Mis vacaciones en las sabanas de Cordoba, Colombia

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Resumen:

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Esto me ocurrió hace dos años cuando me encontraba de vacaciones el departamento colombiano de Córdoba, en una hacienda ganadera, en medio de sabanas tropicales, tachonadas de ciénagas, grandes ríos y horizontes inquebrantables bajo un sol tórrido y un clima húmedo que superaba los 35 grados centígrados y una humedad relativa del 80% o mas, entretenido con la animosa charla de mis parientes lejanos que hablaban de nada todo el día y se cansaban de la falta de ocupación, todos de recreo, bebiendo ron, aguardiente y whysky y ocasionalmente organizando bailes caseros.

Yo evitaba aquella sociedad yéndome a una quebrada cercana con lecho rocoso y aguas libres y cristalinas por las que veía enormes bocachicos, siluros lamedores, ágiles sardinas, garzas blancas y hasta algún caimán rodeado de tortugas. Llegaba después de caminar unos 25 minutos, rodeado de naturaleza y pastizales con vacas. Allá me desnudaba por completo y podía verme en el reflejo del agua, a mis 33 años, varón homosexual sensato, aficionado al gimnasio que me hacia algo musculoso, de buena dotación y aspecto y ademanes masculinos. Me gustaba lanzarme al arroyo helado que venia de unas montañas lejanas y todo mi cuerpo se tensaba gustoso mientras practicaba la natación, uno de mis deportes favoritos, escondido del volumen sonoro de las papayeras, como se llama a los pequeños conjuntos de música local y su ritmo de acordeones, tambores y troveros que tocaban Vallenatos a viva voz, que son el ritmo mas mágico del caribe, región donde me encontraba. Esa era la música que sonaba en todas las haciendas para deleite de locales y quienes venían del interior del país o de otras ciudades costeras de mi bello y extraño país.

Así repetía mi baño diario al que nadie me acompañaba porque mis parientes preferían la piscina de la casa principal, para socializar entre ellos y seguir haciendo nada mientras yo me escapaba de todo, para ir a aquel recodo de cielo, pero siempre atendiendo la sugerencia del dueño de casa, don Aníbal, quien me advirtió desde el primer día, que más allá de esas bellas aguas, que eran mi mayor placer, no se podía garantizar mi seguridad; eran el limite de sus territorios y mas allá eran tierras de paramilitares, que aunque cuidaban la zona de delincuentes y guerrillas también eran gente despiadada que no permitía ninguna irrupción en sus terrenos, por lo tanto, siempre fui prevenido de no cruzar a la otra orilla, el limite divino entre el paraíso y el infierno.

Aunque el dueño de la hacienda nos garantizaba la vida dentro de su hacienda y la quebrada, después de dos días mis compañeros aun se sentían atemorizados de ir al río conmigo, no les gustaba un posible encuentro con los mencionados grupos armados, lo que me permitía una mañana de intimidad, agua y sol, a veces extendiéndome desnudo sobre las grandes piedras rodeadas de árboles selváticos para recibir el saludable sol de la mañana.

En la tercera jornada me encontraba sentado en un fondo arenoso de mi arroyo, con el cuerpo afuera del agua y como siempre desnudo cuando vi aparecer en la distancia de la orilla contraria, una figura a caballo que se aproximaba a donde yo estaba, fue demasiado tarde para esconderse, y opte por quedarme quieto entre el agua con algún mal presentimiento, pensando en cosas horribles que han sucedido a quienes se topan con esos oscuros personajes armados pero a la vez convencido de no haber transgredido ninguna norma. Era un hombre el que venia, alto, enfundado en uniforme caqui, de camisa militar con palas pequeñas al hombro para colocar divisas, que no portaba, grandes bolsillos cuadrados de tapa en el pecho, con una camiseta blanca por debajo que se veía por el cuello abierto de la camisa, en mangas, y unos pantalones con fondillos traseros exteriores como los que usaban los soldados hace años, la cabeza cubierta con un sombrero café de ala plana con copa de cuatro concavidades y lazos dorados con un águila americana, de los que uso la caballería estadounidense a principios del siglo 20. Un cinturón universal militar y un revolver de altísimo calibre aferrado al lado de las costillas con un correaje de policía de civil. La silla y los aperos eran de carabinero montado pero traía unas enormes botas de grueso cuero café claro que le cubrían toda la pierna, muslo incluido, llegando casi hasta la ingle y la cadera, cuya caña formaba ondas por toda la pierna hasta los tobillos en donde el cuero se hacia liso y tenso en el zapato para concluir en una gruesa suela de goma, llevaba además unas grandes espuelas y se aproximó al río, desprevenido, tranquilo, se detuvo al borde del agua con algo de sorpresa al verme desnudo mientras aflojaba el freno del caballo para que bebiera agua y el mismo se paraba sobre los estribos para verme mejor y permitiéndome a mi ver su gran altura y que era, además, bastante fornido, note también que llevaba guantes cortos de cuero color carmelita, del mismo color del caballo que parecía mas de tiro que uno de los elegantes "paso fino" que suelen cultivar los hacendados ricos de esas zonas, me pareció que esbozaba una sonrisa al verme sin ropa e indefenso, y lo digo por que el sol le daba de espalda y no podía visualizar sus rasgos faciales.

Yo por mi parte tenia los testículos en la garganta, las güevas, como decimos los colombianos, del frío del arroyo y de mi inesperado compañero, lo miraba con una sonrisa, me imagino que idiota, por que así me sentía, y al mismo tiempo estaba fascinado con el elegante conjunto de prendas militares dispares que, sin embargo, parecían encajar lógicamente en este paisaje y en este personaje que se me antojaba misterioso, portentoso, de un peligro fatal y al mismo tiempo tan profundamente sexual que me estaba temblando todo y verifique que no me temblaran la manos cuando el caballero se llevo la mano al sombrero en gesto de saludo y yo le correspondí levantando la mano en señal de hola. El se sentó en el galápago y apretó las riendas del caballo que levanto la cabeza a la orden cuando apretó las entrepiernas al lomo del animal que dio un giro y se fue tan serenamente como vino por el mismo horizonte infinito que se perdía mas allá de unos pastos gigantes, lejos en la distancia.

Salí del agua y me vestí lo más rápido que pude, y me fui a paso rápido para la casa principal con la intención de hablarle al dueño de aquel encuentro imprevisto y de paso averiguar algo sobre el personaje, pero cambie de idea en cuanto llegue a la casa de la hacienda y los encontré dormitando la siesta del desayuno y más me asombre al descubrir que tenia una incomoda erección intermitente desde que pude descubrir la viril estampa del hombre armado. Todo el día lo pase en la piscina en medio de las bromas de los parrandistas que celebraron mi compañía pero notaron que estaba ausente porque no podía quitarme la imagen del caballero, la cabeza en sombras, la mano enguantada, las botas de cuero sin brillo, la sólida actitud en la montura, el dominio sobre el caballo. No podía concentrarme en los documentos de oficina que intente leer para un informe trivial pendiente para cuando se acabasen las vacaciones, ni los libros fáciles y entretenidos que lleve conmigo para las largas horas de ocio, ni la variadísima televisión satelital, solo concebí recostarme en una hamaca en un kiosco alejado para pasar la tarde mirando el cielo y la distancia lejana al oriente prohibido de donde había salido aquella aparición, ni siquiera me movió la invitación personal que me hacia nuestro anfitrión, don Aníbal, a almorzar en el comedor principal y todos comentaron que estaba raro, yo que siempre había sido un espíritu festivo en toda fiesta, pero todos reían y yo seguía pensando en la arena roja y en las piedras del camino que conduce al arroyo, tanto que me volvieron a dejar solo con la excusa de que tenia algo pendiente para el trabajo y así me llego la noche con un ruido ensordecedor de chicharras que cantaban la cálida noche mientras yo me hacia conjeturas sobre el hombre en cuestión, que si era militar, que si era policía o que tal que fuera paramilitar, quizás hasta guerrillero, o tal vez solo un mayordomo que por estas regiones no es raro que carguen escopetas o fusiles y así me fui durmiendo poco a poco detrás del mosquitero pensando que sus prendas no correspondían a ningún grupo ilegal armado conocido y así el sueño se me perdió en un vértigo que me despertaba de cuando en cuando mientras trataba de dormir en la fresca habitación de huéspedes que me habían asignado a mi solo y cuyo altísimo techo de guadua se alejaba mas y más cuanto más larga era la noche y me sentí mas solo que nunca bajo las estrellas que se asomaban mas allá de la vía láctea en la lejanía de la enorme ventana que dejaba colar tras el enmallado una brisa fresca con olor a mar en medio de la cual concebí por fin el sueño y fue antes de que la gigantesca llanura de inundación se cubriera de un azul intenso y amarillo lejano y rayara el amanecer que sentí un trueno que me partió el alma y una voz mas fuerte que el mismo rayo, entre despierto y el sueño, me grito al oído:

-¿Quién eres?- Era la figura que se metía entre sueños y me atemorizaba.

Desperté con pánico repentino, me levante y vi por la ventana un viejo árbol seco ardiendo en la madrugada. Los demás huéspedes hallaron en ello otro motivo de celebración mientras impedían que se quemara el pasto seco alrededor del incendio regando con baldes de agua traídos desde la piscina, así comenzó un reluciente día de verano.

Me puse mi ropa de baño y salí aun muy temprano de la casa sin que nadie me viera, de paso tome dos frutas para el desayuno de la mesa del salón principal que comí en el camino que recorrí con miedo y con deseo, me fui a buscar mi rincón, me desnude en las frías aguas y allí estuve jugando a solas un rato, con aprensión de que viniera y deseándolo con toda mi alma, preguntándome si hablaríamos esta vez o tan solo se alejaría al verme desnudo o quizás pudiese hacerme daño, quien sabe, y salí a tomar el sol en una de las rocas y espere a secarme, luego me resguardé a la sombra de unos helechos gigantes hasta que fue la hora del almuerzo y me convencí de que si no había aparecido en los días anteriores era que quizás aquel no fuera su rumbo habitual o quizás se seguía alejando o solo estaba de paso, como yo.

Esa tarde volví a la hacienda, a comer y celebrar con todos, estuvieron felices conmigo y yo con ellos, eran viejos amigos de infancia y familiares y de paso me atreví a preguntarle a don Aníbal por el otro lado del río y él me hablo sin tapujos de muchas haciendas grandes que fueron de poderosos narcotraficantes que ahora habían pasado a manos de los paramilitares quienes las habían convertido en fecundos y productivos hatos ganaderos habitados solo por fantasmas y el personal que las manejaba y sus tenebrosos cuidadores y sobre las cuales se cernían tantas leyendas de misterio y de horror como muertos se decía que había enterrados en esos campos, y de nuevo aprovechó para recordarme que nunca pasara a la otra orilla o que me atuviera a desaparecer del mundo de los vivos, que además, esas eran tierras aptas para el cultivo de inmensos cultivos de coca y que seguro no faltarían los laboratorios para transformarlas en el alcaloide. Yo insistí en mis preguntas y le hable si él conocía a alguien a ese lado, y él me respondió que no, que ellos cuidaban la zona y por eso se les pagaba un tributo que negociaban con otros intermediarios de otras haciendas pero que él no los trataba, no los conocía ni le interesaba conocerlos y que menos a cualquiera de los trabajadores de su propia hacienda, porque él mismo se los tenia prohibido.

Deduje que la zona era peligrosa y que el personaje o era uno de los tantos matones que impunemente azotan nuestro país, lo que habría convertido el encuentro en un arriesgado incidente, o quizás, aquello era un invento que mi mente aperezada por el sopor de la mañana había ideado inconscientemente para alegrarme el día.

Pase el resto de la tarde intentando olvidar el asunto y dormitando a ratos la pésima noche, llego la noche y pude dormir en paz, en la mañana estaba convencido de que mi visión había sido imaginaria y solo lamentaba el hecho de no haber verificado si habían quedado huellas de caballo en aquel terreno maldito.

Después del desayuno descanse un poco y a medio día me sentí cómodo para reanudar mi experiencia de baño en las aguas de la quebrada convencido de que aquel sujeto no aparecería mas por mi horizonte, real o imaginario, por eso a las primeras horas de la tarde decidí irme trotando y nadar por una hora en el apacible lugar, llegué y de nuevo me desnude para un momento de natación que de veras estaba disfrutando, con esa luz apacible, el calor del aire, el agua fresca y la sensación de bracear en total libertad, contra el cauce y a veces dejándome arrastrar un poco.

De repente mire a una roca del lado oriental y vi el caballo de color carmelita oscuro iluminado y brillante con la luz del poniente, paré de golpe y me sostuve con los pies sobre los guijarros del fondo y mire a lado y lado con el corazón en vilo pero no vi al jinete, solo el caballo a unos 5 metros de donde yo estaba y de repente levante la mirada a una roca en medio de la corriente, justo al frente y comencé viendo unas botas de montar en cuero negro, de zapato clásico con punta cuadrada y caña blanda y muy corrugada en los tobillos y luego larga, recta y lisa hasta las rodillas, tan lustrosas y brillantes que parecían fabricadas en el mas fino charol, llevaban espuelas niqueladas con la forma de una pequeña estrella y fijadas con correas del mismo cuero. Seguí subiendo la mirada y me encontré el uniforme caqui, con un cinturón universal de cuero negro con una correa negra de porta sables que pasaba por el hombro cruzando el pecho en diagonal que terminaba en un revolver calibre 45 en el cinto, tenia una camisa igual a la del primer encuentro pero de manga corta, sin camiseta y algo abierta, llevaba el mismo sombrero. Esta vez llevaba los guantes al frente metidos entre el cinto.

-Buenas tardes- me dijo

-Buenas- le respondí convencido de que hablaba con la misma muerte y sintiendo que un frío repentino me envolvía el cuerpo, el hombre se agacho sobre una de sus piernas descansando la cadera sobre la pantorrilla y se quito el sombrero que tomo con ambas manos entre las piernas, acercándose mas a mí desde esa posición,

-¿Esta buena el agua?- me pregunto y pude oír su voz profunda y grave que resonaba a todo su alrededor, como si le saliera de todas partes, al menos parecía amistoso.

-muy fría- le respondí mirándolo directo a los ojos desde abajo, el se rió un poco y luego miro la hora en un poderoso reloj de color metálico en su muñeca, y luego yo añadí

-buena para este calor tan berraco- me atreví a decirle porque de repente no sentí miedo

-si, pero ya me bañe, aquí mismo, así como usted, si no me quedaba, lastima que me tenga que ir-

y se puso de pie acomodándose el sombrero, le vi el poderoso paquete de la bragueta, me dio la espalda extendiendo a la vista sus caderas voluminosas y con tres saltos ágiles sobre las rocas alcanzo el caballo, lo desamarro y lo monto con asombrosa ligereza, una vez arriba me volvió a hablar

-normalmente vengo como a las siete de la mañana, a esa hora es mejor el baño, nos vemos- y diciendo esto se llevo la mano al ala del sombrero en señal de despedida acto que yo respondí con un gesto igualmente lánguido y me percate que yo tenia las manos cruzadas al pecho y los hombros encogidos ¿de frío? ¿De miedo? y de nuevo una erección total que con seguridad él habría notado bajo el agua y en eso pensaba cuando lo vi voltear y salir del paisaje mirando de nuevo el reloj.

El hombre no era el conejo blanco del país de las maravillas, era real, y yo, que prefiero la discreción, sufrí una erección en el peor momento. Una cosa es ser encontrado desnudo de sorpresa y otra que el pene indique sexo puro, primitivo y salvaje sin respetar que piense o sienta el otro. Esa misma naturalidad se me podía premiar, mínimo, con un bochornoso insulto de un fulano armado que no se sabe si es una amenaza.

-Siete de la mañana- me dije ¿por qué alguien que no parece estar de rebusque indico una hora exacta si quizás solo vigila las fronteras de su reino del mal? No nade mas, salí caminando con kilos de adrenalina encima, agotado por el susto, me vestí y volví intranquilo a la casa mirando de cuando en cuando al oriente y tratando de recordar cada momento, cada gesto, cada detalle. Me asombraba la perfecta virilidad del sujeto.

En la hacienda tome un libro fingiendo la mas profunda lectura para que mis parientes no me molestaran, pero mi mente estaba ocupada describiéndolo, con el cabello rubio dorado, muy oscuro, ondulado, algo escaso en la frente, duro pero no ensortijado, aplanado a fuerza contra el cráneo y rígido, como si su posición natural fuera peinado para atrás, con algunas pocas canas en las sienes, algo largo y rizado hasta la media nuca; la frente amplia, con marcadas arrugas de sol; las cejas gruesas, largas y tupidas, casi cerradas sobre la nariz, de nórdico; los ojos fieros y de un color cristalino a gris cromado, algo, felinos, leoninos; los pómulos prominentes, altos; la nariz recta, elegante; los labios duros, feos; los dientes grandes, poco curtidos y el mentón prominente, fuerte y cuadrado; el cuello robusto pero lo suficientemente largo para ser equilibrado: las manos enormes y ásperas, bruscas, los brazos voluminosos, entrenados e incluso el pecho era colosal, amplio de espaldas y con fuertes piernas; todo el cuerpo cubierto por una mata de pelos largos, lisos y de aspecto peinado, negros, como si el cabello fuese teñido, extraño, o como si la genética lo hubiese armado con partes inconexas, tanto así, que su piel, de un bello color cobre oscuro, quedaba eclipsada, como todo él, por una sombra gris, como ceniza. Despedía un olor a jabón barato y húmedo y su edad se calculaba por encima de los cuarenta años, pero poseía un vitalidad contenida, de hombre más joven.

La voz tenia un acento caribe, sin duda, pero no local, es mas, podría asegurar que gagueaba algunas consonantes. No parecía de estas tierras, a pesar de tener un inconfundible aire de boga del río Sinú; de todas formas en la costa colombiana, donde me encontraba, son comunes las mezclas raciales más inusitadas.

Así llegue a la noche, con una ansiedad por el amanecer, como convencido de que a las siete de la mañana me había puesto una cita, di tantas vueltas en el día que estaba rendido a la primeras horas de oscuridad y me fui a dormir pronto, cosa que logre rápidamente. Desperté temprano en la mañana, con el azul oscuro del amanecer, y me fui al punto de encuentro.

Esta vez no entre al agua de inmediato, me quede a medio vestir, seguro en mi orilla y mirando al otro lado, con el corazón palpitando, luego me quite la ropa y entre al agua. A poco escuche el caballo y lo vi detenerse al borde, el hombre venia vestido como el primer día pero con las mangas cerradas al puño y una escopeta terciada a la espalda, desmontó y amarro al caballo, se quito el sombrero, destrabo la amarradura del revolver y la escopeta de doble cañón, se desligó el cinturón universal y los dejo sobre la silla, se desbotono la camisa y se la quito, me permitió ver un torso firme, musculoso, grueso, con la grasa suficiente para notar que aquel cuerpo no era un aparente artificio de gimnasio, el suyo era un cuerpo para trabajo duro y la intemperie, todo cubierto de raras cicatrices

-buenos días- dijo y llego a la orilla

-hola- salude yo, y él dijo

-ayúdeme con estas botas- me acerque a su lado del río, pero sin salirme del agua, el se sentó en una piedra y extendió su larguísima y embotada pierna casi hasta mi rostro, tomé el zapato debajo de la espuela y arriba del grueso tacón de goma elástica

-jálelo- dijo el y el cuero cedió y la caña quedo como desinflada al descalzarla, se la entregue y la dejo a su lado, el me extendió la otra pierna y repetimos la operación, las dejo en una roca, un olor a cuero se extendió, profundo, con un ligero olor a sudor de pies, exquisita mezcla, le pregunte la función de las botas tan altas y el me respondió

-Para evitar las garrapatas, las serpientes, las ladillas, las sanguijuelas y el sudor del caballo, igual, me las regalo un amigo belga hace años-

el se quito las largas medias de fútbol que calzaba sobre el pantalón y se paro, quedamos frente a frente y sentí un suave olor almizclado saliendo de su piel, lo mire a los ojos y el me perforo el alma con la transparencia de su iris, en ese instante note que mi miembro de nuevo me jugaba una pesada broma y estaba mas erecto que nunca, me avergoncé plenamente y sin poder ocultarlo, pero las cartas estaban echadas, el hombre ya sabia muy bien de mis deseos y parecía tenerle sin cuidado, el solo parecía estar interesado en su baño y conversar un poco con el tipo del charco, yo volví al agua, tratando de esconder algo obvio, quizás la situación se estaba tornando peligrosa, no quería que se sintiera acosado y dije algo como para romper el aire, que a parecer mío se había endurecido

-a esta hora es mas fresco el día, mejor para el baño- y el se desabrocho los pantalones, y se los bajo con todo e interiores quedando por completo desnudo pero sin mostrar síntoma alguno de excitación, pude ver las gruesas piernas y los poderosos músculos de las caderas, todo cubierto de pelo liso y peinado menos el vello público que formaba coquetos crespitos dorados alrededor de unos pequeños genitales flácidos, y todo el cubierto de gris. Pensé que me había equivocado y que había sido un error estar ahí a esa hora y en ese día que quizás, seria el ultimo....

-yo se lo dije, a esta hora es mejor el agua- exclamo, y se dejo venir al charco en donde nado unos segundos bajo el agua, yo lo miraba encantado, ¿qué debería de hacer? ¿saltar a su orilla tomar sus armas y matarlo antes que él a mi?

Demasiado tarde, él salió a mi lado exhalando un bocanada de aire con aliento mentolado y se paro junto a mi jugando con el agua entre las grandes manos

-¿trajo jabón?- me pregunto –a mi se me olvido- concluyo

-si claro, ya se lo traigo- dije y me fui a buscarlo en mi orilla ¿quizás debería salir corriendo y huir? ¿pero donde esconderse en esa llanura? Salí del agua, alcance el jabón y volví a su lado, se lo tendí

-gracias- me dijo y sonrió y se enjabono salvajemente todo el cuerpo, sin avergonzarse de retirar el prepucio y limpiar bien el glande ante mis ojos y luego me tendió el jabón a mi y me dijo

-no me tenga miedo, si usted es amigo de don Aníbal es amigo mío- y se sumergió al instante, me confundió su afirmación, al parecer ya sabia de mi, y por lo visto también sabia de mi anfitrión... yo me estaba enjabonando ya cuando el volvió a salir, limpio y fresco y me soltó otra boqueada de su aliento en la cara que me olía a enjuague bucal, a limpieza.

-si quiere yo lo enjabono- dijo, yo quede alelado por la propuesta pero era tan inesperada que le entregue la pasta sin comprender y el de un suave empujón me puso de espaldas y me estregó con fuerza los hombros, los omoplatos y las caderas con una mezcla de arena suave y jabón, fue una caricia tan ruda y masculina que mi pene por fin descendió, aceptando por fin que ese era un macho, tan pleno y seguro de si mismo que no se iba a asustar por un fuerte maricon de gimnasio que lo deseaba, por lo visto la situación no le era nueva, pero le era indiferente, mas bien sentí esa agradable camaradería que se da entre los hombres cuando permanecen solos entre ellos mismos por mucho tiempo.

-Enjabóneme usted la espalda- me dijo y se volteo mostrándome los amplios hombros y los abultados dorsales con unos diez o doce extraños tumores saltones, de color púrpura, con forma irregular y de hasta un centímetro de diámetro que se esparcían casi en línea por el centro del lado izquierdo

-¿Que es esta cicatriz?- le pregunté y respondió

-Son esquirlas de un disparo de changón, todavía están adentro, no tema, no contagian, pero duelen- y soltó una carcajada como una descarga de piedras sobre cemento, yo me agache, tome un puñado de arena del fondo, me quedo el enorme culo en la cara mientras lo hacia y ascendí al cuello, me enjabone las manos y lo tome por la nuca, la sensación fue fascinante, la piel tensa y dura, con visos plateados y grises al contacto de los dedos, la espalda de puro músculo y los dedos se deleitaron en las cicatrices, baje por las caderas y las tome, eran macizas, y baje algo por los lados de las piernas, de nuevo mi miembro estaba a punto de estallar y hubiera podido abrazarlo o rozarle la entrepierna con el glande de mi pene, pero el volteo con los brazos cruzados, yo desde abajo lo contemple como a un dios

-Salgamos un rato al sol- dijo y se alejo caminando a una roca ideal para su propósito, yo lo seguí al y al mismo tiempo el se enjuagaba y de paso yo hice lo mismo, se subió a la roca y me tendió la mano, me ayudo a subir, arriba se sentó y yo a su lado, mi pene seguía duro, el lo tomo entre su mano y lo examino con fría curiosidad

-¿Cuanto aguanta con esto parado?- me pregunto mientras lo soltaba y me miraba a los ojos,

-unos diez minutos- le respondí por decir algo

-hoy batió record, ya lleva como media hora de erección- dijo, como si la acción de tomar a un hombre por el pene fuera lo mas corriente del mundo, luego lo soltó, y siguió hablando

-¿hace cuanto esta por aquí?- volvió a preguntar y yo le respondí que ya iba para una semana y así seguimos hablando sobre mis vacaciones, el clima y el paisaje, nada trascendental, como dos personas que se encuentran accidentalmente en un paraje desconocido y hablaran cortésmente sin intención alguna.

-Vladimir Klein Chompsky Van der Halem, mucho gusto-


Evite una risa de burla sonriendo y le extendí la mano seriamente, sentí el macizo apretón, pude ver las uñas gruesas y algo largas, descuidadas, le dije mis dos nombres y mis dos apellidos. Con algo mas de confianza le pregunte de donde era y me contó que había nacido hacia 33 años en Surinam, no muy lejos de Paramaribo, pero que se había criado en Trinidad y que luego había trabajado y viajado por las antillas y todas las costas del caribe

-mi madre era nieta de holandés con mulata por parte de padre y de escocés con Indostana. Mi padre fue un desertor de la naval soviética, descendiente de bielorrusos deportados a Siberia con algo de sangre de nómadas mongoles, el era alto, fuerte, de fisonomía amarilla, cara plana y ojos rasgados, pero blanco de mejillas rosadas, rubio, velludo y con los ojos azules cristalinos, mi madre era oscura, con el cabello castaño, ondulado y duro y con unos enormes ojos anaranjados-

Vladimir se cruzo los dedos detrás de la nuca dejando las manos como almohadilla a la cabeza, así observe su torso en toda su extensión y los poderosos músculos del cuello y se recostó en la roca por completo a pierna suelta, pude verlo desde arriba, majestuoso, con los ojos mas plateados y brillantes a plena luz del día y le note una cicatriz terrible que salía del cuero cabelludo debajo de la oreja izquierda y se iba por el borde de la mandíbula casi hasta el mentón.

-¿y como vino a para a Colombia?- le pregunte

-fui contrabandista, primero de mercancía que entraba por Venezuela, luego de marihuana y después de cocaína que salía por La Guajira, pero eso se puso peligroso, lo acapararon los grandes capos y mataron toda competencia, a mi me metieron este machetazo, tóquelo-

me tomo de la mano y la llevo a su cara detrás de la oreja, allí había una profunda oquedad en el hueso, la ocultaba bastante bien con el cabello algo mas largo y ondeado de atrás, aquel hombre no solo me permitía tocarlo, también me abría su historial que parecía tan fantástico como su mismo aspecto, yo no sabia si era cierto, o no, ni por que me lo contaba tan tranquilamente. El continuo su relato

-Después de eso me fui, al tiempo todo se politizo, y jodieron a los cargadores, después a los productores y por ultimo a los jefes, fue mejor lo que yo hice: salí y serví como mercenario en El Salvador, allá me metieron el changonazo de la espalda por eso ahora soy ciudadano americano, allá viví aburrido por un tiempo, entrando cubanos ilegales por la Florida, pero tuve problemas con una puta de La Habana, ¿lo ve?- el me mostró su mano y vi que faltaban dos falanges del dedo anular izquierdo, luego reanudo hablando

-me escondí en Miami, Haití y Yucatán hasta que me mandaron a entrenar paramilitares de vuelta a Colombia y aquí estoy, ellos me alquilaron esta tierra a buen precio, le saco ganado, hago un capital y de nuevo me voy a rodar el mundo-

Cerro los ojos y pareció dormitar un rato, yo estaba sentado, con las rodillas al pecho, abiertas y abrazadas, las manos tomadas por las muñecas, el estaba a mi lado, completamente relajado y extendido, lo que decía no me gustaba, no es bueno entrometerse con sujetos así, si fuera cierto, seria malo, si fuera falso seria peor, uno no sabe que giro pueda dar un mitómano con un rifle, la situación de nuevo era inquietante, yo preferí decir le algo que no me comprometiese con su relato

-no son cosas para hablar con cualquiera- dije

-nada saldrá de sus labios- respondió con certeza absoluta

-¿por qué?- cuestione mirándolo a lo ojos

Vladimir levanto el torso, me acerco su cara, frunció el ceño, sonrió levemente y sentí su boca en la mía, fue un beso tan como una brisa y sin embargo por dentro de mi algo cayo libre desde el cielo, se me nublo la vista, me bajo y subió la presión en pocos segundos, creo que quede pálido y jadeando, como si acabara de eyacular por primera vez, cerré los ojos y enfoque por fin el rostro tostado frente a mi,

-si quiere oír el resto de la historia aquí lo espero mañana- me dijo en la cara y prosiguió

-espero volver a encontrarnos- sonrió con malicia, se puso de pie, fue hasta su orilla y se vistió, tan lentamente que de nuevo me produjo morbo mientras lo observaba, primero unos interiores holgados, largos y ajustados, luego el ajustado pantalón con las largas gruesas y negras medias de fútbol por encima y encima se calzo las altas botas de cuero color crudo sin ninguna dificultad estirándolas hasta los muslos y las entrepiernas, de espaldas, se puso la camisa y sobre ella las amarras del porta sables y el cinturón universal, se enfundo el sombrero y le ajusto las correas a la mejilla, por ultimo se cargo la escopeta a la espalda, se abotono, desato el caballo y lo monto de un solo salto y desde tierra

-mañana yo traigo el jabón- dijo, y yo le dije

-listo, nos vemos-

el se despidió con el gesto de la mano al sombrero y se fue.

Me esperaba otro día de dudas, pero elegí no cuestionarme y dejar que los eventos sucedieran con Vladimir, sus mentiras o su realidad y no con mis conjeturas, ni siquiera quise preguntarle a don Aníbal si lo conocía o si sabia de sus accidentados orígenes porque al parecer Vladimir si sabia de él. A la hacienda retorne normal, a socializar a beber y estar de parranda todo el día pero sin sacarme a mi nuevo amigo de la cabeza, es mas, logre un tiempo para realizar el trabajo pendiente de la oficina y me acosté temprano para cumplir al otro día con la cita del baño.

Amaneció, desperté y de nuevo me cambie para ir trotando hasta el charco, algo de deporte no me caía mal para tener los músculos algo tensos e intentar así impresionar a Vladimir, cosa que al parecer, no había logrado hasta el momento. Cuando llegue al agua lo encontré desnudo, parado y con el agua a la cintura, tenia los brazos cruzados y al verme sonrió y me llamo extendiendo un brazo, yo me desnude de inmediato y con una repentina felicidad corrí al agua, me le acerque y de súbito él se abalanzo sobre mi y me apretó por los brazos inmovilizándome, me hundió, por algunos segundos pensé que pretendía ahogarme, pero rápido entendí el juego y me libere tomándolo por la cintura sumergiéndolo a el también que soporto mal la apnea y rápido me estaba soltando del todo y pretendía huir por el lado de su orilla, lo atrape de un pie y de un brazo y lo derribe, el me respondió con un puñetazo al pectoral alto, con fuerza suficiente para asustarme sin golpear, caí sobre el y en medio de risas estuvimos abrazados unos segundos en la arena de una pequeña playa en la cual nos extendimos a reírnos, los dos desnudos cerca de su ropa, yo por mi parte había cruzado la orilla maldita, y estaba en su territorio, cerca de su uniforme del segundo encuentro, el de las botas de montar negras que habían quedado extendidas con las otras prendas en el prado cercano, el estiro el brazo y recupero sus cigarrillos, encendió uno y me ofreció

-no gracias, no fumo- le dije y el respondió

-yo tampoco, ya veras-

-¿sabes? me intriga tu historia-

-ya me imagino que no me crees, ¿quieres preguntar algo mas? Quizás hoy pueda inventarte algo mas sustancioso...- dijo y se rió

-no se si sea cierto o falso, pero me gusta, y ahora cuéntame por que saliste de Surinam-

-Te lo diré, mi madre vivía en Trinidad, vendía cocos de contrabando a los marinos de los barcos petroleros de Venezuela, a los de asfalto locales, a los cruceros de turistas y a las diferentes navales que tanqueaban por el mar de Tobago, era muy pobre, mi padre la conoció en una escapada y quedaron prendados, ambos eran jóvenes y ella lo ayudo a fugarse, pero a él lo podían enviar de nuevo a Rusia por deserción si se quedaba en la isla, así que ambos se escaparon sin que nadie lo supiera, a Surinam, se escondieron en la selva y allí sobrevivieron como salvajes clandestinos, allá nací yo, en el año de 1970, mi padre era una mala influencia aunque siempre fue bueno con nosotros, no le importaba repartirse entre la mujeres del río por algo de dinero, porque era bello como un príncipe eslavo, creo yo que entre algunos hombres también, tenia mañas de marinero, alentó a mi madre a hacer lo mismo y de paso a mi también, a los 8 o 9 años ya conocía el sexo y la verdad no me importaba ni me importa, nunca me sentí mal por hacerlo, todos los niños de mi edad de esa zona ya lo habían hecho, con animales, entre ellos o con mayores, daba igual, tan solo que yo ocasionalmente podía contribuir con la escasa manutención de mi casa, a veces viajaba con mi madre a Paramaribo y me vestía como niña para convencer a mis clientes, pero pronto madure y me convertí en adolescente, descubrí que no me gustaban los hombres tanto como las mujeres pero a mi alrededor comenzó a tejerse una cierta fama que en ese momento no comprendía. Aprendí a hablar en ruso con mi padre, en ingles con mi madre y en holandés con los otros niños. Por esos días mi abuelo dio con el paradero de mi madre y llego hasta nuestra choza, era un mulato flaco de cabello blanco y como de dos metro de altura, vestido de paño negro de pies a cabeza, pastor de una iglesia evangélica. Convenció a mis padres de llevarme a Puerto España donde tendría educación, buena alimentación, medico, vestuario y una vida digna, después de registrarme como ciudadano de la Guyana Holandesa se decidió mi partida y salí de allí a los 12 años. En Puerto España viví holgadamente, adelanté estudios básicos y no me faltaba nada, allá comprendí de donde venia el tamaño de mi miembro, alguna vez pude ver a mi abuelo desnudo, por accidente, y comprendí la fama de los negros y los mulatos; mi abuela era cariñosa, tenia íntegros sus rasgos de la India pero un talante suave y amigable de los habitantes de las tierras altas, en el día era evangélica pero en la noche creía en toda la pléyade de dioses de brazos múltiples y pieles azules de los hindúes, tenia una moral férrea, como la de mi abuelo, ajena a la naturaleza animal del hombre, plenos ambos de prejuicios y convencidos de lo sacro, de lo bíblico pero incapaces de darme el cariño, el amor, la protección y la libertad que tuve con mis padres, pronto comencé a vagabundear por los puertos, por las playas de turistas y por los hoteles, me escapaba del cerco familiar y religioso acostándome con extranjeros por dinero y con locales pagándoles, lo hacia por vicio y por desquite, porque dinero no me faltaba. Mi fama de chico blanco con miembro de negro se acrecentó tanto que antes de que mis abuelos se enteraran ya cuidaba el yate de un jubilado de astilleros gales que pasaba temporadas en el Caribe, con él aprendí mecánica de barcos, a moverme de puerto en puerto, a sobrevivir en alta mar, a evadir huracanes y a saber que el limite esta en el horizonte, con el recorrí Bonaire, Aruba y Curazao y todas las antilla menores. A los 14 años me fui a vivir con el por los siguientes cuatro años, el adoraba los barcos, y los penes gigantes y a mis 18 años me había convertido en un musculoso grumete gracias a la disciplina que me impartió desde un principio en su pequeño gimnasio casero, el murió de un cáncer que lo consumía de años atrás, de lo que nunca me hablo, dejándome su barco y una buena suma de dinero, su ex esposa y sus hijas nunca supieron que el fornido ayudante del barco fue el amante de su padre y no encontraron objeción en lo que me había heredado, al fin de cuentas ellas mismas eran demasiado ricas para preocuparse por tan poco, ni de su padre siquiera a quien solo visitaron alguna vez-

El cigarrillo se le había consumido entre los dedos, el me miro y suspiro, luego miro al cigarro y dijo

-ves, te lo dije, yo tampoco fumo-

-¿y como llegaste a Colombia?- le pregunte aunque me sentía tentado a preguntarle mas cosas sobre su miembro,

-ya te lo dije, en el barco me especialice en contrabando, entraba electrodomésticos por Venezuela y Panamá, los cambiaba por bolívares o dólares al principio, pero después descubrí que era mejor entrar marihuana a México o directamente a Estados Unidos-

Ambos estábamos acostados, lado a lado, Vladimir giro la cabeza y su cara me quedo de lado, yo me le acerque un poco y de nuevo juntamos los labios, yo me excité al instante y el siguió frío no entendía

-¿qué buscas?- le pregunte

-ya lo sabrás- boto la colilla del cigarrillo, se puso de pie y comenzó a vestirse dejándome a mi con el pene goteando

-¿te molesto algo?- le pregunte

-al contrario, estoy encantado, pero me gustan las cosas bien hechas, te veo esta noche aquí, a las siete te recojo, vamos a mi casa, cenamos y me cuentas tu historia, ¿te gustaría?- mientas hablaba pausadamente estuvo listo

-a las siete entonces- me tendió la mano, le respondí y se despidió con un firme apretón de manos

-a las siete- dijo, fue hasta su caballo lo monto y se fue por el mismo camino de siempre, antes de irse sonrió y se llevo la mano al sombrero, yo respondí el gesto y pase a la otra orilla, igualmente me vestí y volví a la hacienda.

Todo el día me pregunte sobre Vladimir, su extraña historia que parecía contada por una loca imaginativa y ebria en la barra de algún bar gay mas que por un tipo rudo, armado y con negocios serios; tanto él como la veracidad de su cuento y hasta algo de peligro en la situación, me fascinaban, mas aun la cita nocturna. Entendí que lo único lógico en su aspecto era su fisonomía multirracial.

¿A dónde me llevaría? ¿seria una sutil forma de llevarme a un secuestro? ¿qué quería a cambio? Pero si quería hacerme daño me lo pudo haber hecho en cualquier momento. De todas formas decidí no ir, algo no me gustaba de todo ello y asumí que la aventura debería llegar a fin, esa fue mi decisión del día pero en la tarde, a las seis, mi corazón comenzó desplomarse, sentí urgencia de verlo, de tener el valor de enfrentarlo, de preguntarle todas mis dudas. El tiempo avanzaba, los minutos se hacían eternos, si me pasaba de las seis y media quizás no lo volvería a ver jamás, de repente un extraño desconocido con acento extranjero, armado, en una tierra peligrosa se había convertido en el hombre mas importante de mi vida. Aun con dudas y sin que nadie me viera, salí al camino, recorrí en medio de tormentosas dudas y temores los 25 minutos hasta la quebrada, llegue y con algo de luz, lo vi esperándome en su equino en la otra orilla, llevaba otro caballo enlazado y vestía el mismo uniforme de la mañana, el de las lustrosas botas negras de montar, el me miro desde su lado, me saludo con el brazo en alto y me llamo, yo me quite los tenis y pase la corriente por un punto bajo, llegue a su lado, el hombre se veía desde abajo como una monumental estatua ecuestre,

-Sube pronto, no es seguro andar de noche por aquí-

no me dejo tiempo de decir hola, pude reconocer con la ultima luz del día que el caballo a montar era un bellísimo paso fino blanco de largas crines, ensillado como el suyo, lo monte con algo de dificultad aunque con las comprensivas indicaciones de Vladimir y salimos llano adentro mientras el guiaba mi caballo aun amarrado a su mano, recorrimos algo presurosos unos 30 minutos en dirección al oeste,

-¿a dónde vamos?- le pregunte y él respondió,

-ya veras, te va a gustar- después de un silencio le cuestione

-¿por qué te dieron ciudadanía los gringos?-

-porque seria mas útil, sabia muchos secretos de guerras sucias, yo necesitaba protección, tuvieron la opción de matarme, pero saldrían muchas cosas, por eso negociaron conmigo, ahora gozo de una modesta pensión de veterano de guerra y me quedo parte de un uniforme- rió un poco, con algo de cinismo

-¿y hace cuanto estas de vuelta en Colombia?-

-voy para cuatro años, pero ya es hora de salir de aquí, estos negocios inestables se están desmontando, felicitaciones, tu país va por buen camino- yo preparaba el terreno para la pregunta que seria la mas difícil y por fin acerté a formularla

-¿qué relación tienes con los paramilitares?-

-les pago por esta finca, ellos no son capaces de hacerla productiva, tienen demasiadas tierras para trabajarlas todas, además no es bueno estar en contacto directo con esa gente, hasta yo les tengo miedo-

Llegamos a una enorme construcción de gruesas, altas, sólidas y macizas paredes de barro, tapias, como las llamamos en Colombia, una casa que parecía una herencia colonial, con las paredes encaladas y un techo de tejas rojas, enormes portones de madera desvencijada y ventanas que la hacían parecer una casa de tierra fría, aparentaba estar deshabitada y algo abandonada, desmontamos al llegar, Vladimir grito un nombre a voz de pecho y llego un mestizo local a atender a los caballos a quien le entrego la escopeta, no lo vi bien en la oscuridad, luego grito el nombre de un mujer y se abrieron los portones y apareció una figura espectral, sumida en las tinieblas, era una anciana mujer vestida de negro y con una vela encendida en la mano, tenia el cabello blanco y me miraba con desconfianza

-Prepare una habitación que el amigo se queda esta noche y sírvanos la comida después del baño-

dio la orden sin saludar siquiera, tras lo cual la mujer desapareció por uno de los oscuros corredores de la casa, Vladimir me tomo de la mano diciéndome que lo acompañara con la voz un poco queda, de paso iba encendiendo fósforos y velas por toda la casa y me explicaba que no había luz eléctrica, en esas sentí un olor a humo, el me dijo que era de la cocina de leña y al paso llegamos a un bello patio morisco cubierto de relucientes azulejos y con una fuente central bastante grande

-bienvenido a mi baño privado- me dijo al oído mientras se sentaba en el borde de la fuente y siguió hablando

-ayúdame a quitarme estas botas- y estiro la pierna adelante, yo de pie ayude a descalzarlo, cerca de el me di cuenta que tenia un suave olor a masculinidad, yo mismo le retire las medias, algo húmedas de sudor, todo él olía sol, a vaquería, le desabotone la camisa y me encontré con el estorbo de correas con las que sostenía otra arma por debajo de la camisa, una pistola automática 9 milímetros, esa se la quito el mismo que ya estaba pronto a desabrochar mis cortos pantalones de turista

-¿que dirán tus criados?- le pregunte y el me miro a los ojos y me dijo

-tranquilo, nunca pasan a mi baño mientras yo este- en ese instante mi pantalón estaba en el suelo y él me movía las piernas para destrabarlo de los pies y sacarme los tenis, el seguía sentado, yo de pie frente a él, y con una erección tremenda, frente a su boca como a punto de darme una mamada, yo tenia el corazón batiendo salvajemente pero el parecía tranquilo, me bajo el calzoncillo y me tomo del miembro, lo miro y se lo introdujo en la boca, lo beso tiernamente dos o tres veces y luego siguió tragándoselo todo, como un experto y casi me vengo, cosa que no sucede con facilidad, entre tanto me despoje de mi camiseta, le tome la cabeza con las manos, tenia el pelo durísimo, mucho mas grueso de lo que parecía, lo detuve

-otro lengüetazo de esos y te acabo en la boca- le dije, el se sonrió, lo tome por las axilas y lo puse de pie, frente a frente me percate de su descomunal estatura, apenas le llegaba al pecho con mi metro setenta y cinco centímetros, lo mire desde abajo y me sumergí en el mar de pelos lisos y oscuros, suaves como hebras de seda de sus pechos, mire la gigante tetilla con la prominente punta y me la metí en la boca, la succione esperando que saliera algún liquido pero no obtuve nada, el me abrazo y ambos exhalamos un profundo suspiro que de paso nos dejo sin aire, como eliminando la tensión, yo entre tanto busque su pantalón y lo encontré atrapado entre el grueso cinturón de cuero negro y la correa porta sable, el mismo se los quito con agilidad, dejándome a mi los botones de su bragueta, desde esa posición sentí el olor a pólvora, sexo y cuero de sus dedos, yo ya estaba desnudo por completo, libre por fin para tocarlo a mi gusto y le baje los pantalones, y caí de rodillas para sacárselos, nuestras ropas estaban revueltas y juntas una sobre la otra como un preludio, tenia de frente sus ajustados pantaloncillos, unos bóxer blancos, bañados de sudor, aunque el estaba seco y yo pegue mi cara a sus genitales por sobre la tela, el olor me enloqueció, era una mezcla de orina seca, sudor y feromonas que obligaba a seguirlo por donde fuera, lamí la tela esperando encontrar el sabor de aquella sustancia y solo encontré un poco de sal, aquella era una sustancia para el olfato, a eso debe oler el cielo, pensé y sentí sus manos acariciándome la cabeza y ajustándola a su pelvis con un poco de presión, el bulto de sus testículos era enorme y el pene parecía ser una gran protuberancia cilíndrica apuntando hacia abajo a un lado, muy distinto a la primera impresión que me dieron empequeñecidos por el frío del río, me desplace mas abajo aun, a sus muslos y goce besando los poderosos cuadriceps, allí encontré el olor a caballo y al cuero del galápago, con un ligera presión le abrí las piernas, por detrás de los testículos se extendía una amplia superficie que apuntaba, algo abultada, al ano oculto. Yo seguí ascendiendo por detrás y de nuevo adherí la tela de sus bóxer a mis narices y mi deleite fue enorme al sentir el olor de su ano, suave y cubierto, como atrapado en el centro, me desplace un poco para afuera y comprobé el tamaño descomunal de sus caderas, las manos de Vladimir se habían agarrado sus propias tetillas manipulándolas con gusto, me pase de nuevo por entre las columnas de sus piernas, me puse de pie y de nuevo le succione los pezones mientras el me abrazaba otra vez y el me acariciaba la espalda, se inclino un poco y me ofreció su boca, era como besarse con un león e intente abrazarlo pero era tan amplia su espalda y hombros que apenas podía lograrlo, por fin respiraba su aliento, por fin era mío pero al frente, al bajar a explorar sus genitales con la mano, los note flácidos, le quite el bóxer y estuve a punto de desmayar cuando vi el gusano que le colgaba, los testículos por detrás parecían pelotas de ping pong colgadas demasiado abajo para parecer naturales y el pene libre era una masa arrugada que no me cabía en las dos manos y aun en tan lamentable estado, era el mas grande que hubiese visto en vivo o en pornografía pero no entendía que le pasaba, seguía inmutable,

-¿no se para?- le pregunte y el respondió

-hace tanto tiempo que ya se me olvido como es un hombre, creo que es hora de recordarlo- dijo tomándome de los hombros y girándome bruscamente quede dándole la espalda, empujo mis hombros para abajo y solo pude sostenerme con las manos y los brazos extendidos al frente sobre el muro de la fuente para no irme de bruces al agua, mientras lo hacia me beso la oreja, se la trago y entre tanto la traspaso con su lengua, la soltó cuando mi cabeza se venia abajo y de un lengüetazo salvaje bajo por la nuca, empato con la columna y se fue por la espalda hasta las caderas, la ruda caricia me dejo la espalda húmeda y las piernas temblando, casi pierdo el equilibrio y la conciencia cuando llegó a las caderas y se hundió en la rajadura sin precaución alguna y comenzó a lamerme el ano furiosamente, con un desespero de pasión legitima, electrizante, yo cerré los ojos con dureza, con las caderas atrapadas entre sus manos que las separaban con una presión dolorosa por los dedos hundidos en mis carnes con furor desmesurado pretendiendo descuajarlas, comencé a cabecear y a moverme como si pretendiera penetrar algo invisible atrapado en la concavidad de mi cuerpo pero sin separar mi culo de su cara que me raspaba las nalgas con una incipiente barba, si mi miembro se hubiese rozado con algún objeto hubiera estallado en chorros de semen. Vladimir se puso bruscamente de pie y me cubrió los ojos con sus manos, mi ano chorreaba saliva y yo me sentía pálido y mareado, me faltaba aire y estaba a punto de venirme cuando el me dijo

-quiero mostrarte algo de sorpresa, no abras los ojos hasta que te diga, ven voltea y arrodíllate- yo le obedecí ciegamente e hinque una rodilla a tierra mientras el aun cubría mis ojos y manipulaba algo en el

-¿estas listo?- me pregunto a lo que yo respondí afirmativamente, luego el dijo

-ábrelos-

Siempre había anhelado un miembro viril grande pero con las bizarras cosas de este, resulto un objeto morboso y perturbador, una deformidad, un defecto de la naturaleza. Para comenzar, tenia forma sigmoidal, con la primera curva, la mas cercana a la base, muy amplia; la segunda curva la formaba el glande con una torsión mas corta en sentido contrario, algo así como un abultamiento, la forma la generaba una desigualdad en los cuerpos cavernosos, un lado mas grueso y largo que el otro y luego el glande corrigiera el error curvándose en sentido contrario e hinchándose, todo el daba el aspecto general de una espiral inconclusa. La venacion parecía varicosa, retorcida, protuberante y púrpura, alrededor del glande, los puntos de la cicatriz de separación, cosa común a los hombres sin circuncisión, eran prominentes y blancos, el cuerpo cavernoso, el soporte por debajo del miembro, en la base, era tan grueso como una lata de cola. Perdí la conciencia a la petrificante vista de su miembro erecto.

Desperté horas después, aun desnudo, a oscuras, bajo un mosquitero y en una hamaca con un profundo olor a Vladimir impregnado en ella, escuche un campaneo lejano, como un eco que se fue haciendo cada vez mas cercano, una luz se aproximaba en la oscuridad, de cerca note que era una vela y distinguí a Vladimir como su portador en medio de la oscuridad, vestía curiosamente, o mejor dicho, estaba semidesnudo, llevaba sus botas altas de cuero color crudo con las campaneantes espuelas, el cinto con el revolver calibre 38 y la correa porta sables cruzada sobre su pecho y espalda cruzando su hombro, nada mas, como una fantasía fetichista hecha realidad, dio un giro por a habitación encendiendo candelabros que estaban frente a varios espejos monumentales, casi todos quebrados y con raidos marcos dorados, el cuarto se lleno de luz amarilla aunque estaba vacío y se noto que estaba ruinoso, él fue hasta la hamaca, quito el mosquitero, paso una pierna por encima mío y quedo allí de pie, frente a mi, a horcajadas sobre mi cuerpo y con sus largas piernas sin tocarme en arco perfecto, apago la vela en su mano de un profundo soplido y la lanzo a una esquina, se quedo mirándome con los brazos en jarras, yo estire mi brazo y acaricie su miembro flácido, minúsculo, me pregunte como podía aquello cambiar de tamaño tan radicalmente

-¿estas bien?- me pregunto y se rió un poco

-mejor que nunca- le dije con una sonrisa

-¿puedo acostarme en mi hamaca?- pregunto

-claro, claro-

Vladimir se dejo caer suavemente a mi lado y se acomodo frente a mi, me beso dulcemente

-¿es tuya esta casa?- le pregunte

-era de un mafioso que trabajaba con la guerrilla, después se la quitaron los paramilitares y lo enterraron vivo en el jardín, la dejaron abandonada y después yo alquile la tierra y me la encontré en medio de la maleza, ¿te gusta?-

-mucho- el volvió a besarme, esta vez con mas profundidad, me quito el aliento, el estaba limpio, como recién bañado, me soltó los labios, y me dejo con un profundo deseo de el, yo manipulaba suavemente sus genitales

-¿en donde estabas?- le pregunte y el me respondió

-escuche un ruido afuera y fui de ronda, pero fueron las vacas, todo en orden, ahora dígame, ¿por que desmayo? ¿qué lo asusto? ¿eh?- y a medida que interrogaba su voz se hacia mas y mas queda, mas gutural, mas suave, vibraba desde su pecho

-es mas grande que todo lo que haya visto antes- le dije y el se acomodo abrazándome, sonriendo y entrelazando sus piernas con las mías, el cuero de las botas se sentía exquisito sobre mi piel y al poco yo me acomode invertido y nos acoplamos en un abrazo de 69 lateral, quería excitar aquel miembro para poder volverlo a ver para verificar sus dimensiones, me introduje el pito y los testículos en la boca, cabían allí sin problema, pero seguían inmutables mientras mi pene ya era una roca sólida sobre su lengua, lo lamí de mil maneras pero seguía insensible, era una sensación fascinante estar así con quien se había convertido en mi objeto mas deseado, su olor me llenaba por completo, me marcaba y su calidez me acariciaba con su suave vello

-¿cómo funciona?- le pregunte y el se saco mi glande de la boca para responderme

-así- y rodó su poderosa lengua por un lado del escroto y la entrepierna, bajo por el perineo lentamente y la inserto en mi ano, yo correspondí la lamida abriendo sus caderas y buscando directamente el roto, lo encontré dormido, cerrado como una rosa en botón, lo lamí con gusto, de sabor áspero al inicio pero después se suavizo y fue como los labios de un bebe que hubiese mamado miel, algo se abulto contra mi nuez de Adán, era aquel gigante que emergía, yo cabeceaba de placer, la lengua de Vladimir ya cruzaba mi esfínter y chupe su glande con absoluta pasión, palpe una a una las cicatrices de separación, de repente aquella cabeza no cabía e mi boca y al poco mis manos no eran suficiente para abordar el retorcido cilindro y solo podía darle furtivas lamidas y mirarlo lascivamente, era tal el morbo que me produjo que en pocos segundos mi pene escupía semen a borbotones que fueron a dar a la garganta de Vladimir quien gustoso los aceptaba excitándome en forma reciproca y devolviéndome el calentísimo chorro espermático que recibí aplicando mis labios al glande, con la mano aplicada a la barra y subiendo y bajando por el tronco que de inmediato estuvo mojado de liquido seminal en toda su descomunal extensión y observando de cuando en cuando la apertura ensancharse y disparar tanto liquido y haciendo tantos ruiditos que pensé que quizás se estaba orinando al mismo tiempo, era tanto que en poco no me cupo en la boca y al retirarlo me cubrió la cara con una pegajosa y olorosa mascarilla, me sentí avergonzado de haber acabado tan pronto y mas aun en su boca, pero pronto Vladimir se enderezaba y me ofrecía su cara dándome un beso tierno

-trágueselo- me ordeno, y le obedecí aunque con repulsión por el sabor y sintiéndome un poco obligado, pero pronto vi que el se deglutía mis líquidos con un gusto extraño, luego busco con su brazo algo debajo de la hamaca agarro algo y me lo ofreció en un vaso

-para pasar el sabor- dijo y me lo puso en los labios después de haberlo tomado el, era un vodka ordinario de producción local que mezclado con su semen me dejo un delicioso sabor

-¿quieres comer algo? ¿necesitas avisar a donde don Aníbal que no llegaras a dormir?- me pregunto

-no creo que se den cuenta que no estoy, nadie me vio salir y en las mañanas me escabullo al río y me quedo hasta medio día, no me extrañan- dije

-mejor entonces, ¿tienes hambre?-

-un poco- le dije, aunque me moría de apetito

-¿pido que te calienten la algo o te traigo algo frío?-

-no quisiera molestarlos, vamos por algo frío-

-yo te lo traigo- Vladimir se levanto aun con su extraña vestimenta, se limpio con el mosquitero y luego me lo estregó en la cara secándome su semen, tomo una vela y se fue por un oscuro corredor, al poco volvió con un plato de guiso local con tubérculos y carne seca al que llaman viuda de carne salada, me supo muy bien y es un plato que permite comerse al clima, nos sentamos juntos en la hamaca y ocasionalmente yo lo alimentaba, una vez comidos yo ayude a desarmar a mi caballero, a quitarle las botas y nos acostamos a dormir después de apagar todas las velas.

Amanecimos abrazados, con las piernas entrelazadas, yo respiraba el suave sudor de la nuca de mi poderoso amante, el dormía y con suaves movimientos adormilados me acariciaba con sus largos vellos corporales. A la luz de la mañana su piel parecía tornasolada, cobre oscuro con un brillo entre azul y gris, no del todo agradable. Entre tanto su miembro se encontraba en un estado de semi erección, lo tome con ambas manos y la cabeza salía sobradamente, en ese estado no se curveaba tanto, ni la venas resultaban agresivas, me encogí en la hamaca y comencé a felarlo, ni aun así me cabía entero en la boca, al poco Vladimir estaba despierto mirando entre divertido y curioso como su verga no entraba, en pocos minutos cupo pero honda fue mi decepción cuando descubrí que estaba completamente flácido

-Tengo una fijación anal muy fuerte- me dijo y siguió,

-muéstreme ese rotico y vera que es cierto-

Me gire y me lo acople en 69 anal, yo me fui directo al ano y lo ame respirándomelo todo, saboreándolo por completo, viendo a la luz del día el gigante anillo púrpura fuertemente cerrado que de pronto se ablandaba hasta quedar relajado y exhibido, tan exagerado como los genitales, sobresalía protuberante y estaba lleno de venas y se encontraba rodeado de una tierna piel corrugada del color de su piel, el me besaba las caderas y el esfínter con igual pasión y al poco pude tener frente a mi rostro la exorbitante tranca, sin embargo en ese momento éramos dos niños en plena etapa anal, me temí que no me permitiera jugar con el pero pronto, y después de estar completamente ensalivado, Vladimir comenzó a introducirme uno de sus dedos, yo hice lo mismo y al poco exploraba su recto con asombrosa facilidad, por mi parte aun me encontraba un poco tenso, creo que era el horror de ser penetrado por aquella estaca

-no se preocupe, por ahora si se lo meto lo mato, pero tranquilo que después no va a querer despegarse- dijo Vladimir como leyéndome el pensamiento, yo agradecí que solo fuesen algunos de los dedos que ya me estaban hurgando y no aquel monstruo desmedido, yo cedí al placer y al poco tenia mi mano casi por completo en el recto de mi hombre, de pronto el hizo un movimiento como en fuelle y se abrió por completo tragándose toda mi mano, era la primera vez que hacia un fisting y quede completamente enloquecido, el tan solo acato a decirme

-no se olvide que yo soy puto de puerto- yo no me quise quedar atrás y replique valientemente

-a mi me han penetrado y me gusta- Vladimir respondió amarrándose el miembro y blandiéndomelo en la cara con una molesta sonrisa de autosuficiencia

-para este, usted esta todavía muy virgen- yo me puse de pie, retire la mano del ano a lo cual el gimió de dolor regañándome

-¡duele!-

-lo siento bebe- me excuse mientras besaba sus labios y acomodaba mi pene frente a su ano

-¿me permites?- le pregunte

-claro, pero te voy a decepcionar, se me cae cuando me bombean... ¿tienes un condón?-

-¡mierda!, dije, se me olvido- le dije recriminándome la torpeza

-entonces solo por fuera-

me dijo, y aunque ello nos limitaba yo estaba enloquecido por su aceptación, levante sus piernas sobre mis hombros y proseguí a estregar mi pene contra sus caderas mientras el se balanceaba en la hamaca y yo plantaba mis pies firmes a tierra, él estaba tan húmedo que mi pene se sintió como dentro de un pote de vaselina, al frente el miembro siguió erecto por unos segundos pero al poco comenzó a desfallecer, yo me sentí obligado con Vladimir

-¿como te doy placer?- le pregunte agarrándome del mosquitero

-así- respondió el estirando una mano por detrás de sus caderas que metió entre mis piernas y se me inserto con cuatro dedos de golpe seco en el recto, a mi se fueron las luces, por poco me vuelvo a desmayar pero me lo impidió ver como el miembro de Vladimir subía desproporcionadamente y se hinchaba de forma sorprendente, era sencillamente demasiado, yo de nuevo me fui con los dedos a su culo, no pude soportarlo, eyacule un poco menos que la noche anterior pero la sensación se triplico, por su parte, el no disminuyo caudal y se fue en chorros que me salpicaron la cara, el cuello y me dejaron completamente mojado el estomago, acabamos riéndonos, tan sucios que era imposible volver a la hamaca, nos levantamos, caminamos tomados de la mano hasta el patio de la fuente que estaba apenas continuo, allá nos bañamos y continuamos amándonos tiernamente, nos vestimos el uno al otro y luego me llevo a la quebrada de donde habíamos partido en los mismos caballos, me preocupaba que no supieran de mi en la casa de don Aníbal, cuando llegamos al borde del agua nos despedimos de beso

-¿cuando te vuelvo a ver?- le pregunte

-no será pronto, por que me voy hoy de viaje, pero te voy a encontrar donde sea, como sea, cuando sea y para lo que sea- me dijo

-¿te puedo venir a buscar después?- volví a preguntar

-no, si te encuentran mis trabajadores o mis socios, te matan, no, mas bien yo te encuentro-

-¿así, sin teléfonos ni direcciones?- le replique

-ya veras, recuerda que me gustas y yo no pierdo lo que quiero- sonrió seguro, se dio la vuelta en el caballo y se fue de la misma manera desconcertante de siempre.

Yo interrumpí mis vacaciones abruptamente aludiendo obligaciones de trabajo, pero solo quería alejarme lo mas rápido posible de aquel espacio obsesivo, volví a la ciudad y comenzó una tediosa pena, extrañaba a aquel hombre aunque solo fuera para que me dijese mentiras

Por varios meses pensé que Vladimir me había descolgado después de un buen polvo, nada de que culparlo, todos lo hacemos al fin de cuentas, pero me moría por volver a ver aquel miembro que nunca antes había visto, ni su fisonomía inverosímil y me quede con ganas de verificar su historia improbable, aquello parecía quedar en la memoria como una aventura insólita con un personaje imposible y en un escenario tórrido que me caldeaba noches de masturbaciones salvajes y una ansiedad de partir y perderme a buscarlo pero otras advertencias de don Aníbal me dieron miedo de verdad de aventurarme con desconocidos por aquellas tierras, todo siguió normal, yo sentía una honda melancolía por Vladimir que sin embargo parecía destinado a desaparecer en el tiempo, hasta una tarde lluviosa, un año después, que llamaron a mi puerta...