Miss Helen: Examen oral

La asignatura dependía de la revisión de aquel examen en el que había sacado una nota pésima. Miss Helen, tan amable como siempre, me propuso una solución, aunque no sabía realmente sus implicaciones...

Bueno, aquí va un relato en el que tienen que saber un poquito de inglés, tampoco mucho, es bastante básico. Siento este requisito, pero es fundamental para la trama del mismo y poder contarles lo sucedido entre mi profesora y yo. Obviamente, los nombres están alterados. Espero que lo disfruten y me dejen sus opiniones ^^.

Estaba nervioso, muy nervioso. Aquella tarde otoñal me estaba jugando bastante más de lo que parecía. Solo, frente al despacho de la profesora de inglés, pues el resto de la gente que había ido a reclamar ya había sido atendida, el corazón me latía con fuerza, abrumado por el suspense de la situación. Había suspendido el último parcial que habíamos realizado, tan estrepitosamente que lastraría mi media hasta hacerme prácticamente imposible aprobar por mucho que sacara notas excelentes el resto del cuatrimestre.

No es que yo fuera un mal estudiante, ni mucho menos. Asistía a todas las clases de la universidad, incluso estando un poco enfermo; practicaba bastante haciendo los ejercicios que proponían los profesores; incluso hacía más de la cuenta, ya que me gustaba leer libros y ver películas en inglés. El problema había sido otro. La noche anterior al examen apenas pude dormir, después de llevar varias consecutivas estudiando bastante. Mi padre tuvo un cólico renal y tuvo que ir de urgencias al hospital. Con la preocupación y todo eso, me fue imposible sucumbir al sueño. Por eso, cuando tuve el dichoso examen ante mí sobre la mesa, a pesar de todo lo que había estudiado para la ocasión, mi cerebro estaba más embotado que en las ocasiones en que bebía un poco más de la cuenta. El resultado, como ya he contado, fue nefasto.

La puerta del despacho se abrió y Fernando, un compañero de clase, salió sonriente a paso ligero. No era de extrañar; el muy suertudo había aprobado con un seis, y eso que ni había tocado los apuntes. En ocasiones así sentía rabia por dentro, porque yo tenía que esforzarme más para aprobar, ya fuera por mis capacidades mentales limitadas o por ausencia total de fortuna. De repente, la voz de Helen, la profesora, me arrancó de mi rencor.

—Come in, please —solicitó con su perfecto inglés, nada de extrañar, pues era nativa.

Tragué saliva, reuní valor para intentar que el cuerpo dejara de temblarme y me adentré en la pequeña estancia. Ésta estaba dominada por la mesa de la docente, sobre la que tenía un buen montón de papeles, exámenes seguramente, el ordenador y algunos útiles de escritura. Junto a una de las paredes había colocado un archivador y una estantería a su lado. En ella había diversos libros, casi todos con títulos en lenguas extranjeras. Detrás de la mesa y de la silla donde se sentaba ella, la tenue luz del anochecer bañaba la sala, iluminada por el fluorescente del techo.

En cuanto a Helen, era una mujer más o menos madura, que debía de haber superado los treinta hacía un tiempo. Aún así, se la veía muy bien conservada, con una piel bastante tersa, unos ojos azules que brillaban con luz propia y un cabello castaño y largo que en ocasiones recogía con una coleta, pero aquella vez lo mantenía suelto. Éste descendía sobre sus hombros acompañando a su cuello de cisne, reposando algunos mechones sobre el escaso escote que dejaba la camisa blanca. Tenía un aspecto sedoso y espléndido, como el de las mujeres de los anuncios. Sobre la camisa llevaba una chaqueta de punto rosada, abrochada tan sólo por un botón por debajo de sus pechos. Éstos no eran nada del otro mundo, pero su figura en conjunto era estilizada y atractiva, ya que, no siendo un palillo, conservaba bien la línea. No alcanzó a ver más indumentaria debido al obstáculo de la mesa, pero hubiera apostado lo que fuera a que se trataba de aquella falda granate que le llegaba hasta las rodillas, unas medias y zapatos de tacón. Podéis pensar que me fijo demasiado en mi profesora para ser sólo una relación académica, pero es que deberíais verla; es todo un regalo para la vista.

—Good afternoon, Álvaro. Close the door and sit down, please —pidió con una sonrisa dulce, tal como solía.

Obedecí; cerré la puerta y, aún con cierto temblor, retiré un poco la silla que quedaba enfrente de ella y me acomodé, si es que podía estar cómodo en aquellas circunstancias. Me hizo entonces un gesto de espera y buscó en aquel montón de exámenes el mío. Yo sólo podía pensar en qué palabras usar para tratar de causarle compasión. No sabía cómo arreglar aquel desaguisado, pero alguna manera tenía que haber. Podría contarme menos aquella prueba, subirme algo la nota teniendo en cuenta mis progresos diarios, … Por mucho que digan que la evaluación con Bolonia es continua, al final siguen contando mucho más los exámenes que lo demás. Al fin dio con los folios que buscaba y los colocó aparte, sobre la mesa, mirándolos con atención. Se hizo un silencio bastante incómodo para mí, hasta que levantó la vista y me dijo:

—Parece que te salió bastante mal. ¿No estudiaste lo suficiente? —Su acento británico en su voz melodiosa la delataba.

—N-no fue eso, profesora —empecé con inseguridad, aunque sabía que tenía que afrontar el tema—. Estudié tanto como siempre, pero tuve problemas familiares y llegué bastante desconcentrado al examen…

—¿Problemas familiares? ¿Está bien tu familia? —se interesó.

—S-sí, afortunadamente sólo fue un susto; nada de qué preocuparse, al menos a posteriori.

—Me alegro mucho —replicó con una de aquellas sonrisas suyas—. Me sabe mal esto, ¿sabes? Eres un alumno muy aplicado y has mostrado un nivel bastante alto hasta ahora. Pero esta calificación puede arruinarte el curso —añadió, mordiéndose el labio inferior con gesto pensativo.

—Lo sé —asentí con pesar. No era nada nuevo—. Entre usted y yo, ¿no hay nada que podamos hacer para mitigar esta nefasta nota? —me lancé de cabeza a la piscina.

—¿Mitigar? —repitió con gesto confuso; en ocasiones se le iban un poco las palabras de la cabeza, debido seguramente a manejar tres o cuatro idiomas con asiduidad—. ¡Ah! ¡Mitigar! Bueno, Álvaro. Sabes que las normas de la universidad… no me permiten hacer eso.

—¿No podría hacer una excepción? Nadie tiene por qué enterarse. Desde luego, no por mi parte —insistí en mi única posibilidad, poniendo carita de cordero degollado.

Mi aspecto debió de hacerle gracia, porque soltó una risotada cantarina, llevándose la mano a la boca para cubrir aquellos finos labios púrpuras. No me gustaba que se burlaran de mí y reaccioné instintivamente con un gesto de desagrado. No obstante, sabía que ella no era ese tipo de gente y, si no había reprimido la carcajada, era porque se había visto incapaz de hacerlo.

—excuse me, no era mi intención —se disculpó cuando pudo.

—No pasa nada —aseguré cambiando el gesto, pues sabía que causarle simpatía era la única manera de conseguirlo.

—Let’s see… —dijo, mirando al techo con gesto pensativo mientras balanceaba el bolígrafo elegantemente entre sus dedos—: Maybe you could do an extra test to “round” your mark, What do you think? —me propuso finalmente.

No pude disimular mi alegría. Eso era justo lo que necesitaba para enmendar mi tremendo fallo. Sabía que Helen era una mujer comprensiva y tendría muchas más probabilidades de éxito con ella que con cualquier otro de los profesores. Asentí con una sonrisa de oreja a oreja y por fin sentí que mi corazón volvía a palpitar al ritmo habitual.

—¿Cuándo podré hacerlo? —pregunté ansioso.

—Ah, ah! In english, please —replicó ella con una sonrisa juguetona, moviendo el dedo índice de un lado a otro frente a mí.

—Oh, sorry! When could I do it? —me corregí.

—Right now! —exclamó ella.

Sentí mi reciente adquirida Fortaleza desvanecerse como la niebla convertida en jirones por el viento. Aquellas palabras resultaban un golpe en la boca del estómago a primera vista. Aún así, pensándolo un poco, me sentía capaz de superar cualquier examen que pudiera ponerme, siempre que todo entrara en el temario.

—Any problem with that?

—Noone at all, Mrs. Helen —me apresuré a responder.

Ella volvió a reír, aunque esta vez no supe exactamente de qué. Mi pronunciación había sido perfecta y no creía que se estuviera burlando de mí, poniéndome un caramelo ante los ojos para después quitármelo con crueldad.

—What’s the matter?

—Oh, nothing. I’m not married! Do I look so old? —¡Vaya fallo!

—No! Absolutely no! I’m just stupid! —rectifiqué, sonrojado hasta la frente.

—OK, take it easy, Álvaro —dijo, intentando que me relajara—. Then we can start.

—OK. Are you going to dictate the questions or…? —inquerí pensando en cómo sería la prueba.

—No, it won’t be a written exam, but n oral one —respondió.

—Oh, good. —Me había cogido por sorpresa, pero no me preocupaba más que uno escrito.

—Let’s see. I’m going to tell you some orders and you will have to carry out them, OK? —explicó.

—OK —asentí, dispuesto a cumplir con lo que me ordenara.

Permaneció unos segundos en silencio, seguramente meditando cuáles serían las órdenes más apropiadas para comprobar que entendía lo que me decía a la perfección. Después de todo, se suponía que tenía que ser un examen más o menos difícil. Se acariciaba el labio inferior con la yema del dedo, con los ojos clavados en mí. Yo estaba tenso, pero confiaba en mis posibilidades. Por fin dijo:

—First, close the latch.

Me quedé en blanco por unos segundos; no recordaba el significado de la última palabra en aquel momento. Seguramente, si lo pensaba durante un rato, acabaría por venirme a la mente. Sin embargo, en aquel tipo de examen, las respuestas debían ser más o menos rápidass, por lo que no podía permitirme el lujo. Fue una suerte que permaneciera atento a sus gestos también. De manera involuntaria, supongo, sus ojos se desviaron por un momento hacia la puerta. Entonces caí en la cuenta: ¡pestillo! Me puse en pie y me aproximé a la puerta. Vi que bajo el picaporte había un discreto cerrojo giratorio y no dudé en hacerlo rotar hasta escuchar el chasquido.

—Very good. Now switch off the lights, please —ordenó.

Sin vacilar, apreté el interruptor que se encontraba junto al marco de la puerta. Aquella había sido fácil, pero algo me decía que sólo estábamos calentando. Miré hacia helen, que ahora parecía sólo una silueta oscura recortada contra la tenue luz que entraba por la ventana.

—Now it’s going to be more difficult to accomplish my orders… —comentó con cierta malicia juguetona.

—I know, miss —contesté.

—Miss, that’s correct! —Rió de Nuevo, aunque menos que antes—. Look for a book called “A study in scarlet” at the bookcase.

—Can I switch on the lights? —pregunté, sabiendo que buscar un libro a oscuras iba a ser una tarea realmente difícil, y no porque no supiera qué me pedía.

—No, you can’t —contestó, volviendo a reír.

Pensando que al final sí que se estaba burlando de mí, avancé malhumorado hasta la estantería donde la profesora tenía todos aquellos libros. No sabía por donde empezar; ni siquiera sabía si los tenía ordenados por temática, alfabetización o qué otro criterio. Me era complicadísimo leer los títulos, distinguiendo sólo aquellos en los cuales las letras hacían un mayor contraste con el fondo. Ella parecía divertirse con aquello, porque se mostraba impasible, esperando a que cumpliera su orden. Sólo escuchaba el roce de su ropa a veces, cuando se movía, y el típico crujido de las sillas cuando uno no se queda quieto. Todo mi esfuerzo era inútil y de nuevo empezaba a pensar que había arruinado el curso por un maldito examen.

—Miss Helen, this is imposible —protesté, apelando a su bondad.

—Oh, that means that you refuse my offer? Do you want to fail the test? Is that it? —contest ella en aquel tono que me parecía burlón.

—But… —fui a quejarme, pero sabía que sería inútil.

Estaba al borde de la desesperación. No sólo me ponía una prueba que era totalmente incapaz de superar, sino que además se jactaba de ello. Me estaba jugando bastante en aquel momento y ella parecía divertirse, como si sólo se tratara de un juego. Entonces escuché cómo el bolígrafo caía al suelo; debía de haber estado balanceándolo como antes, pero se le había escapado de entre los dedos. En aquel momento no lo sabía, pero sería mi salvación.

—Oh, my…! Álvaro, leave that and look for my pen, please.

—Wait a second, please! —exclamé esperanzado.

Me parecía mucho más sencillo buscar un bolígrafo a tientas por el suelo que leer los títulos de los libros prácticamente a ciegas. Sólo esperaba que después no me hiciera retomar aquella maldita tarea inconclusa. Me aproximé a la mesa y ella se retiró, arrastrando un poco la silla para dejarme más sitio.

—I think it’s under the table —me indicó, señalando con una mano bajo el escritorio.

Me agaché y empecé a arrastrar las manos por el suelo en su busca. La plaqueta estaba fría, pero no me importó arrodillarme para tener mejor postura. Mi mano derecha se topó con algo que enseguida reconocí como uno de los zapatos de Helen. Ella no dijo nada, pero yo aparté la mano como si me hubiera dado calambre, aunque juraría que estaba vacío. Allí debajo apenas había luz y no estaba muy seguro de discernir bien. En cualquier caso, seguí con lo mío y me adentré debajo del escritorio, palpando por todas partes. El premio era demasiado tentador como para no impacientarme.

De repente, mis dedos hallaron algo, aunque no era lo que yo esperaba. No era duro, sino todo lo contrario, y no presentaba la forma alargada de un bolígrafo. Lo cogí, pensando que sería un pañuelo que se le había caído en un descuido a mi profesora, un pañuelo de tela. Sin embargo, cuando lo pude examinar mejor, me di cuenta de que no se trataba de eso. ¡Era un tanga! ¡El tanga de Miss Helen! Pero, ¿qué estaba haciendo allí tirado? Y, ¿por qué parecía estar algo húmedo? Los nervios volvieron a invadirme, aunque en aquella ocasión se entremezclaron con algo de excitación. La sorpresa me impidió reprimir una exclamación, así que ella se dio cuenta de que ocurría algo.

—What’s the matter? Have you find it?

—Well, I don’t know, Miss Helen. I’ve find something, but… —titubeé.

—Oh, give it to me —me pidió, extendiendo una mano hacia mí.

Me giré para salir de allí abajo y, nada más asomar la cabeza por debajo del tablero, extendí la mano con la que sostenía la prenda. Ella la tomó y emitió una especie de gemido pensativo. Quizás no fuera suyo después de todo, aunque si no lo era, ¿cómo habría llegado hasta allí? La cosa parecía calmarse por momentos, encontrándome a cada segundo más tranquilo. Pero cuando fui a salir del todo, noté cómo los pies de la mujer se posaban sobre mis hombros, quedándome yo de rodillas, desconcertado y sin saber qué hacer ni decir.

—Oh, you have done it very good, my puppy —dijo con un ronroneo encantador.

—¿Tu cachorrito? No entiendo… —repliqué, cada vez más nervioso, aunque he de confesar que la excitación iba en aumento.

—¿No me entiendes? Supongo que entonces tendré que suspenderte por falta de nivel… —comentó en tono juguetón, acariciándome el cuello con uno de sus pies envuelto en la suave media.

—¡No quería decir eso! —protesté alarmado, aunque cada vez veía más claro a lo que jugaba.

De pronto, la tela del tanga estuvo contra mi rostro, lanzada con desdén por su dueña. Pude apreciar el olor a sexo mezclado con un aroma perfumado muy sugerente y agradable. Aquella combinación debió de volverme loco, porque mi miembro se puso firme en un instante. Estaba claro lo que Miss Helen quería y yo cada vez tenía más ganas de satisfacer sus deseos. Pero lo que no llegaba a entender era por qué yo. No era nada del otro mundo, un chico con el pelo moreno y corto, ojos castaños, de constitución media, ni guapo, ni feo, … No tenía nada de especial, nada de eso que las chicas andan buscando en un hombre y que les hace lanzarse a por él como fieras. Seguía siendo virgen a mis 20 años y los pocos intentos que había hecho de ligar no habían acabado demasiado bien. Pero allí estaba; en el despacho de mi profesora de inglés con perspectivas muy alentadoras.

—I mean… the oral exam starts now… Do you understand me…?

—B-b-but…

—Shut up, puppy! Come with mum! —me cortó ella.

El trato que me daba me excitó aún más, de modo que no tuvo que repetirlo. Me quité la prenda del rostro y me aproximé poco a poco a ella. Iba acariciando sus torneadas piernas sobre las suaves medias que acariciaban mi cuello con cada centímetro que avanzaba. Ella soltó una escueta risa complacida y abrió las piernas cuando llegué hasta sus rodillas, recorriendo la falda que, como había predicho, le cubría hasta ellas.

—come on, come to mummy’s pussy… —ronroneó, acariciándome la cara con una de sus finas y preciosas manos.

No remoloneé y obedecí a aquella petición tan insinuante. Adelanté la cabeza y la hundí entre sus muslos, rozando con los labios su pubis perfectamente depilado. Noté cómo se estremecía al contacto y supe que ella estaba tan deseosa como yo mismo. Su entrada estaba ya húmeda y desprendía un aroma a sexo embriagador, acompañado de aquel perfume tan agradable.

Traté de no precipitarme y empecé por pasar la lengua en torno a su rajita, centrándome especialmente en las ingles, mientras con las manos acariciaba sus cálidos muslos y amasaba sus nalgas. Ella por su parte jugueteaba con mi cabello y comenzaba a respirar más fuerte, fruto de la excitación. Para ser la primera vez que lo hacía, no me estaba saliendo nada mal, sobre todo teniendo en cuenta la presión con la que ontaba, ya que de aquello dependería mi nota.

—Yeah, eat me all, my puppy… —susurró.

No sabía muy bien cuándo pasar al siguiente nivel sin precipitarme, pero aquellas palabras fueron para mí su bendición. Me centré entonces en sus hinchados labios vaginales y los lamí de arriba abajo lentamente. Un gemido de aprobación me dio la confianza para seguir, de modo que busqué su monte de Venus y lo tomé como juguete. Pasaba la lengua haciendo círculos en torno a él, lo acariciaba repetidas veces con la punta, lo succionaba entre mis labios y lo degustaba, … Helen movía la cadera al ritmo que yo marcaba, emitiendo suspiros y gemidos reprimidos con cada gesto, pues tampoco debía de pretender que nos pillaran haciendo aquello en la universidad. Sabía que los despachos adyacentes estaban vacíos, pero un grito o gemido demasiado elevado podría alertar a alguien que pasara por allí.

—Yeah, just like that… —murmuraba, revolviéndome el pelo.

Vi la occasion y retire una mano de su tentador culo para acercar un dedo a la entrada de su vagina. Nada más sentir el roce, soltó una exclamación, pero no hizo nada por evitar que lo introdujera lentamente. Fui metiéndolo haciendo círculos para que sintiera en todas sus paredes el placer, hasta que al final lo devoró por completo. Aquello pareció funcionar, porque mi profesora cerró las piernas en torno a mi cuello, situación que me calentó aún más. Entre ellas y sus manos, me apretaba contra su coñito para que se lo comiera con la ansia y lujuria que lo estaba haciendo. No sólo es que fuera mi primera vez, es que el hecho de que fuera con mi profesora me causaba un tremendo morbo. Realmente pensaba que no podría haber tenido un mejor debut.

—Oh, god…! Do you like mummy’s pussy, my puppy? —me preguntó con un ronroneo muy sexy.

—Yes, I love it —respondí como pude, con su carne dentro de mi boca.

—Yeah, eat me! Come on!

Mi dedo entraba y salía de su vagina rápido y con fuerza, hasta que prácticamente no tuvo ninguna resistencia. Estaba tan lubricada que me atreví a acompañar al índice del corazón, ahondando en mis acometidas a la vez que devoraba su tesoro con devoción. Me parecía que era lo más delicioso que había probado en toda mi vida. Sólo pensar en cómo sabría su corrida hacía que ardiera por dentro.

—Oh, yeah, yeah! I think… you’ve passed the exam! —gimió un poco más alto.

Sentí entonces cómo su cuerpo se estremecía de arriba abajo. Me apretó fuertemente contra sí y una riada de flujos llenaron mi boca. Entre sorprendido y excitado, bebí de aquel manantial todo lo que pude, aunque la corrida fue tan abundante que algunos hilillos me resbalaban de los labios. Cuando aquella bebida celestial dejó de manar, me relamí y limpié a fondo los restos que habían quedado en torno a su coñito. Escuché cómo suspiraba satisfecha, con su cuerpo ya relajado, habiendo liberado su opresión con las piernas sobre mi cabeza. Levanté la mirada y ella me acarició el pelo con ternura.

—very good… Creo que podremos… arreglar lo del examen… —dijo con dulzura.

—Puedo hacer más… —fui a decir.

—Take it easy, Álvaro. No hay prisa —me cortó—. Por hoy es suficiente. Ya habrá otras… “ocasiones”.

—Oh, de acuerdo —acepté algo decepcionado, pues mi miembro estaba a punto de reventar el pantalón y pensaba que aquello llegaría a más. Debió darse cuenta por mi tono de voz, porque me acarició la mejilla maternalmente.

—No te preocupes, ya habrá tiempo… siempre que me seas fiel…

—¿Fiel? —repetí, algo confuso—. Pensaba que sólo había sido…

—Un cachorrito tiene que ser fiel a su dueña, a su mamá, ¿no crees? —arguyó.

—Sí, bueno… —titubeé.

—Además, ¿quién mejor que tu querida profesora para que pierdas la virginidad…? —ronroneó, agarrándome de la cabeza cariñosamente y tirando para que me levantara.

Me incorporé hasta quedar a su altura y entonces me dio el mejor beso que había recibido hasta el momento. Nuestros labios parecían querer comerse los unos a los otros; nuestras lenguas bailaban una en torno a otra, en medio de los restos de aquel elixir divino que había nacido de ella. Una de sus manos fue a parar a mi paquete. Lo acarició y luego lo apretó, haciendo entonces que me separase.

—OK, es hora de irse. Nos vemos en clase, mi cachorrito… —me despidió.

—Sí, ¡no faltaré ni un día!

—No lo dudo… —Me fui alejando de ella. Vi que se agachaba, seguramente para recoger el tanga que se había quitado y ponérselo, pero entonces me llamó—: Ah, toma esto como un regalo de tu mamá, cachorrito. —Y me lo tendió.

—¡Gracias! —exclamé, feliz por tener una prenda íntima de aquella fascinante mujer.

—Then, see you son! Ah, ¡y enciende la luz, por favor!

Hice lo que me pedía y me despedí con la mano antes de trasponer la puerta. Llevaba aquel tanga entre mis manos como un auténtico tesoro, pero supe de inmediato que nadie debía verlo, y menos allí, en la universidad. Lo guardé en un bolsillo del pantalón y me dirigí a mi casa. No hace falta decir que aquella noche mi polla requirió más atenciones que nunca, y que, desde entonces, fantaseo siempre con mi profesora de inglés, Miss Helen…