Miss Cojones
En el escenario apareció Miss Sunrise 2013, que con una sonrisa le cedió la corona y un inmenso ramo de flores. La gente aplaudía alborozada los gestos de camaradería de las dos jóvenes cuando el presentador se acercó a la flamante Miss para recoger sus primeras impresiones:
La decisión de este año no había sido demasiado difícil. Sara destacaba fácilmente del resto de aspirantes. Le sacaba un par de dedos a la más alta. Tenía unas piernas largas y aunque sus caderas no eran muy anchas el resto de su cuerpo era perfecto, unas piernas largas un culo respingón, unos pechos ni muy grandes ni muy pequeños, redondos y jugosos...
Su cara era un óvalo perfecto que junto con una larga melena castaño oscuro enmarcaban unos ojos avellanados y grandes de un color azul celeste, una nariz un pelín grande pero que aportaba carácter al rostro y unos labios gruesos y rojos que estaban permanentemente sonriendo y mostrando una dentadura perfecta.
Su único defecto eran sus manos que aunque finas y largas parecían demasiado grandes para su cuerpo.
Si sólo hubiese sido eso, cualquiera diría, "bah, otra chica más". Pero es que además sabía moverse. Sus tacones parecían un apéndice más de su cuerpo y se movía con ellos y contoneaba sus caderas con una elasticidad y elegancia que no había visto desde las grandes estrellas de Hollywood de los años cincuenta.
Ahora esa sonrisa y esos dientes blancos y pequeños como perlas estaban acariciando su polla. Sara sabía lo que había que hacer y cuando aprovechando un descanso él se acercó a su camerino y le sugirió lo que debía hacer para ganar el concurso, no se lo pensó y con sus largos dedos le bajó la bragueta.
Al contrario de todo lo que le rodeaba, él no era bello. Tenía la frente demasiado ancha, las piernas demasiado cortas y aunque no estaba inflado como un globo siempre había estado rellenito. Pero todo eso no importa cuando eres presidente del jurado de un concurso de misses. Todas están locas por cederte sus favores a cambio de la ansiada corona. Al menos él era honesto y sólo seducía a la más guapa y elegante, o sea a la que de todas maneras hubiese ganado.
Sara sabía muy bien lo que hacía pensó él suspirando de placer, sabía exactamente lo que un hombre quería. Cuando sacó su polla del pantalón aun algo morcillona la agitó y la besó suavemente hasta que estuvo dura y caliente como un hierro al rojo. Fue entonces cuando esa sensual sonrisa se abrió y con los ojos fijos en el juez fue metiéndose la polla poco a poco en su boca hasta incrustársela en el fondo de su garganta. Con lentitud comenzó a meter y sacar la verga de su boca acariciándola con la lengua a medida que salía.
Él empezó a respirar con más rapidez y ella lo dirigió a un pequeño sofá que había en el camerino para que estuviese más cómodo. Le bajó los pantalones hasta los tobillos y continuó con el trabajito. Con un sonrisa traviesa agarró la polla de él y comenzó a besar y chupar su glande arrancándole pequeños gemidos de placer. Con esos pequeños dientes mordisqueaba con suavidad el glande, repasaba el borde con la lengua y luego se metía de nuevo la polla entera en la boca.
El juez apoyó sus manos en su melena y presionó la cabeza contra su polla con una expresión de éxtasis en el rostro. La joven movía su lengua y chupaba con fuerza a pesar de tener alojado aquel inmenso falo en el fondo de su garganta. Cuando finalmente la dejó apartarse, un grueso hilo de saliva quedo colgando de la polla, Sara lo cogió con un dedo y jugó con él hasta que finalmente lo sorbió de nuevo.
El ritmo de la mamada se fue acelerando y el juez, a punto de correrse, se incorporó y sacando la polla de la boca de la joven eyaculó sobre su rostro. Sara sonrió y recibió los gruesos chorreones de semen del hombre como si fuesen fresca lluvia de primavera.
Con la respiración agitada, una gruesa gota de sudor corriendo por su sien y una sonrisa de satisfacción se despidió agradeciendo a la joven sus atenciones.
No es que resultase demasiado difícil imponer sus decisiones en el jurado. Él era el alma del concurso y toda la organización sabía perfectamente que sin él no había televisiones y por consiguiente no había ingresos por publicidad.
Así que el modisto, la peluquera y la actriz entrada en años no vacilaríann en seguir sus opiniones.
Después de la pertinente actuación del cantante empalagoso de moda del año, la actriz nombró a las cuatro finalistas que se adelantaron en bañador y tacones, emocionadas y listas para recibir el premio Miss Sunrise.
En ese momento las jóvenes tuvieron unos segundos para decir con unas breves frases lo que significaba para ellas ser embajadoras de la marca por todo el mundo y lo que pensaban hacer para aprovecharlo.
Después de unos pequeños discursos repetitivos y aburridos en los que abogaban por conseguir la paz mundial gracias a sus culitos tiesos y a sus pechos turgentes, los jueces se retiraron a deliberar unos pocos minutos mientras el público agitaba las pancartas con los nombres de sus favoritas y el cantante de turno les amenizaba la espera con una nueva canción.
La decisión fue rápida. Sólo el modisto intentó imponer una opinión distinta a la suya pero bastó con amenazarle con expulsarle del jurado para el año siguiente para que aquel marica entrase en razón.
El presentador recibió el sobre con el veredicto de sus manos y tras unos momentos de suspense presentó a Sara como la flamante Miss Sunrise 2014. Una lluvia de confeti cayó sobre la ganadora y las compungidas finalistas que se retiraron desconsoladas.
En el escenario apareció Miss Sunrise 2013, que con una sonrisa le cedió la corona y un inmenso ramo de flores. La gente aplaudía alborozada los gestos de camaradería de las dos jóvenes cuando el presentador se acercó a la flamante Miss para recoger sus primeras impresiones:
-Estoy realmente encantada, -dijo la joven con una voz ronca y sensual- y me siento especialmente honrada de ser el primer transexual ganador de un concurso de misses -dijo sacándose del traje de baño una minga de respetable tamaño.
El público se sumió en un silencio estupefacto mientras el jurado miraba a su presidente con cara de no entender nada.
Por un momento el juez pensó que había llegado su final, un jodido marica se la había chupado y le había engañado totalmente poniéndolo en ridículo. Pero tras el primer momento de sorpresa y cuando Sara volvió a enfundar el paquete en su traje de baño, la gente comenzó a aplaudir y a corear el nombre de la ganadora ante la mirada enojada del resto de las participantes. Por el pinganillo recibió las felicitaciones de los patrocinadores que veían desde sus despachos como crecía la audiencia.
El presidente del jurado se levantó de su mesa satisfecho pero aún indignado y se acercó para saludar al ganador. Al mirarle de nuevo cara a cara no pudo evitar sentir en lo más profundo de sus testículos una nueva punzada de deseo.