Mis yeguas y yo
Perdí la virginidad a los diecinueve años. Pero mi despertar sexual ha sido a los treinta. Mi cuñada Manoli es una de mis yeguas más queridas.
Manoli vestía pantalón vaquero, que sin ser ajustado le dejaba marcado el trasero. Una marca de carne bajo la tela, que en cambio era a fuego bajo mi bragueta.
Arriba lucía su escote. Su eterno escote, delicioso fruto de los Dioses; ¡oh!, ¡quien al probarlo sintiera el edén en sus labios!. ¡oh, libre de mí!.
Escote con más guerra que bandera a la que defender. Más insinuación que bulto. Más deseo de querer mostrar algo de lo que carecía. No muy pechugona es Manoli, como pueden imaginar mis queridos lectores. No muy pechugona, pero sí guerrillera. Y pongo a Dios por testigo que sus pechos siempre me parecieron más grandes. Diosa Manoli, que me hace jurar en vano. Maldita puerca presumida.
Siempre maquillada. Luchando contra la edad que tan mal consideraba. Pero a sus treinta y seis años la percibía como un delirio. Su imagen taladraba mi cerebro en el momento de correrme en la muchas de mis pajas.
Al despertar pensaba en ella y mi pene entraba en erupción. Cuando mi mujer no estaba en la cama siempre me follaba a la almohada pensando en Manoli.La Diosa, la puerca.
¿Qué quien es Manoli?. Es mi cuñada. Bueno, la cuñada de mi mujer. La mujer de uno de sus hermanos. Dicen que el morbo por las cuñadas es tan previsible como superficial. ¿Y qué quieren sus mercedes que le haga?. ¿Me coloco un cilicio?, ¡si ni siquiera sabrán qué es!, ¡Ignorantes!.
Sí, soy tan simple que a mis treinta años me masturbaba a menudo pensando en mi cuñada seis años mayor que yo. Sí, soy tan absurdo y predecible que imaginaba que era a ella a quien follaba cuando lo hacía a mi mujer.
Cuando llegue al infierno que Satanás me castigue, o lo que es peor, que me mande al cielo, donde no se hacen felaciones. Pero en vida hasta que no fui un cabrón no conseguí nada. Y la puerca,la Diosa, de Manoli es uno de mis mayores logros, y el primero. Y ahora mismo ni se pueden hacer una idea de lo que estoy queriendo decir. De todos modos, dudo mucho que lo cuente todo. Así que insúltenme, menosprécienme queridos borreguillos. Puede que sea un fantasma, puede que no. ¡Qué más da!. Si ven a Manoli díganle que he muerto, que no hay más después de lo que he experimentado a partir de ella.
Como decía: Manoli vestía pantalón vaquero y escotazo de color verde bajo su chaquetilla vaquera. Su pelo como siempre, media melena rubia y ondulada. Delgada, como las serpientes amantes del perro de Satanás. Algo digna, pues entró en casa con sus hijos y marido (hermano de la que siempre me follo pensando en otras).
Su dignidad es una de las primeras cosas que más me maravillaron. Manoli es bastante digna en apariencia y buena gente. No tiene una conversación inteligente pero no le hace falta. Suele ser agradable en el trato. Muchas veces hemos quedado las dos familias para cenar y tomar unas copas. Siempre me ha maravillado la facilidad con la que mi mente ha sabido descifrar y eliminar esa pequeña capa de dignidad que porta. Les juro que es tomar un par de copas cerca de ella y rápido dejas de verla como una madre y mujer. Y empiezas a verla como una hembra.
Los animales le llaman celo. Los humanos le llamamos pornografía. Pero Manoli siempre me soltó, intuyo que sin querer, gotitas de su ser carnívoro que se quedaron muy impregnadas en mi delirio.
Para colmo siempre con tacones. Para colmo siempre aparentando llevar tanga. Para colmo nos veíamos muy a menudo. Y encima yo soy un cabrón obsceno.
Muchas noches pasó lo que aquella. Mientras el alcohol corría yo me fijaba en ella y en su hija. Me imaginaba con ambas en la cama y me relamía. Pero me centraba más en ella, no quiero problemas con la justicia. En la falsa apariencia de sus pechos. En su pelo rubio. En su cara de putilla, no lo he dicho pero Manoli tiene cierta cara de putilla. En su forma de menear las caderas cuando andaba, algo incomodada por los tacones. ¿serás presumida? (pensaba). Si como mejor luce una hembra es a cuatro patas sobre la cama……
Aquella noche se fue con su familia. Y yo follé con desmesura a mi mujer. Le pedía coletillas y faldas de colegiada. Imaginaba a Manoli con la ropa de su hija.
Una de esas noches, animado por el calor del verano. Animado por la maldita forma en la que aquella mujer me provocaba ¿sin saberlo?. Animado por el alcohol que había ingerido hasta ese momento, entre las tres y las tres y media de la madrugada. Y, sobre todo, animado por un poco de cocaína comprada para la ocasión que había tomado en la clandestinidad del baño. Me acerqué a Manoli, la cual fumaba en la terraza del ático en el que vivimos. Mientras mi mujer, su hermano y su hija (los niños ya dormían) jugaban a gritos a un puñetero juego de mesa.
La noche era tranquila y agradable. La luna casi llena, en cuarto menguante. Ni una pizca de brisa. Manoli con pantalón pirata y camisa escotada. Mi polla congelada en su grandeza. Su cuerpo digno de ser mimado……
Le dije que cuando tenía pensado dejar de fumar. Ella me respondió que al acabar el verano. Mientras me reía falsamente me apoyé en la barandilla junto a ella.
Le dije que no podía estar dejando de fumar toda la vida, que si de verdad quería hacerlo, esa era el mejor momento. Ella sonrió y dio dos caladas fuertes al cigarro. Luego lo tiró a la calle encendido.
Me dijo que había sido testigo de sus dos últimas caladas. Yo me reí más falsamente aun, entre otras cosas porque no me lo creía. Me giré un poco hacia ella y le miré de arriba abajo y otra vez hacia arriba. Ella seguía más o menos sonriente cuando regresé a su cara.
Noté algo extraño en su semblante. Ella estaba bastante bebida, como yo. Noté que se abría una pequeña grieta en el cementado de mis puercas y desesperadas esperanzas de guapo pajillero. (porque, joder, soy guapote, no me vean como el gordo, gafado y feo pajillero).
Una pequeña ráfaga de brisa me empujó. Como el suicida que va hacia un puente tentado de tirarse y que lo hace sabiendo que lo mejor es no tirarse…..
Le dije que a ver cuando me dejaba darle la follada que tanto merecía y que tanto tiempo llevaba deseando
Ella se calló y se fue adentro. Ni rió ni se enfadó. Ni me habló ni me volvió a mirar. Volvió dentro, yo fui detrás. Seguimos jugando en familia un rato, apurando las últimas copas.
Cuando se fueron nos despedimos uno a uno, como es habitual. Al despedirme de ella, me metió algo en el bolsillo del pantalón.
Cuando la puerta del hogar, desmembrado hogar, se hubo cerrado, yo me introduje en el cuarto de baño y saqué del bolsillo un pequeño papel.
“Llámameme el lunes por la mañana”
Salí del baño desnudo y muy empalmado. Mi mujer casi dormía. La desperté y sobé un rato. Me dijo que no tenía ganas. La azoté fuerte, me incorporé y le follé la boca. Hasta el final. Ella soltó varias arcadas de fatiga, pero empezó a mamar con ansia. Me corrí en su boca. Me acosté sin decir nada.
Me levanté con mi cuñada Manoli en mente. El domingo transcurrió con mi cuñadita Manoli en mente. Nunca un día se me hizo tan largo. Antes de acostarme no voy a decir quien tenía en mente cuando me masturbé; porque podría tener problemas con la justicia, a pesar de su casi legal edad.
Mi voz pudo sonar temblorosa. Despierto desde antes del amanecer, esperé hasta una hora más lógica para llamar.
Fue seca y directa. Me dijo que su marido trabajaba durante toda la mañana, que dónde podríamos quedar. La cité en casa de mis padres. Bueno, en casa de mi madre; pues se divorciaron años atrás. Mi madre trabajaba fuera de la ciudad y solo estaba de jueves a domingo.
En dos horas nos veríamos allí.
Aproveché para quemar energías en el gimnasio. Me duché y fui a casa de mis padres. Una casa céntrica y más o menos grande. Tomé algo de alcohol y puse música clásica de fondo para relajar mis sentidos. Manoli fue puntual.
Con la puerta abierta tardó varios segundos en entrar, como si se estuviera planteando arrepentirse. La saludé con la buena voluntad de siempre.
Vestía más recatada que de costumbre. Fuimos al salón y me senté en el sofá. Ella soltó el bolso sobre una silla y se sentó a mi lado.
Manoli – Creo que tenemos que hablar.
Asentí con una nerviosa sonrisa. Le hice señas a mi bebida, no me salían muchas palabras. Ella negó con la cabeza, rechazando mi invitación a tomar algo.
Manoli - ¿Qué pretendes?
Estaba guapa. Pantalón vaquero blanquecino y rebeca amarilla sobre camisa verde. Zapatos cómodos y el pelo sobre sus hombros, tipo casual.
Yo – No tienes por qué estar aquí. Puedes irte. Haremos como si no nos hubieramos visto. Sigamos como siempre.
Guardó silencio. Yo bebí lo que me quedaba. Mi polla empezaba a pedir fiesta. Me contuve en no saltar sobre ella y violarla si fuera necesario.
Manoli – No he traído nada para ponerme cómoda. Pensé que no acabaría entrando, pensé que no llamaría a la puerta siquiera; vine por una absurda curiosidad….
Yo – Si quieres ponerte más cómoda podemos ver en el armario de mi madre.
Respiró nerviosa al nombrar a mi madre.
Manoli – Tu madre es rubia como yo. ¿te atraigo por eso?.
Yo – Me atraes por muchas cosas.
Se incorporó hacia mí hasta que sus labios quedaron a las puertas de mis oidos.
M - Tráeme lo que desees de su armario.
Seleccioné un antiguo camisón. Color naranja con ribetes blancos, algo dado de sí por el escote. Corto, a mi madre le llega una cuarta por encima de sus rodillas, y más o menos eran igual de altas. En alguna ocasión he pensado en cómo sería montármelo con la que me parió, vistiendo ella ese mismo camisón. Lo cogí sin dudar y se lo di a mi cuñada.
Y – Aquí tienes.
Ella lo cogió y entró en uno de los baños. Yo, con más nervios de los que hubiera deseado, bebí algo más de alcohol directamente de la botella. Al regresar al salón, desde la cocina, me la encontré de pié en mitad del pasillo.
Ante mi una Diosa. Descalza, mostrando su baja estatura que tan bien disimula con sus habituales tacones. Sin abultar el escote, con su caída natural de pechos bajo el camisón. Pequeñitos pero bien puestos. Con dos pequeñas aureolas sonrosadas asomando por el borde del escote del viejo camisón dado de sí. El pelo suelto y su mirada silenciosa y simpática. Ante mi Manoli en su verdadero esplendor.La Diosade carne que era, no la que ella intentaba mostrar engañándose.
M - ¿Me queda bien?. No relleno el escote.
Y – Mi madre las tiene mucho mayores. Pero a ti no te hacen falta, estás perfecta Manoli.
Rió deliciosa.
Manoli – Bueno nene, espero que seas un buen chico y no hagas enfadar a mamá.
Sonriente, vino lentamente hacia mí. Por lo visto le gustaba el juego de personajes, intentaba hacer de mi madre. Me dejé llevar. Me guió lentamente hacia la habitación de mis padres. Cuando llegamos a la cama de matrimonio me empujó. Me quedé sentado a los pies de la cama.
Se arrodilló a los pies de la cama. Yo me adentré un poco en ella, situándome en los medios. Ella me desvistió el busto y dejó deslizar su lengua por mi cuidado pecho. Sus pelos se interponían ante mis ojos. No podía verla, solo de vez en cuando su lengua lamer mis pezones y mi piel. Se deslizó lentamente y se detuvo en desabrocharme la bragueta. Se levantó y me sacó los pantalones. Luego retiró los calzoncilos.
M- Guau. ¿ya la tienes así?. Pobrecito que tiene pupita.
Se arrodilló de nuevo. Esta vez se cuidó de que su trasero quedara al aire. Para ello lo levantó muchísimo y dejó caer el camisón de mi madre hacia su cuerpo. Desde mi posición podía ver su hermoso culo con la misma ansia con la que un alpinista divisa la próxima, pero aun distante, cima del everest. Sus muslos eran más gruesos de lo que aparentaban vestida. El camino perfecto para el culo más sabroso que he probado jamás. ¿Adivinan de quien es el coño que más dulce y entrañable me ha resultado?. Una pista, no es el de Manoli ni el de mi mujer. ¿Otra pista?. Como sois…..en aquel momento aun no había probado ese coño por primera vez.
Agarró la polla, la cual estaba ya lista para entrar en acción. Sin apenas masturbarla la metió en su boca con celeridad. Como no queriéndome defraudar. Fue una mamada gustosa pero no muy relajante. No mantuvo bien el ritmo; sin duda estaba nerviosa. Tal vez más nerviosa que yo, la notaba agobiada por que me gustara. Ello me relajó y me infundó personalidad.
Cuando ya tuve bastante, decidí que había terminado esa mediocre mamada. Me incorporé y la besé de rodillas sobre la cama. La estrujé contra mi cuerpo. Dócil, su cuerpo se adaptó al mío con facilidad. Tenía un abrazo muy agradable y besaba bastante bien. Le estrujé las nalgas, algo blanditas, y las tetas. Pequeñitas. Las busqué, dejándole caer el camisón. Eran como dos pequeñas peras dulces y maduritas. Preciosas, a pesar de no ser grandes, y sobre todo deliciosas.
La coloqué boca abajo. La abrí de piernas y le lamí coño y culo. De nuevo coño, otra vez culo. Metí la lengua en el ano. Como les puedo resumir ese momento: Delicatessen.
No podía esperar más. Y ella supo entenderlo. Se clavó un poquito a cuatro patas sobre la cama y se abrió el coño con los dedos, extendiendo su mano por debajo de su cuerpo hasta llegar al sexo.
M – Vamos. Desahógate.
Entré con facilidad e inicié una buena follada. Fue una muy agradable sorpresa los agradables quejidos con los que acompañaba la penetración. Voz muy pornográfica y con el volumen justo para que pudiera escuchar algún vecino o vecina. Me encanta que alguien sepa que se está follando. Y si es vecina mucho mejor.
Se movía como buena perrilla. Sin duda quería agradarme, pues a veces resultaba exagerada. Sonreí contento por aquella hembra, que se esforzaba en agradarme. Le azoté en las nalgas a modo de premio, que ella me agradeció moviéndose con extrema calidad de adelante hacia atrás, golpeando su trasero contra mi vientre. Muy buena follada esa que me dio mi cuñada Manoli. Sin duda me demostró ser una hembra de calidad. Tal vez algo ansiosa. Se ve que solo folla con un hombre habitualmente.
Terminé corriéndome en su cara. Intenté no manchar su bello pelo. Pero creo que le entró un poco en los ojos.
Nos despedimos dándonos un besito en la mejilla. Como siempre.
Me asomé al balcón para ver como se iba calle arriba. Ahí va la manuelita, pensé. Con su andar de siempre, su pelo de siempre, su apariencia de siempre. Pero ya, por fin, habiéndomela follado. Y puedo jurarles que esta hembra vale mucho. Merece la pena conocer a mujeres así. Ante hembras como Manoli, uno se quita el sombrero y se saca el pollón.
Nota del autor:
Este relato es la primera parte de una serie de aventuras que tuve en mi verdadero despertar sexual. Esta relación fue la primera. Pero no contaré todas las experiencias. Quien quiera algunos detalles que voy a omitir que me agregue al Messenger.
No obstante, creo necesario recordar que todo esto es ficción ante vuestros ojos. No trato mostrar la realidad de lo que cuento; entre otras cosas porque sería jugar con fuego.