Mis tres vecinos
Mis tres vecinos vienen a felicitar a mi mujercita por su santo.
Llegué a casa después de una dura jornada de trabajo de doce horas. Al entrar me saludaron tres de mis vecinos, que estaban sentados en el tresillo del salón, y la dulce voz de mi mujercita, desde la cocina, que me avisaba de que teníamos visita. Habían venido para felicitarla por su santo. Los tres vecinos me animaron a que me sentara junto a ellos. Me senté en una butaca.
Allí estábamos mis tres vecinos y yo diciendo chanzas y chistes. Don Pol, un hombre que en su día fue muy corpulento, aunque estaba algo panzón y disimulaba su calvicie rapándose al cero, acercándose a los sesenta aún se conservaba bien. Don Ase, de edad parecida a Don Pol, algo más corpulento y panzón que Don Pol, pero muy velludo, como demostraban sus brazos, cuello, piernas y bigote, ya teñía muchas canas. Y por último Don Ges, el menos corpulento pero más panzón de los tres, aunque el más joven, que disimulaba su calvicie peinándose sus propios cabellos de un lado al otro de la cabeza.
Apareció mi mujercita cargada con una bandeja llena de bebidas y comida para el refrigerio. Y después de dejar la bandeja sobre la mesa, dio una vuelta sobre sí misma dijo.
¡Ta Chan! Mira lo que me han regalado.
Es para la piscina, ahora que llega el veranito – añadió Don Pol.
Mire a mi mujercita como daba la vuelta enseñándome su regalo y me quedé boquiabierto y frío. Su regalo era un bañador bikini de color blanco, con braga tipo tanga, que se incrustaba entre las nalgas de mi mujercita y un sujetador de cortinilla, que era al menos dos tallas más pequeño que los pechos de mi mujercita y que apenas le tapaban la aureola de los pezones dejando el resto a la vista. Completaba el atuendo de mi mujercita unas zapatillas, del mismo color que el bikini, de tacón muy alto. Que levantando el pie con un gesto me enseñó mi mujercita.
- Es para que luzca mejor – apostilló Don Ase.
Mi mujercita siguió trayendo cosas a la mesa, para festejar a los invitados. Sus idas y venidas con ese atuendo, nos hacían parar en nuestra conversación y quedarnos callados contemplando las curvas de mi mujercita, que estaban todas a la vista. Y ella que se sabía contemplada y admirada, aún las movía más.
En una de sus idas y venidas Don Pol sujetó a mi mujercita por las caderas y le dijo.
No lleva la tanguita bien colocada Doña Bel – Y tirando hacia arriba de las tiras laterales del tanga se las subió hasta la cintura. Mi mujercita dio un respingo.
¿Seguro que es así como se lleva? – pregunto girándose, y nos enseñó la parte de delante de su bikini. La telita que cubría su sexo como se debió haber incrustado por la parte de atrás, ahora hacia sobre su vagina ese efecto que se le llama ‘hucha’, mostrando cómo era exactamente el sexo de mi mujercita. A su pregunta los tres vecinos respondieron con un si al unísono y la contestación de ella fue.
-Menos mal que me depilo completamente, que sino…
Mis vecinos asintieron que así quedaba mejor su regalo y continuamos conversando animadamente. Mi mujercita se sentó sobre el lateral del sofá, cerca de Don Pol, aduciendo que así podría ir más rápido a la cocina a por las cosas que se fueran acabando.
No sé si fue el alcohol, el cansancio acumulado o lo que se alargó la velada pero llegó un momento que empecé a verlo todo como desde un túnel y las voces se mezclaban entre ellas y se hacían como huecas y con eco. Así quedé mientras los demás parecía que no se daban ni cuenta de lo que me pasaba. Más de repente sucedió algo extraño, vi que Don Pol, sin ningún respeto o pudor, con sus enormes manazas apartaba la tela del sujetador de mi mujercita y manoseaba fuertemente sus pechos, mientras las voces de los otros lo jaleaban y mi mujercita les sonreía con gusto y placer. Luego de esto todo se desmandó. Don Pol empezó a comerle las tetas a mi mujercita y a hundir la cabeza en el canalillo, que más bien es canalón. Don Ase se levantó y acercándose a mi mujercita le metió la mano por dentro de las bragas del bikini, manoseando su vagina, mientras él, con los pantalones por las rodillas, se jalaba la verga pajeándose. Y para no ser menos, Don Ges, también se había sacado su polla dándosela a chupar a mi mujercita, tragándosela casi entera, sin ningún asco, mientras en cambio a la mía no quería ni tocarla.
Yo no pude reaccionar, estaba delante esa escena como si fuera un sueño, una película y yo solo un espectador, aunque intenté moverme, gritar, protestar…, hacer algo, no pude, me quedé petrificado. Y seguí mirando las escenas que siguieron y ellos continuaron como si yo no existiera.
Después de un buen rato, cambiaron de postura, algunas de las ropas de los hombres habían desaparecido y el tanga de mi mujercita también. Don Pol hizo que mi mujercita se pusiera a horcajadas sobre él. Ella lo hizo, dándole la espalda a él y mirándome de cara a mí. Luego con una de sus manitas agarró el pene de Don Pol, que parecía enorme, y se fue agachando hasta que su coño llegó a la altura del pene de Don Pol, allí paró unos segundos para restregárselo por el coñito y luego se lo fue metiendo poco a poco hasta que se hubo sentado sobre Don Pol. Don Ase y Don Ges, no perdieron tiempo, cada uno se puso a un lado de la pareja, subiéndose de pie en el sofá y dieron sus penes, que también se veían enormes, a mi mujercita para que se los chupará. Ella agarró a cada uno con una mano y sin dejar de mirarme con desafío y girando la cabeza de lado a lado, empezó a chuparlos. En ese momento Don Pol, empezó a bombear su pene dentro del coñito de mi mujercita que sonreía de placer. Mientras Don Pol le daba lo suyo, mi mujercita, no paraba de recorrer con la lengua las pollas de los dos vecinos, se las engullía, les lamía los huevos y otras lindezas por el estilo. Así siguieron durante unos minutos, pero de súbito mi mujercita se paró de chupar pollas y se quedó quieta, pero no soltó las pollas de sus manos. Don Pol no, él siguió bombeando. Ella cerró los ojos, se mordió el labio inferior y empezó a estremecerse, como con escalofríos, lo hizo unas cuatro o cinco veces, luego se quedo laxa y con una sonrisa tonta en la cara. Aquí los tres vecinos gesticularon, se felicitaron entre ellos dándose las manos, chocándolas y riendo a carcajada limpia.
Mi mujercita se levantó de encima de Don Pol, y andando moviendo descaradamente sus curvas, se fue hacia la puerta del pasillo, allí se detuvo, giró su cabecita y se puso un dedito en la boca, como chupándoselo, con carita de niña traviesa, meneando ligeramente las caderas, con el dedito índice de la otra mano hizo señal de que la siguieran, y desapareció tragada por la oscuridad del pasillo.
Mis tres vecinos rieron, se volvieron a felicitar dándose palmadas en la espalda, chocando sus palmas y echando alguna que otra mirada hacia mí persona, se despojaron de las pocas prendas de vestir que aún llevaban y desnudos siguieron a mi mujercita tragados por la oscuridad del pasillo.
Yo intenté seguirlos, pero mi cuerpo no me respondió, por lo menos lo rápido que yo quería. Tuve que mirarme a los pies para que estos tuvieran algún movimiento. Aquí me sorprendió algo, en mi pantalón había una gran mancha reciente y tenía una erección.
Al fin mi cuerpo respondió a los deseos de mi cerebro y empezó a moverse, pero solo fue para que de repente las baldosas del suelo se acercaran vertiginosamente a mis ojos, y allí me quedé durante otro buen rato. Luego de forcejear creo que logré ponerme a cuatro patas y avanzar, muy lentamente. No sé qué tiempo tardé en recorrer los escasos siete u ocho metros que debe de haber desde el sofá hasta la puerta de nuestra alcoba, pero fue mucho. Cuando llegué a la puerta, apoyé la espalda en ella y me senté en el suelo. La habitación estaba solo iluminada por una de las lamparitas de las mesillas de noche, pero bastaba para ver correctamente lo que estaba pasando en ella. Mi visión de la habitación era desde una esquina de los pies de la cama, así que veía perfectamente todo lo que sucedía en ella. La polla de Don Ase era la que debía de estar follando el coñito de mi mujercita. Don Pol a horcajadas sobre ella, le metía el rabo por el culo. Y Don Ges, de rodillas sobre la cama, sujetando la cabeza de mi mujercita, con una mano la barbilla y con la otra el pelo, le follaba la boca. Contemplé desde el suelo esa escena y los sucesivos cambios de sitio de las pollas de mis vecinos en los agujeros del cuerpo de mi mujercita sin musitar palabra. Oía como le decían a mi mujercita los peores insultos, y ella sin inmutarse los jaleaba más para enardecerlos, lo que les daba pie para que continuaran follándosela con más bríos y fuerzas.
Cuando todos ya habían pasado como tres o cuatro veces por los diferentes agujeros que les ofrecía mi mujercita y ella se había estremecido, como había hecho anteriormente en el sofá, seis o siete, pararon. Mi mujercita quedó boca arriba tendida sobre la cama. Don Pol quedó de rodillas en la cabecera de la cama jalándose la polla a la altura de la cabeza de mi mujercita. Don Ase se quedó haciendo lo mismo pero entre las piernas de mi mujercita, pues fue el último que se la metió por el culo. Y Don Ges, que había estado debajo de mi esposa, se quedó pajeándose con la polla apuntando a las tetas de mi mujercita. Mientras hacían eso esperando correrse sobre el cuerpo de ella, le miré el coñito y el agujero de su culito, ya no eran tales, se veían bien abiertos y bastante irritados. Ella se los recorría con sus manitas, no sé si para excitar a los hombres o para calmarse la irritación.
Ellos no tardaron mucho, vi como sus pollones, ya de por sí me habían parecido grandes, se ponían más duros y más gordos si cabía, y empezaron a escupir grandes chorros de semen sobre el cuerpo de mi mujercita. Oía sus gruñidos y bufidos, como si fueran animales, y los grititos de mi mujercita de alegría y contento. Después de soltar cada uno unos siete u ocho chorros de semen blanco y espeso sobre el cuerpo de mi mujercita. Uno detrás de otro pasaron sus pollones, que empezaban a deshinchase, no tan rápidamente como me pasaba a mí, por la boca de mi mujercita para que se los limpiara y dejara bien relucientes. Así como los dejaba mi esposa, entre ellos se felicitaban, como si hubieran concluido un trabajo duro y difícil con muy buen éxito. Pasaron sobre mis piernas para salir de la habitación y los tres también me felicitaron y me palmearon la espalda dándome los parabienes por como se había comportado mi mujercita.
Ella estaba aún sobre la cama, llena de semen de esos machos. Tenía goterones y chorretones por todo, cara, pelo, tetas, vientre, coño, creo que no había un lugar del cuerpo de mi mujercita con alguna gota de semen de esos hombres. Pero por si acaso ella se encarga de esparcírselo con sus manitas, por el coño y culito, por el vientre, por las tetas y por la boca, de tanto en cuanto se llevaba algún dedito a la boca y lo chupaba con vehemencia.
Conseguí llegar a los pies de la cama y mi única reacción fue desnudarme, me quité la camisa, a las malas. Cuando le llegó el turno al pantalón descubrí nuevamente que seguía con la erección pero la macha se veía como crecida, pasé de ello, mi intención era follarme a la guarra que había encima de la cama, se me había metido en la cabeza que tenía que darle y hacerle lo mismo que le acababan de hacer mis tres vecinos.
Me monté sobre mi mujercita, esa guarra, me embadurné el cuerpo con el semen de esos hombres, pero logré meterle mi polla dura en el coño, bastante ensanchado de mi mujercita. Empecé a bombear, mientras mis manos magreaban los tetones de mi mujercita, y se pringaban con la leche de esos tipos. Mientras morreaba la boca de mi mujercita, guarra y puta, y me comía sus pezones, sentía el gusto del semen de esos hombres en mi boca. Pero todo esto no me importaba, yo seguí bombeando hasta correrme. Cuando lo hice, vi la cara de mi mujercita sonreír, con una sonrisa condescendiente y todo se volvió negro.
Me despertó la vocecita de mi mujercita, ya era de día y me traía el desayuno en la cama.
- ¿Qué te pasó ayer? – me preguntó dulcemente. Y continuó. – Los vecinos te trajeron a casa…, te encontraron en la calle…, de noche…, si no hubiese sido por ellos… allí estarías. Yo llamándote por el celular y tú que no respondías. Pasé un muy mal rato. Menos mal que todo acabó bien.
No supe que responder. No le pude contar que no eran esos mis recuerdos de la noche anterior. Todo me resultaba raro y extraño. En mi cabeza solo veía las escenas de sexo que tuvieron lugar entre mi mujercita y mis vecinos. Le pregunte varias veces, le di a entender, intentando ocultar detalles muy escabrosos, que mis recuerdos no coincidían exactamente con los suyos. Que mis recuerdos eran de algo sexual entre ella y mis vecinos. Me miró con cara extrañada, me tachó de loco.
Pero durante algo más de una semana mi mujercita estuvo andando de una forma algo extraña, como si estuviera escocida, y cuando se sentaba lo hacía de lado, no apoyando completamente el trasero como sería normal. A mis preguntas me respondió que eran cosas de mujeres y por si acaso no pregunte más.