Mis sumisas (1)
Como me encontre con dos sumisas, sin buscarlo
Antes de comenzar este relato voy a poner los antecedentes para que se puedan hacer una idea. Un familiar ha estado ingresado en un hospital más de seis meses por lo que he pasado mucho tiempo haciéndole compañía y en contacto con el personal sanitario.
Fue una noche de verano cuando me iba para casa, serian sobre las 22:30 horas, vi a una de las enfermeras que había salido de trabajar. Me saludo y me pidió un cigarro ya que no le quedaban y llevaba todo el turno sin fumar.
Naturalmente se lo di y comenzamos a charlar mientas que se consumían los cigarrillos. Hacia calor, mucho calor. Le propuse ir a tomar una cerveza y accedió encantada. La lleve a una terraza, cerca de mi casa, no muy lejos del hospital, tomamos varias cervezas y algo de picar.
Se llama Cristina y tiene 37 años, bien llevados dentro de lo que cabe, pero le sobran algunos kilos.
Cuando terminamos, la lleve de nuevo al centro sanitario ya que había dejado allí su coche. Resumiendo, decir que nos liamos, fuimos a mi casa y que esta situación se repitió varias veces. A mí me gusta que en la cama la mujer me siga, es decir, que no tenga iniciativa y que me obedezca, aunque sinceramente nunca había dominado a ninguna.
Con Cristina observe que cuando yo hacia algún comentario o indicación ella solía realizar lo comentado como ocurrió cuando comente que me gustaban los coños depilados, la siguiente vez que lo vi, estaba rasurado. A los tres meses aproximadamente me conto una cosa que no me sentó nada bien.
Me dijo que una noche de poco trabajo le conto a una compañera la relación que tenia conmigo. Compañera a la que conocía de sobra por atender a mi familiar. Le hice notar que eso no me gustaba, que no tenía por qué saberlo nadie y blablabla. Le afee su conducta tanto que me pregunto que si merecía un castigo y le dije que si. La ordene que le comentase a su compañera que me había contado todo.
Bueno aquí terminan los antecedentes.
A los dos días de haberme contado la indiscreción, saliendo del hospital me tope con su compañera. Alba es auxiliar, tiene 25 años, no muy alta pero tampoco bajita, un cuerpo bien formado en el que destaca su culo.
Nos saludamos, la ofrecí un cigarro, más que por cortesía por ver su reacción. La note algo azorada porque sabía que yo sabía que Cristina se lo había contado.
Evidentemente saque el tema, su reacción fue al principio fue algo esquiva pero fuimos hablando. La dije de tomar algo en la cafetería del hospital. Nos sentamos en una mesa del rincón, de todas formas no había mucha gente.
Se fue relajando poco a poco y comenzó a abrirse. Vi una buena oportunidad y decidí jugar mis cartas con osadía.
-¿Pensabas que Cristina no me iba a decir que te lo había contado? –pregunte-
-Creí que no diría nada –dijo-
-Que sepas que la ordene que te dijera que me lo había comentado.
¿Qué le ordenaste que me lo contara? Y ella lo hizo, joder –respondió incrédula-
-Sí, me gusta que se me obedezca, tú lo sabes.
-Me lo dijo ciertamente.
-Eso te excita, Alba –dije para forzar un poco la situación-
-No, no….-balbuceaba-
-No me mientas y no te mientas.
Estaba roja, evidentemente lo pasaba mal, pero no me importaba, mejor así.
-Estas deseando que ponga mis manos en ti. Deseas servirme.
Durante un rato no dijo nada. Afloje la presión, mucha podía obtener el efecto contrario. Que pensara un poco.
Cuando paso un tiempo que creí prudencial le pregunte si lo deseaba.
-Si –respondió en voz baja-
-No he entendido lo que has dicho.
-Si, lo deseo.
-Ves como no es tan difícil, Alba.
No dijo nada.
-Quiero ver la mercancía –le dije-
Puso cara de extrañeza y respondió que no entendía.
-Fácil, quiero ver lo que me ofreces –respondí- Ve al cuarto de baño y espérame allí.
Los aseos eran tranquilos y más a esas horas, tendríamos tranquilidad. Quería forzarla para ver hasta dónde podía llegar.
Al poco entre yo, nos metimos en una cabina. Miraba al suelo, su cara era un poema carmesí. Estaba avergonzada. Eso me gusto.
-Bien Alba –comencé- Te voy a pedir algunas cosas, si no quieres hacerlas, solo tienes abrir la puerta e irte. Lo que hagas lo harás porque quieres hacerlo para complacerme ¿lo entiendes?
-Entendido –respondió-
La acaricie el pelo y la mejilla, para que se tranquilizara y para que viera que no era un ogro. Me sonrió ante este gesto.
-Quiero que te desabroches la blusa, Alba.
Lo hizo, se veían unos buenos pechos apretados por el sujetador. Pase un dedo por el borde de las cazoletas. Se puso más roja.
-Ahora sácalos de su celda –le ordene-
Tardo unos segundos, pero lo hizo. Eran bonitos, con una aureola rosada y pezón de tamaño medio que estaban semi duros.
De inmediato se los acaricie, haciendo un poco de presión sobre los pezones, se pusieron duros de inmediato.
-Pareces una perra en celo –le dije, mientras que tenía sus pezones entre mis dedos- Note o me dio la sensación que al oírlo se pusieron más duros.
-No se –me respondió-
Le subí la falda. Acaricie su culo por encima de las bragas que llevaba. Retire la mano y la ordene que las bajara. Lo hizo rápido. Pase un dedo por su raja, estaba empapada.
Le enseñe mi dedo.
-¿Qué es esto, Alba?
-Un dedo mojado –respondió, mirando al suelo.
Se lo puse en la barbilla y subí su cabeza. La mire a los ojos, no pudo sostenerme la mirada.
-Mírame –la ordene-
-Es la prueba de que eres una perra en celo, le dije. Estas deseando tener sexo y un orgasmo.
No respondió.
Mi polla hacía rato que pugnaba por salir de los pantalones. La obligué a arrodillarse presionándola sobre los hombros. No opuso resistencia. Estaba vencida aunque creo que lo estaba desde el principio.
-Ahora, vas a sacar la polla y vas a comértela.
Sin decir nada obedeció. Lo hacía con delicadeza, despacio. Me gustaba como lo hacía, aunque tenía que practicar. Al rato, la incorpore y gire para penetrarla desde atrás. Entre fácilmente de lo mojada que estaba. Comenzó a suspirar de inmediato. La zorra estaba más cerca de tener un orgasmo que yo.
Le dije que no podía correrse, que tenía que pedir permiso. Fui regulando mis envestidas para tenerla a punto pero que pudiera aguantar, por dos veces pidió permiso, que por supuesto le fue negado.
Cuando yo estuve cerca de terminar, se la saque y la puse de nuevo de rodillas. Se la metí en la boca y comencé a follarla. Rápidamente note que iba a llegar.
La saque y me corrí en su cara.
-Cuando te lo merezcas dejare que te tragues mi semen, perra –le dije-
Me miro sorprendida y con su cara roja como un tomate, me gusto.
Le dije que Cristina le informaría de los próximos planes, ordenándola que no tuviera orgasmos hasta entonces y que no contara nada a nuestra mutua amiga.
Salí de los aseos mientras que ella se vestía.