, ocurrió algo que no había ocurrido en días: alguien tocó a la puerta de su departamento.

—¿Q-quién? —preguntó y de inmediato se sintió un idiota. ¡¿Qué no se suponía que se estaba ocultando?!

—Traigo una entrega para el joven Nathan —respondió una gruesa voz que incluso asustaba.

Temblando y tragando saliva, Nathan salió de debajo de la cama, el tono de voz de ese hombre le indicaba qué si él no abría la puerta, la tiraría de una patada y de todas formas entraría.

Llegó a la puerta, tomó el pomo, lo giró y la abrió. Enfrente de él se encontró con un tipo que no solo le doblaba en lo alto, sino también en lo ancho, todo un gorila vestido con un overol de repartidor y un gorro rojo que le tapaba parcialmente los ojos. Este esbozó una sonrisa maquiavélica y preguntó:

—El joven Nathan, supongo.

—S-sí… —fue todo lo que el joven pudo responder, intimidado por ese hombre.

Sin esperar más respuesta, el gorila tomó una caja de madera que llevaba con él y entró al departamento sin pedir ningún permiso y sin que Nathan tuviera el valor para siquiera intentar preguntarle qué ocurría.

El gorila llegó a la sala, dejó la caja en medio de esta y tras hacer un gesto con su gorra, salió de la casa dejando a Nathan con la caja como su única compañía.

Todavía sin comprender qué acababa de pasar, Nathan se apuró a abrir esa maldita caja para ver si comprendía que acababa de ocurrir y cuando lo hizo, el corazón casi se le detuvo.

En la caja estaba una mujer desnuda de cuarenta y cuatro años, de largo cabello castaño hasta los grandes senos copa D que eran coronados por areolas de gran tamaño, con un vientre plano y unas piernas largas y bien torneadas. Pero por más excitante que fuera la escena, para Nathan fue terrible, y no fue el coño depilado con un código de barras tatuado sobre este, ni el rostro carente de emociones, ni los ojos totalmente blancos. Lo que lo acongojaba es que él conocía a esa mujer.

—¿Mi…? ¿Miss Megan? —gimió el muchacho.

Esas dos palabras parecieron activar algo en esa muñeca de carne.

—La personalidad de esta muñeca ha sido borrada y ya no responde al nombre clave “Miss Megan” —dijo la ex profesora con una voz monótona y casi de computadora—. Favor de referirse a esta unidad con su nombre clave “Megan Bot”, unidad designada como “amo”.

Nathan cayó de rodillas, llorando porque sabía que esa situación había sido su culpa.


Ya había pasado un buen rato y Nathan ya se había tranquilizado. Había pasado los últimos minutos contemplando el cuerpo desnudo de su profesora que en todo ese rato no se había movido ni un ápice.

Era claro lo que tenía que hacer: llamar a la policía. Tal vez ellos podrían encontrar una forma de curarla y que Miss Megan regresara a ser la maestra amorosa que todos conocían. En cuanto a él, quizá terminaría en la cárcel por haber sido cómplice de eso, pero no podía negar que se lo merecía.

Se puso de pie con la intención de tomar el teléfono, pero al darle un último vistazo a ese apetitoso cuerpo desnudo, se detuvo. Por más enfermo que fuera, tener a su disposición a una mujer tan sensual como Miss Megan no era una oportunidad que se tuviera todos los días y si de todas maneras iban a mandarlo a prisión, ¿no estaría de más hacer que valiera la pena al menos follando un poquito ese apetitoso cuerpo?

Se volvió a sentar en el sillón, pasó saliva y dijo:

—Mi-miss Megan… por favor venga aquí.

—Sí amo —respondió la robotizada mujer, saliendo de la caja y acercándose con pasos rápidos y precisos hacia el muchacho, deteniéndose a pocos centímetros de él.

Una vez más, Nathan pasó saliva, pero esta vez por tener el coño depilado de la mujer y el tatuaje de código de barras tan cerca de su cara, que era capaz de percibir el olor de los fluidos vaginales de esa mujer. Una vista muy apetitosa, pero Nathan tenía otros planes.

—Da-date la vuelta por favor.

—Sí amo —respondió la muñeca y se giró en 180 grados, quedando de espaldas ante Nathan y regalándole una vista de sus redondas y firmes nalgas, así como del tatuaje encima de estas que decía “Megan Bot”. Pero Nathan estaba demasiado emocionado por lo que estaba por ocurrir para notarlo.

—¡A-a-abrete las nalgas y muéstrame tu ojete!

—Sí amo —respondió Megan Bot, tomando sus nalgas y separándolas para que la vista de su ano quedara a la vista de su señor.

Nathan empezó a jadear de la emoción. Después del porno de hipnosis, lo que más lo prendía era el porno de sexo anal y ahora estar viendo el ojete de aquella suculenta mujer, fue todo lo que necesitó para terminar de perder la cordura.

Casi se arrancó los pantalones para dejar libre su polla ya erecta, apuntando al culo de aquella mujer y loco de lujuria dijo:

—¡Megan Bot! ¡Móntame con tu ano! ¡Posición Lap Dance! ¡Posición Lap Dance!

—Sí amo —respondió Megan sin inmutarse ante la orden ni la excitación de su ex alumno.

La exuberante mujer entonces dobló las rodillas y con sus nalgas acarició el glande del muchacho mientras que con su mano buscó la verga de este y una vez que la atrapó, la apuntó a su ano y una vez estuvo en la entrada de este, empezó a bajar para irlo devorando de a poco con aquel pequeño agujero moreno.

Nathan por su parte estaba totalmente desbordado por las sensaciones, por un lado estaba emocionado por lo que estaba ocurriendo, pero por el otro, al ser él todavía virgen le empezaba a doler que su prepucio se recorriera mientras los músculos apretados de aquel recto lo iban comiendo.

Al fin Megan se sentó por completo en las piernas de su amo con la verga de este totalmente metida en su recto, pero ahí no terminó la muñeca: empezó a hacer movimientos sensuales sobre las piernas del muchacho para ir estimulando ese pedazo de carne que tenía atrapado entre las nalgas, lo que le arrancó al muchacho unos fuertes gemidos ya que aunque la cabeza de su polla le dolía por el reciente “desgarre”, luego de un rato empezó a sentir más placer que el que nunca había sentido en toda su vida. El sexo anal se sentía mejor de lo que se veía en las películas porno.

Pero dado a que esa era la primera vez del muchacho y que ese recto le apretaba casi tanto como un puño, Nathan no soportó por mucho tiempo y terminó viniéndose rápido. Lo cual en otra situación le hubiera llenado de vergüenza por haber durado tan poco, pero considerando que Megan no tenía una mente con la cual pudiera criticarlo, se dedicó a disfrutar de cada segundo del orgasmo y de la sensación de estarle llenando las tripas de semen a su adorada profesora.

—Quítate… —ordenó entre jadeos.

—Sí amo —respondió la robotizada mujer y se levantó, liberando el pene de su dueño para luego dejar frente a Nathan la vista de su ojete totalmente dilatado y empezando a escurrir su semen.

Nathan sonrió. De seguro eso sería suficiente, haber cumplido su fantasía de tener sexo anal con una mujer hipnotizada, ahora era el momento de hacer lo correcto. Aunque…

Entre las piernas de Miss Megan visualizó sus labios vaginales. Sí, ya había dejado de ser virgen con sexo anal, ¿pero quería ir a la cárcel sin primero probar el sexo vaginal?

Se dio unos momentos para recuperar fuerzas, Nathan se tiró en el suelo del departamento con su pene apuntando al techo y la inmóvil Megan a su lado, todavía con semen escurriéndole del culo.

—Megan Bot, móntame.

—Sí amo —respondió su esclava y recuperando el movimiento de su cuerpo, pasó uno de sus pies por encima de la cadera de su ex alumno, quedando por sobre la verga de este y empezó a bajar hasta que quedó sobre el pene de Nathan. Como ocurriera la vez anterior, empezó a bajar a nivel del cuerpo de Nathan y una vez estuvo a la distancia apropiada, tomó la verga de este para encaminarlo dentro de ella, esta vez siendo el punto de entrada su vagina.

Nathan soltó una exclamación de placer. Entre que esta vez no le dolió tanto la entrada y que ahora estaba ingresando a un agujero que sí era para ese tipo de uso y que por lo tanto, se encontraba bien lubricado, la sensación era bastante diferente.

La maestra bajó hasta desaparecer el pene de su alumno dentro de su coño y una vez estuvo bien sentada en la cadera de este, empezó a moverse de arriba abajo como toda una vaquerita en rodeo, mientras que el chico disfrutaba de la sensación que rodeaba a su polla y además, de la vista de las majestuosas tetas de la maestra rebotando sin control por todo el pecho de esta por su movimientos.

Luego de unos minutos, Nathan se dio un momento para comparar las dos sensaciones, tanto de la vagina de Megan como de su recto. La vagina no estaba mal, pero tenía que aceptar que el ano de la maestra había sido mejor. Ya había probado el sexo vaginal, así que iba a terminar su último polvo antes de la cárcel con estilo.

—¡Detente Megan Bot! —ordenó y al acto la robotizada mujer dejó sus saltitos y se quedó inerte sobre la verga de su dueño.

—Sí amo —dijo.

—Siéntate en el sofá —ordenó Nathan.

—Sí amo —respondió Megan, poniéndose de pie y liberando la verga de su alumno, para irse a sentar obedientemente en el sillón.

Nathan se levantó, relamiéndose los labios. Lo que quería intentar era muy loco y tenía sus dudas de que el cuerpo de la maestra lo fuera a soportar, pero si realmente no tenía mente y solo la programación de obedecerlo, quizá sí lo soportaría.

—Megan Bot, lleva tus pies hasta detrás de tu cabeza —ordenó ansioso, esperando que con su voz de robot, la mujer dijera algo así como “orden está fuera del protocolo” o algo que indicara que no iba a poder, pero…

—Sí amo —respondió Megan para sorpresa de Nathan.

Acto seguido, la muñeca se acomodó en el sillón, levantó sus piernas, las tomó por las pantorrillas y haciendo despliegue de una sorprendente elasticidad, logró colocarlas detrás de su nuca tal y como le habían ordenado, dejando una excelente vista de su coño babeante y su ano recién roto.

Nathan no soportó tal vista y de la muestra absoluta del control que tenía sobre ese divino cuerpo, por lo que volvió a sucumbir ante sus instintos más básicos y saltó sobre la mujer, tomó su verga y con ella volvió a introducirla al ano de esta para continuar violándole los intestinos, mientras que con su mano pellizcaba los pezones erectos de esta y de tanto en tanto bajaba para besarla en los labios y disfrutar del sabor de la saliva de esta.

Pronto todas estas emociones hicieron que una vez más no pudiera contenerse y un nuevo orgasmo llegó, inundando de nueva cuenta las tripas de Miss Megan con su semilla.

El orgasmo terminó y Nathan cayó sobre el cuerpo de Megan, quien pese a la faena seguía en la misma posición que le habían ordenado. El joven besó cariñosamente el cuello de su amada profesora y le susurró al oído:

—Gracias Miss Megan… ahora sé lo que debo hacer…


Nathan subía las escaleras de su edificio de departamentos hasta llegar a su piso, abrió la puerta de su departamento y miró hacia la cocina. Ahí se encontró la imagen de una atractiva mujer de piel mediterránea que vestía un delantal para cubrir su desnudez y con los ojos en blanco, preparando la comida de la casa.

Nathan sonrió.

La búsqueda de la policía había concluido hacía unos días y Miss Megan había sido clasificada oficialmente como persona desaparecida, sin que ellos supieran que se encontraba en la casa de su adorado alumno Nathan respondiendo al nombre de Megan Bot.

Nathan de verdad había deseado hacer lo correcto, contactar a las autoridades, ayudar a la profesora y contribuir a atrapar a quienes le habían hecho eso… pero luego de pensarlo, tener a la mujer de tus sueños reducida a una obediente muñeca sexual, no es algo a lo que puedas renunciar.

Entró a la casa y cerró la puerta detrás de él, pensando que primero probaría el guiso que su amorosa esclava había preparado para él y después, le follaría el ano como ya venía haciendo desde hacía varias semanas.