Mis sueños de infante
Quien de infante no mojó la cama al soñar con alguna dama
De mis sueños de púber. Sueños normales de un joven de esa edad. ¡Sueños de púber, sueños de infante! ¡Quién a los 18 no mojó la cama! Sueños impuros, de caballero andante, quimeras y pesadillas; cábalas y tramas; espada en mente y el corazón desafiante para lograr los favores de aquella dama. Rosita se llama, por ella mi alma clama desde la estación de Ventas hasta Retiro, de aquel metro que tomo toda la semana en silencio la miro, y en silencio suspiro. Por su desamor mis ojos lloros derraman, a punto estuve un día de pegarme un tiro. También soñaba con ser matador de toros; capote, estoque y muleta eran mis amuletos; me veía vestido en las Ventas de grana y oro abordando el mas excitante y desafiante reto. Me despierto sudoso, con apatía me incorporo; otro fracaso de adolescente en mi alma meto. De mis poluciones nocturnas ¡Quien a los 15 años no derramó sus ansias en la cama, por no temer una dama que con amor recogiera en sus entrañas aquella derrama! ¡Cuántas veces, cuántas! derramé al albur mi polución. ¡Tantas mozas, tantas! hubieran deseado a la sazón haber sido mis sábanas y mantas, mi almohada, mi colcha, mi colchón. De las que se me fueron vivas. Las niñas que se me insinuaron, y yo sin oler ni ver sus deseos. Con todos mis respetos a sus memorias. Recordar el sexo que a esa edad emana me produce una sensación agridulce. ¡Cuántas y cuántas mozas tempranas! que a mis pasiones con ardor seduje, mis dotes hubieran deseado con ganas. ¡Qué se me insinuaron, nunca supuse! Despertar al sexo en los años cincuenta, sin conocer el pensamiento femenino, sin saber de la sal y de la pimienta que llevan en el torrente sanguino; a la sazón no me daba ni cuenta, en esa edad padecen furor uterino. Recuerdo con emoción aquel atardecer; mis belfos picados por herpes labial, aquella niña preciosa de nombre Isabel me invitaba con amor a aquel saturnal, y yo, como un triste e inocente curiel * no supe deleitarme de aquel festival. * Curiel: Conejillo de indias ¡Cinco rosas en mi rosaleda crecieron! Isabel y su corte de cinco doncellas, sus esencias más íntimas me ofrecieron. ¡Yo, mirando al cielo y las estrellas! Y aquellas ninfas irritadas se fueron echando humos, fuegos y centellas. Como a un hermoso efebo me trataron, ¡Oh, poder de la inocencia candorosa! Ellas en enaguas, se me quedaron y a punto de eclosionar sus rosas. Mi nardo sin saber que se mudaron, allí quedó marchito... como una broza. ¡Cuántas mozas pedían placer con sus miradas! Ansiosas a su galán, ser dulcemente entregadas. Que aquello que se esconde debajo de la braga es un dios que hay que adorar hasta la alborada, y sin mácula conservar hasta la noche maga. ¡Pero que ingenuos, los de aquella hornada! Recuerdo mi sexualidad sin orgullo, y me sigue resultando vergonzoso; por mi cruzando aquellos capullos, y yo, creyendo que el amor es un gozo que se debe hacer en paz, sin barullo. ¡Pero que idealista era de mozo! Y aunque aquello se erguía y erguía con ansías irritadas acción solicitaba, y sabiendo un servidor para que valía (pues a diario casi me masturbaba) aquello que tan misterioso me parecía, pensaba, que hacerlo era una grosería. ¡Misterios de la Naturaleza humana! que la educación era la fuente del amor, que era pecado mortal ir con fulanas, que el verdadero placer lo da el candor; el fornicar es para mentes insanas; vedado para un hombre de honor. ¡Qué momento, qué momento se fue! Fui cual don Mendo con Magdalena en vez de un Tenorio con doña Inés. ¿Qué ahora te da tristeza y pena? No llores ni suspires, resígnate. ¡Cuánto me acuerdo de aquellas nenas! Memorias vagas... quimeras, remembranzas extraviadas en aquella mortal primavera. Nostalgias hoy encontradas del más cándido de los Barderas. anochecieron aquellas alboradas. Hoy bien que me lamento de tanta ocasión perdida, pero digo con fundamento, si alguna se me fue herida, y no gozó de mi instrumento es que por mí no fue querida. Seguro que la vida me reservaba a la mujer que llenó mis ansias de amor, y que de noche soñaba. Que sentía su olor y su fragancia. Un quince de Agosto a mí llegaba... Fue gracias a mi amor y constancia. No obstante aquí queda escrito la sexualidad de un adolescente; que aunque no supo de aquel rito, del pecado de la carne fue ausente, y si bien tuviera mucho apetito no fue un chiquillo incontinente.