Mis vecinas de al lado

Juan confiesa en sus memorias su extraordinaria historia

Mis vecinas de al lado

Introducción

Hace seis meses que por motivos laborales de mi esposa nos tuvimos que trasladar a este municipio, muy cercano a la capital de la provincia, y a la que se desplaza todos los días Mary, mi mujer, que es gerente de una tienda de moda femenina de ámbito mundial. Yo soy escritor y además me dedico a traducir libros para una editorial y también para un periódico de ámbito regional.

Mi economía es bastante saneada, ya que a la muerte de mis padres herede como hijo único la totalidad de sus bienes, un hotel y doce bloques de apartamentos en Torremolinos, además de un chalet en Nerja y un apartamento en Málaga en el que vivíamos hasta ahora. Tanto el hotel como los bloques de apartamentos los tengo arrendados por quince años a una agencia de viajes, y que, una vez deducidos los gastos, impuestos y reparaciones, mensualmente me dan unos ingresos suficientes para vivir holgadamente, por lo que mi trabajo de traductor es simplemente una distracción y escribir una pasión que tengo desde mi niñez.

Desde los 18 años estuve trabajando en el hotel de mis padres como recepcionista, y a la vez estudiando idiomas, por lo que hablo y escribo perfectamente, inglés, francés, alemán e italiano, ya que tengo una facilidad innata para los idiomas. No obstante, no me ha gustado nunca estudiar y una vez superada la selectividad no tuve ningún interés en ir a la Universidad, pues ninguna carrera me atraía.

Tengo ahora 42 años, y he de decir también que físicamente no soy un dechado de virtudes, más bien muy corriente, ni feo ni guapo, ni bajo ni alto, ni tampoco muy serio o muy alegre. En cuanto a mis cualidades sexuales tampoco soy nada del otro mundo, quizás incluso se podría decir que un poco por debajo de la media, pero si es cierto que tengo la capacidad de mantener mis erecciones bastante tiempo, y en este caso muy por encima de la media, quizás por mi capacidad de controlar mentalmente mis eyaculaciones, y por lo tanto durante el tiempo más que suficiente para dar satisfacción a mi pareja.

En cuanto a Mary, mi mujer, que tiene 33 años. Nueve menos que yo, si estudio una carrera, Económicas, la que termino con sobresaliente y a base de becas, pues su familia muy humilde y de un pequeño pueblo, no tenía medios para pagarle ni la carrera ni la estancia en la ciudad donde estudio. Allí, además de estudiar tuvo que trabajar y lo hizo en un Hotel importante, primero de camarera, luego de recepcionista, y al final en administración donde desarrollo sus conocimientos de la carrera estudiada. Cuando ella tenía 23 años, hace ahora 10 años, mi padre, que acababa de quedarse viudo y viendo que yo no tenía cualidades ni interés alguno para hacerme cargo del hotel, puso un anuncio solicitando una persona que llevase la administración, tanto del hotel como de los apartamentos turísticos, el seguiría siendo el director y yo l recepcionista. Terminadas las muchas entrevistas, eligió a Mary, y tras su entrevista con ella me llamo y me dijo:

-     Mira Juan, reconozco que eres un extraordinario relaciones públicas, que te expresas en diferentes idiomas de forma más que correcta, que atiendes a los clientes de una forma maravillosa, pero eres incapaz de llevar ni la dirección ni la contabilidad de nuestra empresa. Por ello he contratado a una muchacha preciosa, inteligente, y parece que trabajadora y seria para ese menester, y de paso para ver si de una puta vez dejas de escribir novelas y te interesas por una mujer. La que he contratado se llama Mary, tiene 23 años, es una morena guapísima, ojos azules, con una cara de artista de cine y un cuerpo de infarto. El lunes te la presentare y tú te encargaras de despachar con ella, que yo no tengo ganas.

-     Joder papa, - le conteste yo – ya te lo he dicho muchas veces, no tengo ganas de comprometerme por ahora, me gusta escribir y me gusta la soledad. En cuanto a mujeres ya sabes que no ando falto, pues muchas de las extranjeras que vienen al hotel me dan lo que necesito.

-     Bueno, tú mismo. – mi padre parecía que claudicaba y termino – De todas formas, tienes ya 32 años y tienes que pensar en tener una familia, pero ciertamente ya eres suficiente mayor para tomar tus propias decisiones.

Evidentemente mi padre, que me conocía muy bien, supo desde el primer momento en que vio a Mary, que me iba a enamorar, pues tengo que decir que lo que mi padre me conto de ella solo era una parte. Además de guapa y buen tipo, era enormemente simpática, tenía una sonrisa que cautivaba y una risa que contagiaba. Me enamoré de ella locamente en el mismo momento que la vi. Otra cosa fue conquistarla, ya que, a pesar de mis insinuaciones, mis invitaciones y mis lisonjas hacia ella se mantenía lejana y distante, aunque siempre muy amable y simpática.

A los cinco meses, teníamos una relación muy fluida, incluso podría decir que éramos amigos más que compañeros y nos llevábamos muy bien. Por esas fechas a mi padre le dio un infarto y falleció repentinamente y yo lo lleve muy mal, más bien fatal. Tras el entierro Mary, dándose cuenta en el lamentable estado que estaba me acompaño a la habitación que yo tenía en el hotel, y una vez allí yo me desmoroné y toda la tranquilidad que había demostrado hasta ese momento se vino abajo y rompí a llorar amargamente en el hombro de ella.

No sé si fue por lastima, o porque en el fondo me tenía cariño, pero lo cierto es que me consoló, me consoló dándome primero abrazos sinceros y besos en las mejillas, luego en los labios, y poco a poco esos besos fueron subiendo la temperatura y acabamos en la cama. Al principio me pareció que ella no terminaba de sentirse cómoda, como a disgusto o insatisfecha, más bien condescendiente, como haciéndome un favor, pero a medida que fue pasando el tiempo y yo seguía con una erección durísima, ella fue poniéndose muy, pero que muy cachonda, y acabo corriéndose, así como seis o siete veces antes de que yo terminase.

Dormimos juntos y abrazados, y a la mañana siguiente volvimos a follar como locos, y después yo le pedí que se casase conmigo. Le explique mis ideas sobre el negocio, alquilar el hotel y los apartahoteles y vivir de las rentas. Aunque en un principio se mostró contraria a la idea, a los pocos días, y tras unas noches de locura sexual, tras las que acabábamos exhaustos acepto casarse conmigo y me dio su bendición a desprendernos del negocio, ya que incluso me ayudo a buscar a los posibles clientes.

Cuando yo tenía 33 años y ella 24, ya casados tras una boda relámpago, formalizamos todos los contratos y nos fuimos a vivir al apartamento de Málaga, y los fines de semana y en verano a Nerja. Los dos primeros años fueron extraordinarios, follábamos como conejos, polvos de hasta tres y cuatro horas, y acabábamos cansadísimos, pero enormemente satisfechos. Nos dedicamos a viajar y a vivir de las rentas, pero al principio del tercer año ella quedo embarazada, cosa que a los dos nos hizo enormemente felices, pero a los pocos meses empezó a tener unas contracciones muy dolorosas y tras ser ingresada de urgencias tuvo que ser operada para extirparle un tumor que habría impedido el crecimiento del feto e incluso habría podido terminar con su vida. En la operación, pese a que fue un éxito y el tumor resulto ser benigno, no se pudo salvar al feto y tuvieron que practicarle un aborto.

Después de esa triste experiencia, nuestra relación emocional se consolido muchísimo, puede decirse que a partir de ese dolor conseguimos conocernos mejor y amarnos mucho más, pero nuestra relación sexual sufrió un enorme varapalo. Mary se obsesiono con volver a quedarse embarazada y yo la anime a ello pues también me apetecía tener el hijo que no habíamos podido tener. Siempre aconsejados por los mejores especialistas nos dedicamos los dos siguientes años a tener relaciones exclusivamente los días que eran propensos a su fecundidad, y de alguna forma perdimos la alegría de follar para disfrutar, ya que solo lo hacíamos para procrear.

Cuando Mary cumplido los 29 años, y al no quedarse embarazada consultamos nuevamente con especialistas, y tras numerosas consultas y diferentes diagnósticos llegaron a la conclusión de que, tras la operación y el aborto, no había quedado estéril, pero el motivo de no quedarse embarazada era, bien por algún problema físico que no detectaban o quizás, según los médicos lo más probable, por un problema psicológico. Fue un mazazo bestial para los dos, pero sobre todo para ella que se culpaba de no poder darme un hijo que sabía que yo ansiaba, pero yo no acepte que se culpase e incluso la ame aún mucho más que antes, animándola a que volviésemos a viajar e intentásemos olvidarnos de tener descendencia, y que más adelante si ella lo deseaba, siempre podríamos adoptar.

La situación hizo que ella se replantease su existencia y me dijo que quería trabajar, sentirse útil, tener obligaciones y de esa forma poder abordar su nueva situación desde un punto de vista diferente. Consiguió volver a encontrar trabajo en una importante multinacional de modas en su delegación en Málaga como ayudante de la directora financiera y a su vez directora regional de Andalucía. Eso ocurrió hace unos tres años, y yo entonces me dedique a retomar mi vocación de escritor, pero también busque trabajo como traductor de libros, esto último quizás para no perder los conocimientos de idiomas que tenía.

Hace más o menos siete meses, la directora regional de la cadena le ofreció a mi mujer la posibilidad de pasar a ser directora Financiera de la delegación de nueva apertura en la ciudad donde estudio, y que conocía de su época de estudiante. Cuando me pregunto mi opinión yo la anime a tomar la decisión y buscamos una casa para trasladarnos. Encontramos una en un pueblo limítrofe a la ciudad y en una urbanización muy tranquila y relativamente cercana a su trabajo, por lo que sin dudarlo la compramos.

Historia

Tras esta introducción, pasare a explicar mi historia desde que llegamos a este nuevo destino. Una historia tan insólita como inesperada, por lo menos para mí, y que ahora tras las vivencias de los dos últimos años me doy cuenta que es lo más maravilloso que me ha podido ocurrir, y supongo que para cualquier hombre que lea este libro será motivo de envidia.

Tengo que decir que como escritor no acababa de encontrar nada que me llenase, pero tras mis experiencias últimas me he decidido a escribir estas memorias, que bien pueden parecer un libro de carácter erótico e incluso pornográfico, pero son vivencias personales maravillosas.

Pues bien, una vez instalados en nuestra nueva vivienda y una vez que Mary se incorporó a su nuevo puesto, yo me quedaba en casa solo bastantes horas y me había fijado un máximo de cuatro horas de trabajo para a continuación dedicarme a escribir un libro que nunca progresaba, pero sobre las doce, cuando terminaba las traducciones que me había fijado para ese tiempo, no me apetecía escribir, por lo que decidí salir a dar paseos por la zona todos los días un rato ya que estábamos a mediados de mayo y el tiempo invitaba a ello. Como me aburria y me sentía solo decidí que iba a comprar o a adoptar un perro y como había visto una clínica veterinaria que estaba en el pueblo al que pertenecía la urbanización de mi casa, me dirigí allí para que me informasen como podría hacerme con una mascota.

Cuando entré en esa clínica lo primero que vi fue a una mujer joven, bellísima, rubia, ojos verdes, alta, y con un cuerpo que bajo su bata blanca se intuía sensual, y no pude evitar mirarla las piernas que se apreciaban casi en su totalidad ya que su bata tenía desabrochados los dos botones de abajo. Cuando me miro me sonrió de tal forma que me entro un escalofrío por la espalda y me dejo sin palabras. Fue ella la que dijo:

-     Hombre el vecino de al lado. Que yo sepa no tienes ni perro ni gato, ¿En qué te puedo servir?

-     Pues veras, yo … - estaba azorado y no sabía que decir ante aquel monumento de mujer que además decía que era mi vecina – Necesito que me aconsejes para comprar un perro que me haga compañía, ya que mi mujer trabaja todo el día.

-     De comprar yo no te voy a aconsejar, - me dijo muy seria y frunciendo el ceño – si quieres te puedo indicar una asociación de animales abandonados para que adoptes uno.

-     Bueno, algo así. – me desdije rápidamente al ver su enfado – Al decir comprar me refiero a eso a tener un perro para mí, a ser posible un cachorro para yo educarlo y jugar con él.

-     Pues aquí atendemos a una asociación e incluso colaboramos con ellos en lo que podemos. – ahora me miraba con una cierta sonrisa ya que se había dado cuenta de que me había sofocado – Si quieres cuando cerremos Barbara y yo te recogemos y vamos a ver unos cuantos perros a ver si te gusta alguno. Dame tu móvil.

-     Es el número … - no me dejo terminar –

-     No que me des el móvil y yo te marcare el numero de la clínica, me llamas y yo anoto tu nombre en el mío. Cuando salgamos te llamo y nos esperas en la puerta de tu casa.

-     ¿Pero sabes dónde vivo?

-     Claro hombre, ya te he dicho que somos las vecinas de la casa de al lado. ¿No te has fijado nunca en nosotras?

-     Hija no te abre visto, - dije sin pensármelo – si te habría visto te aseguro que me habría fijado en ti.

En ese momento salía del interior de la clínica una muchacha joven con un gato en una jaula y con ella la otra veterinaria, y aunque parezca imposible quizás aún más bella que su compañera, pero esta pelirroja, ojos grises, bastante más alta, y con un cuerpo que bajo su bata blanca se intuía también extraordinario. Cuando la niña del gato salió de la clínica, la que me había atendido dijo:

-     Se que te llamas Juan porque soy muy curiosa y lo he visto en tu buzón, y esta es Barbara mi compañera de casa y de trabajo.

-     Mucho gusto y el nombre te hace justicia – le dije dándole un tímido beso en su mejilla para lo que tuve incluso que empinarme en la punta de mis pies, pues me sacaba como diez centímetros – Y el tuyo…

-     Yo me llamo Helena – volvió a sonreír la rubia – Así que Barbara te parece bárbara…. – soltó una carcajada y dijo – a mí también me parece bárbara.

-     No le hagas mucho caso a Helena que es una graciosilla, y además como habrás comprobado una cotilla. – hablo por primera vez Barbara que tenía una voz preciosa – También dice que tu mujer es una preciosidad y que esta buenísima, quizás para darme envidia.

-     Bueno entonces espero que me llaméis y vamos a ver esos perros. – dije algo azorado por las palabras de Barbara que daba a entender que ambas estaban liadas – Hasta luego.

Sali aun azorado de la clínica y me dirigí a mi casa, y de paso quise averiguar cuál de las casas era de las veterinarias, si la de la izquierda o la de la derecha, y comprobé por el buzón que era la de la derecha de la mía. Una vez dentro de mi casa salí al jardín y con una escalera me asomé al de ellas para ver que tenían y comprobé que tenían una piscina bastante aceptable que ocupaba casi la mitad del jardín, que al igual que el mío era considerable, de unos doce por doce metros. Luego subí a la planta primera y desde el dormitorio comprobé que se veía perfectamente la piscina y gran parte del jardín de mis vecinas, y me dije a mi mismo que como era posible que no me hubiese fijado antes ni en ese detalle ni en las vecinas. Inconscientemente pensé en asomarme aquella tarde a la ventana para ver si las veía en bañador, pues tenía que ser un espectáculo formidable.

Sali de nuevo a mi jardín y estuve inspeccionándolo para ver si en un futuro podríamos hacer una piscina como la de las vecinas, y de paso matar el tiempo hasta que viniesen a buscarme, pues estaba algo inquieto y tenía el presentimiento de que algo estaba a punto de sucederme, no sabía si bueno o malo, pero tenía esa sensación de que algo imprevisto iba a ocurrir.

Sin darme cuenta eran ya casi las dos de la tarde y a pesar de esperar la llamada de Helena, me sobresalto el sonido del móvil de una entrada de WhatsApp, como si algo pecaminoso fuese a cometer al ir con las dos vecinas a la residencia canina para buscar un perro. Era viernes y Mary no venía a comer, pues al parecer habían venido personas de la dirección de la empresa desde Madrid y comerían con ella, aunque me había dicho que estaría en casa sobre las seis o seis y media.

En el mensaje me decía Helena que me recogían en la puerta de mi casa en cinco minutos. Como estaba ya preparado salí hasta la acera para esperarlas y al poco aparcaba frente a mí un Jeep Wrangler que conducía Barbara y del que se apeó Helena para dejarme subir a la parte de atrás, ya que solo tenía dos puertas. Ambas vestían casi igual, con unos shorts muy ajustados y con camisas sin abrochar y anudadas un poco por encima de su ombligo, dejando este y parte de su tripa al aire, al igual que parte de sus senos. Yo sin decir ni pio, subí al coche y me senté tras ellas en el centro y viendo las piernas de ambas, lo que me provoco una incipiente erección.

Fue Barbara la que empezó a contarme a donde íbamos y que nos podíamos encontrar allí. Al parecer no era ninguna residencia canina como yo había creído entender, sino una casa particular donde tenían tres perros en custodia hasta que alguien los adoptase, ya que me dijo:

-     Vamos a casa de un guardia civil, ya retirado, que tiene en acogida siempre tres o cuatro perros abandonados, además de los tres suyos, hasta que alguien los adopta definitivamente. Es un hombre muy bueno y un amante de los animales. Ahora mismo tiene un pastor alemán de un año, que parece se lo van a quedar en unos días y dos pequeños mastines, que son hermanos y que aparecieron abandonados hace un par de semanas. Tienen dos o dos meses y medio y uno de esos puede que te guste.

Sin dar tiempo a poco más de conversación llegamos a una casa ya en las afueras del pueblo, pero relativamente cerca, y entramos con el coche a una especie de patio frente a una vieja casa, pero muy bien conservada, y allí nos esperaba un hombre de unos setenta años rodeado de seis perros, todos ellos tumbados a su alrededor. Tras bajarnos del coche, yo procurando que no se notase mi calentura, me presentaron a Matías, como uno de los componentes de la Asociación Amigos de los Perros, y tras acariciar a todos los canes, fue Helena la que cogiendo en brazos a los dos cachorros me los enseño, diciéndome:

-     Mira, son dos machos de la misma camada, puedes elegir al que más te guste. Se llaman Asterix y Obelix, y ya te imaginaras quien es el más gordito.

-     ¿Son hermanos? – pregunte yo cándidamente - ¿Y los vais a separar?

-     Hombre si tú quieres quedarte con los dos, de puta madre. – dijo Matías riendo – Pero tienes que tener en cuenta que en un año pesaran más de 50 kilos cada uno.

-     Es que son preciosos. – dije yo, a quien la vista de los cachorros me había relajado de mi calentura totalmente – Y parece que se llevan muy bien. ¿Puedo llevármelos? Si a mi mujer Mary le gustan nos quedamos los dos, y si no que elija ella cual quiere y devolvemos al otro, pero por mí me quedaría con los dos. Además, vosotras me ayudareis a criarlos y educarlos ¿No?

-     No me lo esperaba. – dijo Barbara – Eres un tipo sensible y pareces buena persona, por supuesto que te ayudaremos en todo, incluso nos los quedaremos si tenéis que hacer algún viaje. También te instruiremos en como tienes que alimentarlos.

Nos despedimos de Matías y volvimos a subirnos al Jeep, yo con los dos cachorros detrás, a los que les habían colocado un collar y una correa. En la vuelta les comenté que pensaba hacerles en el jardín una caseta de obra a lo que ellas dieron el visto bueno, y sin darme tiempo a reaccionar Helena me dijo:

-     Ahora, cuando llegue tu mujer, ¿crees que le parecerá bien que tengáis dos perros?

-     Mary no vendrá hasta las seis o seis y media. – conteste yo sin dar importancia a ese dato – Y no creo que se oponga a tener a estos dos preciosos perros, seguro que le gustaran.

-     ¿Y qué vas a comer? – pregunto de pronto Barbara – Si no tienes nada previsto te invitamos a comer una pizza en nuestro jardín o en el tuyo. Vamos a pasar por la clínica y cogemos pienso para los bichitos y compramos las pizzas. En casa tenemos cerveza y fruta. ¿Qué dices?

-     Pues acepto vuestra invitación encantado. – dije sin pensármelo – Pero prefiero que sea en mi jardín, así se irán acostumbrando a el Asterix y Obelix.

-     ¿Y qué dirá Mary cuando llegue y te vea, además de con dos cachorros, con dos chorbas como nosotras? – pregunto Helena con sorna – Porque nosotras no trabajamos por las tardes, y con la hora que es, casi las cuatro, nos pillara acabándonos el postre.

-     Bueno, si me cree capaz de haberme ligado a dos preciosidades como vosotras, me sentiré halagado. – conteste también con guasa – Incluso puede que si se pone un poco celosa esta noche sea un poco más cariñosa, porque que últimamente esta estresada con su nuevo trabajo.

Hicimos lo que habían dicho, y al llegar a la casa Barbara aparco su coche en su cochera y Helena y yo entramos en mi casa, yo con los perros, el pienso, los bebederos y comederos que cogimos en la clínica y que yo insistí en pagar y Helena con las pizzas. Montamos una mesa en el jardín y cuando llego Barbara con un melón, yo ya había sacado tres cervezas y unas copas y platos, y empezamos a comer.

Entablamos una amena conversación que inicio Helena, primero preguntándome a que se dedicaba mi mujer, porque habíamos venido a esta zona, cuanto llevamos casados, como nos habíamos conocido, porque no teníamos hijos, etc. etc. A todas preguntas yo le fui respondiendo sinceramente, contándoles incluso el trance por el que pasamos cuando Mary aborto tras su intervención, e incluso los problemas que tenía ahora que no se quedaba en cinta. Casi era la hora de llegar Mary, cuando yo dije:

-     Bueno, yo os he contado prácticamente mi vida, y de vosotras no sé nada de nada, solo que sois veterinarias y las vecinas de al lado. ¿Qué me contáis de vosotras?

-     Pues como habrás podido ver, somos jóvenes, guapas, estamos buenísimas, somos lesbianas y pareja, y nos queremos muchísimo. – contesto sin tapujos Barbara – O sea, que no creo que Mary vaya a tener celos una vez que nos conozca.

-     ¿Y cómo os conocisteis? – pregunte con curiosidad – Sois muy jóvenes y parece que lleváis tiempo juntas.

-     Si mira, como tú te has sincerado con nosotras, - intervino Helena – te lo voy a contar, incluso te voy a decir cuántos años tenemos. Barbara tiene 25 y yo 24. Mi padre se casó con la madre de Barbara, cuando teníamos seis y cinco años nosotras, él era viudo y es un empresario de Barcelona y la madre de Barbara era entonces azafata de una línea área nórdica, ella es sueca. Nosotras nos criamos juntas, y ya desde niñas nos queríamos muchísimo. Pero cuando cumplimos 15 y 14 años, nuestros padres se divorciaron y nos separamos y solo nos veíamos en verano, quince días con su madre y 15 días con mi padre. Realmente nos dimos cuenta de lo que realmente sentíamos la una por la otra cuando Barbara, al cumplir 19 años, decidió venir a España a estudiar Veterinaria y se vino a vivir conmigo y mi padre, más bien conmigo porque mi padre prácticamente no paraba en casa.

-     Pues eso. – intervino Barbara – Al poco de instalarme en casa de Helena, uno de los muchos días que su padre no vino a dormir, nos acostamos juntas, y yo que creo que estaba enamorada de Helena desde mi niñez, la abrace como hacíamos prácticamente todos los días desde que nos habíamos reencontrado, pero esta vez la cosa fue a más, empezamos abrazándonos y besándonos, besos en las mejillas, los ojos, la nariz, los labios y acabamos besándonos con  lengua, luego acariciándonos, primero los hombros, la espalda, luego los pechos, hasta acabar comiéndonos mutuamente los pezones y finalmente hasta la mismísima panocha.

-     Fue una noche de locura, - medio Helena – yo, al igual que Barbara, creo que también estaba enamorada de ella desde hacía años, de hecho, ninguna de nosotras, a pesar de que pretendientes no nos han faltado desde que teníamos 16 o 17 años, hemos estado ni en broma ni en serio con ningún hombre, ya que posiblemente nuestro futuro estaba escrito desde hace años. Realmente nos queremos como hermanas y nos amamos como pareja profundamente, estamos perdidamente enamoradas y somos muy felices.

-     Mantuvimos nuestro idilio en secreto tres años, - volvió a intervenir Barbara – y estábamos ya en el último año de carrera cuando se lo dijimos al padre de Helena, y a pesar de que no se lo tomo demasiado mal, pues nos dijo que es un hombre muy liberal y que aceptaba nuestras decisiones, pero no obstante no nos quería en su casa, ya que bastante había tenido con que mi madre le dejase por una mujer y no le parecía prudente después de aquello tener a dos mujeres lesbianas bajo su mismo techo. Eso sí, le pasa una asignación mensual a su hija y nos financio la clínica, y en cuanto a mi madre, que a pesar de tener las mismas tendencias que nosotras, se lo tomo incluso peor que su padre, estuvo un año sin hablarme, pero al final y viendo como nos queremos nos ha dado su bendición, e incluso nos visita periódicamente. Su única queja es que quiere un nieto.

-     Bueno, - interrumpió Helena – Nosotras nos vamos a ir no vaya a ser que llegue tu mujer y no se tome a bien nuestra presencia sin que ella haya auspiciado nuestra visita. Le dices que como vecinas y veterinarias estamos a su disposición si necesita alguna cosa.

Me ayudaron a recoger todo e incluso se ofrecieron para tirar los restos al contenedor de la calle a la vez que se iban y me dejaron un tanto excitado y turbado, pues no sabía cómo decirle a Mary que había intimado con las vecinas, pues ellas me habían contado cosas bastante intimas y yo a ellas también, pero con la diferencia de que les había contado cosas de Mary sin su consentimiento.

Mientras pensaba como decírselo, me puse a jugar con los perritos tirándoles una pelota y un hueso de goma que me había regalado Helena. En ese momento oí la apertura de la puerta automática de la cochera, indicando que Mary acababa de llegar, y yo me apresuré a ir en su busca para informarla de las novedades con las que se iba a encontrar. Cuando la vi entrar por la puerta que daba acceso desde la cochera a la cocina, se me cayó el alma al suelo, pues la vi excesivamente seria y pensé que se iba a liar un follón si le contaba lo de mis invitadas y no se me ocurrió otra cosa que decirle:

-     Vamos al jardín, que tengo una sorpresa para ti.

-     Espera que me ponga cómoda. – contesto Mary – Vengo acalorada.

Sin darme opción, se quitó la chaqueta, la blusa y los pantalones y se quedó en sujetador y bragas y cogiendo una cerveza del frigorífico se dirigió al jardín prácticamente en pelotas, pues más que bragas llevaba un diminuto tanga que no solo la tapaban poco, con sus cachetes al aire, sino que trasparentaba totalmente su hermosísimo coño, y en ese momento los dos cachorros se le acercaron corriendo y olisqueándola, y Mary exclamo:

-     ¡Madre mía! Que monada de perritos. ¿Qué raza son?

Ahí termino mi zozobra, pues al parecer los cachorros le habían encantado y al verla jugar con ellos y la alegría que demostraba me anime a contarle como había sucedido todo aquel día, incluso que me habían invitado a comer una pizza y que los habíamos hecho en nuestro jardín para no dejar solos a los cachorros, pero me guarde mucho de decirle lo que ellas me habían contado y mucho más de las confidencias que yo les había hecho a ellas.

Me escucho sin decir nada, eso sí, no parecía que le importase en absoluto que hubiese estado con las dos jóvenes en nuestro jardín y ella seguía jugando con los perretes. Cuanto terminé y le dije que ellas se habían ofrecido diciéndome que como vecinas y veterinarias estaban a su disposición si necesita alguna cosa, soltó una carcajada y me dijo:

-     ¿Pero tú sabes que esas dos preciosidades de vecinas son pareja? Tenías que haberlas visto anoche en su piscina, se estaban dando un lote que no veas. Te diré que me pusieron tan cachonda que acabe masturbándome en la terraza y creo que ellas se dieron cuenta.

-     ¿Y porque no viniste a la cama conmigo? – la pregunte extrañado – Si estabas cachonda podríamos haber aprovechado, que últimamente estas bastante fría y distante conmigo.

-     Lo siento Juan, - me dijo sonriéndome – pero debes de comprender que estaba alterada por ellas, no por ti. De buena gana me habría unido a la fiesta que ellas tenían. ¿No te lo tomaras a mal lo que te he dicho?

-     No me lo puedo tomar a mal, - conteste sorprendido – yo acepto y respeto tus sentimientos y tus sensaciones, pero debes de entender que lo que me estas contando me ha dejado perplejo, pero no me extraña mucho ya que cuando hemos visto alguna peli porno te excitabas mucho con las escenas lésbicas.

-     Hay Juan, Juan de mi alma, eres un cándido. – suspiro Mary – Nunca te has dado cuenta de mis tendencias a pesar de que nunca me he reprimido cuando he tenido que mirar a una mujer guapa. Mira te hare una confesión que siempre he querido hacerte y que al final nunca me he atrevido, y espero que eso te aclare totalmente como soy, y que me entiendas.

-     Supongo que recordaras perfectamente la primera vez que follamos, como ocurrió y la situación que provoco que ocurriese. – me miro esperando que dijese algo, y yo solo asentí con mi cabeza por lo que ella continuo – Pues bien, debes de saber que desde siempre te he apreciado mucho, me has parecido una buena persona, un tío simpático gracioso y amable, pero nunca me gustaste. Lo que ocurrió aquella noche fue producto de la gran lástima que me produjo verte llorar amargamente y decidí que como amiga debía de consolarte. Ciertamente es que al final el que me consoló fuiste tu a mí, pero no porque me gustes o por tus atributos masculinos, simplemente porque aguantas tanto tiempo que acabo gustándome. Eres como un consolador con vida propia y que me colma completamente mis necesidades vaginales.

-     Te cuento todo esto porque cuando te conocí, venia de una relación de dos años con otra mujer, y que termino bruscamente porque me engaño con otra en mi propia cama. – Volvió a suspirar profundamente y siguió diciendo – Esa relación era con Verónica, una compañera de facultad de la que estuve perdidamente enamorada, y cuando la sorprendí con otra me prometí a mí misma no volver a enamorarme. Por eso cuando tú me propusiste matrimonio no dude, no estaba enamorada de ti, no corría el riesgo de tener otra decepción, y además me consolabas muy bien, sobre todo disfrutaba muchísimo cuando follábamos durante horas.

-     De todas formas, he terminado queriéndote más que a nadie en el mundo, sobre todo porque cuando me operaron y perdí al niño, me apoyaste y me demostraste un amor que yo no buscaba pero que agradecí profundamente. – se acercó y me dio un tierno beso en los labios al ver mi tristeza – Luego yo perdí mi libido y solo estaba contigo en los momentos adecuados para quedar embarazada, ya no disfrutaba de tu consolador viviente pues no me apetecía. Después cuando empecé a trabajar y al volver a relacionarme con mujeres, por cierto, casi todas jóvenes y guapas, mi libido se reactivó y me he tenido que controlar muchísimo para no liarme con alguna. Debo decirte que sueño con comerme un coño constantemente y anoche cuando vi a las vecinas en su jardín haciendo un sesenta y nueve espectacular me entraron ganas de unirme a ellas.

Se quedo mirándome y esperando mi reacción con cierta prudencia pues supongo que mi cara expresaba estupor, extrañeza, sorpresa e incluso ira, pues ciertamente me sentí engañado y manipulado. Me tranquilice y me rehíce enseguida y dando un profundo suspiro le pregunte:

-     ¿Quieres seguir conmigo? Porque es evidente que no me quieres.

-     Por supuesto que quiero seguir contigo. – me contesto Mary casi llorando – Ya te he dicho que te aprecio muchísimo, no te amo como hembra, pero te quiero más que a nadie en el mundo, y me parece justo que sepas mis verdaderos sentimientos. Últimamente me sentía mal por no confesarte mis secretos pues me decía a mí misma que te estaba faltando al respeto al esconderte mis emociones. Pero si tú lo quieres no me opondré a que nos separemos de una forma amistosa.

-     No Mary, no quiero separarme de ti. – la conteste ya totalmente centrado y calmado – Yo a ti también te quiero más que a nadie en el mundo y además también te quiero como hembra, y aun tengo esperanza de que seas madre de mis hijos. Te quiero tanto que estoy dispuesto a consentir que tengas tantas amantes como te plazca, pero espero que si en un momento te enamoras de alguna de ellas me lo digas para yo retirarme de tu vida.

-     Gracias Juan por tus palabras. – me dio de nuevo un leve beso en los labios – De momento no creo que vaya a buscarme a ninguna ni creo que ninguna me busque a mí, y me conformare con que tú me consueles con tu pequeño artefacto.

-     Muchas dudas tienes de tus encantos. – le dije yo – Por ejemplo, Barbara, la vecina pelirroja, me ha dicho que a su hermana Helena le pareces una mujer muy guapa, y que estas buenísima. Si quieres las invito a cenar.

-     ¡Harias eso por mi! – exclamo asombrada Mary - ¿Estas dispuesto a que me lie con las vecinas?

-     Bueno, si ellas quieren por supuesto. – sonreí yo – Porque tú no me has escondido que si estas dispuesta a comerte a esos dos pastelitos de 24 y 25 años.

-     ¿Y crees que aceptaran? – me dijo excitadísima Mary – Si aceptan procurare por todos los medios comerme por lo menos un pastelito. Anda por favor ves a invitarlas.

-     ¿Y dices que son hermanas? – me pregunto extrañada – Porque no lo parecen, por lo menos no se comportan como tales.

-     No exactamente, pero que te lo cuenten ellas si quieren. – dije yo animado – Voy a ver si están en el jardín.

Eso hice yo y cogí la escalera y me encaramé a la tapia que separaba ambas casas por si estaban en la piscina, cosa que si ocurría pues estaban las dos en pelota picada tomando los últimos rayos de sol. Sin inmutarme y sin ninguna vergüenza me dirigí a ellas diciendo:

-     Vecinas, dice mi mujer que le gustaría conoceros y si queréis cenar esta noche con nosotros.

-     Mejor pasáis vosotros a nuestra casa, os dais un baño, y luego cenamos algo. – me contesto Barbara sin ningún pudor por su desnudez – Tenemos previsto cenar pan con tomate, jamón y queso con un buen vino de Rioja. ¿Os apetece?

-     Vale, vamos para allí ahora mismo. – le dije – Nosotros llevaremos una botella de cava.

Bajé de la escalera y la recogí mientras Mary me miraba entre confusa y sorprendida, pero con un brillo de lujuria en sus ojos y me dijo:

-     Parece que has conectado muy bien con las vecinas. ¿Qué están haciendo ahora?

-     Están tomando el sol en pelota picada. – la conteste yo señalándome la entrepierna donde se notaba mi calentura – Anda, vamos a coger el cava y pasemos a su casa sin perder más tiempo, que tengo ganas de ver que puede ocurrir esta noche, aunque solo sea como espectador.

Eso hicimos no sin antes ponerse Mary un bañador y sobre él una bata, y yo también ponerme un bañador bajo mis pantalones cortos, y ambos nos dirigimos a la casa de al lado. Nos abrió Helena, que se había puesto una minifalda y un sujetador a juego y nos invitó a pasar hasta el jardín, no sin antes dejar en el frigorífico la botella que nosotros llevábamos. Barbara se había puesto, al igual que Helena, una minifalda y sujetador a juego, pero de color azul diferente al rojo de su amiga.

Tras presentarles a Mary, a la que besaron ambas en sus mejillas, nos invitaron a sentarnos en unos sillones de mimbre y sin más dilación empezaron a contarle a Mary su historia, siendo Helena la que dijo:

-     No sabemos si tu esposo te habrá contado como tenéis que cuidar de los perretes, pero aun así te lo vamos a explicar.

Ahí comenzó una animadísima conversación entre ellas, siendo yo mero espectador, y además de explicarle con pelos y señales la raza, los cuidados y la alimentación que teníamos que darles a los cachorros, acabaron contándole su historia, la misma que me habían contado a mí, pero con pelos y señales, le contaron de forma explícita como hacían el amor, las posturas que adoptaban, las veces que lo hacían, y terminaron su historia contándole al igual que a mí la postura de sus padres, y al final la decepción de la madre de Barbara de no ser abuela.

Entonces es cuando empezó realmente mi historia maravillosa, pues Mary impetuosa les pregunto:

-     ¿Y no habéis pensado en inseminaros alguna de las dos? Hoy en día no es problema.

-     Ya, pero tenemos dudas. – explico Barbara – No acabamos de fiarnos de las clínicas que hemos visto, y por mucho que garanticen la bondad del semen, no sabemos realmente quien es el donante de esperma, pues parece que es confidencial, y a nosotras nos gustaría saber quién es el padre. Bueno no exactamente quien, sino como es, si es blanco, asiático, africano, si está sano, y sobre todo si es una buena persona, no vaya a ser que tenga unos genes criminales o asesinos.

-     Pues si queréis yo os presto a Juan. – lo dijo mi mujer sin la menor vacilación – Esta sanísimo, a mí ya me fecundo, no ha padecido enfermedades, tiene un corazón de oro, y a pesar de que no tiene una gran polla, folla como los ángeles, pues dura horas. Como las pilas de Duracell.

-     ¡Ostias! No lo dirás en serio. – la miraba alucinando Helena – ¿Tú te das cuenta de lo que estás diciendo?

-     Si perfectamente, y os lo vuelvo a ofrecer, - dijo Mary a la vez que me señalaba – no como cosa de mi propiedad, que no lo es, sino porque a él no le importaría en absoluto, nada más hay que ver cómo está el tío, empalmado desde que me habéis contado como os coméis el coño mutuamente. Además, me gustaría que, ya que yo no puedo darle un hijo, alguna de vosotras se lo diera. Mejor con vosotras que un día de estos me deje por alguna pelandrusca que busque su dinero.

-     Veo que hablas totalmente en serio – dijo entonces Barbara – No te voy a decir que no a si, sin más. Al contrario, creo que es una oferta tentadora, pues a mí me ha caído muy bien Juan, le he visto muy buena persona, muy enamorado de ti, pues nos ha contado vuestra vida, y es evidente que te quiere muchísimo, asimismo le he visto muy cariñoso con los perretes, es muy sensible, y si tengo que decidirme por un padre para un futuro bebe mío o de Helena, me parece un candidato perfecto. Pero hay un problema, ni yo, ni creo que tampoco Helena, estamos dispuestas a follar con tu marido.

-     Me lo has quitado de la boca. – dijo algo mosca Helena – Pero no sé si nos ha ofrecido que nos follemos a su marido o que el aporte su semen para la causa. ¿Qué has querido decir realmente?

-     Joder, no me seáis puritanas. – las contesto Mary – Por supuesto que os estoy diciendo que Juan os folle hasta preñaros. A mí no me importa, incluso me estoy excitando con pensarlo, siempre que yo esté presente. Además, podéis tomarlo como si Juan fuese un consolador viviente, vosotras os poneis a tono y Juan interviene cuando ya estéis en trance. Veréis, incluso creo que os gustara un montón.

Barbara y Helena se miraron dubitativas, pues al parecer los argumentos de mi mujer estaban haciendo mella en ellas, y luego me miraron a mí, y después dirigieron su mirada hacia mi entrepierna en la que se notaba que estaba empalmado en base a lo que acontecía. Fue Helena la que rompió el hielo diciendo:

-     Bueno, parece una buena idea. Pero supongo que no nos quedaremos preñadas en el primer día. Como tú, Mary, eres la que se ha ofrecido como maestra de ceremonias, organízalo ahora mismo, que si lo pensamos más puede que nos arrepintamos.

-     Vale, si a Helena no la importa, a mí tampoco. – dijo Barbara – Pero primero me gustaría ponerme a tono. Si no os importa nos tomamos un cava, y después nos damos un baño en la piscina, que estoy muy, pero que muy caliente. Porque quiero poner una condición, si nos follamos a Juan también tenemos que follarte a ti, Mary.

-     Vale, si encarta y os apetece y a Juan no le importa, también follare con vosotras, que al igual que a ti mi chocho me pide fiesta.

Mientras nos tomábamos una copa de cava fresquito, Mary nos explicó que acababa de despedirse de su empleo y ese era el motivo por el que venía tan seria. Nos explicó que la directora regional, la que la había propuesto para su nuevo cargo, había sido sustituida y que en su lugar habían venido de Madrid una delegación de los responsables de la firma y el nuevo director regional, y durante la comida este último le insinuó que él no la la habría elegido para el puesto porque él tenía mejor candidata, más joven y más preparada, y porque además sospechaba que me había elegido su antecesora por motivos personales, ya que era conocida y publica su condición lésbica, cosa que según dijo mi mujer, la indigno y allí mismo les presentó su dimisión irrevocable. No obstante, dijo:

-     De todas formas, es posible que la muy zorra de la anterior ejecutiva me hubiese elegido por ese motivo, pues en más de una ocasión si se me había insinuado, y al darme cuenta de que aún puedo gustar a las mujeres me ha puesto cachonda de cojones, quizás por eso he dado pie a organizar todo esto. Y también porque os he visto un par de veces en pelotas en la piscina y me habéis puesto a mil.

Yo asistía atónito a todo lo que decía mi mujer, pues hasta hacia un rato ni en sueños se me había ocurrido que ella tuviese tendencias lésbicas, pero no satisfecha con lo que estaba contando, remato explicando a las vecinas:

-     Yo antes de conocer a Juan jamás había estado con ningún hombre, incluso diría que me daban asco. Tuve una pareja femenina durante dos años, y antes infinidad de amantes, todas femeninas, pues me gusta un coño a rabiar, pero Juan es diferente, es dulce, cariñoso, bueno, amable, simpático, comprensivo, da unos masajes que te relajan y a la vez te excitan y hasta me ha terminado gustando follar con él. Además, creo que puede ser un buen padre por todas las cualidades que tiene y que he enumerado. Por eso creo sinceramente que os he propuesto un buen trato, pues Juan os puede inseminar sin intermediarios y de paso, si a vosotras no os importa, yo puedo ayudaros a criar a los niños que podáis tener con él, y si os apetece en algún momento, incluso darme un revolcón con vosotras, individualmente o con las dos a la vez.

-     La verdad es que Helena y yo, - le dijo Barbara – ya nos habíamos fijado en ti y te habíamos visto mirándonos desnuda desde tu ventana. Incluso nos pusimos encendidas al ver que nos estabas mirando y tocándote descaradamente y fantaseamos en montarnos un trio contigo. Por nosotras no hay problema en cuanto a ese punto, otro diferente es dejar que tu marido nos meta la polla en nuestros chochetes.

-     Bueno no os preocupéis, yo intentare que no os suponga un trauma y colaborare para que aceptéis de buen grado que os la meta hasta correrse en vosotras. – le contesto Mary a la vez que me miraba y me giñaba un ojo – Ya veréis como al final os acabara gustando que Juan intervenga en nuestros juegos sexuales.

En ese momento sonó el móvil de Barbara con la melodía de “la pantera rosa”, comento que era su madre y puso el móvil en manos libres diciendo:

-     Dime mama, que te cuentas.

-     Pues que estoy aquí en la ciudad terminando una reunión por la nueva tienda que inauguramos hace unas semanas. He tenido un mal día y no me apetece ir al hotel. ¿Puedo ir a dormir a tu casa hoy?

-     Claro mama, por supuesto. – se excusó mirándonos a todos y abriendo sus brazos - ¿Y qué te ha pasado?

-     Pues que me he equivocado con una persona y me siento fatal. – le contesto su madre – La juzgue mal, tanto a nivel profesional como a nivel personal. Ahora te cuento, estoy llegando a tu casa. Ábreme la cochera.

Entro Barbara en la casa para abrirle la cochera a su madre, y Mary que había oído toda la conversación le pregunto a Helena:

-     ¿De qué tiendas es dueña la madre de Barbara? Porque mucho me temo que es una de las personas con las que he comido, tanto por lo que ha comentado como por su voz.

-     Pues es una de las dueñas de la firma “Jóvenes y hermosas”. – Le contesto Helena – Pero ella vive en Barcelona y tú has dicho que con quien has comido venia de Madrid.

-     Lo había supuesto, pero realmente no lo sé. – suspiro Mary – Bueno que le vamos a hacer, ya no nos da tiempo a irnos y habrá que afrontar el momento. Lo que lamento es tener que posponer lo que estábamos organizando.

-     Supongo que si tendremos que posponer la fiesta. – ratifico Helena – A no ser que te ligues a Anna, la madre de Barbara, y la unas a la fiesta.

Yo estaba alucinando, pues ahora también aparecía en escena la dueña de la empresa de mi mujer y donde la habían acusado de aprovecharse de su físico para conseguir el puesto hacia solo unas horas. También paso por mi mente que si era la madre de Barbara debía de ser una mujer mayor, y espere en el más absoluto silencio y con enorme expectación a que apareciesen las dos mujeres.

Cuando salieron de la casa al jardín, lo primero que me llamo la atención fue la madre de Barbara, cuyo nombre según Helena era Hanna, pues era una mujer de bandera, que yo calcule que tendría unos cuarenta y pocos años, y era digna madre de Barbara, rubia de corta melena, cara preciosa y los mismos ojos grises que su hija. En cuanto al cuerpo era como el de una vedette. Se hizo un silencio embarazoso cuando Hanna y Mary se vieron, fue Hanna quien rompió el hielo diciendo:

-     Madre de Dios hermoso, ahora resulta que eres amiga de mis hijas. Me alegro mucho de que estés aquí, así puedo pedirte disculpas y rogarte que no renuncies al puesto del que has dimitido antes. Dime que sueldo quieres y si no es un disparate dalo por hecho.

-     Olvídalo. – dijo Mary – Barbara te ha atendido con las manos libres y todos hemos oído que has dicho” La juzgue mal, tanto a nivel profesional como a nivel personal”. Evidentemente es cierto que lo sientes, pero dime, ¿Qué querías decir con eso de juzgarme mal?

-     Pues hija, - respondió la mujer – es evidente que eres una profesional intachable, tanto por tu currículo como por los informes que tenemos, y en cuanto a lo personal yo también habría jurado que eras lesbiana, pues tengo una gran experiencia es eso, y cuando me dijiste que estabas casada y te ofendiste me sentí fatal. Lo siento de verdad. De todas formas, voy a plantear al consejo rescindir el contrato del capullo integral que te ha acusado sin motivos, pues al parecer él quiere darle tu puesto a su amante.

-     No pasa nada, de verdad. – dijo Mary sonriéndola – Venga ven aquí y vamos a darnos un abrazo.

Yo seguía asistiendo como mero espectador a aquella historia, más bien para mí era como una representación teatral con un final incierto, pero mi asombro fue mayúsculo cuando Hanna se acercó a abrazar a Mary y está la cogió su cara con ambas manos y la soplo un beso en la boca de los que cortan la respiración. La otra, ante mi sorpresa, correspondió de igual forma y así estuvieron durante un par de minutos hasta que les falto el aire, mientras yo, Helena y Barbara las mirábamos entre sorprendidos y risueños ante aquella muestra de deseo.

Cuando se separaron, me presentaron a Hanna, y me explicaron que había tenido a Barbara solo con 18 años, y que ahora tenía 43. También le explicaron a ella lo que estaban planificando cuando había llamado y el papel que iba yo a jugar en todo aquel lio. Cuando ya le habían contado nuestra historia completamente, de pe a pa, y terminaron de exponerle el plan, faltaba solamente el baño en la piscina y luego empezar con la inseminación directa, y cuanto Mary termino de explicárselo, le pidió que ella la ayudase a relajar a las dos jóvenes para que aceptasen mi polla de buen grado, no solo que la aceptasen, sino que incluso la deseasen.

Hanna se brindó sobre la marcha a ayudar, e incluso muy motivada por el fin de aquella historia, pues según dijo prefería ser abuela aun joven que, ya hecha un carcamal, y así poder jugar con sus nietos.

De pronto, todas ellas se pusieron de acuerdo y ni cortas ni perezosas se metieron en la piscina y empezaron a juguetear entre ellas, mientras yo las miraba como disfrutaban jugueteando, metiéndose mano, besándose y abrazándose. Como es lógico, y aunque hasta entonces no había reaccionado mi polla, quizás por lo absurdo que había sido todo, en ese momento empezó a ponerse como una barra de acero, dura como el pedernal, y más aún cuando me indicaron las cuatro que me metiese con ellas en la piscina.

Obedecí raudo y casi me caí al quitarme los pantalones a toda velocidad y me tiré de cabeza al agua. Aun sumergido lo primero que note es que mi nariz y mi boca chocaban con el culo de alguna de ellas, la cual se volvió rápidamente y cogiéndome de las orejas me coloco contra su coño apretando con fuerza. Yo me agarré a sus cachetes y restregué mi nariz con fuerza en su vulva y después le di un bocadito cariñoso y al sacar la cabeza para poder respirar me di cuenta de que era Hanna la que me tenía aun cogido por las orejas y sin soltarme me comió la boca con ansia. Luego soltó una de sus manos y con ella me palpo la polla y con gran sorpresa me soltó y dijo:

-     No tienes un gran artefacto, pero quizás así sea mejor para que no se asusten las niñas. Lo que hace falta es que las cabalgues bien y un buen rato.

-     Venga, dejaros de juguetear y tocaros el chocho, - dijo dirigiéndose a las otras tres – y vamos al turrón. Veo que por lo menos estáis cachondas y posiblemente dispuestas a recibir la primera dosis. ¿Cuál de las dos es la primera candidata?

-     Yo misma, - se ofreció Barbara – pero aún no me veo con ánimos de que me la meta.

-     Entonces hay que ver que es lo que más burra te pone. – intervino Mary – Comerte el coño de Helena, que ella te lo como a ti, o decirnos que es lo que más os pone.

-     Ahora mismo lo que más me pone es comerte el coño a ti Mary. – dijo Barbara – Estoy loquita por probarlo.

Una vez que las dos maestras de ceremonias, Hanna y Mary, supieron lo que más cachondisíma la iba a poner, decidieron que Mary se tumbase sobre el césped y Barbara encima, en postura de sesenta y nueve, y se empezasen a comer sus coños hasta lubricarlos totalmente, y a mí me dijeron que me pusiese detrás de Barbara besándola la espalda, ambos cachetes e incluso que le diese algún que otro lametón en el ojete, y que cuando Mary viese que estaba apunto me cogiese a mí la verga y se la colocase en la entrada del chocho para que yo rematase el trabajo.

Así lo hicimos, y yo primero con cierto reparo y poco a poco con menos dudas, fui dándole besitos en su espalda, en los huesos de su espina dorsal, en los cachetes, lametones en los bordes de su ano y al final en mitad de su ojete y me fui dando cuenta que a pelirroja le empezaba a gustar, por lo que empecé a jugar también con mi dedo pulgar en su culito, entre lametón y lametón le acariciaba con mi dedo y su esfínter poco a poco se iba dilatando por lo que empecé a meter mi dedo cada vez más. Entonces Barbara empezó a dar una serie de suspiros que fueron subiendo de volumen y entonces Mary, que dejo de comerle el conejo, me dijo:

-     Ahora Juan, ahora, métesela entera y follalá hasta que se corra.

Así lo hice y cogiendo a la muchacha por sus nalgas la levante hasta que su culo quedo a la altura de mi pelvis y le metí mi verga sin ningún problema hasta que mis huevos chocaron con los labios de su chocho y empecé a moverme como un poseso y entonces note que Mary se pegaba a mi espalda y empezaba a mordisquearme las orejas y a pellizcarme los pezones, cosa esta que me animo a acelerar mis embestidas y a poder controlar las ganas de correrme, pues me centre en esperar a que mi nueva amante se corriese primero. Al cabo de varios minutos de embestidas salvajes, Barbara empezó a bramar como una bestia y dijo entrecortadamente:

-     Helena ven aquí…. Que quiero comerte el coño mientras este buen samaritano me intenta embarazar y así sentir que también tu formas parte de este acto.

Así lo hizo y se tumbó abierta de piernas ante la cara de Barbara que empezó a comerse la almeja de su amante, amiga y hermanastra, pero entonces, presa de una excitación evidente, Hanna se colocó en cuclillas encima de la cara de Helena y formamos un cuadro de un erotismo fuera de cualquier duda.

Helena tumbada en el suelo con Hanna, su madrastra en cuclillas sobre su cara mesándose las tetas y moviendo el coño en su boca. Barbara a su vez comiéndose el coño de Helena y con su culo en pompa mientras yo la follaba su coño, y por fin Mary restregando su chocho en mi culo, comiéndome las orejas y pellizcándome los pezones.

De pronto yo ya no pude resistir más, y con una especie de alarido tuve una eyaculación tremenda, posiblemente la más grande que jamás había tenido y a su vez Barbara sintiendo mi semen dentro de su vagina, se convulsiono soltando un suspiro profundo y corriéndose simultáneamente conmigo. En cuanto a Helena y Hanna, parece que también se corrieron a la vez, posiblemente por lo erótico de los sonidos que nosotros hacíamos unido al placer que sentían en sus respectivos coños.

Mary, entonces se fue corriendo para Hanna y sin que esta cambiase de posición le plato su chumino en la boca y Barbara que se derrumbó boca abajo sobre el césped siguió comiéndose el coño de su hermanastra. Yo con la polla aun chorreando al ver semejante espectáculo lésbico no pude evitar que de nuevo volviese a ponerse en marcha mi herramienta que de nuevo volvió a conseguir una dureza fuera de toda lógica.

Volví a coger a Barbara por las caderas y la volví a colocar con su culo en pompa y de nuevo empecé a lamerle el ojete, pero ahora sin ningún miramiento, dándole lametones salvajes e incluso metiéndole la lengua dentro del ojo del culo que se dilataba cada vez más ya que yo le separaba con mis manos sus cachetes. Cuando ya no pude resistir más le coloqué la punta de mi polla en el ojo del culo y empecé a empujar con suavidad, pero al ver que Barbara movía su culo aceptando mi pija, de un empujón se la metí de golpe. Soltó un pequeño grito que más que de dolor sonó de placer y yo empecé a bombear su culo como había hecho antes con su coño. Dejo de comerse el coño de Helena y se adelantó hasta poner su cara en el culo de Mary y entre jadeos dijo:

-     Helena… cómeme el coño… mientras Juan me jode el culo… madre mía que gustazo… el tío tiene la polla con la medida justa para mi ojete… luego si quieres lo pruebas tu Helena…

Su hermanastra metió su cabeza entre las piernas de Barbara y empezó a comerse su coño a la vez que su nariz rozaba mis huevos, y de vez en cuando me soltaba un lametón en ellos. Mientras tanto Hanna seguía a lo suyo comiéndose el chocho de Helena a la vez que ella se comía el de Mary que ahora estaba con su culo pegado a la cara de Barbara.

Esta vez y tras un largo éxtasis los cinco nos corrimos simultáneamente siendo Hanna la que fue más expresiva con un alarido de placer salvaje. Yo por primera vez había metido mi polla en un culo, ya que Mary jamás había consentido que se lo hiciese y estaba eufórico y deseando volver a hacerlo, primero con Hanna, luego con Helena y por fin con Mary.

Pero entonces las cuatro, todas de acuerdo y por unanimidad, decidieron tomarse un respiro y darse un baño en la piscina, y yo me quedé allí de pie como un imbécil con todas las ganas de seguir, y para que ellas no se dieran cuenta de que seguía en forma con la picha tiesa y necesitado de que alguna de ellas estuviese dispuesta a que mi dildo viviente pudiese satisfacerla, me puse el bañador, me senté en uno de los sillones de mimbre y me serví una copa de cava.

Mientras observaba como las mujeres se relajaban hablando y riendo sin que yo pudiese llegar a oír claramente sus conversaciones, me puse a repasar lo acontecido y de pronto me di cuenta de la barbaridad que acabábamos de hacer, pues los cinco presos de una lujuria desatada, habíamos arrinconado nuestra timidez individual y nos habíamos expresado con absoluta osadía en dar y recibir placer sexual.

Me pregunte entonces entre trago y trago, que sucedería en el futuro, si realmente Helena y Barbara consentirían en seguir copulando conmigo a fin de quedar preñadas, o por el contrario al sopesar fríamente lo que habíamos hecho desistieran de lo hablado e incluso me retirasen el saludo. Por otro lado, ahora ya mucho más relajado veía a Mary con otros ojos, pues al haberla visto como había actuado con las otras mujeres no me quedaba muy claro si también me rechazaría. Ahora la veía como a una diosa del sexo, bellísima, hermosa, encantadora y tremendamente provocativa, pues su mirada encendida durante aquella desatada orgia invitaba a la mayor lujuria, incluso diría que, a un libertinaje compartido, como una hechicera obscena que encendía a todos con el fuego de su sensualidad de movimientos.

Me serví la segunda copa y seguí cavilando, pues luego estaba Hanna, que evidentemente era una mujer de bandera, de mi misma edad y al parecer con una vida de una promiscuidad absoluta y posiblemente con un número de amantes bastante extenso y de ambos sexos, ya que incluso había participado en nuestra orgia sexual con su propia hija. ¿Y que podía yo esperar de esa mujer? Era una incógnita para mí, pues no sabía tampoco la influencia que podría tener con su hija y su hijastra, y podría ser que le pareciese bien que yo inseminase a ambas o, bien por el contrario, una vez pasado aquel arrebato de locura colectiva, les hiciese desistir de la idea.

No habían pasado ni cinco minutos cuando mi estado anímico se estaba viniendo abajo y veía mi futuro como algo muy negro, quizás por las dos copas de cava que me acababa de tomar.

Pero en ese momento se me acero Hanna, aun desnuda y secándose con una gran toalla y se sentó a mi lado diciéndome:

-     Las chicas han estado hablando y parece ser que les gustaría dormir a las tres juntas, pero a Mary le parece una traición dejar que tu te vayas solo a tu cama. Entonces yo me he permitido ofrecerme para hacerte compañía esta noche, por supuesto si a ti te parece bien, y dejar que las muchachas se desahoguen a gusto en un trio lésbico apoteósico. ¿Qué me dices?

-     Después de lo que acaba de pasar no puedo negarme. – dije yo con una expresión de asombro total - ¿Pero a ti te apetece?

-     Mira chico, - me dijo Hanna – Somos de la misma edad, yo estoy aun de muy buen ver y tú, a pesar de que no tienes una gran polla, he visto que sabes usarla con una gran pericia. Podemos pasar una noche de locura. ¿Nos vamos a tu casa?

-     ¡Niñas! – grito Hanna dirigiéndose a las de la piscina – Está de acuerdo y nosotros nos vamos. Espero que disfrutéis lo máximo que podáis y dejéis alguna gana para que mañana Juan os vuelva a inseminar.

Sin mediar ninguna palabra más se cubrió con la toalla y cogiéndome de la mano nos dirigimos a mi casa. Una vez allí, y nada mas cruzar la puerta, y sin soltarme la mano Hanna dejo la toalla en una butaquita que había en la entrada y volvió a quedarse como su madre la trajo al mundo. Yo la mire asombrado, pues ahora que estábamos a solas me di cuenta de la belleza y lozanía que tenia aquella extraordinaria mujer de carnes prietas y duras como si de una joven de veinticinco años se tratara. Tiro de nuevo de mí y se dirigió al piso superior donde estaba nuestro dormitorio y una vez allí de un tirón me bajo el bañador comprobando que yo estaba completamente salido, pues tenía una erección enorme.

Aquella noche fue quizás la noche que aprendí mas del sexo, pues Hanna era una experta, con una experiencia casi sobrenatural. Follamos de todas formas, en la cama, en el suelo, en el baño e incluso en el balcón, desde donde pudimos ver a Barbara, Helena y Mary tumbadas en el césped abrazadas completamente desnudas y al parecer completamente agotadas. Mientras fallábamos, Hanna no paro de darme consejos de como tenia que actuar con Helena, pues esta estaba menos dispuesta que Barbara a ser penetrada por un varón, pero ella creía que si yo me comportaba con ella de forma afeminada acabaría deseando que se la metiera a todas horas. Me explico que conocía los gustos sexuales de ambas y que a Barbara ya la había ganado, pues al haberla sodomizado seria a partir de ahora una amante incondicional, tanto por delante como por detrás. En cuanto a Mary me dijo que no tendría ningún problema con ella, pues estaba completamente enamorada de mí, y yo si aceptaba que practicase sexo lésbico con Barbara, Helena y ella misma, acabaría deseando follar conmigo incluso más que antes, pues al parecer les había confesado en la piscina que yo era capaz de hacerla tener orgasmos durante horas, y que para Mary yo era “SU PEQUEÑO DILDO”.

Sobre las cinco de la mañana, y tras comprobar que las tres jóvenes ya no estaban en el jardín, nos acostamos y nos dormimos abrazados en un estado de absoluta relajación y completamente satisfechos.

Eso paso ahora hace dos años, tengo una hija con Helena y Barbara y Mary estan embarazadas, pues al parecer los problemas sicologicos de mi esposa han pasado a mejor vida. También de vez en cuando viene la abuela de mi hija con la que me llevo fenomenal.